Capítulo 30




Esta noche tengo una cita con Harry y estoy nerviosa hasta la mierda. He pasado el día entero recordándome que es Harry y que hemos hecho esto antes; sin embargo, no puedo evitar sentir como si estuviese a punto de estallar. No puedo evitar sentir como si esta fuese apenas nuestra primera cita.

Las cosas entre nosotros han ido extrañas desde aquella charla que tuvimos en el pasillo del edificio donde vive Jeremiah. No me trata como si fuese su novia, pero tampoco lo hace como si fuese cualquier persona. Su actitud hacia conmigo es un completo enigma, pero me agrada de alguna u otra manera.

No hemos vuelto a besarnos desde ese día. Ni siquiera hemos estado cerca de hacerlo, pero han habido otra clase de acercamientos. Las charlas hasta la madrugada no se han hecho esperar, las sonrisas tímidas en la mesa durante el desayuno, las miradas fugaces que ambos nos dedicamos cuando Anne no nos ve, los pequeños roces de manos... Todo ha hecho que nuestro ambiente se torne denso de una manera cómoda, dulce y agradable.

Estoy aterrorizada por eso.

Mi vida entera ha estado tan repleta de mierda desde que puedo recordar y, ahora que las cosas han comenzado a tomar un curso tranquilo, se siente extraño e incorrecto. Temo que en cualquier momento todo me sea arrebatado de nuevo y que me quede aquí, tan destrozada y rota como siempre. Tan desolada y triste como nunca...


— ¿Quieres conservar esto? —La voz de Jeremiah me saca de mi ensimismamiento, pero me toma unos segundos volver al aquí y al ahora.

Mi vista se aparta de la montaña de prendas que tengo enfrente y miro por encima del hombro sólo para encontrarme con la vista de él, con las manos recargadas sobre la cajonera que acabo de vaciar.

La contemplo durante unos instantes antes de asentir—: Sí. Para algo debe servirme.

Él llama a Rob y Niall -dos de sus amigos-, en ese momento, para que saquen el mueble de la habitación y, una vez que se lo han llevado, me mira con una expresión extraña pintada en el rostro.

— ¿Qué sucede? —Pregunto, en voz baja, mientras que doblo otra prenda para colocarla en uno de los montones ordenados que tengo desperdigados a mi alrededor.

—Nada —niega con la cabeza—, es sólo que no puedo creer que vayas a renunciar a este lugar.

Un suspiro brota de mis labios y trato de esbozar una sonrisa.

—Yo tampoco... —miro alrededor, a lo que solía ser mi habitación. Ya no hay muebles en este lugar, así que estamos dentro de cuatro paredes vacías que me saben a nostalgia.


Viví en este apartamento durante casi un año en compañía de Kim. Este reducido espacio fue mi morada y mi lugar seguro. Fue mi refugio y mi hogar. Ese que se me fue negado por las personas que más debieron amarme. Ese que nunca conocí por estar ocupada sintiéndome aterrada de los monstruos con los que vivía...

— ¿Harry está de acuerdo con que uses su antiguo apartamento para guardar todos tus muebles? —Dice, mientras que contempla el espacio. El lugar donde estuvieron mis pertenencias aún está marcado en el suelo, sobre el pelo corto de la alfombra, y eso me provoca una punzada de dolor.

—Él lo sugirió —digo, porque es cierto. Fue idea de Harry que llevásemos todos mis muebles al apartamento que dejó a mi nombre. Ese que yo planeaba vender y que él pensaba comprar—. De cualquier modo, no planeo convertir ese lugar en una bodega. Cuando todo esto acabe de una vez por todas, iré por ellas.


— ¿Qué ha dicho el médico cuando presentaste tu renuncia? —Dice, al cabo de unos momentos en completo silencio. Su pregunta no hace más que hundirme un poco más.

—Que lo comprendía —bajo la mirada—, y que iba a echarme de menos.

— ¿Le dijiste los motivos reales por los cuales te marchabas?

Niego con la cabeza.

—Douglas dijo que tratara de no soltar información sobre lo que ha ocurrido, ya que eso podría afectar al caso; así que sólo le dije que la carga de trabajos y tareas en la universidad iban a impedirme continuar en el consultorio —digo y hago una mueca de disgusto. Un suspiro brota de mi garganta en ese instante y niego con la cabeza, en un gesto incómodo y exasperado—. Aún no me acostumbro a no hacer nada, ¿sabes?, me siento como una completa inútil... —confieso.

