Capítulo 56

—¿Te sientes mejor? —pregunté cuando la ví abrir sus ojos lentamente. Pensé que no despertaría nunca, pero me alegra saber que está bien.

Parecía desorientada, su ceño estaba levemente fruncido. Parpadeó un par de veces para adaptarse a la luz de la habitación, y luego me miró a los ojos.

—¿Qué pasó? —murmuró con la voz ronca y algo rota. Vi como masajeaba su cabeza mientras hablamos.

—Te desmayaste y te traje a tu departamento —respondí y omití la parte donde ese infeliz hizo su aparición. —¿Estás bien? —tomé su mano tibia.

Elsa hizo una mueca y trató de levantarse, pero no la dejé. No estaba seguro que pudiera hacer esfuerzos después de lo sucedido ayer.

—No te levantes, descansa otro poco —Sonreí para tratar de aliviar su desorientación; pero no parecía estar muy de acuerdo conmigo, seguía algo disgustada.

—Jack, necesito hablar con Tadashi —se le ocurrió decir —Necesito que me explique.

Rodé los ojos.

Lo último que quería era que mencionara a esa escoria. Lo odio como ella no se lo imagina y escuchar su jodido nombre me provoca una molesta jaqueca.

—Tú no necesitas hablar con ese imbécil, dejó las cosas muy claras hace un rato —dije seco y con el ceño fruncido. No quería sonar muy imponente con ella, pero no pude evitarlo.

—Tú no entiendes, le hice mucho daño —se me calentó la sangre de lo escuchar esa tontería —No se merece lo que lo estoy haciendo —la Vi bajar la cabeza, triste.

Solté su mano y me puse de pie. No aguantaba esa actitud suya. Quise estar tranquilo para lidiar con esto a su lado, pero yo no controlo del todo mis emociones.

—¿Qué se supone que le estás haciendo? —me crucé de brazos, indignado.

Ese jodido cabrón la lastimó y la trató muy mal, él es el que le hizo daño, debería estar arrepentido; así como lo estoy yo.

Ella decidió sentarse en la cama, a pesar de que le dije que no era buena idea hacerlo. Pasó la mano por su rostro, luego suspiró y abrazó sus piernas. Creó un refugio entre su cara y piernas, evitando que pudiera ver su expresión.

—Estoy contigo y no con él —dijo en medio de un sollozo.

Apreté los puños, llevado por la ira que empezaba a nacer de mí. Deseaba romper algo en ese momento, pero no podía acabar discutiendo con ella; sin embargo, no me gustó para nada lo que dijo.

—Quiere decir que el que está sobrando aquí soy yo —solté en su contra. Me sentía muy ofendido —Prefieres estar con él que conmigo ¿verdad? Él no es una amenaza latente para ti —escupí por último.

Elsa levantó su rostro y me dedicó una expresión de profunda tristeza. Sus ojos estaban llenos de lágrimas sin derramar.

—Claro que no —negó con la cabeza y desvío la mirada —Solo... Estoy confundida. Tadashi era todo para mí, y ahora está vivo.

Sentí que la sangre se me calentaba una vez más. Apreté las mandíbulas con fuerza hasta causarme daño. De verdad me estaba conteniendo.

Maldita sea la hora en la que ese hijo de perra regresó de entre los muertos para arruinarlo todo. Pensé que lo mío con ella podría funcionar, pero si no supera a ese puto no pasará.

—Claro, pero ayer te golpeó y te humilló —le eché en cara.

—Tú también lo hiciste antes —refutó. Algo dentro de mí se quebró.

No pude evitarlo, me giré y golpeé la pared con fuerza para deshacerme de esa ira reprimida. Observé la sangre manchar mis nudillos y la profunda grieta que formé en la pared. Quise salir volando por la ventana, pero no podía dejarla sola.

Malditos sentimientos.

—¡Sí! Pero, ¡¿Quién estuvo velando tu maldido sueño?! ¡¿Quién sostuvo tu mano en la noche?! No fue ese imbécil, fui yo —exploté —Estoy cambiando por ti.

—Es la primera vez que haces algo como eso —susurró como respuesta.

