Capítulo 04

Capítulo 04: Jung EunBi




Cuando Grecia dijo que sería una noche movida le creímos porque rara vez se equivoca, cuando suelta cosas como esa es porque su sentido de deducción se lo avisa.

Pero no fue así, inesperadamente.

No hubo gritos, ni malas noticias, desapariciones o algún tipo de acto sospechoso. Todo continuó como normalmente haría, nadie murió, nadie desapareció. Nadie actuó extraño... Ni siquiera los escoltas más cercanos a los reyes. Hicimos caso de nuestro improvisado y simple plan, hice un seguimiento de los pasos de Grecia desde mi celular a través de ese especial dispositivo que aparentaba ser solo un lápiz labial cereza. No conforme con eso, me arriesgué y me conecté con mi equipo personal de espionaje —los cuales siempre están atentos a alguna señal mía por si necesito información del exterior— a través de correos electrónicos con códigos lunares que nadie que sea humano sabría leer. Me respondieron de inmediato con enlaces a los que me conecté para revisar las cámaras de seguridad dentro del palacio sur. Todo ocurría con normalidad, las grabaciones no habían sido intervenidas o distorsionadas a conveniencia, eran grabaciones en tiempo real, y bastante precisas.

La descendiente pura mayor, y estoy hablando de la reina porque en realidad su marido es un humano corriente, tomó su cena y se la pasó con su hijo Seokjin mientras firmaba algunos papeles. El doctor se fue veinte minutos después de su muy rápida revisión y el rey luego de agradecer se metió en su habitación. Los escoltas hacían su trabajo, vigilar. Aunque la actitud de los escoltas personales de los príncipes me ha dejado pensando pues según leí en sus contratos —Sí, tengo copias—, los cuidan las veinticuatro horas del día mas sin embargo tienen permitido dormir, obviamente para cumplir con la primera parte sus habitaciones se encuentran justo al lado del heredero al que tienen que cuidar. Lo que me pareció raro, es que ninguno de ellos entró a su habitación.

Se quedaron toda la noche custodiando las puertas correspondientes a las habitaciones de los hermanos Kim. Y estoy segura de que al tener los empleados una hora específica para ir a dormir, ni Grecia, ni Jimin ni Suni se han dado cuenta de este detalle.

Voy a tener que retomar esto de monitorear yo misma el palacio sur, porque mi equipo solo se encarga de revisar más no de sacar conclusiones o hacerse preguntas sobre cada cosa. Y los chicos cumplen con un horario más complicado y pesado que el mío.

El punto es, que a excepción del extraño hecho de que Ikaika Abengoa, Jeon Jungkook y Kim Taehyung no durmieron en toda la noche, no pasó nada raro. Bueno sí, el doctor Cheong estaba un poco tenso pero de averiguar me encargo yo. No recibí imágenes de Grecia, tampoco esa señal que usamos siempre para indicarnos que algo sucede.

Me desvelé anoche, pero no pasó nada en realidad. Y no sé si eso es realmente bueno o malo. Tanta tranquilidad asusta, me confunde.

Nos confunde a todos.

¿Por qué si todo estaba tan tranquilo como parecía, los escoltas estaban tan alertas? ¿Siempre es así o solo fue por esta noche? ¿Será que nunca duermen?

Hay algo aquí, algo pasa... Algo saben ellos que nosotros no y eso me carcomió durante todo lo que quedaba de noche. Lo bueno es que nosotros tenemos un horario de llegada a nuestra zona de trabajo pero no una para levantarnos. Por lo que a penas el sol salió, le di las gracias por iluminar un nuevo día y me levanté de mi cama. Borré y me deshice de todo rastro de correos o cualquier tipo de evidencia que pueda delatarme, obviamente me cuidé de no soltar algún comentario para mí misma que el micrófono en el espejo haya logrado captar.

