Capítulo 16
Un par de enormes ojos azules se clavan en mí en el momento en el que las palabras abandonan la boca de Harry. Es entonces, cuando me tomo un segundo para mirar a la mujer que se encuentra de pie delante de mí.
Es más alta que yo por una cabeza entera, pero tampoco es tan alta como Harry. Lleva su cabello rubio corto hasta los hombros y lo lleva liso y estilizado; el color de sus ojos es de un azul tan pálido, que lucen casi antinaturales: sin embargo, van perfectamente con las facciones delicadas de su rostro.
Mientras la observo, no puedo evitar revivir un viejo recuerdo. Uno de una foto enmarcada donde se puede observar a un Harry más joven. A un Harry sin cicatrices que envuelve los brazos alrededor del cuerpo delgado de una chica rubia.
Un pesado malestar se apodera de mi estómago en el instante en el que la resolución se asienta en mi cabeza. A Harry le gustan rubias...
Sigo sin entender cómo demonios se fijó en mí. Soy todo lo contrario al tipo de mujer al que suele fijarse y ciertamente, no soy la mujer más atractiva del mundo. No tengo una belleza exótica o diferente al resto de las chicas que caminan por la calle cualquier día ordinario. En realidad, no soy el tipo de chica al que los hombres miran mientras camina por la calle. No suelo llamar tanto la atención.
"¿Cómo, en el infierno, fue a fijarse en mí cuando soy tan diferente a sus estándares?" La pregunta retumba en mi cerebro y trato de reprimir la frialdad que invade mi pecho.
La vista de la chica -Paula- se clava en Harry y lo mira con asombro. No me atrevo a apostar, pero creo haber visto un atisbo de indignación en su expresión.
— ¿Me puedes explicar qué diablos significa esto? —Sisea ella, y no me pasa desapercibido el coraje que despide su tono.
Las cejas de Harry se alzan con incredulidad, pero su voz suena serena y tranquila cuando habla—: Significa que pasará la noche aquí.
— ¡¿Qué?!...
— ¿De verdad vamos a concentrarnos en eso ahora? —La irritación se filtra en el tono de voz de Harry—, te recuerdo que estamos con el tiempo encima ahora mismo. Necesitamos resolver este asunto a la voz de ya. Hemos dejado que Tyler avance demasiado y lo sabes.
— ¡Si, pero...!
— ¿Hablaste con Thomas? —Harry la interrumpe una vez más, mientras que trata de desviar la conversación a un tema seguro—, ¿sabes si le habló a Ferguson de la situación?
Me siento como una completa intrusa escuchando una conversación que no me incumbe; sin embargo, no tengo la confianza para marcharme a otro lugar. Después de todo, este apartamento es de Harry y no tengo derecho alguno de irrumpir en los espacios que él ha creado para sí mismo. A pesar de las inmensas ganas que tengo de marcharme de aquí, pero no lo hago. Me limito a abrazarme a mí misma mientras que clavo la mirada en un punto en el suelo.
—Ferguson está furioso porque no te has reportado con él —suelta ella, con brusquedad.
—El día aún no termina —Harry responde y me sorprende la tranquilidad con la que habla—. Antes de irme a la cama hablaré con él, ¿de acuerdo?, ahora dime, ¿qué hay de novedades?
—El cargamento está por llegar a la costa, pero sin ti ahí va a ser imposible que nos lo entreguen —ella habla. Sé que trata de sonar profesional, pero el destello de coraje aún no se va de su voz—. Esos bastardos quieren cerrar el trato contigo y con nadie más.
—Ahora mismo tengo cosas más importantes que atender y lo sabes —Harry suena determinante y frío. No puedo evitar comparar su tono con el tranquilizador y dulce que estuvo utilizando conmigo durante todo el día—. Necesito saber si Thomas ha logrado comunicarse con la gente de Tyler.
La mujer frente a él deja escapar un suspiro cargado de pesadez.
—Lo ha hecho —dice, y duda unos instantes antes de añadir—: Y también ha averiguado algo que no creo que te guste en lo absoluto.
—Te escucho.
