Capítulo 1
San Peterburgo era una hermosa ciudad, llegaron después de unas largas horas de vuelo para instalarse en la ciudad. Con su mejor amigo Phichit, se las arreglaron para vivir un par de días días en un hotel en la ciudad hasta encontrar un departamento con una renta que podían pagar entre ambos.
Después de eso, el director de la academia logró encontrar un lugar en el cual establecerse para seguir practicando. Como una iniciativa de Leo, uno de sus amigos y compañeros, se repartieron varios lugares en los cuales bailar para llamar la atención del público potencial. Él lo hizo en la mañana, cuando había tránsito de gente. Phichit en la noche, por preferencia propia.
Su estancia en cada país no sobrepasaba los seis meses. Algunas veces estuvieron solo tres meses y se marchaban rápido. No eran reconocidos, pero esa era una forma de hacer que su nombre comenzara a sonar por todas partes.
Hacía frío, más del que estaba acostumbrado a soportar. En las tardes prefería pasear para conocer un poco la ciudad, así, fue a dar con un par de callejones que eran buenos para acortar tiempo y distancias.
Hablar con los locales era muy dificultoso, no todos podían hablar inglés, los pocos que lo hacían tenía un inglés sumamente básico; por lo cual, en ocasiones se veía en la situación de explicar lo que necesitaba con señas.
Esa fue una de esas noches en las cuales daba un paseo por la ciudad, intentando aprender diferentes sitios. Su distracción lo llevaba en ocasiones a lugares que no conocía, pensaba mucho en su hogar. En su amada Japón, Hatsetsu. La pacífica ciudad que no era nada en comparación de las grandes metrópolis cosmopolitas que había visto en sus viajes.
Ya no era el mismo muchacho de apenas dieciocho años cumplidos que decidió viajar con un grupo de bailarines. Ahora era un joven de veintitrés años que tenía otras cosas en mente.
El sonido de algo lo hizo reaccionar. La hermosa pieza de un piano, proveniente de una un lugar cercano. Sin embargo, al no saber la procedencia de la música, prefirió seguir su camino.
"Ese fue nuestro primer encuentro..."
"Él llegó a mi vida de la manera más inesperada y pintó mi rutina diaria con el color de su sonrisa."
Se planteó una coreografía con la belleza de San Petersburgo, aquella que planeaba poder mostrar algún día aunque no tuviera sentido. Así que pensando en bailar, aquella noche que estaba libre, decidió que era una buena idea ensayar su coreografía.
Le gustaba bailar, su cuerpo se sentía libre. Al ser una persona callada y algo tímida había cosas que no expresaba. Yuuri utilizaba sus bailes como una forma de desahogarse y demostrar al mundo su pasión. Sin embargo, fue interrumpido cuando notó que no se encontraba solo.
"Él tenía unos hermosos ojos azules, parecían del color de las olas del mar golpeando en las costas, creando una suave canción de cuna. Y su piel y cabellos, me recordaban la nieve cayendo en una suave capa de belleza incontable. Cuando lo vi... sólo pude pensar en mi hogar."
Sintió la vergüenza recorrer su cuerpo y con horror sólo pudo pensar en salir corriendo a toda velocidad, con su corazón latiendo fuertemente y sus mejillas sonrojadas.
Sintió que lo seguían y escuchó la voz de aquel extraño, que por alguna razón, le gritó en un perfecto inglés. Dio la vuelta en una esquina y se adentró por una calle angosta para desaparecer del lugar.
Fue a su departamento, aun con la vergüenza embargándolo completamente.
—Ya llegaste, Yuuri—saludó su mejor amigo con una gran sonrisa. Él se encontraba sentado en el sofá, sosteniendo una taza humeante de café en una de sus manos y su celular en la otra—. ¿Qué pasa con esa cara?
—Estaba bailando...
—¿En la calle?
—Y un hombre apareció.
Phichit lo miró con curiosidad.
—¿Y te robó todo tu dinero o qué?—preguntó sin entender el comportamiento del japonés.
—No—. El mayor se acercó, sentándose a su lado.
—¿Entonces? Dime que sucedió, Yuuri. No lo entiendo.
—Es que él era...—comenzó a hablar, intentando encontrar las palabras adecuadas—, él era tan... misterioso.