Me coloqué una falda, camisa de vestir con mangas abullonadas, tacones y demás, como me gusta. Acomodé mi cabello alisándolo un poco y use ese maquillaje de tonos llamativos pero suaves que hacían ver bonita mi piel. Salí apresurada mientras terminaba de colocarme un pendiente en mi oreja, vi la hora en mi delgado reloj —Al cual le instale unas cosillas—, son las cinco de la mañana. Comienzo a trabajar a las ocho, tengo tiempo.

No hay problema alguno con que salga del palacio y vaya a la ciudad, por lo que bajo el montón de pisos por esas anchas escaleras hasta salir por una de las tantas puertas, no sin antes pasar por el estudio de costura por algo que me servirá. Obviamente recibí miradas por estar por allí tan temprano, mi paso es apresurado, entonces siento una presencia muy familiar cerca de mí. No tengo que verlo para saber de quién se trata, al igual que un perro guardo los olores en mi memoria y mi cerebro las reconoce tan rápido cuando las reencuentra que incluso a mí a veces me sorprende.

Finjo no darme cuenta de que el teniente Jeon está saliendo del palacio con ropa de civil y a paso apresurado. Me causa interés obviamente, se supone que no puede dejar su puesto de trabajo. Sé que tiene días libres, estos no son específicos pues solo se le dan si él los pide y si los jefes de seguridad, entre ellos la capitana Abengoa— se lo autorizan.

Si está tan inquieto y paranoico por la seguridad de Dasha ¿A dónde va sin ella? Creo saberlo, pero resulta rato también porque se supone que no va hasta allá con demasiada frecuencia.

Yo sigo mi camino por el largo camino que da hasta las grandes rejas que me sacarán por completo de las tierras del palacio para llevarme a la carretera que baja la pequeña colina en la que estamos, y próximamente, que me llevarán a la ciudad. Sin duda alguna para salir de aquí, es conveniente tener un medio transporte o al menos dinero para pagar tu boleto hasta la ciudad. Aun así, la parada de buses está un poco lejos, no me importa mucho eso, pero el sol mañanero y mi piel no se llevan bien.

Escucho la puerta de un auto cerrarse, aunque yo estoy adelantada en pasos él no tarda en acercarse poco a poco en su vehículo... Y ahí aprovecho mi oportunidad.

Me detengo, estiro mi mano en su dirección y sonrío alegremente. El auto negro de vidrios blindados se detiene después de haber pasado unos segundos andando. Bajo la mano y sonrío achicando los ojos, la ventana baja dejando ver a un intrigado y precioso hombre al volante que alza una ceja a penas me mira.

—Buenos días, teniente —saludo cortésmente y sin poder evitarlo en mí mente suena la voz de Grecia diciéndome: no hables así, pareces necesitada— ¿Ha dormido bien? Se ve tan fresco como una lechuga.

¿Cómo una lechuga? ¿En serio Venus? Por Terra qué estoy diciendo. Suelto una risa aguda para disimular que acabo de llamarle lechuga al dios de la belleza humana. Sé que esto causa un efecto en él, digamos que mis habilidades tienen efectos secundarios. No en todo el mundo, pero los tienen y afectan de forma diferente.

El que más efecto causa, es mi voz pero eso solo ocurre cuando estoy emocionada por algo. Ese es mi tono natural, no puedo evitarlo. Soy sensualmente tierna de nacimiento y mi tono de voz es agudo, soy soprano.

Lo que no a todo el mundo le gusta en un humano, pero viniendo de un guardián les resulta encantador.

—¿Pasa algo? —Uhg, ni siquiera me devolvió el saludo. Me mordí el labio, su voz es menos suave y más ronca por las mañanas.

—Bueno, en realidad sí. Es que me di cuenta de que hay una tela en especial que no tengo en el estudio y necesito conseguirla rápido... —alzó ambas cejas viendo venir mi petición.

—Estoy ocupado, toma el autobús. —vi como movió la palanca preparándose para arrancar.

—¡Espera! —hice un puchero, en serio es difícil entenderse con él.

Oí como suspiró y con su cara de estrés y amargura pura me miró. No quería hacer esto, pero inconscientemente bajé la mirada debido a lo fuerte que es. Aun no entiendo por qué pasa esto... Me intimida.

