Estrés de trabajo (STEVEN)
Prólogo: El estrés del trabajo te pasa la cuenta, y Steven cree que es su culpa que te hizo llorar.
Mon amour = mi amor.
Mon chéri = mi querido.
Había sido un día especialmente largo y agotador en el trabajo.
Primero, no alcanzaste a desayunar en la mañana porque la noche anterior olvidaste dejar la alarma puesta y llegaste tarde, luego tu jefe se la pasó todo el día gritándote y además te culpó por algo que ni si quiera tenía que ver contigo. Mientras estabas trabajando te llegó el periodo y te manchaste, lo único que tenías, era una toalla higiénica de recambio pero ropa no, por lo que tuviste que tener amarrado a la cintura tu chaqueta formal todo el día. Y así más cosas.
Lo único que querías, era llegar a casa lo antes posible y acurrucarte con Steven en su cómoda cama usando una de sus suaves playeras.
–Ya llegué...–Dijiste con voz cansada al abrir la puerta y luego cerrarla, dejando tu bolsa y chaqueta sobre el mesón de la cocina.
–¡Querida al fin estás aquí!–Exclamó con una sonrisa acercándose a ti para besar tu mejilla. Pero al notar tu expresión, frunció el ceño preocupado.–¿Cariño está bien? ¿Ocurre algo?
–Fue un largo día, eso es todo.–Le dijiste con una pequeña sonrisa, dejandole un rápido beso en los labios y luego caminaste hacia la cocina para prepararte algo de comer.–¿Aún sigues trabajando?–Le preguntaste mientras vertías la comida china que Steven había ordenado en un plato.
–Sí, estoy preparando la clase de mañana. Pero después puedo terminar eso, déjame preparar esto a mi así tu—. Se acercó a ti para tomar las cosas de tus manos, pero te apartaste.
–No, no, tranquilo. Yo hago esto. Tu termina eso y así nos podemos ir a dormir temprano.–Le dijiste con una pequeña sonrisa besando sus labios.
–O-okey. Prometo no tardar.–Besó tu mejilla y se volvió a sentar en su escritorio.
Steven había comenzado a trabajar en una universidad dando clases acerca de lo que más sabía, Egipto y su mitología, entre otras cosas. Había hecho un curso y ahora era un reconocido profesor, lo cual te alegraba muchísimo al ver que por fin trabajaba en algo que le hacía feliz y que la gente realmente le escuchaba.
Te sentaste a comer en el sillón viendo la televisión, y una vez terminaste, fuiste a la cocina para dejar tu plato en el fregadero justo cuando Steven terminaba sus cosas.
Caminaste hacia él mientras cerraba su laptop y extendió sus brazos hacia ti para acercarte.
Pasaste tu pierna al otro lado y te sentaste en su regazo, abrazándolo y escondiendo tu rostro en su cuello. Él simplemente te abrazó de vuelta mientras dejaba besos en tú hombro y acariciaba tu espalda.
–Sí quieres puedo darte un masaje cuando vayamos a dormir.–Te ofreció hablando en voz baja sabiendo que deberías de estar teniendo un dolor de cabeza y cuerpo horribles.
–No tienes que hacerlo, tu también debes estar cansado.–Murmuraste con los ojos cerrados.
–Oh no, tranquila, no te preocupes. Me alegra poder ayudarte. Además... me gusta sentir y poder recorrer tu cuerpo.–Te dijo algo avergonzado con las mejillas sonrojadas.
Tu simplemente reíste ligeramente y te enderezaste para tomar su rostro con ambas manos, viéndole con una sonrisa.
–No sé qué hice para merecerte, profesor Steven Grant con V, ex trabajador de la tienda de regalos.
–Yo me pregunto lo mismo cada día.–Rió acariciando tú mejilla con su mano.
Te acercaste y besaste sus labios con suavidad.
–Ahora me voy a ir a dar una ducha rápida.–Le dijiste mientras te levantabas de su regazo y rodeabas su escritorio para ir al baño.
Al momento en que te levantaste Steven sintió algo mojado en su pantalón. No podía haber tenido una erección y correrse ahí mismo porque se habría dado cuenta.
Cuando bajó la vista con el ceño fruncido, vio una gran mancha roja en sus pantalones de pijama grises, provocando que su expresión se suavizara.
–Ammm... ¿Querida?
–¿Mhm?–Te acercaste a él otra vez, mientras Steven se levantaba y caminaba hacia ti.
Al verlo algo dudoso de hablar, frunciste el ceño pero pronto tu mirada recayó en sus pantalones en la gran mancha roja que habías dejado en él.
Abriste los ojos atónita y llevaste una mano a tu boca, tu rostro poniéndose completamente pálido.
–Ay no... no, no, no, no... ¡Mierda!–Exclamaste viendo el desastre que habías hecho.
–Querida tranquila, no tienes que preocuparte por esto. Está bien, lo puedo lavar. Solo quiero saber si tu te sientes bien. ¿Te duele la barriga? Si quieres puedo prepararte un té.–Te ofreció acercándose a ti con una pequeña sonrisa.
–Esto era lo último que me faltaba.–Te quejaste mientras las lágrimas comenzaban a salir de tus ojos, sentándote en el borde de la cama pero levantándote al instante para no manchar.–Perdóname, Steven. No fue mi intención, es solo que lo olvidé con todo lo que pasó hoy y probablemente también ensucié el sillón y el asiento del taxi en el que me vine. Y-y ahora dejé un desastre en todos lados y en ti...
Perdóname por favor, esto es... que vergüenza, Steven. De verdad no quería, no sé cómo se me pudo haber olvidado. De verdad, lo siento mucho.–Comenzaste a hablar sin detenerte mientras llorabas, haciendo que Steven entrara ligeramente en pánico al pensar que fue su culpa que comenzaras a llorar.
–Ay no, no, querida. No, perdón, lo siento. No era mi intención hacerte llorar. No importa la ropa, puede lavarse, el sillón también y el asiento del taxi, pero por favor perdóname. No quería alterarte... ¿por qué no te das una ducha mientras yo te preparo un té? ¿Si? Yo puedo limpiar todo, no hace falta que te molestes, pero por favor no llores, esto no es tu culpa, los accidentes pasan.–Te dijo acercándose a ti para tomar tus manos e intentar calmarte, mientras dejabas tu frente pegada a su hombro, sin dejar de llorar.
–Perdóname... lo siento tanto...–Sollozaste con fuerza.
Steven frunció el ceño y te acercó aún más a él, abrazándote con fuerza mientras acariciaba tu espalda.
–E-está bien, cariño... no pasa nada... ya... tranquila, está todo bien...–Te susurró al oído con suavidad.
Tomó ambas de tus piernas con mucha delicadeza y las enrolló en su cintura para llevarte al baño y ayudar a limpiarte, y así después llevarte a la cama sabiendo que el cansancio del día te estaba pasando la cuenta.
Luego se cambió él mismo y dejó los pantalones para lavarlos al otro día en otro lado y después se recostó contigo, acercándote a él para abrazarte dejando su rostro escondido en su pecho.
–Tranquila, querida... ya pasó... ya... ahora intenta dormir, ¿si? Lo mejor es que mañana no vayas a trabajar y así yo también me quedo contigo.
–N-no es necesario que te quedes...–Le susurraste con voz ronca.
–Tonterías, claro que me tengo que quedar. Así puedo cuidar de ti.–Te dijo con una sonrisa, dejando un beso en tu cabeza.–Buenas noches, mon amour... e-es francés...
–Lo sé...–Reíste ligeramente, acomodándote y acercándote aún más a él.–Buenas noches, mon chéri
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