Epílogo
Elsa
—Te ves hermosa.
—¿De verdad lo crees?
—Obvio, es que, mírate, ese vestido blanco te queda divino.
—Gracias, no sabes lo importante que es para mí este día, yo... No quiero llorar porque arruino el maquillaje.
Suspiré.
—Oh vaya, Rapunzel, si que eres dramática —puse los ojos en blanco. A veces mi amiga suele exagerar —sé que es tu boda, pero ya relájate y vive el momento.
Ella limpió sus "supuestas" lágrimas y volteó a verme con odio. Amo esa mirada fulminante en ella, es maravillosa esa mocosa rubia.
—Que insensible eres, cariño —se quejó, luego se colocó de pie con la elegancia que la caracterizaba.
Vestía un hermoso vestido blanco de novia, elegante, estilo princesa. Punzie siempre quiso tener uno así, por eso gastó una fortuna en esa prenda de ropa que solo utilizará un día y después guardará en un closet, porque nadie sale a una reunión, cita, cumpleaños y demás con un vestido tan extravagante como quien lo lucía en este mismo instante. Mi amiga parecía una verdadera princesa, con el cabello dorado recogido en un elegante moño decorado con pequeñas flores.
—Es hermoso ese vestido —comenté mientras tocaba la suave tela del velo. No podía evitar imaginarme en su lugar, era imposible pero hermoso.
—Oww Elsa, espero algún día verte con uno así —escuché su comentario. Fue como si me hubiera leído el pensamiento. Era tan fuerte nuestra conexión que trascendió hasta lo mental.
Le mostré una sonrisa ladeada como respuesta. Yo jamás llegaré a lucir un vestido de novia como ese; el amor es una puerta cerrada en mi vida, formalizar con alguien solo es una ilusión, pero era encantador fantasear con algo así, solo que tenía que fingir con ella o me armaría un lío.
—Vaya, Flynn si que es afortunado al tener a una novia tan linda como tú —Sonreí sinceramente.
—Gracias —se encogió de hombros —pero, de verdad pensé que esto nunca se realizaría, Flynn estuvo a punto de morir en aquella batalla, al igual que tú.
Cerré los ojos. No quería recordar lo que sucedió ya hace casi un año, pero Rapunzel desenterró el tema, que fue inevitable no pensar en todo lo que tuve que pasar. Fue una pesadilla y quedará gravada con sangre en mi mente, tanto caos, fuego, miedo. Tuve que estar en terapia para tratar de asimilar todo lo sucedido, sobre todo el abandono de Jack.
—Sí, casi no contamos la historia —seguí la conversación y miré mis manos —Pero, ahora todo es diferente, comenzamos una nueva vida sin los demonios que nos atormentaron en el pasado —dije una media verdad. A mí sí me seguían persiguiendo esos demonios en mis pesadillas.
Rapunzel tomó mis manos entre las suyas y las apretó como gesto de consolación. Mi amiga entendía por lo que estaba pasando, recordar me lastimaba inevitablemente.
—No es tiempo para recordar viejos tiempos, hoy se casa tu mejor amiga —esbozó una espléndida sonrisa —así que, sonríe que estás muy bella, todas las miradas estarán puestas en ti con ese vestido que traes puesto —me hizo girar en mis talones.
Tenía razón, todos se quedarían viéndome con lo que llevaba puesto; un vestido de seda, color lila bellísimo, con un pronunciado escote y una abertura en la parte inferior de la falda, parecía demasiado para mí. Quería lucir algo sencillo, pero Punzie me obligó a usar esto en contra de mi voluntad. Mi cabello había sido peinado a un lado y se habían encargado de ondularlo un poco.
—La verdad, quisiera pasar desapercibida —desvié la mirada con timidez.
—No lo creo —cantarrueo —Habrán muchos hombres atractivos con los cuales podrías ligar, amiga, eres demasiado hermosa para seguir soltera —peinó mi cabello con sus dedos —ya supera al idiota de Jack.
Y mencionó el tema más hiriente para mí. De solo escuchar su nombre mi corazón volvió a quebrarse.
Desde el enfrentamiento con Tadashi no lo había visto; me había abandonado, nuevamente, a mi suerte, y lo peor, es que no conozco los motivos de su huida, todo iba tan bien hasta que me desmayé en el suelo y luego desperté en una habitación de paredes blancas.