Se supone que ningún humano puede hacerme sentir así, son mental y físicamente más débiles que yo. Pero con él es distinto, se siente raro, anormal la forma en la que me siento cuando me mira o cuando el peso de su aura cae sobre mí ante la cercanía, que no es mucha, pero afecta.

—Jungkook —me miró incrédulo cuando no usé el honorífico, pero es que ya me da pereza hacer eso, además, me siento sumisa. Mucho más de lo que ya me siento debido a lo que ya mencioné—, estoy haciendo ropa para Dasha y el vestido en cuestión lo necesita para el evento que tiene el lunes. Necesito esa tela porque es la única que hace que el vestido no sea tan pesado. —lo miré a los ojos, esos bonitos irises achocolatados, tentando a mis nervios a reaccionar como deben sin que se disparen.

Lo veo pensar, miró hacia el frente mientras sobaba su barbilla con uno de sus largos y pálidos dedos. Aproveché para observar su perfil, tiene la nariz grande pero en él luce de maravilla. Labios pequeños, abultados y rosados. La mandíbula bien definida, una obra de arte ante los ojos de algún cirujano. Y tiene el cabello un poco largo peinado hacia atrás con algo de gel.

Lindo, pero desde aquí veo la textura del corrector de ojeras que seguro usó después de no haber dormido nada.

—¡Por favor! No queremos que el delgado cuerpo de la princesa colapse por el sobrepeso de un vestido. —pedí, volvió a suspirar pero esta vez en derrota. Grecia tiene razón, para él es lo más importante el bienestar de Dasha, antes que su cansancio, antes que el pequeño tiempo libre que logró conseguir para ir a la ciudad.

Por lo menos compartimos eso en común.

—Sube.

Sin hacerle esperar abrí la puerta de copiloto y me subí a su auto, recibiendo el calor del interior que me abriga después de estar ahí parada con la brisa mañanera moviendo mi falda y mi rubio cabello. Chillé de la emoción sin disimulo alguno y él me dedicó una mirada con el ceño fruncido que me preguntaba silenciosamente por qué rayos chille así de la nada. Le sonreí mostrando los dientes, negó con la cabeza aun con el entrecejo tenso para finalmente arrancar. Acomodé mi cabello, la brisa me ha despeinado un poco, y mientras finjo hacerlo veo y siento de todo.

El auto le pertenece, si fuera del palacio tendría el escudo real tatuado en la parte trasera del coche. Además, casi no usan autos pequeños aquí, la mayoría son camionetas bastantes costosas. No sé sobre autos porque para eso siempre está Jimin, por lo que ni idea de la marca o el modelo, pero no se ve ni costoso ni barato, es solo un auto negro típico de ciudadano coreano con un buen sueldo. Técnicamente Jungkook no es de Seúl, he revisado sus datos y sus raíces indican lo contrario.

Hm, este reino es como la suma de todos los demás. Las personas nacidas aquí al igual que yo, llevamos nacionalidades diferentes proporcionadas por nuestros padres. Es raro ver a un ciudadano de Corea que lleve una sola nacionalidad. Lo pruebo yo, que mi padre es ruso y mi madre es coreana. Y según leí en los papeles de Jungkook, su madre es danesa y su padre es coreano, de Busan al igual que él.

Nada extraño, nada fuera de lugar. No cámaras ni micrófonos, tampoco actitudes sospechosas o algún objeto que yo pueda identificar como algo de valor personal. Se mantiene en silencio dedicado únicamente a conducir y, debo admitir, se ve demasiado bien así y más aún cuando no lleva exactamente un traje. El panorama de la ciudad que desde aquí se ve más pequeña nos recibe mientras bajamos por la colina en la arreglada carretera, el clima aquí siempre es más frío, el palacio se encuentra en lo alto.

