Capítulo 28
— ¡¿Que hiciste qué?! —La voz de Jeremiah se eleva y la gente sentada en las mesas a nuestro alrededor, lo mira con aire divertido y alarmado al mismo tiempo.
Siento como mi rostro se calienta debido a la vergüenza y clavo la vista en el tarro que descansa frente a mí. Entonces, sin saber qué decir, bebo un sorbo del líquido en él.
El sabor dulce y fresco de la bebida de piña sin alcohol, es casi tan reconfortante como el glorioso hecho de que no tendré que decir nada mientras tenga la boca llena. Siento los ojos de mi mejor amigo clavados en mí, pero me tomo mi tiempo antes de bajar el tarro y lamer mis labios con mi lengua helada.
Él no está dispuesto a ceder, sin embargo. Sé que no va a dejarme tranquila hasta que lo haya dicho todo. Lo sé por el gesto escandalizado, divertido y lascivo que hay en su rostro.
Una pequeña risa nerviosa brota de mi garganta y Jeremiah sacude la cabeza con incredulidad. A pesar de lucir como si quisiera golpearme y abrazarme al mismo tiempo, no deja de sonreír.
—Dime, por favor, que por lo menos se cuidaron —dice, en tono reprobatorio y divertido al mismo tiempo.
Me aclaro la garganta y mascullo—: Tomé la píldora.
—Eres consciente de que la píldora no es cien por ciento efectiva, ¿verdad?
Asiento, y me atrevo a mirarlo a los ojos.
—Descuida —digo, en tono tranquilizador—. Me llegó la menstruación ayer por la tarde.
El alivio en las facciones de Jeremiah casi refleja el que sentí yo al descubrir la mancha en mi ropa interior ayer en el trabajo. A decir verdad, he disfrutado cada segundo del dolor y de los malestares provocados por los cólicos. Jamás en mi vida había ansiado tanto que esta época del mes llegara.
— ¿Hace cuánto tiempo pasó... eso? —Mi amigo pregunta y le dedico una mirada irritada.
— ¿De verdad quieres saberlo?
Él rueda los ojos al cielo y esboza una mueca impaciente.
—La pregunta que quería hacer en realidad es: '¿Hace cuánto que no sabes de él?', pero no quería sonar cruel —dice, con irritación.
Un suspiro brota de mis labios.
—Hace más de una semana.
— ¿Lo abandonaste? —De pronto, suena entusiasmado—. Por favor, dime que le hiciste lo mismo que él a ti y que te marchaste en la mañana sin decirle una mierda.
Una risa irritada brota de mi garganta y niego con la cabeza.
—Técnicamente no lo abandoné —mascullo, antes de dar otro sorbo a mi bebida.
Los ojos de Jeremiah se entornan en mi dirección.
— ¿Lo hiciste o no, Maya?
—Tenía que irme temprano a trabajar —trato de sonar natural y casual cuando hablo, pero no lo consigo—, así que tomé una ducha y me marché. Dejé una nota, sin embargo.
—Entonces, lo abandonaste.
— ¡No!
— ¿Qué decía la nota?
—Que esperaba que todo mejorara para él y que se recuperara pronto.
—Lo abandonaste.
— ¡No!, ¡no lo abandoné!, ¡yo sólo...!
—Te fuiste —asiente. El orgullo se filtra en su voz—. Te fuiste y no le has llamado.
—Él tampoco me ha llamado a mí —sueno más indignada de lo que pretendo.
—Por supuesto que no te ha llamado —Jeremiah rueda los ojos al cielo—. Se despidieron. No se supone que daba llamarte después de eso.
Una punzada de dolor me estruja el pecho, pero asiento y esbozo una sonrisa triste.
—Lo sé.
— ¿Y cómo te sientes ahora?
Mi sonrisa toma un poco de fuerza.
—Mejor. Mucho mejor, de hecho. Es... —dejo escapar el aire en un suspiro—. Diferente. Es como hubiese arrancado un peso enorme de mi espalda, ¿sabes?
— ¿Ves lo fácil que era?, sólo tenías que follar con Styles para dejar de sufrir —bromea.
Una carcajada avergonzada me asalta y cubro mi rostro con mis manos.
—Eres un idiota —mascullo—. No me refiero a eso.
—Lo sé —Jeremiah ríe un poco—. Sólo bromeaba. Sé que tratas de decirme que has cerrado un capítulo importante en tu vida. Eso es bueno, Maya. Me da mucho gusto. Ya era hora de que dejaras de detestarlo.