—Sabes que no lo eres, Maya —Jeremiah utiliza un tono dulce mientras me reprime—. No está en tus manos controlar lo que está pasando. No es como si pudieses elegir que Tyler dejase de amenazar tu vida.

—Lo sé, pero... —un suspiro irritado me abandona—, ¡joder!, no puedo evitar sentirme como un parásito. Tengo dinero guardado, pero apenas me alcanzará para aportar algo al apartamento de Harry durante unos cuantos meses.

—A Styles no le incomoda en lo absoluto ver por ti —dice, para luego bromear—: Estoy seguro de que está encantado con la idea de jugar al matrimonio feliz contigo.

Trato de dedicarle una mirada cargada de irritación, pero una pequeña sonrisa amenaza con abandonarme.

—Eres un completo machista si tu idea del matrimonio es acerca de un hombre manteniendo a una mujer —digo y él me regala una sonrisa grande y cálida.

—Sabes que no me refiero a eso —se defiende, pero sé que no se ha ofendido en lo absoluto. Al contrario, parece encantado con mi comentario. Cruza su brazo bueno sobre el malo—. A todo esto, ¿cómo van las cosas con él?, ¿no han intentado asesinarse?


Muerdo la parte interna de mi mejilla. Aún no le he dicho nada acerca de la cita que tendremos esta noche. Ni siquiera le he hablado sobre la charla que tuvimos en el edificio donde vive, así que no sé cómo va a reaccionar cuando se lo diga.

—Digamos que... —comienzo, después de buscar las palabras correctas en mi cabeza—, estamos llevando la fiesta en paz.

Jeremiah me dedica una sonrisa ladeada.

—Me alegro —asiente—. ¿Están follando?

¡¿Qué?! —Chillo, mientras que siento cómo el calor sube por mis mejillas—, ¡¿qué clase de pregunta es esa, Jeremiah?!

Mi amigo se encoje de hombros.

—Es la única explicación que le encuentro al hecho de que estén llevando la fiesta en paz —se defiende—. Los follamigos nunca pelean. Son felices porque follan sin compromisos.

—No estamos follando —digo, entre dientes, mientras que el rubor se apodera de mi cuello también.

Las cejas de Jeremiah se alzan, pero una sonrisa burlona ha aparecido en sus labios.

— ¡Oh, vamos! —Exclama, sin dejar de sonreír como idiota—, ¡no soy un imbécil!, ¡ustedes follan!

— ¡No lo hacemos! —Chillo. Mi voz suena dos octavas más arriba de lo común—, ¡apenas si me mira!

Mi amigo rueda los ojos al cielo.

—Si —bufa, sin dejar de sonreír—, claro. Y yo me chupo el dedo.

Un suspiro cargado de irritación brota de mi garganta y aprieto la mandíbula antes de presionar el puente de mi nariz entre mis dedos índice y pulgar, en un gesto que pretende ser dramático y fastidiado.

—No follo con Harry —digo, al tiempo que lo miro a los ojos. Él reprime una sonrisa—. Apenas si me invitó a salir esta noche.

—Espera, espera... ¿qué?

—Voy a salir con Harry esta noche —explico—. Estamos tratando de llevarlo lento.

Las cejas de Jeremiah se disparan al cielo. Entonces se hace el silencio.


—Esto es... —dice, al cabo de unos instantes. Sacude la cabeza—. Quiero decir, es increíble, pero... —su ceño se frunce—, ¿cómo diablos pasó?, ¿de qué me perdí?

En ese momento, comienzo a relatarle todo lo ocurrido. Desde la charla que Anne tuvo con Harry y conmigo, hasta el momento en el que hablamos en el corredor de su edificio. Le hablo, también, acerca de cómo le pedí que fuésemos lento y que tratáramos de hacerlo funcionar empezando desde cero. Le cuento la manera en la que hemos estado llevándolo y como, después de una semana de que todo eso ocurriera, me ha invitado a salir.


Para cuando termino de hablar, Jeremiah se ha acomodado frente a mí y ha comenzado a doblar -más bien a amontonar- ropa junto conmigo y, una vez que termino mi diatriba, el silencio vuelve a instalarse entre nosotros.

