Capítulo 21




— ¿Dejaste ir sólo a Liam? —Digo, al tiempo que trepo al coche de Jeremiah y doy un portazo.

Cuando llegó, ni siquiera se molestó en estacionarse. Se quedó a media calle, con el coche encendido y tocó la bocina para que yo lo localizara entre el tráfico.

—No. Kim está con él. Estaban juntos cuando Liam me encontró —dice mi amigo, mientras conduce de una manera que podría conseguirle un par de infracciones. Su pie pisa el acelerador un poco más y, en ese momento, me digo a mí misma que debo ponerme el cinturón de seguridad.

El alivio que traen sus palabras, sin embargo, es más grande que cualquier sensación de miedo que pudiese llegar a provocarme la forma en la que se atraviesa en el camino de otros autos.


— ¿Tienes la dirección del punto de reunión? —Jeremiah habla, tras unos minutos de camino silencioso.

Asiento.

—Conoces el lugar —digo. Trato de sonar serena y tranquila, pero no lo consigo.

A pesar de todo, hace ya un rato que dejé de llorar y empujé todo el pánico en una caja al fondo de mi cerebro. Desde entonces, he tratado de concentrarme en el aquí y el ahora—. Es en la bodega en la que... —"En la que Harry mató a Rodríguez" —. En la que me dispararon.

Jeremiah suelta una maldición en voz baja.

—Es muy lejos —el tono de su voz es tenso y preocupado—. Con este tráfico no llegaremos.

El pánico amenaza con invadirme, pero me las arreglo para convertirlo en una bola diminuta en mi estómago.

—Tenemos que hacerlo, Jeremiah —mis puños se aprietan—. Debemos llegar a tiempo.

—También tenemos que pensar en un plan B, Maya —dice y sus hombros se tensan—. Si no llegamos a tiempo y Harry ya está en la bodega, tenemos que idear un plan para sacarlo de ahí.

— ¿Una distracción, quieres decir? —Mi mente maquina a toda velocidad, pero todo suena muy descabellado.

Jeremiah asiente.

—Exactamente. ¿Qué tan rápido puedes correr?

El terror gana un poco de terreno y poso mi mirada horrorizada en él.

— ¿Qué estás tramando ahora?, en serio, tus planes me asustan —El miedo se filtra en el tono de mi voz.

Él ni siquiera aparta la vista del camino.

—Pensaba en algo como, ya sabes —se encoje de hombros en un gesto que pretende ser casual—, destrozar un par de coches, hacer sonar alarmas, que todos salgan, interceptar a Styles en medio del alboroto... Algo como eso.

— ¡¿Y si están armados?!


Guarda silencio unos segundos antes de hablar de nuevo—: ¿Se te ocurre algo mejor?

Una risa histérica brota de mis labios y niego con la cabeza. No puedo creer que realmente vayamos a hacerlo. Es un plan tan estúpido. Tantas cosas podrían salir tan mal...

—Vas a conseguir que nos maten —mascullo y fijo mi vista en el camino, mientras que trato de acompasar mi respiración acelerada.

—Lo sé —veo como asiente por el rabillo del ojo—. Trato de no pensar demasiado en eso.



~*~



El auto de Jeremiah aparca en un descanso en la carretera, alrededor de las ocho con cinco minutos. Sé, de antemano, que hemos llegado demasiado tarde.

Puedo ver el auto de Harry en la lejanía. Está aparcado afuera de la bodega, entre un montón de coches más.

Hay un poco más de una docena de vehículos estacionados en el perímetro del punto de reunión y mi estómago se revuelve debido a la anticipación. Mis dientes superiores parecen estar soldados a los interiores y mis uñas lastiman la carne blanda de mis palmas. Estoy aterrorizada, pero trato de repasar mentalmente las instrucciones de Jeremiah acerca de cómo se supone que vamos a hacer trizas tantos coches como podamos.


—Quiero vomitar —dice, de pronto. Mi atención se vuelca hacia él en ese momento. Sus manos están aferradas al volante con tanta fuerza, que sus nudillos se han puesto blancos—. Esto es tan familiar... —sacude la cabeza—. Hace más de un año estaba aquí, aparcado en este mismo coche con Styles. Hace más de un año estaba justo en este varadero, rezándole a todos los jodidos Santos para que salieras bien librada de todo eso —su cabeza gira hacia mí—. Fue horrible, Maya.

