Capítulo 40 I

Capítulo 40 parte I: cuando le des paso al miedo...

Me voy a hacer un collar con los huesos de ese zopenco.

Estoy hasta los huevos de tanta mierda, de este sube y baja que me hace perder el equilibrio, que me revuelve el estómago hasta querer vomitar. Estoy hastiado de que cuando parecemos subir poco a poco, cuando ya se puede ver la cima desde aquí, todo se va a la mierda en caída libre. Voy a matar a ese patán, lo juro.

Le voy a clavar lo primero que se me atraviese en el cráneo y lo voy a cortar en pedacitos para bailar sobre sus restos de la felicidad.

Y decir, de una vez por todas "Yo gané, nosotros ganamos, hijo de puta".

No voy a darle ultimátum alguno, no se lo merece, ya es suficiente. En cambio voy a avanzar en silencio, por no darle el gusto de enloquecerme.

—¿Ya me van a decir qué demonios sucede? ¿O tengo que averiguar por mi cuenta?

Pero primero tengo que ponerle a ella a salvo. A ellas.

Grecia conduce a toda velocidad, de copiloto estoy yo, atrás van Jimin y una mujer bastante frustrada. Miro a mi amiga al volante, ella comparte conmigo la misma mirada y asiente. Ni siquiera yo sé qué es lo que pasa pero ya me hago una idea. Ellos literalmente llegaron y nos sacaron del hotel para meternos en el auto, pagaron la noche y el motor rugió fuerte cuando la rubia arrancó de manera brusca.

—Adán está jugando sus cartas y esta vez ha atacado con fuerza. Chicos, las diosas femeninas, las semidiosas de las dos generaciones más jóvenes, todas están desapareciendo a una rapidez preocupante.

Contemplo la expresión en el rostro de Venus, y aunque en sus ojos solo hay preocupación en su cara no hay más que seriedad, seriedad nada común pero muy entendible.

—Los guardianes están devastados —le sigue Jimin— tanto los ángeles como los bimbaio se encuentran en estado de desesperación.

—¿Pero qué? ¿Así como así? —Cuestiona ella— ¿No saben en dónde están?

—Todo está siendo muy rápido, de un momento a otro abandonaron sus puestos de trabajo y sus guardianes las perdieron de vista. El vínculo no los ayuda a rastrearlas, no hay forma de dar con ellas.

—Pero ya tenemos una idea de qué se trata —expone Grecia, veo como sus dedos aprietan el volante con fuerza—. O de quién.

—Venus, tenemos que ponerte a salvo antes de que lo peor pase.

Me giro a verla ante las palabras del chico, me extraña ver como su mirada se pierde en el paisaje a través de la ventana de la camioneta. Su expresión seria con el ceño ligeramente fruncido y los labios apretados demuestran que no está bien y que si está pensando tanto, algo debe tener en mente.

—Es inútil. —dice después.

—¿Qué? —Inquiere Grecia— ¿A qué te refieres?

Ella por fin nos mira, me mira y luego a ella. Suspira con fastidio torciendo su expresión para cruzar los brazos sobre su pecho.

—Lo que oyeron, es inútil —se encoge de hombros—. Los dioses lo vemos y sabemos todo tarde o temprano. Adán en algún momento dará con mi ubicación aunque me metan bajo tierra y me encierren en un campo de fuerza gravitacional.

—¿Y qué sugieres? —Le pregunto— ¿Que nos quedemos a esperar a que aparezca?

—¡Exactamente! —Vociferó— esperemos a que venga por mí y lo enfrentamos —pero yo niego, no quiero arriesgarme porque en sí no tenemos un plan. El original se ha ido al caño ahora que él ha atacado primero, cosa que no imaginamos porque es un cobarde. Tenemos que tener algo entre manos, está una posibilidad de que no venga por ella hoy ni mañana, así como también está la posibilidad de que se aparezca frente a nosotros justo ahora.

Me saca de quicio, juega con nosotros y no lo tolero. Y si no voy ya mismo a buscarlo es por dos razones; la primera es que quizá sea una trampa, un juego en el que yo la dejo sola y él aprovecha la oportunidad.

La segunda es que ella no me dejará hacerlo, no solo.

—No podemos arriesgarnos a ponerte de carnada y que no funcione —le digo.

