Vendredi
–Ichigo, por favor, compórtate, no saques de quicio a la bruja o la vas a pasar muy mal – Advirtió el rubio. El pequeño pelirrojo solo se rio en forma de burla – Y tú, Yuki, ayuda a tu abuela en lo que puedas, ¿Está bien? – El albino asintió.
Los estaban dejando en la guardería como siempre, salvo que al salir, quienes pasarían por ellos iban a ser los abuelos, y que los iban a separar. Katsuki se encargaba de hablarlo con los niños mientras Shouto hablaba con la maestra.
– ¿Shouko dónde va?
– Se quedará con su abuelo Enji.
– ¿Por qué?
– Pues porque el esposo de su abuelo quiere cuidar a uno de ustedes y como son un trío de revoltosos decidí dejar a la que menos lo es, ¿De acuerdo? Recuerden que tiene un bebé en la panza.
– ¿Y por qué no de un huevo?
– No tengo respuesta a eso – Y le revolvió el cabello a su pulga y garrapata antes de lanzarse hacia ellos y llenarlos de besos y de su aroma omega – Les dejaré sus maletas con sus maestras para cuando sus abuelas vengan a verlos, ¿Bien? Tienen ropa mía y de su padre por si nos extrañan.
– Sí mami.
– Los veo mañana entonces, mocosos.
Y entonces la situación se invirtió. Fue turno de Katsuki de hablar –o amenazar, depende de cómo se viera– con las maestras mientras que Shouto se despedía de sus retoños.
– Ninguna travesura, ¿Entendieron?
– Sí papi.
– No molesten a sus abuelas, intentaremos hablarles en la noche para saber cómo se están portando. ¿De acuerdo? – Ambos niños asintieron – Esos son mis niños, ahora un beso de despedida.
Shouto igual se encargó de llenar de mimos a sus dos varones, al igual que de dejarles su aroma alfa instintivamente como una capa de protección.
Ya listos, volvieron a despedirse y luego se subieron al auto con Shouko, después de que la niña se despidiera de igual forma de sus hermanos. A ella la llevarían directo con Enji y Keigo.
– No olvides que el pájaro está embarazado, ten cuidado, ¿Ok?
– Lo tendré – A veces a Katsuki le daba miedo lo parecida que su hija es con su padre. Por lo general no es una regla que los hijos se parezcan a sus padres, pero esto ya era tétrico.
– Y tu abuelo ya está muy viejo, procura recoger tus juguetes o lo que dejes tirado.
– Lo haré.
– Y no seas quisquillosa con tu comida.
– No lo seré.
– Y vete a dormir temprano.
– Sí, mamá.
– Katsuki, tranquilízate, sabes que ella no va a causar ningún problema. La estás ahogando – El rubio dejó de ver hacia el asiento de atrás para ver a su esposo, que seguía con la vista al frente.
No le respondió, pero desistió en su intento de seguir atosigando a su hija. Estaba un poco nervioso porque era la primera vez que estaría lejos de sus cachorros por más de 24 horas. Su instinto materno andaba preocupadísimo pero intentaba tranquilizarse con la idea de que estaría al cuidado de sus abuelos.
Desde que dio a luz se volvió muy agresivo y protector. Cuando le regresaron a sus bebés luego de parir y volvió a casa, prácticamente expulsó a Shouto de la habitación donde estaba su nido, listo para acurrucarse solo con ellos. Si su esposo no mostraba sumisión al intentar acercarse, Katsuki pudo haberle brincado encima.
Para cogerlo.
Pero del cuello.
Y matarlo.
– Ya llegamos, Shouko – La voz de su marido le sacó del trance.
– S-Sí, hora de despedirnos, piojo.
Cuando llegaron al lugar eran las 10:30, mientras se registraban, llenaban las normas y les daban un recorrido por las instalaciones, se hicieron 11:15 y finalmente pudieron entrar a su habitación.
Lo primero que Katsuki notó, fue que la cama era king-size, pulcra y completamente en orden, aunque con flores encima –vaya manera de hacer que la basura en la cama luciera atractiva–, notó velas aromáticas, farolas y un ventilador en el techo, el armario enorme, el baño y un kotatsu.
Fuera, había una vista espectacular a las montañas, y las puertas de la terraza eran transparentes, aunque con salida directa a lo que parecía un acantilado, quién mierda se atrevería a espiarlos; aun así, contaban con cortinas por si querían más intimidad.
Al salir vio el onsen privado, el agua tenía una apariencia blancuzca que hacía parecer un baño de leche, ah y más de esas flores regadas tanto en el piso como en el agua. En el armario había dos yukatas grisáceas y pantuflas mientras que en el baño había lo escencial, jabón, shampoo, acondicionador, y un montón de cosas más que Katsuki se iba a robar.
O sea, era más que obvio que ya no era de la gente que le ponía agua a la botella de shampoo, pero las viejas costumbres tardan en desaparecer, o nunca lo hacen.
– ¿Quisiera saber por qué putas hay basura tirada en todos lados? – Se quejó mientras sacudía las flores de la cama.
– Fue idea del hotel dar un aspecto romántico. Creo en que mencioné nuestro aniversario.
– ¿Es nuestro aniversario?
– No lo sé. ¿No fue por eso que pediste los días libres?
– Te dije que era para estar lejos de los mocosos.
– Es que Hawks me dijo que él lo tenía apuntado y que nuestro aniversario estaba cerca.