Me falta el aliento.

—Será diferente ésta vez —trato de convencerlo y, al mismo tiempo, trato de convencerme a mí misma.

— ¿Cómo estás tan segura?

No respondo. Me limito a mirar hacia la estructura de metal oxidado que se alza cerca de la costa de rocas.

La carretera está encima de una especie de colina y la bodega se encuentra justo donde termina, la altura del muelle de rocas lisas que rompe las olas. Entiendo por qué a estos tipos les gusta este lugar para reunirse. No hay nada en kilómetros a la redonda.


El olor a sal y pescado se filtra a través de las ventanas cerradas del coche y mi nerviosismo incrementa. Hay tantas razones por las que eso podría irse a la mierda, que ni siquiera puedo contarlas. Vienen una a una a mi cabeza, pero las ahuyento tan pronto como llegan.

Esto tiene que salir bien. Voy a enloquecer si no lo hace.

— ¿Estás lista? —Pregunta mi amigo, tras unos segundos de absoluto silencio.

—No —me sincero.

—Bien —él dice. No me pasa desapercibida la forma en la que sonríe. Está aterrorizado—. Yo tampoco.

Entonces, abre la puerta del coche y yo lo sigo.


Bajamos la colina en apenas unos instantes. Jeremiah carga consigo una llave para cambiar neumáticos. Es simple. No tiene esa forma de cruz habitual y, en realidad, es apenas una barra de metal que tiene en la punta un destornillador especial para llantas.

—Recuerda —dice, en voz baja—: Hasta que hagas sonar la alarma. No te entretengas demasiado en un solo coche. En cuanto veas a alguien saliendo de la bodega, corre y no te detengas. Yo iré por Styles cuando todos estén mirando el desastre.

Asiento con rapidez y él esboza una sonrisa nerviosa. Entonces, pone el destornillador en mis manos.

—Sé cuidadosa, Bassi.

— ¿Qué usarás tú? —Digo, mirando sus manos vacías.

—Rocas —su sonrisa se ensancha. Si no lo conociera como lo hago, diría que está extasiado—. Te veo en el coche. Si algo sale mal, escóndete y no salgas hasta que acabe el peligro, ¿de acuerdo?, no me iré sin ti.

Muevo la cabeza en un gesto afirmativo.

—No hagas nada estúpido —digo, porque tengo la necesidad de hacerlo y sonríe.

—Lo mismo digo —dice y entonces, miramos alrededor.

Jeremiah se agacha y toma una piedra del tamaño de mi cabeza antes de sopesarla en su palma.

— ¿Lista?

—Si —miento.

—Aquí vamos.

Entonces, corremos.


Mi primer objetivo es un bonito coche negro. Alzo la barra encima de mi cabeza y la estrello contra el vidrio frontal. El estallido que truena en mis oídos es satisfactorio, pero el sonido de la alarma no lo es tanto.

Escucho cómo otra alarma se enciende a lo lejos y casi sonrío al imaginar a Jeremiah lanzando esa roca gigantesca.

Me abro camino a toda velocidad hasta otro coche y estrello la llave en el vidrio trasero para luego correr hasta otro auto más y abollar el cobre.

De pronto, estamos rodeados de caos chillante. Las entonaciones desafinadas de los coches me hacen querer cubrirme los oídos, pero trato de no ponerles demasiada atención.

Necesito seguir haciendo esto.

La adrenalina es indescriptible en este momento. Me siento poderosa, fuerte, indestructible... Hay algo bastante agradable y retorcido en destrozar cosas. Nunca antes lo había hecho y es bastante gratificante.


"¡No está funcionando!, ¡nadie viene!" Grita la voz fastidiosa en mi cabeza y rompe con todo el encanto previo; sin embargo, trato de lanzarla lejos.

En ese momento, sin que pueda evitarlo, mi vista viaja a toda velocidad hacia la entrada de la bodega y noto cómo un montón de gente se empuja para salir del lugar.

