Capítulo 59

—¿Azúcar? —pregunté aturdida, el pequeño niño sonrió y me extendió una taza vacía.

—Papi quiere hacer un café y no tiene azúcar —hizo un puchero —somos vecinos, y tenemos que ayudarnos.

Miré fijamente su aspecto, no parecía ser malo, solo es un niño.

Me encogí de hombros y le permití que entrara, después caminé hacia la cocina y deposité el producto en la taza.

Él miraba mi apartamento con expectación, y no paraba de sonreír.

—Eres muy bonita —mencionó.

—Mmm. Gracias —respondí vacilante —Oye, nunca te había visto en este edificio.

Rió.

—Es que, soy nuevo aquí.

Le entregué la taza. No sabía todavía por qué, pero me sentía muy incómoda a su lado. Espero que cuando regrese Jack no saque al niño corriendo, conozco su fuerte carácter.

—¿Eso es todo? —inquiri. Él asintió. Por un momento pensé que se iba a ir, pero regresó a mi lado.

—¿Puedo darte un abrazo?

—¿Eh? Pues, sí —dudé.

El niño se acercó a mí y enrolló sus brazos a mi cuerpo; sin embargo, lo apretaba demasiado.

Traté de alejarlo de mí, pero no quería soltarse.

—Lo siento, pero debo hacerlo —susurró con frialdad.

De pronto, siento un profundo dolor en mi vientre. Empujo al niño y caigo al suelo. Observó mi vientre y veo la sangre fluir.

Grité de dolor y me abracé a mí misma. El dolor era insoportable, sentía que algo dentro de mí se retorcía.

¡Jane!

Miro al mal nacido mocoso, sigue riendo a más no poder. Sin embargo, para mi sorpresa, me muestra su verdadero rostro.

Mis ojos se abren como platos al ver como las sombras rodean al niño. Por un instante pensé que era Aaron, pero mi corazón se rompió a mil pedazos al ver a Tadashi mirándome con una sonrisa gloriosa, como si le gustara estarme viendo tirada en el suelo y retorciéndome de dolor.

—¿Q... Qué hiciste? —traté de decir, pero el sabor metálico de la sangre inundó mi boca.

Tadashi se agachó a mi lado y acarició mi cabello.

—Ay Elsa, vine a acabar contigo de raíz —soltó sin ningún remordimiento —Tú acabaste conmigo, ahora yo te devolveré el golpe.

Hundió sus dedos en la carne blanda de mi vientre, solté un grito aún más fuerte.

Si no estuviera tan débil, le lanzaba fuego, pero no puedo, mi cuerpo está inmóvil, lo único que puedo sentir es ese dolor punzante.

—¿P... Por qué? —solloce.

—No llores princesa, pronto dejarás de sentir dolor —limpió mis lágrimas.

Su tacto se sintió frío, asqueroso. Escupí sangre en su rostro para demostrarle mi odio, esto no le gustó. Esperé su golpe, pero nunca llegó, solo escuché su risa.

Limpió su rostro y se colocó de pie. Giró en sus talones, miró hacia la ventana y después me miró con ira. Desde el suelo no podía hacer nada, me estaba sintiendo inconsciente y más cuando sentí la fuerte patada que me propinó en el vientre.

—¡Te mandaré al infierno con todo y bastardo! ¡Recordarás mi maldito nombre en ese lugar! ¡Adiós mi amada Elsa! —gritó, sus crueles palabras fueron las últimas que escuché antes de que perdiera el sentido.

Jack

—¿Qué demonios quieres? —le pregunté al hombre pelinegro que me miraba con ira.

—Que vuelvas a tu maldita casa, tu madre te extraña.

—¿Y tú? ¿Lo haces? ¿Me extrañas? —crucé los brazos.

Mi padre me había llamado exigiéndome que lo viese a la salida del edificio donde vivía Elsa.

—Eres mi hijo —respondió y se recostó en la puerta de su fino auto.

Puse los ojos en blanco, no entendía a qué venía a buscarme.

—¿Quiero saber qué haces aquí? Y ¿cómo supiste dónde me encontraba?

Él sonrió y sacó de su auto una bolsa de papel y me la entregó en mis manos. Abrí el contenido y encontré unas cuántas fotos.

—¿Quién es esa zorra? —espetó.

Eran fotos que nos habían tomado a mí y a Elsa mientras caminábamos hacia el mercado.