—Criseida, escribe una carta convocando a todos los dioses terrenales masculinos y a las pocas femeninas que quedan, también a los ángeles de las deidades desaparecidas.

Pasan unos segundos en los que supongo ella le contesta.

—Sellen el portal del limbo, entréguenle a las parcas mi corona para que nadie pueda tomarla.

—Diles que preparen las armas.

—Hagan lo que Jungkook dice, vamos camino a casa.

Al llegar se puede sentir la tensión en el ambiente. Las almas preocupadas deambulan por toda la casa como almas en pena, la leona de pelaje naranja y fuertes pisadas no hace más que emitir bufidos de exasperación o quizá inquietud mientras sigue los pasos de Venus a todas partes. Estando aquí no hay mucho por hacer, buscamos armas y las alistamos. Y ahora que hemos hecho eso no podemos hacer más que esperar a la reacción de los dioses y los ángeles para llegar a un acuerdo, o que al menos algo más suceda.

—No será suficiente. —me hago escuchar al llegar a la sala en donde ambas chicas están sentadas. La rubia está modificando un fusil de asalto, un XM-8 para ser exactos. Es de color dorado, obviamente personalizado por ella como la mayoría de sus armas.

—¿Qué cosa? —pregunta Venus sin mirarme realmente, por su parte solo hay flechas de colores, cada color para identificarlas pues tienen efectos diferentes. Me siento frente a ambas a lo que me prestan atención.

—Esto, todo esto... No es suficiente para resguardarlas.

—Por última vez, no quiero que me escondas, no servirá de nada.

—Servirá mientras no estoy aquí.

Aquello la paraliza un momento y al llegar a una conclusión del análisis a mis palabras, sus cejas azabaches se juntan y se levanta del sofá bruscamente.

—¿En serio, Rey? ¿Tomando decisiones sin avisarme? Creí que habíamos hablado de esto.

—Es sencillo, no saldré a buscarlo por mucho que me gustaría pero sí tengo que ir por otra persona.

—¿Quién?

—¿Quién más? —Espeta Grecia poniendo su mirada en blanco— Obviamente es Dasha.

—Deja de decir estupideces —le digo, y aunque creo que me va a ignorar como casi siempre me sorprende que también se levante y al lado de Venus.

¿Por qué siempre parezco yo el de actitud errónea? Algo irónico y hasta insólito si tomamos en cuenta lo que soy.

—Ella te prohibió muchas veces hacer las cosas sin tomarla en cuenta y mírate, lo estás haciendo de nuevo.

—De acuerdo —elevo las manos en señal de paz y trato de explicarme porque en sí esa no era mi intención, por supuesto que pienso tomarla en cuenta. Trato de mantener la calma porque lo que menos quiero ahora mismo es discutir con ambas—, en primer lugar aclaro que no voy a buscar a Dasha directamente porque eso es una estupidez, no sé en dónde está. En segundo lugar, aclaro que se trata de sus hermanos los príncipes.

—¿Para qué irás por ellos? —luce curiosa y menos a la defensiva, al cruzar los brazos me paseo por el pasillo pues siento una energía nueva por aquí.

—Los bimbaio son muy fuertes pero no más que un dios, de ser así Dasha no estaría desaparecida. Quiero que estén a salvo con nosotros, bajo nuestras miradas.

—¿Los traerás aquí?

—Si estás de acuerdo, sí.

—¿Ves? Es muy fácil, Jungkook, no sé por qué te cuesta tanto pero —suspira—... Está bien, solo no tardes.

Me acerco a ella negando con la cabeza lentamente, ella tiene una flecha entre sus manos con la punta dorada, la más letal de su equipo pues ella misma las fabricó con las plumas de un ángel muerto hace miles de años. El efecto de estas de por sí ya es mortífero, procesados por una diosa lo son aún más.

—Mi preciosa mujer —verbalizan mis labios tomándola entre mis brazos, dé que está nerviosa por mucho que no lo aparente, tiene tanto miedo como yo de que algo salga mal—, si no pensara en ti ni en tus opiniones habría salido de aquí sin darte explicación alguna ¿No te parece?

—Confío en ti, si es de lo que dudas.

—Más te vale, Choi.

