Capítulo 3
Ese día se Yuuri se encontraba concentrado en su presentación, sin embargo, ver la mirada de Viktor le llamó la atención. El ruso parecía fuera de lugar, preocupado por su semblante decaído. Eso lo preocupaba mucho, más porque fue después de hablar con Phichit.
Viktor le había pedido que cuidara de Makkachin, por lo cual buscó eso como excusa para poder hablar con él.
—¿Te preocupa algo?—Preguntó Yuuri, mostrando su inquietud. Viktor cambió su expresión preocupada y pasó su mano por los cabellos negros de Yuuri. Él japonés tuvo que controlar el deseo de juntarse al tacto ajeno.
—Todo se encuentra de maravilla—respondió, sin embargo, Yuuri no le creyó—. ¿Me llamabas por algo?
—Quería preguntarte a qué hora vas a dejar a Makkachin. No sé si tenga tiempo libre hasta terminar la presentación.
—¿Cuándo puedo venir?
—En la mañana, cuando abra el estudio.
—A esa hora debo reunirme con la orquesta...—respondió. Yuuri se abstuvo de susírar con pesadez.
—¿Y si voy a dejarlo en la mañana? Me refiero a dejarlo en tu departamento antes de tomar mi vuelo.
—Creo que es posible—respondió. En su mente pensó en los planes que tenía y encontró ese tiempo libre. Aunque a esa hora dormía, si se trataba de Viktor lo podía recibir.
—Entonces pasaré por ahí.
El sonido de la puerta lo despertó de sus sueños, levantando ligeramente su cabeza de la almohada para ver a su mejor amigo con una sonrisa somnolienta.
—Abre la puerta
—¿Hm?—se quejó Yuuri. Sus ojos amenazaban con cerrase de nuevo, así que volvió a caer sobre la almohada, escondiendo su rostro.
—Alguien está afuera.
El japonés se levantó de inmediato.
—¿Afuera, con sentido de en la calle o... en la puerta del departamento?
—Subiendo.
—¡Phichit!—exclamó Yuuri, levantándose de inmediato—. ¿Por qué lo dejaste pasar?
—No iba a dejarlo fuera...
—Pero...
No tuvo tiempo de replicar, escuchó el golpe de la puerta un par de veces y miró al tailandés. Su mejor amigo tenía una sonrisa extendida en sus labios mientras se pegaba al marco de la puerta.
—Abre tú la puerta—dijo Yuuri, levantándose de su cama.
—Vino a buscarte a ti, abre tú.
—¿¡No pudiste esperar un momento!? Yo...
—Vamos no estás tan mal, no hagas esperar al visitante.
Yuuri frunció en entrecejo antes de suspirar. Tomó el abrigo que se encontraba encima de una silla y se lo colocó antes de ir a la puerta con su rostro aun cansando. Al abrir la puerta se encontró con una mirada azul conocida.
—¡Viktor!—exclamó el japonés, había olvidado que Vikor llegaría temprano. De inmediato intentó arreglar su cabello y sus vestimentas, sabiendo que no era tan fácil.
La vergüenza lo invadió, en ese instante sólo quiso que la tierra se lo tragase. Escuchó una risa proveniente de Viktor.
—Buenos días, Yuuri.
—Buenos días...—saludó tímido.
—Traigo a Makkachin—habló, pasando una maleta a Yuuri. El japonés la tomó desorientado—. Ahí hay comida y un par de juguetes. Aunque prefiere dormir y acostarse, no tendrás problemas para cuidarlo.
Intercambiaron algunas frases hasta que el ruso se acercó para abrazarlo, en un principio se quedó quieto, intentando controlar sus nervios. Luego lo abrazó.
Viktor lo sostuvo un poco más fuerte y Yuuri tuvo que luchar contra el deseo que tenía que aferrarse a ese abrazo y hacer que durara mucho más.
—Cuando regrese, salgamos.
—¿Q-Qué?—preguntó, se dio cuenta del tartamudeo de su voz, recriminándose internamente por su falta de control—. ¿Por qué?
—¿Necesito una razón para querer compartir algo de tiempo contigo?
