Capítulo 4
Una ráfaga de viento helado me azota en el instante en el que bajo del taxi que tomé a pocas calles del apartamento que comparto con Kim. Mi cabello golpea mi rostro mientras me abrazo a mí misma, en un débil intento de retener el calor dentro de mi cuerpo.
Mi rostro arde debido a la intensa helada provocada por el océano, y mis dientes castañean mientras que expulso una bocanada de aire que forma una nube alrededor de mi rostro.
El auto en el que venía se ha marchado ya hace unos momentos, pero yo no he movido ni un solo músculo. De pronto, estar aquí se siente como el peor de los errores. Todo mi cuerpo grita que debo volver sobre mis pasos y dejar pasar esta locura, pero estoy tan desesperada...
A pesar de todo el tiempo que ha pasado, necesito respuestas. Deseo con todas mis fuerzas comprender... A estas alturas, no me importa encontrarme de frente con una realidad dolorosa; la prefiero antes que seguir viviendo de suposiciones y mentiras. Estoy cansada de especular respecto a lo que orilló a Harry Styles a marcharse sin dejar nada además de una carta dirigida hacia mí.
Me niego a creer que el chico dulce del que me enamoré como una idiota haya sido capaz de mentirme de esa manera; y al mismo tiempo, no descarto la posibilidad de que, quizás, Harry nunca me amó de verdad.
No me sorprendería en lo absoluto descubrir que sólo fui un ancla para él. Algo a lo que se aferró porque le hacía sentir bien consigo mismo. Alguien a quién se ató porque necesitaba sentirse amado de alguna u otra manera... Dolería como el infierno descubrir que sólo fui eso en su vida, pero de algún modo, me sentiría aliviada.
Estoy harta de vivir en la incertidumbre. Estoy cansada de no poder dejar de pensar en él, a pesar de que ha pasado tanto tiempo.
Tomo una inspiración profunda y el aire helado hace que mi nariz y mis pulmones ardan. Mis párpados se cierran y exhalo con lentitud. Los latidos de mi corazón son feroces y violentos, pero jamás me había sentido tan segura y decidida en mi vida. Necesito hacer esto. Necesito mirar con mis propios ojos que el chico al que amé ya no existe. Necesito ponerle punto final a Harry Styles en mi vida...
Me toma un par de segundos apaciguar el latir desbocado de mi corazón y disminuir el temblor de mis extremidades, pero una vez que logro controlarlos, me echo a andar en dirección a las bodegas.
Apenas he avanzado un par de pasos, cuando el aroma a pescado muerto y sal invade mis fosas nasales. El suave rumor de la música electrónica llega a mí conforme me acerco al puerto pesquero y, de pronto, se siente como si un puñado de rocas hubiese sido arrojado dentro de mi estómago con brusquedad.
El disparo de adrenalina que me invade, aumenta con cada uno de mis pasos. La ansiedad y el nerviosismo sólo consiguen acelerar mi ritmo cardíaco, y poner a temblar mis manos.
Me digo a mí misma que es el frío el que provoca que mis piernas se sientan débiles, pero sé que todo es gracias al miedo intenso que no me ha dado tregua desde el instante en el que decidí que quería venir a este lugar.
A pesar de todo, no me detengo. Avanzo hasta que soy capaz de visualizar la enorme bodega donde Harry casi le prende fuego a Tyler Lawson hace unos meses.
La aprehensión me embarga de un segundo a otro y se mezcla con el torrente de emociones incontrolables que se ha apoderado de mi cuerpo. De pronto, se siente como si hubiese pasado una eternidad desde ese entonces.
El fugaz recuerdo hace que me pregunte acerca del paradero del chico que mandó a un puñado de chicas a golpearme hasta casi matarme, y tiró del gatillo de un arma con toda la intención de acabar con mi existencia.
En este momento, lo único que soy capaz de rogarle al cielo, es que no esté en la fiesta de esta noche. No sé si sería capaz de soportarlo.
