Capítulo 57
—Entiende que quiero ayudarte, y solo es una deuda nada más —respondí exasperado.
Elsa suspiró.
—No quiero que lo hagas, no quiero que me hagas sentir dependiente a ti. Jack, yo no quiero tu dinero, y si no lo aceptas ahí está la salida para que te vayas.
Me puse de pie y me acerqué a ella.
—¿Por qué siempre tiene que ser así? Buscas un pretexto para sacarme de tu vida.
Rodó los ojos con fastidio.
—Tú no comprendes ¿verdad? —colocó sus manos en sus caderas —Yo no soy ninguna princesa que necesite la protección de un príncipe azul, no quiero que me lo den todo, yo puedo conseguir las cosas por mí misma. Te amo, pero no quiero que controles mi vida.
Tomé sus manos y las besé con dulzura.
—No voy a hacerlo, lo único que quiero es verte bien ¿sí? No deseo que pases por más dolores de cabeza —Acaricié su rostro —Permíteme darte todo lo que en mi vida le he dado a nadie.
—No —respondió y giró su rostro.
—¡Pero qué testaruda eres! —solté enojado, ya me estaba molestando su constante negativa.
—¡Pues tú eres un estúpido prepotente! —golpeó mi pecho sin ejercer mucha fuerza.
—¡Quiero ayudarte!
—No, financieramente no. No quiero ser una mantenida.
Iba a responderle pero escuché pasos hacia nosotros. Volteé el rostro y me encontré a la pequeña niña mirándonos fijamente en medio de la sala.
—¿Están discutiendo? —preguntó con tristeza.
Elsa y yo nos quedamos estáticos, no sabíamos qué responderle, los sentimientos de una niña son muy susceptibles, y más los de la niña que nos observaba. Miré hacia Elsa.
—No, claro que no. Solo estábamos hablando de que vamos a salir al mercado y queremos que nos acompañes —mencionó con una falsa sonrisa.
Angie pareció dudarlo por un tiempo hasta que olvidó el tema y se encogió de hombros.
—Jamás entenderé a los adultos —sonrió —¡Claro que iré con ustedes! —chilló y corrió hacia mí.
Esa niña era una cajita de sorpresas; sin embargo, eso la hace diferente a los demás niños.
Elsa tomó su cartera y caminó hasta la puerta. Llegué hasta ella y sin cruzar palabra alguna salimos del edificio. Ella parecía no querer hablarme en un rato, y la verdad, no me importó mucho, sé que se le pasará pronto.
Para animar un poco el tenso ambienta Angie comenzó a cantar y correr por el andén.
Ajusté la gorra que tenía en la cabeza para que nadie pudiese reconocerme, y suena irónico, puesto que antes me escondía por no tener identidad, y ahora que la tengo, es lo que más protejo.
Estiré los brazos y alcancé a la niña.
—¿Una carrera? —enarco una ceja y le sonrío. Ella se deteniene y me mira con una mueca. Luego se cruza de brazos.
—Voy a perder porque tú tienes súper velocidad, eso sería trampa —hizo un puchero.
Ensanché mi sonrisa, la tomé en brazos y la trepé en mis hombros.
Parecía asustada al principio, pero luego comenzó a reír cuando corrimos de aquí para allá sin límite de velocidad. Veía en aquella niña castaña esa actitud positiva que tenía mi hermana Emma. La extraño mucho.
Fue muy divertido correr con Angie. Entramos a un par de tiendas solo por diversión, nunca comprábamos algo, mientras que Elsa venía hacia nosotros a paso lento.
—¿Qué tal me veo? —le preguntó Angie desde mis hombros. Ella señalaba las gafas de sol que hace unos segundos habíamos comprado.
—Te ves hermosa, princesa —respondió con una sonrisa que no tocaba sus ojos.
Bajé a la niña y la dejé seguir jugando por ahí.
Me hice al lado de Elsa y entrelace nuestros dedos; sin embargo, se soltó de mi agarre inmediatamente. Mi rostro se contrajo en una mueca de disconformidad.
—¿Por qué no puedes ser así de cariñoso con nuestra hija? —dijo sin mirarme directamente.
Suspire exageradamente, ya me estaba cansando con tanto reclamo por su parte.
