Martes
Bakugou veía con molestia a los intrusos en su nido. No eran personas ni tampoco animales, pero no dejaban de ser intrusos. Joder, se supone que iba a dormir una siesta mientras el idiota alfa dos caras entrenaba con Deku pero ahora, ahora se sentía observado.
– Me lleva la verga, ¿Ustedes cuando mierda se metieron en mi puto nido?
Los cinco peluches seguían ahí, sin contestarle –y era lo mejor, porque si contestaban Bakugou iba a gritar–. Eran lo que podía ser denominado adorable, pero el rubio no dejaría que eso desviara su atención. ¿Cómo fue que llegaron ahí? Bien, no era su habitación, y el responsable debía ser el dueño y el único que tenía permitido acercarse tanto era...
– Ese puto bastardo.
Bakugou era de los pocos omegas que se sentían a gusto en varios lugares; además de su dormitorio y su casa, tenían un nido extra en la recámara de Todoroki. Era de un tamaño considerable, considerando el poco espacio de la habitación, lo suficientemente grande y cómodo para un omega de su tamaño.
Se acercó a su nido y se adentró en él, inspeccionando más de cerca a los individuos. Ninguno parecía medir más de 30 cm y venían en colores vivos, adorables y suaves. Por cómo se veían, era probable que se tratara de una colección; un Tiranosaurio Rex, un Triceratops, un Pterodáctilo, un Stegosaurus y lo que parecía ser un Braquiosaurio.
Tomó al T-Rex y lo investigó más de cerca. Quitando el hecho de su apariencia aterradoramente adorable y que fuera de un material suave y perfecto para abrazar, había una cosita más que podría ser la probable explicación de qué hacían esos peluches ahí. Inspeccionó los otros 4 y por supuesto, llegó a la conclusión.
Todos, absolutamente todos, estaban perfumados con el olor alfa de Todoroki.
Ese minúsculo hecho había alterado el instinto omega de Bakugou. Estaba más que claro que el imbécil helado de fresa los compró para él, los perfumó con su aroma y los dejó en su nido como reemplazo de algunas prendas. No era idiota, notó que faltaban algunas ropas del bicolor en su nido. Le había robado lo que robó.
Bueno, no puede decirse que robó cuando las prendas nunca dejaron la habitación de Shouto, sino que simplemente las había reclamado como suyas y no dejaba que el otro las tomara.
Disgustado –aunque no del todo– procedió a colocar bien a los peluches en puntos estratégicos de su nido, los lugares en donde sentía que hacía falta el olor del alfa. Cuando terminó se acurrucó y procedió a dormir mientras esperaba a que el ladrón de ropa de nidos apareciera.
– ¿Bakugou? ¿Bakugou, estás despierto?
– Voy a emparejarte la puta cara, bastardo ladrón sinvergüenza.
– Ah, sí lo estás.
Finalmente el bicolor había dado la cara. Bakugou se desperezó y lo miró con suma molestia. Shouto estaba ya bañado y tenía puesto una camiseta que hace apenas unas horas había estado en su nido. El rubio frunció aún más el ceño, todavía le robaba y se atrevía a mostrárselo en la cara como burla.
– Devuélvemela.
– ¿Eh?
– No te hagas el inocente conmigo, icyhot – Katsuki se enderezó y miró a los ojos con heterocromía con enojo – Esto es mío, dámelo – Exigió tomando al alfa del cuello de la camisa.
Todoroki suspiró con cansancio.
– Bakugou, esto es mío. Te has estado robando mis cosas para ponerlas en tus nidos y si te pregunto no me dejas tomarlas. Me estoy quedando sin ropa.
– Bueno, es tu culpa por tener tan poca ropa, alfa de mierda.
– Te compré peluches y los perfumé como compensación.
– Ah, sí. Los intrusos reptiles.
– Bakugou.
– ¡Joder, está bien! Pero no es suficiente – Se quejó el rubio, finalmente soltando su ropa – Todavía apestan a nuevo y al olor de la tienda.
– No me dio mucho tiempo de perfumarlos cuando los traje... – Confesó el alfa, rascándose la nuca y desviando la mirada – Sabía que si me encontrabas tomando las cosas de tu nido ibas a golpearme así que lo hice rápido.
– ¡Por supuesto que iba a golpearte, imbécil! Pero ya qué, termina de perfumar estas mierdas o tendré que tomar tu maldita ropa de nuevo – Le ordenó lanzándole los peluches.
– Claro, no hay problema.
– ¡Y qué sea rápido!
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