Capítulo único

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Luego de un día agotado en el trabajo solo deseaba llegar a mi habitación, tomar un baño, poner música y sentarme junto a la ventana a mirar durante horas la Luna y preguntarle una y otra vez si no se sentía tan sola y miserable como yo. 

Teniendo que soportar a un padre como el mío que me despreciaba y mi madre seguía tras él aún así. Mi novio ni siquiera se acordaba de escribirme, solo cuando estaba necesitado de atenciones y ni hablar de mis supuestos amigos, la mayoría  cumplieron  su objetivo en mi vida y se marcharon  al absorber lo mejor de mí.

«¿Por qué mi vida tiene que ser tan complicada? ¿Acaso algún día conoceré lo que es la felicidad? ¿Siquiera eso existe?»

Hoy decidí hacer mi deseo realidad. Me quedé observando el firmamento a través de mi ventana, con música en mis audífonos. La canción que sonaba me traía recuerdos bonitos de mi infancia, esos donde yo no tenía conciencia de la gravedad de las cosas que sucedían a mi alrededor y jugaba sin preocupaciones con mamá.

No importa cuantas veces mi madre me haya dicho que es dañino exponerse a la luz blanca de semejante astro porque puedo enfermar. ¿Cómo podría enfermar estar bajo el reflejo de algo tan magnético y mágico como lo es la luz de Luna?

—¿Cómo puedes brillar con tanto fulgor aún estando tan sola? Tu luz es tan bonita, me siento tan poca cosa en este mundo.—

—No conoces la parte oscura, solo vez lo que muestro. Mis océanos son negros.— me saqué los audífonos al instante pensando que mi madre había entrado a la habitación, pero no. No había nadie ahí.

«Debo estar imaginando cosas»

—No. No las estás imaginando.—pegué un brinco y me levanté con suma celeridad del suelo al ver la silueta de un chico resplandeciente sentado sobre mi cama. Sus ropas eran de un blanco impoluto y su cabello parecía haber sido hecho con aleaciones de metal.

Me quedé sin palabras bien encogida en un rincón de la habitación pensando que él me haría daño. Ni siquiera pude gritar, enmudecí ante el temor.

—Oye Munbyeol no te asustes, no te haré nada. Puedes relajarte.—dijo con voz ecuánime.

—¿Q-quién eres?—tartamudeé una vez hubo pasado un poco el shock.

—Alguien que vela tus sueños cada noche.—

—Eso me da más miedo aún.—me abracé más fuerte a mis piernas.

Él sonrió ampliamente mostrando sus dientes perfectamente cuidados y extendió su mano hacia mí. En fracciones de segundos estaba levitando, siendo llevada en su dirección. Esto era de locos, muy irreal. ¿Acaso me había quedado dormida y todo esto era un sueño? Movía mis pies con rapidez intentando hacer contacto con el suelo, pero solo me encontraba peleando contra lo imposible.

—Ven conmigo cariño, solo quiero ayudarte a despejar tus demonios. Verás el mundo desde mi perspectiva y después podrás responder todas tus preguntas por ti sola.—

—Al menos dime quién eres y por qué viniste.—

—Lo sabrás al final.—dijo y con un solo chasquido de sus dedos estábamos en una especie de dimensión.

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La penumbra reinaba en el lugar, la frialdad de la noche hacía a mis huesos estremecerse y sentía mucho miedo al estar desprotegida y no tener la certeza de qué sucedería después. Ni siquiera había luna allí que pudiera guiar nuestro camino.

Comenzamos a caminar por aquellas calles vacías donde la única luz era la que emanaba de su cuerpo.

Una fuerte brisa sopló levantando el polvo a nuestro alrededor, algunos cuervos aletearon mientras  hacían su graznido infernal, llevé mis manos hacia mi rostro por instinto. Quería volver a casa.

—No tengas miedo. Yo estoy aquí para protegerte.—

—Ni siquiera sé quién eres. ¿Cómo me pides que confíe?—

—Solo te puedo asegurar que estás a salvo. Ahora deja de pensar y abre tus ojos para que observes bien.—pidió quitando con delicadeza las manos de mi cara.

Un pequeño destello de luz, semejante a una diminuta luciérnaga comenzó a flotar frente a mí. Era como si me pidiera sin palabras que le siguiera.

