Capítulo 8



El silencio denso y espeso se ha apoderado del ambiente desde el instante en el que dejé de hablar. Jeremiah se encuentra sentado junto a mí en uno de los pequeños sillones de la sala, con la mirada fija en el suelo. Su ceño está fruncido en un gesto contrariado, pero no ha hecho el menor intento de formular oración alguna.

Un suspiro lento y pesado brota de su garganta, mientras que niega con la cabeza un par de veces antes de clavar sus ojos en mí.

—Hay cosas que no terminan de cuadrarme —dice, finalmente. Su voz suena más ronca de lo común, y no me pasa desapercibida la confusión que tiñe su tono—. ¿Por qué hasta ahora?, ¿por qué no antes?, Tyler se tomó bastante tiempo en aparecer de nuevo... ¿por qué?

Es mi turno de negar con la cabeza.

—No lo sé —susurro, y la angustia se filtra en mi voz.

—Me parece muy extraño, también, que Harry se comporte como lo hace. Es evidente que se preocupa por ti aunque trate de demostrar lo contrario —dice—. Se tomó el tiempo de venir a buscarte para advertirte. Está dispuesto a cuidar de ti las veinticuatro horas del día. Es obvio que no le eres del todo indiferente. Lo que no termina de cuadrarme entonces, es ¿por qué se comporta como un imbécil?, ¿por qué dice que está harto de cuidarte pero trata de protegerte cuando estás en peligro?... Hay algo que se nos está escapando. Definitivamente, Harry oculta algo.


Mis ojos se cierran con fuerza en el instante en el que mi mente traicionera evoca un recuerdo de su mirada preocupada. La posibilidad de que esté mintiendo para protegerme, es abrumadora porque entonces querría decir que lo he juzgado mal todo este tiempo. Querría decir que se preocupa por mí igual que antes y no sé qué mierda haría yo con eso ahora. No cuando me he empeñado a sacarlo de mi vida a como dé lugar.

"Aún cuando Harry se preocupara por ti, nada cambiaría entre ustedes." Susurra la voz en mi cabeza. "Lo suyo no tiene remedio. El daño es demasiado grande. Son demasiado diferentes ahora...."


—Harry sólo siente remordimiento de conciencia por lo que ocurrió con Rodríguez y Tyler hace un año —digo, pero más bien se siente como si lo dijera para mí misma. Como si tratara de convencerme a mí misma de eso.

—Si —una risa corta brota de su garganta—, claro... Repítelo hasta que te lo creas. El tipo aún siente algo por ti, así como tú sientes algo por él, Maya. Deja de mentirte.

—Yo no siento nada por Harry —objeto, entre dientes.

— ¿Ah, no? —Sus cejas se alzan con incredulidad—, ¿entonces por qué fuiste a esa bodega?, ¿por qué te empeñaste en ir a buscarlo si ya no sientes nada?...

Mi vista se desvía lejos de la suya y muerdo la parte interna de mi mejilla sólo porque no sé qué puedo decir para defenderme.

—Cállate... —mascullo, en voz baja, sólo porque no sé de qué otro modo dar por finalizado el tema.


Él parece notar mi renuencia a hablar sobre eso, ya que dice se toma la molestia de avanzar por un lugar más seguro en la conversación—: ¿Qué vas a hacer respecto a todo esto?

—Aún no lo sé —digo, en un suspiro—. No puedo pasar mi vida entera encerrada aquí. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras espero a que Harry se encargue de todo.

—Tampoco puedes arriesgarte a ser asesinada por un maníaco sediento de venganza, Maya —Jeremiah me mira con preocupación—. Sé que no quieres pedirle nada a Harry, pero realmente creo que deberías aceptar cualquier clase de protección que él pueda brindarte. Al menos, hasta que todo este asunto termine.


Sé que tiene razón. Sé que debo ser sensata y aceptar lo que Harry quiere ofrecerme; sin embargo, mi orgullo no me permite concebir la idea de ser la chica que depende de un hombre para estar a salvo. Pasé mucho tiempo de mi vida siendo vulnerable. No quiero serlo de nuevo.

