Capítulo 14



—Maya, por favor —la voz ronca y temblorosa de Harry irrumpe el silencio ensordecedor en el que se ha envuelto todo—, di algo...

Mi corazón se ha detenido un nanosegundo para reanudar su marcha a un ritmo antinatural. Todo dentro de mí es un manojo de sentimientos encontrados. Mi mente está dividida en la parte que me grita que debo ser paciente y creer en él, y en esa que no para de susurrar una y otra vez que necesito sacarlo de mi vida de una vez por todas.


Mis brazos se cruzan sobre mi pecho y me abrazo a mí misma en un débil intento de mantener todas mis piezas juntas. La confusión es tan grande en este momento, que no puedo hacer otra cosa más que quedarme aquí, mirando en dirección a donde Harry se encuentra, sin saber qué hacer o cómo responder a todo lo que acaba de decirme.

Finalmente, tras un largo instante de silencio absoluto, me armo de valor. Aún no sé qué demonios voy a decir, pero mi boca se ha abierto ya para hablar; sin embargo, una familiar voz proveniente de detrás de mí habla primero—: ¡¿Pero qué demonios...?! ¡¿Styles?!

Mi cuerpo gira sobre su eje a toda velocidad, sólo para encarar a Jeremiah; quien lleva a la pequeña Hayley entre sus brazos y observa al hombre parado a pocos pasos de distancia.


Mi vista se precipita hacia Harry una vez más y soy capaz de notar cómo una oleada de emociones surca su rostro. La confusión se arraiga en mi sistema en el instante en el que su rostro palidece varios tonos.

Los ojos color esmeralda del chico frente a mí, pasan de Jeremiah a mí un par de veces. Entonces, abre la boca para decir—: No sabía que estabas ocupada —no me pasa desapercibido el veneno que imprime al hablar.

—Oh, por el amor de Dios —las palabras salen de mi boca con ironía, sólo porque no puedo creer cuán ridícula es toda esta situación. A estas alturas del partido, Harry debería saber que Jeremiah y yo sólo somos amigos—, ¿esto es en serio?


En dos zancadas largas, Jeremiah acorta la distancia que nos separa y se coloca frente a mí, interponiéndose entre Harry y yo. Una risa corta e irónica brota de mi garganta sólo porque no puedo creer que esto esté ocurriendo ahora mismo y suelto una palabrota cuando Harry cuadra sus hombros para igualar la postura amenazante de mi mejor amigo.


— ¿Qué demonios haces aquí, Bestia? —La voz de Jeremiah suena determinante, pero a mí no me engaña. Soy capaz de notar el miedo que se filtra en su tono.

— ¿Tienen una idea de lo ridículo que es todo esto? —Suelto, sin esperar respuesta por parte de Harry, quien mira a mi mejor amigo directamente a los ojos.

—No sabía que había dejado de ser 'Harry' para ti, Jeremiah —el dejo amargo en la voz de Harry, contrae mi pecho—. ¿Qué pasó con la amistad que me ofreciste hace más de un año?, ¿qué pasó con toda la mierda de "eres un buen tipo, Styles. Lamento haberte juzgado"?

Mi ceño se frunce ligeramente sólo porque no logro comprender de qué demonios me he perdido; sin embargo, no digo nada. Me limito a observar la reacción de Jeremiah, quien se tensa por completo durante unos segundos.


De pronto, la estancia se sume en un silencio sepulcral y lo único que soy capaz de hacer, es observar el duelo de miradas que se lleva a cabo en la sala de estar del apartamento donde vivo.