Asiento.
—Definitivamente ya era hora...
— ¿Cuál es el plan ahora, entonces? —Jeremiah pregunta, mientras que toma una alita adobada del plato que hay al centro de nuestra mesa.
Me encojo de hombros.
—No lo sé —admito—. Aún está el asunto de Tyler. Quiero decir... El tipo puede venir e intentar asesinarnos por lo que pasó la vez del operativo.
—Es un hecho que va a querer tomar represalias, Maya —Jeremiah concuerda—. El único problema que veo aquí, es que no sé si tu caso aplique para que entres en el sistema de protección de testigos. Necesito investigarlo.
Sacudo la cabeza y dejo escapar un suspiro.
—El abogado, Douglas Schneider, me ha llamado hace unos días, por cierto. Dijo que debo ir a la comisaría lo más pronto posible. Lo más probable es que quiera hablar sobre todo este asunto de Tyler.
Mi amigo asiente.
—A mí también me han llamado de la delegación. Seguramente es para que seamos testigos en el caso cuando sea capturado —dice.
—Me preocupan Kim y Hayley —confieso—. También estuvieron involucradas.
— ¿Crees que Tyler vaya a ir tras ellas?
—No lo sé —aprieto los párpados—. Le ruego al cielo que no.
Mi vista se posa en Jeremiah justo para notar cómo rueda los ojos al cielo y se ríe por lo bajo.
—Eres tan raro... —mascullo, sin entender el porqué de su expresión.
—Lo siento —dice, sin dejar de sonreír—. Lo que pasa es que no puedo creer que haya creído que esa niña era de ustedes —niega con la cabeza—, ¡la niña es preciosa, joder!, ¿en qué cabeza cabe que sea hija de ustedes?, ¡Harry es horrible, por el amor de Dios!, ¡y tú...! ¡Oye!
El hueso que le he lanzado le golpea justo en la sien y reprimo una sonrisa antes de mirarlo con todo el coraje que puedo imprimir.
—Cuida tu lengua —advierto y él suelta una sonora carcajada.
—No sabes cuántas ganas tenía de verte y ponerme al día contigo —dice, una vez superado el ataque de risa—. Se sentían como años sin saber de ti.
—Apenas fueron un par de semanas —es mi turno de rodar los ojos al cielo, pero estoy bromeando—. Eres el drama hecho persona.
— ¿Yo soy el drama hecho persona? —Suelta, con fingida indignación. Entonces, un bufido brota de sus labios—. ¡Sí!, ¡claro!, lo dice la chica que se folló al chico que la abandonó hace un año, para luego ser una completa perra y dejarlo a la mañana siguiente.
—Vete al demonio —mascullo y él me guiña un ojo.
—Sé que me amas —dice, con una sonrisa juguetona pintada en los labios—. Tus maldiciones hacia mi persona sólo lo confirman.
Ruedo los ojos al cielo.
—Claro, Jeremiah. Lo que tú digas.
Otra risa brota de sus labios y niega con la cabeza antes de comerse otra alita de pollo.
— ¿Cómo va la búsqueda de compañera de apartamento? —Habla, con la boca medio llena.
Esbozo una mueca cargada de fingida repulsión. Él me mira con cara de pocos amigos y le guiño un ojo antes de suspirar y responder—: Mal. Llamó una chica esta mañana, pero no sonaba muy convencida con el precio del alquiler. Si no consigo a alguien para finales de mes, tendré que comenzar a buscar un lugar más económico para mí sola.
—Ya te dije que tenemos una habitación de sobra en el apartamento —Jeremiah me mira con aire severo—. Niall no tiene problema alguno contigo viviendo con nosotros.
—No quiero vivir en un apartamento de chicos —hago una mueca enfurruñada—. No te ofendas, pero no quiero llegar a casa a tener que limpiarlo todo.
—No tienes que limpiar si no quieres. Nosotros no lo hacemos nunca.
Le dedico una mirada irritada.
— ¿Ves a lo que me refiero? —Digo—, voy a volverme loca si vivo con ustedes.
—Esto es discriminación —suelta—. Podías vivir con Styles, pero no puedes vivir con nosotros. ¿Es porque nosotros no tenemos cicatrices en la cara?
Una sonrisa irritada e incrédula se dibuja en mis labios, pero me las arreglo para disparar una mirada cargada de advertencia en su dirección.