—Ve.—asintió el chico de cabellos color platino. Por alguna razón le tuve confianza para hacer lo que me indicaba.

Aquel destello neón  me guió hacia una choza antigua cuya fachada tenía la pintura de las paredes desgastada y cuarteada. La puerta apenas y se podía cerrar. Me quedé estática por segundos observando la casa frebte a mí hasta que dejé de dudar y decidí entrar. Al hacerlo hallé una escena que oprimió mi corazón.

Una mujer escuálida, con bolsas bajo sus ojos y labios agrietados estaba sentada frente a un huso elaborando un muy fino vestido de seda.

—¿Señorita?—

—Es inútil que le hables, no te puede ver.—

—Pero...—

—Mira hacia allá.—hizo un movimiento de cabeza para indicarme.

En un rincón de la diminuta habitación había una pequeña cuna donde yacía un bebé muy descuidado, el niño estaba tan débil que ni fuerzas para llorar tenía. Tan taciturno que parecía muerto, pero aún respiraba.

Inútilmente hice el amago de cargarlo pero mis manos traspasaron su cuerpo.

—¿Por qué me muestras esto?—

Sentí un apretón en el pecho, un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a fluir en respuesta a aquellas sensaciones, pero el chico solo miraba todo con rostro inexpresivo tal cual si nada le afectara.

—¿Has visto las bonitas tiendas de artesanía de la ciudad? Esas donde las mujeres de dinero van a hacer sus compras por ocio.—

—Sí.—

—Ella trabajaba para esa tienda pero su salario no era suficiente para mantener a ella y a su hijo. Su esposo murió en la guerra y le dejó varias deudas que pagar. Ella trabajaba casi hasta desfallecer para al menos poder sobrevivir ella y su hijo.—

—¿No puedes hacer nada por ellos?—

—Por desgracia no. Somos el resultado de nuestras elecciones. Ella eligió ese hombre sabiendo que no era nada bueno.—

—Ella seguro lo amaba. El amor nos ciega.—

—Es por eso que debemos dejar que el cerebro hable más alto.—

Miré a la mujer y algunas lágrimas se comenzaban a derramar por sus ojos.

—Ella y el niño pueden morir si siguen así.—le levanté la voz algo frustrada por su inmensa paciencia.

—No te consternes. Este es solo el pasado de ella.—

—¿Qué?—lo miré desconcertada.

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De un momento a otro me encontraba en una mansión de esas de las películas de Hollywood. Un amplio jardín se habría paso frente a mis ojos para finalmente observar una mansión con un arquitectura imponente. Tenía un toque especial, algo de barroco y modernismo. Simplemente hermosa. Cualquiera envidiaría esta vida.

—Ella no se dió por vencida ni una sola vez, lloró pero también supo buscar alternativas y decidió enterrar su pasado, dejó de ser negativa y comenzó a ver varias puertas abrirse. Pero esas puertas no se abrieron solas. Ella las abrió sin darse cuenta que la respuesta había estado en cambiar su mentalidad.—

—¿Me estás diciendo que por cambiar su mentalidad se volvió millonaria?—

—Sí y no.—contestó llevando sus manos para sostenerlas tras su espalda ancha.

—¿Puedes dar respuestas menos abiertas?—pregunté alterada.

El dejó salir una risa ronca de su garganta y se quedó mirando a mis ojos por unos instantes que se me parecieron eternos. Dentro de los suyos parecía que habitaba la vía láctea, simplemente mágico.

—Al dejar de tener pensamientos lastimeros acerca de ella, enterrar su pasado de dolor y dejar de llevarle flores comenzó a ver que el camino para ella no terminaba ahí.  Dejó esa tienda para la cual trabajaba y buscó empleo en algo en lo  que ella era mejor, cantando.—finalmenté habló y apartó la mirada de mí.

—¿Sabía cantar?—ladeé la cabeza sintiéndome curiosa.

—Sí, ella de joven cantaba ópera y fue  en una iglesia donde conoció al hombre incorrecto.—

—Oh vaya.—musité.

—Su camino no era complicado, su forma de pensar lo era.  Con tan solo tomar una pequeña decisión bastaba para que las cosas florecieran. Lo que te quiero decir es que su manera de ver las cosas cambió y ahí es donde se produjo la metamorfosis en su vida. —acotó.