Dejando un beso en su frente me alejo para que siga en lo suyo, Jimin baja las escaleras como municiones de armas antiguas y modernas, todo lo que guardamos en el tercer piso que sabíamos algún día volveríamos a utilizar. Deja todo sobre la mesa del comedor a lo que yo veo como Grecia se sienta de nuevo cruzando las piernas.

—Oigan —nos llama Venus caminando hasta la mesa, allí extiende tres tipos diferentes de arco—, todo esto es raro ¿No lo creen? Piensen bien la situación; Adán es un dios como todos nosotros, pero no es ni terrenal ni original. Solo está encargado de la mala suerte, de esa parte oscura que mantiene el balance entre lo bueno y lo malo. Cuando Gaia y Eva lo desterraron hizo de su cárcel un reino pues no podía salir de ahí sin esfuerzo ¿Cómo pudo salir ahora?

—Su plan original era llevarse a los descendientes para obtener poder y salir de su encierro —puntualiza Jimin—, la cuestión es cómo salió para ir por las mujeres divinas si no pudo ir por todos ellos.

—Tal vez no fue él, sin el poder suficiente no puede hacerlo, tuvieron que ser sus secuaces los Sinya.

—Ya —intervengo—. Podría ser pero ni los brujos ni los bimbaio son más fuertes que un dios ¿Capturar a diosas ellos sin dejar rastro? No me lo creo.

—¿Y de dónde pudo Adán sacar las fuerzas suficientes para dejar el trono al que vivía encadenado?

—Quizá si fueron los Sinya, pero ayuda debieron tener —el rubio masajea estira las mangas de su suéter, gesto que le veo hacer solo cuando se inquieta—. La debilidad es algo de lo que nadie se salva, todo tipo de ser existente tiene alguna y ustedes no son excepción.

—No tenemos muchas, si hablamos de debilidades físicas —espeto. Venus hace un puchero pensando, cuando de repente la veo poner sus manos sobre su vientre. Y por su cara sospecho que la bebé se mueve en su interior.

—Pues hablemos de las debilidades mentales... Algo debieron idear para lograr secuestrarlas. Por ejemplo tus debilidades son claras para él; Venus, tu hija, Grecia y tus padres son lo más importante para ti.

—¿Dices que las manipularon de alguna forma?

—No tengo esa certeza, pero existe esa posibilidad.

En eso todos miramos hacia la entrada de la casa, aunque la puerta nos obstruye la vista no es necesario ver más a allá para saber que tenemos visita.

—Gaia está aquí —enuncio.

—Yo abro.

Jimin deja lo que estaba haciendo para pasar por el salón y salir por la puerta, la deja abierta por lo que podemos ver lo que sucede. Gaia entra cruzando el campo de fuerza seguida de un hombre que conocemos, nos bien vestidos, pero a decir verdad el estilo que portan no es nada comparado a lo que uno se imagina cuando se hablan de la madre tierra y un ángel guardián.

Gaia, de cabellos castaños con reflejos verdes en las puntas, está vestida con un vestido hindú semitransparente hasta los tobillos de color amarillo y estampados de calaveras rojas, botas negras de un estilo muy estético hasta debajo de las rodillas. El otro hombre de apariencia más joven viste como un auténtico rockstar amante del negro y el azul, pues sus cabellos son lo más parecido al cabello incendiado del mítico personaje de Hades en las películas animadas. Es raro ver a Yeudiel en su forma humana, es más conocido por ser visto enrollado al brazo de Eva como un reptil.

Al llegar, lo primero que hace la mujer es trotar a mi encuentro y abrazarme. Le devuelvo el gesto y luego exclama:

—¡Mis niños! ¿Lyra? ¿En dónde...? —La encuentra en el comedor, soltándome para suspirar con lo que yo veo es alivio— Aquí estás, al menos mi segunda hija está a salvo.

Aunque no es su madre, ni la mía, para la mayoría de los dioses Gaia es como una segunda madre pues es en sus tierras en dónde hemos nacido y nos hemos alojado. Lyra para ella es como la segunda hija que nunca tuvo, pues se encargó de criarla y enseñarle sus propias habilidades durante los primeros años de su existencia.

Por eso se abrazan con tanto gusto.

—Madre tierra —expresa la de cabellos negros con preocupación—, dime que Eva está bien.

—Vengo con su guardián, esa ya es suficiente respuesta.

