Capitulo 44

Capitulo 44: The Judge

Levanté la vista de los documentos que estaba firmando cuando oí un quejido. Elevé una ceja viendo como Venus tenía la mejilla roja, los ojos bien abiertos y la mirada puesta en la bebé entre sus brazos. Me mordí el labio para no reír, ya es la tercera vez que sucede en los dos meses que lleva Talasea con nosotros.

Nuestra niña tiene muchas cualidades desde que nació, y la fuerza bruta está entre esas. Pero su fuerza no es común, y como deidad en desarrollo eso se vio venir, lo que no intuimos fue que tal habilidad pudiera dañarnos incluso a nosotros. A Venus le dolió el golpe, así como la patada que me dio a mí ayer cuando trataba de cambiarle el pañal que casi me desencajó la mandíbula.

Y no debería.

Dejé mi trabajo de lado un momento para levantarme y avanzar hasta ella. Desde que Venus dio a luz se la ha pasado más pegada a mí que antes, y si no es así yo termino buscándola. Creo que no nos gusta compartir a la niña ni a ella estar separada de uno de nosotros, así que nos resulta mejor estar ambos con ella. Es un verdadero infierno cuando alguno tiene que cuidar a la bebé mientras el otro trabaja, separados. Ahora mientras yo hago lo mío Talasea succiona el pecho de su madre como si no hubiera comido en años, y de aquí cuando yo acabe ambos iremos al limbo para que mi esposa trabaje mientras yo atiendo a mi bebé. Compramos una mecedora, parece que así se evitan mejor los dolores de espalda de mi mujer.

—Trae el cortauñas, hay que aprovechar que está más quieta.

Asentí a su pedido. Chasqueo los dedos y en menos de lo que canta un serafín el bolso de gran tamaño en donde siempre están las cosas de Tili aparece sobre mi escritorio.

Y ahora a buscar entre tantas cosas un mísero cortauñas.

—¿Cómo era? —murmuré. Pañales, el biberón de su alimento y otro con agua, las manoplas para evitar que se lastime con sus propios dedos... De todo menos el dichoso cortauñas.

—Es rojo, Jungkook —ah ya me acordé—. Recuerda que el blanco lo has dañado.

—Se dañó solo.

—Cuando mientes tus pupilas se contraen.

—Maldición.

Lo encontré en uno de los tantos bolsillos, y ya sabiendo que cuando terminara de alimentarse le daría sed dejé listo el biberón con agua. Me coloqué de cuclillas entre las piernas de Venus, ella dejó de mecerse y como la bebé ya tiene sus ojitos cerrados procedí a tomar la manito que rasguña el pecho izquierdo para cortar sus uñas. Ya tengo dos rasguños en la nariz que sorprendentemente no han sanado.

A veces me preocupa, otras me da miedo mi propia hija y la mayoría del tiempo me enorgullece lo dañina que es su fortaleza, por muy malo que suene.

La mujer de cabellos negros y ojos rosados solo se quedó quieta, vigilando mis movimientos. Luego rió un poco cuando sin querer pellizco la piel del dedo de mi hija, me tenso y me lleno de culpa cuando sangre comienza a gotear. Pero es cuestión de segundos para que sane la pequeña herida, y lo peor —o mejor, no lo sé— es que Tili ni se inmuta.

—Soy muy malo para estas cosas —suspiré, más calmado.

—Lo eres.

Terminé con la primera mano, así que Venus despegó a la niña y se subió el escote del vestido. La cambió de posición colocándola en su hombro para dar suaves palmadas en su blanda espalda, y mi bebé dormida abrió un poco su boquita para dejar escapar el primer gas. Adoro ese sonido, es muy tierno porque luego se queja entre sueños. Aprovecho para comenzar con la otra manito.

Pero algo nos detiene.

—¿Qué...? —murmura ella.

Dejo todo de lado frunciendo el ceño, me levanto para mirar a Venus en busca de alguna explicación.

—¿Esperas visitas? —pregunté.

—No ¿Y tú? —Negué— Hay que bajar.

Le ayudé a levantarse, me llevé el biberón con agua y el par de manoplas para correr detrás de Venus la cual ya avanzaba con apuro por el pasillo. Shao llegó corriendo y se detuvo en las escaleras al vernos, entonces Venus le entregó a Talasea. Luce agitada mientras bajamos.

Siento algo raro en el pecho completamente desconocido. Compruebo que Venus también cuando sus manos dejan de sostener su largo vestido para poner una mano en el centro de su pecho, hizo una mueca y me preocupé.

—¿Estás bien? —Asintió, me giré a ver a la mujer oscura— ¿Qué hay afuera, Shao?

—No lo sé —respondió arrullando a Tili—. Quise asomarme pero Jimin y Grecia me enviaron a buscarlos. Están pasando la reja.