—Oh...Entiendo. ¿Y qué ocurrió con su hijo?—

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—Míralo aquí—y cuando dijo esa frase el escenario cambió. Tal pareciera como si estuviera observando una cinta de película pasar frente a mí.

—¿Ese es él?—cuestioné horrorizada al verlo tirado en un callejón con algunos golpes en su rostro. Era el mismo aspecto descuidado de cuando era bebé. Se veía tan solo y derrotado.

—Su decisión de adolescente fue marcharse de casa porque no soportaba que su madre fuera tan sobreprotectora con él.—

—Ella solo se preocupaba por él, nos quería que él viviera una vida miserable como la que tuvo ella en un principio.—

—Es por eso que también deben existir puntos medios, no sólo frío y calor.—

—¿A qué te refieres?—

—Ella se excedió, fue al extremo por completo siendo quemada por el miedo y terminó logrando que este chico se alejara por completo de su vida.—

—Pero somos humanos. Todos cometemos errores.—

—Ahí está una de tus respuestas.—

—¿Qué?—

—Medita en la historia de este chico y su madre  y verás tus errores para con tus amigos y trata de buscar la causa de sus acciones también erradas.—

—¿Qué sucederá con él? —

—Lo mismo que a todo ser humano. Vagará por la vida cometiendo errores, se caerá varias veces y tropezará muchas más con la misma piedra hasta que se de cuenta de todo lo que está perdiendo y decida levantarse o seguir el mismo círculo vicioso.—se encogió de hombros.

No comenté nada. Lo que decía era cierto y algo bastante resumido de lo que es la vida.

Otra duda surgió en mi mente y la saqué fuera.

—¿Y su madre? ¿Lo está buscando? ¿Aprendió de su error y está intentando remediarlo?—

—Su madre lo está buscando. Se dió cuenta cuando lo perdió de todo aquello que ella había estado haciendo mal, y ahora paga un precio alto a quien lo encuentre y lo llevé de vuelta a casa.—

—Ella a pesar de volverse millonaria no es feliz.—agaché la cabeza para observar la punta de mis pies.

—Querida Munbyeol. La felicidad existe pero es algo efímero, por un golpe de suerte o por un cambio para bien en nuestras vidas nos alegramos, pero al siguiente instante algo malo sucedió y volvemos a estar tristes. Por eso vive la vida, no buscando la felicidad, sino la paz y el equilibrio. Teniendo eso siempre estarás calmada, podrás enfrentar cada situación de la mejor manera posible.—argumentó y llevó su mano a mi cabello para acariciarlo.

—Ahora voy entendiendo.—respondí.

—Y aún no te he mostrado algo más.—

—¿Qué es? ¿Otra historia?—

—Eres inteligente.—

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Otra vez estaba flotando en el aire, disfrutaba sentir la brisa nocturna en mis mejillas, una sensación gratificante sin dudas.
Miré hacia mis pies y ví la ciudad bajo ellos. Se veía tan chiquita, tal cual si fuera una bonita maqueta. Las pequeñas luces alumbrando el interior de las casas, los autos yendo de un lado a otro sin cesar, personas caminando, otras corriendo, cada cual sumergido en su mundo e historia. Supongo que la luna no se siente tan sola cuando está alegre de ser parte de la vida de cada una de estas personas y alumbrado sus noches más oscuras, ser un consuelo y la cura a algunas heridas abiertas, la inspiración de los mejores versos que salen de la boca de los amantes.

—Vas empezando a entender cómo se siente la luna.—sonrió de nuevo haciendo ver sus facciones de seda tan bonitas como el mismísimo reflejo de la luna.

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Ahora estábamos en un pueblo bastante amplio el cual no tenía conocimiento que existía. Las pequeñas casas eran de madera, bien pintadas, cada cual con un color distinto. Había algo que resaltaba y que le daba el nombre a este lugar, y aquello era que no había una casa que no tuviera un jardín delantero. El lugar tiene por nombre Garden Town Road.

—¿Qué hacemos aquí? ¿Me vas a enseñar agricultura para la vida?—bromeé.