—Al parecer Lawson es protegido de Igor Poliakov —ella niega con la cabeza y genuina preocupación llena sus facciones—. No tenemos pruebas sobre eso, pero uno de nuestros contactos en la costa los ha visto un par de veces juntos cerca de las bodegas donde antiguamente se reunía el equipo de Alexis Rodríguez.
La mandíbula de Harry se aprieta con fuerza y noto cómo su mirada se llena de algo que no logro descifrar del todo. ¿Coraje?, ¿frustración?, ¿pánico?...
—Ese maldito hijo de puta... —masculla, mientras que niega con la cabeza.
—Thomas ha dicho que apenas si pudo contactarse con él. Que Lawson quiere hacer las negociaciones a su estilo. Amenaza con iniciar una guerra contra nosotros si las cosas no son a su modo.
Entonces, Harry presiona el puente de su nariz con su dedo pulgar e índice, antes de dejar ir el aire con frustración.
— ¿Qué es lo que quiere? —Dice, con la voz enronquecida por el coraje—, ¿cuánto es lo que pide?, ¿habló sobre eso?
Paula niega con la cabeza.
—Ha dicho que mañana él personalmente se comunicará contigo para hacerte saber qué es lo que quiere.
Harry frota su rostro con ambas manos.
—Esta mierda se está saliendo de control —masculla, con angustia—. No puedo permitir que Tyler tome las riendas de todo. No utilizando a una pequeña inocente para conseguirlo.
Luce frustrado, enojado y desesperado, y no puedo evitar sentir el impulso se acercarme a él y envolver mis brazos alrededor de su cuerpo para tranquilizarlo como solía hacerlo cuando lo necesitaba. Mis manos pican por alcanzarlo y estrecharlo, pero me limito a quedarme aquí, quieta, con los puños cerrados y la mandíbula apretada en señal de represión.
—Harry tú siempre has dicho que las cosas van a solucionarse —Paula habla con suavidad y quiero golpearla por intentar consolarlo de una manera tan patética. Quiero golpearla por intentar consolarlo cuando ni siquiera tiene el derecho de hacerlo—. Confía en eso ahora.
Mis ojos se clavan en Harry y toda la tensión de mi cuerpo aumenta mientras espero alguna señal de alivio en él; sin embargo, nada sucede. No hay reacción alguna por parte de Harry y, no quiero hacerlo, pero me siento triunfante y victoriosa.
La mirada de Harry se posa en mí un segundo después y mis entrañas se retuercen con violencia.
—Lamento muchísimo que todo esto esté pasando, Maya —dice, en mi dirección y da un paso vacilante hacia mí—. Yo no...
—Vamos a estar bien —lo interrumpo, y le regalo una sonrisa tranquilizadora—. Vamos a encontrar la manera de hacer que Tyler nos devuelva a Hayley y hacerlo pagar por toda la mierda que nos ha hecho pasar.
Un atisbo de alivio surca sus facciones y noto cómo la tensión de sus hombros disminuye.
—Debes estar harta de mis malditas promesas —dice, con un hilo de voz—, pero te juro que voy a hacer todo lo que esté en mis manos para que esto termine lo más pronto posible.
Yo asiento, porque el nudo en mi garganta apenas me permite respirar, y él da otro paso hacia mí.
—Harry, necesitamos hablar en privado —la voz de Paula llena mis oídos y la irritación se mezcla junto con mis previas emociones encontradas. Trato de mantener mi expresión en blanco cuando él se gira para encararla.
De pronto, su vista va de mí hacia ella un par de veces. Puedo notar cómo el rostro de la mujer se enrojece por el coraje que reprime; sin embargo, yo me mantengo serena y tranquila.
—Yo puedo ir a algún otro lado, si así lo desean —digo, con aire casual, mientras que le dedico una mirada a la chica de cabellos rubios.
Puedo sentir las chispas de coraje que irradian hacia mí.
—No será necesario —Harry es quien habla. Entonces, dirige su atención hacia ella y añade—: Vamos afuera.
La indignación tiñe el rostro de Paula, y no puedo evitar reprimir una sonrisa cargada de triunfo. No sé qué demonios era lo que ella esperaba, pero una parte de mí se alegra de que no lo haya conseguido.