Todo había sucedido tan rápido, que costaba digerirlo con facilidad. Unos practicantes del cuartel habían desarrollado la cura para eliminar las células muertas que permanecían en mi interior, ellos habían logrado curarme, mis poderes desaparecieron en un par de horas y el dolor en mi pecho también, por fin era libre, ya no lastimaría a nadie, podía tener una vida normal.
No extraño en lo absoluto a aquel monstruo en el que me convirtieron, soy libre de vivir, aunque con los remordimientos que nunca faltan.
—Aún me duele su abandono —Murmuré en voz baja. Me lastima no poder superarlo después de tanto tiempo, creí que era más fuerte, pero no.
—Ya deberías acostumbrarte, él ya lo había hecho una y otra vez —rodó los ojos —No lo necesitas, es mas, eres feliz sin su presencia —ella tenía toda la razón pero de todos modos su recuerdo seguía rondando mi cabeza.
—¿A dónde habrá ido? —dije mas para mí misma que para Punzie. Para mi pesar, aún me importa mucho y solo quisiera saber si al menos sigue vivo.
—Espero que esté a kilómetros de aquí y que ni se atreva a volver porque nadie quiere verlo por aquí, sobre todo Hiro —respondió con el típico odio que sentía por aquel que hizo de mi vida una locura.
Por otro lado. Mi amigo pelinegro había sido de mucha ayuda en mi recuperación, él había cambiado completamente conmigo, me pidió perdón por todo lo que dijo y de igual forma lo hice yo. Hiro fue quien me encontró tirada en medio de la calle a punto de morir gracias a la sobrecarga de poder que había padecido y que por poco me consume. Hoy puedo darle gracias porque sigo viva. Sin embargo, no me quiso decir si supo algo de Jack antes de irse.
—Y no solo Hiro, sino también los demás, tu maniático novio se ganó el odio de todos en tan poco tiempo —otra verdad más que repite mi amiga — pero no quiero hablar de él que se me arruina el día más importante de mi vida —puso los ojos en blanco.
Ay, Jack, ¿dónde estarás?
El sonido de la puerta llamó nuestra atención y me sacó de mi ensimismamiento. Angie entró campante a la habitación tarareando una hermosa canción; traía puesto un lindo vestido rosa y su cabello castaño estaba regido con un lazo rojo.
—Hola Punzie, hola tía, están muy hermosas las dos —sonrió. Esa niña cargaba una energía muy linda a pesar de todo lo vivido a mi lado. Increíble.
—Tú también lo estás, princesa —tomé su mano y le di una vuelta. Le encantaba hacer eso.
—Gracias, mi color favorito es el rosa de este vestido —sacudió la falda de su prenda de ropa —Hoy es un día muy lindo ¿no lo crees así tía Els? —soltó una risita alegre.
—Claro que sí, hoy no haremos más que pasarla bien —le contesté y le dediqué una sutil sonrisa.
—¡Y comer chocolates! —chilló de emoción. Angie era la viva imagen de mi hermana, tal para cual, con ese brillo en sus ojos claros que tanto la caracterizaba.
Acaricié su rostro y besé su mejilla. Con ella a mi lado todo podía superarse y velaría por su bienestar para honrar la memoria de mi hermana Anna.
—Claro que sí, y mucho chocolate —murmuré, recordando a su dulce madre.
—Bueno, es hora de ponerle frente a esta situación. Eugene, voy por ti, mi amor —dijo Rapunzel levantando la cabeza y caminando hacia la puerta de la habitación.
No pude evitar reír al verla meneando sus caderas como una diva, además, estaba ensuciando el velo al arrastrarlo por el suelo.
—Si que está loca esa tipa —dije sonriente —Encontraste a tu príncipe azul, Punzie.
***
La ceremonia nupcial concluyó de la mejor manera, Flynn y Rapunzel fundiéndose en su primer beso como marido y mujer, todo parecía estar saliendo de maravilla.
No habían asistido muchas personas, unas cuantas conocidas de la agencia, familiares de Rapunzel y por último, pero no menos importante nosotros los agentes del escuadrón, y menciono nosotros porque nuestro equipo regresó a la vida, el gobierno decidió devolvernos nuestros cargos. Flynn saltó de alegría al escuchar eso, aunque mi amiga no se puso muy feliz que digamos, pero bueno, volvimos a ser los héroes de la ciudad, aunque ya no tuviese poderes.