—Quédate aquí con la niña.

Tras mi orden asintió, así que nosotros pasamos la puerta principal al jardín y desde aquí ya vemos a ambos rubios de espaldas a las rejas que protegen nuestro territorio. Llegar fue cuestión de segundos y sin saber a qué nos enfrentamos preferimos atravesar las rejas en lugar de abrirlas para salir. La sensación extraña se hizo más amena conforme nos acercamos, pero no desapareció.

Ladeo la cabeza cuando nuestros guardianes se hacen a un lado y solo diviso a dos personas completamente sucias y desorientadas tiradas en el suelo rural de la entrada. Un hombre y una mujer. Levantan el rostro apenas nos ven, el hombre más confundido que ella nos observa desde abajo. Están llenos de barro hasta la cabeza, solo puedo ver sus ojos y no distingo bien sus facciones.

Pero no es necesario tanto análisis para notar que el rostro del hombre lo conozco, y la mujer desconocida tiene rasgos europeos.

—¿Taehyung? —Es lo primero que mis labios pronuncian, hago uso del coreano— ¿No deberías estar en Seattle?

Ambos se miraron, él se encogió de hombros y yo compartí miradas con Venus sin entender absolutamente nada. Busqué entonces los ojos de los ángeles, Jimin se encogió de hombros.

—Llegaron aquí arrastrándose —explicó—. No han querido responder a nuestras preguntas, dicen que solo le darán explicaciones a seres semejantes.

Elevé ambas cejas devolviendo mi atención a los pordioseros, humanos no son pero tampoco puedo catalogar a qué especie pertenecen. Me resulta sospechoso todo esto ¿Cómo demonios encontraron nuestra casa? El campo de fuerza no permite que nadie que no seamos nosotros la vea. Solo las deidades pueden hacerlo.

—¿No te llamas Kim Taehyung?

—¡Que no! —crucé los brazos, me ha gritado en latín. Tiene poca paciencia este idiota, y yo también— ¿Qué te pasa?

—Pues tienes cara de Taehyung... Ya sabes, el agente.

—No sé quién plumas eres pero definitivamente estás loquito.

Tensé la mandíbula, realmente mi tolerancia es escasa. Si no fuera por la mano de Venus en mi muñeca probablemente mis manos ya se encontrarían alrededor del cuello del imbécil sin escrúpulos frente a mí.

Se puso de pie torciendo el gesto en una mueca, poco me importa si trata de verse intimidante así que ni su mirada oscura, sus ojos claros o la cicatriz en su ojo izquierdo me causaron otra cosa que no fuera curiosidad y por supuesto, aquella molestia fatídica. La mujer también se puso de pie y los examiné. Cubiertos o no de tierra húmeda y otras porquerías, llevaban buenas ropas. Parecen personajes nobles de la época medieval pero con un toque... Místico, como los dioses supremos.

Definitivamente no es taehyung, pero si no es así ¿Quién es?

Lo que Venus dijo después me tomó por sorpresa:

—Necesitan un baño, por favor pasen.

La miré como si hubiera perdido la cabeza, pero ella solo amplió los ojos tratando de transmitir el claro mensaje de que no interviniera. Me tragué todas mis cuestiones e hice silencio, buscando alguna explicación a su precipitado actuar.

«¿Qué coño haces?».

«Cálmate, Rey».

Blanqueo la mirada, eso no es explicación suficiente.

El nacimiento de nuestra hija trajo de vuelta otras costumbres que nuestros cuerpos no parecían asimilar, entre ellas nuestra peculiar manera de comunicarnos sin que otros lo noten... Como si leernos con la mirada no fuera suficiente. En fin, perturbado dejé que ella los guiara dentro, observando como la mujer danzaba observando todo sobre sus pies descalzos mientras el hombre con el rostro y cuerpo de mi mejor amigo avanzaba como si fuera el rey del universo. Viendo todo sobre su hombro con el mentón alzado.

Y viéndole el culo a Venus ¿Qué falta de respeto es esta?

Me tragué de nuevo todo lo que tenía para decir y me adelanté, pasando entre ellos igual de erguido. Le lancé una mirada filosa al imbécil tras nosotros y rodeé la cintura de mí mujer con el brazo a la par que seguíamos caminando. Entrar a nuestra casa con dos entes desconocidos me causó una desconfianza terrible, mucho más cuando Shao nos recibió con mi niña en brazos.

Nos giramos encarando a nuestros repentinos invitados, o a los de Venus, no tengo idea. Ella se separó de mí para cruzar los brazos detrás de su espalda y miró entonces a Jimin, yo seguía echándole el ojo al tipejo en frente que admiraba mi casa como si se tratara de cualquier choza.