La vista de Jeremiah está fija en la pila de ropa, pero no luce molesto o incómodo. Más bien luce como si estuviese pensando algo a detalle. Su gesto es tan concentrado, que no me atrevo a pronunciar palabra alguna o a añadir cualquier cosa.

—Eres consciente de que Harry está metido hasta el cuello en cosas turbias, ¿verdad? —Dice—, y con 'cosas turbias' no me refiero a cosas como las pasadas. Me refiero a algo real. Harry está trabajando como encubierto para la policía. Arriesga su vida cada que pone un pie fuera de su apartamento y no hay garantía alguna de que vaya a volver a casa por la noche —me mira a los ojos—. Si de verdad vas a intentarlo con él, tienes que ser consciente de que va a haber mucha mierda en tu entorno aún. Tienes que tomar en cuenta que la vida de Harry está envuelta en un aura oscura y que no se irá del todo nunca, ¿crees poder soportarlo?


Sus palabras se asientan en mi cabeza y calan en lo más profundo de mis huesos. Sé que tiene razón. Sé que estar con Harry nunca va a ser algo tranquilo, pero también sé que estoy cansada de huir de lo que siento. Sé que estoy harta de correr lejos para terminar cayendo una vez más en el mar de sentimientos que me provoca.

—No se trata de si creo poder soportarlo o no, Jeremiah —digo, con la mirada fija en él—. Se trata de que ya no quiero huir. Ya no quiero correr lejos de todo lo que me provoca —una sonrisa tensa se dibuja en mis labios—. A mi vida le falta aún mucho tiempo para dejar de ser atravesada por mierda, de todos modos. Sé que el peligro no va a abandonarme hasta que Tyler sea atrapado.

Jeremiah duda. Luce preocupado ahora.

—No, Maya —dice, en un tono que pretende ser suave, pero que está cargado de dureza—. Después de que Tyler sea apresado va a seguir habiendo mierda. Harry trabaja como encubierto —recalca la palabra, para que me quede clara—. Va a haber gente que va a quererlo muerto por jugar al soplón. La mierda no termina con Tyler. ¿Estás dispuesta a correr el riesgo de levantarte un día por la mañana y averiguar que alguien lo ha encontrado?, ¿Qué alguien lo ha matado?...


Estoy a punto de responder pero en ese momento, Niall irrumpe en la habitación. Mi vista y la de Jeremiah se vuelcan hacia él.

—Hemos subido todo ya a la camioneta —dice el chico rubio, sin percatarse de la tensión que se ha apoderado del ambiente—, ¿hace falta algo más?

—Sólo esto —señalo la ropa a medio doblar—. Denme unos minutos y estaremos listos para irnos.

El chico asiente y se recarga contra el marco de la puerta para esperarnos.

Es entonces, cuando mi conversación con Jeremiah termina. Ninguno de los dos desea hablar sobre esto delante de Niall, así que nos limitamos a doblar ropa en silencio, mientras que sus palabras hacen eco en mi cabeza y reverberan hasta que no puedo hacer otra cosa más que pensar en eso.



~*~



Me miro en el espejo por milésima vez y vuelvo a acomodar el mechón rebelde de cabello que cae sobre mi frente, fuera de su lugar.

Tengo el estómago revuelto y el corazón hecho una maraña de latidos irregulares. Me siento como una completa idiota, pero no puedo evitar estar ansiosa hasta la mierda. Ni siquiera los quince minutos que pasé restregando las manchas de pintura blanca fuera de mi piel fueron suficientes para aminorar la sensación de pesadez que se ha instalado en mi cuerpo. Ni siquiera pasar el día entero desocupando un apartamento ha podido tranquilizar el latir frenético de mi pulso acelerado.


Mi vista recorre la longitud de mi cuerpo en el reflejo y me detengo un momento en mi cara. Luzco aterrorizada, así que tomo una inspiración profunda y luego otra, hasta que mi gesto se relaja casi al punto de lucir 'normal'.

No hay nadie en el apartamento. Anne comenzó a trabajar de nuevo hace casi una semana y Harry me envió un mensaje de texto hace horas donde decía que iría a la comisaría por un asunto urgente. No he dejado de sentirme ansiosa por eso también.

Aún no se ha recuperado del todo y él ya anda a sus anchas, como si el médico no le hubiese ordenado descansar.