La música aumenta su volumen e intensidad conforme me acerco a la bodega. Estoy cerca de la entrada, así que soy capaz de visualizar a una pareja de chicas besándose junto al portón principal. Un par de tipos hacen comentarios lascivos respecto a lo que les gustaría hacer con ellas en una cama; y no puedo evitar rodar los ojos al cielo cuando uno de ellos habla acerca del tamaño de su miembro.
Busco mi teléfono en el bolsillo trasero de mis vaqueros y tecleo un mensaje rápido para Louis:
"Estoy aquí."
Entonces, entro al lugar.
El estallido de la música me aturde unos instantes, pero me obligo a avanzar a empujones entre el mar de personas. Jamás había visto este lugar tan atestado de gente. No cabe una sola alma más, y el hedor a alcohol, vómito, marihuana y tabaco apenas me permite respirar.
El calor corporal me sofoca y me siento mareada y desorientada. Eso no impide que avance hacia el interior del mar de cuerpos danzantes que se mueve frente a mí, sin embargo.
Mi vista se fija en el puñado de adolescentes que bailan y ríen con fuerza a mí alrededor. El horror cala en mis huesos cuando descubro que la gran mayoría de ellos están drogados o ahogados en alcohol.
La angustia y el pesar toman el control de mis emociones cuando noto que casi todo el mundo aquí luce dos o tres años menor que yo. Me enferma pensar que Harry ha sido quien ha organizado todo esto y al mismo tiempo me niego a aceptarlo. Él no pudo haberle hecho esto a tanta gente. Simplemente, no pudo... ¿o sí?
Camino hasta el fondo de la inmensa bodega, en dirección a la barra improvisada donde un chico sirve bebidas a los asistentes.
Un vaso de plástico aparece en mi campo de visión, pero me toma un par de segundos darme cuenta de que pretenden darme una bebida. Trato de declinar la oferta mirando al chico a mi lado, pero me detengo en el instante en el que veo la ansiedad en sus ojos.
Su mano estirada tiembla ligeramente y noto cómo su expresión pasa de la ansiedad al enojo. Está drogado. Es posible que también esté borracho, no lo sé; sin embargo, no quiero averiguarlo.
Tomo el vaso de entre sus dedos, y fuerzo una sonrisa en su dirección. Él no se mueve. Se limita a mirarme con gesto inexpresivo. Empuja el vaso hacia mí con nada de delicadeza y parte del líquido se derrama sobre el material de mi blusa.
—Bebe —ordena. Sus palabras suenan arrastradas y violentas.
El miedo se detona en mi sistema y un escalofrío de puro horror me recorre el cuerpo; sin embargo, llevo el vaso a mis labios y lo inclino hasta que el líquido moja mis labios. No pretendo tomar ni una sola gota de esa bebida.
La aparto de mis labios y me las arreglo para sonreír en su dirección.
—Todo —escupe, y un nudo de nerviosismo se instala en la boca de mi estómago.
"Oh, mierda..."
Llevo el vaso a mi boca y le ruego al cielo que la bebida no contenga nada que pueda inmovilizarme. Entonces, cierro mis ojos con fuerza y trago el líquido helado.
El alcohol quema en mi garganta y toso, en un débil intento por aminorar el ardor que me invade. El chico arrebata el vaso de mis manos sólo para comprobar que lo he bebido todo y, entonces, se gira sobre sus talones y desaparece entre la multitud.
Mi pecho no ha dejado de arder debido a la bebida y mis ojos lagrimean debido a la tos. Limpio mi boca con el dorso de mi mano, y me aclaro la garganta para eliminar la extraña sensación de picazón.
Mi vista barre la estancia con lentitud, con la esperanza de encontrar a Louis entre tanta gente; pero sé, de antemano, que no voy a encontrarlo. Hay demasiadas personas y está demasiado oscuro.
Me elevo sobre mis puntas para mirar un poco mejor, pero no logro visualizar otra cosa más que cabezas y rostros desconocidos.
Giro sobre mi eje con lentitud, sin darme por vencida y, entonces, todo mi mundo se tambalea. Mi pecho se contrae con violencia y casi puedo jurar que mi corazón se ha saltado un latido; todo pierde enfoque en un nanosegundo y mi respiración se atasca en mi garganta en instante en el que lo veo...
