Capítulo 25

Capítulo 25: En casa.

La noche fue larga para todos, o al menos para nosotros tres porque Jimin dormía plácidamente en el sillón de la sala. Cuando fuimos a hablar con Grecia no duré mucho ahí porque, a pesar de que ella y yo crecimos juntos, al no tener recuerdos conmigo su confianza iba para Venus, por lo que después de darme cuenta de que no cedería conmigo ahí salí de la habitación y las dejé solas. Me metí en la cama pero no logré dormir ni un poco así que me puse a jugar con mis propias habilidades, la práctica no viene mal. No fueron escandalosas, no logré oír nada. Intenté varias veces iluminar la habitación oscura tratando de poner destellos de colores, pero solo logré hacer que dos se quedaran en su sitio y los demás flotaban por todas partes, los apagué cuando comenzaron a salirse de control.

Me cuesta controlar cosas pequeñas pero ya puedo hacer que amanezca y oscurezca sin ningún problema, increíble.

La mañana llegó y me levanté apenas el sol salió, desperté a Jimin para que fuera a alistarse y me enfoqué en preparar el desayuno porque él aún se notaba desganado, la comida de Venus no es que sea muy comestible y a Grecia no se lo pediría. Cuando estuvo listo toqué la puerta de la habitación pero nadie salió, resultó ser que al asomarme ambas dormían una muy pegada a la otra. Venus recién abrió los ojos, es una centinela, pero la rubia no lo hizo hasta que ella la movió un poco.

Me duché, vestí y saqué ropa para ella antes de cerrar la maleta por completo, sus cosas personales estaban en un bolso aparte. Organicé todo y finalmente saqué las cosas a la sala, debíamos estar en el aeropuerto al menos una hora antes de la salida del vuelo.

Cuando ambas salieron de la habitación la tensión que había ayer ya no estaba, y me gustaría mucho saber qué fue exactamente lo que Venus le dijo pero bueno, ya me contará. Observé su reacción cuando Jimin entraba y ella salía, se toparon en la puerta y aunque se habían estado esquivando ella fue capaz de verle a los ojos un momento.

Y supongo yo que eso era un avance, porque después Jimin se notó más activo.

—¡Meteoros! —Mi vista se centró en Venus, la cual venía con un plato para sentarse en el sofá— Esto está buenísimo.

—Gracias —me siento a su lado, me ofrece de su comida pero le digo que ya comí. Entonces cuando traga abulta los labios para que le dé un beso y hago una mueca—. Te lavas lo dientes después de comer, ugh.

—No seas fresa y dame un beso.

—No.

—¡Jeon Jungkook! —exclama con esa molestia falsa.

—¡Choi Venus!

—En realidad soy Venus Natashka Choi.

—Venus es amor, pero Nastashka... Sé que eres mitad rusa pero ¿Qué demonios significa? Nunca había oído ese nombre.

—Mi madre lo oyó en una canción rusa cuando recién se mudó al país, obviamente solo sabía hablar coreano. Sonó bonito y elegí ese nombre cuando cambié de identidad en honor a su palabra favorita —relata, luego se ríe—. Al final resultó ser que había oído mal, y dicha palabra no existe.

—Suena bonito —soy sincero, palmeo su muslo—. Ahora dime qué pasó anoche.

—Lloramos, mucho —mis cejas se elevan ante lo que confesó sonriente pero no esperaba menos—. Dijo que sabía que estaba siendo dura pero la conozco y sé que eso es lo que hace cuando se siente como pez fuera del agua... Así que le hice ver que si recordara todo entendería mejor las cosas.

—Solo tiene miedo —confirmo yo a lo que asiente— ¿Va a recordar?

—Cuando estemos en casa.

—¿Qué hay de Jimin?

—Los problemas de pareja no me competen pero no me gusta verlos así, por lo que le dije que lo mejor sería que lo escuche y que también le diga cómo se siete —bebe un poco de la leche de su taza—, actuar a la defensiva no resuelve nada.

—Eres asombrosa.

—Por supuesto que lo soy —pone el plato ya vacío sobre la mesa ratona y suspira satisfecha, luego me ve y sus cabellos negros se agitan con el movimiento. Me gustan sus ojos, son grandes y bonitos, le dan un aire aniñado a su rostro— ¿Dormiste?