—Jimin, por favor guíales —este afirmó con la cabeza, lo raro es que ni siquiera parece confundido. Después ella los observó a los dos, ambas mujeres mirándose de forma intensa sonrieron—. Siéntanse libres de acomodarse, pero luego deberán de darme explicaciones.

—Eres muy amable. —comentó la mujer.

Y cuando ambos se retiraron detrás del rubio crucé los brazos, demandante. No me gustan este tipo de situaciones, me sacan de quicio. Venus suspiró poniendo una mano en su pecho a la par que cerraba los ojos con alivio, pero para cuando los volvió a abrir se encontró con mi expresión tosca y las interrogantes en la cara de Grecia.

—No estoy segura de si ella es quien creo que es, pero tampoco voy a arriesgarme a rechazarla si ese es el caso.

—¿Ella? —Venus asintió.

Hice un repaso mental de a cual de tantas "ella" se refiere. Son muchísimas las criaturas femeninas que si bien no son diosas se les debe respeto, porque pueden ser algo mucho más evolucionado que el mismo caos en persona. Son demasiados personajes que ni siquiera son parte de nuestro mundo, así que he quedado igual de perdido y por eso Venus rueda los ojos.

—La jueza.

¿La jueza? Entorné la mirada buscando recordar.

Jueza... Jueza... ¡Hay muchas juezas! La de la corte del zodiaco, la jueza de la corte suprema de las galaxias, la jueza de las Parcas, la jueza del inframundo...

Oh mierda, ninguna es tan importante como esa jueza. Amplié los ojos al caer en cuenta, y creo que se me revolvió el estómago. Abrí la boca dispuesto a hablar, pero Venus siseó haciéndome callar. Tomó mi muñeca acercándose a mi rostro, y cuando su aliento golpeó mi mentón volvió a hablar, pero entre susurros:

—Percibo que el hombre con ella no sabe quién es, así que es mejor no decir nada que pueda molestarle. —gruñí, me cae muy mal ese hombre.

—Ese idiota te estaba mirando el culo.

—No es el único idiota que mi mira el culo en este mundo de hombres, corazón.

—Ya, pero esta es mi casa. —Ella suspiró, soltando mi muñeca para llevar ambas manos a mis mejillas. Las presionó, haciéndome mirar únicamente sus ojos bañados en completo rigor.

—Eso no es importante ahora —regañó, bien, ya lo capto—. Jungkook, que ella esté aquí no es una buena señal... De hecho, que se mantenga en carne y hueso no es buena señal.

—Por supuesto que no lo es, deberíamos-

—No, tú solo sígueme la corriente.

Me soltó entonces. Carajo, mujer tan dominante. Me resigné a hacerle caso, si yo conozco del tema es porque no hay nada referente a ella de lo que yo no esté enterado. Pero en sí nadie más que ella debería saber de qué se trata todo esto, o qué función cumplen ciertas criaturas en el universo.

Me acerqué a Shao para quitarle a Talasea, si esa mujer es la misma de la que Venus me ha hablado entonces estará más segura con nosotros que con un guardián.

—Ven con papi, mi amor —no pude evitar sonreír cuando la tuve entre mis brazos, tan calientita y blanda. Tan inocente y tan mía, es una preciosidad— ¿Quién es la niña hermosa de papá? ¡Por Júpiter! Te como a besos, ñam.

Shao colocó el pañuelo de la bebé en mi hombro. Cuando besé la pequeña nariz de Tili esta sonrió mostrado sus encías rosaditas, e inevitablemente cualquier sensación o malestar en mi organismo fue curado milagrosamente. Entre mimos y demás le di a beber agua.

—Se vuelve un idiota con esa niña.

—Te escuché, rubia.

—¿Y? ¿Quieres que te aplauda por tu increíble oído?

Iba a refutar, pero perdí la intención cuando Jimin regresó bajando las escaleras con la mujer detrás de él. Como cualquier ser místico posee una belleza despampanante; cabellos rubios largos, ojos azules con algunos reflejos verdes, piel caucásica y esa mirada que a leguas denota poder, superioridad y muchos, muchísimos secretos universales. Es más alta que Venus, no mucho pero sí lo suficiente como para que el vestido perteneciente a la dueña de esta casa le quede un poco más corto, arriba de los tobillos. Sigue descalza, al parecer por preferencia propia.

No me agrada.

Nos sentamos todos en la sala cerca de la entrada, frente al gran ventanal de cristal que muestra nuestro jardín y las rejas negras a lo lejos. Tomé asiento en el sofá más largo al lado de mi esposa meciendo a mi bebé, se ha despertado. La mujer toma asiento frente a nosotros en el sillón individual, los ángeles y la leona humanizada, Shao, se han quedado de pie.