Tragó con dificultad, moviendo sus dedos ligeramente en la espalda del ruso. Quiso acariciar su espalda.
—Supongo que no...
—Bien—dijo separándose—. Espérame, volveré cuanto antes.
—¿Y a dónde iría?—Bufó Yuuri, sonriendo. Aunque casi de inmediato pasó por su mente la idea de su ciudad natal.
—No lo sé, pero tampoco lo pienses—dijo Viktor, segundos antes de revisar el reloj de su muñeca—. Nos vemos, Yuuri.
—Nos vemos... Viktor.
Makkachin era una gran compañía. El caniche era un alegre y juguetón, pero no tanto como para ser problemático. Le gustaba estar sentado frene a la televisión, pero en ocasiones lo vio dar vueltas frente a la puerta y pararse incontables minutos, como si esperara que Viktor llegara en cualquier momento.
Aquella escena lograba entristecerlo. Makkachin parecía extrañar mucho a Viktor, y no importaba que tan bien se llevara con el perro, él no era su dueño ni mucho menos.
En la noche, Makkachin fue a su cama y se acosó a su lado. Supuso que quizá estaba buscando la compañía que le faltaba con Viktor. Lo recibió con tranquilidad, acariciando el pelaje del caniche unos segundos.
Cuando lo vio dormido regresó su vista al techo.
Pensó en Viktor. Él seguramente se encontraba en Moscú, disfrutando del tiempo que tenía con sus amigos y de la belleza de la ciudad. Tal vez extrañaba a Makkachin.
¿Había posibilidades de que el ruso estuviera pensando en él?
Se movió, intentando no ser brusco para no despertar a Makkachin. No era normal que pensara tanto en una persona. Viktor estaba en sus pensamientos la mayor parte del tiempo, como en ese momento. El sonido de su risa de repetía en su cabeza junto con la vergüenza de esa mañana, obligándolo a ocultarse entre sus cobijas como si eso fuera a cambiar las cosas.
Se estaba acostumbrando demasiado a Viktor, y eso le preocupaba; porque no pudo dormir mucho en esa noche pensando en él.
"En las noches podía escuchar su música, entonándose únicamente para mí; cantando lentamente hasta que pudiera dormir."
A la mañana siguiente se despertó con más energía de la que esperaba en un principio. Tomó una ducha para despejarse y una vez que salió se encontró con una radiante sonrisa proveniente de Phichit seguido de un abrazo.
—¡Feliz cumpleaños!—exclamó. El japonés sonrió antes de regresar el gesto a su amigo.
—Gracias, Phichit.
—Hoy va a ser la mejor presentación—dijo alegre, dando un par de vueltas por el lugar mientras Yuuri lo observaba—. Y cuando terminemos vamos a ir a celebrar con todos.
Después de saludar estuvo ocupado en el teléfono varios minutos en una extensa llamada que recibió de sus amigos y familia en Japón. Ese gesto lo alegró al tiempo que lo llenaba de melancolía. Pensaba mucho en cómo habían cambiado las cosas en esos seis años que no piso su tierra natal.
Escuchó los planes mientras comía el desayuno. Makkachin daba vueltas por el lugar, antes de mantenerse a un lado de Yuuri. Phichit observó al canino con atención, analizando el comportamiento del animal antes de dirigir la atención sobre su mejor amigo.
—Te tiene mucho cariño—comentó, señalando a Makkachin.
—Bueno, lo he visto varias veces—respondió, acariciando la cabeza del perro—. Pero siempre se ha comportado cariñoso.
—De seguro sintió que eres una buena persona—sonrió su amigo.
—Quizá...
Después de comer tomaron sus cosas para salir, necesitaban llegar temprano al estudio para recibir unas últimas indicaciones antes de trasladarse al teatro en el cual se presentaban esa noche. Como Makkachin era un perro obediente bastó con dejar las cosas extrañas en las repisas superiores y la puerta de su habitación abierta por si el caniche deseaba dormir.
Al llegar al estudio vio a varios de los bailarines hablando. Muchos con las vestimentas en manos y otras revisando sus pasos antes de presentarse.