— No puedo creer que hayas sacado eso a relucir —la voz de Jeremiah suena más ronca que de costumbre—. ¡Joder, Styles!, ¡mentí para salvar tu culo de la cárcel!, ¡lo hice porque creí que eras un buen tipo, maldita sea! —Niega con la cabeza una y otra vez, mientras que la frustración se filtra en su tono y se eleva con cada palabra que dice—, ¿sabes por qué decidí estudiar derecho?, ¡para defender a los tipos que eran como tú!, tipos que se han metido en mierdas equivocadas pero que en realidad son buenas personas. ¡Mi motivación principal era convertirme en un maldito buen abogado para sacarte de la puta cárcel y hacer feliz a mi mejor amiga!, ¡tú!, ¡pedazo de mierda!


El silencio regresa a la habitación y esta vez es más denso que antes. Los ojos de Harry están clavados en Jeremiah y están cargados de un centenar de emociones que apenas puedo procesar. No me atrevo a apostar, pero puedo jurar que he visto algo de asombro, calidez y agradecimiento en su mirada; sin embargo, todo ha ocurrido tan rápido que no estoy del todo segura.

—A veces —Harry habla, con la voz enronquecida por las emociones. La cautela con la que pronuncia las palabras, no me pasa desapercibida—, las cosas no son lo que parecen, Jeremiah. Tú mejor que nadie debería saberlo.

—Lo único que sé, Styles, es que ahora mismo no has hecho nada para ganarte la confianza de nadie, así que mejor hazte un favor a ti mismo y deja de ridiculizarte de este modo —Jeremiah habla con firmeza, pero el coraje impreso con anterioridad ha mermado.


Entonces, los ojos de Harry se posan en mí.

—Maya, por favor...

— ¿Quieres parar? —Mi voz sale en un susurro, pero sueno más segura que nunca—. Harry, ¿qué estás haciendo?, ¿qué estás haciéndonos?... —Doy un paso hacia adelante y luego otro antes de dedicarle una mirada de advertencia a Jeremiah. Trato de decirle que no necesito que se interponga una vez más; que puedo manejar la situación; pero él luce renuente a apartarse—. Esto está convirtiéndose en una maldita tortura. No es sano todo esto que estamos haciéndonos. Necesitamos parar. Por primera vez en la vida, debemos ser adultos y ponerle un alto definitivo a todo este asunto del ir y venir entre nosotros —niego con la cabeza—. No tienes absolutamente nada qué venir a explicarme porque hace mucho tiempo que dejamos de ser algo el uno del otro. Hace más de un año esto se fue a la mierda y, ¡Dios!, no sé si debo decirlo en voz alta, pero a veces pienso que ha sido lo mejor que ha podido ocurrirnos —una bola comienza a formarse en mi garganta, pero me las arreglo para continuar—: ¿Y qué si estás con alguien ahora?, no me debes nada. No soy nadie a quien debas darle explicaciones. ¿Y qué si ocultas cosas?, ¿qué si no quieres ser sincero conmigo por miedo a lastimarme?..., Harry, lo único que necesito es que todo esto se detenga porque estoy volviéndome loca y lo único que deseo es que la pesadilla que inició el día en que Alexis Rodríguez murió, termine ahora. Por favor, hazme un favor y háztelo a ti mismo. Deja de buscarme. Deja de involucrarme en tu mundo de mierda si es que realmente deseas mantenerme a salvo como dices. Por favor, Harry, déjame continuar...


Dolor crudo e intenso se apodera de las facciones de Harry y eso me quiebra en modos que ni siquiera yo soy capaz de comprender; sin embargo, me las arreglo para sostener su vista con la mía.

—Maya... —las palabras abandonan a Harry en un susurro tembloroso—. Maya, sólo necesito tiempo. Por favor, dame un poco de tiempo...

— ¿Cuánto más, Harry? —Suelto, en un susurro entrecortado—, ¿otro año?, no puedo hacer eso. No más. Esto está convirtiéndose en un círculo vicioso y necesitamos abandonarlo. Por tu bien y por el mío, es tiempo de dejarlo estar.