El ambiente es bonito por aquí, pero yo me detengo a mirar a Jeon sin disimular, quizás se vaya a incomodar pero en parte esa es la idea. Los pantalones de mezclilla se apegan a sus marcados y trabajados muslos, la camisa blanca enrollada en los ante brazos le dan un aspecto más informal y rudo, pero su peinado y zapatos de vestir negros le dan el toque de elegancia que creo que siempre porta. A pesar de todo, sigue llevando consigo el radio y su audífono escolta. También el arma en la guantera, la siento. Y obviamente, ese anillo en su dedo.

Conozco a todos aquí, lo sé todo de todos. Sé que Jeon no sale solo a la ciudad si no es para visitar a alguien, y ese alguien es su hermana quien se encuentra internada en el área de rehabilitación del hospital de Corea.

Justo a donde voy, espero que al menos no me vea por allá.

Me mira de reojo, yo desvío la mirada después de saber que me ha cachado. Muy bien, ahora sabe que llama mi atención.

—¿Vas al centro? —indaga después, supongo que para saber si nuestros caminos coinciden o deberá dejarme en la estación de autobuses al pie de la colina.

—¿Tú no? —Me mira mal—. Lo siento, la formalidad me va muy mal con los de mi edad y además, no estamos en horario laboral.

Frunce el ceño, seguramente preguntándose cómo se su edad.

—No sabes mi edad.

—No tengo que saberla —Aunque la sé—, te ves joven. En fin, ¿Me dejarás en la estación?

Y claro que se extraña por mi arranque de confianza, pero no es muy hablador por lo que reprime sus ganas de decir algo al respecto.

—¿A qué parte vas? — ¿A qué parte voy? Hm, no es una tela muy cara pero si de calidad.

Ah sí.

—Myeondeong —asiente, no dice nada más. No respondió mi pregunta, pero igual no importa.

La razón por la que me levanté tan temprano no es precisamente para comprar una tela que si tengo, y abunda. Además, no me corresponde a mí comprar material pero eso es algo que él no sabe. Necesito indagar, y la única forma de empezar es visitando al doctorcito que fue al palacio ayer por la noche para ver qué puedo encontrar y de paso, para dejarle un regalito que nos ayudará bastante.

—¿Puedo hacer una pregunta? —Gruñó, creo que no le gusta que le hablen pero no sabe lo poco que a mí me importa— Si tú estás aquí ¿Quién cuida a Dasha?

—¿Por qué eso te interesa? —me encogí de hombros.

—Soy curiosa.

—La curiosidad mató al gato, Choi. —murmura y yo sonrío ladina, recuerda como me llamo.

—Menos mal que soy una leona ¡Grrr! —bufa, y también sonríe de lado pero con un toque de burla que me hace sentir ganas de golpearlo. Es prepotente también, quizá un poco egocéntrico.

Atractivo.

—¿Cuántos años tienes? —vuelve a gruñir ante mi pregunta, arrepintiéndose seguramente de dejarme subir a su auto. Río porque es gracioso, y ahí es cuando se da cuenta de que lo hago a propósito por lo que me ignora— Oye no seas blandito, solo te hice una pregunta.

—Choi ¿Quieres por favor mantenerte en silencio? No somos amigos, cállate.

—Grosero ¿Me vas a sacar del auto si no lo hago?

—Sí.

—Yo tengo veintitrés, call me Noona.

—No me interesa tu edad ni los honoríficos —contesta tosco.

—¿Hace mucho que escoltas a Dasha? Aunque eres joven, no debes tener mucho aquí ¿Verdad? Ahg, es horrible ser nuevo. No entiendes nada y te confundes con facilidad... O quizás soy yo la tonta y tú te adaptaste rápido. Lo mismo pasó cuando fui a la universidad, me perdí varias veces y por alguna razón extraña no muchos querían ser mis amigos...

—¿Por qué será? —musitó bajo, pero es imposible que no lo escuche. Río de nuevo tontamente, encogiéndome de hombros.

—Me caes muy bien, hombre —vuelve a arrugar su ceño, confundido por mi suposición y cambio de tema. Mas un segundo después vuelve su vista al camino.

—Ni siquiera me conoces.