—No quiero nada que venga de él —digo, con obstinación, y sé que sueno como una completa ridícula insensata.

—Créeme cuando te digo que a nadie le agrada la idea de que Harry siga en tu vida, pero no hay otra opción. Aunque nos duela aceptarlo, él es la única persona ahora que tiene los recursos suficientes para cuidar de ti.

Mis puños se aprietan con fuerza y mis palmas duelen debido al intenso dolor que provocan mis uñas en la carne blanda en la que se clavan.

—Me encantaría ser capaz de hacer algo más para solucionar todo esto —digo, tras unos instantes.

—A mí también, Maya —él asiente—. Créeme que a mí también.


El silencio que nos invade ahora es menos tenso que el de hace unos minutos; sin embargo, no me atrevo a romperlo hasta que me siento un poco más relajada y tranquila. No quiero seguir dándole vueltas al asunto de Harry y Tyler, así que pongo todo mi esfuerzo en buscar otro tema de conversación.

— ¿Qué era eso de lo que querías hablar? —Pregunto, en un intento desesperado por desviar el transcurso de nuestra charla.


Jeremiah suspira y hace una mueca de incomodidad antes de negar con la cabeza.

—Es una estupidez si lo comparo con la situación de mierda en la que estás metida —dice, y me regala una sonrisa cargada de disculpa. Yo no puedo evitar rodar los ojos al cielo.

—Cuéntame —lo aliento a hablar—. Quiero saberlo.

Otro suspiro lo asalta, mientras que mastica su labio inferior un par de veces y dice—: Creo que me gusta alguien que no debería de gustarme.

Mis cejas se disparan al cielo y lo primero que viene a mi mente es la imagen de la chica con la que lo vi el otro día.

— ¿Por qué se supone que no debería de gustarte? —Sueno más curiosa de lo que pretendo, pero no puedo evitarlo

—Porque ella es... —niega con la cabeza y una sonrisa ansiosa se dibuja en sus labios—. ¡Dios!, es la chica más extraña que he conocido en mi vida. No se parece en nada al tipo de chica con la que suelo salir. Es exasperante, malhumorada, sarcástica hasta la mierda... —se detiene un segundo para recuperar el aliento, y luego añade—: Es todo eso que detesto en las personas..., y me encanta.

Una sonrisa radiante se apodera de mis labios.

— ¿Y qué hay de malo en eso?, ¿qué hay de malo en que te guste una chica que rompe con tus esquemas?


Jeremiah me mira con angustia y desesperación.

— ¿Tienes una idea de lo jodido y frustrante es intentar lidiar con su mierda? —Dice, con frustración—, ¡Esa mujer es un maldito dolor en el culo y no puedo dejar de pensar en ella!, ¡no la entiendo!, ¡es tan difícil que de verdad creo que trata de volverme loco!, a veces pareciera como si le atrajera de cierto modo y otras simplemente parece como si lo único que quisiera fuera burlarse de mí.

Una risa boba me asalta sin que pueda evitarlo y él me dedica una mirada cargada de enojo.

—Relájate —digo, entre risas—. Seguro sólo está asustada. No todos los días un tipo simpático y guapo se fija en ti.

—Dices eso porque eres mi amiga y me quieres —masculla, pero una sonrisa baila en las comisuras de sus labios—. Sabes que soy un imbécil de mierda.

—Nadie ha dicho que no lo seas —bromeo y él me mira con fingida indignación.

— ¡Se acabó!, ¡he terminado mi relación contigo! —Exclama, con dramatismo, y mi risa incrementa.

— ¡Oh, vamos! —Me quejo—, ¡sólo he concordado con algo que tú has dicho!

— ¡Dijiste que soy imbécil!

—No, no lo hice. Tú lo hiciste.

Jeremiah masculla algo que no soy capaz de entender y se pone de pie del sillón para tomar su teléfono del bolsillo trasero de sus vaqueros.

— ¿Qué estás haciendo?, ¿ya te vas?, no te vayas, sólo bromeaba —trato de sonar arrepentida, pero fracaso terriblemente.