Mi vista está clavada en la suya y, por primera vez en mucho tiempo, me siento completamente segura de la decisión que estoy tomando. Por primera vez desde que apareció en mi vida, se siente como si estuviese tomando la mejor decisión de todas.


No sé cuánto tiempo pasa antes de que sea él quien elimine nuestro contacto, pero cuando lo hace, una horrible sensación de pesadez se instala en mi pecho. Sigue doliendo como el infierno. Despedirme de Harry siempre ha sido la cosa más difícil para hacer; sin embargo, estoy más decidida que nunca. Estoy lista para acabar con todo de una vez por todas...

Harry no dice nada. Se limita a quedarse ahí, con la cabeza gacha y los hombros encogidos en señal de rendición. Yo, por otro lado, siento como si estuviese viviendo un deja vú. He vivido esta misma escena tantas veces, que ya se siente como si estuviese reviviéndola en mi memoria. No deja de ser insoportable y desgarradora; sin embargo, ahora es un poco más manejable.


—N-No puedo prometer que no voy a estar al pendiente —dice, tras un largo momento. Sus ojos se alzan para encontrarme—. No me pidas que me mantenga en la oscuridad cuando sé que Tyler está en la ciudad... —niega con la cabeza y moja sus labios con la punta de su lengua antes de susurrar con un hilo de voz—: Puedo prometer que no volverás a verme a no ser que sea estrictamente necesario. Puedo prometer que me mantendré lo más alejado posible de ti, si eso es lo que quieres, Maya.

La aspereza en mi garganta es intensa, pero me las arreglo para asentir y balbucir un débil—: Gracias...

Harry no se marcha, sin embargo. Se queda ahí, en el pasillo que da a la entrada del apartamento, y me mira de pies a cabeza con tanta lentitud, que duele. Se siente como si estuviese tratando de memorizarme de pies a cabeza. Como si estuviese tratando de guardarme en su cabeza para nunca dejarme ir.

Entonces, una pequeña sonrisa se dibuja en las comisuras de sus labios, pero la tristeza no se ha ido de su rostro.

—Estaré al pendiente —dice, con la voz enronquecida, y se gira hasta avanzar hasta la puerta. De pronto, se detiene en seco y mira por encima de su hombro antes de añadir—: Por favor, mantente alerta.

Entonces, desaparece a través del umbral.



~*~



Han pasado casi cinco semanas desde la última vez que supe algo acerca de Harry Styles. No lo he visto desde aquella mañana en mi apartamento en la que le pedí que le pusiera fin a lo que sea que estuviese haciendo con nosotros y, desde entonces, mi vida ha vuelto un poco a la normalidad.

El abogado Douglas Schneider se comunicó conmigo a la mañana siguiente de que Harry desapareció de mi vida, sólo para informarme que el juicio contra mi padre se llevaría a cabo ese fin de semana. Dijo, también, que no esperaba contar con mi presencia, pero que deseaba de todo corazón que pudiese presentarme.

No estaba muy segura de ir, debido a todas las mentiras y las intrigas a las que fui sometida por parte de él y de Harry, pero Kim y Jeremiah se encargaron de convencerme de ir a testificar en contra de Leandro Bassi.


El juicio no fue en una gran corte ni nada por el estilo. Sólo fue en un salón grande en el recinto de San Francisco, en el cual sólo estuvimos el juez, el jurado, el abogado defensor, Leandro, Douglas, el fiscal y la madre de la niña agredida. La pequeña sólo fue llevada al lugar para declarar y después fue retirada por petición de su mamá.

En el momento en el que apareció en el estrado, sentí que el mundo entero se caía a pedazos a mí alrededor. Me sentí tan culpable y miserable...

Sé que no fui yo quien la violentó. Sé que no fui yo quien obligó a Leandro a abusar de ella; sin embargo, no he podido dejar de pensar en que, si yo hubiese hablado a tiempo, nada de esto habría ocurrido.