—No, pero hace un minuto que pasaste la estación de bus y no me has bajado en ningún lugar a pesar de que seguro te duelen los oídos por mi irritante voz —suspiro dramáticamente, él parece tragarse mi cuento porque aprieta los labios cuando bajo la mirada y juego con mis dedos, parezco tímida y algo triste. Luego sonrío sin verlo, observando la carretera lisa que nos lleva a la ciudad—. Lo siento, sé que hablo demasiado. Voy a echarle la culpa a los nervios.

Creí que se quedaría callado, pero preguntó. A mi parecer, también es curioso pero eso es algo que también reprime.

—¿Nervios?

—Eres lindo, y las personas solemos ponernos nerviosas con gente atractiva ¿No sabias eso?

Entonces rodó los ojos con fastidio, y a partir de ahí no volvió a hablar.

Que agradable sujeto.




Durante todo el trayecto a la ciudad, Jungkook siguió sin hablar demasiado más que cuando alguien le comunicaba algo por el radio que llevaba el audio hasta su audífono, de todas formas logre escuchar todo lo que Ikaika, la capitana escolta, le decía. Al parecer era ella quien estaba a cargo de Dasha ya que Seokjin y ella se encontraban cabalgando por el lugar. Los radios no parecen activarse según el código de cada uno porque logre escuchar comunicados que no iban para él. Escuché como Min se quejó de un soldado que se quedó dormido durante su guardia así como también oí a Kim decir que prepararan un caballo más para el príncipe Namjoon.

Yo me limité a observar la movilizada ciudad, así como también a él de vez en cuando. Hicimos una parada en la que luego subió con su desayuno en una bolsa y un café pequeño en su otra mano. Por cortesía me preguntó si había desayunado, le dije que no pero el idiota solo se encogió de hombros y solo me preguntó si estaba bien si me dejaba en esa cafetería.

Y así fue, asentí, me bajé allí y se fue. Al menos me dejó cerca de mi destino.

Él de verdad, de verdad no tiene ni una pizca de amabilidad. O si la tiene, pero no parece agradarle que otros sepan eso. Supongo que para que nadie lo moleste de la forma en la que yo lo hice al pedirle que me trajera. Seguramente cree que soy una confianzuda abusadora, pues me conoce desde ayer.

En eso recibo una llamada telefónica de parte de Park.

—Hola, bebé.

—Buenos días linda, estoy en la puerta de tu habitación ¿Estás en el palacio?

—No, voy a comprar una tela —no quiero decir lo que realmente voy a hacer porque es inseguro ya que es muy probable que nuestros teléfonos sean intervenidos constantemente. Si vigilan lo que digo y quien va a mi habitación a través de un micrófono, son capaces de todo. Me pregunto si esto aplica para los escoltas y Jungkook también carece de privacidad—. Estoy en la ciudad, ¿Pasa algo?

Y con eso Jimin entiende que estoy haciendo algo mucho más importante que comprar telas, porque si algo acordamos es no salir del palacio a menos que sea para hacer algún trabajo particular o algo similar. Hace un sonido nasal como asentimiento.

—Dejaste tu labial tirado así que vine a traértelo, supongo que te lo daré después —iba a tomar el autobús, pero al ver lo terrible que esta el tráfico decido ir a pie—. Por cierto, le di tu número a Grecia y a Suni, creo que les caíste bien.

En caso de que alguien este escuchando, ahí está una buena excusa en caso de que alguna me llame por teléfono. Se supone que apenas nos conocemos, y tenemos que mantenernos así. Lo del labial me inquieta un poco, quizás tengan algo.

—No tardaré, estaré allá a las siete... Nos vemos.

—Cuídate, Venus.

Y claro, ese 'cuídate' iba muy en serio. Todo lo que hacemos tiene riesgos, y sé que le preocupa que esté sola. Cuando llegue le contaré, mientras tanto debo preocuparme en administrar bien el tiempo que tengo.