—No planeo marcharme, señorita "imán-de-los-problemas" —dice, mientras que coloca el aparato en su oreja—. Sólo ordenaré una pizza y te obligaré a comerla conmigo. Voy a quedarme aquí hasta que el imbécil de Styles se digne a comunicarse contigo.

Una mueca de asco se apodera de mi rostro sólo porque no tolero la idea de comer pizza, y noto cómo una sonrisa satisfecha se dibuja en sus labios.

Sé que trata de sonar casual y despreocupado, pero hay un filo tenso en la forma en la que me mira. Está preocupado por mí y no puedo evitar sentirme afortunada por tenerlo en mi vida. Si no fuera por él ahora mismo me habría vuelto loca.


—No creo que llame hoy —mascullo, en voz baja.

—Entonces me aseguraré de que estés a salvo hasta que sea hora de que vayas a la cama y me asegure de que nadie va a venir a asesinarte en mi ausencia —resuelve antes de girarse para atender su llamada.



~*~



El sonido sordo y constante se abre paso en la bruma de mi sueño, pero no hago nada por tratar de averiguar de dónde proviene. Estoy agotada. No tengo tiempo para esto. Quiero dormir una vida entera si es necesario...

El ruido no se detiene y es casi tan molesto como el zumbido de una mosca que vuela cerca de tus oídos. Mis ojos se aprietan con fuerza y soy cada vez más consciente de lo que ocurre a mí alrededor. Ahora, más que un zumbido, suena como si se tratara de la vibración de la madera.

Un gemido cargado de frustración brota de mi garganta y estiro la mano para alcanzar a tientas el aparato que se encuentra encima de mi mesa de noche. Aferro el teléfono con mis dedos y este resbala y cae al suelo con un golpe seco.

Una serie de sonidos incoherentes brota de mis labios, pero ni siquiera estoy segura de qué he dicho. La pesadez provocada por el sueño parece haberse apoderado de mi lengua y mi capacidad motriz, ya que no logro coordinar mis movimientos.


Estoy despierta ahora y, sin embargo, me toma unos segundos registrar la habitación donde me encuentro sólo para descubrir que estoy en mi recamara. Mi teléfono ha dejado de vibrar y la pantalla ilumina el reducido espacio con su resplandor blancuzco. Mis ojos se entrecierran cuando tomo el aparato y lo miro directamente. El ícono que indica las llamadas perdidas en la parte superior izquierda de la pantalla brilla con intensidad, y mi ceño se frunce en confusión.

Son las tres de la madrugada. ¿Quién, en el infierno, llama a alguien a esta hora?...


Estoy a punto de ingresar el código de seguridad para revisar el registro de llamadas, cuando empieza a vibrar una vez más.

El aparato casi cae de mis manos debido a la impresión que ha causado en mí; sin embargo, lo detengo un segundo antes de que impacte contra el suelo alfombrado.

La leyenda que cita "número privado" brilla en distintas tonalidades de verde y miro fijamente mientras decido si debo responder o no. El miedo repentino que me invade forma un nudo en la boca de mi estómago.

Mis ojos se cierran con fuerza e inhalo profundo mientras me repito una y otra vez que no pasa nada. Que no es Tyler quien me busca a esta hora y que estoy a salvo ahora mismo. Entonces, deslizo mi dedo sobre la pantalla antes de colocar el teléfono contra mi oreja.


— ¿S-Sí? —Mi voz suena ronca, insegura y asustada.

—Me has arruinado —la familiar voz ronca y arrastrada, arroja una oleada gigantesca de alivio y ansiedad.

— ¿Harry? —Sueno casi feliz de que sea él, pero no me importa demasiado.

—Tú y solamente , Maya Bassi, eres la culpable de que haya ocurrido —la forma en la que arrastra las palabras, hace que me dé cuenta de que ha bebido en exceso.

— ¿Estás borracho? —Sueno más molesta de lo que pretendo.

— ¡Por supuesto que no! —La fingida indignación en su tono casi me hace querer rodar los ojos al cielo.


No puedo creer que esté haciéndome esto. No se supone que yo deba lidiar con su mierda y con la mía. No se supone que deba buscarme cuando ha dicho que sólo fui una carga para él.