—No mucho, pero no es como que lo necesite —me encojo de hombros y le doy otra palmada a su muslo—. Ya, ve a lavarte los dientes y báñate, quedan dos horas para el vuelo, y sí, ya me duché así que nada de ahorrar agua.

—¡Yah!

Cuando todos estuvimos listos entregamos el auto de alquiler para tomar un taxi, o mejor dicho dos, e ir al aeropuerto. Venus se cubrió con lentes de sol oscuros y yo también, Jimin llevaba puesto una mascarilla y Grecia una gorra. El vuelo fue largo y el avión no era de los más grandes porque el aeropuerto más cercano a Carlota Amalia —que es en donde vivimos— es pequeño. Una vez en la isla tomamos un yate que nos dejara en el muelle de la pequeña ciudad y cuando volvimos a respirar nuestro aire ya era de noche otra vez.

La capital de las islas vírgenes americanas nos recibió con su brillo especial nocturno, casas de lujo, algunas no tanto pero bastante pintorescas. Venus no dejaba de quejarse de que le dolían los pies aun cuando le dije que era mejor ponerse zapatos bajos, pero lo más bajo que tenía eran un par de sandalias con un tacón extraño y ancho. Grecia tenía hambre, todos en realidad, pero era la que más se quejaba de ello por lo que tomamos otro taxi para que nos dejara en casa... O cerca de ahí.

El asunto es que nuestra casa es especial, porque está un poco alejada de la ciudad y hay un camino un poco largo para llegar al gran muro con rejas que protege sus terrenos. Venus está más, por decirlo de alguna forma, perdida que yo en cuanto a sus cosas y aunque trata de llamar mentalmente a una de sus niñas para que nos envíe uno de los autos, no lo logra.

Por eso termina en mi espalda mientras Jimin lleva nuestra maleta y la suya durante el trayecto hasta allá. Podríamos decirle al taxista que nos dejara más cerca de la entrada pero seguramente nos tomaría por locos o se asustaría, porque a los ojos de otras especies por ahí no hay nada.

Que fácilmente podríamos teletransportarnos desde Chile hasta casa, pero no podemos, nuestros cuerpos aun no asimilan lo que podemos hacer.

—¿Hacia dónde vamos exactamente? Yo solo veo montañas y tierra —como Grecia aún no es del todo ella, tampoco ve nada.

—Eso es porque está bloqueada la vista, hay un campo de fuerza —le respondo yo— ¿No sientes nada? —ella niega.

—Entonces todo está en orden —comenta Venus sobre mi espalda, su boca inquieta reparte besos en mi nuca y hombro, y la verdad es que si no fuera por mí fuerza ya nos habríamos caído por mi constante distracción. Me pone los vellos de punta y lo sabe, por eso ríe de vez en cuando en cuanto emito gruñidos para que me deje en paz.

Pero no, ella sigue y sigue.

Cuando llegamos ninguno está cansado a excepción de la rubia que sigue mirando perdida con una mueca, entonces me doy cuenta de un detalle que no recordaba y es que ella no puede entrar por su cuenta sin su marca, marca que obviamente no puede sacar porque no sabe cómo. Bajo a Venus quien abre las rejas negras con un solo toque y me encamino a tomar la mano de Grecia.

El asunto es que me da un manotazo y se aleja como un reflejo, así que le miro muy mal y se ablanda un poco.

—Sin mí no puedes cruzar —le aclaro a lo que se confunde—. El campo te va a repeler sin tu marca.

—¿Qué marca? —pregunta cuando vuelvo a tomar su mano y esta vez se deja llevar. Doy un toque en su frente y rápidamente el símbolo del sol intenta aparecer pero se borra.

—No, no va a aparecer —digo más para mí que para ella y justo en ese momento miramos a Jimin quien tiene una cruz muy parecida a la egipcia en su mejilla derecha, la misma que tiene Venus en el hombro pero obviamente no se ve. Grecia se nota sorprendida y luego va a parar en mi frente, seguramente notando que allí hay dos símbolos cruzándose.

La luna roja y el círculo naranja que simboliza a mi padre, el sol.

