Capítulo 9




El crujido de la madera resuena en todo apartamento y maldigo entre dientes cuando trato de avanzar con el peso muerto de Harry sobre mis hombros.

Nos tambaleamos por el pasillo un par de veces y, al llegar a la cocina, golpeamos contra el marco y ahogo un gemido cargado de dolor. Su cuerpo me aplasta contra la puerta y me quedo sin aliento durante unos segundos.


El brazo que se encuentra alrededor de mis hombros se desliza de su lugar y Harry resbala lentamente hacia el suelo. Un gruñido brota de mi garganta en el instante en el que recupero su peso y tiro de él hacia arriba para incorporarlo.

—Por Dios, Harry —digo, en un susurro bajo cargado de frustración y cansancio—, ayúdame un poco aquí.

Una risita ronca brota de su garganta mientras que trata de utilizar sus piernas para mantener el equilibro. El intento nos hace tambalearnos unos pasos y chocar contra uno de los muebles de la cocina.

Harry suelta un jadeo adolorido en el instante en el que su cadera golpea en el espacio entre la estufa y la encimera y se dobla por la mitad, arrastrándome con él. Esto no está funcionando.


Con mucho cuidado, tiro de una de las sillas del comedor y trato de sentarlo en ella; sin embargo, Harry tropieza con sus propios pies y ambos caemos de rodillas junto a la mesa. El impacto envía un choque de dolor por toda mi espina y ahogo un grito cuando siento cómo mi brazo alrededor de su cintura se dobla de un modo antinatural.

Mi cuerpo se siente entumecido debido al inmenso esfuerzo que fue llevarlo a cuestas por las escaleras y mis pulmones apenas pueden retener el aire dentro. La punzada de dolor en mi pecho es sólo el recordatorio de la bala que perforó mi torso hace un año, y no puedo evitar sentirme como una completa inútil. No puedo creer que esto esté pasando...

Trato de recuperar el aliento, mientras que Harry trata de ponerse de pie por su cuenta. Yo me quedo unos segundos más ahí, arrodillada en el suelo, mientras me pregunto una y otra vez porqué demonios hago esto.

No debería de importarme su situación. No debería de importarme que esté ahogado en alcohol. No debería importarme Harry Styles en lo absoluto.


De pronto, el chico a mi lado cesa sus intentos y se queda quieto. Tan quieto, que asusta... Sus manos están apretadas contra la madera de la mesa y su rostro se ha hundido en el espacio que hay entre sus brazos; de modo que su cabello cae como cortina alrededor de su cara.

—Creo que voy a vomitar —el sonido de su voz es angustiado y tenso.

—Oh, mierda... —jadeo, al tiempo que me precipito a toda velocidad para alcanzar el contenedor de basura que hemos dispuesto para desechar restos de alimentos.

Harry arrebata el bote metálico de mis manos y lo aferra con fuerza mientras que las arcadas lo asaltan una y otra vez. Yo sostengo su cabello lejos de su rostro y trato de ignorar la sensación de malestar que se apodera de mi cuerpo.

Jamás lo había visto de este modo. Lo había visto bebido antes, pero nunca a este grado.


Lo siento —susurra, cuando la crisis vomitiva termina— Lo siento mucho. Dios, lo lamento tanto. Lo siento...

Yo, sin decir una palabra, retiro el contenedor de entre sus manos y lo vacío en el retrete antes de disponerme a limpiarlo.

Una vez que el bote ha sido lavado varias veces, regreso a la cocina y le ofrezco un vaso con agua para que enjuague su boca. Harry se pone de pie como puede y hace un par de gárgaras en el fregadero antes de sentarse con pesadez en la silla que había preparado para él.

—De verdad, lo siento mucho —suena angustiado y avergonzado—. Maya, lo siento muchísimo, yo...

—Está bien —lo interrumpo, y trato de regalarle una sonrisa tranquilizadora—. Vamos a limpiar esas heridas tuyas.

Entonces, sin darle tiempo de decir nada, me encamino hacia el baño para tomar algo de alcohol y gasas.