Rostros horrorizados miran el desastre y me tomo una fracción de segundo para mirarlos. La euforia truena en mi sistema, pero la mantengo a raya en el instante en el que me echo a correr entre los coches.

Sin siquiera querer hacerlo, busco entre la gente de reojo. Sé que debería estar huyendo, pero necesito saber si está aquí. Necesito saber si el coche que vi es realmente el suyo...


Las miradas incrédulas y horrorizadas invaden los rostros de los asistentes y sonrío un poco antes de escabullirme detrás de uno de los autos. Los dueños lucen enfadados, horrorizados y confundidos y la satisfacción hierve en mi sangre.

Estoy cerca de la colina. Sólo tengo que salir de mi escondite y correr hacia arriba, en dirección al coche de Jeremiah. Esto está saliendo bastante bien. Podría funcionar. Una pizca de alivio inunda mi pecho, pero trato de mantenerla a raya.

Entonces, tomo una inspiración profunda y dejo ir el aire con lentitud.

"A la cuenta de tres, Maya..." Pienso. "Uno... dos..."


Un alarido de dolor invade mi audición.

Toda mi carne de pone de gallina en ese momento porque conozco esa voz...

"¡Jeremiah!"

La gente se aglomera alrededor de algo -alguien- y todos miran hacia abajo.

"¡No, no, no, no, no!"

Otro grito ahogado viene a mí y mi cuerpo se hiela. El terror enrosca uno de sus poderosos brazos alrededor de mi cuerpo y me deja sin aliento.

No puedo permitir que le hagan daño a mi mejor amigo. No puedo dejarlo aquí. Tengo que hacer algo. Lo que sea...


Estoy detenida junto a una camioneta gigantesca y lo único que se me ocurre hacer en este momento, es golpearla. Golpearla para llamar la atención de la gente que rodea a Jeremiah.

Sin pensarlo dos veces, estrello mi arma contra el cristal del lado del copiloto. La alarma estalla a la vida y atrae la atención de los delincuentes que rodean a mi amigo.

"¡No te detengas, Maya!, ¡vamos!"

Entonces, corro otro poco y golpeo otro coche con todas mis fuerzas antes de echarme a correr en dirección opuesta a donde Jeremiah se encuentra. Lo único que espero es que estos tipos me sigan para que él pueda marcharse.

Escucho los gritos furiosos detrás de mí y trato de zigzaguear ente los vehículos para perderme en la oscuridad de la noche y las estructuras de metal.


Alguien tira de mi camisa y caigo de espaldas en la tierra. El sonido sofocado que brota de mi garganta no es nada comparado con mi real falta de respiración. Mi atacante me toma por el cabello y ahogo un gemido de dolor mientras que muevo mis piernas para impulsarme y no permitir que me arranque el cuero cabelludo.

De pronto, mi vista se llena con la imagen de un hombre que me es vagamente familiar; sin embargo, no me detengo demasiado a intentar averiguar quién es. En su lugar golpeo su nariz con la parte más dura de mi palma, justo como me enseñaron en las clases de defensa personal.

Él se tambalea hacia atrás y me deja ir. Mis pies tropiezan un poco, pero mantengo el equilibrio y trato de correr de nuevo. Alguien más se interpone en mi camino y me preparo para arremeter con una patada, sin embargo, me detengo en seco cuando miro lo que lleva en la mano.

Mi corazón se salta un latido en el instante en el que el tipo frente a mí me apunta con una pistola.


—Se acabó el juego, niñita estúpida —gruñe y alzo las manos en señal de rendición.

El tipo luce furioso, pero no dispara. Se limita a mirarme de pies a cabeza y hacer un gesto en dirección a la bodega.

No me muevo. Sé que quiere que avance, pero no lo hago. Me quedo quieta en la espera de que un jodido milagro ocurra, pero nada pasa. Sigo aquí y alguien me amenaza con un arma de fuego.

—Camina —espeta, de pronto, con impaciencia y mis ojos se cierran en ese momento.

No quiero avanzar, pero lo hago de todos modos. Lo hago porque no quiero tentar a mi suerte.