—Con razón los bimbaio nunca te encuentran. —murmura y no esperamos mucho para cruzar. A nuestras espaldas las rejas se cierran y ya nos encontramos en nuestro jardín, todo sigue igual y funciona de maravilla.

Nuestra casa está ahí, o mejor dicho mansión de tres pisos. En la fuente blanca corre el agua, el césped se mantiene intacto sin crecer mucho, los rosales de Venus están bien cuidados y las luces de la casa están todas encendidas por dentro y por fuera. Suelto la mano de mi guardiana que admira todo un poco asombrada para comenzar a andar hasta la entrada y es Venus quien hace los honores de abrir una de las puertas, no pasamos mucho tiempo en la entrada cuando alguien nos ataca.

Shao pesa demasiado, pero no tanto como para derribarme. Hago un mohín cuando su rasposa lengua me lame el pecho y la empujo para que me suelte, sus garras ya estaban por enterrarse en mi piel. No sé si es que todavía se cree una gatita pequeña o qué demonios, al parecer no nota que su gran tamaño y su rústica forma de tratar podría matar a una persona normal.

Venus se lanza al suelo para abrazarla y a ella si la trata con más delicadeza, leona loca, son tal para cual.

—Tranquila, no muerde. —le digo a Grecia que mira a la felina acostarse para que mi esposa le masajee la barriga.

—De verdad tienen a una puta leona de mascota... ¿Puede hablar?

—No que yo sepa. —murmura Jimin y frunzo el ceño a la par que la otra mujer se detiene de repente.

—¿Puedes oírla? —Le pregunta ella, la rubia vacila pero asiente— ¿Y qué dice?

—Que tiene hambre.

—Ah... —suelta quedita y suspiro.

—Debe ser por tu categoría. —Jimin le explica mientras cierro la puerta.

El recibidor es inmenso, todo el lugar lo es. El piso está pulido, hay fotos por todo el lugar y frente a nosotros están las grandes escaleras que después se dividen en dos para llevar al siguiente piso. Pero desde aquí si me desvío hacia el lado izquierdo del lugar voy a la cocina, por el lado derecho hay una sala de estar con una pantalla gigante y después de ella algunos pasillos. Pasando el comedor está la cocina y me gusta encontrarme con las alacenas llenas al igual que el refrigerador. Venus llega con Shao detrás de ella viendo cada cosa al igual que yo.

—Mis niñas han hecho un gran trabajo cuidando todo.

—Cierto ¿En dónde están?

—Ya sabes cómo son, seguro nos sintieron llegar y se fueron.

Las niñas, como ella las llama, son almas especiales que trabajan bajo sus órdenes, todas mujeres con el aspecto de un ángel que van vestidas de blanco y se aparecen por doquier. Son muy dóciles y bastante tranquilas, aman a su diosa y viceversa. Se puede decir que son sus más fieles ayudantes que no solo cuidan nuestro hogar en la ausencia de todos sino que también se encargan de llevar el control del ciclo en lo que ella regresa y recupera sus dones. Existen únicamente para servirle, de hecho, ella las creó.

Son bastante tímidas, solo se comunican con ella y la miran a ella, cuando se trata de mí o los demás agachan la cabeza y desaparecen.

Saco comida del refrigerador, la cena no va a hacerse sola y ya tendremos tiempo de terminar de instalarnos. Venus ve mi intención así que se saca las sandalias para ayudarme pero el pagano llega y la hace a un lado, ella se encoge de hombros y se sienta en la barra.

—Es mejor que te alejes de la cocina.

—Solo iba a ayudar —le dice ella viendo como empiezo a poner habas en un envase con agua y bicarbonato, enarca una ceja— ¿Y eso?

—Son para mañana.

—¿Ful medames? —Asiento— A Grecia no le gustan las habas.

Me paralizo, y como si su palabra no fuera suficiente miro a la rubia sentada en la barra a su lado, asiente y suspiro oyendo la risa de Jimin detrás de mí. Bueno, no contaba con ese detalle porque es la primera vez que pasa.

Esta es la década de las primeras veces para muchas cosas, al parecer.