Por otro lado, Hiro había logrado construir un nuevo Baymax, ya que el último prototipo había sido destruido por defectuoso, pero en fin, todo quedó enterrado en el pasado. Al menos para los demás.
La boda se celebró en los jardines de la mansión de la familia Corona, Rapunzel no perdería la oportunidad que le dieron sus padres de realizar el encuentro aquí, es mas, adecuó todo perfectamente, para dar una buena impresión.
La casa era enorme y el jardín precioso, todo decorado con flores blancas. Parecía un paraíso, digno de una princesa como Rapunzel.
En otro lugar de la mansión se colocaron las mesas y sillas para que los invitados disfrutasen de la buena comida y bebida que brindaba la familia.
La noche se hizo presente, los faros fueron encendidos, la música sonaba y las risas y charlas no se hicieron esperar. Rapunzel y Flynn estaban bailando el vals en medio de la pista de baile, todos observaban cómo se dejaban guiar por el sonido de la suave música. Cuando terminaron de hacerlo, se dieron un dulce beso que me produjo ternura, eran una pareja hermosa, un próspero futuro les esperaba.
Por otro lado, Mérida no se quedó atrás, se acercó a Hiccup y lo sacó a bailar, este se puso rojo como un tomate maduro. Me alegraba que mis mejores amigos pudieran ser feliz, todo parecía ser perfecto.
—¿Bailamos? —giré el rostro y observé al joven de cabello rubio que me invitaba a bailar, Adrián, el primo de Rapunzel que ha estado detrás de mí todo este tiempo.
Miré su mano extendida frente a mí y con una sonrisa pintada en mis labios accedí a su petición, quizás alguien podría hacerme feliz esta noche. Nos acercamos a la pista de baile, él colocó su mano en mi cintura y yo la mía en su hombro, las otras dos las entrelazamos y comenzamos a bailar al son de la música.
—Estás bellísima —susurró muy cerca de mi rostro, me sentí un poco incómoda.
—Mmm, gracias, tú también estás muy galán esta noche —fue lo único que se me ocurrió decir.
—Elsa, me encantaría salir contigo a comer algún día. Tú presencia me hace mucho bien —acercó un poco más nuestros cuerpos. Un molesto escalofrío se deslizó por mi espalda descubierta.
—Oh, claro, podría ser. Quizás un día que tenga libre —vacilé y le resté importancia al asunto.
El extenuante trabajo en la oficina no me dejaba descansar lo suficiente, y ahora este tipo intenso pidiéndome una cita, peor, pero por cortesía debía aceptarla, ya que Adrián fue quien me dio trabajo en su empresa, él me tendió una mano, así que le debía mucho. En las noches me encargaba de todo lo relacionado con el cuartel, en la oficina me pagaban, en el cuartel, lamentablemente, ya no, solo asisto allí para ayudar a las personas que necesitan que alguien les dé una mano.
—Bueno, entonces... Es una cita —acercó su rostro al mío y me robó un beso, que no se sintió para nada bien.
Lo aparté de mí. Tuve unas ganas de abofetearlo, pero me contuve, no podía perder mi trabajo por un simple beso robado.
—V... Voy a beber algo. Ya regreso —me excuse y salí, prácticamente corriendo del lugar.
Tomé una gran bocanada de aire y suspire sonoramente. Ya estaba cansada de soportar al rubio obsesivo y prepotente con el que estaba hablando, él lo único que quiere es acostarse conmigo y nada mas, cero compromisos.
Tomé la copa de vino entre mis temblorosas manos y bebí el contenido, rápidamente. Necesitaba calentarme un poco y tratar de fingir que soy una cortés dama frente Adrián, solo borracha me sentiría a gusto a su lado.
—Oye, no deberías beber de esa manera —escuché la voz de un hombre a mi lado —Te hará mucho daño.
La copa se resbaló de mis dedos y se estampó contra el suelo cuando miré aquellos ojos azul zafiro que tanto me gustaban y que podían hipnotizarme en solo unos segundos.
—Jack...