—Porque, no quiero hacerlo. Esa niña es peligrosa. Respeto que la quieras tener, pero yo no seré su padre —respondí. Luego, metí mis manos dentro de los bolsillos de mis vaqueros.
Elsa emitió un sonoro bufido, se detuvo y me fulminó con la mirada.
—Eres un imbécil, poco hombre —escupió —Bien, no la aceptes, no me importa, puedes hacer lo que se te dé la gana. Deberías alejarte de mí para no tener que verla porque ella nacerá, así tú no lo quieras.
Puse los ojos en blanco y seguí caminando. Después ella me alcanzó sin emitir ninguna palabra, convirtiendo esta salida en un completo desastre.
Angie corría de aquí para allá, parecía estar tan feliz. Salió disparada hacia nosotros y le obsequió una bella flor a Elsa.
—Para ti —sonrió.
—Gracias —fue lo único que pudo responder.
La niña se alejó un poco, retomamos ese incómodo silencio que se hizo eterno entre los dos.
—Ella no es normal, y de igual forma tú la aceptas —comentó con el ceño fruncido. Su reproche me tomó por sorpresa.
—¿Le tienes celos a tu propia sobrina? —inquiri.
—Claro que no.
—Claro que sí
—¡Ash! No desvies el tema —gritó molesta y varias personas se nos quedaron viendo.
—Primero, no te exaltes, y segundo, esa niña que va delante de nosotros salvó mi vida, por otro lado, esa... Bebé acabará con la tuya —susurré enojado.
—Ya me estás cansando con todo esto. Jack, me estoy cansando de ti, de tu constante negativa —mencionó entre dientes.
Dejamos hasta ahí nuestra tensa charla. Llegamos hasta el supermercado y compramos lo necesario para sobrevivir por una semana. Tuvimos otra discusión cuando pagué los productos, Elsa quería matarme, pero desapareció cualquier atisbo de enojo cuando le regalé los chocolates más costosos de todo el lugar.
—Oye, Jack, no quiero sonar molesta, pero tengo muchísima hambre. Escucha mi estómago rugir —suplicó Angie mientras abrazaba su estómago.
Miré a Elsa, estaba degustando sus dulces. Enarque una ceja y le sonreí. De alguna manera tenía que cesar su mal humor, una rica comida podría ser de mucha ayuda.
—¿Quieres ir? —pregunté.
—Pero, ¿y las bolsas? —señaló lo que yo traía en mis manos, que era todo lo que habíamos comprado.
—No te preocupes, en un segundo regreso —dije y corrí a todo velocidad hasta llegar al edificio.
Subí por las escaleras con todo en mano, pero cuando noté que no tenía las llaves del apartamento golpeé mi frente. Había olvidado pedírselas a Elsa.
Rodé los ojos, y después con fuerza Tumbé la puerta sin desprenderla.
—Regresé —susurré luego de un par de minutos. Elsa enarcó una de sus cejas y me miró expectante.
—¿Desde cuándo eres tan rápido? —preguntó.
—Desde siempre, solo que no había podido explotar esta nueva habilidad —Sonreí —En fin, busquemos un lugar para comer. ¿Conoces alguno?
Se quedó callada por unos segundos.
—No, la verdad no —pareció dudar.
—¡Yo si conozco uno! —interfirió la niña pequeña —Punzie y yo vamos a comer muy seguido ahí. Síganme.
Caminamos con Angie a la cabeza hasta que llegamos a un establecimiento muy bien cuidado.
Elsa tembló a mi lado, como si ya hubiese estado aquí.
—¿Te encuentras bien? —tomé su mano, pero ella estaba un poco distraída.
—¿Uhm? S... sí. Eso creo —vaciló, me pareció haber visto un poco de miedo reflejado en sus ojos.
—De acuerdo —respondí y la llevé a la mesa vacía que estaba cerca de la ventana; sin embargo, seguía nerviosa, no sé de qué.
Esperamos un par de minutos a que nos atendiera algún empleado del restaurante. Mientras tanto, Angie seguía ansiosa por comer y Elsa jugueteaba con sus dedos con nerviosismo, quise preguntarle qué le sucedía pero en ese momento llegó el mesero con una carta en sus manos.