—Amabas las habas —aquel comentario no parece agradarle pero tampoco me importa mucho—. De hecho, el ful medames lo aprendí de ti. Como te gusta el dinero cocinabas dos ollas enteras y luego ibas a venderlo al mercado en época de ramadán.

El recuerdo viene en cuanto lo llamo, allí estaba ella con sus cabellos rubios que llamaban la atención de los egipcios y musulmanes, como es una rebelde sin causa no usaba peluca ni hacía ningún intento por cubrirlo o cortarlo, vestía con las ropas típicas de una mujer egipcia en aquella época pero nada más. Y el maquillaje que usaba hipnotizaba a los demás por el contraste con sus orbes verdes, luego con palabrería negociaba cualquier cosa y ganaba dinero. Cuando no estaba cuidándome como una niñera y se aburría, le gustaba jugar a ser una astuta comerciante y arrastraba a Jimin en ello.

—Pues ya no me gustan, principito, y tampoco recuerdo nada de eso.

—Bueno, son altas en proteínas y si voy a cocinarlas es porque tenemos que entrenar, las necesitaremos.

—¿Entrenar? —se me caen tres habas pero ella las agarra antes de que lleguen al suelo, sonrío a medias buscando la mirada de Venus y ella también está sonriendo un poco sabiendo lo que significa.

Sus reflejos mejoran poco a poco debido a que ahora está en casa.

—Tu deberías prepararte para recordar, no podemos atrasarnos —le digo siendo sincero, ella mantiene sus ojos verdes en lo que hago y parece ida, vacilante, confundida—. El cuerpo de Venus tiene que adaptarse, el mío también y tú tienes que recuperar tus increíbles encantos solares de matanza.

—¿De matanza?

—¿Lo ves? —Ella eleva una de sus cejas— Por eso es necesario que recuerdes quién eres.

—Ya, déjala en paz que sé lo que haces —resoplo cerrando el pote con las legumbres dentro del pote para dejarlas a un lado, tienen que estar en remojo durante la noche o no serán fáciles de digerir. Jimin es bastante protector con esta mujer—. No la presiones.

—Le estoy haciendo un favor, ninguno de nosotros fue preparado para recordar.

—Bueno, eso es cierto. —Venus me apoya guiñándome un ojo.

—¿Qué es lo que hacen para... Eso? —indaga la rubia apoyando su mejilla en la palma de su mano. Aprovecho para rebanar el pan ahora que el pequeño pagano se ha hecho cargo de la carne, en realidad no tengo ni idea de cuál es el menú pero con tal y sea comida todo bien. Solo estamos cocinando al azar.

—Para cada quien es diferente, en tu caso soy yo quien tiene que hacer que aceptes tus recuerdos pero para eso primero tienes que aceptar la realidad —sé que le intriga el tema, le llama la atención, pero le tiene indecisa el hecho de que no sabe bien a qué se tiene que enfrentar—. Tienes que convencerte de que estás lista.

—¿Para qué?

—Para volver a mí.

La cena es muy rápida puesto que todos teníamos hambre, mas nos tardamos en cocinar y servir que en comernos todo. Usualmente es Grecia quien alimentaba a Shao porque es la más temeraria de nosotros pero dadas las circunstancias Venus lo hizo diciéndole que si mordía su brazo o algo por estilo ella misma la castigaría, la leona entendió —porque sí nos entiende— y comió de la carne cruda que ella le daba con todo el miedo del mundo.

Todo parecía ir en orden, todo normal. Las habitaciones estaban intactas, todo en realidad. Limpio, ordenado y en buen estado a excepción del jacuzzi en el último piso que no tenía agua pero está bien. En el estacionamiento los tres autos estaban bien, y son tres porque para Grecia solo hay una motocicleta.

La última vez que estuvimos en casa nada de estos lujos existían, pero somos dioses y debemos estar actualizados para pasar desapercibidos. Así que aunque no estemos automáticamente las condiciones en las que vivimos van cambiando, esto también porque las niñas meten su mano en ello. Cambian cosas por otras más nuevas, y ahora que los carruajes no se usan pues tenemos que tener autos para ir a la ciudad, eso y otras comodidades porque nos las merecemos.

Incluso Shao tiene una colección de collares de diferentes colores y materiales cerca de su cama, colgados en un espacio solo para eso.

