𓏲 Cap 4: Padre

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La mirada de Chaeyoung fue perpleja cuando notó a sus padres esperando en la puerta de la casa, ambos en pijama con cara de enfado; sus manos habían comenzado a temblar cuando Momo aparcó el coche y su mente se quedó completamente en blanco. Nunca había desobedecido, pero sabía cómo sus padres reaccionarían al saber acerca de su escapada nocturna, y no sería de buena manera, de eso estaba completamente segura.

— ¿Sucede algo? — la voz de Momo sonaba lejana mientras Chaeyoung se perdía en sí misma tratando de pensar en alguna excusa. Nada. No había nada que pudiese decirles.

— Mis padres, si saben que me he escapado me quitarán la única libertad que tengo.

Momo frunció el ceño antes de mirar hacia las personas situadas en la entrada de la casa.

— ¿Cuántos años tienes chica?

— Diecisiete — susurró tratando de hablar con claridad.

— ¿Y tus padres no están acostumbrados a que salgas de casa un viernes por la noche?

Chaeyoung negó al instante.

— La noche es pecado. Debemos vivir de día donde los demonios no pueden atacar nuestra mente. Ellos no me permiten salir de noche.

Una vez más Momo frunció el ceño notando como la mujer y el hombre visualizaban a esa chica asustada que se encontraba sentada a su lado. Ambos corrieron hacia el coche, antes de que pudiera hacer o decir algo, Chaeyoung ya estaba siendo arrastrada por el jardín hacia la casa. Después de eso, Momo no pudo ver mucho, cuando la puerta se cerró causando estruendo en la noche. Sin embargo, estaba segura de que esa chica había comenzado a gritar dolorosamente en el instante en el que decidió arrancar el coche.

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— ¿Secta? — Mina miró a Momo como si esta estuviera loca mientras cerraba las puertas del local. Había sido una noche larga.

— Te lo digo Mina, esa pobre chica estaba hablando de demonios en la noche que atacan la mente de las personas. Quise preguntarle el motivo, pero literalmente la arrastraron por todo el jardín hacia el interior de la casa. Cuando cerraron la puerta pude escuchar sus gritos, te juro que daban miedo. Las ventanas de la casa tenían barrotes e incluso tenían un crucifijo en la puerta — Momo tembló sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.

— Estás exagerando. Siempre haces lo mismo.

Momo volvió a negar y se acercó a su amiga.

— Te lo dije. La chica se escapó porque está confusa con respecto a su sexualidad. No puede quedarse ahí, la han tratado así por salir de casa de noche. Imagina lo que podrían hacerle si se enteran de que es lesbiana.

Mina suspiró, por mucho que odiara admitirlo estaba preocupada. Momo parecía estar siendo sincera y las sectas religiosas estaban aumentando tan rápido como la espuma últimamente en Corea. Ya no era extraño ver a fanáticos religiosos captando a gente por la calle.

— Sea como sea no es nuestro problema Momo, tendrá que solucionarlo por sí misma para salir de ahí. Has dicho que es menor... Ni siquiera podría acogerla, acabaría teniendo problemas con la policía si lo hago.

— Vayamos a buscarla — Nayeon habló interrumpiendo la conversación de ambas — Podemos mirar en qué condiciones está y si realmente sus padres le han hecho daño. Si se trata realmente de una secta podemos llamar a la policía y en el caso de que no lo sea tendremos que dialogar. Por muy raro que mes parezca todavía existen personas obsesionadas con la religión que no forman parte de ningún tipo de secta. Que tengan un crucifijo en la puerta solo indica su creencia, pero en ningún momento significa que formen parte de alguno de estos grupos Momo.

— ¿Qué me dices de lo que le enseñan o de cómo la arrastraron? — Momo había visto la rabia en la mirada de los padres de Chaeyoung y debido a eso se encontraba tan preocupada. Estaba segura de que esa pobre chica no podía estar bien en una casa como esa — En serio Nayeon. ¿Qué clase de padres arrastran a su hija por el jardín delantero de la casa?

Nayeon dejó escapar un suspiro y acarició la espalda de su pareja, quien había empezado a enterrarse profundamente en la idea de que los padres de aquella chica estaban en una secta.

— Por desgracia muchos, los padres no pasan un examen antes de serlo. Hay progenitores maltratando a sus hijos en todos lados pero eso no es algo que nosotras debamos solucionar. Podemos denunciar en caso de que haya alguna evidencia, sin embargo no es nuestro trabajo rescatarla.