—¿Qué desean ordenar? —preguntó, su voz se me hizo extremadamente conocida.
Elsa palideció al ver al hombre, cosa que comenzó a molestarme. Volteé y miré al sujeto, luego sonreí con malicia, me quité los lentes oscuros y encaré al hombre castaño de ojos verdes.
—¿Qué nos ofrece la casa? —pregunté con fingido interés, el individuo me observó fijamente y luego abrió la boca.
—¡Frost! —escupió mi antiguo nombre y sin pensarlo dos veces sacó de su pantalón un arma y me apuntó a la cabeza.
—¡Hiccup! —gritó Elsa y todos los demás comensales salieron disparados del establecimiento.
Enarque una ceja con diversión. El sujeto no sería capaz de dispararme en presencia de ella.
—Elsa, ¿qué haces con este tipo? —espetó y cargó el arma.
El muy idiota trataba de intimidarme, pero soy mucho más que él, de modo que con un simple movimiento consigo arrebatarle el arma de las manos, cosa que le enoja, inmediatamente me coloco de pie cuando trata de atacarme. Lanza el primer golpe, pero consigo esquivarlo y después estrellarlo contra una mesa vacía, como todas las del lugar.
—¡Jack, para! —Elsa tomó mi brazo cuando vio mis intenciones de acabar con ese tipo.
El castaño se reincorporó y limpió la sangre de su labio inferior.
—No puedo creer que estés con este tipo, con este criminal. Elsa, me decepcionas, creí que eras diferente —dijo con el ceño fruncido.
Ella solo logró musitar un “lo siento” porque se escuchó el grito de una mujer.
—Pero ¡¿Que está pasando aquí?! —llegó hasta nosotros una mujer de cabello negro y pintado, la misma que nos había ayudado a Mavis y a mí a escapar —Tenías que ser tú Elsa. Siempre trayendo problemas.
A mi lado, ella gruñó y trató de llegar hasta la pelinegra pero la sujeté fuerte para que no hiciera algo estúpido.
—Maldita Gogo, jamás cambiarás ¿verdad? —escupió.
La mujer rió y se cruzó de brazos.
—Já, querida Elsa, eres tan falsa. Te uniste al bando equivocado —respondió.
—No cabe duda que ya tomaste una decisión, quedarte con este sujeto —agregó el castaño —Le has faltado a tu equipo.
—Y... yo...
—Larguense de aquí, no son bienvenidos.
Angie se levantó de la silla y me abrazó, estaba asustada. Acaricié su cabello para reconfortarla.
—Vámonos, no tenemos por qué estar hablando con estos perdedores —mencioné altivo —Pero, les aclaro una cosa, lo que tiene que ver con Elsa es conmigo, así que si tratan de hacerle algo a ella o a su... Bebé, los mandaré al infierno.
—¿Por qué no lo dices, Jack? ¿Por qué no dices que ese bebé es tuyo? —preguntó el ojiverde con el ceño fruncido.
Me quedé callado, no tenía por qué responder a su pregunta. Me escudriñó con la mirada esperando mi respuesta. Le sonreí con socarronería.
—Vaya, así que el bastardo de Elsa es tuyo. Mmm, felicidades imbécil. Tendrán un pequeño monstrito igual a ustedes —comentó la pelinegra mientras masticaba una goma.
—¡¿Cómo te atreves a decir eso?! —gritó Elsa. —¡Eres una zorra, malnacida!
—¡Más zorra serás tú! —le respondió y se acercó peligrosamente a ella, pero actué rápido y le lancé un potente rayo que la mandó lejos de nosotros.
El otro sujeto abrió los ojos como platos y me fulminó con la mirada.
—¡Largo! —gritó.
—Hicc... —susurró Elsa. —Pérdoname.
—Nunca, traicionaste mi amistad. Espero que entiendas que Jack no te merece y vengas después a decirme que yo tenía razón. Solo te aseguro que él te abandonará.
—¿De verdad lo crees? Pues yo te aseguro que te quedan horas de vida, imbécil —amenacé.
—Siendo así te estaré esperando, Frost. Porque no te tengo miedo —contestó y señaló las puertas —Fuera.