El hombre se inclina ante nosotros después de que le hago amago de que puede pasar. Al incorporarse trata de sonreír pero no lo logra.

—Yeudiel Ángel —expreso—, bienvenido a nuestro hogar.

—Un honor ser recibido en su más sagrada morada, majestad.

—Cuéntanos por favor qué ha pasado ¿Si? —él asiente, obediente a la petición de Venus.

—Para ser breve, desde que mantengo una relación romántica con Eva nuestro vínculo de diosa y ángel ha pasado a ser más que solo eso, por lo tanto es mucho más fuerte. Resulta que entre mis habilidades está el don de ver diez minutos del pasado de un ser con tan solo tocar el último objeto con el que sus manos hicieron contacto, pero resultó que al intentarlo recibí más información de la que esperaba.

»La última vez que vi a Eva, estaba tomando un baño en el río cerca de donde residimos. La dejé sola pues aseguró que estaría bien estando dentro del campo de magnético de protección, cosa que se supone debía ser así, para buscarle bocadillos. No estoy acostumbrado a dejarla en soledad pues tampoco le agrada, pero en vista de que también esperamos a un bebé trato de complacerla en lo que puedo... Para cuando volví ya no estaba, la busqué por todas partes pero no la encontré.

—¿Qué fue lo que viste? —Grecia le pidió ir directo al grano.

—Lo último que tocó fue el cepillo con el que peinaba sus cabellos, y a través de él logré ver lo que pasó treinta minutos antes de que yo regresara con ella; con sus ojos vi lo que ocurrió, y aunque pasó ya hace varias horas aún nos confunde la escena.

—Yeudiel vio sombras, todas se arremolinaban alrededor de mi hija hasta encerrarla. Eva trató de defenderse pero no lo logró, comenzó a sentirse mareada y sin fuerzas suficientes. Y aunque mi niña trató de luchar no consiguió huir.

¿Sombras? Le doy una mirada cómplice a Venus y ella me la devuelve igual de confundida, eso es extraño pero al mismo tiempo familiar.

Alguna vez nos ocurrió lo mismo, o similar. Adán intentó abusar de Lyra siendo una diosa adolescente y cuando yo, que aún era un niño, intervine e intenté defenderla, pasaron muchas cosas feas de las que no hubiéramos podido salir si no fuera por Grecia y Jimin. Lo que recuerdo eran sombras, un dolor punzante y las uñas de Venus clavándose en mi espalda al abrazarme fuerte pues algo parecía separarnos, una fuerza que no supimos que estuvo ahí hasta que nos causó dolor.

Se sentía como si trataran de arrancarnos el alma, nos paralizaba.

—No solo vi lo que ella veía, sino que también pude sentir lo mismo. Fue una sensación horrible, y me culpo cada segundo que pasa por no haber estado ahí. Lo extraño es que llamó mi nombre varias veces pero no pude oírla, y según las anécdotas de los otros ángeles a ellos también les pasó lo mismo.

Joder, si es así y los guardianes no pueden oír el llamado de auxilio de su dios entonces la situación es mucho más delicada. Eso explica por qué desaparecieron así, sin rastro y sin que ellos se hubiesen dado cuenta.

—¿No viste a nadie? —Indago— ¿Solo sombras?

—Vi a alguien, pero el recuerdo es borroso. Por cómo se sintió y vio era una bruja.

—¿Lo ves? Envió a los brujos a por ellas —me dice Venus colocándose a mi lado, observo como Gaia suspira con aparente estrés— pero ¿Cómo? ¿Cómo es posible eso? La magia negra de un mortal no es más fuerte que la nuestra.

—Pero la magia negra proporcionada por un dios sí que puede estar a nuestro nivel —dice la tierra, el ángel asiente—, Yaveh lo sabe más que nadie.

De todas mis muertes, esa es la que al parecer nadie va a olvidar jamás.

—Imposible, el cuerpo de un mortal no está preparado para recibir la transferencia de energía de un dios, es demasiado fuerte.

—Con todo lo que hemos visto y enfrentado es una estupidez que siquiera menciones la palabra imposible, Venus.

—¿Acabas de llamarme estúpida?

Blanqueo la mirada, ni en esta situación deja sus instintos de embarazada peleona a un lado.