Tengo la culpa de lo que ocurrió y eso nunca va a dejar de atormentarme. Nunca voy a poder olvidar el miedo en el rostro de la niña porque lo vi una y mil veces en mi reflejo en el espejo. Pude ver el pánico que yo misma sentí en la forma en la que observaba al hombre que nos desgració la vida para siempre.

Jamás voy a olvidar, tampoco, el rostro de Leandro cuando me miró después de tanto tiempo. Una mezcla de pánico y horror llenó su expresión y la retorcida satisfacción que me invadió en ese momento fue más allá de lo soportable.


Apenas si puedo recordar lo que dije cuando estaba ahí, declarando en contra de ese cerdo; sin embargo, cuando terminé de hablar, estaba llorando como tenía mucho que no hacía.

Fue un proceso tedioso, largo y cansado; sin embargo, cuando terminó, el resultado fue bastante agradable.

No fue lo que esperaba que le diesen de condena, pero no pude evitar sentirme ridículamente feliz de saber que va a pasar más de veinticinco años en prisión.


Después de que el juicio ocurrió, le pedí a Douglas Schneider que nunca más volviera a llamarme y desde entonces he perdido el contacto con él. Intentó comunicarse conmigo un par de veces después de aquel día en la corte, pero cuando vio que no iba a responder, dejó de insistir.

Una semana después del juicio de Leandro, Liam apareció en casa. Kim lo enfrentó por no haberse aparecido en mucho tiempo; sin embargo, yo ni siquiera me molesté en preguntarle nada acerca de Harry.

Debo confesar que mi primer impulso fue encararlo y obligarlo a darme una explicación acerca del motivo por el cuál ocultó el asunto de Harry durante tanto tiempo; sin embargo, no lo hice.

Me dije una y otra vez que ya no tenía caso darle más vueltas al asunto y lo dejé pasar. Él intentó hablarme, sin embargo, le pedí que se mantuviera lejos. Que no quería hablar con él nunca más y que, por favor, se limitara a visitar a su hija y a dejarme tranquila.


Por otro lado, hace tres semanas, finalmente entré a la universidad y, de no haber sido por Jeremiah, habría estado completamente perdida. Me ayudó bastante a ubicar mis aulas de clase durante la primera semana y, por fin, después de semanas escuchando hablar de ella, conocí a Emma.

La chica también es estudiante de psicología, justo como yo; sin embargo, ella está en varios cursos más adelante, a pesar de que es un año más joven que yo. No me sorprende en lo absoluto, ya que dejé la universidad hace mucho tiempo. Si mi madre no se hubiese marchado y hubiese tenido la oportunidad de seguir estudiando, estaría dos cursos más adelantada que ella.


Debo confesar que no encontraba la relación entre la carrera de Jeremiah y la de Emma; sin embargo, mi amigo me contó que ambos comenzaron a tomar un curso de psicología criminal -o algo por el estilo-. Él por su carrera y ella porque es una tipa retorcida que está obsesionada con un par de sociópatas asesinos.

Emma es una chica bastante peculiar. Es bastante centrada y tiene muy claro qué es lo que quiere en la vida. A simple vista, puede lucir intimidante y un poco hostil; sin embargo, es bastante dulce y noble. Es el tipo de chica con la que puedes tener una conversación seria sabiendo que vas a recibir una respuesta cruda -y a veces sarcástica-. Puedo entender porqué Jeremiah está loco por ella.


Ella también está loca por él. Puedo notarlo a leguas. No sé qué demonios traen entre ellos. No sé si son pareja o no; sin embargo, todo el tiempo están juntos. Jeremiah la espera después de cada módulo afuera de su aula y la lleva a casa aunque ella se queje todo el tiempo sobre eso.

Nunca los he visto tomados de la mano o besándose, pero no hay que ser un genio para saber que hay algo entre ellos. Es como si se hablaran con la mirada todo el tiempo. Como si hubiesen creado una especie de idioma que nadie excepto ellos entiende.

