Capítulo 62

Me levanto de la cama con cuidado de no despertarla. No sé qué le sucedió anoche pero no paraba de llorar y de pedirme disculpas hasta que se quedó rendida en mis brazos.

Tuve que cargala hasta la cama, no pude evitar preguntarme por qué se disculpó tanto, pero me imagino que solo es una etapa que tiene que aprender a superar.

Camino hasta el baño y me doy una larga ducha. Hoy pienso buscar a mi madre y remediar el daño que le produje ayer, no me siento a gusto estando lejos de ella, no quiero perderla.

Sin embargo, tengo miedo de dejar a Elsa por tanto tiempo sola, la última vez que lo hice la atacaron y acabaron con la vida de Jane. No quiero cometer el mismo error.

Suspiro profundo, las gotas de agua resbalan por mi cuerpo mientras pienso qué hacer, hace un par de meses me hubieran dado igual las dos, pero ahora todo es diferente porque a ambas las estimo mucho.

Todo sería diferente si no tuviera estos malditos sentimientos.

Seco mi cuerpo y cabello con una toalla, luego la envuelvo en mi cadera.

Entro a la habitación, Elsa sigue dormida en la cama. Aprovecho ese momento para colocarme algo de ropa y perfumarme, cosas como estas me parecen tan monótonas, pero esta es la nueva vida que estoy comenzando.

—Voy a salir —susurro en su oído y beso su frente.

—¿A dónde? —respondió con los ojos cerrados.

—Iré... Por ahí. No te preocupes estaré en un rato de vuelta.

Se reincorporó, dio un bostezo y me dio un corto abrazo.

—Te amo mucho ¿sabías? —susurró en mi pecho.

Seguía igual de extraña que ayer. No sé qué le sucede últimamente.

—Pues, sí —respondí vacilante.

Ella se separó de mí, sujetó mi cara con sus manos y unió nuestros labios en un apasionado y urgente beso.

Pasé mis manos por su cintura y la atraje más a mí. Acarició mi nuca con sus dedos y jugueteó con los cortos cabellos castaños.

Después de un par de minutos nos separamos jadeantes y casi sin respiración.

—Vaya, si que eres candente —dije mientras recuperaba el aliento.

Elsa trató de sonreír, pero en vez de ello, su gesto se contrajo en una mueca.

—Ya tienes que irte —desvió la mirada.

—¿ah? Sí, es cierto. No me tardaré, te lo prometo —beso su mejilla, me levanto de la cama y salgo por la puerta.

Levanto mi teléfono de la mesa, lo guardo en mi bolsillo. Le doy un último vistazo al departamento verificando que todo esté bien y después abro la puerta con duda, pero sin pensarlo tanto me marcho del lugar.

Bajo por el ascensor hasta la planta de abajo y camino fuera del edificio.

Hace frío afuera, por lo que llevo puesta una chaqueta de cuero.

Llamo a mi madre para pedirle que nos veamos, pero ella responde que no quiere verme después de preferir a Elsa antes que a ella. Intenté convencerla por un buen rato, hasta que accedió a verse conmigo en un restaurante del centro.

Camino por la calle recordando cuando lo hacía hace tiempo, solo que he decido cambiar, dejar de ser un asesino para quedarme al lado de una hermosa mujer, aquella a la cual le he hecho tanto daño, pero que ahora es solo mía.

Todo parece estar bien a esta hora del día, no he presenciado ningún indicio de peligro en la ciudad, comienzo a pensar que los entes oscuros se están tomando un buen tiempo para atacar. No podré vivir en paz hasta que cada uno de ellos deje de existir en esta tierra.

De un momento a otro siento a alguien tras de mí, volteo y no hay nadie, comienzo a irritarme.

Sigo andando hasta que de un empujón me tiran al suelo.

—Jack, bajaste demasiado la guardia —escuché su molesta voz.

—Todavía respiras —me levanto y la encaro.

—Claro que lo hago, yo soy inmortal —sonrió.

Traía, como siempre, vestiduras negras junto con una capa que cubre su rostro del sol.