No quiero sentirme bien por el hecho de que Harry prefiere hablar con ella afuera, en lugar de encerrarse en una habitación con ella; pero lo hago. Cada parte de mi cuerpo se siente más allá de lo satisfecha por la forma en la que la situación ha resultado.
Paula masculla un asentimiento forzado y ambos se encaminan hacia la entrada del apartamento.
Harry, sin embargo, se detiene un segundo para echarme una ojeada por encima del hombro. Entonces, sin decir una palabra más, desaparecen a través del umbral.
Pasan alrededor de quince minutos antes de que Harry entre de nuevo en el apartamento sin compañía. Yo no me he movido de mi lugar. No me he atrevido a sentarme en algún sillón o tocar nada. No porque no quiera hacerlo, sino porque no creo poder soportar volver a impregnar sus cosas de mi esencia para después tener que marcharme.
Él se detiene en el umbral después de que echa el cerrojo y me mira con una mezcla de cautela e incertidumbre.
Yo realmente no quiero saber sobre qué ha hablado con esa mujer, así que me limito a preguntar—: ¿Todo bien?
La vacilación en sus movimientos me hacen saber que mi pregunta lo ha sacado de balance, pero responde en voz baja—: Sí. Lamento que...
—No tienes que decir nada —digo, y me las arreglo para esbozar una sonrisa suave y tranquilizadora.
Un destello de confusión atraviesa su mirada, pero no pronuncia ni una sola palabra. Se limita a mirarme fijamente, como si tratara de descubrir alguna especie de treta oculta en mi comportamiento sereno.
— ¿Tienes hambre? —Pregunta, tras un largo instante de silencio.
"Hambre..."
La palabra detona algo dentro de mí y, de pronto, no puedo dejar de preguntarme si Hayley ha sido alimentada, si no está pasando frío o si se han tomado la maldita decencia de cambiarle el pañal.
La angustia guardada durante unos instantes vuelve a mí y se siente como si me hubiesen atenazado el pecho. El remordimiento, la culpa, la impotencia... todo regresa y se asienta en mis huesos mientras que siento cómo un nudo se instala en mi garganta.
—No en realidad —respondo, con la voz temblorosa por las emociones contenidas.
Harry parece notar mi cambio repentino de ánimo, ya que su ceño se frunce en señal de preocupación y avanza hacia mí a paso decidido. En cuatro zancadas ha acortado la distancia entre nosotros y se ha detenido abruptamente. No sé qué era lo que pretendía hacer, pero parece haberse arrepentido en el proceso.
—Hey... —sus ojos buscan los míos y todo el aliento que contenía escapa de mis pulmones. Me quedo quieta mientras proceso los movimientos seguros y precisos con los que se mueve, y su mirada estudia mi gesto con tanta intensidad, que me siento cohibida e intimidada—. ¿Qué ocurre?
Niego con la cabeza y bajo la vista hacia el suelo. No quiero llorar. No de nuevo. No cuando no he hecho otra cosa más que gimotear y lamentarme por lo ocurrido.
—Maya... —un dedo calloso se coloca en mi barbilla y eleva mi rostro, de modo que tengo que verlo a la cara una vez más—. No vuelvas ahí —pide, en un susurro—. No te tortures de ese modo. Estamos haciendo todo lo posible por recuperar a Hayley. Déjalo en mis manos.
La impotencia se arraiga en mi sistema y las lágrimas nublan mi vista.
—Ese es el problema, Harry —digo, con la voz entrecortada por las emociones—. Estoy cansada de no poder hacer nada. Ni siquiera puedo hacer algo para ayudarte a recuperar a Hayley. Estoy harta de tener que depender de otros para todo. Quiero ser capaz de defenderme y defender a quienes me importan. Quiero dejar de ser este manojo de miedos en el que me he convertido.
La mano libre de Harry aparta un mechón de cabello lejos de mi rostro y lo coloca detrás de mi oreja con mucho cuidado antes de tragar duro y decir—: ¿A qué te refieres con "defenderte"?
—Quiero aprender a desarmar a alguien, a utilizar mi cuerpo como lo haces tú, a inmovilizar a mis atacantes... —las palabras salen arrebatadas de mis labios—. Aprender a defenderme de verdad, no esa mierda que estuvieron enseñándome en las jodidas clases de defensa personal.