Jack
Verla de nuevo, tan hermosa como siempre, con ese vestido que le sentaba tan bien, hizo que quisiera envolverla entre mis brazos y besarla toda la noche. Me hizo recordar hasta el último momento que pasamos juntos. Mi corazón empezó a golpear mi pecho, loco por tener su cercanía.
—Hola, Elsa, cuánto tiempo —dije enarcando una ceja. Sé que me quiere ver muerto, pero tenía que fingir el nerviosismo que me estaba agobiando. Me sudaban mucho las manos.
Agarré una copa de vino que traía un mesero y bebí lentamente el dulce y embriagante líquido púrpura. Lo estaba haciendo bien, ella tenía que verme sólido y fuerte.
—¿Qué haces aquí? —dijo en voz baja —¿Cómo te dejaron entrar? ¿Por qué regresaste? ¿Por qué me abandonaste? —me atacó con un montón de preguntas que no deseaba responder.
—Demasiadas preguntas —negué con la cabeza. No era el lugar para resolver nuestras diferencias.
—Quiero la respuestas de todas —se cruzó de brazos y frunció los labios. Estaba enfurecida, pero espero me encantaba. Su rostro, encendido por la rabia, se veía espectacular.
—Tardaría una noche entera en contarte mis razones, pero si quieres podríamos buscar un lugar más íntimo y... Hablar —sujeté uno de los cabellos que caían por su hombro. Mi mundo se detuvo al poder sentirla tan cerca de nuevo.
—¡No! Es mejor que te vayas de aquí —empujó mi mano y mi corazón saltó de la decepción tan tremenda que llegué a sentir —Nadie te quiere aquí, Jack —sus palabras se atenazaron a lo más profundo de mi podrido interior.
—¿Quieres que me vaya? —cambié mi tono de voz, de un seductor fingido a uno bastante seco. Esto se me estaba saliendo de control muy rápido.
—Sí —respondió sin titubeos. Eso me dolió.
—Claro, quieres que te deje sola para seguir bailando con ese rubiecito —le reclamé, ella abrió la boca desconcertada, sorprendida con mi negativa reacción.
La verdad es que llevaba varios minutos observando cada uno de sus movimientos como un psicópata obsesionado.
—¿Estás celoso? —frunció el ceño un poco más.
—¡Claro que sí! —exploté, llevado con ese molesto ardor en mi pecho, llamado celos —¿Qué no viste como te miraba ese sujeto? Te desvestía con la mirada —no lo pude matar porque llamaba la atención, pero ganas no me faltaron — y claro con el vestido que llevas puesto, pues es obvio que lo prendas —le dediqué una mirada de arriba a abajo.
Su cara se tornó roja, pero no de vergüenza sino de ira. Estaba a punto de romperme la cara. Quizás me pasé con mi comentario, pero estaba que me llevaba el demonio de lo celoso que estaba.
—Óyeme bien, idiota. Quiero que te vayas en este mismo instante de esta mansión, no quiero problemas contigo así que vete —tragó saliva —aléjate de mí y no vuelvas a buscarme otra vez, yo ya no te necesito, ya te superé.
Enarque una ceja y la observé detenidamente. No había convencido para nada su tonta confesión.
—No te creo una mierda de lo que dijiste. Sé que te hago falta como tú me haces falta a mí —la señalé con un dedo. La conocía tan bien que ya sabía cuándo me mentía.
—No, no es cierto —negó y luego añadió —¿Cómo pudiste tener el descaro de volver después de un largo año?
—Necesitaba verte —solté la verdad sin remordimientos. Ya estaba cansado de contener todo lo que mi corazón deseaba. La deseaba a ella.
—Y ¿Por qué no viniste antes por mí? —algo en su mirada se rompió y eso me dolió aún más. Me sentía una basura por causarle tanto dolor, pero no la iba a volver a dejar ir.
—Porque... Tenía miedo ¿sí? No quería seguir lastimándote —me sinceré con ella. Eso me quitó un pequeño peso de encima.
Elsa pareció ceder un poco, pero luego negó con la cabeza y me tomó por el brazo. La sensación de su toque me devolvió tiempo atrás cuando todo era diferente entre nosotros dos.
—Eso no es ninguna excusa, Jack —apretó un poco mi piel, pero no me ardió como creía —Me abandonaste, otra vez. Seguro la pasaste muy bien sin mí todo este tiempo ¿no? —insinuó.