Guardo mi teléfono y sigo caminando hasta doblar en otra avenida. Y, para mi sorpresa, el auto del escolta misterioso está estacionado en un callejón por aquí cerca. Finjo leer un cartel que se encuentra cerca de esa dirección para que no se dé cuenta de que noté su mirada en mí. Está a larga distancia, un humano no podría distinguir quien se encuentra dentro.

Pero yo sí, y reprimo una sonrisa al ver que Jeon Jungkook realmente no confía en nadie. Y yo no confío en él.

Está siguiéndome, comprobando que lo que dije que haría es verdad o mentira.

Así que camino un poco en la misma calle, a pesar de ser temprano hay bastantes personas por aquí. Logro conseguir una tienda de telas de segunda mano y para mi es suficiente. Las puertas automáticas de cristal se abren ante mi presencia, entro, recibo miradas llenas de envidia y desagrado, veo unas cuantas cosas y me emociono por un bonito hilo dorado que adoro usar para firmar la ropa que hago.

Si, cada conjunto que hago con mis propias manos lleva un símbolo especial tejido con hilo dorado en el interior de este. Aun no sé bien la razón, solo sé que me gusta mucho manipular ese tipo de hilo. Es... Una costumbre casi mágica.

En fin, cuando noto que ya ha pasado al menos diez minutos salgo de allí metiendo el hilo que no pude evitar comprar en mi bolso y allí veo el metro de tela doblada y empaquetada que saqué del estudio y esta tan nueva como si la acabara de comprar. Por lo que ahora todo está bien, tengo evidencia y testigos de que si fui a comprar la fulana tela. Aunque luego tendré que distorsionar un poco la imagen de las cámaras de seguridad de la tienda y también falsificar la factura de compra o de lo contrario solo tendré pruebas del hilo dorado.

Easy.

Salgo, agito mi cabello y hago de la calle mi pasarela como siempre. Soy una mujer naturalmente estilizada, por lo que fingir que soy una diva no es demasiado complicado. Mis tacones resuenan por la calle y debido a que le estoy dando la espalda al lugar en donde se encontraba Jeon, decido cruzar la calle por lo que por consecuencia debo mirar hacia ambos lados.

Extraño, cuando aprovecho tal movimiento para echar un ojo... El lugar ya se encuentra vacío.

Él se ha ido.

Tomo un taxi, es más cómodo. Unos veinte minutos me tardé en llegar al hospital pero lo hice. Le pedí que entrara por el estacionamiento y sin rechistar el joven hombre que conducía acató mi petición. Me bajé y después de pagar le echo una larga ojeada a todo el espacio, hay bastantes autos aquí, así que camino un poco entre ellos agudizando mi vista. Un dato de esto es que debo tener cuidado al hacerlo, mis ojos son capaces de hacer un efecto de zoom, como las cámaras profesionales, que me permiten ver los mínimos detalles de algo a larga distancia, pero como consecuencia mis pupilas suelen contraerse y al ojo humano eso es bastante extraño.

Estoy segura de que si alguien me ve contrayendo y ampliando mis pupilas como un gato, se asustaría bastante.

Pero está un poco oscuro y soy la única aquí, así que lo hago rápidamente encontrando el auto del escolta estacionado en el medio de una de las tantas filas. Aún está aquí.

—Ok, here I go.

Desabotono mi camisa un poco, dos botones para ser precisa. Subo un poquito mi falda y acomodo mi cabello hacia un lado. Ahora sí, estoy lista por lo que camino adentrándome en el hospital para después subir unos cuantos escalones y por fin entrar por el área de emergencias. Desvío mi camino por un pasillo sabiendo por donde voy, camino unos cuantos pasos más para después tomar el elevador. Una mujer se encuentra allí, es una doctora y apenas me ve entrar me reconoce.

—¿Eunbi? —Sonrío y asiento, ella chilla de la emoción y me abraza— ¡Por dios mírate! Yah, hace mucho que no te veía —ríe un poco con aparente nostalgia—. Debo admitir que te extrañé.