Las seis escandalosas marcas surcan la mitad izquierda de su rostro lucen tan intimidantes como siempre. Su cabello está más largo de lo que recuerdo, y sus facciones lucen más duras que nunca. Su mirada penetrante ha sido enmarcada por el ceño profundo de sus cejas, y su mandíbula angulosa le da un aspecto hosco y hostil.
Luce más salvaje que nunca. Todo su cuerpo irradia oscuridad, peligro y crueldad. Se siente como si mirase a un completo desconocido. Como si el hombre al que observo hubiese perdido todo aquello que lo hacía Harry... Es como si el chico dulce hubiese sucumbido ante la fuerza de la Bestia demoledora en su interior; como si toda su humanidad se hubiese escurrido de su cuerpo, hasta quedar sólo esta carcasa intimidatoria que lo único que es capaz de inspirar es terror.
Está ahí, de pie en un rincón de la estancia, mirando hacia la multitud como si fuera de un depredador antes de elegir a su presa. Las sombras proyectadas en su rostro por la tenue iluminación de la luna a través de las ventanas, le dan un aspecto siniestro y misterioso. Viste completamente de negro y sostiene un vaso de vidrio cerca de sus labios.
Todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se sienten como si fuesen gelatina pura, mis entrañas son un puñado de nudos apretados que me impiden respirar correctamente, el aliento me falta y todo el mundo se vuelve un borrón a mí alrededor en el instante en el que su vista se desliza hacia donde yo me encuentro.
Doy un paso hacia atrás y luego otro para escabullirme entre la multitud. Mi corazón late con tanta fuerza que soy capaz de escucharlo retumbar una y otra vez en la parte posterior de mis orejas.
Sus ojos barren el espacio con extrema lentitud y giro el rostro para que no sea capaz de mirarme directamente. Temo que pueda reconocerme; sin embargo, al cabo de unos segundos ocultándome, me atrevo a mirarlo sólo para darme cuenta de que ahora charla con una chica de cabellos rubios.
Algo se estruja dentro de mí, pero me obligo a ignorar la sensación de enojo injustificado que me invade. Me digo una y otra vez que no tengo derecho a sentirme de este modo, pero no puedo enviar la sensación de coraje y frustración lejos de mi sistema.
—Es impresionante, ¿no es así? —La voz femenina a mis espaldas me hace girar con brusquedad.
El movimiento me provoca un mareo extraño, pero cierro mis ojos un segundo antes de posar mi atención en la chica de cabello corto teñido de violeta que me habla.
— ¿Qué? —Digo, porque es lo único que se me ocurre pronunciar en este momento.
—Bestia —ella hace un gesto de cabeza hacia atrás de mí, en dirección a Harry—. Es un espectáculo, ¿no es así?... No puedo entender cómo es que alguien puede ser tan espeluznante y sexy al mismo tiempo.
Una sonrisa irónica se apodera de mis labios sólo porque creía que era la única persona que lo encontraba aterrador y atractivo a la vez.
—Es... peculiar —digo, con cautela.
—Es una lástima que dé miedo hasta la mierda —la chica suspira, sin apartar la vista de él.
— ¿Miedo? —Pregunto, sólo porque quiero saber por qué lo dice.
La mirada de la chica se posa en mí y una sonrisa ansiosa se dibuja en sus labios mientras me toma por la muñeca y tira de mí hacia un rincón solitario de la bodega. Una vez ahí, mira hacia todos lados y se acerca para decir—: Es el hombre que hace posible estas fiestas. Proporciona el alcohol, la música, el lugar, las drogas... El tipo asesinó al antiguo líder de la banda de distribución que lidera y ahora él es quien se encarga de abastecer a toda la zona. Se dice que su equipo de trabajo es el más organizado y eficaz de la ciudad y que, además, los líderes de otras bandas temen por sus negocios Al paso que va, no me sorprendería en lo absoluto que se convirtiera en el distribuidor más grande de todo San Francisco —dice, y se siente como si hubiesen dejado caer un balde de agua helada sobre mi cabeza—. Esto sin tomar en cuenta que todo el mundo le teme. Es pirómano y se dice que le gusta torturar gente quemando partes de su cuerpo. Nadie quiere meterse con él y al mismo tiempo todos quieren formar parte de ese selecto grupo de personas que lo rodean en el día a día. Es... es... ¡Dios!, ni siquiera tengo una palabra para describir cuán aterrador y genial es.