—Buenas noches, Harry —me despido, y sueno derrotada y cansada.

— ¡No me cuelgues! —Exclama, del otro lado de la línea—, ¡por el amor de Dios, no me cuelgues!

—Harry, mañana tendré un día pesado; sin contar que me levanto temprano para ir a trabajar.

—Yo sólo... —de pronto, suena como un pequeño niño indefenso—, por favor, no me dejes. Estoy aquí afuera.

¿Afuera? —La incredulidad tiñe el tono de mi voz, al tiempo que mi corazón se detiene durante una dolorosa fracción de segundo. De pronto, mi pulso se acelera a una velocidad inhumana.

— ¿Puedes salir? —Su pregunta sólo hace que mis entrañas se retuerzan con ansiedad y nerviosismo.

— ¿Estás aquí afuera? —Susurro, con un hilo de voz. Me reúso a creerlo—, ¿afuera del edificio donde vivo?


El silencio se apodera del ambiente durante un par de segundos cuando, finalmente, responde—: Sí.

—Oh, mierda, Harry... —mis párpados se cierran una vez más y aprieto el puente de mi nariz con mi mano libre mientras trato de poner en orden mis pensamientos.

—Por favor, ven —suplica, y el tono lastimero que utiliza, me estruja el pecho con violencia. No puedo creer que esté haciéndome esto.

—Harry, lo mejor es que vayas a casa.

—No puedo —casi puedo escuchar el pequeño puchero en el tono de su voz—. El taxi ya sé fue. No recuerdo dónde dejé mi auto. ¿Podrías, sólo... venir?

—No voy a hacerlo. No quiero... —mis propias palabras calan en lo más profundo de mí ser. No quiero ser cruel, pero sé que estoy siéndolo.


—Sólo quiero verte —el dolor que tiñe su voz me saca de balance y un viejo recuerdo viene a mí y me inunda por completo...

Él en el apartamento de Kim pidiendo por verme, él pidiéndome que lo escuche, él en estado de ebriedad, intentando llevarme de vuelta a su apartamento...

—Voy a pedirte un taxi —resuelvo.

Él guarda silencio unos instantes.

—De acuerdo, pero por favor, ven... —suplica.

Mis ojos se cierran con fuerza y un suspiro brota de mi garganta. Una parte de mí ansía con correr escaleras abajo para mirarlo, y otra sólo desea que desaparezca de una vez por todas. Finalmente, lo decido. No puedo dejarlo en la calle a su merced. Es cruel y despiadado, incluso para mí... Entonces, me pongo unas viejas sandalias y me enfundo en un suéter tejido antes de decir—: Espera ahí. Ya bajo.


Al salir del apartamento, me aseguro de cerrar bien la puerta y me apresuro por el pasillo silencioso hasta llegar a las escaleras. Todo está en penumbra y lo único que soy capaz de distinguir, es la altura de los escalones debido a la iluminación que se filtra a través de las pequeñas ventanas que dan hacia la calle.

Al llegar a la recepción del edificio, tomo la llave del enrejado y abro la puerta. La calle está vacía frente a mí y la preocupación me invade en un abrir y cerrar de ojos.

"¿Dónde está?" Susurra la voz en mi cabeza y barro la extensión de terreno con mucha lentitud.


Mi corazón late tan fuerte, que soy capaz de sentirlo detrás de mis orejas, y mi garganta se siente seca debido al golpe de adrenalina. No quiero entrar en pánico, pero se siente como si pudiese hacerlo en cualquier instante. ¿Me habrá mentido?, ¿de verdad estaba aquí?...

Estoy a punto de tomar mi teléfono para regresarle la llamada, cuando me percato de la figura que se encuentra tirada en el suelo, junto a la entrada del edificio.

¿Harry? —Mi voz suena más temblorosa que nunca y doy un paso más cerca. El rostro de la persona sentada en la acera se eleva, y no necesito mirarle de cerca para saber que se trata de él—, ¿qué estás haciendo ahí?, leván... Oh, Dios mío...

Toda la sangre se drena de mi rostro en ese instante y un extraño dolor se apodera de mi pecho...