La mirada de Harry es dubitativa, pero eso no impide que asienta y con lentitud y diga—: De acuerdo. Yo puedo enseñarte a hacer todo eso. Si es necesario, estoy dispuesto a enseñarte a usar un arma; pero debo decirte, Maya, que eso no va a exentarte de ser atacada o herida —de pronto, luce un poco más determinado—. Debes entender que nadie en una posición como en la que estuviste hoy habría salido bien librado. Saber defenderte no quiere decir que seas estúpida y te arriesgues a recibir un tiro en el cráneo. Saber defenderte es saber actuar con inteligencia, Maya. No voy a enseñarte nada si no entiendes eso primero.
—Pero...
—Nada ni nadie hubiese impedido que se llevaran a Hayley, Maya. Es algo que debes meterte en la cabeza o vas a hacerte mucho daño —me interrumpe—. Olvídate de toda esa mierda que ocurre en tu cabeza y enfócate en cómo vamos a actuar de ahora en adelante.
Mis ojos se cierran con fuerza y tomo una inspiración profunda.
—Estoy tan asustada...
—Yo también lo estoy, amor —susurra, con la voz enronquecida.
— ¿Qué va a pasar si no lo logramos a tiempo? —El pánico se detona en mi voz—, ¿cómo diablos vamos a poder seguir adelante si algo así sucede?
—Vamos a lograrlo, Maya —Harry habla, con seguridad y firmeza—. Tenemos que hacerlo.
Un suspiro entrecortado abandona mis labios y me obligo a tomar una inspiración profunda para aminorar el repentino temblor que ha comenzado a invadirme. Harry también se queda quieto durante unos instantes y no puedo evitar poner atención a la forma en la que sus manos me sostienen por los brazos. No sé en qué momento llegamos a esta posición, pero no es desagradable.
No me está abrazando, pero desde aquí, soy capaz de percibir el aroma fresco que despide su cuerpo y el calor que emana.
Finalmente, después de unos momentos en absoluto silencio, se aparta. La sensación de abandono regresa en un segundo y me siento desorientada.
—Debes ir a descansar —dice, y no me pasa desapercibido el tono ronco y profundo que utiliza. Suena como si estuviese luchando contra algo con todas sus fuerzas.
—No voy a poder dormir —me sincero, al tiempo que lo miro y le dedico una sonrisa cargada de dolor—. No sin tener pesadillas.
Harry avanza hasta uno de los sillones y se deja caer con pesadez. Yo lo sigo, pero me siento con cuidado en el sofá individual que se encuentra a su lado.
—A veces se siente como si el mundo estuviese a punto de tragarme vivo —susurra, tras unos instantes, y me toma unos segundos darme cuenta de que es a mí a quien le habla—. Como si se empeñara en acabar conmigo. Como si no hubiese nada en mí que valiera la pena y estuviese decidido a exterminarme —un suspiro entrecortado lo abandona—. Siempre ha sido así... Siempre me he sentido de esta maldita manera.
Mis ojos están fijos en un punto en el suelo y no puedo evitar sentir cómo mi corazón se estremece ante sus palabras. Me aterroriza el modo en el que compartimos sentimientos y sensaciones. Muchas veces me he sentido a punto de caer al vacío. Muchas veces me he sentido miserable después de haber estado en la cima de todo... Me he sentido como él se siente ahora mismo más veces de las que puedo contar.
—Mi mamá me decía que... —comienzo a hablar, con un hilo de voz—, que el mundo está hecho para las personas que son fuertes. Que es por eso que la vida te prueba día con día, para que le demuestres tu fortaleza y te permita seguir adelante.
"Y también decía que por eso nosotras éramos pisoteadas. Por ser unas malditas cobardes." Susurra la insidiosa voz en mi cabeza.
Siento la vista de Harry clavada en mí, pero no me atrevo a mirarlo.
—Nunca antes habías hablado de tu madre —observa, en un susurro. No logra ocultar el asombro que tiñe su tono.
Un puñado de recuerdos se agolpa en la parte posterior de mi cabeza y lo empujo al rincón oscuro del que tratan de salir. No me gusta hablar de ella. No me gusta pensarla. Ni siquiera me gusta el hecho de que llevo su nombre y de que, físicamente, es muy parecida a mí.