—Harry es limpio —digo, mientras que paso por alto la broma sobre las cicatrices.
Mi amigo rueda los ojos al cielo con irritación.
—"Harry es limpio" —dice, imitando el tono de mi voz—. "Harry no es una Bestia". "Harry es perfecto".
— ¡Deja de burlarte! —Chillo, y me estiro por encima de la mesa para golpear su brazo sano. No puedo dejar de reír, sin embargo.
Él sacude la cabeza antes de suspirar y beber el resto de su cerveza de un trago largo.
—Será mejor que nos vayamos. Aún tenemos que encontrar un taxi —hace una mueca de disgusto—. No veo la hora en la que me quiten esta mierda del brazo para poder conducir a mi bebé.
Mi vista se posa en el cabestrillo que sostiene su brazo enyesado y el rostro de Liam viene a mi cabeza en ese instante. El destello de dolor que me invade es poderoso y lacerante, pero trato de ignorarlo mientras asiento y me pongo de pie.
—Salgamos de aquí, entonces —digo. Sueno natural y juguetona, cuando en realidad no puedo apartar de mi cabeza la imagen del chico amable que murió de una manera tan injusta hace apenas unas semanas.
Se siente como si hubiese pasado una eternidad desde entonces, cuando en realidad apenas si han transcurrido unas semanas...
Mis párpados se cierran con fuerza y empujo la tortura lejos. Trato de concentrarme en el aquí y el ahora y me enfoco en Jeremiah, quien le hace una seña al mesero que nos atiende y pide la cuenta.
Esta ocasión yo invito y, mientras realizo el pago, él dice que nunca más va a permitirme hacer esto de nuevo. Una pequeña risa me asalta porque sé que voy a convencerlo de que me deje pagar la cuenta más a menudo, pero no me atrevo a llevarle la contraria ahora mismo. Ya habrá tiempo para eso.
~*~
—No había necesidad alguna de que me acompañaras hasta acá —digo, mientras avanzamos por el pasillo silencioso del edificio donde vivo—. Pudiste haber tomado un taxi directo a tu casa y yo otro que me trajera hasta aquí.
Mi amigo se encoje de hombros.
—Mi madre me educó bien —dice, con aire despreocupado—. Es de caballeros llevar a una chica a casa. Así sea sólo una amiga.
Una sonrisa dulce se dibuja en mis labios.
—Emma es muy afortunada —digo, porque realmente lo creo.
—Yo soy el afortunado —mi amigo sonríe como idiota y mi pecho se llena de una emoción cálida. Estoy tan feliz por él. Jamás lo había visto así de feliz—. A veces quiero estrangularla porque es terca hasta la mierda, pero no dejo de sentirme afortunado. Emma es... —sacude la cabeza—. No es cualquier chica, ¿sabes?... Emma es 'La Chica'.
—Eres tan cursi... —me burlo y él me mira con cara de pocos amigos.
—Vete al demonio, Bassi —masculla y suelto una risita baja.
Avanzamos hasta mi puerta en silencio y, una vez que estamos ahí, rebusco las llaves en mi bolso.
— ¿Maya?
— ¿Si? —Digo, mientras introduzco la llave en la ranura.
— ¿Puedo entrar a tu baño?
Una carcajada brota de mi garganta, mientras abro la puerta.
—Por supuesto que sí, torpe —digo, al tiempo que enciendo la luz—. Sabes que no tienes porqué pedir...
Me congelo en mi lugar.
Mi corazón cae a mis pies en un abrir y cerrar de ojos y una oleada de terror me recorre el cuerpo en cuestión de segundos. Un escalofrío de horror me asalta y los vellos de mi nuca se erizan en el instante en el que me percato del estado de la sala.
—Oh, mierda... —la voz de Jeremiah a mis espaldas sólo refleja lo que siento en este momento: pánico.
La sala está hecha un desastre. Las patas de la mesa de centro han sido quebradas, los sillones han sido destrozados, las bisagras de la puerta del baño han sido arrancadas, de modo que la madera está en el suelo, hecha una completa mierda; y las paredes están pintadas con aerosol rojo. Me toma unos instantes descubrir que en todas ellas, hay una frase grabada:
"La próxima vez, te mataré."
Un nudo de angustia, miedo y desesperación se forma en la boca de mi estómago; mi corazón ruge contra mis costillas y un escalofrío de puro terror me recorre la espina dorsal.