Suspiré y recuperé la cordura tan pronto como pude, luego volví a su lado más calmado.

—Elsa, tú de verdad me importas, y estoy seguro que a quien amas es a mí, no a él, ya tuvo su oportunidad —me senté a su lado y acaricié su espalda.

Levantó su rostro, luego respiró profundo y me abrazó con fuerza. Correspondí a su abrazo con mucho gusto. Sé que me ama, ella lo dijo, y ningún demonio como él va a cambiar eso.

—Ya ni sé qué es lo que de verdad quiero —murmuró en mi pecho. La apreté un poco para que sintiera mi apoyo.

—Quiéreme a mí —dije con una sonrisa en mi boca.

—Pero tú en cualquier momento me abandonarás —se me borró la sonrisa al instante —Tú me confundes. A veces pienso que sientes algo por mí y después creo que lo único que quieres es verme destrozada —me miró a los ojos —Estoy esperando un hijo tuyo y tú no lo aceptas, incluso trataste de matarlo. El punto es, que no te conozco lo suficiente como para saber en qué momento acabarás con todo.

—Pero, me amas tal y como soy ¿no? —acaricié su mejilla con ternura.

Trataba de disimular el extraño dolor que me provocaron sus palabras.

—¿Tú me amas? —preguntó dejándome bloqueado y sin habla —¿Ves? Ese es el problema, tú no me quieres, solo deseas jugar con mis sentimientos y después te vas —se alejó de mí.

Yo no estaba seguro de lo que sentía. Era un hombre confundido, que odiaba su pasado y su presente pero la quería a ella de una extraña manera.

—No, no es eso, solo que... —hice una corta pausa —Necesito tiempo para ponerle nombre a lo que siento por ti —sujeté su mano.

—No creo que sea oportuno estar juntos —negó, rompiendo lo poco de corazón que me quedaba.

—Entonces, ¿prefieres que esté lejos de ti? —se me ocurrió preguntar. No concebía una vida sin ella a mi lado.

La ví con duda. Hizo una mueca y trató de evitar mi mirada.

—Tú tienes una vida, una reputación que cuidar, eres Ian Overland, el hijo del empresario más poderoso de esta ciudad, hace tiempo tuve que hacer un informe sobre tu familia —colocó los dedos en el puente de su nariz.

—Al demonio todo eso —me miró, confundida —Puedo mandar esa asquerosa vida a la mierda y estar a tu lado.

—¿Y tu familia? —preguntó, sorprendida con mi decisión.

Me tiré sobre la cama y suspiré. Necesitaba tratar de relajarme. Han pasado tantas cosas que hasta me empieza a doler la cabeza.

—Somos la familia más disfuncional del mundo, mi padre es un infeliz y mi madre una sumisa, siempre ha sido así, o por lo menos así lo recuerdo yo —cerré los ojos —¿Sabes? Hubiera querido no haber recordado nada, eso me hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza.

Nos quedamos en silencio por unos minutos hasta que mi teléfono comenzó a sonar. Ya suponía de quién se trataba por lo que lo ignoré completamente.

—¿No piensas contestar? —la escuché decir.

—No. Debe ser mi madre queriendo saber por qué no llegué a casa anoche —respondí despreocupado.

Lo siento mucho por ella, pero tengo mi prioridad: Elsa.

—Te quedaste conmigo —afirmó, con un atisbo de emoción. Eso me hizo sonreír.

—Sí, y no me arrepiento de hacerlo —le guiñé un ojo — En este momento mi padre debe estar furioso por no haberme presentado en su empresa a trabajar como todos los días.

—Vaya, eres un niño rico rebelde —se burló y sonreí porque ya estaba cambiando su estado de ánimo. Odio cuando se empieza a culpar por cosas sin importancia.

Enarqué una ceja de forma juguetona, y me acerqué a ella con una sonrisa seductora.

—¿De verdad lo crees? —susurré muy cerca de su rostro.

—Sí —respondió y pasó sus brazos por mi cuello.

Se dejó caer de espalda sobre el colchón conmigo encima, luego acarició mi rostro con ternura. No pude soportarlo más y uní nuestros labios en un dulce beso. Estuvimos besándonos por un buen rato como tanto nos gustaba a ambos, dulce pero apasionado.

