Capítulo 21 II
Capítulo 21 parte II: limbo
Estoy en una casa, no, una mansión de familia. Hay personas por todas partes, mujeres con elegantes vestidos de la edad media, mangas largas con bordados elegantes, tocados y muchas, muchísimas joyas. Hombres con túnicas, medias altas, pantalones a la rodilla, chaquetas de piel.
Bailaban al compás de la música clásica que tocaban en el salón, alfombras y candelabros, decoración elegante, espejos con oro, utensilios de plata en la mesa. Me moví sin saber a dónde, o sí lo sabía. Una mujer llegó a mi encuentro y me abrazó, decía un montón de cosas porque le veía mover los labios y reír de vez en cuando, no porque le escuchara.
En realidad no podía oír nada más que la música clásica, el violín era el más distinguido.
Sigo caminando cuando ella me ha dejado muy entusiasmada, yo la reconozco, su rostro gordo y redondo, su piel pálida y la elegancia de sus ropas. Me topo con personas, a varias las conozco, otras no tanto. Los hombres me miran y sonríen pero no se acercan, las mujeres también me ven pero no todas con agrado. Alguien se para frente a mí, un hombre. Se inclina ante mí pero yo no correspondo ante ello.
Giro confundida para verme en uno de los espejos de las paredes, no me reconozco.
Mis cabellos son negros, largos hasta mi cintura. Tengo un peinado típico de la nobleza en esta época, un vestido azul celeste con detalles en oro, mis ojos son azules. Pero mi rostro sigue siendo el mismo, no igual, hay algunas características que cambian un poco, mis labios son más llenos, mis ojos un poco más grandes, me veo más alta.
Pero soy yo, y el hombre que se reincorpora para besar mi mano, o el guante que la cubre, a él también lo conozco.
Cuando sonríe me estremezco, lo conozco pero no lo recuerdo, sé que es malo, porque el miedo que me causa su toque no es normal.
Adán... Tal y como lo ilustran aquellas pinturas viejas y renacentistas en el templo de Aswan.
Quito mi mano de golpe, él me observa con sus ojos azul oscuro, con ese cabello negro cubriendo parte de su rostro. Su barba es larga, ha dejado cosquillas aún cuando el guante de encaje se interpone.
El panorama cambia, ahora estoy en medio de la nada. Llueve, hay brisa, mucha brisa. Mis cabellos son rojos y se alborotan debido a la agresividad del viento. Es como una pradera, solo hay trigo a mi alrededor. Es de noche, el cabello en mi cara no me permite ver bien así que lo aparto. Mi ropa está mojada, un vestido amarillo pálido de mangas abullonadas, tan largo que cuando camino de forma inestable entre plantas de trigo lo piso y me caigo. Mis manos se ensucian, mis rodillas duelen y cuando me toco rostro está caliente.
«Samsara... Ni siquiera tú te salvas de pagar lo que debes»
Me arrastro por la tierra, ramas de trigo me dan en la cara por la brisa, cada vez llueve más fuerte.
Otra vez, la ubicación cambia. Ya no llueve ni estoy en el campo, tampoco es de noche. Es de día, por la posición del sol podría decirse que de mañana. Oigo el sonido de las olas, huele a pescado y madera. Las velas izadas son lo primero que veo después del cielo, y segundos después puedo observar el barco en el que estoy. Me miro a mí de nuevo, pantalones, botas hasta la rodilla, un corsé que sujeta la blusa blanca de mangas largas y una correa de cuero que lo asegura. Toco mi cabello, ha vuelto a ser rubio y corto, algunos mechones se quedan en mi cara.
Una espada, tengo una espada empuñada en una de mis manos, me doy cuenta de que están heridas; con rasguños y cortadas sanando, mis uñas están sucias y mis dedos maltratados. La brisa sopla con más gracia, el barco va a toda velocidad debido a ello.
Camino, escucho de forma lejana mis botas chocar contra la madera y hay muchos tripulantes, cada quien parece tener una tarea asignada, hay peces moviéndose envueltos en una red de pesca, a su lado un hombre que les quita la cabeza y las escamas.