A veces, cuando estoy con ellos, me siento como si fuese una intrusa; incluso cuando son ellos quienes insisten en invitarme a dar la vuelta de vez en cuando.


Las cosas no han cambiado además de eso. Sigo trabajando en el consultorio, Kim sigue en el Original's Joe y, debido a nuestro nuevo horario, deja a la pequeña Hayley en casa de Liam durante toda la tarde.

Por las mañanas, es ella quien se queda con la bebé y, a medio día la lleva donde Liam para que no se quede sola. Yo, por otro lado, paso a recogerla cuando salgo del trabajo -que por lo regular es después de las ocho de la noche-, y la llevo a casa.

De hecho, ahora mismo, me encuentro caminando en dirección al apartamento donde vive el papá de la hija de mi mejor amiga.


He tenido un día bastante agotador y lo único que quiero es tomar a Hayley para poder ir a casa.

La noche cayó hace un rato, sin embargo, esta zona es bastante segura y transitada. Hay un parque a pocas calles de distancia de aquí, así que no es raro ver gente en ropa deportiva a todas horas.


Al llegar al edificio donde Liam vive, me apresuro a subir las escaleras. Una vez en el piso indicado, me encamino hacia el corredor hasta llegar al último apartamento de la derecha.

Liam no tarda demasiado en abrirme cuando llamo a su puerta.

—Dame un segundo —murmura, mientras que vuelve dentro para traer a la pequeña. Ya ni siquiera se molesta en saludarme. Yo tampoco he hecho muchos intentos de conversar con él desde que supe acerca de la mentira que él y Harry mantuvieron durante más de un año.


No pasa mucho tiempo antes de que aparezca de nuevo en mi campo de visión con la pequeña Hayley entre sus brazos y la pañalera que Kim prepara cada mañana colgada en el hombro.

La bebé suelta un chillido gustoso en el instante en el que me mira y no puedo evitar sonreír mientras extiendo mis brazos en su dirección para tomarla. Hayley estira sus pequeñas extremidades hacia mí y se aferra a mi cuello con tanta fuerza que no puedo evitar soltar una pequeña risita.

Cada día es lo mismo. Me recibe como si no me hubiese visto en años y eso es tan dulce, que no puedo evitar sentir que deseo con todas mis fuerzas tener una hija como ella para poder recibir todo ese amor que Kim recibe por parte de su pequeña.

Amo tanto a esta niña, que no puedo imaginar cuán duro será para mí cuando Kim conozca a un buen tipo y se case. No sé cómo voy a acostumbrarme a la ausencia de este pequeño bulto de amor que lo único que conoce son las risas y el amor de su madre y su padre.


—Comió demasiado esta tarde —Liam advierte—. Si le vuelves a dar, probablemente va a vomitar.

—No te preocupes —digo, al tiempo que tomo la pañalera y la cuelgo sobre mi hombro—. Procuraré no darle más comida hasta que llegue Kim.

—Ve con cuidado —el hombre frente a mí me regala una sonrisa amable, pero soy capaz de percibir la tensión en sus facciones. Sé que no se siente cómodo con nuestra pequeña interacción diaria, pero ambos sabemos que no tenemos otra opción.

—Te mandaré mensaje en cuanto estemos en casa —aseguro—. Tomaré un taxi en la avenida. Ayer el autobús venía bastante lleno y fue horrible para Hayley.

Liam asiente.

— ¿No quieres que te lleve?

Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios y niego con la cabeza.

—Debes descansar. Kim me ha dicho que has trabajado de noche toda la semana. Hoy es tu día de descanso, ¿no es cierto?, debes aprovecharlo y dormir lo más que puedas.

La sonrisa de Liam se relaja un poco y asiente al tiempo que dice—: Debes prometer que me enviarás un texto en cuando estén sanas y salvas.