—Oh, así que te ha gustado—habló el tailandés con una sonrisa en los labios, concentrando su atención en su mejor amigo—. ¿Le hablaste?
—¡Claro que no!—exclamó, señalándose a sí mismo—. ¿Acaso no me ves? Soy un desastre... y nunca dije que me gustaba. Salí corriendo, estaba avergonzado.
—¿Bromeas? Yuuri, somos bailarines profesionales. Nos hemos presentado decenas de veces para que vengas a decirme que te dio vergüenza que alguien te observara bailar.
—Estaba concentrado, se supone que nadie debía ver ese baile—se defendió.
—Muy bien, explícame a detalle que fue lo que sucedió.
Miró a su amigo y suspiró antes de recordar todo en su cabeza. La imagen repasó una y otra vez antes de poder hablar, asegurándose de no omitir ningún detalle. Se dio cuenta que contando los sucesos se sentía más tonto e inmaduro de lo que sonaba en su cabeza.
—¿Y era atractivo?
Yuuri hizo una mueca, sin entender el porqué de la pregunta de su amigo, esa clase de conversaciones no las solían tener a menudo. Más porque después de ir por tantos lugares la belleza de los extranjeros ya no surtía mucho efecto en él.
—Era encantador...
—Yuuri, esas oportunidades se dan una vez en la vida—habló el tailandés—. Al menos hubieras intentado hablar con él si era tan encantador. Te fue siguiendo y preferiste correr cual ratón asustado.
—Creo que has olvidado lo que pienso de esas cosas, Phichit.
—Lo sé, lo sé—. Phichit movió la mano de un lado a otro, restándole importancia al asunto—. Nada de relacionarse íntimamente con locales.
Yuuri afirmó con la cabeza antes de que el tema fuera cambiado
—Además, ya te dije que regresaré a Japón en cuando terminemos esta temporada en Rusia.
Extrañaba mucho su hogar, más de lo que cualquiera podía imginar. A su madre, a su padre, sus amigos Yuko y Takeshi, quienes tenían a sus tres hijas ya grandes. El tiempo en Japón no se había detenido, al igual que cuando se encontraba ahí.
Era hora de regresar y establecer una vida, no podía viajar de un lugar a otro para siempre. Tampoco tenía tiempo para encariñarse con personas de otro país.
Sin embargo, la figura de ese desconocido permaneció durante muchos días más.
—¿Podría hablar contigo?
Las palabras hicieron que se sobresaltara. Ese era el hombre que lo encontró bailando hace días.
Las miradas de sus compañeros lo hacían sentirse nervioso. No era común que en las primeras semanas en un lugar entraran desconocidos a hablar con algún bailarín.
—¿Qué?
—¡Por favor! Sólo será un momento.
No se pudo negar, en realidad parecía que deseaba hablar con él. Yuuri apenas pudo hablar por los nervios que sentía, así que le dijo que esperara afuera para tomar su abrigo.
Phichit se acercó a él, observando que su amigo estaba pálido.
—El pasado regreso.
Yuuri lo miró desconcertado.
—¿¡Tú lo sabías!?
—Pues claro—respondió—. Me encontré con él hace unos días. Debo admitir Yuuri, tienes bastante suerte. No solo es atractivo, sino que también vino a buscarte.
—Phichit—murmuró Yuuri, mirando a los lados para evitar que alguien los escuchara—. ¿Qué le has dicho de mí?
—Nada realmente—respondió acomodando unos cuantos mechones de cabello que caían en su frente—. Él se acercó a preguntar por un bailarín, también vino a la presentación que tuvimos, pero te marchaste antes de tiempo. A lo mucho sabe tu nombre y que soy tu amigo.
—Bien...—respondió—. Voy a hablar con él...
—Suerte—sonrió.
Salió para buscar al hombre, lo encontró esperándolo pacientemente en la calle. Se acercó a pasos lentos, observando que la mirada ajena estaba fija en él. Con timidez, decidió preguntar qué era lo que buscaba de él.
—¿Bailarías para mí? La otra noche te vi bailar. No podía escuchar lo que tú, porque llevabas audífonos, pero me ha fascinado como bailas—comenzó a explicar, Yuuri se quedó callado—. Mi nombre es Viktor. Soy músico y tuve algunas ideas cuando te vi, aunque se quedaron incompletas porque no pude terminar de verte. Por eso te pido que bailes eso...