Un montón de miradas están clavadas en mí, pero no aparto la vista del suelo hasta que me hacen arrodillarme junto a Jeremiah, quien sigue tirado en el suelo. Sostiene uno de sus brazos pegado al pecho y su nariz y boca están bañadas en sangre.

— ¿Estás bien? —Susurro, con la voz temblorosa por el nerviosismo y la ansiedad. Él asiente, sin apartar la vista del hombre que me señala con un arma—. ¿Qué le pasó a tu brazo?, ¿te dispararon?

Niega con la cabeza. Sigue sin mirarme.

—Está roto —su voz suena gangosa, áspera y aterrorizada.

Mis ojos se cierran con fuerza y le ruego al cielo que Kim y Liam hayan podido recuperar a su hija. Todo esto valdrá la pena si Hayley vuelve a estar en los brazos de sus padres.


— ¡Pero mira nada más que tenemos aquí! —La voz de Tyler resuena en algún punto cercano y quiero gritar de la frustración—, ¡nada más y nada menos que Maya Bassi!, ¿no es esto maravilloso, Styles?

No quiero mirar. No quiero abrir los ojos y enfrentarme con la mirada interrogante de Harry. No quiero verlo a la cara cuando tenga que explicarle que todo se fue a la mierda por mi culpa y que nunca, nunca debí armar ninguna clase de plan para intentar solucionarlo todo.


El silencio se ha apoderado del ambiente en un abrir y cerrar de ojos. Lo único que soy capaz de escuchar ahora mismo, es mi respiración dificultosa y entrecortada. Nadie dice nada. Todos están a la expectativa de saber qué hará Tyler con los dos entrometidos que han osado venir a su territorio.

—A Nadine le encantaría ver esto —dice la voz de una chica y aprieto la mandíbula.

La imagen de la mujer rubia a la que me encontré en el apartamento de Harry, invade mi cabeza. Me pregunto si aún tendrá contacto con ella o si la chica prefirió seguir a Tyler. No me sorprendería ni un poco que así fuera.


El sonido de unos pasos lentos y deliberados rompe con el estado de quietud, y se detiene de pronto. Sé que está frente a mí -sea quien sea-. Puedo sentirlo.

Una mano se cierra en mi barbilla y me obliga a alzar el rostro. El tacto áspero es firme pero cuidadoso al mismo tiempo y sé quién es mucho antes de que me atreva a abrir los ojos.

Tomo una inspiración profunda y el aroma familiar y fresco inunda mis pulmones. Mi estómago se retuerce en ese momento y mi pulso se acelera. El horror, la vergüenza, la angustia... Un muro de sentimientos se construye bloque a bloque dentro de mi pecho y me cuesta trabajo respirar. Me cuesta trabajo no gritar.


Entonces, mis párpados se abren.

Un par de ojos color verde esmeralda me observan fijamente y todo se siente familiar y desconocido al mismo tiempo.

Es él.

Es Harry Styles quien me mira, pero se siente mal en todos los aspectos. La forma glacial en la que me observa, aunada a la tensión en su mandíbula y su ceño fruncido, me hacen sentir como si estuviese delante de un completo desconocido.


—Me supongo que te preguntas qué está haciendo ella aquí, ¿no es así, Styles? —La voz de Tyler es un ronroneo a mis espaldas.

La repulsión que siento hacia ese hombre viene a mí en forma de escalofrío, pero me obligo a no hacerlo notar.

Harry está acuclillado frente a mí, así que tiene que alzar la vista para mirar al hombre que está de pie justo detrás de donde yo me encuentro. Mis párpados se cierran con fuerza y siento cómo los ojos del chico de las cicatrices vuelven a mí.

— ¿Me puedes explicar qué está pasando aquí? —Dice, con voz ronca, profunda y calmada. Suena antinatural en contraste a la tensión que nos envuelve.

— ¿Vas a decírselo tú, Maya, o lo haré yo? —Tyler dice, con socarronería.


Me obligo a mirar a Harry. Él ni siquiera ha apartado su vista de la mía. Luce demasiado tranquilo. Demasiado en control de sí mismo. Luce como suele hacerlo cuando está a punto de estallar. Como cuando está a punto de dejarse engullir por la oscuridad que existe dentro de él.