—Si pasar mis días ahogado en alcohol y pensándote día y noche todo el tiempo es pasarla bien, pues sí, la pasé de maravilla —ironice. Aunque pues era verdad lo dicho, la pasé muy mal sin ella.
—¿Has venido solo a decirme esas estupideces? —escupió, ignorando mi patética confesión.
—Vine a perdirte un momento a solas... —murmuré — Para hablar y darte un porqué de mi repentina partida. Solo necesito unos minutos —le supliqué.
—No iré contigo a ninguna parte —desvió la mirada y se cruzó de brazos.
—Sabía que responderías eso —fruncí el ceño. Debía usar otras medidas para convencerla. Procedí —Así que, si no te vienes conmigo voluntariamente, será a la fuerza ¿entiendes? —la amenacé. Era la única forma, por nada del mundo me separaría de ella.
—¿Que estás diciendo? —se me quedó viendo fijamente con un gesto de repulsión y sorpresa —Ya te dije que no saldré contigo a ningún lado, ya vete —repitió, pero yo estaba dispuesto a todo.
—No querrás arruinarle la fiesta a tu amiga ¿verdad? —dije, enojado. Sabía que con esa rubia tonta no me podía meter, pero era el punto débil de Elsa en esta situación.
—No te atrevas a intentar hacer algo contra ella, no sabes lo...
—Elsa, sabes que no me temblaría la mano en acabar con todas estas personas —mencioné más seguro que nunca. El monstruo no había desaparecido todavía — Sería un festín para mí. Así que decídete, te vienes conmigo o todas estas personas mueren inútilmente —la llevé a su límite.
Guardó silencio por unos molestos segundos hasta que por fin habló y dijo.
—Ya te dije que no —la escuché decir, tajante como era antes conmigo.
—Bueno tú lo pediste —con un chasquido de dedos la energía de todo el lugar se fue, todos quedaron a oscuras, la música se acabó y la gente comenzó a murmurar cosas.
—Jack, ¿Qué hiciste? —mencionó asustada. Seguro pensó que no hablaba en serio.
—Lo que tú querías —respondí y me acerqué en medio de la oscuridad la noquee con mi mano y luego la cargué en mi hombro —Ahora si que tenemos que hablar, Elsie.
***
Elsa
Despierto desorientada y con un molesto dolor en la cabeza. Parpadeé un par de veces para aclarar mi vista. Me sorprendí al ver que no me encontraba en el jardín de la casa de Rapunzel.
Me incorporé por los codos y observé todo el lugar. Me encontraba recostada en una gran cama que se me hacía muy conocida. La habitación se hallaba en completa oscuridad. A través de la ventana pude divisar que gotas de agua caían con violencia, toda una tormenta.
No recuerdo en qué momento terminé aquí. Me siento tan confundida.
—Oh, despertaste —escuché una voz cálida a escasos metros de mí. Todo mi cuerpo reaccionó ante el reconocimiento de esa voz que me persiguió desde el primer día.
Se encendieron las luces de la habitación, noté la presencia de un hombre en el marco de la puerta con una copa de vino entre sus largos dedos. Reconocía a ese hombre perfectamente, desde su voz hasta su maldito olor.
—¿Qué hiciste? —supuse lo peor.
Un hombre como él era capaz de hacer lo que sea para conseguir lo que quiera. Me preocupé por la boda de Punzie, por su familia por todos.
Jack me mostró una sonrisa lobuna como respuesta. Un temblor sacudió todo mi cuerpo, quizás fue por el frío que se colaba por la ventana abierta o por la sensación de miedo que en su momento sentí. Él se encogió de hombros y dejó la copa sobre una mesa de madera, luego desajustó el nudo de su corbata.
—¿Crees que hice algo indebido? —rió entredientes. Seguía siendo el mismo lunático de siempre.
—Si te atreviste a lastimar a mi mejor amiga, me la pagarás, Jack, porque...
—No tienes qué temer, no hice absolutamente nada, mas que traerte a mi departamento —me miró de arriba a abajo —De verdad que estás muy hermosa en el día de hoy —su tono ronco de voz delataba que estaba algo borracho. Temí por mi vida como la primera vez.
Observé mi vestuario, mi vestido estaba arrugado y mi cabello despeinado. Subí una tira de mi vestido y luego lo miré con el ceño fruncido.