Cuando regreso a la cocina, Harry se encuentra muy quieto. Su mirada está fija en un punto sobre la mesa y su expresión es inescrutable. Sé que su mente está en otro lugar, así que no me atrevo a irrumpir el hilo de sus pensamientos. Lo conozco lo suficiente como para saber que está sumido en el mundo que es su cabeza y no me atrevo a hacer nada para traerlo de regreso.


No estoy muy segura de qué hacer ahora mismo, así que me limito a observarlo...

Su perfil anguloso luce suave en comparación al gesto tenso que he visto en él durante nuestros últimos encuentros, y su espalda encorvada le da un aspecto tímido e inseguro. Casi puedo jurar que luce como un pequeño niño indefenso... casi.

Sus antebrazos se encuentran apoyados en sus muslos y su cabello cae alborotado por sus hombros, mientras que la expresión de su rostro es relajada y serena. Me encantaría saber qué pasa por su mente en estos momentos. Me encantaría saber qué es todo aquello que trae paz a su expresión ahora mismo.

La palabra "ella" retumba en mi cabeza una y otra vez, pero sé que no tengo derecho de sentirme herida porque Harry y yo no somos nada. Hace mucho tiempo que dejamos de pertenecernos el uno al otro. Hace mucho tiempo que él es libre de hacer con su vida lo que le plazca; así como yo soy libre de hacer con la mía lo que me venga en gana.

Las cosas son así ahora y no van a cambiar. Lo que tuve con Harry no va a volver nunca.


El destello de algo crudo y profundo se filtra en su mirada y el hechizo se rompe. El hilo de mis pensamientos se pierde en el instante en el que sus facciones se deforman hasta hacerlo lucir veinte años más grande de lo que en realidad es.

Sus puños se aprietan con fuerza y noto cómo su nuez de Adán se mueve cuando traga saliva. Luce nervioso, ansioso, desesperado... triste.

"¿Por qué?"


—Soy patético, ¿no es así? —El susurro ronco que brota de sus labios me hace dar un respingo. Ni siquiera me di cuenta de que se había percatado de mi presencia.

El rubor se extiende por mi cuello y se apodera de mi rostro en unos cuantos segundos, pero me las arreglo para aclararme la garganta y avanzar hacia él. Trato de lucir casual y serena, pero sé que ni siquiera he podido borrar la vergüenza de mi expresión.

No me atrevo a decir nada, sin embargo; así que me limito a bañar una de las gasas con alcohol mientras dejo que la humillación me carcoma por dentro.

Mis manos tiemblan ligeramente mientras trabajo en la tarea impuesta, así que tengo que inhalar profundo para aminorar el descontrol que tengo sobre mi cuerpo. No puedo creer lo mucho que me afecta su cercanía. No puedo creer que a estas alturas siga provocando estas cosas en mí.


—Debes pensar que soy un completo imbécil —suelta, con amargura y una risa carente de humor brota de su garganta—. Deberías de haberme dejado tirado en la calle.

El coraje se filtra en mi cuerpo con tanta velocidad, que me sorprende. La frustración y el enojo me invaden de pies a cabeza en un abrir y cerrar de ojos y, de pronto, la vergüenza se ha ido por completo.

—Deja de compadecerte —escupo, con brusquedad—. No eres un imbécil, Harry. Actúas como uno, que es algo muy diferente.

No lo estoy mirando, pero soy capaz de sentir sus ojos clavados en mí. La intensidad de su mirada envía un escalofrío por todo mi cuerpo y que él puede notarlo; sin embargo, hago acopio de todo mi valor y clavo mis ojos en él.

Mi vista lo recorre de pies a cabeza y una punzada de pánico se detona en mi sistema. De pronto, la simple tarea de limpiar sus heridas, me parece imposible de realizar. La sola idea de tenerlo así de cerca, en su estado más vulnerable, me pone la carne de gallina.


Harry parece notar la duda en mis movimientos, pero no hace nada por apartarse. Se limita a abrir más sus piernas y a recargarse en el respaldo de la silla mientras que deja caer sus brazos a sus costados.

Sus ojos no se apartan de mí ni un sólo momento y, por un instante, pareciera como si estuviese suplicándome que me acercara y curara sus heridas. Como si intentara alentarme a hacerlo.