—Lo prometo —digo y le regalo una última sonrisa antes de echarme a andar en dirección a la calle.


La pequeña Hayley balbucea mientras camino por la acera con ella entre mis brazos. Trata de tirar de mi cabello, el cual se encuentra amarrado en una coleta alta, y me aparto para evitar que deshaga mi improvisado peinado.

Al llegar a la esquina, giro hacia la derecha en dirección a una de las avenidas, y observo distraídamente a las dos mujeres que charlan afuera del pórtico iluminado de una casa. Un par de chiquillos juegan a la pelota justo a la mitad de la calle y un chico trota por la acera de enfrente.

Continúo mi camino a paso despreocupado, y cruzo para no tener qué hacerlo después en la avenida.


Estoy a pocos pasos de distancia de mi destino. Puedo escuchar el sonido de los autos en la distancia y soy capaz de distinguir los semáforos del cruce a la distancia en la que me encuentro.

De pronto, siento cómo el peso de una mano se coloca sobre uno de mis hombros. La alarma se enciende en mi sistema y mi corazón se detiene un nanosegundo antes de reanudar su marcha a una velocidad antinatural.

Mi primer impulso es el de girarme para encarar a quien sea que sea quien me toca; sin embargo, el golpe de aliento caliente justo detrás de mi oreja, hace que me congele en mi sitio.


—Sigue caminando —la voz ronca y pastosa me pone la carne de gallina y dudo antes de dar mi siguiente paso—. Cuidado con hacer cualquier movimiento en falso. La niña va a pagarlo.

El destello de pánico que me asalta en ese instante, hace que mis manos tiemblen. En un acto reflejo, aferro a Hayley con más fuerza contra mí y cierro los ojos con fuerza mientras que un brazo se desliza sobre mis hombros.

El aroma a loción masculina me golpea de lleno. No es un aroma agradable, sin embargo. Es dulzón y está mezclado con el hediondo olor que tiene la marihuana.

—M-Mi cartera está en mi bolso —digo, en un susurro entrecortado.

Una risa corta brota de la garganta del tipo que camina a mi lado y la familiaridad se estrella contra mí.

Conozco esa risa. Conozco esa voz...

—No quiero tu estúpido dinero, Maya Bassi —mis rodillas flaquean en el instante en el que las piezas comienzan a caer en su lugar.

Mi corazón se acelera otro poco y giro el rostro sólo para mirar a alguien que ya sé que se encuentra aquí...

La insidiosa sensación del pánico se arraiga en mis huesos, y mi pecho se contrae en el instante en el que mis ojos se encuentran con los de Tyler Lawson. Aún afeita su cabeza, y sigue siendo grande y ancho hasta lucir antinatural; sin embargo, hay más tinta en su cuerpo. Todo su cuello está teñido con modelos intrincados de tatuajes que no logro distinguir del todo. Luce completamente aterrador y no puedo dejar de mirarlo como una estúpida.


—Dame a la niña —escupe y siento cómo toda la sangre de mi cuerpo se agolpa en mis pies.

—No —suelto, tan rápido como él da la orden.

—Dame a la puta niña, Bassi —escupe él, entre dientes.

—No —niego con la cabeza, y siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas—. No. A la niña no. Déjame llevarla a un lugar seguro. Puedo acompañarte a donde quieras, pero por favor, no la metas en esto.

Tyler sonríe en dirección a la calle y niega con la cabeza.

— ¿Crees que soy estúpido? —Suelta, en una risa amarga—. La niña es mi boleto dorado. Styles no va a negarme nada si sabe que tengo a su hija en mi poder.

¿Qué?... —Niego con la cabeza, y el terror se asienta en mis huesos—. No es de Styles. Ni siquiera es mía. No la metas en esto, por favor...