—No te habrás aprovechado de mí ¿verdad? —dije sin pensar. Estaba nerviosa, atemorizada, solo quería salir corriendo de allí cuanto antes.
La sonrisa traviesa de Jack se borró por completo siendo reemplazada por una mueca de enojo.
—Fingiré que jamás escuché eso —siseó. Estaba enojado, cosa que no me convenía en su momento.
—Yo... —titubeo. Estaba arrepentida de insinuar algo así. A pesar de toda su maldad, él no sería capaz de tocarme sin mi consentimiento, o eso creo.
—Cállate —mencionó más enojado. Tragué saliva, lentamente.
Guardé silencio mientras que él se acercaba a mí despacio. Sin embargo, esta noche no estaba dispuesta a ceder. A pesar del miedo, no podía demostrarle debilidad o como siempre me doblegaría a su merced.
—¡No me voy a silenciar! No sigo tus órdenes —lo encaré con la poca valentía que sentía.
Jack se acomodó entre mis piernas, de manera atrevida. Mi pulso se aceleró de sopetón. Luego él sujetó mi mentón con sus dedos. Su rostro estaba muy cerca del mío, podía sentir su aliento y aquel dulzón olor a uva. Estaba siendo tan imponente conmigo y me intimidaba además. Pero tenía que seguir fingiendo hasta el final.
—Eres mía —susurró. Después, miró mis labios detenidamente y con sus manos se apoderó de mis caderas.
Él todavía creía que lo que le dije en un momento caliente entre nosotros todavía era verdad. Pero yo ya no era suya ni él mío desde el momento en que me dejó.
—¡No! —me solté de su agarre y retrocedí hasta chocarme con el borde la cama.
Él comenzó a reír como idiota, el alcohol que consumió ya lo estaba afectando. Respiré profundamente y traté de mantener la compostura.
—¿Por qué estás actuando a la defensiva? —preguntó entre risas —Elsa, yo solo quiero hablar contigo. ¿Qué no ves que te he extrañado todo este maldito tiempo? —mencionó algo dolido.
De nuevo se acercó a mí, quise patearlo, pero me quedé quieta viéndolo a los ojos esperando lo que sea que estaba tratando de hacer, pero de igual forma le dije un par de cosas.
—¿Me extrañaste? —le seguí el juego. Tratando de librarme de su presencia.
—Sí, un montón —respondió con una sonrisa —extrañaba ver tu hermoso rostro —quiso tocarme, pero moví mi rostro a un lado.
—Pero, creo que es muy tarde para buscarme, yo no quiero volver contigo —negué con la cabeza —Mejor me voy de aquí.
Logré escaparme de su lado sin ningún problema, cosa que me tomó por sorpresa. Caminé hacia la puerta de la habitación, pero antes de que llegara a la salida, él me sujetó por el brazo con mucha fuerza.
—¡No! ¡Tú te quedas a mi lado! —gritó. Me Asusté como nunca, ya no tenía mis poderes para defenderme.
—¡Basta! ¡Déjame ir! —forcejeo con él, pero este hombre es mucho más fuerte. Revivimos varias escenas del pasado.
Para mi sorpresa, Jack me soltó con cuidado. Giré en mis talones y retomé mi camino hasta la puerta, sin embargo, Jack dijo una cosa que me hizo detener.
—Elsa... Si te vas me quedaré completamente solo, yo... No tengo a nadie, tú eres lo único que me queda, no quiero dejarte ir. Por favor, te lo suplico —volteo a mirar y lo encuentro arrodillado ante mí —quédate y ámame de nuevo.
Suspiré y me abracé a mí misma. Jack me observaba. Vi en sus ojos el pleno reflejo de la tristeza misma, frente a mí se encontraba un hombre destruido por dentro. Parecía mentira verlo tan roto, algo dentro de mi se estrujó.
—Jack...
—Si te pedí que habláramos era porque quería decirte muchas cosas que en el pasado fui incapaz de decirte. Yo... Siento algo muy fuerte por ti —colocó la mano en su pecho —Elsa... Yo te amo sinceramente. Me enamoré de ti, de tu sonrisa, de tu valentía, hasta de tu mal carácter. No quiero perderte, dame una oportunidad.
Mi corazón empezó a latir, enloquecido. Era la primera vez que me decía que me amaba, después de todo lo que pasamos juntos.