—¿Ya puedo saber a qué se debe su visita? —con voz delicada Venus la cuestiona, y la mujer de apariencia joven y ojos extraños lleva su mirada de ella a mí y viceversa. Sonríe suave, serena.

Cuando un ente de dudosa procedencia y misteriosas habilidades se muestra tan tranquilo solo puedo pensar una cosa; peligro.

—No es un asunto que te concierna, Samsara —elevé mis cejas—. Pero puedes estar tranquila.

—¿Todo en orden?

—En el orden en que debe de estar, sí.

—Eso no me tranquiliza.

—Mientras te encargues de lo tuyo, todo estará bien en esta página.

Página... A la mierda, algo está pasando.

Entiendo a qué se refieren ambas, es un asunto complicado y sumamente importante, delicado de tocar. Pero me divierte un poco como las miradas de los guardianes se llenan de una completa confusión. En todos los milenios que llevamos conviviendo juntos nunca le comenté de esto a Grecia y Shao por la sencilla razón de que Venus no se lo explicó a Jimin. No porque no confiáramos en ellos, sino porque cargar con esa información era riesgoso, además de que estaba prohibido. Ellos como guardianes saben lo necesario, pero no la historia completa detrás del origen de Lyra.

Pero teniendo en cuenta que la jueza está en otra dimensión cuando su límite es permanecer en su línea, su página, supongo que no importan demasiado ciertas reglas. Lo que significa —y me inquieta— que algo grande está por suceder. Lo que no estoy seguro es de si el gran suceso ocurrirá de forma general, solo en nuestro mundo o por el contrario, en el mundo al que el chico que baja las escaleras con mis ropas pertenece.

Se ve terrible, definitivamente eso me luce a mí y solo a mí. Y cómo no, si Venus crea prendas con la chispa única del individuo. Jocoso toma asiento en el sofá individual al otro extremo, derecha de su acompañante. Cruza las piernas y con su dedo índice hace un gesto que parece inconsciente sobre sus labios.

—¿Tú quién eres? —indagué, sus ojos claros se pusieron sobre mí.

—El hijo del padre —no debería sorprenderme, pero lo hizo—. Arcángel caído, creador de los pecados, guardián de las almas, rey del inframundo, distribuidor principal de las bolas de cristal, lector de las cartas y otras cosas más —rió—. Honestamente si presumo todas mis responsabilidades y magníficas habilidades no acabaría.

—Humildad ante todo. —murmuré a lo que él sonrió.

—La humildad es para los pobres.

—Eso es imposible —Grecia se tomó el atrevimiento de intervenir, irrespetuosa como siempre—. El inframundo ya tiene un nuevo heredero al trono, y efectivamente no es usted.

—¿Heredero? —bufó incrédulo. Su voz tenebrosa asustó a mi bebé así que la sostuve contra mi pecho mientras su mano se aferraba al cuello de mi camisa— ¡Imposible digo yo! Si es que no tengo ninguno. Mi reino no se basa en monarquías, siempre fui, soy y seré el líder mayoritario de las tinieblas.

Jueza estúpida ¿Qué hiciste? Suspiro aplanando los labios, luego ella me otorga una mirada dura y sé que me ha oído juzgarla. Da igual, no me interesa.

—No es de esta dimensión —Jimin es bastante intuitivo—... El inframundo del que habla no es el nuestro ¿Verdad?

El pelinegro ha borrado su sonrisa ególatra para echarle un ojo al rubio, luego a la chica.

—¿Cómo? —confundido preguntó, todo esto me está cansando.

Así que la rubia extraña se levantó cruzando los brazos con mucha paciencia y paseó sus ojos por todos nosotros hasta que se detuvo en él, y luego en Venus.

¿Por qué hay tantos rubios aquí? Me desespera.

—Su nombre es Helel Lucero de la Mañana —lo señaló—, y en efecto, es un rey que nada tiene que ver con el averno que ustedes conocen.

Algo en mí pareció recordar, y nunca en mi vida había agradecido tanto ser el hijo del Sol. Tengo acceso a cosas que ni siquiera Venus tiene permiso de ojear, y entre esas cosas están ciertos conocimientos. Alguna vez, en los pocos encuentros que tuve con mi padre en los que charlábamos hasta que debía irse, me contó historias sobre personajes —entes— de otros mundos. Universos paralelos al nuestro en donde las cosas eran completamente diferentes. Dijo que había semejantes a él, semejantes a mi madre, a mí e incluso al mismo Adán. Los mundos alternos son infinitos, en algunos existimos, en otros no, algunos incluso están formados por la misma nada.

Venus lo sabe, ella no pertenece a esta página... Al igual que la jueza no pertenece a la suya. Ninguna flor pertenece a alguna parte, solo se quedan a habitar el mundo en el que su árbol decidió crecer.