Efectivamente todo ha sido remodelado, pero al mismo tiempo es igual. El problema llegó cuando quería dormir y Venus me cerró la puerta en la cara.

Aquí vamos... Otra vez. Esta mujer me saca de quicio, me dan ganas de tirarme por la ventana o pegarme un tiro.

—Venus, abre la puerta —le dije con la intención de que lo hiciera por su cuenta porque no quiero entrar por mis propios medios. Pero la muy idiota no responde, no hace nada— ¡Venus Natashka!

Nada de nada.

Pongo la mirada en blanco sujetando la manija de la gran puerta blanca y resulta ser que le ha puesto el seguro y además le ha puesto algo para que yo no la force, un hechizo pequeño seguramente. Vuelvo a tocar la puerta pero nada.

—¡Venus! ¡Abre la maldita puerta!

—¡Ya te dije que al sofá!

—¡No voy a dormir en un puto sofá! ¿Te has vuelto loca?

—¡Buena noche!

No lo puedo creer. Las carcajadas de Jimin me hacen apretar los dientes, ni siquiera me ha dejado cambiarme de ropa. Me giro al pasillo alejándome de la puerta ignorando completamente al guardián que me mira burlón cerca de las escaleras, la verdad es que el sofá es muy cómodo, no tengo problema, pero no me apetece dormir solo.

Quiero dormir con ella, abrazarla, que me dé calor y estoy muy seguro de que a ella no le hace gracia dormir en una cama tan grande ella sola, pero claro, su carácter es primero. Así que bajo las escaleras a sabiendas de que ella puede escucharme y salgo por la puerta principal.

No me cuesta mucho escalar la pared para llegar a nuestro balcón, pero cuando voy a abrir las puertas de cristal cubiertas por cortinas ¡Sorpresa! También tienen seguro.

—Venus, me voy a congelar aquí. —murmuro, percibo sus movimientos desde la cama. Luego la siento venir hasta aquí y corre una de las cortinas.

—Las deidades no se congelan.

—Ya pero esta también es mi habitación.

—Hay ocho habitaciones en esta casa, escoge una.

—Me gusta esta.

—Pues te jodes.

—¡Veeeenuuuuus!

¿Y ahora? Bueno, en vista de que parece reacia a ceder voy a tener que emplear lo mío. Así que suspiro suavemente poniendo mi mano en la cerradura de la puerta. Ella lo ve venir con el gesto y su cara de molestia me hace sonreír de lado.

—Estás siendo un poco infantil, reina mía. —le digo cuando he derretido la cerradura. La puerta cede con facilidad al entrar y ella se queda frente a mí de brazos cruzados.

Se ve preciosa estando molesta, pero ya no sé cómo hacerle entender que la única estupidez aquí es que esté así porque le salvé la vida, esa vida. Podemos estar juntos para la eternidad y honestamente si fuera otro el asunto no me habría importado mucho, de hecho, hasta hubiese muerto con ella. Pero la situación era más delicada de lo que parecía y aunque lo sabe se apega a su pensamiento de que pudo haberlo resuelto sin mi ayuda.

Y eso es una de las causas de nuestros problemas, porque si bien yo hago lo que quiero la mayor parte del tiempo, ella tiene el inquietante defecto de creer que todo debe ir por su cuenta, de que siempre puede solucionar las cosas exponiéndose a peligros que no debe.

Le molesta sentirse inútil, pero es todo lo contrario y precisamente por eso es que merece todos los cuidados necesarios, porque su existencia es verdaderamente importante.

—Me dices loca y para colmo infantil ¿Algo más, Jeon? —Hago el amago de hablar pero no me deja— Digo por si quieres alargar el castigo.

Voy a tener que usar la carta de siempre, nunca falla pero no es como que me alegre.

—Hago lo que desees ¿De acuerdo? Solo déjame quedarme.

Es más ¿Por qué tengo siquiera que pedirle permiso? También es mi casa. Ella no parece querer decir nada, así que me encojo de hombros porque al menos intenté llevarlo por la paz. Camino hasta la cama y con atorrancia me dejo caer sobre el colchón respirando hondo, me hizo mucha falta mi cama. Cierro los ojos un rato a sabiendas de que sigue de pie cerca del balcón, está furiosa, puedo sentirlo, es más por el hecho de que la ignoré que por lo que pasó.