No veo bien su rostro porque tiene un sombrero, parece un pirata. Sus manos están envueltas en trapos rojos, su ropa está sucia y parece concentrado. No me di cuenta de que estaba caminando en su dirección cuando ya estoy de pie frente a él, entonces alza la mirada y lo reconozco.
Jimin, con el cabello negro, maquillaje muy oscuro y mastica, se come el pescado crudo. Escupe algo que termina en mi ropa, son las agallas del pez. Me observa con seriedad y me siento extrañada, molesta quizá. Luego deja de hacer lo suyo y suelta la navaja, levanta su brazo y señala a su derecha. No sé qué quiere mostrarme así que sigo el curso de lo que su dedo indica, allí veo a otro hombre, está de espaldas y maneja el timón.
Vuelvo a ver a Jimin, me observa fijamente. Luego abre la boca pero tampoco lo escucho, sé que acaba de gritar pero no sé qué es. Por inercia y como si me llamaron vuelvo a ver al hombre de espaldas que había señalado, y justo en ese instante él también se gira.
Un sombrero bien cuidado, botas negras con un tacón bajo, una chaqueta de piel bastante larga y elegante, cinturones por todas partes, guantes y una espada enfundada. Jungkook alza la cabeza aún con las manos en el timón, y ahí todo se pierde.
«El círculo siempre es el mismo... Tú lo eliges así»
«No hay moksha para ti ni para ellos»
Estoy ahora en un trono, un trono blanco rodeado de rosas rojas. Mi vestido es tan largo y extenso que arrastra fuera de él, tengo las piernas cruzadas. Miro hacia arriba, el techo está muy lejos de mí pero desde aquí puedo ver las ilustraciones en mosaicos. Hay de todo tipo de imágenes en él, parece seguir un patrón, un orden cronológico.
Hay un león siendo vencido por una leona, le arranca la cabeza. Le sigue una media luna, un reloj de arena y después un sol partido a la mitad. Luego el reloj de arena se vuelve azul, una mujer lo sostiene contra su pecho. Después viene otra imagen, mi rostro besa la cabeza de aquella leona.
Esa mujer de cabellos otra vez negros y largos soy yo, en el centro de todo, mi figura se encierra en un círculo azul y entre mis brazos sostengo a un bebé, pero a mí me sostiene alguien, un hombre nos abraza a ambos con los ojos cerrados.
Otra vez es Jungkook.
Es una historia.
Dejo de ver el techo porque me mareo, paso a poner ambas manos sobre mi cabeza y descubrí que hay una corona sobre ella, una corona con picos muy puntiagudos pero no me la puedo quitar. Luego alguien entra corriendo, una mujer.
Grecia, con un niño sosteniendo su mano y su vientre abultado. Tiene un vestido más sencillo, es de color naranja y sus cabellos son castaños pero es ella, los mismos ojos verdes, el mismo rostro. Cuando se detiene a unos metros de mí hace una reverencia.
«En todas las dimensiones... Siempre son ustedes, siempre el mismo círculo»
«Tú les diste ese regalo... Pero también los condenaste»
«Y él te condenó a ti, Samsara»
Cuando quiero levantarme, cuando quiero ir hacia ella otra vez, todo vuelve a cambiarse.
Estoy en Egipto, en Alejandría. El río Nilo se extiende frente a mí, corre con tranquilidad pero el ambiente es todo lo contrario. Estoy temblando, mis pies descalzos duelen, el vestido antiguo egipcio que llevo puesto apenas y cubre mi pecho. La cantidad de sangre abismal que corre desde aquí y se mezcla con la arena me asusta, camino como puedo sintiendo un dolor punzante en mí entrepierna, resulta ser que la sangre es mía y sale de ahí. Sostengo mi vientre, está medianamente abultado. Me acerco cada vez más a la orilla del río y cuando llego veo mi reflejo en él. Mi cabello negro está cortado en ese estilo típico egipcio, llevo un velo que lo cubre. Mis ojos pequeños y rosados, el delineado dándole un aspecto bastante felino a mi rostro. Hay una gran corona sobre mi cabeza, tiene símbolos tallados alrededor y un monto de rosas naturales.
«Nunca los habían alcanzado hasta ese día»
¿Quiénes?