— ¡Oh, por favor! —Vuelve a reír, pero la carcajada suena sin humor—, de verdad crees que soy idiota, ¿no es así?, llevo semanas vigilándote. Sé que vienes a dejarla a ese edificio que se encuentra a unas calles. Sé que Styles viene también. Lo he visto salir de ahí con la bebé entre los brazos y ese imbécil que los acompaña a todos lados. No soy imbécil, Maya Bassi. Sé que esa niña es de ustedes, así que entrégamela ahora si no quieres que le pegue un tiro en la cabeza y le entregue a Styles las partes de tu cuerpo dentro de una maldita caja.


El horror se asienta en mi estómago con tanta violencia, que apenas puedo mantenerme en pie. Mi cuerpo entero se siente pesado y tembloroso, pero no he dejado de caminar. Tengo que hacer algo. Tengo que llegar a la avenida y gritar con todas mis fuerzas. Tengo que mantener a Hayley lejos de todo esto o Kim jamás va a perdonármelo...

Mi vista recorre la calle con lentitud y calculo la cantidad de pasos que va a tomarme llegar a la esquina y subirme a un taxi. No sé si voy a lograrlo, pero debo intentarlo. Debo hacerlo ahora mismo.


—Dame a la maldita bebé, Maya —sisea Tyler a mi lado y trago duro.

Tengo tanto miedo. Estoy tan asustada...

Mis párpados se cierran con fuerza y tomo una inspiración profunda. Debo hacerlo. Tengo que hacerlo.

Entonces, dejo escapar el aire lentamente y grito—: ¡AYUDAAAAAAAAAAAAAA!

— ¡Perra desgraciada!


Entonces, el caos se desata. Mi atención se precipita a toda velocidad hacia Tyler, quien se ha llevado la mano a la cinturilla de los vaqueros. Todo pasa tan rápido, que ni siquiera sé cómo demonios es que estoy percibiéndolo.

El arma aparece en mi campo de visión en un segundo y apunta en mi dirección. Sin siquiera procesarlo, golpeo su mano con la mía con todas mis fuerzas y la pistola sale despedida de entre sus dedos.

La mirada de Tyler sigue la trayectoria del objeto y a mí me toma un par de segundos reaccionar; sin embargo, cuando lo hago, me echo a correr.


Un hombre ha salido de su casa con mi grito, pero no hace nada cuando paso frente a él a toda velocidad. Hayley ha comenzado a llorar y soy vagamente consciente de que hay gente gritando a mis espaldas.

Estoy a punto de llegar a la avenida, cuando un par de hombres me cierran el paso. Ambos son más grandes que Tyler, pero lucen igual de peligrosos. Uno de ellos trata de llegar a mí y doy un par de pasos hacia atrás antes de echarme a correr hacia la otra acera.


De pronto, una mano se cierra en mi cabello y grito debido al dolor que estalla en mi cuero cabelludo.

Un brazo se ha envuelto alrededor de mi cintura y el bulto entre mis brazos me ha sido arrebatado. No dejo de gritar por ayuda. No dejo de patalear y de luchar por ser liberada al tiempo que grito por Hayley.

El llanto desgarrador de la pequeña me hace pelear con más fuerza que antes y lloro. Lloro de impotencia. Lloro porque no puedo creer que esto esté pasando. Lloro porque mi cuerpo ha sido inmovilizado en el suelo y absolutamente nadie ha hecho nada para ayudarme.


Mi mejilla está contra el asfalto y una mano presiona mi cabeza hacia abajo con tanta fuerza, que temo que mi cráneo vaya a estallar en cualquier momento.

Entonces, el peso cede durante unos instantes y mi cabello es tirado una vez más. Un gemido cargado de dolor brota de mis labios y, de pronto, me encuentro mirando a Tyler.

—Dile a Styles —dice, en un jadeo—, que si quiere a su hija de regreso, va a tener qué entregármelo todo. El dinero, el negocio, la lista de clientes... lo quiero absolutamente todo, ¿me oyes?