—Me refiero a que, si es así la situación, tenemos que tener la mente abierta a cualquier posibilidad como siempre nos han estado enseñando. Venus, estás en peligro incluso aquí.

Y eso es lo que más me aterra.

—Ella no estará a salvo en ningún lugar —dice Yeudiel— eso es seguro.

—También es seguro que vendrá por ella —aporta Grecia y la sala se queda en silencio.

Entonces el mismo es roto por Jimin, el cual al mirar la expresión de su rostro está bastante consternado. Una mezcla de emociones que no siempre se ve en un ser tan pacifista como lo es él y por lo tanto Venus se tensa así como veo que mi amiga rubia parece preocuparse. Si algo es seguro es que Jimin cuando está enojado y carga con un nivel de estrés como este es bastante... Irritante, brusco y se deja llevar mucho por sus emociones.

Por eso dando paso a la histeria, estalla:

—¿Dices que no oíste su llamado? —Yeudiel asiente y sus manos van a parar a su cabeza, Venus trata de evitar que tire de sus cabellos pero él se aleja caminando en círculos por la sala— Si algo le ocurre y no estoy cerca no podré oírte ¿Te das cuenta? No podemos dejarte ni minuto sola, y eso es repugnante ¿Hasta cuando tienes que pasar por cosas como esta? ¡Esto es una mierda! ¡Quiero matarlo! ¡Haré un asado con sus malditas vísceras y se las daré de comer a sus propios perros!

Oh Gael Ángel, ahora veo que no soy el único con esos deseos.

—Ya, cálmate.

—¡No me voy a calmar! —suspiro, Venus se ha echado para atrás cuando volvió a alzar la voz.

Jimin se acerca a ella de golpe. Tiene las cejas fruncidas, sus ojos pequeños están más abiertos y brillan en un color azul eléctrico que contadas veces se le ha visto, es como si en cualquier momento fuera a echarse a llorar a mares. Cuando sus manos atrapan el rostro de Venus ella le mira fijamente y el chico traga en seco con la respiración agitada. No tengo ningún tipo de vínculo con él y aún así, desde aquí, puedo sentir su miedo a perderla... El terror en su cuerpo al imaginarse lo peor.

—No puedo buscar la calma mientras tu vida y dignidad estén pendiendo de un hilo.

En eso la suelta, y ella en su estado más puro de severidad saca de sus bolsillos algo que yo ni siquiera recordaba. Los brazaletes que le compramos a la duende ayer por la tarde. Ambos estaban ahí, ella misma los guardó después de eso.

—Escucha, esto que ves aquí los compramos anoche antes del festival —los extiende para que podamos verlos—. Voy a rezarles y a convertirlos en amuletos.

—¿Contras? —pregunto yo, pues si para algo sirve el azabache es para repeler energías negativas.

—No, serán para que sea lo que sea que ocurra él pueda escucharme y ubicarme. Ya oíste a Yeudiel, algo hacen ellos para cortar el vínculo y no puedo permitir que eso pase —mira de vuelva a Jimin—, así que quédate tranquilo.

—Bien, está... Está bien.

—Necesitaré tu sangre y una de tus plumas, ven conmigo. Grecia, tú también.

—¿Yo por qué?

Frunzo el ceño, ambos se dirigen a la cocina y ella aunque duda también los sigue. Veo a Gaia y esta toma asiento en una de las sillas del comedor, ojeando las armas.

—Con ese loco suelto, hasta Jungkook corre un gran riesgo.

Tras decir aquello, las blancas alas de Jimin se extienden de golpe y son tan grandes que golpean la pared de la extensa cocina.

Bueno, al menos tendremos amuletos que nos ayudarán si algo malo sucede.

«Lyra»

Despierto agitada, respirando por la boca al sentir como se me va el aire de repente. Cuando logro regular un poco mi respiración sentada en la cama pongo una mano en mi pecho, siento una presión incomoda y bastante fuerte.

«Lyra»

Aquella voz canturrea mi nombre repetidas veces, y aunque creo que no soy la única que puede oírla me retracto de tal pensamiento cuando veo a Jungkook dormir a mi lado sin inmutarse a nada. Su respiración está calmada, a pesar de que permanezco sentada su brazo sigue rodeando mi estómago.