«Dio su vida antes de tiempo, desafió al escritor solo para salvarlas»
¿Quién? ¿Por qué?
¿Cuál escritor?
«Los dioses terrenales son más poderosos de lo que creen»
Mis ojos captan un cuerpo flotando cerca de la orilla, y cuando veo bien de quién se trata caigo de rodillas cubriendo mi boca... Y comienzo a gritar sin poder oírme. La sangre no deja de bajar por mis piernas, el dolor en mi vientre que apenas se nota es inmenso, pero más dolor me causa verlo a él en ese estado.
Está muerto, Jungkook está muerto.
«Déjate proteger, Samsara»
¿Por qué él?
«Porque un rey no es nada sin su reina. Pero la reina sí que puede gobernar sola»
—Necesito que la detengas, su mente no está preparada.
—Jungkook, por última vez ¡No puedo hacer eso! ¡No puedo intervenir!
Maldigo mentalmente, esto no es como se supone que debería pasar. Lo veo morderse las uñas, está nervioso y como no, si hasta yo estoy que me vuelve a dar un infarto. Lo tomo por los hombros y le miro fijamente para que me preste atención.
—Jimin, si no la despertamos ahora va a enloquecer —le digo marcando cada palabra para que entienda—. Es mucho para ella.
Sus ojos se encienden y me empuja para que lo suelte, aprieto la mandíbula porque odio eso pero no parece importarle, su dedo me señala.
—Pues es tu culpa ¡Te dije que no podías acercarte a ella!
—¡Ella me buscó y después no pude separarme!
Intento mantener la calma, no hago nada discutiendo sobre esto. Me giro dándole la espalda mientras me paso las manos por el cabello, luego respiro hondo para terminar sentándome a un lado del cuerpo que reposa sobre el montón de rosas que él mismo hizo crecer para ella cuando la traje al templo lunar. Le dan fuerza y no permiten que su energía se expanda, así que se concentra ahí como un campo de fuerza alrededor de su cuerpo. Venus tiene los ojos cerrados, a simple vista parece dormir pacíficamente pero sé que en su interior está luchando consigo misma, está en medio de una batalla con ella misma.
No está siendo fácil, se están resistiendo. Venus se resiste a aceptar lo que es tal y como yo lo estuve haciendo hace un par de días.
—Si continúa así corre el riesgo de no distinguir entre sus vidas pasadas y la actual —murmuro tomando su mano para besarla, me preocupa mucho lo que pueda estar ocurriendo en su cabeza—. Puede perder la cordura.
No era el momento de recordar, pero no contaba con que ella se aparecería en mi baño y acabaría con el poco autocontrol que me quedaba. Estuve tratando de hacer que estuviera lejos de mí hasta que yo estuviera listo para lidiar con ella, pero no pudo soportarlo y yo tampoco.
—Cálmate y entiende que no puedes hacer nada, ya está —gruño, estoy molesto, frustrado. Jimin se cruza de brazos mientras la mira—, su alma está en el limbo y no podemos hacerle regresar hasta que ella lo decida.
—No debí besarla.
—¿La besaste? ¡¿Pero te has vuelto loco?! —le miro mal, no estoy para sus regaños.
—Más respeto, pagano.
—Si ya hasta hablas como tú padre —resoplo, rodó los ojos arrodillándose al otro lado de ellos para tomar su mano, está pasándole energía a su cuerpo—. Como siempre haces lo que se te da la gana.
—No pude evitarlo, ella me llamaba.
—Por supuesto que lo hacía, le perteneces.
El tiempo pasa, las horas avanzan y nada ocurre. Ella sigue igual, su piel está fría a pesar de que le abrigo con mantas y demás. Acaricio su cabello mientras el rubio se pasea por el templo, no sé qué hace y tampoco me interesa. De vez en cuando se detiene para orar y luego vuelve a ponerse inquieto. No he soltado su mano porque estoy dándole mi energía constantemente. Las rosas siguen intactas y eso es buena señal.
Son símbolo de regeneración, resurrección e inmortalidad, de renacimiento. Son suyas, son su símbolo. No puedo dejar de verla, no puedo apartar mis ojos de ella. No hay ventanas aquí pero sé que está anocheciendo porque yo hago que eso pase. Estoy preocupado, su dolor es el mío y sé que sufre.