El universo es infinito, ya lo dije. Un libro creado por el destino con interminables páginas y secciones, capítulos. Un libro de tapa roja que solo el destino puede abrir, que solo él puede leer y en el que solo él puede escribir. Esas son palabras textuales de mi madre, Inanna, que ciertamente me provocan escalofríos al imaginarnos a nosotros como dibujitos pertenecientes a páginas sin fin.

Alguna vez el nombre "Helel" fue oído de la boca de mi padre, pero aunque lo intento no puedo recordar con exactitud lo que me contó hace tanto.

—¡Por el ángel! —Este se levantó también, exaltado— ¡Daila! ¿A dónde nos has traído, loca?

Su forma de dirigirse a ella nos causó cierta inquietud, temiendo que ella se enojara y cosas malas sucedieran. Deidades y similares son peligrosos cuando sucumben a la cólera, lo digo yo cuando una tierra experimentó mi ira, también cuando me tocó observar la ira de mi esposa porque una mujer la llamó bruja en una época en la que las mismas eran llevadas a la hoguera.

Pero nada sucedió, contrario a eso la sonrisa ladina que Daila le ofreció fue de todo menos algo esperado.

—A una dimensión alterna a la nuestra, claro está.

Por supuesto, el idiota que se hace llamar Helel Lucero de la Mañana se sintió indignado.

—Y tan tranquila lo dices, casual, cosa de todos los días —suspiro masajeando su sien—. A Bonum no le agradará en nada todo esto.

—A Bonum no le conciernen mis asuntos.

—Es mi padre, yo soy su asunto.

Bonum...

«¿Sabes de quién habla?». Le pregunté a ella.

«Si estamos hablando del diablo y su padre, de algo bueno no se ha de tratar».

—¿Alguien me explica qué carajos pasa? —de nuevo Grecia y su imprudencia. La severidad en la mirada de la mujer se enfocó en la otra rubia, pero de esperar ya era que a esta le diera igual.

—Hay cosas que no deben de decirse en voz alta para evitar malos augurios —vociferó—. Pero para ser breve y concisa, soy la guardiana del primer árbol celestial y Daila es mi nombre, yo soy la Hortus Mimosa.

—¿Primer árbol qué?

—Hay asuntos que ni ustedes tienen porqué conocer, pero son nuestros ángeles así que no es problema —Venus respondió, pero luego miró a Daila— ¿Verdad?

Afortunadamente asintió, confiando en las palabras de ella. Talasea se removió con sus ojos grises completamente abiertos, y aunque la conversación se había tornado interesante, para mí lo fue más ver un destello raro en los ojos de mi hija. Fruncí el ceño, es la primera vez que veo algo como esto.

No me gusta, no es normal. Es muy pequeña y eso es peligroso.

—¿Ellos son alados? —Oí la voz tenebrosa de nuevo— ¿Y en dónde están las plumas al hablar? Su armadura... ¿Y el brillito de su piel? ¡¿Qué hay de los tres pares de alas?!

—¿Tres pares? —Shao susurró.

—Aquí las cosas son diferentes —contesté.

—¿Quienes son ustedes?

—¿Podemos? —pedí permiso, Daila asintió. Así que Venus procedió a cruzar las piernas y presentarse:

—Lyra, hija de Cronos y diosa de la vida, muerte, reencarnación y demás. En esta dimensión soy la dueña de las almas, en su mayoría. El término correcto es Samsara.

Estoy odiando muchísimo la forma en la que el hijo de puta se atreve a mirarla ¿Acaso todos los reyes del infierno tienen un encanto con ella o qué mierda? Con un brazo me es suficiente para cargar a Tili, me tranquiliza un poco que mi mano libre sea tomada por la pequeña de Venus. Pero eso no me quita el enojo.

—Ya decía yo que me resultabas demasiado espectacular para ser mortal. —comentó con descaro.

Uno más, uno más y la cicatriz que atraviesa su ojo será considerada una belleza en comparación con lo que le voy hacer en la cara a ese cabrón.

—Yaveh, hijo de Shamash e Inanna. Dios del ocaso —aclaré la garganta señalando a mi bebé inquieta—... Ella es nuestra hija, Talasea, diosa de la luz.

—¿Ocaso? —Resopló y me tensé— ¿Eso es todo? ¿Y desde cuando los dioses tienen hijos que también son dioses?

—Tengo más funciones, pero no disfruto de presumir... Y no conozco tu mundo, pero en el mío los hijos de dioses son dioses o en su defecto, semidioses.

Al parecer le cuesta aceptar que las cosas aquí son diferentes al mundo al que pertenece.

—Ya, claro ¿Y esos quiénes son? Me refiero a tus padres.