– Iugh, buitre acosador – Los dos se quedaron en silencio por casi un minuto ordenando sus ideas en sus cabezas – ¿Entonces?
– Uh, ¿Feliz aniversario? – Dijo el bicolor con duda. Katsuki se rio a carcajadas.
– Maldición, finalmente estamos solos, no más Peppa Pig, no más Plim Plim, ningún mocoso gritando, ningún villano y lo mejor, ningún viejo de fuego jodiendo – Celebró el rubio luego de recomponerse de su ataque de risas – ¿Sabes lo que estoy pensando, Shouto?
– No, dime lo que estás pensando – Pidió mientras abrazaba al omega que se había tirado sobre él.
– ¿Sabes lo que quiero hacer?
– Dímelo, Katsuki, ¿Qué quieres hacer? – Preguntó mientras ambos comenzaban a sacarse la ropa.
– Tú bien sabes qué es lo que quiero.
– Quizá. Pero quiero que lo digas.
– Vamos, Shouto. No quiero juegos. Hagámoslo.
– Como desees, Kitkat.
Y se tiraron en la cama.
A dormir.
Hasta las 3 de la tarde.
Katsuki se despertó por hambre, completamente descansado y cómodo. Hace años que no dormía tan bien, sin que nadie ni nada lo despierte, completamente despreocupado de la vida, y era exactamente lo mismo para Shouto.
Con niños, trabajo, sociedad en sí, diablos que tener un día de descanso hacía falta.
Pidió servicio a la habitación, lo mejor que tuviese el comedor del hotel y una botella de su mejor sake. Lo bueno es que no le tocaba cocinar hoy y mañana, ni arreglar la habitación.
La empleada entró justo en el momento en que se ponía su yukata y le pidió que dejara la comida en el kotatsu. Shouto estaba desperezándose pero seguía cubierto por las sábanas.
– Levántate, imbécil, vamos a comer antes de bañarnos. Luego llamaremos a los renacuajos.
– Ya voy, ya voy.
Shouto se puso su propia yukata antes de sentarse en el kotatsu con su esposo. Los dos comieron en silencio, hablando solo lo necesario. Era la clase de silencio que ambos amaban, porque era el que compartían, el que les había hecho caer el uno por el otro.
Aunque ellos lo ignoraran.
– Vaya mierda, dice ser suite de lujo y ni un puto televisor tiene. Gracias a Dios tiene tomacorrientes.
– Podemos dar una vuelta por el hotel si quieres, para matar el tiempo.
– Nah, no quiero salir.
Katsuki dejó su plato vació junto a su bebida para esperar que Shouto también lo hiciera y llamar de nuevo a servicio a cuarto para que se llevaran los trastes sucios.
– Podemos dormir otra vez antes de usar los onsen.
El omega lo pensó, pero no le convenía eso. De echo, si quería total privacidad en la noche para ser marcado, era mejor si le hacía las videollamadas a sus hijos de una vez.
– Mejor hablemos con los bichos.
Luego de hablar con sus hijos, sus padres, usar el baño, una cena agradable y caliente, finalmente fue turno de usar los onsen que tan buenos decían ser para relajarse. Con farolas afuera, la sensación tibia del agua y una espectacular vista sería el ambiente perfecto.
Katsuki se la estaba pasando tan bien con su esposo que incluso había olvidado el motivo principal por el que estaba ahí. Afuera estaba oscuro y eran más de las once de la noche. El tiempo pasó volando entre bromas, cosquillas y comidas, entre el baño, masajes entre ellos y siestas.
– Shouto, creo es hora de entrar al agua. ¿Me acompañas?
– Por supuesto, Kitkat. En un momento voy.
El rubio se encogió de hombros pero fue hacia afuera, la brisa era fría pero cuando sintió el agua en los dedos de los pies supo que la temperatura era perfecta. E igual tiene su termostato personal.
Se quitó la yukata suavemente dejando que se deslizara por su suave piel, y la puso por ahí lejos del onsen. Lentamente se fue metiendo en el agua hasta sentarse en la parte adaptada para ello, todo bajo la mirada heterocromática del alfa.
A pesar de dar a luz y tener un cuerpo post-parto por mucho tiempo, Katsuki se aseguró de comer bien, ejercitarse y cuidarse para regresar a su figura, lo único que permanecía diferente eran las estrías. Que Shouto adoraba, porque eran la prueba de que había tenido a sus hijos.
El bicolor tomó aquella especie de bandeja cuadrada con la botella de sake y los vasos, saliendo a la terraza donde su esposo estaba ya en el baño blanco lleno de flores. Dejó la bandeja a un lado en el suelo mientras se quitaba su yukata y la dejaba con la otra, para entrar al onsen.
– ¿Qué te tomó tanto tiempo, Icyhot? – Curiosió mientras se acercaba al cuerpo del alfa para sentarse en medio de él.
– Solo, pensé que estaría bien tomar un poco de alcohol. Nos lo merecemos, no lo crees – Comentó mientras servía las bebidas y le pasaba un vasito a su esposo.
– Mmh, supongo que hacer un brindis no está mal – Divagó – Por nuestro aniversario – Dijo levantando su vaso a la altura del de Shouto – Qué sepa la verga cuando sea.
– Salud – Secundó entre risas.
Y el sonido suave del cristal golpeando entre sí, dio por finalizado el día viernes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top