Está confundida, se siente perdida y asustada, y lamentablemente yo no puedo hacer nada más que esperar. Cuando se desmayó en mis brazos en la autopista supe que todo iba muy rápido y la subí de nuevo a la camioneta, conduje hasta aquí sin pensarlo porque aquí las energías son neutras. Este templo es muy viejo y antiguo, y carece tanto de energías fuertes que es perfecto para que su cuerpo no pierda estabilidad.
Lo que me preocupa es su mente, que no pueda soportarlo. Porque aunque ha pasado por esto muchas veces no siempre puede ser el mismo resultado, y no sería la primera vez que un dios recuerda y muere en el intento. Eva tuvo suerte para ser su primera vez, lo mío se complicó pero no tardé más de una madrugada en despertar.
Ella es más fuerte que yo, siempre lo ha sido, pero eso no significa que no esté en peligro. Porque si se queda en el limbo más de lo que debe no podrá salir de ahí.
Es increíble cómo su propio juego, su propio ciclo es peligroso hasta para ella.
—Jimin —lo llamo, está enciendo velas rojas en su nombre—, si algo le pasa tendré que buscarla.
—No puedes hacer eso, va contra las reglas —contesta desde su sitio, encendiendo vela por vela con sus dedos.
—No me importa, ella no puede morir.
—No morirá, es inmortal.
—Pero es como si lo hiciera —no dice nada—. Es importante, sin ella el ciclo desaparece.
—Corrección, sin los dos el ciclo desaparece —aprieto los dientes, me estoy desesperando—. Tienes que quedarte aquí, no estás autorizado para buscar almas. Podrás ser el hijo de dos supremos pero incluso el dios del tiempo tiene sus límites.
—El dios del tiempo debería ayudarla, él si puede sacarla de ahí.
—A ese hombre no le importa nada ¿De verdad crees que se tomará esas molestias?
—Estás siendo muy negativo hoy.
—Estoy diciendo las cosas como son, Yaveh.
—No me llames así, es extraño.
—Comienza a acostumbrarte.
Vuelvo a mirarla, acaricio su mejilla fría y dejo allí un beso con la intención de calentarla un poco. Sigo acariciando su cabello rubio, ha estado tan ocupada que ni siquiera le ha dado tiempo de retocar el tinte, puedo ver sus raíces negras. En mi opinión se ve hermosa con cualquier color, pero el negro es mi favorito porque es el color de cabello con el que nació por primera vez. Su piel está más blanca de lo usual, es suave y se calienta con mi tacto pero cuando me alejo vuelve a enfriarse. Su corazón late un poco débil así que la unión de nuestras manos la dejo sobre su pecho.
Una pequeña lágrima baja por su sien y la quito, me duele su dolor, cada una de sus sensaciones las puedo sentir y como me encantaría poder hacer algo para que así no fuera. Así que me acuesto a su lado y abrazo su cuerpo, apoyo mi mentón en su cabeza y suspiro cuando empieza a calentarse.
—Trata de calmarte —dice él llegando hasta aquí, ahora el templo está más iluminado—, ella puede sentir tu miedo... ¿Puedes ver lo que ella ve?
—No muy bien, pero sí.
Cierro los ojos tratando de no perder el vínculo, mi cuerpo no está acostumbrado a estas cosas y aunque conozco cada una de mis capacidades mi cuerpo no lo hace. Sí, hay imágenes borrosas, memorias, sus memorias. Reconozco los escenarios porque yo estuve en la mayoría.
Impaciente, así me siento.
—Estoy cansado de perderla, de que se repita una y otra vez el mismo ciclo —el sonríe con mucha nostalgia, al igual que yo él también puede ver sus memorias pero solo en las que aparecen él o Grecia.
—El fin se acerca, estarán bien.
Me voy a enojar muchísimo si no es así. Estoy harto de Adán y toda su mierda.
Ejem... Bueno, no tengo nada que añadir. Esto es muy loco
Chicos el imbécil de Wattpad no me quiso poner el banner, luego veré si puedo arreglar eso ;-;.
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