—Te vez muy mal Mavis, te hace falta matar y hacer sufrir —me burlé de ella.

La pelinegra rió y me rodeó como una fiera ante su comida.

—Has cambiado mucho. Sigues siendo muy atractivo —susurró en mi oído —Elsa no sabe lo que tiene.

Doy media vuelta y la encaro, sigue teniendo esa sonrisa socarrona pintada en sus labios y el iris de sus ojos denota ira y maldad.

—¿Qué quieres? —siseo.

—¿Yo? —se señala a sí misma —solo vengo a decirte que escogiste a la persona equivocada. Pronto te quedarás solo por ello, por quererla a ella y no a...

—¿A ti? —interrumpí —¿Acaso es que tienes sentimientos? —reí —Tú lo que eres es una maldita zorra que no sabe que hacer con su vida más que fastidiarme la vida.

Me fulminó con la mirada y trató de golpearme, pero la retuve por el brazo.

—Eres un infeliz —escupió, pero después comenzó a reírse a carcajadas —Me encantará ver como pierdes uno por uno a los que amas, primero será Elsa quien pierda la vida.

Sonrió por última vez y desapareció de mi vista. Apreté los puños a mis costados, esa maldita oscura sigue viva y no se cansará de hacerme pasar por un infierno.

Sin embargo, dijo que...

¡Elsa! ¡Por un demonio, van por ella!

Corro a toda velocidad hasta llegar a mi apartamento. Me tiemblan las manos, me siento nervioso y ansioso, nuevamente le pueden hacer daño por mi culpa.

Busco las llaves en mi bolsillo, pero no las encuentro. Olvido todo eso y golpeo la puerta con fuerza.

Entro en el apartamento, todo está muy oscuro. Enciendo las luces pero no encuentro a nadie, tomo un respiro y camino hasta mi habitación. Pero, se detiene mi corazón al no encontrarla allí.

Mi respiración se acelera demasiado y comienzo a sentir la energía envolverse en mis brazos.

Apreto las mandíbulas con fuerza y golpeo con toda mi fuerza la pared.

—¡No! —grito una y otra vez mientras pateo lo primero que está a mi alcance.

Caigo de rodillas al suelo, paso mis manos desesperadamente por mi cabello y tiro de las hebras oscuras.

Sin embargo, mi corazón da un vuelco al ver un pedazo de papel tirado cerca de la mesa. Justo allí encuentro su teléfono celular.

Sujeto el papel y leo su contenido.

Jack...

Yo, lo siento mucho pero no soporto más este dolor. No quiero seguir inmersa en esta depresión.

He decidido irme, irme muy lejos de aquí, y, aunque me duela y te duela, lejos de ti, también haces parte de mi pasado, de todo mi sufrimiento.

Quiero comenzar una nueva vida fuera de esta ciudad. No me busques, es mejor que cada quien busque su lugar lejos del otro.

Te amo, pero quiero ser libre. No quiero que seas partícipe de mi dolor. Compartimos hermosos momentos juntos, me hiciste muy feliz, pero es suficiente, mereces tener una vida tranquila, sin , porque soy una carga para ti, no deseo atarte a , por eso ahora eres libre.

Espero puedas comprender que así lo deseemos con todo nuestro corazón no podemos estar juntos.

Te amo mucho, pérdoname...

Att: Elsa.

Dejé caer al suelo la hoja de papel.

Me abandonó, Elsa decidió dejarme.

Cierro los ojos y trato de no explotar, pero es muy difícil no sentir esta ira impulsiva que tengo, deseo con todas mis fuerzas acabar con todo.

—¡Maldita zorra! —grito y dejo que una fuerte descarga eléctrica sacuda todo el edificio.

Me levanto y tiro todo al suelo. Busco en mi closet sus cosas, pero se ha llevado todo, todo.

Quiero gritar tan fuerte como mi garganta pueda. Me ha roto en pedazos esa estúpida, hizo que me ilusionara con un futuro a su lado, pero me dejó.

—¡¿Por qué lo hizo?! —grito una y otra vez.