—Shamash aquí cumple la función de Bonum, se trata del Sol personificado —Daila se adelantó—. Inanna es la luna misma, semidiosa de la maternidad, es una semejante de Forsa. Yaveh vendría siendo una versión de Mahoma, tu hermano. Y un ser como Lyra no existe en tu dimensión pues sus funciones se dividen entre tú y tu padre.

Un ser como Lyra o alguna otra Samsara de este mundo no existe en ninguna otra dimensión. Similar a ella sí, pero no como ella. Lo que me descoloca es que en algún universo que no me interesa conocer, hay un semejante a mí que es el hermano de este imbécil. Entonces si me permito analizar sus palabras es así; Bonum y Shamash. Mahoma y yo... Helel y Adán ¿Qué demonios? ¿El Dios supremo es padre del Dios del inframundo y el de los cielos?

No me puedo adelantar, quizás allá ni siquiera tienen un cielo.

—Esto es tan confuso... Vámonos de aquí.

—No hasta que termine tu lección —demandante ella lo detuvo, pero este burlón chequeó la lengua.

—Daila, basta de tus juegos, soy un rey demoníaco ¿Qué me vas a enseñar que no sepa ya, mujer?

Son extraños, ambos, demasiado. De repente iniciaron una discusión en arameo con argumentos que no entendemos. Helel actúa como todo un niñato caprichoso mientras que Daila habla como si de una madre reprendiendo a su hijo se tratara. Nos ignoran completamente, él patalea furioso y ella continúa gélida e indiferente. Me acerco al oído de Venus pasándole a la niña.

—Definitivamente no tiene idea. —susurré.

Luego los metiches de Jimin, Shao y Grecia se sentaron a nuestros pies.

—¿Árbol? —Jimin cuestiona— ¿Hay más árboles? Pensé que lo del jardín era una metáfora.

—Los hay —responde ella—. Tres, para ser precisa. Soy la guardiana del segundo árbol.

—¿Cuál es el tercero?

—Se desconoce su función y paradero, mucho menos quién lo custodia. Solo sabemos que es un girasol.

—¿Es ella una Samsara como tú? —pregunta Grecia.

—La vida y muerte de todas las páginas me pertenece a mí. Daila tiene otro trabajo.

—¿Y qué hay de él? —automáticamente todos volteamos a ver al par, la rubia sostiene la oreja del moreno mientras este se queja diciendo que la hará arder por semejante acto. Con una voz chillona y con los ojos cristalizados, como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento.

—No representa amenaza alguna. —dije sin más.

—Daila debe tener pendientes aquí, tal vez por ello han venido. Algo debió suceder que ha dejado su página —la conclusión de Venus es la más lógica—. Y como se supone que nadie debe de saber quién es ella, ha venido en busca de la única guardiana que podía ofrecerle respaldo en su estadía.

—Esperemos que no duren aquí mucho tiempo. —deseé.

—No pueden hacerlo, él no lo soportará.

El día fue uno de los más largos que he tenido. Deseaba con muchas ganas adelantar la noche, pero si hacía algo como aquello la estación en la que estábamos cambiaría, entonces habría un descontrol y yo tendría que crear alguna excusa válida de por qué de un momento a otro pasamos de estar en primavera a verano. El idiota y Daila estuvieron todo el maldito día en nuestro territorio, bueno, al menos no estaban haciendo desastres dentro de la casa.

No queríamos meternos demasiado en sus asuntos, pero a mí parecer Daila está sometiendo a Helel a una especie de entrenamiento con la excusa de que tiene que ser "digno". Una estupidez cuyo el único creyente que tiene es el estúpido aquel que, obviamente, al no saber a quién tiene frente a sus narices le cree todo lo que dice.

Si supiera realmente el propósito de la fulana Mimosa se estaría preguntando con miedo por qué ella se tomaría la molestia de volverlo digno.

Me cubrí los oídos cuando Talasea volvió a llorar, y rendido gruñí al ver que al cristal de la ventana se le abrió una nueva grieta. A este paso tendré que volver a cambiar las ventanas, o de lleno dejarme de estupideces y taparlas todas con bloques y cemento. Avancé sobre mis pasos hasta el cochecito de bebé, cruzando los brazos.

Llora como si realmente algo le doliera. No sé de dónde diablos saca Venus que Tili es tranquila. Lo fue las primeras semanas, sí, pero luego se volvió en una auténtica caprichosa.

—Veinte segundos, Talasea, veinte jodidos segundos llevas en el puto coche ¿Puedes por favor dejarme trabajar?