Empujo la preocupación lejos de mi sistema cuando comienzo a agobiarme y me giro sobre mi eje para recargarme contra el lavamanos del baño donde me encuentro alistándome. Mi cabeza no deja de darle vueltas a lo que dijo Jeremiah más temprano y esto, también, me tiene con los nervios alterados.

No quiero dejar que eso me afecte en lo absoluto, pero no ha dejado de zumbar bajo en mis pensamientos, como un depredador a la espera de un descuido de su presa.


Estoy tan sumida en mis pensamientos, que ni siquiera noto que Anne ha llegado hasta que se asoma por la rendija de la puerta entreabierta. Durante un segundo, luce aturdida y confundida. Sus ojos barren mi cuerpo y se detienen en mi rostro un segundo más de lo acostumbrado.

— ¿Saldrás? —Sonríe, pero el gesto no toca sus ojos. No me atrevo a apostar, pero podría jurar que luce... ¿asustada?

Muerdo mi labio inferior durante unos segundos. No tiene ni idea de que la persona con la que voy a salir es Harry y no sé si debo decírselo. Se siente incorrecto hacerlo. Si él no se lo ha mencionado, ¿qué me hace pensar que quiere que yo lo haga?...

—Si —digo y esbozo una sonrisa. Trato de no sonar entusiasmada, pero el sonido de mi voz me traiciona.

— ¿Con tu amigo, el chico de la férula en el brazo?

— ¿Jeremiah? —Niego con la cabeza—. No. Saldré con alguien más.

Oh... —ahora no disimula la mueca enojada y triste que se filtra en sus facciones—. Que te diviertas, entonces.

—Gracias —digo y muerdo la punta de mi lengua para reprimir la sonrisa idiota que me provoca su expresión. La encuentro extrañamente dulce.


Ella parece debatirse entre la idea de decir algo más y marcharse, pero no hace ninguna de las dos. Se queda ahí, de pie, mirándome con aprehensión y angustia. Sé que desea decir algo más y yo también deseo decirle que la persona con la que saldré es su hijo, pero ninguna de las dos se mueve. Ninguna de las dos dice nada.

El sonido de la puerta principal siendo abierta hace que la tensión que se había instalado entre nosotras se disuelva.

Harry está aquí.

Anne vuelve su atención hacia afuera de la estancia y da un paso hacia el pasillo antes de detenerse y mirarme de reojo.

—No le digas que saldrás con un chico —pide—. Miéntele o le romperás el corazón.

Mi boca se abre para responder, pero en ese momento enmudezco. Harry aparece justo a un lado de Anne y nos mira de hito en hito antes de esbozar una sonrisa titubeante.

— ¿Pasa algo aquí? —Dice, con aire divertido—, ¿es que ahora se han adueñado del baño, también?

La expresión de Anne es cada vez más triste, pero trata de disimularlo. Harry frunce el ceño ligeramente, pero no deja de sonreír mientras que clava sus ojos en los míos.

— ¿Estás lista? —Pregunta y una oleada de culpabilidad me golpea. Mi vista se vuelca hacia la madre de Harry y esbozo una sonrisa cargada de disculpa.

El entendimiento parece apoderarse de ella en ese momento y, en lugar de encontrarme con una mueca enojada, veo de frente una sonrisa radiante y entusiasmada.

— ¿Él es tu cita, cariño? —Su voz suena mucho más aguda de lo común.

Yo reprimo una risa idiota antes de asentir.

Harry luce más confundido que hace unos instantes, pero se dirige a su madre para decir—: No te lo dije antes porque no quiero que te ilusiones. Veremos que ocurre, ¿de acuerdo?, vamos a llevarlo lento. No quieras tener niños corriendo por todo el apartamento cuando apenas empezaremos a salir de nuevo.


Siento cómo mi cara se calienta debido a la vergüenza por lo que Harry ha dicho, pero me las arreglo para mantener mi expresión inescrutable.

Anne no ha dejado de sonreír. Luce como niña pequeña en navidad y eso, de alguna manera, me hace sentir más nerviosa que antes.

—No ilusiones —dice ella, pero ya suena más allá de lo encantada—. Lo prometo. Vayan y diviértanse.

Entonces, su hijo me mira y me regala una sonrisa torcida.

— ¿Nos vamos? —Dice, mientras que extiende una mano en mi dirección.

Yo dudo unos instantes, pero termino envolviendo mis dedos en los suyos.