Durante unos instantes, no soy capaz de moverme. Ni siquiera soy capaz de escuchar lo que dice Jeremiah. El sonido de mi respiración dificultosa es lo único que percibo ahora mismo, mientras que absorbo la perturbadora imagen que hay delante de mí.
—No toques nada —la voz de Jeremiah suena más relajada que hace unos segundos, pero eso sólo hace que el terror me invada por completo.
—Él sabe dónde vivo —mi voz sale en un susurro aterrorizado. Mi cuerpo gira para encarar su mirada y siento cómo el pánico se construye ladrillo a ladrillo en mi interior—. Tyler sabe dónde vivo —el temblor en mi voz aumenta con cada palabra que digo y mi respiración se convierte en un jadeo irregular—. Estuvo aquí, Jeremiah —mis ojos se sienten húmedos con lágrimas, pero no puedo llorar. No cuando estoy tan asustada—. Tyler estuvo aquí.
Jeremiah desaparece la distancia que nos separa en dos zancadas. Su rostro es ahuecado por sus manos grandes.
—Necesito que te calmes, Maya —suena aterrorizado, también, pero su rostro es una máscara de tranquilidad ensayada—. Vamos a llamar a la policía ahora mismo, ¿de acuerdo?, llamaremos a Harry. Él sabrá qué hacer.
Sacudo la cabeza en una negativa frenética.
—Harry aún está en reposo, Él no puede salir de la cama. Tiene que...
—Entonces llamaremos a alguien más —Mi amigo me interrumpe, para detener la diatriba desesperada y angustiada que me asalta—, ¿de acuerdo?, pero ahora mismo te necesito tranquila.
Un asentimiento brusco es lo único que puedo responder ahora mismo, pero es suficiente para él.
—Llamaré al número de emergencia —dice y, sin darme tiempo de decir nada, sale al pasillo para realizar el reporte.
Pasa alrededor de media hora antes de que el apartamento esté lleno de policías. Hay tanta gente dentro, que debo salir para no sentirme asfixiada. Un montón de personas revolotean por todo el espacio tomando fotografías, tomando muestras de cabello, huellas y un montón de cosas más y, de pronto, me siento abrumada y un tanto invadida. Me las arreglo para mantenerme serena en el pasillo del piso donde vivo, sin embargo.
Thomas y Paula, los compañeros de trabajo de Harry, fueron los primeros en llegar. Ambos han mantenido una actitud serena y controlada mientras que se mueven por el espacio haciendo preguntas a la gente que trabaja minuciosamente en la reducida sala del lugar.
Hace unos minutos tomaron mi declaración y la de Jeremiah, así que ahora nos encontramos aquí, de pie en el pasillo, mientras que mis vecinos curiosos salen de sus apartamentos para averiguar qué ocurre.
No hay señales de Harry por ningún lado, pero no me sorprende. Debe guardar descanso hasta que se recupere completamente. No me extrañaría ni un segundo si me enterase de que ni siquiera le han hablado del incidente. Al final del día, mi vida no estuvo en peligro. Esto sólo ha sido un acto para amedrentarme.
Thomas sale del departamento al tiempo que retira un par de guantes de látex de sus manos. Su mirada barre el pasillo y, cuando nos localiza, se acerca.
—El bastardo fue cuidadoso —dice, sin ceremonia alguna—. Encontramos tres tipos de huellas digitales. Una de ellas debe ser tuya. Otra era diminuta, así que quiero asumir que es de la pequeña que vivía aquí y la tercera debe pertenecer a la madre. Van a llevarse las muestras para analizarlas, pero estoy casi seguro de que pertenecen a ustedes tres —sacude la cabeza y deja escapar un suspiro fastidiado—. Ese hijo de puta es inteligente. Sabe que podríamos haber añadido "Allanamiento de morada" a la lista interminable de delitos que carga en su espalda.
Una punzada de miedo me invade el cuerpo, pero me las arreglo para mantener mi expresión estoica.
— ¿Qué se supone que debo hacer ahora? —Sueno más serena de lo que espero.
— Irte de aquí. ¿Tienes un lugar donde quedarte los próximos días? —Pregunta.
—Lo tiene —Jeremiah habla por mí y me regala una sonrisa tranquilizadora—. Lo tenemos todo controlado.
Thomas asiente con alivio.