Con la poca iluminación de la calle, apenas soy capaz de distinguir las curvas de su rostro inflamado. Su ojo derecho está tan hinchado, que sus párpados se han cerrado; un camino de sangre seca viaja desde su nariz hasta su cuello y pecho, y no me pasa desapercibida la enorme herida sangrante de su labio inferior.

Rápidamente, me arrodillo frente a él y, sin siquiera pensarlo, ahueco su rostro entre mis manos temblorosas para inspeccionarlo.

— ¡¿Qué demonios te pasó?! —Exclamo, con la voz temblorosa por la angustia y la preocupación. Mis dedos tantean sus sienes y la parte trasera de su cabeza, en busca de alguna contusión o algún indicio de sangre, pero ahí no hay nada.

Él hace un gesto desdeñoso con la mano y me regala una sonrisa que más bien parece una mueca.

—Nada en especial —la forma en la que habla me hace saber que está ahogado en alcohol—. Yo me lo busqué, de cualquier modo.

—Necesitamos llevarte a un hospital —trato de sonar decidida y autoritaria, pero no lo consigo. No cuando ambos sabemos que no soy capaz de estar a su alrededor sin temblar de pies a cabeza.


Él niega una y otra vez antes de soltar una risita ahogada y corta.

—Estoy bien —asegura, sin dejar de reír del todo.

Mi ceño se frunce en señal de frustración y enojo.

—No entiendo qué es tan gracioso —mascullo mientras tanteo sus brazos y su torso, en busca de una herida grave.

—Tú eres graciosa —el tono juguetón que utiliza hace que mi corazón se detenga durante una fracción de segundo—. Tu preocupación es graciosa.

—Bueno. Gracias —suelto, con más violencia de lo que pretendo.

—También eres exasperante —observa.

—Es muy dulce de tu parte que menciones mis cualidades más grandes —el tono sarcástico que utilizo ni siquiera parece inmutarlo.

—A veces eres un poco irritante —observa.

—Tú no eres un encanto, si puedo ser sincera —río, sin humor.

Él se encoje de hombros y me regala una media sonrisa torcida. No me pasa desapercibido el hoyuelo que se marca en su mejilla en el proceso.

—También eres hermosa... —suspira y me congelo de inmediato.


Mi vista se alza de golpe en ese instante y, de pronto, me encuentro mirándolo a los ojos -o algo así-. Mi exhaustiva revisión de su cuerpo ha sido abruptamente interrumpida por su comentario, y no sé qué diablos debo responder a eso.

¿Qué?...

De pronto, su sonrisa se desvanece y me mira con una mezcla de dolor, angustia, frustración y desesperación.

—Me has arruinado para siempre —su voz suena más ronca que nunca—. Me has arruinado porque ya nada ni nadie puede hacerme sentir lo que tú...


Mi aliento se atasca en mi garganta y un nudo comienza a apoderarse de la boca de mi estómago; y entonces me quedo aquí, tratando de digerir sus palabras.

—T-Tú me odias —sueno inestable y temblorosa.

De pronto, noto cómo una de sus manos se alza en mi dirección y se detiene justo antes de tocar el lado derecho de mi rostro. Una tormenta de emociones se apodera de sus facciones y el anhelo con el que me inspecciona, hace que un escalofrío me recorra de pies a cabeza.

Entonces, traga duro y coloca un mechón de cabello detrás de una de mis orejas. Su mandíbula se aprieta con fuerza mientras que mis ojos se cierran ante la abrumadora sensación provocada por la calidez de su gesto.

—Harry...

—Siempre ha sido por ti, Maya... —susurra—. Lo sabes, ¿cierto?

—N-No entiendo... —suelto, en un balbuceo tembloroso e inestable.

—Ya no puedo más —Me interrumpe, y casi puedo sentir cómo me quiebro en pedazos diminutos cuando escucho la tortura en su voz—. Por favor, entrégame, Maya. Ve a la policía y entrégame... —sus dedos ansiosos y desesperados toman los míos, -los cuales están sobre sus hombros-, y se lleva la palma de mi mano a los labios para depositar un beso tímido y angustiado en ella. Entonces, los muros a mí alrededor se tambalean—. Haznos un maldito favor a todos y entrégame de una maldita vez por todas. Por favor...