Acaricié una y otra vez la espalda de Elsa, mientras que ella jugueteaba con mi cabello. Se sentía de lo lindo estar a su lado, sentirla después de tanto tiempo.

—Te haría el amor en este mismo instante si no estuviera este engendro estorbándome el camino —jadee con unas ganas de arrancarle cada prenda.

Elsa se separó de mi bruscamente, golpeó mi pecho y me miró con el ceño fruncido.

—No vuelvas a decirle así a mi bebé —amenazó.

Me coloqué de pie, enfadado. Se acaba de abrir la cortina de una nueva discusión y la verdad es que quería evitarlo; pero ni modo: empecemos.

Coloqué mis dedos en el puente de mi nariz y respiré profundo.

—Eso es, una aberración. Jamás aceptaré a ese niño —aseguré —Como te dije en la isla, nunca seré padre.

—Si no la aceptas a ella, no me aceptas a mí. Jack, es tu hija, ¿no logras comprender? —se levantó de la cama y miró hacia la ventana de su habitación —También tengo miedo de que nazca igual a nosotros, pero te aseguro que juntos podremos ayudarla, aprenderemos de ella y...

—¡No! —grité —¡No la quiero! ¡No la quiero! ¡Te hará daño! Si ella nace, tú morirás.

—¡Pero que terco eres! —estalló —Ella no me lastimará, no puede hacerlo, es solo un ser indefenso. Yo al principio creí que no debería tenerla, pero con ayuda de terapia pude aceptarla, si tú...

—Ni se te acurra decir que entre a terapia —espeté de forma grosera —porque mi respuesta será un rotundo no. No volveré a ver a un psicólogo nunca.

—Entonces, ¿qué harás cuando ella llegué a este mundo? ¿Te irás? O ¿ignorarás su presencia? —preguntó con la voz entrecortada —No entiendo por qué crees que me dañará.

Suspire. Está conversación no la quería tener de nuevo, pero es inevitable hablar de ese ser no nacido.

—Tuve un sueño ¿sí? Y en él esa... Niña, te asesinaba con crueldad —volví a comentarle, tratando de hacerla entrar en razón.

Giró los ojos con molestia. Vaya que esa criatura es importante para ella.

—¡Por Dios! —sostuvo su cabello entre sus dedos, exasperada —¡Solo fue un tonto sueño! Está muy lejos de nuestra realidad, ni siquiera has tratado de tocarla para sentir si es peligrosa o no.

—Ni lo haré, yo no...

No termino la frase porque suena el teléfono de Elsa, ella lo toma de la mesa y contesta.

—¿Hola? —preguntó por celular, mientras que yo la observaba.

Esta interrupción ha evitado que sigamos discutiendo por un buen rato.

—Sí claro, ya te abro la puerta —dice y después deja el aparato en la mesa, luego me mira a los ojos —Una amiga me está esperando allá afuera, necesito que te vayas o que te escondas.

Enarque una ceja. Ni loco voy a hacerle caso, yo no me escondo de nadie.

—¿Y por qué no conozco a tu amiguita? —pregunté. Ella rodó los ojos.

—Has lo que se te dé la regalada gana —dijo y salió de la habitación, de inmediato la seguí.

Se acercó a la puerta y tomó el pomo; sin embargo, dudó en abrirla, volteó su rostro hacia mí y yo asentí con la mirada, luego abrió la puerta lentamente.

—Elsa, gracias por abrirme, pensé que seguías enojada conmigo por lo del otro día —mencionó una mujer rubia, alta y de ojos verdes, era la misma que había visto en el hospital cuando me enteré que Elsa estaba embarazada —Mira a quien he traído.

Se asomó una pequeña niña que reconocí al instante como la sobrina de Elsa, Angie.

—Princesa... —susurró y abrazó a la niña con fuerza.

—¿Quién es él? —preguntó la rubia al verme en medio de la sala con tono algo despectivo.

Elsa volteó junto con la niña, ésta última se zafó de su agarre y corrió hacia mí. Me abrazó como si yo fuera alguien especial para ella. Eso me tomó por sorpresa.