—Perfecto. Va a ser bueno que te tomes un tiempo del trabajo y de la escuela, Maya —dice—. Es bastante probable que Tyler siga de cerca cada uno de tus movimientos. No me sorprendería en lo absoluto que intentara atentar contra tu vida. Está desesperado. Se siente acorralado y eres la única carta que puede jugar ahora mismo. Sabe que Harry sería capaz de dejarlo escapar con tal de mantenerte a salvo.
El peso de sus palabras se asienta sobre mi pecho y, de pronto, me siento frustrada, enojada...
No puedo creer que tenga que renunciar a mi vida entera sólo por un idiota que no es capaz de aceptar que no tiene escapatoria; que la policía tarde o temprano dará con él y que va a pagar por toda la mierda que ha hecho.
Niego con la cabeza, en un gesto furioso. La desesperación y la impotencia crecen en mi sistema a toda velocidad. Un montón de palabras se arremolinan en la punta de mi lengua, pero no llegan a ser liberadas. Me obligo a tragarme la angustia y el coraje que me invade porque no voy a solucionar nada si dejo que la oscuridad me ciegue.
—Todo estará bien, Maya —Jeremiah envuelve su brazo sano en mis hombros, en un gesto tranquilizador—. Ya verás que ese imbécil va a pagar por todo lo que ha hecho.
— ¿Styles? —Alguien dice en algún lugar cercano, cuando estoy a punto de responderle mi amigo, y mi corazón se salta un latido en ese instante.
Mi vista se vuelca a toda velocidad hacia el corredor y una bola de nerviosismo se forma en mi pecho. La visión de Harry avanzando a toda velocidad por el pasillo pone mis rodillas a temblar.
Está hecho un desastre.
Su cabello largo luce más salvaje que nunca, su ceño está tan fruncido, que se ha formado una arruga prominente entre sus cejas, sus ojos penetrantes lucen furiosos... casi demenciales; sus manos están cerradas en puños y, a pesar de que camina inclinado ligeramente hacia el lado derecho, luce imponente hasta la mierda.
Sus pasos son decididos y firmes, mientras que un destello de pánico crudo se filtra en sus facciones.
—Maldita sea... —la voz de Thomas viene a mí, pero mis pies ya están moviéndose por inercia hasta donde el chico con la mitad del rostro surcado con cicatrices, se encuentra.
Sus ojos me encuentran a medio camino en el corredor y acelera el paso sólo para detenerse frente a mí y ahuecar mi rostro entre sus manos. Un destello de alivio se filtra en su mirada, pero no deja de lucir angustiado y furioso.
— ¿Estás bien? —Su voz está teñida con ira y preocupación y mi pecho se estruja con violencia.
—Deberías estar descansando —digo, casi sin aliento.
— ¡Descansando un carajo! —Espeta y posa su atención en un punto a mis espaldas—. ¿Qué ha pasado?
— ¿Qué ha pasado?, ha pasado que has venido. Aún en contra de las órdenes que recibiste —Thomas sacude la cabeza—, ¿qué diablos haces, Styles?, el comandante va a matarte si se entera de que has venido.
— ¡Tú tienes la puta culpa! —Harry suena realmente molesto—, ¡¿por qué demonios llamas para decirme que he pasado algo si no querías tenerme aquí, hijo de puta?!
—Harry... —trato de tranquilizarlo, pero la risita que suelta Jeremiah sólo hace que el gesto del chico furioso frente a mí se endurezca.
Mi vista se posa en mi amigo y le dedico una mirada furibunda antes de volver mi atención hacia Harry.
—Estoy bien —le aseguro al chico frente a mí—. No estaba en casa cuando ocurrió. Cuando llegué él se había ido —Harry sabe que hablo de Tyler. Lo sé por la forma en la que su expresión se ensombrece.
En ese momento, sus ojos enfurecidos se posan en mí y su mandíbula se aprieta.
—Voy a matarlo —dice, entre dientes y posa su vista en un punto en la pared. Su mirada está un tanto ausente, pero su cuerpo entero irradia violencia y coraje—. Voy a encargarme de hacerle pagar toda esta puta mierda. Estoy harto de él. Estoy hasta el jodido culo de sus idioteces.
Jamás lo había escuchado así de alterado y, por extraño que parezca, me parece un tanto... dulce.
Mis manos se posan en su cuello y sus mejillas para atraer su atención de vuelta hacia mí. Entonces, digo con lentitud—: Debes ir a casa a descansar.