—¿Por qué esperaste tanto tiempo para decirme que me amas? —Murmuré un tanto dolida. Tuvo tantas oportunidades, pero no aprovechó ninguna.
—Porque fui un idiota que no supo valorarte, pero ahora deseo con todas mis fuerzas tenerte a mi lado, cada día y cada noche. No me abandones —sus ojos se cristalizaron. ¿Iba a llorar? Imposible.
Tomé un respiro y me acerqué a su lado, me arrodillé ante él y lo abracé con todas mis fuerzas. Él recibió mi contacto con gusto y me estrujó con fuerza. Yo también lo extrañaba mucho, me hacían falta sus abrazos y sus dulces besos.
—Me hacías mucha falta, Jack —susurré con la voz entrecortada.
—¿Te quedarás a mi lado? —acarició la piel de mi espalda, su tacto me estremeció y me hizo recordar la primera vez que nos entregamos el uno al otro.
Un trueno resonó por todo el departamento, me abracé mucho más a él para sentir la calidez que desprendía su cuerpo.
—No lo sé —respondí en voz baja.
—¿Todavía me amas, Elsa? —preguntó, cual niño inseguro. Jamás había visto una faceta de él tan... Vulnerable.
—Sí, un montón —Sonreí. Era la verdad y ya no podía esconderla un minuto más. Me enamoré de la persona menos indicada pero no estaba arrepentida de entregarle mi cuerpo y mi corazón al monstruo de ojos dorados.
—¿Entonces? —insistió.
Cerré los ojos y dejé que el silencio se hiciera presente por un tiempo hasta que decidí sincerarme con él.
—Tengo miedo de que las cosas no salgan como esperamos, que nos hagamos daño el uno al otro —una lágrima resbaló por mi mejilla y cayó en su camisa blanca —No... No quiero estar lejos de ti, pero... ¿Cómo podremos ser felices?
No me respondió, solo sentí algo mojado en mi hombro, eran sus lágrimas. Jack estaba llorando. No lo podía creer, siempre era yo la que lo hacía, pero verlo así no me gustaba para nada.
Miré su rostro y con mis dedos limpié sus lágrimas, incluso, yo también estaba llorando como niña. Esto nos estaba afectando demasiado a ambos.
—N... no quiero seguir solo —sollozó.
Sujeté sus manos entre las mías.
—Ya no estarás solo, porque yo me quedaré contigo para siempre. Hoy decido que ya no dejaré que nada me separe de ser feliz y, es que, mi felicidad eres tú, Jack, solo contigo puedo sentirme cómoda —besé sus manos —Tú eres mi mundo, mi otra mitad y... El amor de mi vida. A pesar de todo lo que hemos pasado.
Él me mostró una radiante sonrisa y apretó mis manos con fuerza.
—T... Tú también eres el amor de mi vida, y aunque al principio fue difícil aceptarlo, es verdad —su rostro se enrojeció un poco y eso me fascinó en él —Te conocí de la peor forma posible, pero poco a poco conquistaste a este corazón duro y frío, que ahora solo late por ti —suspiró —Tú eres la cura para mi enfermedad. Jamás creí que volvería a sentir un sentimiento tan fuerte como este. Te amo mucho, Els.
No aguanté más y junté nuestros labios en un beso cargado de anhelo y pasión. Hace mucho tiempo que no sentía esa sensación tan placentera de sentir sus suaves labios junto a los míos. Amaba sus besos, sus caricias, todo de él me volvía loca.
—Me vuelves loca —dije entre sus labios.
—No, tú me vuelves loco a mí, mi amor —me acercó más a su cuerpo y nos levantamos del suelo. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas.
Jack me tiró en la cama con suavidad, luego lo atraje hacia mí y comenzamos a besarnos otra vez. Sentí su mano traviesa debajo de mi falda, acariciando mi pierna con sus dedos, gemí de placer.
—Jack —jadeo.
—¿S... sí? —respondió.
—Eres mío —repetí lo que alguno vez nos dijimos mientras estábamos juntos. Ya basta de Mentirme a mí misma, lo quiero en mi vida sea malo o no.
—Todo tuyo, mi reina —besó mi boca —Y tú... También eres mía.
—¿Para siempre?
—Para siempre.
Fin...
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