Mi corazón se acelera otro poco, mi pulso golpea una y otra vez contra mis costillas y mis manos tiemblan cada vez más. Estoy tan ansiosa. Tan nerviosa...

"¡Vamos, Maya!, ¡no seas tan cobarde, maldita sea!" Susurra la voz en mi cabeza y me obligo a dar un paso y luego otro.


Él abre aún más las piernas y sé que está teniendo cuidado de no tocarme o invadir mi espacio vital, cosa que agradezco.

La calidez que emana su cuerpo hace que todos mis sentidos se pongan alertas y el aroma a desodorante, loción y alcohol que despide su cuerpo, hace que una oleada de recuerdos me invada en un abrir y cerrar de ojos. Estoy asentada en el hueco entre sus piernas y en lo único en lo que puedo pensar es en todas las veces que estuvimos así. No puedo dejar de pensar en la forma en la que me envolvía con sus brazos y pegaba nuestros cuerpos hasta que no quedaba espacio alguno entre ellos para después besarme.


Mi mandíbula se aprieta y un nudo comienza a formarse en mi garganta. No puedo hacer esto...

Harry echa su cabeza hacia atrás, pero no ha despegado su mirada de la mía ni un instante. Se siente como si el mundo entero estuviese a punto de colapsar a mí alrededor y lo único que puedo hacer ahora mismo es sostener su mirada.

La súplica en su expresión hace que me sienta miserable. Él no debería tener que estar mendigando amor. Él no merece esto. No después de todo lo que ha pasado. No cuando yo pude habérselo dado todo.

—Maya por favor...


Mi mano se estira con lentitud y, poco a poco, coloco el algodón humedecido sobre su labio inferior. Una mueca de dolor se apodera de sus facciones, pero no me detengo; continúo limpiando poco a poco la piel lastimada de su rostro.

De vez en cuando lo escucho aspirar entre dientes, sin embargo, cuando le pregunto si quiere que me detenga, él niega con la cabeza y murmura que se encuentra bien.


Cuando termino de curarlo e inspeccionar la gravedad de sus heridas, me dispongo a poner en su lugar el material de curación. Harry no ha dejado de mirarme ni un solo momento.

—Eres la mujer más generosa que he conocido en mi vida... —susurra, y el tono tímido en su voz hace que me detenga en seco.

Odio que me haga estas cosas. Odio que sea capaz de provocar un mar de emociones en mí con sólo unas cuantas palabras.


—Hace unos días no pensabas eso —mascullo, en un intento de aligerar un poco la pesadez que hay en el ambiente, pero sueno molesta y resentida—. Creí que me considerabas un estorbo.

—Maya, yo siempre te he admirado —la honestidad con la que habla, me saca de balance. Casi suena como el Harry al que yo conocí... casi—. Admiro tanto tu capacidad de perdonar, de sanar y de salir adelante... Si supieras cuántas veces intenté dejar atrás toda mi mierda y cuántas veces fracasé —una pequeña risa amarga lo asalta, mientras niega con la cabeza—. Me encantaría ser más como tú y menos como la persona que soy ahora. Eres la mujer más valiente que he tenido la dicha de conocer, ¿sabes?


—Detente... —Susurro, porque sus palabras me hieren. Porque se siente como si yo realmente le importara.

— ¿Por qué he de detenerme? —Hay frustración en su tono—. Maya, eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida —su voz se ha enronquecido varios tonos—. Eres la única persona en el mundo que ha sido capaz de hacerme sentir bien conmigo mismo y...

—Harry, basta —sueno suplicante. Torturada.

—Maya, si tú supieras cuánto me ha costado arrancarte de mi cabeza...

—Estás con alguien —la desesperación y la ansiedad se filtran en el tono de mi voz—. No tienes derecho de decirme nada de esto si estás con alguien.

—No estoy con nadie —la desesperación se filtra en sus facciones—. No estoy con nadie. No he podido estar con nadie después de ti.

Mi vista se posa en él y, a pesar de que sé que no debo hacerlo, digo—: ¿Quién es "ella"?, Tú la mencionaste. No la niegues ahora.