Apreté los puños con fuerza y rompí las fotos frente a sus ojos.

—Esto no te importa —respondí a las patadas.

—Claro que me importa, no la conozco y, además, está embarazada. Ian, dime por un demonio que no es tuyo —desvíe la mirada y apreté las mandíbulas —Eres un imbécil, cómo te atreves a manchar nuestro horable apellido teniendo un bastardo con otra mujer de baja clase.

Se separó del auto y me propinó una buena bofetada que solo sus guardaespaldas pudieron ver. Tuve el impulso de querer devolverle el golpe, pero escuché una voz que me llamaba.

Ian, nosusurró. Miré hacia todos los lados y me topé con el mismo espectro que me había visitado hace unos días.

Era el fantasma de Emma quien me miraba con desaprobación. Traía ese mismo vestido blanco y opaco.

Ella se acercó a mi padre y lo abrazó pero este ni se inmutó.

No más peleas con él, hermanito —suplicó y se alejó de mi padre.

—¿Qué eres? —pregunté.

—¿Con quién estás hablando? —interfirió Arnold, lo miré a los ojos marrones, estaba enojado.

Creí que había sido otra ilusión pero seguía viendo a Emma a su lado, ella acariciaba su mano pero el no podía sentirla, solo yo podía verla.

—Con nadie —respondí seco y tajante.

—Bien, sube al auto, tenemos que irnos —abrió la puerta de atrás.

—No, no me iré contigo.

—Entonces te quedarás con esa pobretona. Muy bien Ian, estás progresando, quiero ver como sales adelante con esa fulana, quiero ver si ella puede darte lo que tu familia te da.

—Pues sí, me quedaré con ella, porque ella me brinda algo que tú nunca sentirás, amor —aseguré.

Emma se acercó a mí con los ojos muy abiertos.

Está en peligro —susurró tocando su pecho —¡Ve con ella, ahora! No permitas que muera.

Mi corazón se detuvo cuando escuché sus palabras, sin pensarlo mucho, dejé a mi padre tirado, con la palabra en la boca y corrí a toda velocidad por esas malditas escaleras.

Cuando llegué a su planta ya estaba desesperado hasta la mierda.

Azoté la puerta al entrar y mi respiración se congeló al verla tirada inconsciente en el suelo. Y lo peor fue ver la maldita sonrisa en ese pelinegro.

—¡No! —grité colérico —¡Maldito hijo de puta! —con toda mi energía reunida le lancé un potente rayo que lo hizo salir volando por la ventana.

Traté de regular mi respiración, pero no podía hacerlo viendo a Elsa ahí tirada. La tomé en brazos, estaba sangrando y estaba demasiado fría.

Pensé lo peor, pero su corazón seguía palpitando.

—Vamos Elsa, aguanta ¿sí? —besé su frente —No te atrevas a dejarme.

Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos. No quería perder a la persona más importante en mi vida.

La abracé a mí para darle calor. Después, salí muy rápido del apartamento. Y sin pensarlo demasiado busqué el centro de salud más cercano.

Corrí tan rápido como podía hasta que encontré el maldito lugar. Entré desesperado y pidiendo ayuda.

Varios médicos se acercaron a nosotros al ver el estado en el que traía a Elsa.

—¡Una camilla por favor! —gritó una mujer.

Dejé a Elsa sobre la camilla y los doctores comenzaron a tomar su pulso. Luego, todos corrimos hacia la sala de urgencias.

—Vas a estar bien —tomé su mano fría.

Sentía un nudo inmenso en la garganta, no quería verla así.

Llegamos a las puertas de madera, pero no me permitieron el acceso dejándome a un lado y con la incertidumbre de no saber de ella.

Comencé a estresarme y a gritar como un maldito loco. La dejé sola y el mal nacido ese aprovechó su oportunidad y la lastimó, esto lo va a pagar con sangre, de eso estoy seguro.

Me dejé resbalar por la pared blanca hasta caer al suelo. Cerré mis ojos y permití que mis lágrimas fueran derramadas, me sentía destrozado por dentro, no podía evitar inundarme en llanto, sin importar mi orgullo de hombre o mi maldita edad.

Abracé mis piernas y escondí mi rostro entre mis manos.

No lloresescuché su dulce voz. Estaba sentada a mi lado.

Levanté la cabeza observé sus ojos marrones y el gesto de tristeza que tenía.

—L... La estoy perdiendo —susurré entrecortado —N... No quiero que muera.