«Lyra, ven conmigo»

Una voz rasposa, profunda y seductora. Una voz que conozco muy bien y de solo saber a quién le pertenece me causa escalofríos. Continúo admirando al hombre dormir en la espera de que haya oído eso pero no, definitivamente la voz resuena en mi cabeza. Contemplo todo a mí alrededor, nuestra habitación está a oscuras, todo parece normal.

Durante el día recibimos a los dioses y los ángeles en casa, oyendo anécdotas y tratando de llegar a un acuerdo. Quedamos en que el resto de las diosas que aún no habían sido capturadas se quedarían aquí bajo la custodia de los ángeles sin diosa. Solos tres diosas han logrado salvarse y es debido a que han sido defendidas por otro dios, solo dos semidiosas han sido salvadas. De la última generación ha sido la princesa rusa de rubios cabellos, de la generación anterior a la suya afortunadamente Dokhye ha sido rescatada.

Sus hijos la han traído aquí con ayuda de Jungkook al igual que a las otras reinas, aguardan en el tercer piso.

«No temas, amor»

Se supone que mi guardián custodia la puerta de nuestro cuarto, Grecia custodia el pasillo principal de este piso y el resto de los ángeles el resto de la casa y los terrenos además de la montaña.

En eso veo hacia el balcón, sus puertas abiertas y las cortinas blancas se mecen por la brisa nocturna.

Estoy muy segura de que Jungkook lo cerró antes de dormir.

—Samantha —llamo a una de mis niñas, la tierna y sumisa alma no tarda en aparecer a los pies de la cama.

Lo extraño en todo esto es que Jungkook a pesar de su sueño ligero, ni siquiera se mueve.

—¿Si, mi señora?

—¿Gael sigue afuera?

Cuando ella frunce el ceño y sus ojos blancos cambian de expresión me preocupo. Mis latidos de aceleran cuando niega con la cabeza.

—¿Qué? —Digo entre susurros— ¿Y en dónde está?

—No lo sé, su alteza, solo lo vi caminar por el pasillo hasta las escaleras y luego usted me invocó.

—Llámalo.

—A su orden.

Cuando ella desaparece vuelvo a ver hacia el balcón abierto, y temerosa de levantarme a cerrar sus puertas muevo con mi mano a Jungkook para despertarlo. Pero otra vez, no se mueve. Compruebo que respira y si lo hace, sigue dormido. Lo vuelvo a mover un poco más fuerte pero nada.

—Koo... Rey, despierta.

No se mueve, no balbucea, ni siquiera cuando lo empujo lo suficiente como para que dé una vuelta sobre el colchón. El miedo crece, suelo ser más valiente que esto pero de repente me siento sola y aterrada, no puedo controlar el terror y preocupación que se adueñan de mí, alterando a mi organismo.

«Lyra»

Esto no puede estar pasando.

—Cállate.

«Lyra»

—¡Basta! ¡Cállate! —exclamo cubriendo mis oídos. Me acurruco cerca de Jungkook, escudándome en su cuerpo inconsciente y siento las lágrimas acumularse en mis ojos— ¡Déjame en paz!

«Mi Lyra, solo mía»

Vuelvo a sentarme, me duele la cabeza horrores. El dolor punzante se contagia a mi pecho con mucha rapidez y suelto un quejido ahogado. El miedo crece y crece sin límites, entonces me levanto de la cama mirando hacia el balcón y retrocediendo en mis pasos, la respiración se me corta de nuevo y cuando trato de hablar, decir algo nada sale.

Intento gritar, tampoco lo consigo. Mis manos tiemblan, mis ojos lloran y me siento hipnotizada, mareada.

Y cuando voy a caer, cuando me siento tropezar con mis propios pies mi espalda choca con algo.

Con alguien.

Me paralizo cuando dos brazos me sostienen desde atrás impidiendo mi caída, y entonces al voltearme con todo el terror del mundo para ver de quién se trata, dos pares de ojos azules me atrapan entre tanta oscuridad.

Esa sonrisa ladina y burlesca, esa mirada azul eléctrico hipnotizante y siniestra... Su toque espeluznante, su expresión ególatra.

—Adán... —es lo único que mis labios pueden pronunciar y tiemblo cuando sus manos capturan mis muñecas, sonríe aún más ante su mención ladeando la cabeza.

—Mi bella dama roja... Es un verdadero placer volver a verte.



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