Harry desvía la mirada, pero no dice nada. No dice nada y su silencio me carcome por dentro.


—Está enamorada de mí... —dice, tras un largo silencio. Espero a que continúe hablando, pero no lo hace. Deseo con todas mis fuerzas que tenga el valor de decirme a la cara que él también está enamorado de ella, y al mismo tiempo deseo que me diga que no ha sido capaz de arrancarme de su vida por completo.

Sus ojos se posan en mí y noto como el desasosiego se apodera de sus facciones.


—Me encantaría amarle, ¿sabes? —Susurra—. Me encantaría tener la capacidad de corresponder sus sentimientos; de quererla con toda mi alma y ser capaz de matar a alguien sólo para protegerla... —sus palabras queman y hieren como nunca nada lo ha hecho—, pero no puedo. No puedo sentir por ella lo que sentí por ti... lo que siento por ti.

Cállate —la palabra sale de mi boca, en un susurro ronco y entrecortado. El nudo en mi garganta es intenso ahora.

— ¡No, Maya! —Su voz se eleva un poco—, ¡no voy a callarme!, esto era lo que querías, ¿no es así?, entonces escúchalo: Me encantaría poder sentir por ella la mitad de lo que siento por ti cuando te veo —suelta, con brusquedad—. Me encantaría poder ofrecerle más que sólo las migajas de un amor que no le pertenece. De un amor que te pertenece a...

— ¡Cállate ya! —Apenas puedo hablar. No puedo seguir escuchando. No quiero. Me lastima.

—Me encantaría poder dejar de preocuparme por ti y poder seguir adelante. Me encantaría no tener que fingir que no me importas para así... —Me interrumpe.

— ¡No tienes derecho alguno de hacerme esto!, ¡cállate!, ¡cállate!, ¡cállate ahora mismo! —Un par de lágrimas traicioneras se deslizan por mis mejillas y, de pronto, lo único que hay ahora es silencio.


—Maya —dice Harry, tras un largo momento—, te amé tanto, que me arruiné a mí mismo. Estoy arruinado. Me has arruinado y te odio. Te odio porque lo único que deseo hacer ahora mismo es abrazarte...

Las lágrimas no cesan. El temblor de mi cuerpo es incontrolable y se siente como si estuviese a punto de quebrarme en fragmentos diminutos.

— ¿Qué pretendes de todo esto, Harry?, ¿qué demonios quieres de mí?, por favor dímelo que no lo entiendo —las palabras salen de mi boca en un susurro tembloroso debido a las lágrimas—. Primero vienes y dices que estás harto de mí, que te fuiste porque no soportabas la idea de seguir viendo por mi bienestar; y de pronto vienes y dices que vas a cuidar de mí así sea lo último que hagas, para después venir borracho y pedirme que te entregue a la policía. Sin mencionar que ahora dices que no has podido olvidarme —niego con la cabeza y el nudo en mi garganta se aprieta—. N-No puedes pretender que corra a tus brazos después de que te fuiste sin decir nada. No puedes esperar que acepte lo que eres ahora, porque no eres ni la mitad de lo que fuiste cuando me enamoré de ti. Eres un completo extraño para mí.


Su mirada torturada se clava en mí y la tensión en su rostro me estruja las entrañas con violencia.

—Dijiste que me amarías aún si me convertía en un Monstruo.

—Dijiste que nunca te irías —la amargura en mi voz se siente cruel y errónea—. Las promesas se rompen, Harry. Tú mejor que nadie deberías saberlo.

El silencio que le sigue a mis palabras es tenso y pesado; sólo el sonido de mi respiración dificultosa irrumpe la quietud de la habitación.


—No pretendo que me aceptes de vuelta —Harry susurra, con la voz enronquecida por las emociones—. Ni siquiera pretendo que seamos amigos. Lo único que quiero es que me permitas cuidar de ti. Déjame mantener lejos a todo aquel que esté dispuesto a dañarte.

— ¿Y después, qué?...

—Después me iré de tu vida para siempre. No volveré a molestarte... Y sé que no crees más en mi palabra, pero es lo único que tengo en este momento... Es lo único que puedo darte ahora mismo.