—¡Eres tú! —sonrió —Ya no eres malo ¿verdad? —cuestionó. Me coloqué a su altura.

—Parece que ya no —le respondí y no pude evitar sonreír al ver como la niña chillaba de emoción —¿Me perdonas por haberte golpeado?

—¡Sí! Pero no lo vuelvas a hacer —movió su dedo de un lado a otro.

Me abrazó de nuevo. No creí que esta niña se haya encariñado tanto conmigo, me ve como su salvador. Ella fue la primera persona que no se asustó al ver mi rostro deformado, es más, curó mis marcas.

Correspondí su abrazo y observé al par de mujeres que tenía frente a mí. Me separé de Angie, me coloqué de pie y las encaré.

—Jack, ella es Rapunzel. Rapunzel, él es Jack —Elsa nos presentó formalmente, la rubia de ojos verdes me miró despectivamente.

Caminó hacia mí con el ceño fruncido. Pero ¿Qué le sucede conmigo?

—Así que tú eres el idiota que ha hecho sufrir tanto a mi amiga, tuve la desgracia de haberte visto antes, solo que ahora estás cambiado —escupió.

—Es verdad, tú ya lo habías conocido. Lo había olvidado —mencionó Elsa tras la rubia.

No entendí muy bien a qué se refería. La vez que estuve en el hospital nunca hice contacto con esa estúpida.

—Vaya, entonces es un gusto conocerte —dije con una sonrisa burlona pintada en mis labios. Sarcástico.

Para mi sorpresa, ella golpeó mi mejilla con el borde interno de su mano. Mis ojos se abrieron como platos ante su osadía.

—¡Rapunzel! —gritó Elsa y llegó hasta ella —No debiste haber hecho eso.

—Sí, no debiste —me acerqué a ella. La voy a matar —Rubia estúpida, cómo te atreves a abofetearme de esa forma.

Elsa se interpuso entre nosotros para que yo no lograra devolverle el golpe a esa insolente. No me iba a tentar la mano solo porque era una mujer.

—¡Se lo merece por todo lo que te hizo, Elsa! —chilló. Cómo se atreve a meterse en nuestra vida.

—Punzie ya, contrólate. Entiende que todo eso hace parte del pasado, Jack no volverá a lastimarme —volteó a verme.

La rubiecita esa, me fulminó con la mirada. Comenzaba a molestarme su presencia, preferiría miles de veces estar solo con Elsa y no recibiendo esas visitas tan inoportunas.

—Solo responde una cosa, ¿se hará cargo de la bebé? —continuó atacandome sin temor.

Elsa se quedó callada y para cerrarle la boca a esa estúpida dije:

—Claro que me voy a hacer cargo —aseguré, aunque por dentro dudaba —No dejaré abandonada a Elsa, creo que me subestimas demasiado rubiecita —enarque una ceja.

—¿Qué? ¡¿Mi tía está embarazada?! —escuché que Angie chillaba de alegría a mi lado —¡Voy a tener un primito!

Corrió hacia ella y la abrazó, luego comenzó a susurrarle cosas en el vientre, Elsa no podía de la alegría.

—Mira... Jack o Ian, como sea —siguió molestando —Quiero, no, te exijo, que no te atrevas a hacerle daño a Elsa, porque de lo contrario no me cansaré de verte hundido en la miseria —amenazó.

—Claro, lo que tú digas —vacilé y ella se enfureció más.

—Que tipo tan pesado —se quejó —Mejor te visito cuando él no esté —dio la vuelta y se dirigió a la puerta —Vamos Angie.

—¡No! No me quiero ir, Punzie, me quiero quedar con mi tía —se negó, Rapunzel bufo.

—Puedes dejarla con nosotros y más tarde venir por ella —mencionó y ella aceptó a regañadientes, luego salió por la puerta furiosa.

Me tiré en el sofá, por fin se fue.

—Elsa, ¿por qué tienes amigas tan odiosas? —pregunté y ella sonrió. Coloqué mis manos tras mi nuca aburrido.

—Oye, ella no es así con todos ¿verdad Angie? —dijo. Si como no.