—Vámonos —asiento y él tira de mí con suavidad para guiarnos a la salida del apartamento.



~*~



Ha comenzado a llover. Las calles, usualmente abarrotadas de autos, se encuentran relativamente vacías. Los pocos peatones que transitan por las calles huyen y se refugian debajo de los toldos de las tiendas de la avenida por la que avanzamos.

El repiqueteo del agua en las ventanas, aunado al suave murmullo que emite la radio, es tranquilizante. Harry no ha dicho ni una sola palabra desde que salimos del apartamento, pero soy capaz de sentir su buen humor. Su ánimo relajado y desgarbado, es contagioso y me siento ligera y alegre debido a eso.


Un semáforo nos hace detenernos y Harry aprovecha ese momento para mirarme. Puedo sentir el peso de sus ojos clavados en mi perfil, pero yo ni siquiera lo observo de vuelta. Me limito a alzar el mentón ligeramente, al tiempo que reprimo la pequeña sonrisa que tira de mis labios.

—Carajo —musita—, eres tan bonita...

Mi corazón aletea y la sensación deja un sabor dulce en la punta de mi lengua. Mis ojos se dirigen al hombre que me mira con aire juguetón. Una pequeña sonrisa se desliza en mi gesto y quiero decir que no es verdad. Que no soy bonita como él dice pero, en su lugar, decido encogerme de hombros, como quien dice un simple: "Lo sé" sin pronunciarlo en lo absoluto. El gesto es arrogante, osado, soberbio... y está cargado de esa coquetería que sé que no poseo.

Es una expresión que le vi usar a Kim incontables veces con Liam. Un gesto que pintaba una sonrisa idiota en su rostro. Una exactamente igual a la que esboza Harry ahora mismo.


Mi pulso ruge en señal de victoria cuando noto cómo su mirada toma un brillo extraño y excitante. Las palabras "no soy bonita" se arremolinan en mi lengua una vez más, como una vieja y odiosa costumbre, pero las reprimo mientras que miro hacia el semáforo justo a tiempo para verlo cambiar a verde.

Harry no deja de mirarme, sin embargo. Yo me regodeo en el efecto que mi pequeño encogimiento de hombros tuvo en él durante unos segundos más y, entonces, carraspeo un poco antes de hacer un gesto hacia el camino para señalar la luz verde.

Él mira hacia donde indico y, a regañadientes, echa a andar el vehículo. Su vista se posa en el espejo retrovisor durante una fracción de segundo y su ceño se frunce de manera casi imperceptible; sin embargo, vuelve a ser el mismo al cabo de unos instantes.


—Estás muy callada esta noche —dice, mientras que giramos por una calle, en dirección a no-sé-dónde.

—Y tú estás de muy buen humor —digo, al tiempo que lo miro. Él esboza una suave sonrisa.

—Lo estoy —asiente, sin apartar la vista de la calle.

— ¿Por qué?

Se encoge de hombros.

—Ha sido un buen día. Últimamente, todos mis días son buenos —dice, pero parece arrepentirse al instante de haber hablado. Su sonrisa vacila y su expresión se ensombrece al instante—. Quiero decir... —sus manos aprietan el volante con fuerza—, sin tomar en cuenta toda la mierda que ha ocurrido —sacude la cabeza y sé, de inmediato, que piensa en Liam.

Mi corazón se estruja con violencia, pero me las arreglo para mantener las emociones oscuras dentro de mí.

"Hoy no, Maya." Digo, para mis adentros y alejo de mí toda la mierda que llevo a cuestas para guardarla en lo más profundo de mi cerebro. "Esta noche no."

Mi mano se estira para tomar su brazo y trazo una caricia suave con mi pulgar en la piel que sobre sale de su camisa enrollada por las mangas.

—No vayas ahí —pido, en voz baja—. No hoy.


En ese momento, Harry aparta una mano del volante para tomar la mía y llevársela a los labios. Entonces, deposita un beso en el dorso.

—De acuerdo —susurra, contra mi piel—. Hoy no. Lo prometo.

Una sonrisa cargada de tristeza se dibuja en mis labios, pero aparto la sensación de horrible malestar que trata de apoderarse de mí.

que le duele. que se tortura con eso a cada momento. Se ha obsesionado tanto con la muerte de Liam, que ha pasado horas enteras leyendo la copia del informe que Tom escribió acerca de lo que ocurrió. Estoy segura que ya se lo sabe de memoria, pero no deja de leerlo. Se siente culpable. Él dice que no es así, pero yo sé que miente.