Inevitablemente, la palabra 'Bestia' inunda mis pensamientos y muerdo la punta de mi lengua para no gritar de la frustración.

—Creo que lo haré yo, ¿cierto? —Dice Tyler, tras unos instantes de silencio—. Maya y yo hicimos un trato —en ese momento, la mirada de Harry se llena de una emoción que no logro descifrar.

—No es cierto —digo, en un susurro urgente y tembloroso. No sé en qué momento empecé a temblar como lo hago—. No es cierto, Harry.

— ¿No lo es? —Tyler habla a mis espaldas—, ¿no fuiste tú quien dijo que lo entregaría para mí a cambio de tu hija?

El entendimiento surca los ojos de Harry y quiero gritarle que no es verdad. Que todo era parte de un plan para recuperar a Hayley sin tener que poner su cabeza de por medio. Un plan horriblemente malo que sólo nos ha traído hasta aquí.

— ¡No! —Sacudo la cabeza, con frenesí. La desesperación y la angustia forman un nudo en la parte posterior de mi garganta—, ¡no es cierto!, ¡te juro, Harry, que...!

Se pone de pie y me quedo a mitad de la frase. Sus ojos no me han abandonado ni un segundo, pero hay algo erróneo en ellos. Lucen fríos, carentes de emociones, helados...

Jamás me había mirado de ese modo. Jamás me había sentido así de horrorizada frente a él.

—Tom —dice, con voz neutra—, ven aquí.


El chico moreno de la última vez, se acerca y se detiene a pocos pasos de donde estamos. Entonces, Harry hace un gesto de cabeza hacia Jeremiah, quien no ha despegado los ojos de él ni un sólo segundo.

Está más pálido que nunca y las lágrimas en sus ojos me hacen saber que está igual de asustado que yo.

—Hazte cargo de él —dice y el pánico rompe la caja que lo contenía.

— ¡Harry, por favor!, ¡tienes qué creerme!, ¡por favor, no es lo que parece! —Las palabras suenan arrebatadas y desesperadas y las lágrimas llenan mis ojos. La ansiedad, el nerviosismo y las ganas de salir corriendo inundan cada poro de mi piel. Esto es doloroso. Es insoportable—, ¡tienes qué escuchar lo que...!

—Cállate —escupe, de pronto y enmudezco de inmediato.

— Harry, por favor, déjalo ir —suplico, tras unos instantes. Mi voz se ha enronquecido debido a las lágrimas que trato de contener—. Él no ha hecho nada. Por favor, déjalo ir.

Sé que está ignorándome. Lo sé por la forma en la que se lleva las manos a la cinturilla de los vaqueros y desenfunda una pistola.

Entonces, sin decir una sola palabra, apunta el cañón hacia mi cabeza.


Un grito se construye en mi garganta, pero lo reprimo hasta convertirlo en un gemido lastimoso que viene acompañado de lágrimas aterrorizadas.

Quiero gritar. Quiero aovillarme en el suelo y esperar el golpe de gracia, pero no puedo moverme. No cuando Tom apunta hacia la cabeza de Jeremiah con una jodida pistola.

—Debí decirle que la amaba —Jeremiah habla y lo miro, medio aturdida, medio horrorizada.

Está llorando. El agua salada deja surcos en su piel ensangrentada y luce como un niño pequeño e indefenso que está a punto de recibir el peor de los castigos.

— ¡Maldición!, debí decirle que... —se detiene y un sonido estrangulado brota de su garganta mientras reprime un sollozo.


—Deja ir a Jeremiah —suplico hacia Harry, una vez más, pero él parece no haberme escuchado—, ¡Harry, por el amor de Dios!, ¡déjalo ir!, ¡te lo ruego!, ¡déjalo ir!

No habla. No se mueve de su lugar. Ni siquiera deja de mirarme con esa horrorosa expresión vacía.

Limpio las lágrimas de mis ojos con mis dedos torpes y reprimo un par de sollozos antes de decir—: Por lo que más quieras, Harry. Deja ir a Jeremiah y huye. L-Llamé a la policía. Haz lo que quieras conmigo. Mátame si quieres pero, por favor, váyanse de aquí cuando todo haya acabado.