El nombre se quedó en su cabeza y lo hizo reaccionar. Le parecía extremadamente conocido, como si lo hubiera escuchado hace mucho tiempo. Aquella sensación no desapareció.
Tuvo que decirle la verdad pesé a lo mucho que deseaba ayudarlo. Ver su expresión que culpabilidad le dio un motivo más para querer ayudarlo. No parecía ser una mala persona, al contrario, había algo en el que lo hacía reconfortante.
Lo invitó a que entrara a las prácticas para intentar recompensar el hecho de haberlo decepcionado con una negativa. Sabiendo que él iba a estar observando y sus razones le dio un motivo para hacer aquella presentación por diversión con todo su esfuerzo.
Cuando le dijo que iba a regresar con esa gran sonrisa sintió que su corazón dio un salto. Viktor era una persona muy extraña, porque aun después de despedirse lo encontró más tarde esperándolo para salir.
No pudo evitar aceptarlo. Ese hombre tenía algo que lo obligaba a romper sus propias reglas para dedicarse unos minutos a escuchar lo que tuviera que decir. Respondió algunas preguntas y terminó por presentarse ante él
"Él era encantador y cálido. Su sonrisa era capaz de convencerme de que todo estaba bien."
Viktor lo había llamado "mi bailarín". Él ruso siempre lograba hacer algo que lo ponía en un gran aprieto en cuanto a confianza. No podía evitar sentir sus manos temblar cuando él hablaba. Él parecía una persona llena confianza, conocimientos y cosas interesantes que decir. Yuuri se consideraba un simple chico que había viajado de un país a otro sin hacer otra cosa que bailar.
Aquel músico era interesante, de alguna forma lograba colarse en sus pensamientos incluso en las clases matutinas y cuando se encontraba practicando alguna coreografía importante. Que él le dijera que lo ayudaba a escribir melodías hacía su corazón latir. Él nunca se consideró alguien tan interesante para inspirar a otras personas, pero de alguna forma lo estaba haciendo.
Aquel ruso le preguntó cómo nació su amor por la danza, algo que no pudo responder. Fue cuando siendo joven escuchó una pieza de piano realmente hermosa que sonó en el salón de ballet de la señorita Minako, cuando él apenas tenía unos doce años. Nunca supo el nombre del compositor, porque la canción la había puesto una persona desconocida la cual no volvió a ver.
Salió con Viktor, como una de las tantas veces que iba a caminar por las calles de San Petersburgo. Se fijó disimuladamente en el hombre que era unos centímetros más alto que él.
Le gustaba su cabello, tenía la apariencia de ser sedoso. Notó que su acompañante se encontraba distinto a lo normal, pero no logró entender que sucedía. Llevaba las manos en los bolsillos y veía que de vez en cuando parecía apretar sus puños dentro de los mismos.
—¿Viktor?
—¿Si?—.Él tenía una bonita voz, su acento sonaba perfectamente en cada una de las palabras que pronunciaba. Yuuri agradecía que él supiera un inglés tan fluido y pudieran hablar tranquilamente.
—¿Te encuentras bien?
Lo vio desviar la mirada, aquellos orbes azules viajaron lejos de él y eso sólo aumento su curiosidad. Pensó que era posible estar incomodando al hombre de cabellos plateados.
—De hecho, quería preguntarte algo...—habló, y su voz sonaba tan nerviosa que Yuuri se vio más confundido.
—Adelante...
—Yo recibo por cada presentación boletos para que alguien asista. Claro, mis amigos son del conservatorio y mi mejor amigo se encuentra fuera del país por asuntos de trabajo—comenzó a hablar. Yuuri sintió su corazón latir con fuerza, comenzó a jugar con los dedos de sus manos y lo miró atentamente, esperando que no estuviera dando una interpretación equivocada a sus palabras.
Lo vio sacar las manos de sus bolsillos y extender un par de papeles en forma rectangular que apenas y vio antes de regresar su mirada a Viktor.
—¿Quisieras venir a mi presentación?
No pudo evitar sonreír, sintiendo su cara arder. No le importó que fuera obvio su sonrojo, estaba realmente feliz de saber que Viktor lo sonsideraba lo suficientemente importante para invitarlo a un evento como ese. Con algo de timidez, aceptó las entradas, sin dejar de verlo.
—Me encantaría...
—¿No crees que él está interesado en ti?