Harry se culpa por la muerte de Liam, se culpa por el secuestro de Hayley, y se culpa porque Tyler escapó de nuevo de la policía.

No sé qué hacer para que deje de hacerlo. No sé qué hacer para que deje de lastimarse de ese modo.


—Hice una reservación en un restaurante bonito —dice, al cabo de unos momentos de silencio.

— ¿Ah, sí? —Trato de sonar casual, pero la tensión aún no se va del ambiente.

Él hace una mueca.

—Me encantaría poder decir que va a encantarte —dice, mientras que me dedica una mirada rápida. Una sonrisa se dibuja en mis labios—, pero nunca he ido. Dice Thomas que los postres son deliciosos. Solía ir allá con su esposa todo el tiempo.

—No tenía idea de que era casado —digo, con asombro. No puedo imaginarlo como el esposo de alguien. Luce demasiado joven para eso.

Algo en la actitud de Harry cambia, pero no me toma mucho tiempo averiguar el motivo.

—Es viudo —dice, en voz baja. Puedo decir que siente pesar y algo de tristeza por la situación de su amigo—. No me sé bien la historia. No habla mucho al respecto, pero sé que ella falleció en un accidente de tránsito hace no más de un par de años.

—Oh, Dios... —mi voz es un susurro ronco.

Harry niega con la cabeza.

—Todo el mundo dice que apenas tenían unos meses de haberse casado cuando ocurrió —deja escapar un suspiro—. Tiene un problema con la bebida y todo mundo lo atribuye a eso. Dicen que no es el mismo desde entonces.


Una punzada me atraviesa el pecho. No puedo siquiera imaginar lo que ese hombre ha sufrido. La carne se me pone de gallina sólo de pensar en lo espantoso que debió ser para él y en lo mucho que debió dolerle.

La pesadez amenaza con hundirme en ese momento y dejo que me embriague un poco antes de mirar a chico que conduce y que, ahora, tiene los ojos clavados en el espejo retrovisor. Su ceño fruncido con profundidad y luce alerta, de pronto.

Sus manos aferran el volante con mucha fuerza y la alarma se detona mientras que miro hacia atrás, al lugar donde Harry mira.

No encuentro nada fuera de lo común, sin embargo. Ahí afuera sólo hay un par de vehículos que conducen a paso lento debido la lluvia.

— ¿Qué ocurre? —Pregunto, mientras que miro de vuelta hacia él.

La mandíbula de Harry se aprieta tanto, que un músculo salta en ella.

—Creo que nos están siguiendo —dice, con tranquilidad, pero hay un dejo tenso en su voz.

¿Qué?...

—El Sedán negro —cabecea en dirección al coche que tenemos detrás—. Viene detrás de nosotros desde hace más de diez minutos.

— ¿Estás seguro? —Mi voz suena insegura y débil ahora.

—No —musita, mientras que vira en una calle. Su vista pasa del camino al espejo retrovisor y yo giro mi cuerpo sólo para comprobar, con horror, que el coche gira donde mismo que nosotros. El miedo comienza a lamer las paredes de mi cabeza, pero no dejo que se apodere de mí—, pero vamos a averiguarlo —dice y, entonces, aparca.


— ¿Harry, qué estás haciendo? —Mi voz suena aterrorizada para este momento.

No responde. Se limita a mirar hacia el espejo. Yo, por acto reflejo, miro hacia el parabrisas trasero una vez más. El Sedán ha aparcado también, a pocos metros de distancia de donde nos encontramos, en la acera de enfrente.

En ese instante, el miedo se transforma en algo más oscuro. Denso. Pesado...

—Quédate aquí —dice, al tiempo que lleva una mano a la manija del vehículo.

— ¡Harry! —Exclamo, con la voz llena de pánico, cuando veo cómo abre la puerta. De pronto -y casi por inercia-, me abalanzo sobre él para detenerlo de hacer una locura. Me he arrodillado sobre el asiento y estoy estirada en su dirección. Una de mis manos sostiene su camisa por el hombro, mientras que la otra se cierra alrededor de su antebrazo con mucha fuerza—, ¡Harry, no!, ¡por favor, no!


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