—Ow, y yo a ti pequeña Layla —le mire de arriba abajo, luego saqué la punta de la lengua—, aunque ya no eres tan pequeña ¿Hace cuánto te graduaste?

—Dos años.

—Felicidades.

—Gracias ¿Y tú? ¿Cómo has estado?

—Pues, fui a la universidad, me gradué y ahora trabajo diseñando ropa —sus ojos se abren sorprendidos para después verme con orgullo. Ah, Layla es un amor de chica.

Nos conocemos de la adolescencia, cuando yo después de acabar mi entrenamiento vas atardecer me iba con mi madre a su trabajo. Ella es menor que yo por mucho tiempo, pero al ojo humano son solo dos años solares de diferencia. Es la hija prodigio de la difunta colega de mi madre en aquel centro de rescate animal, y digo prodigio porque a los quince años ya estaba en preparatoria debido a su intelecto académico. Nuestros caminos se separaron cuando yo me dediqué de lleno a ser agente y entrené fuera del país. Mamá me contó que no volvió a verla después de la muerte de su madre, lo último que supe es que estaba estudiando medicina aquí.

Bueno, me alegra que lo haya logrado pero ahora tengo algo importante que hacer.

—Oh, estudiaste en el extranjero ¿Verdad? —Asentí— Me alegro mucho por ti, mi querida Eunbi.

Y claro, ella me conoce bajo el nombre de Jung Eunbi. Mi nombre humano real el cual perdí en el momento en el que Moonchild se encargó de borrarme del mapa. Se supone que Eunbi murió hace muchos años en un accidente aéreo y sus restos jamás fueron encontrados, por lo que esa niña pelinegra gordita y tierna ya no existe. Aunque ella no parece estar enterada, da igual, Layla no es un peligro.

Ahora soy Choi Venus, y cuando esta misión termine, quizás deba borrarla del mapa y convertirme en alguien más.

O quizás volveré a la base para trabajar desde las sombras como solo la agente 1008E.

El elevador se detuvo en mi piso, y luego sonreí a modo de despedida.

—Me encantaría ponerme al tanto contigo y hablar, pero tengo un horario apretado y debo apresurarme antes de que se me vaya el tiempo.

—Oh claro, yo igual estoy un poco ocupada... Acabo de recibir mi guardia —ríe tontamente, es muy tierna—. Pero no te olvides de mí otra vez eh.

—Jamás lo haría, pequeña Layla.

Me despedí de ella y a paso apresurado caminé hasta encontrarme con la puerta del consultorio que estaba buscando. En su pequeña sala de espera, en unos banquitos estaban algunos pacientes, conté rápidamente unos quince.

—Disculpen, ¿El doctor Cheong tiene algún paciente dentro?

—Acaba de llegar, no ha llamado a nadie aun. —respondió una señora, le sonreí como agradecimiento pero esta solo se fijó en el escote que yo misma cree. Casi ruedo los ojos por ello.

—Gracias.

Me di la vuelta y frente a la puerta bajo la mirada extrañada de los pacientes, tomé el pomo y entré. Sentado en su silla detrás de su escritorio se encontraba Cheong Jaesang, el cirujano más joven del hospital central de Seúl y el más famoso por sus habilidades.

Mi ex novio secreto de la adolescencia también.

Enarcó una ceja con desagrado al verme pasar, pero tras unos segundos en los que sonreí con los labios apretados y acomodé un mechón de cabello detrás de mí oreja pareció reconocerme y lo confirmé cuando consternado se levantó y sonrió con incredulidad.

—¿Eunbi?

—¿Eh? —fingí demencia, desconcierto.

—¿Jung Eunbi? —Rió acercándose a mí, y rodeando su escritorio me estrechó entre sus brazos— No puede ser... Creí... Creí que estabas muerta.

—Lo siento, creo que se ha equivocado de persona.

—¿Eh? —casi me río al ver su cara. Me separo luciendo incómoda, y él me mira sin entender cuando extiendo mi mano para saludarlo.

—Choi Venus, es un placer doctor Cheong.

Time to play!





Me gusta mucho Venus aaaaaa.

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