—Déjala ir —sollozo, con impotencia—. Ella no tiene nada qué ver. Ella no es su hija.

—El tiempo está corriendo, Bassi. Más te vale saber que hablo en serio —escupe, con irritación y, entonces, se da la media vuelta para arrebatar a la pequeña de los brazos de uno de los hombres que me cerró el paso.


Uno a uno, los hombres que venían con él se retiran hasta que el que me retiene se aparta de mí para marcharse.

Yo trato de ponerme de pie lo más rápido que puedo, pero todo mi cuerpo duele. Trato de correr detrás de ellos, pero no sé dónde buscarlos. Han llegado a la avenida y se han perdido entre la multitud. Creo haber visto a uno de ellos subir a un auto, pero lo he perdido en el mar de vehículos atrapados en el tráfico de la ciudad.

La impotencia se detona en mi sistema en un abrir y cerrar de ojos, y no puedo hacer nada más que avanzar entre las hileras de carros mientras intento ver en el interior de ellos para localizarlos.

No puedo dejar de llorar. ¿Qué demonios voy a hacer?, ¿qué voy a decirle a Kim?, ¿qué voy a decirle a Liam?...


Un sollozo brota de mis labios y las lágrimas reanudan su marcha.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero una mujer se ha acercado a mí a preguntar si me encuentro bien. Yo no he podido responder. No he podido dejar de hipar y llorar como una pequeña niña.

Un hombre se ha acercado, también, y me ha ofrecido su teléfono celular para hacer una llamada; sin embargo, no sé a quién llamar. No puedo llamar a Kim ahora mismo. No cuando no sé cómo diablos voy a explicarle que por mi culpa y por la de Harry se han llevado a su bebé...


"Harry..."


La palabra acciona algo en mi cerebro, ya que me apresuro a buscar mi teléfono en mi bolso. Debo llamarle. Debo contarle esto. Él debe saber lo que pasó. Debe darle a Tyler eso que pide para que Hayley vuelva...

Rápidamente, busco en la lista de contactos del aparato, en la espera de encontrar su número; sin embargo, la decepción y la frustración se arraigan en mi sistema cuando no encuentro nada.

Estoy a punto de arrojar el aparato al suelo, con frustración, cuando lo recuerdo...

Salgo de la lista de contactos y me apresuro a buscar en el registro de llamadas. Le ruego al cielo que aún esté ahí. Le ruego a Dios que sea capaz de localizarlo...

De pronto, una oleada de alivio me invade de pies a cabeza. Entre mis registros más viejos, he logrado encontrar un número del que alguna vez Harry me llamó. No sé si sea el suyo. Ni siquiera sé si aún conserva ese teléfono, pero necesito intentarlo. Debo llamarle...


Uno. Dos. Tres. Cuatro tonos de llamada...

— ¿Maya? —La familiar voz ronca, profunda y arrastrada, hace que el torrente de lágrimas vuelva a mí.

—Tiene a Hayley —sollozo, sin siquiera darle oportunidad de preguntar qué ha ocurrido—, ¡Tiene a Hayley, Harry!

— ¿Qué?, ¿qué está ocurriendo, Maya?, necesito que te tranquilices un poco. ¿Qué...?

— ¡Tyler! —En el instante en el que la palabra sale de mi boca, el silencio del otro lado de la línea se hace presente—. M-Me la quitó. Se la llevó. Tiene a Hayley. Él tiene a Hayley. Cree que es nuestra hija, Harry. Cree que es tu hija.


Un segundo entero de silencio pasa, antes de que vuelva a hablar—: ¿Dónde estás? —La frialdad en su voz, envía un escalofrío por todo mi cuerpo y es lo único que necesito para saber que está furioso.

—E-Estoy en la avenida Washington. Cerca de casa de Liam —medio sollozo.

—No te muevas de ahí. Voy para allá —entonces, sin darme tiempo de decir nada, finaliza la llamada.

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