—Oh, mierda... —las palabras salen de mi boca en un susurro tembloroso.
— ¡Lo sé!, es bastante tétrico, ¿no es así? —Suena más allá de lo entusiasmada; sin embargo, yo siento como si pudiese vomitar en cualquier momento.
Estoy a punto de responder algo, cuando la respiración me falla y el suelo bajo mis pies se mueve un poco, haciéndome tambalear un par de pasos.
Algo no está bien. La música suena como si pasara a través de un túnel largo antes de llegar a mí. De pronto, soy consciente del sonido de mi respiración agitada y de cómo mi cuerpo parece moverse sin que se lo ordene.
— ¡Oh, Dios! —El rostro de la chica se tiñe de preocupación—, ¿bebiste algo?, ¡mierda, chica!, vete a casa ahora mismo si no quieres despertar en una cama con diez hombres a tu alrededor. Esas bebidas son... especiales.
— ¿Qué?
Ella rueda los ojos al cielo, con exasperación.
—Sólo vete de aquí antes de que alguien te meta la polla sin que puedas hacer algo para impedirlo —dice, y me empuja en dirección a la multitud danzante.
Yo suelto una protesta débil, pero vuelve a empujarme; así que la obedezco.
Me siento aturdida, aletargada, ligera...
La parte activa de mi cerebro me dice que debo encontrar la salida y que no debí acercarme a la barra; sin embargo, no me siento molesta, ni frustrada. Tampoco tengo miedo; mucho menos me siento ansiosa.
Mis párpados se sienten pesados y, de pronto, me siento en paz.
Alguien envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, pero no me molesta. El universo a mí alrededor se mueve en cámara lenta y yo me muevo con él. Me muevo porque jamás me había sentido tan tranquila. Porque he olvidado a qué vine y porqué estoy aquí.
La parte consciente de mi cerebro me dice que debo avanzar, pero me toma unos instantes ponerme en marcha de nuevo. Ni siquiera sé a dónde me dirijo, ni porqué quiero marcharme.
Doy un traspié y casi caigo de bruces; sin embargo, alguien me sostiene y puedo seguir mi camino sin problema alguno. No sé qué estoy haciendo, pero no dejo de moverme. No puedo dejar de moverme...
— ¡POLICÍAAAA! —El grito me pone la carne de gallina y, entonces, el caos se desata.
La estampida de cuerpos que se precipitan hacia la salida del lugar hace que mi cuerpo sea empujado con brutalidad de un lado para el otro.
El sonido de la música, acompañado del estridente chillido de las sirenas de las patrullas policíacas y la histeria colectiva, hacen que sea imposible comprender una mierda de lo que pasa.
Trato de abrirme paso a empujones, pero no puedo luchar contra la oleada de personas que trata de llegar frenéticamente hacia el portón principal.
Alguien me empuja con tanta fuerza, que caigo al suelo con un golpe sordo. Otra persona me ayuda a levantarme y agradezco el gesto antes de girarme y echarme a correr en dirección a donde todo el mundo corre.
Estoy aturdida. Ni siquiera sé si voy en la dirección correcta pero confío en que la multitud conoce la salida. Necesito salir de aquí. No puedo permitir que me arresten por estar en un lugar como este. Necesito ir a casa y olvidarme de toda esta locura. Necesito...
Mi cuerpo se estrella contra alguien y un gemido adolorido brota de mis labios cuando el codo de la persona contra la que choqué impacta contra mi estómago. Me quedo sin aliento durante unos segundos y mi vista se nubla por completo. Un par de manos firmes me sostiene en mi lugar y agradezco el gesto mientras trato de recuperar el aliento.