Se detuvo abruptamente, como si me entendiera. Pero cuando yo comencé a cantar victoria volvió a llorar y mucho más fuerte, nunca había visto a un ser tan pequeñito con pulmones tan fuertes. Las sirenas le tendrían envidia, lo juro. Cerré los ojos un momento tratando de pensar. Con el asunto de los locos en mi patio Venus dijo que era mejor si ella se iba y yo me quedaba con la bebé, pero ahora me estoy arrepintiendo de quedarme solo con el engendro.

—Ya entiendo a María, lo juro —ella siguió llorando, ignorándome— ¿Eres mi karma acaso? ¡Por Júpiter para ya! Te di de comer, te cambié el maldito pañal, te bañé ¡Hueles rico! ¡¿Qué más quieres, hija?!

Voy a llorar, juro que voy a llorar. Me agaché mordiéndome el labio para cargarla, arrullando por milésima vez a mi bebé comencé a caminar por toda mi oficina, tratando de pensar en qué más puedo hacer.

¿Juguetes? No, se los come.

—¿Es por mami? —cómo no se me ocurrió antes, claro que es por mami— Si es así, pues te vas a desgastar llorando, porque no volverá hasta la madrugada.

Soy el mejor consolando bebés, joder.

—La niña no te entiende, bruto.

Mi salvación. Jimin entró haciendo una mueca por el nocivo llanto, así que sonreí como un desquiciado y me acerqué a toda velocidad a él.

—¡Pero si ha llegado el tío Jimin! Tómala —no le di tiempo a pensar, se la entregué—, tengo que trabajar ¡Shao! ¡Shao ven aquí!

Seguí llamándola hasta que la mujer llegó prácticamente corriendo, aplaudí, eso ha sido rápido.

—¡¿Qué pasa?! —La miré mal— ¡Me asustó, señor!

—Sí, sí, lo que sea —ella bufó y yo solo tomé asiento en la silla frente a mí escritorio—. Quédense con Tili en mi habitación, se dormirá si la acuestan en el medio de la cama por el olor de ambos. Lo haría yo mismo, pero estoy ocupado.

Veo que Jimin rueda los ojos pero no me importa. Ambos dispuestos a retirarse cruzan el marco, pero entonces recordé algo:

—Ah —se detuvieron—, no la pierdan de vista, tiende a dar muchas vueltas y si mi hija se cae las pagarán.

—¿Algo más? —acota Jimin, yo niego.

No, no, sí hay más. Los vuelvo a llamar.

—No la acuesten pecho arriba, si se vomita se ahogará. De costado es mejor —volvieron a tratar de retirarse, ni siquiera me dejan terminar esos zoquetes—. Denle un poco de agua, le gusta mucho.

De nuevo están por irse, ahí voy yo otra vez pero más que todo por molestar.

—Ah —oigo el rugido de Shao—, fíjense cada dos minutos que esté respirando. Enciendan el aire acondicionado, suda mucho.

—Jungkook maldita sea —sonrío enfocando mi vista en la pantalla, Jimin ya no me soporta—, sabemos cómo cuidarla ya déjanos ir.

—¿Y qué esperan? Largo.

Sin más se fueron, y aunque yo jamás pierdo la noción del tiempo esta vez se me fueron las horas creando a un jodido meteorito por petición de Hoseok, porque el idiota es un rarito que le gusta poseer cosas exóticas y poco prácticas que cree que yo no tengo cosas más importantes que hacer. Mi padre se va a molestar cuando lo sepa, pero ¿Me importa? No, en lo absoluto.

Cuando salí decidí asomarme por la ventana, notando que Daila acomodaba la postura de Helel mientras este recitaba palabras en un idioma, sorprendente, no reconozco. De sus manos extendidas brotaba una llama vacilante completamente roja, y me cuestiono seriamente qué tan peligrosas son las habilidades de este chico cuando sus ojos se van tornando negros en su totalidad y la cicatriz en que atraviesa su ojo brilla.

Desde aquí veo como las venas azules se hacen visibles en su cuello, a la par que un montón de símbolos en rojo van apareciendo por todas las partes de piel descubiertas de su cuello.

Sin duda alguna estoy presenciando magia demoníaca, pero esta es muy diferente, se siente una aura diferente. Sin embargo eso no es lo que llama mi atención, no. Lo que me saca un poco de órbita es que al parecer el chico no sabe controlarla y por ello el césped a sus pies va muriendo.

Jimin se va a enfadar por eso.

Decido bajar a curiosear más de cerca, sé que todos me han dicho que no me meta en los asuntos de la Mimosa pero como ya medio universo sabe, no es como si fuera a hacerles caso. Así que salgo al inmenso patio trasero dirigiéndome a ellos con parsimonia, y justo cuando tomo asiento en un tronco seco frente a la escena una bola roja se escapa de las manos del pelinegro en mi dirección. Afortunadamente soy rápido y la retengo en mi mano sin esfuerzo.