—Phichit—comenzó a hablar el japonés, deteniendo su secuencia de pasos antes de mirar a su amigo—. Él dijo que era algo así como su inspiración. Somos amigos y eso es todo, las personas no se enamoran de su inspiración.
—Tonterías—repuso el tailandés—. Si alguien te inspira es porque ves una cualidad importante. Tal vez Viktor ve algo interesante en ti. Ha regresado para verte a menudo.
—Claro que sí—respondió Yuuri, tomando su Iphone para colocar nuevamente la canción que estaban practicando—. Espera a que termine la coreografía que vio esa noche.
—¿Y qué tal vas con eso?
—...La verdad es que yo...—comenzó a hablar, su voz sonaba ligeramente temblorosa.
—¿Ya la terminaste?
—Casi—dijo, sus ojos estaban llenos de culpa. Lo vio dar un par de vueltas mientras jugaba con sus manos y el borde de su camiseta. Era obvio que tenía algo en mente y eso le ocasionaba un fuerte conflicto consigo mismo.
—¿Sucede algo?—preguntó, intentando encontrar respuesta al comportamiento de su mejor amigo.
—...¿Crees qué Viktor me deje una vez que termine la coreografía y se la muestre?
El tailandés lo vio con condescendencia. Nunca había visto a Yuuri tan preocupado por lo que pudiera ocurrir con una persona, eso le daba muchas ideas claras. Se reclamó internamente, era tiempo de pensar en algo que calmara las inseguridades del japonés.
—¿Te acuerdas de las invitaciones que te dio para su presentación?
—Por supuesto, las tengo guardadas—respondió de inmediato.
—Bien, puedes tomar eso como una muestra de su vínculo—habló Phichit con una sonrisa—. Te lo ha dado porque quiere darte a conocer su carrera y como la desempeña. Sabes que él es alguien cuyo nombre pesa en la música.
—Lo sé...—respondió, bajando ligeramente la mirada.
—Entonces quiero que muestres una gran sonrisa cuando lo veas, porque de seguro estará feliz de verte.
El japonés se mostró más animado. Las prácticas de ese resultaron particularmente más agradables que antes, en realidad, se sentía en mejor forma que nunca en su vida.
Llevaba caminando aproximadamente una hora por la ciudad, dando vueltas sin sentido alguno. Esa noche era la presentación de Viktor y se preguntaba cómo debía ir. Había pensado en llevarle unas flores, pero cuando se encontró frente a la florería se lo replanteó.
¿Estaba bien si le llevaba flores? ¿No se vería algo extraño? No entendía cómo funcionaban las cosas en Rusia, apenas y podía comprar las cosas en el mercado porque muchos de los productos se veían sospechosos.
Después de tomar una gran bocanada de aire se adentró al lugar, viendo los arreglos en un ambiente bastante fresco, mas no frío; seguramente era para poder mantener las flores en buen estado.
—Hola—saludó alguien, Yuuri no etendió para de lo que una amable señorita le estaba diciendo.
—¿Buenos días?—saludó en inglés. La chica lo miró confundida unos segundos antes de volver a sonreír. Ella hablaba muy poco inglés, por lo cual entenderse con ella fue demasiado difícil.
Le mostró unos cuantos arreglos que eran hermosos, llenos de colores que iban desde blancos como nieve hasta otros que eran de colores rojizos y anaranjados.
—Buscó algo para un evento especial—habló, remarcando la última palabra—. Especial.
—¿Especial?—Preguntó ella, Yuuri afirmó con la cabeza. La chica se dirigió a un lugar en especial, mostrándole un ramo llenó de rosas rojas y rosadas formando un bonito conjunto. El japonés miró curioso el pequeño arregló y se acercó, hasta ver un una nota entre las flores.
I love you
Soltó el papel enseguida, sintiendo su cara caliente, completamente sonrojado al imaginarse lo que podía estar comprando sin darse cuenta.
La señorita había confundido la ocasión, pensaba que estaba llevando un arreglo posiblemente para su pareja.
—¡No!—exclamó, confundiendo a la muchacha rusa—. ¡Friend, friend!
—¿Friend?—preguntó ella, con una mano en su rostro—. ¿Not lover?
—¡No!—volvió a decir. Ella lanzó una risita al aire, notando el sonrojo del japonés.