Uno...
Dos...
Tres segundos pasan..., y escucho una voz familiar...
— ¿M-Maya?
Podría reconocer esa voz ronca, profunda y arrastrada en cualquier parte del mundo.
Un escalofrío de terror puro me recorre el cuerpo de pies a cabeza en el instante en el que escucho mi nombre en esa voz. Mis rodillas flaquean, mi pecho se contra, mis manos se sienten entumecidas y el pánico atenaza mis entrañas con violencia cruda y atroz.
Mi rostro se alza para encarar a la persona que me sostiene y el universo entero se resquebraja bajo mis pies cuando me topo de frente con un par de impresionantes ojos color esmeralda.
Estoy temblando. Todo dentro de mí es una maraña inconexa de sentimientos encontrados. El miedo y el terror son lo único que soy capaz de distinguir entre todo ese enredo de emociones contenida que lo único que consiguen, es hacer que me sienta más vulnerable que nunca.
— ¡Bestia!, ¡vámonos de aquí! —Grita alguien a sus espaldas, pero no se mueve. Yo tampoco puedo apartar la vista de la suya.
El resplandor intermitente de color azul y rojo invade toda la bodega y algo se acciona en mi cerebro. Doy un paso hacia atrás para liberarme del agarre de Harry Styles, pero mis piernas me traicionan y me tambaleo hasta casi caerme.
De pronto, algo cambia en su expresión. Sus ojos se han oscurecido varios tonos y su mandíbula parece estar a punto de ser partida en dos.
— ¿Qué bebiste? —Escupe, con brusquedad.
—Y-Yo... —Me detengo en seco sólo porque detesto tartamudear como lo hago; sin embargo, no puedo decir una sola palabra sin sentir que estoy a punto de caerme a pedazos.
Sus dedos largos y firmes se envuelven alrededor de mi brazo derecho, y la repulsión me recorre en un abrir y cerrar de ojos.
— ¡No me toques! —Espeto, y trato de liberarme de su agarre; él, sin embargo, tira de mí con fuerza.
Ira cruda y pura se filtra en mi pecho, pero él ni siquiera se inmuta. Se limita a guiar mi camino hacia la salida de la bodega. Sus dedos aprietan con tanta fuerza, que duele. Está haciéndome daño.
— ¡He dicho que me sueltes! —Medio grito.
Él se vuelca con brusquedad y grita—: ¡Cierra la puta boca!
Entonces, sin siquiera pensarlo, le escupo en la cara.
Un destello salvaje se apodera de sus facciones, pero desaparece tan pronto como llega. Una sonrisa irritada se dibuja en las comisuras de sus labios mientras se limpia y niega con la cabeza.
—Maldita sea... —masculla, con su voz ronca y arrastrada, antes de acortar la distancia entre nosotros en menos de dos segundos y clavar sus dedos en mis caderas.
Un chillido brota de mis labios cuando me levanta del suelo y me echa sobre su hombro, como si me tratase de sólo un costal de patatas.
Pataleo y grito con todas mis fuerzas para ser liberada, pero él ni siquiera parece inmutarse. Se limita a avanzar conmigo a cuestas a través del caos en el que se ha sumido el lugar.
De pronto, el frío me pone la piel de gallina y el aroma a pescado y sal me inunda por completo. Estamos fuera del inmenso lugar.
— ¡Bájame! —Medio grito, pero él ni siquiera se digna a responder. Avanza conmigo a cuestas y flanquea entre los espacios que hay entre las bodegas.
Grito y forcejeo sin cesar hasta que, finalmente, me deja en el suelo con violencia. Doy un paso lejos, en un intento desesperado por poner distancia entre nosotros, sin embargo, él tira de mi muñeca y se echa a andar entre las bodegas aledañas. De pronto, nos encontramos avanzando por una calle desierta.
Trato de liberarme de su toque implacable, pero él no me lo permite. Su teléfono suena en el bolsillo trasero de sus vaqueros y lo toma para responder sin siquiera mirar el identificador.