Yuuri se preocupó cuando notó que Phichit y Seung-gil no estaba en buenos términos. Pero ambos actuaban de manera madura y dejaron sus diferencias de lado para organizar la parte del baile que estaba dedicada a ellos tres. Una vez que terminaron de hablar, cada cual se fue por su lado y él no pudo hacer nada más que observar.
Más tarde fueron al teatro. En los vestidores estaban acomodando aquellas prendas que fueron dañadas a último momento. También se aseguraban de la escenografía, igual que una corta prueba de sonido y el orden respectivo de las sinfonías que iban a escucharse.
Yuuri se probó su traje, notando que seguía con la misma figura. Sonrió con alivio cuando se percató de que su peso y su condición física estaban en óptimas condiciones.
—¡Hey, Yuuri!—exclamó una voz a sus espaldas. El japonés se volteó, encontrando a Sala—. Un sujeto viene a verte, dice que tiene una entrega para ti.
La miró con una gran interrogante. Iba a salir cuando un desconocido se paró frente a él, extendiendo un objeto frente a él. Yuuri lo observó un instante antes de tomar el arreglo floran en una de sus manos. El hombre le pidió que firmara una hoja para comprobar la entrega y sin más, se marchó.
Observó aquel arregló, era realmente hermoso. Con diferentes hojas verdes y rosas de colores blanco y azul. Entre ellas había un objeto rectangular que sacó con cuidado, observando atentamente la el mensaje escrito.
Espero que te gusten, no sabía que más hacer por mi querido bailarín, pero creo que las rosas blancas y azules son perfectas para alguien tan especial como tú. Feliz cumpleaños, Yuuri.
Viktor.
Tuvo que leer la tarjeta un par de veces más, sin poder terminar de creerlo, sintiendo el rubor en sus mejillas y como una sonrisa se formaba en sus labios sin poder evitarlo.
De alguna manera Viktor se había enterado de su cumpleaños y no tuvo que pensar mucho tiempo para saber quién era el responsable de eso. Aun con una sonrisa en los labios, volteó para ver a su mejor amigo encogerse de hombros con alegría.
—Lo hiciste...
—Cualquier otro en mi lugar, lo hubiera hecho—respondió.
Negó con la cabeza un par de veces, mostrando la alegría que sentía.
Tuvo que dejar el obsequio sobre una mesa antes de tomar su celular, intentando encontrar palabras de gratitud. Le resultaba algo casi imposible, cada vez que intentaba enviar un mensaje a Viktor su mano temblaba.
《Gracias por las flores, son realmente hermosas. Voy a recordarlas cuando entre a escena.》
Esperó varios minutos, pero no llegó ninguna respuesta, por lo cual se dedicó a guardar su celular. En dos horas iba a presentarse y su cabeza daba vueltas con la imagen de Viktor.
Un deseo fugaz pasó por su mente, ver a Viktor. Nunca fue esa clase de personas que desearan muchas cosas, y en su cumpleaños no era la excepción. Pero en ese momento lo pensó, ver a Viktor ese día, aunque fuera unos minutos.
Cuando llegó la hora de presentarse se fijó en el público. Decenas de rostros desconocidos que pasaban levemente por su mente hasta convertirse en un vago recuerdo.
"No importaba a cuantos espectadores estuvieran observándome o si tenía la atención de muchas personas. Irremediablemente, siempre terminaba buscando sus ojos entre la multitud."
Esa noche se presentó con todo el entusiasmo que encontró. Cada movimiento lo realizó intentando recordar el sentimiento que sintió cuando bailó hace días para Viktor. Estuvo tan encimado en sus pensamientos que no notó cuando las luces se apagaron y los aplausos llenaron el lugar con aclamaciones a los bailarines.
Pero los ojos de Viktor no estaban mirándolo.
El telón se cerró frente al grupo y Yuu regresó donde sus amigos. Se juntaron en un abrazo grupal y celebraron. Una vez que terminaron el pequeño festejo se dirigieron a la parte posterior del escenario para arreglarse antes de salir a la celebración por su cumpleaños. No tardaron mucho en terminar de vestirse y salieron por la puerta trasera del lugar.