—Pareciera...—dijo ella, Yuuri no entendió las palabras dichas en ruso, así que únicamente siguió a la joven hasta otro lugar. Entre los diferentes ramos que vio, uno en particular llamó su atención. Le recordaba a Viktor. Escogió un simple arregló de rosas blancas, frescas y hermosas;
—Me llevaré estás—dijo con una suave sonrisa. La joven no entendió lo que dijo, sin embargo, al ver su expresión, entendió que aquel extranjero había encontrado lo que estaba buscando.
"El olor de las flores frescas y el color del inverno, me recuerdan a ti."
El nudo de la corbata le parecía casi imposible, no lograba que sus dedos se coordinaran para poder atarse bien aquella incomoda prenda de color celeste que apretaba en su cuello. No era como si no lo hubiera hecho antes, era simplemente que se encontraba demasiado ansioso para poder realizar los movimientos correctamente.
Se miró en el espejo antes de abrir el grifo y dejar que el agua escurriera por sus dedos, tomó la cantidad necesaria y la aventó contra su rostro para poder concentrarse.
—¡Yuuri!
—¡En un momento salgo!—gritó, volviendo a su labor de arreglar su corbata. Una vez que se dio un último vistazo en el espejo tomó sus lentes y se los colocó.
Salió para encontrar a su mejor amigo listo, bien vestido con un terno oscuro y su cabello perfectamente peinado.
—No vas a una cita, Yuuri—dijo el tailandés.
—Lo siento, estaba algo ocupado con la corbata...—respondió, haciendo caso omiso a la insinuación de su mejor amigo—. ¿Me veo bien?
—Espectacular—respondió con una sonrisa—. ¿Ya nos vamos?
Yuuri asintió con la cabeza, acercándose uno de los muebles de la sala de estar y tomando las entradas al concierto en sus manos. Salió junto con Phichit, este último cerrando la puerta de entrada muy bien antes de salir a las calles para tomar un taxi.
El ambiente era bastante frío, por lo cual buscaron encontrar un auto lo más rápido posible. Yuuri miró varias veces el reloj, revisando que estuvieran a tiempo para la presentación. Le había prometido a Viktor su asistencia y temía no llegar a tiempo para algo tan importante.
Sin embargo, llegaron a una buena hora.
—No quiero ponerte nervioso pero... Viktor te está mirando—murmuró Phichit, golpeando ligeramente a su amigo con el codo.
—¿Qué?—. El japonés siguió su camino—. ¿Dónde está?
—En el escenario, parece que habla con uno de sus compañeros...
Ambos se sentaron en sus lugares. Los espectadores llegaban con rapidez, llenando cada uno de los asientos y esperando en una oleada de murmullos a que los músicos de esa noche de presentaran.
Sin embargo, todo el ruido fue silenciado cuando las luces fueron apagándose, el telón fue abierto y la iluminación pasó únicamente a los músicos.
Yuuri buscó a su pianista con la mirada. No pudo despegar su mente de su silueta. Viktor era alguien naturalmente atractivo, siempre se veía reluciente aunque estuviera con un grueso abrigo cubriéndolo. En esa ocasión, verlo usando un ternó su medida, mostrando su estilizado cuerpo mientras que el color negro realzaba sus facciones, lo dejó sin aliento.
Aquel músico no había apartado su vista y aunque Yuuri intentara estar al margen, entendiendo que su lugar correspondía como otro espectador; no podía. Sentía que aquellos zafiros estaban fijos en él, como si estuviera dedicándole cada una de las canciones que estaba escuchando
"Cada nota que él componía, hacía latir mi corazón, como si supiera exactamente que debía escuchar para sentirme vivo."
Su ánimo decayó ligeramente cuando vio que en los brazos de Viktor era entregado un arregló de rosas, mucho más ostentosas que su humilde obsequio.
Esperó durante varios minutos a lado de Phichit, el mismo recibió una llamada y se levantó de su lugar.
—Tranquilo, le van a gustar si eres tú quien se las da—sonrió—. He recibido una llamada importante, ¿estarás bien?
—Claro que sí—respondió el japonés—. Ve a hacer lo que debas hacer.
El tailandés afirmó con la cabeza antes de despedirse. Yuuri intentó calmarse, Phichit era un apoyo emocional para él. Ambos pasaban la mayor parte de sus tiempo, juntos, eran como hermanos.