Parezco un demente caminando en círculos por toda la habitación. Trato de liberar mi ira golpeando la pared, pero no es suficiente, necesito... Necesito sangre.


***

Elsa

—¿Crees que la solución de tus problemas es haber huido lejos? —escucho una voz a mi espalda.

—Sí, era necesario dejar todo atrás, liberarme de las cadenas de la depresión y comenzar de nuevo —respondí mientras miraba el panorama.

La brisa corre suavemente sacudiendo mi cabello. Todo aquí es tan hermoso, que te hace sentir a gusto con sigo mismo.

Toco con mis dedos la hierba, es tan agradable este lugar, con árboles, cielo despejado, aire puro, el campo es espectacular.

He decidido marcharme y dejar todos mis problemas enterrados en un sucio pasado, he decidido abandonar lo que más quiero, pero tendrá que entender y aprender a vivir con ello.

—No fue buena idea, Elsa. Solo los cobardes huyen —siguió insistiendo.

—Y los idiotas continúan sufriendo si así lo desean —refute —Mérida, ya he tomado mi decisión, así que respetala o vete, ya cumpliste con haberme ayudado.

—Rompiste su corazón.

—Sabrá curarse con el tiempo, es fuerte.

Cierro los ojos y le suplico al cielo que pueda perdonarme, que entienda que lo hice por nosotros. Que escapé para que no siguiéramos viviendo una mentira, un sueño de adolescentes.

Me levanto del pasto y camino hacia la pequeña casa en la que he estado viviendo estos tortuosos primeros días.

Mérida me ayudó a escapar aquel día, en el cual dejé de pensar en los demás y pensé en mi bienestar.

—Cuando me pediste ese favor, pensé que iba a ser momentáneo, que volverías en un par de días, pero han pasado semanas y seguimos aquí —dijo cuando pasé por su lado.

—Esta casa de campo es fantástica —desvié el tema.

—Oye, no cambies la conversación —alegó.

—Mérida, hemos tenido muchas veces esta misma charla. Acepta que yo no volveré, que tú podrás hacerlo si quieres, pero yo no.

—¿Por qué? —me tomó por el brazo.

Tomé una bocanada de aire, me solté de su agarre y luego le dije.

—¿Quieres saber por qué? —la miré a los ojos y ella asintió. Levanté la mano frente a ella —por esto —la encendí.

La pelirroja dio un par de pasos atrás asustada, tenía los ojos y la boca abierta.

Le mostré como las flamas dazaban en mi mano sin hacerme ningún daño. Ya no tengo miedo de lo que pueda pensar de mí, yo puedo con esto y más.

—Pero... ¿Qué es esto? —pronunció atónita.

—¿Esto? Esto soy yo —apagué el fuego de mi mano —De esto estoy huyendo, de lastimar a las personas, de convertirme en algo que no quiero ser. No quiero hacer sufrir a más humanos.

Bajé la mirada hacia mis zapatos.

—Eres... Diferente —susurró y tomó mis manos sin miedo —y acepto que seas así. Y si lo prefieres, viviremos aquí juntas por un buen tiempo.

Solté sus manos.

—No quiero atarte a mí, puedo vivir sola en este lugar. Fuera de Seattle ya no hay nada ni nadie que me haga daño.

—Si hay alguien que puede hacerte mucho daño —murmuró.

—¿Quién? —pregunté confundida.

—Tú misma —soltó.

—Sabré controlarme así tenga que quedarme en el campo por un par de años. Aprenderé a vivir sin nadie a mi lado —dije muy segura —te agradezco que me hayas brindado tu casa fuera de la ciudad, pero ya has hecho mucho por mí, es hora de que te vayas.

Mérida abrió la boca y fruncio el ceño con desaprobación.

—Claro que no, estaré contigo en las buenas y en las malas porque soy tu mejor amiga y te quiero.

—Espero que ese cariño que sientes por mí te ayude a soportarme y soportar mis cambios de humor —traté de sonreír.

Mi amiga se encogió de hombros y después me envolvió en sus brazos.

Luego de que pasaran unos segundos nos separamos y me quedé viendo el cielo azul, todo desde aquí se ve tan diferente, la vida lo es.