Una emoción indescifrable surca el rostro de Harry y, por un doloroso momento, creo que va a escucharme, sin embargo, la frialdad se apodera de él una vez más y quita el seguro de su arma.

Se acabó.

Todo esto terminó. Acabo de conseguir que nos maten. Harry va a matarme... El hombre al que más amé -que aún amo- está a punto de asesinarme.


— ¡MANOS ARRIBA, TODO EL MUNDO! —Una voz truena detrás de Harry—, ¡POLICÍA DE SAN FRANCISCO!, ¡ESTO ES UN OPERATIVO!, ¡ARROJEN SUS ARMAS AHORA MISMO!

El pánico se detona en mi sistema y miro frenéticamente hacia todos lados antes de descubrir a Harry y a Tom, apuntando sus armas hacia un punto detrás de nosotros.

Entonces, giro sobre mi eje y me topo de frente con la visión de Tyler, mirando a Harry como si fuese el ser más despreciable de la tierra.


Espero escuchar el sonido de las patrullas, pero no vienen a mí. Espero escuchar el sonido de los disparos, pero nunca llegan. Todo el mundo está paralizado y, es entonces, cuando lo noto...

Por cada hombre que, asumo, es parte de la banda de Tyler, hay uno apuntándole con un arma.

El entendimiento surca las facciones de Tyler y pasa del aturdimiento a la sorpresa; para después, convertirse en ira cruda y cegadora.

—Bastardo hijo de puta —sisea, hacia Harry—. Debí haber sabido que eras un jodido traidor.

Mi vista viaja hasta Harry en ese momento y las piezas caen una a una en su lugar:

Las palabras de Louis en su apartamento, cuando planeaba venderlo; las mentiras de Liam, su extraña relación con el abogado Douglas Schneider, todas las conversaciones que tuve con él en las que me pedía que confiara, todas aquellas veces en las que estuvo a punto de decirme algo pero se contenía, la imagen devastadora de sus manos sosteniendo un arma contra Tyler Lawson...


Todo tiene sentido. Todo encaja a la perfección y sé, desde lo más profundo de mi pecho, que la verdad absoluta acaba de ser revelada.

Harry Styles trabaja para la policía.

—Oh, mierda... —las palabras salen de mi boca por voluntad propia y quiero reír. Quiero echarme a llorar. Quiero enterrar la cabeza en lo más profundo de la tierra porque no hay nada más vergonzoso que no haberlo notado antes.

"¿Cómo diablos no lo noté antes?..."

—Se acabó, Tyler —la voz serena y ronca de Harry envía una oleada de alivio a mi sistema—. Todo acabó.

La furia que irradia Tyler, sin embargo, es tan intensa, que puedo percibirla hasta donde me encuentro.

—Te equivocas, Styles —el hombre habla—. Esto apenas empieza.


De pronto, hace un gesto de cabeza hacia alguien detrás de nosotros y un estallido resuena a mis espaldas.

Un grito de puro terror me abandona. El pitido irritante provocado por el sonido intenso del disparo, apenas me permite orientarme; sin embargo, soy perfectamente capaz de escuchar el grito de la voz de Harry diciendo—: ¡MAYA!, ¡AL SUELO!

Y Entonces, el caos se desata.

Jeremiah y yo nos dejamos caer a la tierra, mientras que el sonido de las balas lo invade todo. La gente grita y corre por todos lados, y ahí estamos nosotros, en medio de todo el caos, rogándole a Dios que ninguna bala nos alcance.

Mis dientes castañean, mi corazón ruge contra mis costillas y el llanto es incontenible ahora. Vamos a morir. Todos aquí vamos a morir...

He perdido de vista a Harry. El desastre es tan grande, que ni siquiera soy capaz de localizar a Tyler entre la multitud de personas que trata de huir. Los hombres de Tyler trepan a sus coches y tratan de escapar, pero muchos de ellos son interceptados por los agentes policíacos que visten como si fuesen asistentes de mi chico de las cicatrices.


Alguien cae al suelo a mi lado con un golpe sordo y grito al ver el montón de sangre que brota de su hombro. El tipo suelta gruñidos adoloridos mientras que gime de dolor. No sé si debo acercarme a ayudarlo o dejarlo ahí hasta que alguien más se haga cargo.