—Nunca está demás aprender algo nuevo, pero no es lo que tengo el propósito de enseñarte.—

—Ante los ojos de muchos y por las apariencias este pueblo es uno de los más alegres de la ciudad, siempre hay fiestas en los días, los vecinos son amables entre sí y la armonía reina.—hizo una pausa larga que logró ponerme ansiosa.

— Déjame decirte que en las noches es todo lo contrario. Así como le cuentan a los niños en las historias que los monstruos salen de noche, aquí las verdaderas máscaras son arrancadas en las noches.—explicó mientras abría la reja de una de las casas para que yo pasara primero.

—Me vas a decir algo así como que no todo es lo que parece y las apariencias engañan, ¿verdad?—indagué.

Este chico siempre tenía una respuesta inteligente para todo así que yo tenía curiosidad por ver cuál sería su siguiente contestación ingeniosa.

—Le has dado una interpretación correcta a la frase, los humanos viven de apariencia e hipocresía, los que no, tienden a pasar más trabajo, pero no duran mucho porque tarde o temprano aprenden a llevar caretas para sobrevivir ante la sociedad. Pero si fuera a ser tan fácil la respuesta no te habría traído aquí en primer lugar. ¿No crees?—me guiñó un ojo y tocó la punta de mi nariz con uno de sus largos y delgados dedos.

Jamás en mi vida se me habría ocurrido que atravesaría paredes pero ahora lo estaba haciendo. En una noche todo estaba siendo muy..."¿lunático"?

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Entramos en una habitación de colores pasteles, dos de las paredes tenían empapelado rosa y las otras dos verde claro. En el piso habían algunos juguetes desordenados, muñecas en su mayoría; algunas decapitadas, otra con peinados extravagantes y maquillajes hechos con plumón en días de inspiración, colores y crayolas extendidas como un abanico sobre un escritorio, los libros de cuento de un pequeño anaquel estaban todos reposando en el suelo. Mientras caminaba miraba alguna que otra pieza de lego o muñecos de hule que pisaba pero no llegaba a sentirlo en mi dermis. Sin dudas esta era la habitación de una niña y me recordaba mucho a mi infancia.

—Alza la vista.—ordenó mi interlocutor sacándome de mis pensamientos y contemplación.

—Esa niña me recuerda a mí.—comenté al verla sentada escribiendo tranquilamente bajo la luz ámbar de su lámpara de noche con sus dos coletas azabaches perfectamente hechas,  siendo unidas en la parte de atrás con un lazo bien grande, usaba un pijama rosa pastel con pequeños conejitos dibujados en él y tenía sus pies escondidos bajo sus muslos mientras sus pantuflas de animalitos reposaban en el piso de madera.

—Pero no eres tú.—fue su contesta.

—¿Qué tanto escribe?—

—Míralo por ti misma.—

«Querido diario, hoy mi mamá trajo a alguien más a  casa,  cuando papá llegó y los descubrió pelearon fuerte. Papá dijo que yo no soy su hija, que me detesta tanto como a mi mami. Ahora entiendo porqué nunca jugaba conmigo, porqué no me iba a recoger a la escuela y también por lo que nunca estaba en casa en mi cumpleaños o daba regalos en Navidad. ¿Por qué mami es así? Creo que soy la culpable»

Al leer aquellas líneas algo se rompió dentro de mí, mis lágrimas no tardaron en resbalar raudas trazando un sendero por mis mejillas.
El chico que me acompañaba colocó una mano en mi hombro en un intento de consuelo.

—¿E...Esta historia es para comparar mi situación con mi padre?—

—Atiende.—dijo y al momento  estábamos en la sala.

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Un hombre robusto se encontraba sentado en el sofá amplio sujetando su cabeza entre sus manos mientras apoyaba sus codos en sus rodillas. Se veía tan exhausto, rendido con todo.

—¿Por qué? ¿Qué error cometí en la vida para merecer esto?—decía mientras negaba y algunas lágrimas caían empañando sus anteojos.—Mary no tiene la culpa, es una niña inocente, pero no puedo mostrarme cariñoso con ella sabiendo que no es mía, la quiero porque es muy dulce, pero ella no me merece, me es complicado amarla. No puedo ser un hipócrita. —

—Él está viviendo una situación difícil también. Habló dejándose domar  por la rabia y la niña lo escuchó. En resultado todos han sido lastimados. Todo mal.—bajé la cabeza y me llamé al silencio bajo la atenta mirada del de cabellos plateados.