No hablo ni pienso en esa mujer porque me hace daño. Porque me lastima hablar de toda la mierda que puso sobre mis hombros y de cómo vivir con ella me hizo convertirme en lo que soy ahora.
Mi madre nunca fue una madre ejemplar, es por eso que prefiero pretender que nunca ha existido. Que nunca formó parte de mi vida.
—No me gusta hablar de ella —digo, con un hilo de voz.
— ¿Por qué? —Genuina curiosidad tiñe su tono.
Mis ojos se posan en mis manos entrelazadas sobre mi regazo y una sonrisa amarga se dibuja en mi boca.
—Porque mi madre es una mujer muy... perturbada —digo y, por primera vez en mi vida, siento lástima por ella—. Mi papá decía que estaba enferma, pero de niña nunca quise creerlo. No fue hasta que entré a la secundaria que empecé a darme cuenta de las anomalías en su comportamiento... —niego con la cabeza, para ahuyentar un recuerdo particularmente doloroso; sin embargo, no se va. Me aplasta y me aprisiona con fuerza hasta dejarme sin aliento. Hasta destruir esa barrera que he construido entre los horribles episodios que tienen el nombre de Maya Jiménez, mi madre—. Intentó suicidarse cuando yo tenía doce —digo, sin siquiera procesar la información que suelto sin cuidado alguno—. Fue entonces cuando nos dijeron que padecía un trastorno de la personalidad que la hacía estar deprimida todo el tiempo. Tenía miedo de todo y de todos...
Mi vista se alza sólo para comprobar que Harry sigue escuchándome. Es la primera vez -desde que se marchó- que hablo de ella. Es la primera vez en mi vida que hablo con alguien acerca de lo que hizo...
—Vivíamos en un suburbio bastante bonito —digo, con aire ausente, pero el nudo en mi garganta ha vuelto—. Teníamos una casa amplia, en un barrio agradable... —trago duro, en un intento de aminorar la quemazón de mi tráquea—. Aún puedo recordar mi vieja habitación, ¿sabes? —Una sonrisa triste y nostálgica tira de mis labios—. Papá tenía un buen trabajo y todo era... bueno —mi corazón duele. Los recuerdos lo estrujan y lo escuecen con violencia—. Entonces, ella intentó quitarse la vida —mi voz se quiebra ligeramente—, y todo se vino cuesta a abajo. El tratamiento era muy caro y los medicamentos de prueba lo eran más. Mi papá apenas podía trabajar y cuidar de nosotros tres...
— ¿Tres? —La voz de Harry me interrumpe y el peso de los recuerdos me aplasta y me deja sin respiración.
—Tuve un hermano pequeño. Su nombre era Leonel —digo, y un par de lágrimas me abandona en el proceso—. M-Mi mamá lo... —no puedo continuar. No puedo seguir hablando sobre eso porque se siente como si algo dentro de mí estuviese desgarrándose con cada palabra que sale de mi boca; sin embargo, me obligo a terminar—: M-Mi mamá lo asfixió durante una crisis. Tenía tres años.
—Oh, jodido infierno...
—Después de que eso, mi papá nunca volvió a ser el mismo. Ninguno de nosotros volvió a ser lo que era... —digo, tras un largo momento de lágrimas silenciosas—. Comenzó a beber hasta la inconsciencia y perdió su empleo, la casa en la que vivíamos y... —trago duro—, y todo eso por lo que había luchado. Fue entonces cuando nos mudamos a ese edificio —mis párpados se cierran y trato de borrar todas las imágenes tortuosas de mi cabeza—. Yo sabía que mi papá golpeaba a mi mamá, pero estaba tan enojada con ella por lo que le había hecho a Leonel... estaba tan... tan... —presiono los puños sobre mis rodillas y reprimo un sollozo.
—Maya...
—La escuchaba gritar, Harry —lo miro a los ojos, por primera vez desde que comencé a hablar—. Cada maldita noche. Y nunca me pasó por la cabeza que quizás él la estaba forzando. Nunca me pasó por la puta cabeza que tal vez él estaba haciendo con ella lo que comenzó a hacer conmigo tiempo después...