—Sí, Punzie es muy linda —respondió —Tía, ¿cómo se llama mi primito? —cambió de tema.

Elsa se quedó por un momento callada. Presté suma atención a lo que le iba a responder.

—Su nombre es Jane —contestó mirándome fijamente.

Jane.

Era un nombre hermoso para una niña, pero yo de verdad no quería darle mucho interés a ese asunto. Lo de ese ser realmente me pone de malas.

Las chicas se acercaron hasta el sofá y se sentaron a mi lado.

—¿Te gusta el nombre? —preguntó Elsa en mi oído.

—No quiero hablar de eso, por favor no comencemos de nuevo ¿sí? —susurré en su oído, se cruzó de brazos enojada.

Angie se tiró en mi regazo y comenzó a pellizcar mis mejillas.

—Jack, tú eres el papá de mi primito ¿verdad? —rodé los ojos. Todo el mundo quería hablar de ese tema que me ponía demasiado incómodo —Tú quieres mucho a mi tía.

La miré a los ojos, ella no paraba de sonreír. No creía que alguien pudiera hacerlo por tanto tiempo.

No quise responderle, porque todavía no aceptaba a esa niña como hija mía; sin embargo, la cara de desilusión de Angie me hizo sentir mal.

—No... yo creía que sí. Mi tía Elsa y tú hacen una bonita pareja —bajó la mirada con tristeza.

—Oye, no te pongas así, la verdad es que...

—¡Sí eres su papi! —me interrumpió y me abrazó por el cuello.

Elsa reía a carcajadas al ver mi expresión, la fulmine con la mirada pero no paraba de reír. La chiquilla después de molestarme por un buen rato se fue a jugar a la habitación de Elsa.

—Jack, tienes que irte —dijo de repente, arruinando el momento.

—¿Por qué? —pregunté con el ceño fruncido.

—No te alteres, solo lo digo porque tu padre te necesita —acarició mi brazo con sus dedos.

—¡Que se joda! Hoy estaré contigo todo el día y al demonio la empresa —contesté y besé su frente.

—Eres un insensato, pero igual te quiero —me abrazó.

—Y yo a ti. No quiero que nadie más arruine nuestro momento —susurré.

Rió, levantó su cabeza y depositó un casto beso en mis labios. Luego se colocó de pie.

—¿Tienes hambre?

—¿Si te digo que no, te quedas conmigo en el sofá? —hice un puchero de lo más extraño viniendo de una persona como yo.

Pero digamos que me alegró que el tema de Tadashi pasara a un agradable tercer plano. De verdad odio a ese cabrón.

—No, tengo que darle algo de comer a Angie, hace mucho no la veía y quiero consentirla. Si no quieres pues ni modo —se burló y caminó hasta la cocina.

Suspire y busqué algo en el departamento que me entretuviera.

—¿No tienes televisión? —le pregunté.

—No, le prendí fuego —contestó a si no más.

—Vaya, ¡que mujer! —exclamé.

—Oye Jack, ¿Tú trajiste la bolsa que tenía anoche cuando me desmayé?  —preguntó, algo inquieta.

—No, ¿por qué? —la miré desesperada buscando no sé que cosa en la alacena.

—Mierda, ya no tengo qué cocinar —dijo para sí misma, pero la escuché perfectamente.

—No te preocupes, ahorita podemos salir y comprar algo, no hay problema —mencioné despreocupado.

Un papel doblado que estaba en la mesa llamó mi atención, sin que ella se diera cuenta lo tomé y leí su contenido.

—¿Qué haces con eso? —llegó hasta mí y me arrancó el documento de las manos.

—Debes al banco ¿verdad?

—No, te estás confundiendo —dobló el papel.

—Elsa, la cuota es muy grande, además los interés son demasiado altos, no estudié Gestión financiera en Boston para no darme cuenta —me crucé de brazos.

—Bueno, sí, es verdad que debo dinero, pero, ¿eso a ti qué? No pensarás pagarlo tú ¿verdad?

Asentí con la cabeza.

—Jack no, no lo harás, no permitiré que saldes mi deuda con tu dinero, yo misma puedo conseguirlo por mis propios méritos.

Aquí vamos otra vez...

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