— ¿Qué? —Escupe, y luego de unos instantes de silencio, habla de nuevo—: ¿De cuánto estamos hablando? —Otro silencio—. Cuenten la mercancía una vez más. La pérdida no pudo haber sido así de grande, George. Si descubro que estás tratando de verme la cara de idiota, vas a pagarlo muy caro —un escalofrío me recorre el cuerpo con el tono simple y siniestro de su voz, pero me las arreglo para no hacerlo notar.
Cuando finaliza la llamada, se vuelca hacia mí. Su mirada me recorre de pies a cabeza y, de pronto, me siento intimidada por la intensidad con la que me observa.
—Cuánto tiempo, Maya Bassi —dice, tras unos instantes de silencio y escrutinio. Una sonrisa que no toca sus ojos se apodera de sus labios—. Parece que sigues sin saber cómo cuidar de ti misma.
Mi pecho se contrae al escuchar el veneno en su voz, pero me las arreglo para responder—: ¿Qué tal la cárcel, Styles?
Su sonrisa se ensancha, pero un destello de algo que no puedo reconocer se apodera de sus facciones.
—De maravilla, ¿no lo ves?
Una risa carente de humor brota de mis labios y niego con la cabeza.
—Imbécil... —la palabra sale de mi boca sin que pueda detenerla.
—Gracias. Es muy dulce de tu parte —el sarcasmo sólo hace que mi coraje aumente sólo un poco.
El escozor en mi pecho es tan intenso, que me enferma.
—Déjame ir —pido, con un hilo de voz.
Él ríe sin humor.
—Oh, no, Maya. Primero vas a explicarme qué demonios haces aquí.
—No tengo absolutamente nada qué explicarte —refuto.
Su rostro se transforma completamente en una mueca enojada; sin embargo, se limita a asentir con dureza. Entonces, tira de mí en dirección a la calle.
— ¡Suéltame, maldita sea! —Chillo.
Él se vuelca hacia mí de un sólo movimiento y noto la ira en su expresión.
— ¡No!, ¡voy a llevarte a casa!, ¡no puedo creer que después de tanto jodido tiempo sigas buscándote problemas!
Quiero gritarle que se vaya a la mierda, pero no lo hago. Me limito a mirarlo a los ojos y alzar el mentón antes de decir—: Soy perfectamente capaz de llegar a casa por mi cuenta.
—Estás drogada —escupe.
—Y aún drogada no te necesito —sueno más segura de lo que espero—. Ni siquiera para llegar a casa.
Una risa amarga brota de sus labios y niega con la cabeza.
— ¿Qué es lo que quieres, Maya? —Su voz suena más ronca que nunca—, ¿a qué viniste?
—Me dijeron que te habías convertido en un monstruo —la tristeza se filtra en el tono de mi voz—. Sólo quería verlo con mis propios ojos.
De pronto, su mirada se oscurece varios tonos y casi me atrevo a apostar que he logrado ver un atisbo de dolor en su mirada... casi.
Él me regala una sonrisa forzada y extiende los brazos hacia sus costados.
— ¿Ya lo comprobaste?
Mi estómago se retuerce con brusquedad y un intenso y doloroso peso se instala sobre mis hombros.
—Si —sueno inestable.
—Bien —su tono iguala el mío—. Ahora déjame llevarte a casa.
—No.
Un suspiro cansado brota de sus labios y noto cómo aprieta la mandíbula un poco más.
—No está a discusión, Maya. Estás drogada. Voy a llevarte y, a no ser que quieras que te noqueé para hacerlo, deberás poner un poco de tu parte.
—No tienes por qué preocuparte por mí —sueno más a la defensiva de lo que pretendo.
—Lo sé... —su expresión se serena un poco—, pero lo hago, Maya. Ahora acabemos con esto de una maldita vez. Déjame llevarte a casa para que puedas seguir con tu vida y yo pueda seguir con la mía, ¿de acuerdo?; acabemos con esto de una maldita vez por todas.
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