Emma me abrazó. Sentí su calidez y su apoyo, puede estar muerta, pero es la única que está aquí a mi lado mientras que me rompo a pedazos.

No se va a morir, ella es fuerte. Ten fe.

—¿Tú crees?

No creo, estoy segura que vivirá, no te desanimes, hermanito.

Limpio mis lágrimas saladas y trato como puedo de estabilizarme. Sin embargo, cada vez que pienso en ella siento la necesidad de derrumbar esas puertas de madera y estar a su lado en este instante, pero sé que si lo hago empeoraría las cosas.

***

Pasaron un par de horas y todavía no sabía nada de Elsa. La impaciencia me estaba carcomiendo al igual que la desesperación.

Caminaba de un lado a otro, me sentaba luego me levantaba, jalaba las hebras castañas de mi cabello, jugueteaba con mis dedos, pero nada de eso lograba calmarme.

Emma me observaba y me susurraba que todo iba a estar bien, pero yo no podía creerle, no podía estar seguro de que está bien hasta que la vea decir mi nombre.

Muevo mi pie con impaciencia hasta que veo que un médico sale de la sala de urgencias y se acerca a mí. De inmediato me levanto y lo encaro.

—¿Cómo está Elsa? —pregunto desesperado. El guarda silencio, lo que hace que me enfade más —¡Diga algo maldita sea! —lo sostuve por los hombros.

Cuando me di cuenta que estaba actuando como un demente di tres pasos hacia atrás y dejé que el hombre hablara.

—Ella está...

—¡Me lleva el demonio! ¡Vaya al maldito punto! ¡¿Acaso no ve que estoy que me muero de desesperación?! —exploté.

Ian, tranquilo —susurró Emma.

—Señor, creo que necesita un calmante —dijo el médico.

—Yo no necesito esa mierda, necesito saber de Elsa —espete.

En mi mente se creó una cuenta regresiva de diez segundos, en los cuales si ese hijo de puta hombre no me decía algo sobre ella lo iba a estrellar contra un muro hasta que hable.

Iba en tres cuando por fin dijo algo claro.

—Ella sigue viva —sentí que me quitaba un peso encima, pude sentir que mi alma volvía a mi cuerpo —Aunque, está bajo cuidados intensivos.

Tomé un respiro. Si hay un Dios en el cielo sé que me ama y que decidió no llevarse a mi chica.

—Gracias —Murmuré.

—Sin embargo —agregó —No pudimos salvar la vida de la bebé, lo siento mucho.

—¿Qué?

—Lamentablemente, sufrió contusiones en su cabeza demasiado fuertes que ocasionaron su fallecimiento. Además, su cuerpo aún no se había desarrollado por completo —añadió.

Baje la mirada. No sé cómo sentirme con esto. Era mi hija, yo no la quería, pero era sangre de mi sangre, y... Se fue. Mi deseo de verla muerta se cumplió, solo que no siento satisfacción por eso.

Por otro lado, cuando Elsa se entere de esto acabará con medio mundo, por eso mismo estaré con ella cuando pase por ese doloroso proceso.

—Quiero verla —le exigí.

—Señor, ¿está seguro? Tiene algunas heridas en su cabeza y es demasiado pequeña —argumentó el médico.

—No me importa.

—¿Es usted algo de ella?

—Soy... Su padre —mencioné entre dientes.

Él pareció dudarlo, cosa que me hizo enojar mucho.

—Le reitero que no se encuentra presentable. Le recomiendo que lo consulte con su esposa cuando despierte.

Apreté los puños y me abalancé hacia él, lo tomé por el cuello de la bata y lo levanté de suelo. Temblaba y me miraba con horror.

—Lléveme ante ella, esté como esté no me importa.

—Pero...

—Haga lo que yo le ordeno, porque de lo contrario no saldrá vivo de este hospital —Asintió y lo bajé sin mucho cuidado.

—D... de acuerdo. Venga conmigo.

Caminó por el pasillo y le seguí sin mencionar ninguna palabra. Parecía estar tenso y nervioso.

Entramos a un cuarto pequeño y allí me encontré el cadáver de la bebé sobre una cama, cubierto por una sábana blanca.

—¿Es ella? —pregunté con frialdad.

—Sí.

Caminé hacia ella y retiré la sábana de su cuerpo; su piel era blanca parecida a la mía, y, efectivamente, era muy pequeña.