— Exactamente — Mina apoyó las palabras de Nayeon mientras caminaba hacia la barra del bar con una balleta en la mano — Sobretodo si es menor de edad. Momo sabes que yo más que nadie ayudo a las personas del colectivo que son dejadas en la calle por sus padres, pero una vez tienen poder de decisión propia. No puedo tomar a una chica, acogerla en mi casa y esperar que sus padres no vengan a buscarla o me denuncien si no la devuelvo. Ella debe decidir por sí misma cuando llegue el momento.

A pesar de lo que había dicho en voz alta, Mina sentía preocupación por esa muchacha; siempre procuraba ayudar a todos aquellos que recibiesen rechazo por parte de sus familias al salir del closet, pero hasta el momento no se había cruzado con una chica como Chaeyoung. Ni por un solo segundo pensó que podría llegar a buscarla tras aquel beso, tampoco pensó en su situación tras pedirle que se fuera de su local esa misma noche y mucho menos que el grupo de religiosos con el que estaba aquel día pudiese llegar a ser una secta abusiva mentalmente estricta. Sabía que la sospecha de su amiga podía ser cierta, sin embargo, también sabía que su amiga podría llegar a exagerar por completo como ya era frecuente.

Esa noche Mina se prometió a sí misma que si en algún momento veía de nuevo a esa chica tendría que preguntarle acerca de su vida y animarla a enfrentarse a todos aquellos que intentasen enjaularla.

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Chaeyoung sollozó y se sentó en el suelo del baño mientras limpiaba sus heridas, su padre nunca solía pegarle, pero cuando se enfadaba, los golpes eran realmente duros. Jamás antes lo había visto tan fuera de sí como esa noche.

— ¡Sal de maldito baño niña! — sus gritos hicieron a Chaeyoung temblequear de nuevo.

Todavía entre tembleques, Chaeyoung se levantó y trató de limpiar sus lágrimas, tenía miedo pero sabía que no podría quedarse en el baño durante toda la noche. Sus padres jamás la habían dañado salvo en un par de ocasiones, y sabía de sobra que esas ocasiones no fueron demasiado graves. No hasta el momento al menos.

Por supuesto su madre le dio un par de bofetadas en su infancia y su padre la golpeó una vez en el pasado durante su etapa rebelde. Aún así, Chaeyoung no creía que sus padres fuesen malvados. Ellos simplemente no estaban acostumbrados a la desobediencia, carecían de paciencia y capacidad para escuchar opiniones diferentes de las suyas.

— Lo siento — dijo a través de la puerta. Su mano estaba en el pestillo, sin embargo, en ningún momento abrió — Los quiero, pero me siento en una cárcel cuando estoy en casa. Necesito algo de libertad.

— ¿Y salir a ese mundo lleno de pecadores? Chaeyoung, sal de baño. Hablemos. Está bien si quieres conocer algunas cosas, pero en lugar de escaparte, debes avisarnos — la voz de su madre era más conciliadora pero Chaeyoung no cedería. Estaba cansada de escuchar que Seúl estaba corrompida por personas que preferían disfrutar en lugar de agradecer a Dios por su lugar en el mundo. Ella también quería disfrutar, no entendía porque debía agradecer una vida como la suya.

— No lo entenderían, no quiero salir con ustedes. Quiero tener mis propios amigos, una televisión, Internet... Lo que todas las chicas de mi edad tienen.

Un bufido detrás de la puerta le hizo entender que su padre estaba enfadándose de nuevo.

— Mi hija no será una de esas chicas vagas que se pasan la vida sentadas en un bar conociendo chicos — replicó con fuerza su padre.

— Pero tampoco puedo ser una chica que jamás desobedezca. Simplemente estoy cansada de vivir en completo silencio, solo hablamos cuando tenemos que ir a la iglesia. Ni siquiera tengo amigos.

Sus padres no dijeron nada.

— Lo siento pero no puedo vivir la vida que ustedes quieren para mí.

Intentando hacer el menor ruido posible, Chaeyoung abrió la ventana del baño, la única sin barrotes en toda la casa, y salió. Era la segunda vez que se escapaba en una sola noche.

— Momo, ella me dio su teléfono — susurró antes de empezar a correr.

Esa noche Chaeyoung se prometió a sí misma que jamás volvería a caer en las redes de una vida que sus padres habían comenzado a planear sin tan siquiera tener en cuenta su opinión. Así que con el dinero justo y la ropa todavía hecha un desastre, decidió llamar a Momo desde una de las pocas cabinas telefónicas que parecían quedar en la ciudad.

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