— ¿Es una promesa? —Susurro, pero todo dentro de mí se siente frágil y quebradizo.

—Es una promesa, Maya —dice él, con determinación.

—Bien...

Él me regala una sonrisa tensa, pero no dice nada.

La sensación de pérdida y desasosiego es tan grande y tan intensa, que apenas puedo lidiar con ella. No se supone que deba sentirse de este modo. No se supone que deba doler tanto... no después de tanto tiempo. No cuando esto era lo que yo quería...


Mis ojos se cierran con fuerza y tomo una inspiración profunda mientras que trato de recomponerme. Harry no dice ni una sola palabra. Se limita a quedarse ahí, quieto, sin hacer o decir nada.

Finalmente, cuando tengo el valor suficiente de encararlo, digo en voz baja—: ¿Quieres que te pida un taxi?

Él niega con la cabeza.

— ¿Te molesta si duermo en tu sofá? —Una profunda tristeza se apodera de su mirada, y el nudo en mi garganta se intensifica.

Yo niego con la cabeza y me apresuro a poner distancia entre nosotros mientras mascullo—: Iré por un par de cobertores. Ahora regreso.



~*~



—Si necesitas algo, sólo llámame —digo, mientras ayudo a Harry a acomodarse en el sillón—. ¿Estás seguro de que no quieres ir a un hospital?

Él hace una mueca de dolor mientras que se acomoda en el reducido espacio.

—No pasa nada. Estoy bien —dice, con los dientes apretados por el dolor.

—No luces bien —observo, y el filo preocupado de mi voz, hace que una pequeña sonrisa se dibuje en sus labios.

—Sí, bueno... Gracias.

Una sonrisa se desliza en mis labios sin que pueda evitarlo.

—Sabes a qué me refiero —mascullo, medio avergonzada.

—Estoy bien, Maya —él asegura y me dedica una media sonrisa torcida. De pronto, su mano se estira en mi dirección y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja.

El acto hace que me percate de la situación en la que nos encontramos en este momento. Él está recostado en el sillón, con la cabeza apoyada en uno de los cojines, mientras que yo me encuentro sentada en una orilla del sofá, con el torso inclinado hacia él y el rostro a poca distancia del suyo. Si quisiera, podría acercarme un poco y probar sus labios. Si quisiera, podría apoyar mi peso sobre su pecho y abrazarlo con fuerza.


—Eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida, ¿sabías eso? —Susurra, con un hilo de voz.

—Estás borracho —digo, porque no sé qué otra cosa decir.

— ¿Has oído eso de que "los niños y los borrachos siempre dicen la verdad"?, bueno, pues yo soy un niño borracho. Soy doblemente honesto.

Una pequeña risa escapa de mis labios y niego con la cabeza mientras que muerdo mi labio inferior para reprimir una carcajada.

—Duerme ya —susurro, mientras que me aparto para marcharme.


Unos dedos cálidos se envuelven alrededor de mi muñeca y me congelo en el instante en el que el toque se desliza hasta que mi mano se encuentra entrelazada al familiar tacto de Harry Styles.

Mi cuerpo entero parece reaccionar, ya que todas mis terminaciones nerviosas se sienten alertas y receptivas. No puedo creer que hace apenas unos minutos lo hice prometerme que iba a dejarme en paz cuando todo esto terminara, y ahora estoy aquí, absorbiendo su toque con desesperación.

"¿Qué demonios está mal conmigo?..."

Mis ojos se cierran con fuerza y me obligo a poner toda mi concentración en ese punto donde nuestros cuerpos se unen.


—Gracias por todo, Maya —susurra y aprieta mis dedos entre los suyos antes de soltarlos.

Mi vista se posa en su dirección y el brillo en su mirada me estremece por completo.

—Gracias a ti, Harry, por absolutamente todo.

Una sonrisa se apodera de sus labios y no puedo evitar corresponder su gesto fácil y despreocupado.

—Buenas noches, Harry —digo, porque no sé qué otra cosa hacer.

—Buenas noches, Maya —dice y, entonces, me encamino hacia mi habitación.



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