—Jane —susurré su nombre y toqué con cuidado su brazo. Estaba helada y con los labios morados.

Aunque me cueste reconocerlo, no merecía morir de esa forma y en manos de ese hijo de perra, pudo haber nacido y convertirse en la felicidad de Elsa, pero ahora será su desdicha.

—Escúcheme bien doctor —miré al sujeto —quiero que la cremen antes de que su madre despierte.

—Es una decisión un poco precipitada, señor. Las normas de este centro de salud dicen que solo se puede hacer tal cosa con el consentimiento de ambos progenitores.

Reí a carcajadas y me crucé de brazos.

—Parece que usted y yo aún no nos entendemos —corrí rápido hasta él a una velocidad que lo hizo trastabillar de miedo —Ya le dije lo que tiene que hacer. No se busque una muerte estúpida.

El hombre quedó congelado en su lugar. Reí otra vez y salí por la puerta sin antes haberle reitarado mi orden y mi amenaza.

Volví a la sala de emergencias a esperar que me dejaran ver a Elsa; sin embargo, no podía sacar de mi cabeza la imagen del cuerpo inerte de la chiquilla.

Respiré profundo y me senté en una silla para tratar de relajarme.

Pasaron un par de horas, yo seguía en el mismo lugar y con la misma ropa manchada de sangre de Elsa. Pero, sin importar cuánto tenga que esperar me quedaré aquí esperando que pueda verla y estar a su lado.

Comienzo a sentir los párpados pesados y como sentía que poco a poco me quedaba dormido en esa incómoda silla.

—Papi, me tengo que irsollozó una pequeña niña.

—Y ¿por qué no te quedas? —le pregunté.

—No puedo, no fui tan fuerte como acarició mi rostro con su pequeña mano.

La pequeña Jane me miraba con lágrimas en sus hermosos ojos claros, iguales a los de Elsa, tenía la piel suave y blanca, un cabello rubio claro largo que caía por su espalda. Era... Muy hermosa y tierna.

—¿Me perdonas? —me arrodillo ante ella y beso su manita —Yo... Quise hacerte daño, pequeña, yo... No me acerqué a ti como era debido, fui un cobarde y hoy me arrepiento porque voy a perder la oportunidad de verte crecer a nuestro lado.

Una lágrima rebelde resbaló por mi mejilla y ella con su pulgar la limpió.

—Te perdono, y te quiero, papi.

—Elsa te extrañará —acaricio su rostro.

—¿ también me extrañarás?

Suspire.

—S–.

Jane besó mi frente.

—Ya no puedo seguir aquí contigo, es hora de irme, pero estaré contigo siempreme mostró una tierna sonrisa —Cuida de mami y dile que la amo.

—Se lo diré...

—Señor, señor —escucho que me llaman y abro los ojos —Han trasladado a su esposa a una habitación.

Me incorporo y estiro mis brazos masajeo mi nuca que duele por la mala posición en la que dormí.

La mujer que me habla trata de sonreirme pero le sale una mueca.

—¿Puedo verla? —pregunté con la voz ronca.

—El médico ha considerado que lo más adecuado es que la vea en un par de horas.

—¿Un par de horas? Llevo esperando toda la maldita noche. ¿Qué demonios les sucede?

—Mmm, podría cambiarse y después regresar —observó mi ropa —Tengo que aclararle que la mujer se encuentra en perfecto estado, que nos sorprendió mucho que en tan poco tiempo se curara. Eso es magnífico.

Me levanté de la silla y encaré a la enfermera, esta era mucho más pequeña que yo.

—Permítame verla ¿sí? Llevo mucho tiempo aquí, necesito verla —mencioné tranquilamente —Míreme, estoy hecho un desastre y solo me sentiré bien si estoy a su lado. Claro que si no quiere colaborar... Buscaré otros medios.

La mujer se me quedó viendo por un rato hasta que por fin decidió hablar.

—Mmm, está bien, le diré dónde está, pero deberá ser muy cuidadoso y permanecer allí por poco tiempo.

Asentí con la cabeza.

—Está en la habitación 204 —agregó —Por favor sea prudente.

Le agradecí y caminé por el pasillo hasta llegar al cuarto indicado. Dudé en abrir la puerta, no sabía con qué me iba encontrar o cómo podría explicarle a Elsa todo lo que sucedió.

Se vendrá el infierno a la tierra cuando ella despierte...

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