Tomé a Elsa de la mano y la llevé a la salida, le dio una última mirada al sujeto y salimos del establecimiento.
Cuando nos retiramos del lugar y llegamos a la calle, soltó mi mano con fuerza y ahogó un sollozo con la suya.
—Oye, no llores, no vale la pena hacerlo —dije y coloqué mi mano en su hombro.
Quitó mi mano, abrió su bolso y tomó su teléfono celular, se alejó un par de metros de nosotros e hizo una llamada telefónica. No pude escuchar con quién hablaba.
—Jack, ¿qué está pasando? —preguntó Angie a mi lado con los ojos cristalizados.
—No sucede nada. Tranquila, todo estará bien.
Caminamos hasta Elsa, ella ya había terminado de hablar y ahora estaba llorando sin cesar.
Pasé mis brazos por su hombro y la envolví en un caluroso abrazo que prometía ser su refugio.
—Hey, no llores ¿sí? Estoy contigo, nadie te hará daño —susurré y besé su coronilla.
Sorbió por la nariz, se separó de mí y limpió sus lágrimas con las yemas de sus dedos.
—Angie, Rapunzel vendrá por ti en unos minutos —mencionó fría.
—No, tía yo me quiero quedar con ustedes.
—No. Tú te quedas con Rapunzel y punto —respondió de mala gana —Con ella estarás segura y feliz.
—Pero...
—Es mejor que le obedezcas —le dije. Pero la niña no estaba conforme con separarse de nosotros.
La conversación culminó ahí, Angie tuvo que quedarse callada y aceptar lo dicho por su tía; sin embargo veía en ella tristeza y las incontenibles ganas de llorar.
Pasaron varios minutos, y, como dijo Elsa, la fastidiosa rubia, Rapunzel, apareció en un auto deportivo negro. Lo detuvo y salió de él. Saludó a Elsa y a la niña, a mí solo me obsequió una mirada despectiva.
—¿Ahora que le hiciste, Jackie? —preguntó cruzándose de brazos.
—Rapunzel, te llamé para que recogieras a mi sobrina. No quiero que esté conmigo —respondió gélida.
—De acuerdo.
La rubia le indicó a la niña que se subiese al auto y ella obedeció a regañadientes.
—Espero que no sigas haciendo llorar a mi amiga, Jack. Porque sabrás quien es Rapunzel Corona si la lastimas —dijo como despedida. Se giró en sus talones, se subió a su auto y partió lejos de nosotros.
Elsa suspiro, pasó sus manos por su cabello y caminó rápido hacia su apartamento. Me mantuve a su lado en silencio hasta que llegamos a su vivienda.
Abrió la puerta y sin pensarlo dos veces se recostó en el sofá, tomó una almohada y con ella cubrió su rostro.
Cerré la puerta con suavidad y me acerqué a ella, me arrodillé ante ella y trate de quitarle la almohada, pero ella no cedía.
—Hey, déjame ver tu rostro.
—No quiero. Déjame sola.
—Claro que no —tiré el cojín lejos de ella —Sabes muy bien que me quedaré contigo en momentos como este.
—Les he fallado —susurró mirando techo —Me odian, Jack. Me odian, solo por estar contigo.
—Y, ¿te arrepientes de eso?
Guardó silencio, cerró sus ojos, luego giró su rostro y me miró directamente.
—No.
Sonreí y tomé su mano entre las mías.
—Pues, fue una buena idea, porque no podemos estar separados, nos necesitamos uno al otro, tenemos muchos enemigos que enfrentar, y no debe importarnos mucho lo que las arpías que nos quieren ver mal digan, ellos se pueden ir al infierno con sus malintencionados comentarios.
Liberó una de sus manos y acarició mi rostro con sus dedos.
—Jack, hagamos lo posible para no arruinar esto, quiero tratar de ser feliz contigo y con nuestra hija —desvié la mirada —Por favor, trata de quererla, para no tener problemas entre nosotros ¿sí?
—Yo... No te prometo nada —Murmuré.
Se acercó a mí y plantó un beso en mis labios. De verdad quiero que esto funcione; sin embargo, tengo miedo que nuestros enemigos acaben con todo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top