—Qué bueno que compré esta casa para emergencias, como cuando quiero ver los paisajes hermosos de este país —dijo entusiasmada.

—Aquí no hay ladrones ni asesinos, solo fauna y flora. ¿Por qué el mundo no puede ser así de tranquilo?

—No lo sé...

—Yo tampoco.

***

Jack

—¡Múerete imbécil! —golpeo una vez más el cuerpo del desdichado hombre que se topó en mi camino en esta fría noche de viernes.

Escupe sangre de su boca y pateo aún más fuerte su abdomen.

—No siga —suplica, pero hago oídos sordos y lo acabo con una rayo de energía.

Su cuerpo se enciende frente a mis ojos, es la victima número veinticinco que asesino en este mes. He vuelto a ser el asesino de esta ciudad, todo por ella, porque quiso que volviese a ser esto.

Trato de sentirme mejor con los gritos de esas personas inocentes o no, pero no es suficiente, quiero más, quiero liberar toda este odio reprimido.

Golpeo unos botes de basura hasta estrellarlos contra los muros de los edificios que tengo en frente.

—Te lo dije —canturreo una voz tras de mí.

—Vete al infierno, zorra —escupí sin mirarla al rostro.

Rió y eso hizo que quisiese estrangularla con mis manos.

—¿Estás enojado porque tu chica te dejo solito? —se burló.

Me giré y le lancé un poderoso rayo a la cabeza, sin embargo, logró esquivarlo a tiempo.

—¡Vete de una vez por todas! —la ataco de nuevo con más rayos, pero solo uno de ellos logró impactarla.

Su cuerpo cayó al suelo. Me acerqué hasta ella y pateé su cabeza, ella gritó de dolor.

La levanté del suelo, su sangre oscura manchó mi brazo. Trataba de liberarse, pero yo afianzaba más mi agarre, dije que la iba a estrangular y me encantará acabar con su asquerosa vida.

—P –para —dijo ahogada en su propia sangre.

—No te gusta ¿verdad? —Sonreí con maldad —Pero viniste a buscarme y te estoy dando una agradable bienvenida.

Creó una daga oscura y me la enterró en el brazo. Gemí de dolor y la tiré al suelo, luego saqué el arma de mi cuerpo, el color carmesí de mi sangre manchó el suelo.

Mavis escupió sangre y trató de ponerse de pie, pero nuevamente la ataqué, solo que esta vez creó un escudo y se cubrió del ataque.

—¡Basta! —gritó enojada.

Se colocó de pie acariciando su cuello. Tenía el ceño fruncido y una mirada furibunda.

—¿Estás enojada? —la tenté.

—¡Imbécil! —escupió —cuanto quisiera que estuvieras muerto.

—Pero no, sigo vivo y con más ganas de destruirte a ti y a los tuyos. Sigo esperando a Aaron, porque no vas como la perra faldera que eres y le dices que lo estoy buscando —espete.

—Te crees muy fuerte, pero conozco tus puntos débiles y jugaré con ellos —sonrió —pagarás por todo lo que me has hecho.

Comencé a reír a carcajadas. Mavis gritó enojada y me tiró una bola de energía oscura. Me hice a un lado y la esquivé con facilidad.

—Eres demasiado débil frente a mí —me burlé —has perdido toque, linda.

Gruñó y me lanzó otro golpe.

—¡Incensato! —gritó colérica —Tu supuesta determinación te condenará, el hombre arrogante quedará hecho trizas.

—Ja, déjame que lo dude. Tú no me harás daño porque estás muerta.

Creo una bola de energía en mis manos y después se la lanzó con fuerza. Mavis es impactada por mi golpe.

Doy un grito de victoria, camino hacia ella y coloco mi pie sobre su cabeza.

—Te odio —trató de decir.

—Lo sé, me alegro por eso. Tus últimas palabras —la energía se agolpa en mi mano izquierda cuando la levanto.

La pelinegra me mira desde el suelo con una sonrisa socarrona.

—Mami pagará las consecuencias de esto —dijo y después se esfumó...

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