Rodearon el teatro, siguiendo sus pasos a la calle que se encontraba frente al teatro. En sus manos llevaba el arreglo floral, cuidando que no fuera dañado en ningún momento. Phichit a su lado, reía e intercambiada comentarios mientras él se dedicaba a comentar ocasionalmente.
Entonces, vio a alguien corriendo a la distancia, en la calle frente a ellos. El destello de unos cabellos platinos que brillaban bajo la luz de los focos incandescentes de las calles. No pudo dar crédito a lo que sus ojos veían, sin embargo, guiado más por su deseo de ver a Viktor que por estar completamente seguro; dejó sobre las manos de Phichit el obsequio.
—¿Yuuri?—preguntó el tailandés.
—¡Enseguida vuelvo!—exclamó antes de dar vuelta y correr.
"Estaba tan perdido después de ir a tantos lugares, hasta encontré un lugar al cual poder llamar hogar, en tus brazos..."
Entró al lugar, fijándose en la espalda del ruso. Por un momento lo miró incrédulo, pensando que podía ser alguna clase de alucinación suya. Era demasiado bueno para que fuera verdad. Respiraba con dificultad por correr demasiado deprisa, sin embargo, pudo hablar para llamar la atención del mayor.
—Viktor...
El mencionado se volteó. Vio su rostro pasar de sorprendido a aliviado en cuestión de segundos.
—¿Qué haces aquí?
—Feliz cumpleaños—dijo Viktor.
Yuuri no supo qué clase de expresión estaba en su rostro, pero creía que era posible que la misma revelara los sentimientos que estaban creciendo sin control en su pecho. Los brazos contrarios lo envolvieron, abrazándolo con fuerza, con el fondo silencio del teatro.
—¿Viniste para eso?—preguntó Yuuri con una sonrisa, una grande que no podía evitar formar por la gran felicidad que sentía—. Podías esperar hasta mañana.
—Siendo sincero, no podía.
El más alto de separó pese a que Yuuri estaba dispuesto a quedarse en esa posición unos segundos más hasta calmar su emoción. Con una sonrisa extendida miró a Viktor.
— ¿Quieres que te lleve a algún lugar?
—Ahora mismo voy a salir con los chicos de la academia—respondió. La propuesta había picado una parte de su curiosidad, queriendo escapar con el ruso por esa noche. Sin embargo, los planes los tenía con sus amigos y no los iba a cambiar—. ¿Te importaría venir con nosotros?
Su rostro bajó con un ligero sonrojo, esperando una afirmativa.
—Por supuesto que no... —respondió Viktor.
Después de eso salieron. Los amigos de Yuuri estaban esperándolo y después de explicar la situación intentando no ser muy obvio, pudieron emprender nuevamente su camino.
Yuuri volteó a ver a Viktor, y sus ojos se encontraron por algunos segundos. Sintió sus mejillas arder, pero no desvió su rostro, intentó enfocar su mirada en la ajena.
Escuchó un suspiro proveniente de Viktor y se confundió, pensando que quizá había incomodado al ruso.
A los pocos minutos llegaron a un restaurante que tenía una mesa reservada para ellos. No era un lugar costoso, pero a Yuuri nunca le importó esa clase de lujos. Una vez que todos se sentaron y comenzaron a compartir experiencias mientras reían alegremente sólo pudo fijarse en repetidas ocasiones en Viktor.
Una botella de champaña fue abierta y todas las copas fueron servidas a los presentes, comenzando por Yuuri. Entonces, uno por uno comenzó a decir sus palabras mientras el japonés ocultaba su rostro con vergüenza, no estaba acostumbrando a esa clase de cosas.
La mesa de tornó silenciosa cuando llegaron a Viktor. El ruso se levantó, sosteniendo la copa entre sus dedos. Yuuri sintió su garganta seca, esperando con ansioso a que el ruso dijera sus palabras.
—Te conozco mucho menos que todos los presentes—comenzó a hablar—, sin embargo, en ese tiempo he podido saber la clase de persona que eres. Cuando estás tan feliz que no lo puedes disimular, cuando tienes nervios y juegas con tus dedos. La manera en la cual logras que cada acto que realizas, se convierta en música. Quisiera poder decirte más, pero me faltaría el tiempo. Eres la persona más especial que he conocido, Yuuri. Feliz cumpleaños.