—Eres un idiota. —susurra.

—¿De verdad lo soy?

Silencio.

La habitación está oscura, ella ha apagado todas las luces pero aún así puedo verla. Ahora está mirándome, sus ojos que normalmente son cafés se ha tornado de un color rosáceo que brilla en la oscuridad. Sus labios se juntan con presión, sus mejillas están rojas. Tiene un pijama bonito que no le he visto, seguramente estaba en el armario remodelado.

Entonces, como si ya no tuviera suficiente, los besos insinuantes que venían dándome en el camino atacan a mi cabeza haciéndome pensar en cosas que no me ayudan demasiado en esta situación.

Ah fantástico Jungkook, buen momento para andar de caliente.

No soy de pensar así de la nada, normalmente es ella la que viene a mí para provocarme, pero me pone muchísimo verla en ese estado; sus ojos me hipnotizan y que lleve un short de dormir tan corto y ajustado no ayuda en nada. Desde un comienzo me pareció bonita, atractiva, pero como escolta tenía otras preocupaciones así que poca atención le prestaba, o al menos lo intentaba.

Si soy sincero, las pocas interacciones con ella en el palacio me hacían olvidarme por completo de lo que supuestamente sentía por Dasha.

—No me mires así —exige y le obedezco, no porque no quiera seguir viéndola sino porque es capaz de emocionarme y dejarme así para "castigarme" como tanto quiere.

Aunque...

—Aún puedes hacerme pagar por los daños causados —sigue viéndome fijo, la verdad es que hasta parece sacada de la televisión la escena. Como si en cualquier momento sus ojos encendidos fueran a lanzar láseres en mi contra.

Me levanto ante sus intrigados ojos para caminar como un depredador asechando a la presa y pararme frente a ella, la tomo de ambos hombros descubiertos debido a los finos tirantes de su blusa, observándole fijamente con las crecientes ganas de besarla tomando el control de mis pensamientos. Mis manos frías bajan hasta sus brazos en una leve caricia y cuando las detengo entonces presionando sus caderas capta mis intenciones.

—No es un castigo —dice rápidamente.

—Lo es si solo tú tienes el control —excelente, sé que está cediendo porque no me aleja. Su piel se eriza cuando mis dedos hacen movimientos circulares sobre la tela fina del short y reprimo una victoriosa sonrisa cuando este se sube un poco, así que yo lo subo un poco mas y casi tiemblo al sentir su piel caliente. Ella aguanta el aire.

—¿Qué vas a hacer? —susurra soltando el aliento, mi corazón se acelera al igual que el suyo cuando me acerco tanto que ambos pechos se tocan, con mi nariz rozando su oreja y mis labios su mandíbula susurro:

—Sus deseos son mis órdenes, majestad.

Sus manos se escurren bajo mi camisa, tocando mi abdomen y subiendo hasta mi pecho. Entonces sus labios dejan un beso corto en mi cuello que me hace suspirar sin quererlo, la cara se me calienta haciéndome estremecer. El aliento caliente choca contra mi piel y en el momento en que aparto su cabello negro para oler su hombro, pues adoro ese aroma suyo, se ríe.

—Entonces te ordeno que vayas al sofá y me dejes dormir.

—Maldición.

—¿Crees que follar y luego todo bien? —observo sus ojos brillantes, brillan porque mi toque provoca en ella miles de sensaciones. Quiero que ceda ante esas sensaciones y por eso no la suelto pero no, justo ahora le da por controlarse— No sea tontuelo, Rey.

Bueno me cansé, que haga lo que le salga del coño.

—Súper comprobado, te encanta que te ruegue —la suelto alejándome completamente de ella para tomar mi almohada y la colcha, porque si me va a quitar mi cama yo le puedo quitar su cobijo—. Buena noche, señorita espinas.

Después de hacerle una exagerada reverencia y ver en sus ojos el arrepentimiento puro, soy yo quien termina castigándola y lo sé en el momento en que abro la puerta y salgo de la habitación cuando al mirar atrás hasta parece ofendida.


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