El nudo en mi garganta está tan apretado, que no puedo hablar. No puedo pronunciar palabra alguna; sólo puedo quedarme aquí, mirándolo besar la parte interna de mi muñeca y la palma de mi mano.

Mis ojos están ahogados en lágrimas sin derramar y la angustia se arraiga en mi sistema con la sola idea de entregarlo.


—Acaba con todo esto —murmura contra mi piel y trato de apartarme de su toque, pero él me lo impide.

De pronto, siento cómo tira de mí hacia adelante, en dirección a su cuerpo. Todos sus movimientos son rápidos y precisos, así que en un abrir y cerrar de ojos me encuentro con su rostro a pocos centímetros del mío. Sus manos se han colocado sobre mis brazos para mantenerme en mi lugar, y el aroma a loción para afeitar, perfume y alcohol, me golpea con brutalidad.

—Acaba con el Monstruo en el que estoy convirtiéndome —susurra, y su aliento caliente golpea mi mejilla. Me siento aturdida y abrumada por su cercanía; sin embargo, no me muevo ni un milímetro.

—Harry...

—Acaba conmigo, Maya —la súplica en su mirada, hace que el nudo en mi garganta se intensifique—. Hazme pagar por todo el maldito daño que te hice.

Mis ojos se cierran con violencia y desesperación y un par de lágrimas traicioneras me abandonan.

—D-Déjame ir —ruego, con un hilo de voz, pero no hago nada por apartarme.

—Eso trato de hacer... —suelta en un susurro entrecortado. La frustración y el coraje se mezclan en el tono de su voz—. Juro por Dios que eso es lo que trato de hacer.

Entonces, tira de mí más cerca y soy capaz de sentir el calor de su aliento sobre mis labios.


—Ella no es como tú —susurra y siento como si hubiesen dejado caer un balde de agua helada sobre mí—. Ninguna es como tú. Nadie puede hacerme lo que tú me haces, Maya. Me has arruinado para siempre.

¿E-Ella?

Él no dice nada. Se limita a mirarme a los ojos como si fuese el símbolo de la salvación hecho persona. De pronto, mi estómago se revuelve debido a la oleada de emociones que amenaza con derrumbarme, mientras que mi mente no deja de reproducir las palabras "Ella no es como tú" una y otra vez, como una horrible y dolorosa tortura.


—Suéltame —escupo, con brusquedad; pero él no me deja ir—. Harry, suéltame ahora mismo.

Su mano corre hasta la parte trasera de mi cabeza y enreda los dedos en las hebras castañas de mi cabello. Entonces, tira de mí un poco más cerca...

De pronto, sus labios rozan los míos con lentitud. El contacto apenas dura unos instantes, ya que él se aparta casi de inmediato; sin embargo, soy capaz de notar cómo cómo pasea su lengua sobre su boca, como si tratara de saborearme con aquel pequeño y delicado toque.

—Ahora si estoy listo para ir al infierno —susurra y me deja ir.


Todo mi cuerpo es una masa temblorosa de emociones contenidas y lágrimas a punto de ser liberadas.

Harry se ha recargado contra la pared, con los ojos cerrados y expresión adolorida. Mi corazón ruge con fuerza contra mis costillas y un mar de emociones me azota una y otra vez mientras trato de aferrarme a la estabilidad que he luchado por conseguir para mí a lo largo de estos meses. No puedo derrumbarme ahora. Sólo trata de confundirme y no voy a permitir que lo consiga.

Una inspiración profunda es inhalada por mis labios y hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para envolver mis dedos alrededor de su muñeca para tirar de él y colocar su brazo sobre mis hombros.


—Ven aquí —murmuro, entre dientes, mientras afianzo mi agarre. Un gemido de dolor brota de su garganta mientras trato de incorporarme con Harry a cuestas. Él trata de sostener su peso, pero apenas es capaz de ayudarme a mantenerse en pie—. Debemos curar esas heridas.

Entonces, avanzo hacia el enrejado del edificio.




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