Harry ha palidecido tanto, que temo que pueda llegar a odiarme después de esto, pero me obligo a continuar—: Mi mamá se convirtió en un pequeño ratón asustado y se encargó de decirle a su hija de diecisiete años que era la causante de que su hermano hubiese muerto. Que era la causante de que su padre la golpeara y la lastimara. Que yo era la culpable de su enfermedad. Que había sido una mujer feliz y segura de sí misma antes de embarazarse de mí y que esperaba que yo pagara todo lo que le hice pasar... —limpio las lágrimas con el dorso de mi mano—. Y una vez que se encargó de convertirme en un manojo de nervios andante, se marchó. Se marchó y me dejó con Leandro... Y yo estaba tan asustada y derrotada, que creí que todo lo que él me hacía era algo que me tenía merecido. Que era un castigo del universo por haber odiado a mi mamá durante tanto tiempo por haber estado enferma. Por ser una perra insensible que nunca fue capaz de comprender que su madre era una mujer que no era dueña de sí misma...
El silencio se apodera de la estancia.
—Una parte de mí se quedó porque mi papá fue un hombre maravilloso antes de la muerte de Leonel. Porque cuidó de mi madre aún cuando ella había intentado quitarse la vida. Porque vio por ella aún cuando asesinó a uno de sus hijos... —digo, y tomo una inspiración profunda, en un intento desesperado por tranquilizarme—. Me sentía en deuda con él por todo lo que vivió al lado de mi madre... Después, me quedé debido al miedo absurdo que le tenía al mundo exterior. Mi mamá se encargaba de decirme a diario que yo nunca iba a poder valerme por mí misma porque era como ella. Porque estábamos del mismo material y que yo, eventualmente, iba a ser una cobarde como ella —me encojo de hombros, pero todo dentro de mí duele como el infierno—. Pienso que tal vez, si tú no hubieses aparecido en mi vida, yo ahora mismo no estaría aquí —nuestros ojos no se han apartado ni un segundo—. Soy todo eso que detesté en ella, Harry. Soy tan patética y cobarde como mi madre; pero gracias a ti, me he dado cuenta de ello y desde entonces, estoy tratando de ser diferente. Todos los días... Quizás aún no dejo de ser una idiota que le teme a todo, pero te juro que estoy intentando dejar de ser todo esto que tanto odio. Te lo juro, Harry...
Nadie dice nada. Nadie se mueve y no sé cómo demonios va a verme Harry después de todo esto. Jamás había hablado de esto con nadie. Jamás lo había sacado a relucir porque era demasiada mierda para cargar sobre mis hombros. Nadie es capaz de llevar tanto sobre la espalda sin volverse loco; así que lo escondí en un rincón y dejé que se llenara de polvo y telarañas...
Harry se ha puesto de pie. Puedo sentirlo...
Ni siquiera sé en qué momento bajé la vista, pero soy capaz de escuchar cómo sus pasos lentos crujen sobre la duela de madera que cubre el piso. De pronto, se detiene y sé que se encuentra de pie frente a mí.
Temo por las palabras que pueda llegar a pronunciar, pero no me muevo ni un centímetro. Ni siquiera me atrevo a alzar la vista para mirarlo; sin embargo, lo único que escucho de su voz es un suave y dulce—: Ven aquí, pequeña...
Entonces, sin darme tiempo de reaccionar, envuelve sus dedos alrededor de mis brazos y tira de mí hacia arriba para envolverme en un abrazo fuerte, firme y protector. Lágrimas nuevas me abandonan y el extraño peso que ni siquiera sabía que llevaba a cuestas, disminuye considerablemente.
—Eres el ser humano más fuerte que he conocido en mi jodida vida, Maya Bassi —susurra, con un hilo de voz y todo se siente correcto durante un segundo. Todo se siente como si pudiese tener solución en algún momento, y decido aferrarme a esa sensación con todas mis fuerzas. Decido aferrarme a los brazos fuertes que me sostienen. Decido permitirme, durante un segundo, pensar en que este hombre que se empeña en cuidar de mí, es aún el mismo del que yo me enamoré.
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