—Viktor...
Se escucharon los aplausos y el rostro de Yuuri se tornó rojo. La copa de Viktor chocó con la suya y no pudo terminar de reaccionar hasta que Phichit tocó su hombro.
La cena fue particularmente alegre, y aunque intentó intercambiar palabras con el resto siempre terminaba enfocándose en Viktor. Quien no tardó mucho en lograr amistarse con los demás bailarines mientras seguían comiendo.
Su estómago de repente se sentía extraño, no tenía hambre, pero sí bastante sed. Ese sentimiento que había tenido desde hace días incrementó en el momento en el que la atención del ruso terminaba sobre él. Simplemente observándose por minutos que parecían eternos.
Regresó a casa más tarde junto a Phichit y a Viktor. A penas entró al departamento Makkachin llegó hasta ellos, sintiendo la presencia de Viktor en el lugar. El ruso acarició al caniche, mientras Phichit tomó con rapidez el arreglo de entre las manos de Yuuri y con un movimiento de cabeza le indicó que fuera a charlar con él.
Su mejor amigo se despidió con la mano y desapareció por la puerta de su habitación una vez que dejó el arregló sobre la mesa del salón principal. Yuuri dejó a Viktor con el caniche mientras iba por las cosas que le había encargado el ruso
—Gracias por cuidar de él—habló Viktor. Yuuri negó varias veces con la cabeza.
—Fue agradable tener a Makkachin en casa—habló el japonés.
—De todas formas... gracias—dijo Viktor. Creyó ver algo de timidez en sus gestos—. Entonces... buenas noches, Yuuri.
—Buenas noches, Viktor.
El ruso dio la vuelta, regresando ocasionalmente la vista. El chico de cabellos oscuros no cerró la puerta hasta ver como su pianista desaparecía de su campo de visión. Una vez que lo hizo, pudo cerrar la puerta y tomar el aire que le hacía falta.
Pegó su espalda contra la pared de la puerta, sonriendo con alegría y posteriormente borrando aquella expresión. Viktor llenaba sus pensamientos, él nunca había conocido a una persona más bella que él. Toda su persona, con ese corazón y la forma en la cual lograba hacerlo sentir la persona más especial del mundo.
Phichit salió de su habitación, buscando a su amigo. Vio su espalda desaparecer por la entrada de su habitación, tirándose a la cama. La sonrisa en su rostro era diferente a muchas de las que había visto antes en todo ese tiempo que llevaban de amistad.
—Creo que tengo un problema...—habló Yuuri.
El tailandés lo miró sin entender.
—Me he enamorado de un local...—murmuró. Su corazón saltó por el hecho de admitir sus sentimientos guardados en voz alta. Pero ya no tenía sentido guardarlos o negarlos— Yo... estoy enamorado de Viktor.
Viktor lo llevó al día siguiente al conservatorio. Yuuri recordaba haber pasado por ese lugar los primeros días que estuvo en San Petersburgo, pero le restó importancia al asunto porque la compañía de Viktor lo distraía.
Los estudiantes del lugar lo miraban curiosos, quizá porque no estaban acostumbrados a un muchacho extranjero. Muchos menos que el mismo estuviera acompañando a aquel reconocido pianista como lo era Viktor.
Yuuri se adentró al salón, apreciando la decoración de las paredes, las partituras encima de uno de los escritorios y el gran piano con cola que ocupaba una gran porción del lugar. Entonces, se acercó a las hojas y repasó las letras.
Se sorprendió al ver cada una de las partituras con su nombre en ellas, dejándolo sin aliento. Viktor hablaba muy en serio cuando decía que cada melodía que estaba componiendo eran inspiradas en él.
—Esto es...—murmuró, cambiando hoja por hoja sin dejar de ver los títulos expresados en cada uno de los títulos compuestos. Se sentía feliz y halagado, pero las palabras no lograban salir de sus labios—. Yo estoy...
No pudo hablar, Viktor se acercó y extendió otras partituras que no había tomado entre sus manos. El corazón de Yuuri se agitó, leyendo las títulos en los cuales se encontraba su nombre.