—El enojo es el combustible que se acumula cuando no tiene escape, una vez fuera tenemos una bomba.—habló.

—Por eso no debemos hablar con la cabeza caliente.—agregué.

—Exacto.—

—¿Por qué su mujer lo ha engañado? Eso es malo de su parte—cerré los puños enojada.

—Su esposa también ha sufrido a causa de la soledad —contestó mi acompañante y lo miré.

—Él vive viajando, nunca está en casa y ella buscó la seguridad, el cariño y el afecto en otros brazos. Está arrepentida, ama a su marido, pero él no le da lo que ella siempre ha necesitado. El bienestar y el status económico no lo es todo.—habló secando mis mejillas con sus pulgares.

—¿Por qué los seres humanos seremos tan complicados?—

—Yo tampoco lo sé. Solo te puedo decir que no podemos juzgar sin ver desde los ojos de la otra persona y colocarnos en sus zapatos. Cada persona es un mundo aparte, cargada de ilusiones, sueños, tormentas, caos, debilidades y un sinfín de cosas. Todo eso se forma a partir de nuestra experiencias. No hay personas buenas ni malas, solo el resultado de nuestra supervivencia.—

Asentí ante su sabias palabras.

—¿Por qué solo me cuentas historias tristes?—

—Porque no existe historia alegre sin tristeza y problemas de por medio.—respondió sin cavilarlo mucho.

—¿Tienes algún consejo para mí?—le dije con la voz tomada.

—Mi consejo es que aprendas a ver más allá de las personas. Si se van, déjalas  marchar pero no recuerdes los malos momentos vividos, solo aquellos que te hicieron sentir feliz. De esa manera podrás hacer tus cargas más llevaderas.Entiende el hecho de que ninguna criatura en este mundo ha sido creada a la perfección, todos tenemos demonios que domar por  dentro. Ni siquiera la luna es perfecta, ella solo muestra su lado brillante, pero nadie ha podido explorar sus oscuros océanos.—dijo besando mi mejilla y devolviéndome a la quietud de mi habitación. Cerré los ojos un momento y los volví a abrir creyendo que todo sería un sueño pero no, ahí estaba frente a mí de nuevo.

—No me has contado una historia con respecto a la situación con mi novio.—volví a abrazar mis piernas y a balancearme un poco hacia adelante y hacia atrás.

—Muchos hablan de amor, pero pocos lo conocen verdaderamente. ¿Pero sabes? Nunca conocerás el amor  verdadero si no empiezas por amarte a ti  misma. A buen entendedor con pocas palabras basta.—dijo y me colocó un anillo de plata en el dedo sin siquiera tocarme. Tenía una pequeña rosa grabada en él.

—Para mí eres hermosa, te veo todas las noches, incluso en los días cuando el resplandor del Sol me opaca y yo, sí conozco lo que es el amor verdadero. Para mí eres como esa pequeña rosa que tenía el "Principito" en su planeta, te he cuidado tal cual él a ella. Cuando hayas aprendido a amarte y amar al resto aquí estaré de nuevo y me tendrás para siempre.—lo miré con los ojos cristalizados y lo abracé temiendo que se fuera tan pronto.

—¿Aunque sea me dirás tu nombre?—

—Mi nombre...—hizo una pausa.—Mi nombre es Kim SeokJin mi linda estrella. Nos seguiremos viendo cada noche. Me aseguraré de alumbrarte y ser tu luz aún en la distancia. Recuerda siempre que no estás sola.—y acto seguido depositó un corto beso en mis labios para de esa manera desaparecer dejándome hecha un mar de emociones, pero dispuesta a enfrentar la vida como viniera y con la mejor actitud posible. Jamás volvería a verme de forma lastimera, dejaría ir cuando fuera necesario, no juzgaría, perdonaría y aprendería a amarme y a amar. Espero el proceso no sea tan largo y no me tome toda una vida.

Me asomé a la ventana otra vez y miré hacia el cielo.

—Nos veremos pronto mi chico de la luna. Si no es en esta vida, será en otra, pero nos veremos, de eso  estoy segura.—sonreí y sentí como si el también lo estuviera haciendo desde la cúspide del cielo estrellado.

Fin

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