Capitulo 8

Días atrás

Con todas las fuerzas que me quedaban salí de esa maldita casa.

La estúpida de Astrid hizo explotar el tanque de oxígeno, mientras que estaba curando al muchacho.

La explosión me dejó mal herido lo acepto, logré, nuevamente, llevarme una presiada parte de mi experimento. No iba a perder ese virus que tanto trabajo y dinero gasté en crearlo. Claro que el dinero era del estado, pero los muy... Revocaron mi proyecto, les haré tragar sus palabras, lo juro.

Como pude salí a la calle y tomé el primer taxi que estaba por allí. Todo estaba en llamas. No sé si ese sujeto y esa bruja se hayan salvado, pero la verdad no me importa nada lo que les pudo haber pasado.

—¿Señor se encuentra bien? —me pregunta el imbécil que conduce el taxi. Es evidente que llamo la atención, tengo mi ropa y cara con polvo y sangre.

—Usted solo conduzca —le dije enojado.

—¿No preferiría que lo llevara a un hospital? —vaya, que insistente.

—No le estoy pidiendo que se preocupe por mí, lo único que tiene que hacer es manejar —asintió y miró hacia la carretera.

—¿Podría por lo menos decir hacia dónde lo llevo?

—Dirijase a las afueras de la ciudad. Hacia el norte.

El viaje fue largo y silencioso mejor para mí. Le ordené al taxista apagar la música, necesito pensar.

Escapé porque no quiero verle la cara a Overland después de que se entere de lo sucedido hace poco y tampoco quiero darles explicaciones a los oficiales de por qué tengo un consultorio ilegal.

—Hemos llegado —anunció el molesto taxista, le pagué de mala gana y se largó.

Abrí la puerta de la casa, la cual es de la familia de Gothel, y solo veníamos cuando deseamos estar lejos del ruido de la ciudad.

Es bastante grande y aún sigue amueblada, no vengo desde la muerte de mi esposa. Miro cada lugar de la sala y me parece verla allí sentada leyendo un libro o leyendo el periódico con un café en mano.

Me tiré en el sofá y sentí un tirón en el abdomen. Levanté mi camisa y encontré que tenía una cortada no muy profunda, ahora que lo recuerdo lo que causo mi herida fueron unas tijeras de cirugía.

Subí a la segunda planta y entré al baño, busqué el botiquín de primeros auxilios y yo mismo cerré esa herida con ayuda de una aguja desinfectada, dolió y mucho.

Me quité mi bata y saqué el frasco del virus que milagrosamente sobrevivió a tan violenta escena. Lo observé, aún queda suficiente, lo mejor fue haber creado bastante. El que le apliqué a el hijo de Overnald era de este mismo, pero más puro.

Me tiré a la cama cuidadosamente y seguí observando mi experimento.

¿Por qué ayudar a las personas con esto? La humanidad se elimina a sí misma, arruina su medio ambiente y sobre todo es desagradecida con quien le da la mano, nosotros los médicos somos quienes ayudamos para que sigan sus vidas y ellos buscan el vicio y vuelven a caer.

No necesitan la salvación, necesitan quien los someta y les enseñe a valorar la vida. Necesitan a un ser superior. Y con esto que tengo en las manos yo puedo crear a su verdugo. Solo necesito un poco de ayuda.

Marco en el teléfono de la casa el número de un viejo amigo.

—¿Hola? excelente, me ha contestado.

—Necesito tu ayuda, es hora de que me devuelvas un par de favores que te he hecho.

Pitch, es bueno escucharte de nuevo ¿Qué necesitas, amigo?que bueno que aún me considere así.

—Tengo en mente un nuevo proyecto. Necesito ayuda económica.

¿Cómo? Pensé que tu trabajo te daba lo suficiente para tus locos experimentos.

—Yo llamaría loco robarle el proyecto a un simple niño.

Ya he pagado por eso, han pasado muchos años se excusa.

—¿Aún conservas parte de ese trabajo? —me atreví a preguntar.

Claro, estoy trabajando arduamente para conseguir mejorarlos, me falta muy poco. Además he modificado la máscara para que solo yo haga uso de ella.

—Bien, servirá mucho.

¿Para qué exactamente?

—Quiero aplastar a todos aquellos que no creyeron en mis capacidades, quiero que la gente me tema. Me convertiré en eso que tanto temen, la muerte —le aseguré.

No te entiendo muy bien ¿A qué te refieres?

—Te quiero a ti y a tus micro–bots  lo más pronto posible aquí en Seattle.

En este momento me encuentro en Londres pero estaré en Seattle en unos días. Si tu plan de empoderarte de la ciudad es bueno, me uniré, confía en ello.

Me colgó la llamada. Bien ya cuento con recursos ahora solo falta comenzar a trabajar...

***

Mientras en otro lugar.

—¡¿Qué mierdas ha pasado aquí?! —dijo Arnold al ver el edificio en llamas.

—Señor, recibimos una llamada de auxilio y acudimos aquí en seguida ¿Es de usted esta propiedad? —le dijo uno de los bomberos.

—No —Dijo desesperado y con sus dedos agarraba fuertemente su cabello negro —dígame una cosa ¿ha habido algún muerto?

—Lamentablemente sí —le contestó.

—Oh no —Dijo con tristeza.

—Una mujer —afirmó el bombero.

—¿Una mujer? —preguntó Arnold con sorpresa.

—Los oficiales le dirán qué fue lo que sucedió —el bombero se alejó.

—¿Oficial que ha pasado?

—Señor, soy el oficial Hamada —le tendió la mano y él se la apretó —mis fuentes me informan que ocurrió el estallido gracias a que un tanque de oxigeno recibió el calor de un cigarro y con esto consiguió reventar.

—Mi hijo... ¿Qué saben de mi hijo? —Arnold se preocupó.

—Mmm, déjeme decirle que solo encontramos un cadáver perteneciente a una mujer. Quizás escapó.

—No lo creo, tenía una pierna enyesada, no pudo ir muy lejos —mencionó Overland.

—Permita que le pregunte pero ¿Qué estaban haciendo aquí?—interrogó el pelinegro.

—Tratando de salvarle la vida...

***

En un callejón un joven luchaba por seguir en pie, se sentía débil después de haber caminado tanto, su cuerpo le exigía descanso. Se detuvo un momento y observó sus ropas desgastadas y sucias, así que robo unas nuevas, unos jeans negros, una sudadera azul y unos tennis converse.

Después de cambiarse siguió su camino, se observó a si mismo a través de un charco de agua, la luna le ayudó para poder verse mejor.

Observó esos ojos dorados y ese rostro rojizo y sintió asco de su propio reflejo, pateó el agua y se fue...

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