Las aletas de su nariz se dilatan con la inspiración profunda que toma y noto cómo un músculo salta en su mandíbula.
—No voy a ir a ningún lado, Maya —dice y una punzada de irritación se apodera de mi cuerpo.
—Deja de comportarte como si tuvieses cinco años y ve a descansar.
—No puedes quedarte aquí —ignora mi comentario—. ¿Dónde vas a pasar la noche?
—Me quedaré donde Jeremiah unos días.
—No —espeta.
— ¿Perdón?
—No voy a dejar que vayas a casa de Jeremiah. De ninguna jodida manera. Vas a ir a casa conmigo.
Una risa medio incrédula y medio irritada se me escapa.
—Estás bromeando, ¿no es así?
La expresión seria y determinada de Harry hace que mi gesto incrédulo se arraigue con más fuerza.
—No voy a estar tranquilo si no estás cerca —dice.
— ¿Y qué te hace pensar que voy a hacer lo que tú quieres? —Sueno más dura de lo que pretendo—. Lo que pasó la última vez no te da ningún derecho sobre mí.
—Lo que pasó la última vez no tiene nada que ver con esto —suelta, con brusquedad—. Se trata de tu maldita seguridad. Si la policía no hace su puto trabajo y no te ponen bajo protección de testigos, entonces me aseguraré de protegerte yo mismo.
—Harry, al comandante no le va a gustar esto —Thomas advierte.
—Me importa un kilo de mierda lo que le guste al comandante.
Otra risa ahogada brota de la garganta de Jeremiah y, esta vez, son Thomas y Harry quienes lo miran con gesto fastidiado.
—Voy a ir a casa de Jeremiah, Harry —digo, volviendo al tema de conversación inicial.
—Sobre mi cadáver, Maya Bassi —él dice y se cruza de brazos.
— ¡Voy a estar a salvo ahí! —Chillo.
— ¡Voy a volverme loco si algo te ocurre! —Escupe de vuelta—, ¡¿es que no te cabe en la cabeza?! ¡¿Es muy difícil entender que me enferma la idea de saber que el imbécil de Tyler está cazándote?! ¡No me importa si lo que ocurrió entre nosotros la última vez fue una puta despedida!, ¡aún me preocupo por ti, mierda!, ¡aún lo hago y no voy a permitir que te expongas al peligro cuando puedo cuidar de ti! —La mirada de toda la gente en el pasillo está puesta en nosotros—, ¡ahora, hazlo fácil para mí y pon tu maldito culo en el asiento de mi coche o te juro por Dios que voy a montar guardia afuera de la casa de tu amigo hasta que vengas conmigo!
—No puedo creerlo —suelto, en un bufido ronco—, ¿de verdad esperas que vaya contigo así como así?
—No está a discusión, Maya. Voy a llevarte así sea como un maldito costal de papas —como para probar su punto se inclina hacia mí y envuelve un brazo en mi cintura para levantarme del suelo.
La alarma se enciende en mi sistema y la preocupación se arraiga en mí en un abrir y cerrar de ojos.
— ¡De acuerdo! —Chillo—, ¡está bien!, ¡tú ganas!, ¡ni se te ocurra cargarme!, ¡tú ganas!
Él desenreda su brazo de mí y clava su vista en la mía.
Su mirada dura y enojada me estudia con detenimiento, pero no me dejo amedrentar. No dejo que la fuerza que emana me haga pequeña e indefensa.
Pasan unos instantes antes de que me atreva a apartar la mirada pero, cuando lo hago, vuelco mi atención hacia Jeremiah y Thomas.
— ¿Puedo irme ya? —Pregunto, en dirección al detective.
Él asiente, medio inseguro de qué decir.
—Bien —digo, con dureza y encaro a Jeremiah—: Llámame una vez que estés en casa, ¿de acuerdo?
—Cuenta con ello —mi amigo dice y esboza una sonrisa. Hay algo en su mirada, sin embargo, que me hace querer golpearlo en la cara.
No se necesita ser un genio para saber que está burlándose de mí. Se burla del hecho de que Harry ha conseguido lo que quería.
Trato de no hacerle caso a su sonrisa lasciva, mientras me giro para encarar a Harry.
—Voy a buscar mis cosas —anuncio, con aire enojado, pero ceremonioso.
Ni siquiera le doy tiempo de decir nada. En ese preciso instante, me encamino a toda velocidad dentro del apartamento para desaparecer de su campo de visión.
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