—Te dije que me inspiraste—dijo Viktor antes de sonreír—. Esto es lo que me has ayudado a crear.
Su rostro se ruborizó. Apenas la noche anterior había logrado decir en voz alta los sentimientos que tenía por el ruso. Tenerlo frente a él con esa clase de declaraciones hacían volar su imaginación.
—Son muchas... No puedo creer que hayas hecho todo esto...
—Te invitaría al proceso creativo en vivo y en directo—dijo Viktor.
—¿Es eso posible?—reguntó Yuuri, confuso por las palabras del ruso.
—Claro que sí. Podrías sentarte a mi lado o frente a mí—explicó mostrando a Yuuri un asiento—. Y esperaré que tenga ganas de improvisar algo para ti.
—¿Improvisar?—Repitió Yuuri con una sonrisa—. ¿Entonces pretendes que esperé sentado en una esquina, mirándote hasta que se te ocurra algo?
—Nunca mencioné la parte de observarme mientras esperábamos—. Yuuri sintió que dejó sus sentimientos al descubierto por un breve segundo—. Sin embargo, también sería útil si bailaras para mí.
Rió, más que nada para intentar calmar sus nervios. Sabía que probablemente su rostro no dejaba el caracteriscitoc tono rojizo que Viktor provocaba en él. Junto las hojas en su pecho con cuidado, procurando no dañar el trabajo de Viktor que significaba tanto para él aunque el ruso no lo supiera. No sabía cuáles eran los sentimientos que su pianista sentía por él, pero estaba feliz si recibía esa atención. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
Viktor lo hacía feliz, más feliz de lo que nunca se había sentido en su vida.
—En lugar de eso, también podría tocar algo que creé—habló Viktor.
— ¿Se puede?
—La música se crea para ser escuchada, Yuuri. Más que eso, esta música la hice pensando en ti, así que... creo que todas estas canciones son tuyas...
Yuuri estaba nervioso, las palabras de Viktor lo descolocaban y llenaban de interrogantes. A veces se miraban por incontables segundos, como si intentaran buscar respuestas en los orbes contrarios. Pero cuando miraba al ruso no lograba entender que era lo que pasaba por su cabeza.
El pianista se acomodó para interpretar una pieza. Esa era la primera vez que Viktor iba a tocar algo para él, sin un público presente. Eran únicamente los dos en un espacio que no podía ser interrumpido por nadie.
—Escucha lo que hago, Yuuri...
Él se aproximó a Viktor. Asentó uno de los codos en la tapa del piano, dejando el mentón apoyado en el torso de su mano mientras observaba en silencio el movimiento de los dedos sobre las teclas.
Repasó la figura de Viktor. Sus pestañas claras, finas y delgadas que adornaban esa mirada azulina comparable al cielo en verano. Su piel tan blanca y hermosa, que parecía ser tan suave como seda fina, los labios finos y rosados, aquellos que podía observar en ese momento mientras su pianista estaba envuelto en ese mundo que solo él podía crear.
Pero más allá de eso, vio su mirada. La forma en la cual estaba tan inundada de sentimientos desconocidos mientras tocaba. La expresión de alguien que amaba lo que estaba haciendo. No sabía que era lo que Viktor tenía en mente mientras tocaba, pero debía ser algo que en realidad le gustara.
Le gustaba esa pasión en Viktor. Yuuri creía que no había imagen más hermosa que la de alguien haciendo algo desde su corazón.
Cuando la música terminó vio al pianista enfocarse en su persona.
—Tocas tan hermoso, Viktor... Nunca vi tanta belleza en alguien cuando toca...
Se arrepintió de su arrebato en cuanto vio el rostro de Viktor. Sus facciones se tornaron en una expresión sorprendida. Yuuri no mentía, en ese su tiempo yendo de un lugar a otro vio a muchas personas diferentes, a artistas de la calle y otros tantos profesionales. Pero nadie era igual a él, aquel que volvía cada nota una obra de arte y hacía su corazón latir.
—No es que conozcas muchos músicos tampoco...—respondió Viktor y sus mejillas adquirieron un ligero color rojo. Le gustaba tanto ver su rostro de esa manera, no creía que era capaz de lograr esa clase de expresión en alguien tan sereno como lo era su pianista.