Cuando vio a Viktor se levantó de inmediato. El silencio entre ambos fue cómodo, no obstante, Yuuri no lograba encontrar palabras coherentes en su cabeza, el ruso se veía radiante ante sus ojos y él sólo podía rezar por no balbucear como quinceañero sin experiencia.
Su cara estaba ligeramente roja y con dificultad logró responder a Viktor antes de extender el ramo que compró. Sus dedos habían rozado con los del músico, sintiendo lo tibios que eran.
Salió a flote una pequeña demostración de su inseguridad cuando habló de las flores, intentando justificar su elección. Sin embargo, Viktor cortó sus palabras.
—Me encantaron, Yuuri.
"Su voz diciendo mi nombre era adictivo. Todo lo que él decía parecía un hermoso poema, porque no importaba cuantas veces lo escuchara, era increíblemente bello."
Cuando Viktor tomó su mano y se encontró frente a un piano se tensó. No estaba seguro de sus dedos. Viktor era un pianista profesional, él era capaz de tocar con una rapidez y delicadeza única; a diferencia de él, que era bastante torpe para igualarlo.
De alguna manera fue convencido por las palabras de Viktor. Tocó una canción que sabía desde hace mucho, se enfocó por completo, intentando complacer el oído del ruso. No se podía engañar al oído de un músico, ellos notaban a la perfección cada detalle.
Yuuri sabía bien que los ojos de Viktor estaban fijos en él. Pero no lo juzgaba, sólo estaba escuchándolo en silencio. Pensó por un momento que podía estar así para siempre.
"Cuando te conocí pensé, que quizá, todo lo que pasé y viví, fue únicamente para poder encontrarte a ti."
Al terminar vio a Viktor con sus ojos encima de él, sin emitir una sola palabra. Verlo tan quieto le provocaba acercarse y mover los mechones claros que caían su rostro, pero se abstuvo de hacerlo.
—¿Viktor?
—Se nota que no eres un profesional—comentó el ruso. El japonés se sintió molestó por eso, esperaba escuchar cualquier otra cosa.
—¡Viktor, tú me dijiste que tocara en primer lugar!
—No está bien gritar en el teatro, Yuuri, es de mala educación.
Yuuri bajó la mirada, se sentía demasiado avergonzado, más bien, parecía que ese sentimiento lo tenía la mayor parte del tiempo cuando se trataba de Viktor. Y es que a él le encantaba molestarlo, pero también era tan encantador que no se podía molestar demasiado tiempo, mucho menos cuando reía.
Viktor lo acompañó esa noche de regreso a su casa, ambos tenían conversaciones muy simples con respecto a sus vidas. Yuuri sabía que no estaba en su conocimiento la mayor parte de las cosas de Viktor.
No estaba siguiera seguro de si era relevante en la vida de Viktor.
Sin embargo, cuando lo acompañaba calmadamente de regreso a su departamento, Yuuri creía que estaba bien si obtenía aunque sea sólo un poco del tiempo de Viktor.
Hola :3
Desde los primeros capítulos me estaban pidiendo la perspectiva de Yuuri, y déjenme decirles que es algo que tenía planeado desde que subí el prólogo xD No quería decir nada y mantenerlo en secreto, ya saben que suelto algunas cosas, pero otras me las tengo bien guardadas.
La perspectiva de Yuuri probablemente sean de 3 a 4 capítulos más largos de lo normal, para que vean que Viktor no era el único lento o confundido con su relación, para que vean las partes que no se mencionan en la perspectiva de Viktor y también sepan que es lo que piensa Yuuri cuando dice las cosas.
Moondance y Melpómene están cerca de su final, pero no se preocupen, si siguen mis historias y no les importa que saque otra tan dulce como Moondance y otra más triste que Melpómene, entonces síganme :3
También por ahí me dijo una amiga mía que necesitaba saber que pasó al final del capítulo XXI, la parte interesante ewe no sé si quieren que se los narre o como. La verdad no le vi necesidad, pero como han sido tan lindas conmigo puedo ponerlo como un extra. Si les interesa, haganmelo saber :3
Ahora, quiero agradecer a flxnnPlx por elaborar otra portada para Moondance. Y ahora estoy indecisa en cuál de las dos elegir, así que lo dejaré a su criterio :3
Gracias por su atención y por leer :DD
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