Él se ha quedado pasmado viendo cómo lo que con esfuerzo ha logrado crear se mantiene flotando en mi mano sin lastimarme o amenazar a mi fuerza.

Definitivamente algo tiene entre manos esta mujer. Si es el rey del inframundo desde la creación de este entonces debería estar más que familiarizado con su propia magia. Lo que me lleva a deducir que probablemente ella le está enseñando sobre artes prohibidas, magia que en su mundo no está permitida usar.

—¡¿Cómo hiciste eso?!

Lo confirmo, este tipo no tiene idea nada... Nadita.

—¿Si sabes lo que es el Sol, no? —pregunté. Sé que parezco sarcástico pero mi pregunta iba en serio, el tonto hizo un mohín.

—Yaveh controla el fuego también, Helel —explica ella—. Es hijo del Sol, posee habilidades extraordinarias.

Me concentré en la llama completamente roja flotando más que viva en mi palma abierta, no se siente común. Es fría, tiene un toque mentolado como esas pomadas para moretones o la pasta dental que quema sobre mi piel sin hacerme daño. A la vez es letal, lo sé porque así la siento, y como al parecer Helel y yo tenemos esta similitud la llama ardiente con vida propia me va reconociendo y yo la voy apadrinando.

¿Sabrá él que si se esforzaba un poco más, esta bola del tamaño de una pelota de playa se habría convertido en un monstruo? Lo dudo.

—No había visto este tipo de fuego antes —musito con mis ojos puestos aún en la creatura—... ¿Es tuyo?

—Lo es —afirma orgulloso.

—Pues sigue practicando, y acostúmbrate a lidiar con varias cosas a la vez, Morningstar.

Hago mi mano puño, extinguiendo lo que sea que iba a formarse para que solo quedara un humo leve que, con la brisa aquí afuera, también se esfumó. Las comisuras del demonio mayoritario de tierras lejanas temblaron, por un momento creo que iba a lloriquear de nuevo pero la rubia le ordenó que siguiera en lo suyo y este después de pisar con fuerza accedió.

Daila se dirigió a mí, tomando asiento a mi lado. Y ambos apreciamos desde unos cinco metros de distancia como el tipo de la cicatriz brillante comienza desde cero con sus conjuros.

¿Voy a aprovechar la oportunidad? Por supuesto.

¿Voy a ser imprudente? Claro que sí.

—Me pregunto qué tan grave es el asunto como para que la flor se abra y abandone su jardín.

Los ojos feroces de Daila analizaron mi perfil, pero yo no le miré en ningún momento. Hacer sería caer en su extraña mirada, que puedo jurar son lo más parecido a un par de zafiros nocivos.

—La flor no abandonó el jardín, fue cortada.

Joder, ahora todo tiene sentido.

—Si se trata de una venganza —fui claro— ¿Por qué lo distraes para alejarlo del peligro?

—No lo alejo del peligro —ahora fue mi turno de verla, pero entonces ella se enfocó en él y en parte, lo agradecí.

—¿Ah no? —negó.

—Lección número tres; dañar te advierte del daño.

Qué carajos...

—¿Cuál es la cuatro?

—Lo contrario a la tres.

La brisa sopló un poco más fuerte, el cabello se le vino todo en la cara pero poco le importó. Sus pies descalzos siguieron jugando con el pasto. Sonreí divertido soltando una risa nasal, qué lecciones tan de mierda.

—¿Y la quinta lección qué es? —Jocoso pregunté— ¿El Ying Yan?

Juro que lo dije en broma, lo juro. Pero supe que había dado en el clavo cuando se quedó en silencio. Suspiró cansada de mis preguntas, adoptando una expresión bastante dura. Luego me miró de soslayo, como si quisiera que me callara de una vez.

—Ahora entiendo por qué Lyra te escogió a ti, hijo del padre.

—Pues felicidades.

Iba a quedarme un rato más, quería burlarme de Helel. Pero un llanto que conozco bien se hizo por todo el terreno y tras de él vino el sonido de miles de vidrios romperse. Me levanté sin mucho apuro, aquí vamos de nuevo. Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón e hice una breve inclinación, Daila ni siquiera volteó a verme.

—El deber llama, no quemen mi tierra, si no es mucho pedir.

Alejándome de ese par con rumbo a mi casa tuve tiempo de llegar a más conclusiones, y aunque no conocía del todo algunas cosas estaba seguro de que Venus sí, le haré contármelas.

No sé si es conveniente o no, pero creo que también entiendo por qué ella lo ha elegido a él.

Helel no es tan imbécil como parece. Y de cierto modo, su pasión me recuerda a mí.

Pero el peligro que corre la dignidad de ese rey... Las cosas no están bien en la primera página, al parecer.



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