Ni siquiera tengo tiempo de pensarlo demasiado. Alguien está sobre él ahora y le coloca unas esposas en las muñecas mientras le dice sus derechos.

Todo ha terminado. No hay más balas, ni peleas. Sólo oficiales llevándose a la gente hacia los pocos vehículos que quedan.


— ¡¿Dónde diablos está Lawson?! —Alguien grita en la lejanía y una oleada de terror me invade—, ¡encuéntrenlo, maldita sea!, ¡no dejen que escape!

"¡Tyler!, ¡buscan a Tyler!" Grita la voz en mi cabeza, pero la ignoro mientras miro cómo se llevan casi a rastras al hombre sangrante de hace un momento.

Trato de localizar a Jeremiah entre la gente a la que escoltan, pero no lo encuentro por ningún lado. Un atisbo de nerviosismo me estruja el pecho.

Estoy a punto de echar otra ojeada, cuando alguien aparece en mi campo de visión. En ese preciso instante, retrocedo con violencia.


La mirada aterrorizada y aliviada de Harry aparece frente a mí y está tan cerca, que puedo sentir el calor de su cuerpo en cada poro de mi piel.

— ¿Estás bien? —Pregunta y el tono dulce que utiliza me estruja el pecho.

No puedo responderle. Ni siquiera puedo ordenar el barullo incoherente de mis pensamientos. Entonces, su mano se estira hacia mí y ahueca mi mejilla.

Luce salvaje, desaliñado, horrorizado, aliviado... Todo al mismo tiempo. El cabello alborotado se le pega en la frente y su pecho sube y baja con su respiración dificultosa. De pronto, el escándalo no existe. No hay oficiales arrastrando a delincuentes por todos lados. No hay golpes ni gruñidos de dolor...

En este momento, nada existe más que la figura imponente de Harry arrodillada frente a mí.

—Tengo algo que decirte —dice, en voz baja y dulce.

Una carcajada corta e histérica brota de mis labios.

"¿Desde cuándo trabajas para la policía?, ¿cómo pasó?, ¿por qué no me lo dijiste antes?" Quiero preguntar, pero no puedo hacerlo.

—Siempre ha sido por ti, Maya —su rostro rompe en una sonrisa y mi pecho se llena de una emoción nueva, intensa y maravillosa.

Entonces, me atrevo a tocarlo.

Mis dedos se estiran hasta enredarse en las hebras onduladas de su cabello y lo aferro con suavidad. Él cierra los ojos al sentir mi tacto y mi corazón se estruja debido al millar de emociones que me invade.

— ¿C-Cómo? —Tartamudeo—, ¿desde cuándo?, ¿qué pasó?

Su sonrisa se ensancha otro poco.

—Me entregué, amor —susurra—. Lo hice y...


Un estallido lo interrumpe, de pronto. Su expresión pasa de la felicidad absoluta a la sorpresa y al asombro. Entonces, todo su cuerpo cae hacia adelante y me aplasta sin previo aviso. La confusión se apodera de mi cuerpo en ese momento y, entonces, lo veo...

Empieza como un círculo pequeño y se extiende con rapidez hasta formar una mancha rojo carmesí en el material de su camisa de color claro.


Un grito brota de mis labios en ese momento y me aparto de debajo de él para arrodillarme en suelo y presionar mis palmas contra la herida de bala que el lado derecho de su espalda baja.

Entonces, todo pierde enfoque.

Mis manos y las mangas de mi suéter están llenas de sangre, pero no aparto mi tacto del lugar de donde brota la hemorragia.

El llanto incontenible es casi tan doloroso como la opresión angustiosa en mi pecho, pero trato de empujar mis manos contra la herida con más fuerza. Necesito hacer que la sangre se detenga...

Hay gente a mi alrededor. Tratan de apartarme, pero no lo permito. Sollozo, grito y suplico una y otra vez, pero ni siquiera sé a quién le estoy hablando. No me importa, en realidad.

Nada importa ahora mismo. Nada importa porque acaban de dispararle al amor de mi vida.

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