—Pero aun así...—respondió Yuuri, algo molesto de que Viktor no tomara en serio sus palabras—. ¿Entonces debería ver a más músicos?
—Me rompes el corazón, Yuuri—se quejó con dramatismo. Sin embargo, las palabras alegraron al japonés—. Se supone que eres mi musa, no deberías pensar en ir con otros músicos.
—Dices que no conozco músicos...—continuó hablado Yuuri con una sonrisa.
—Me lastimas, Yuuri—dijo Viktor—. Voy a demorarme en curar lo que has hecho.
—Lo siento—se disculpó con sinceridad cuando vio al ruso esconderse en sus brazos. Entraron los nervios cuando vio que Viktor no reaccionaba.
—Bueno, si de verdad lo lamentas puedo perdonarte, pero...
—¿Pero...?
—Debes bailar para mí—respondió antes de mostrar una sonrisa suspicaz. Yuuri suspiró al ver que cayó en la trampa del mayor.
—¿Entonces qué quieres que baile?
—¿Eh?—. Viktor lo miró confundido.
—La oferta expiró.
—¡Espera! ¡Eso es injusto!
—Te di la oportunidad y la desperdiciaste, no es mi culpa—respondió Yuuri.
Ambos se rieron y el ambiente era my bueno. Sin embargo, aquel momento fue interrumpido por el sonido de la puerta golpeando con la pared. Yuuri se separó del piano, como un niño que hacía algo incorrecto.
No entendió gran parte la conversación, salvo palabras sueltas entre los reclamos en ruso de aquel que era el director de orquesta. Fue entonces cuando escuchó que llamaba a Viktor de una manera curiosa. El apodo escapó de su mente casi de inmediato.
Escuchó disculpas provenientes de Viktor y luego como la mirada del director de la orquesta terminó en él. El mayor lo intimidaba, lo analizaba a detalle como si estuviera encontrando algo malo en su persona.
—¿Y tú eres...?
—Yuuri...—respondió, flanqueado con el nivel de su voz. Deseaba que el pianista lo ayudara con eso, se sentía demasiado intimidado.
—Él es... Él viene conmigo, sólo será por un momento más.
Yakov los miró unos segundos y rodó sus ojos, cansado. Intercambió una última frase antes de marcharse del lugar. El ambiente se relajó después de eso. Yuuri se mantuvo callado, con sus manos juntas y su mirada recorriendo diversos lugares del salón.
Después de una corta conversación recordó aquello que quería recordar.
—Él te llamo de una manera extraña hace un momento. ¿Cómo era...?
—¿De una manera extraña? —Preguntó, entendiendo casi de inmediato a que se refería Yuuri—. Entiendo, fue la segunda vez que me nombró. A veces me dicen Vitya, bueno, él me ha llamado así siempre.
—¿Por qué?
—Es una manera más de decir "Viktor".
—Ya veo...
Yuuri analizó sus palabras, sonaba a una manera muy íntima de llamar a Viktor. Ese apodo parecía ser una manera cariñosa con la cual le hablaba alguien cercano. Se preguntó si era posible para él ser así de cercano al ruso.
Le brindó una sonrisa.
—Vitya...
Lo vio pasar una mano por sus cabellos, parecía que iba a hablar, pero las palabras murieron antes de llegar a sus labios. Viktor cambió de tema de inmediato, pero notó que estaba demasiado distraído. Algunos de sus movimientos eran lentos, pero más que eso desviaba la cabeza en cuanto se fijaba en él, Yuuri no entendía el comportamiento de Viktor.
Sin embargo, le divertía poder lograr esa case de efecto en el ruso.
"Cada minuto que pasaba con Viktor me convencía de que ambos debíamos conocernos."
Hola uwu
Y aquí está la verdad de Yuuri UwU Sigan haciendo sus teorías, que me encantan leerlas.
Perdonen las faltas que he tenido, nunca habían sido tantas. Pero el otro día que salí se me cayó uno de los cristales de mis lentes. No tengo la vista tan mala, pero estar frente a la computadora me cansa mucho.
Muchas gracias por leer, los quiero x3
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