Capítulo 52
Elsa
Cinco meses han pasado, cinco en los que he logrado muchas cosas; como por ejemplo, aceptar a mi hijo. Fue difícil, lo acepto. Pero, por fortuna conté con la ayuda de Rapunzel e Hiccup, ellos fueron quienes me dijeron lo importante que era ser madre. Además tuve que entrar a terapia para poder controlar mi depresión, la ayuda médica fue excelente.
De Jack no he sabido mucho, solo que ahora es un gran empresario, pero me da igual, en este tiempo aprendí que no lo necesito y que puedo ser perfectamente una madre soltera, y es que, en este mundo hay muchas de ellas, que no se rinden y continúan con su vida. ¿Por qué yo no ser una?
—¿Preparada para la primera ecografía de mi sobrino? —dijo mi mejor amiga por vía llamada. Estaba muy entusiasmada con la idea de ser la tía de mi pequeño.
—Mmm, no puedo negarte que estoy muy nerviosa—rasqué mi cuello, ansiosa —Y... ¿Si le pasa algo o nace enfermo? De verdad no lo podría soportar —dije mientras acariciaba mi abultado vientre.
—Tranquila, todo estará bien —me animó —Ay Elsa, de verdad siento no poder estar contigo en este momento tan importante.
Miré hacia la ventana del taxi. Me siento un poco mal porque nadie pudo acompañarme al hospital, pero ni modo, cuando no se puede, no se puede. No siempre van a estar a mi lado y tengo que entenderlo.
—Te entiendo, sé que tenías una cita muy importante en la agencia —suspiré —Pero no importa, te mostraré la imagen cuando me visites.
—Claro, ya quiero ver a ese pequeño o pequeña —chilló de emoción —Condenado Hiccup, no pudo acompañarte, yo confiaba con que él estaría contigo y te protegería.
—Rapunzel, tenía que trabajar en el restaurante, no todos tienen tiempo para salir a esta hora —le reproché —Bueno, cambiando de tema, ¿Has sabido algo de Mérida?
Ella se quedó pensando y luego contestó:
—Nada, solo lo que tú sabes, que salió de viaje sin avisarnos, pero espero que esté bien y que haya sido para curar su enfermedad —respondió.
Hace mucho no veo a Mérida, como lo dijo Punzie nunca se despidió de nosotras; sin embargo, sé que volverá, ella ama esta ciudad con todo y sus constantes robos, riñas, asesinatos, en fin. Jamás podremos cambiar este mundo si siguen naciendo personas como estas.
—Y... Angie ¿cómo está? —pregunté dudosa, extraño a mi sobrina, pero lo mejor es que esté a metros de mí, por su seguridad.
—Muy bien, está viviendo con mis padres y ellos la aman, resultó ser una niña muy obediente y educada. ¿En serio no quieres verla? —se le ocurrió preguntar.
—No, por ahora no. Cuidala bien ¿sí? Y dile que la amo y que me alejo de ella para protegerla —dije con un nudo en la garganta.
—Señorita, hemos llegado —mencionó el taxista.
Miré la hora en mi teléfono, llegué a tiempo para mi cita médica, siempre me ha gustado ser puntual. Coloco nuevamente el teléfono en mi oído.
—Punzie, tengo que dejarte, ya he llegado al hospital.
—De acuerdo. Te deseo mucha suerte y respira profundo muchas veces para relajarte y no incendiar todo el lugar ¿ok? —ella siempre preocupándose por mí como si fuera su hija, de verdad escogí muy buenas amigas.
—Pierde cuidado, sabes muy bien que estoy a punto de tener el control total de mis... Poderes —susurré la última palabra para que el taxista no crea que estoy loca —Lo único que necesito es estar tranquila y en paz total.
—Si tú lo dices —vaciló.
Iba a responderle pero una tercera voz nos interrumpió.
—Señorita, ya llegamos —repitió el hombre pelinegro que conducía el taxi.
Rodé los ojos y salí del auto luego pagué la carrera.
—Bien, ahora sí me despido. Que estés bien amiga.
—Bye, te quiero —colgó la llamada y guardé mi celular en mi bolso de mano.
Respiré profundo y caminé hasta la entrada del centro médico. Será un día increíble
***
—Y, lo que ves aquí es su cabecita —dijo la ginecóloga mientras señalaba el monitor que mostraba la imagen interna de mi vientre —¿Escuchas sus latidos?
Me quedé embobada mirando a mi bebé que no le presté atención a la mujer. Solo miraba al pequeño niño que estaba en la pantalla. Me sentía tan feliz viéndolo, tan chiquito, tan indefenso. Sonreí como nunca y un par de lágrimas se escaparon de mis ojos.
—Elsa, ¿pasa algo? —preguntó preocupada la chica.
—N... No es nada, solo que estoy un poquito llorona desde hace un par de días —respondí y me limpié las lágrimas saladas de mis mejillas.
—¿Segura? —dudó —¿No crees que estás así porque el padre de tu hijo no está aquí?
Cambié mi gesto de nostalgia a enojo. Claro que yo no necesitaba un hombre a mi lado, me basto por mí misma.
—Por supuesto que no es eso. Le pido por favor que no se meta en mi vida y que haga su trabajo —dije con el ceño fruncido.
—De acuerdo, siento mi intromisión —se disculpó —Bueno, entonces es hora de saber el sexo del bebé.
Temblé de nervios y comencé a sudar en exceso, no quería, ni debía descontrolarme porque las consecuencias serían catastróficas.
La mujer hizo un par de movimientos circulares con el aparato que frotaba en mi vientre, mientras que yo quería comerme las uñas.
—Vamos, digame de una vez qué es —mencioné con afán. Me enfurecía su lentitud.
—Claro —respondió —Mmm, Elsa, es... Una pequeña niña, muy sana y fuerte, felicitaciones tu embarazo va en perfectas condiciones.
Sonreí y quise gritar de emoción, pero no quería actuar precipitadamente. Iba a tener una niña y solo esperaba que se pareciera a mí y no al miserable de su padre. Será tan emocionante verla crecer, comprarle juguetes, peinarla, era como un sueño.
La doctora dio por finalizada la cita no sin antes darme un par de recomendaciones.
—Elsa, recuerda comer muy bien y venir frecuentemente al médico para monitoriar el crecimiento de la bebé. Nada de comida chatarra y de emociones fuertes. Te recuerdo que es un embarazo de alto riesgo, si te descuidas quien lo pagará será ella —dijo y asentí con la cabeza.
Salí de la habitación muy feliz, jamás me había sentido tan emocionada por conocer a alguien, a mi bebé. Anhelaba contarle a Rapunzel que tendré una niña, pero primero tengo que hablar con alguien.
***
—Felicidades Elsa, de verdad me alegro mucho por ti, porque estás saliendo adelante —dijo mi mejor amigo mientras tomábamos un café en el restaurante en el que trabaja.
Sonreí por milésima vez. Aproveché su tiempo de descanso para hablar con él y contarle todo. En el establecimiento también trabaja Gogo pero no soy muy cercana a ella por como nos tratábamos en el cuartel.
—Hiccup, me siento tan alegre, jamás pensé que un bebé cambiaría mi forma de pensar, espero ser una buena madre, porque de lo contrario, me suicido —mencioné muy decidida y el castaño quedó pasmado —No es cierto —me burlé.
—¡Oye, no juegues con eso! —dijo y reí con más fuerza.
—Olvidalo, el punto aquí es que nadie, ni nada arruinará mi felicidad —bebí del café.
Nos quedamos en silencio por unos segundos hasta que recordé algo importante que he querido preguntarle.
—¿Hay noticias de Pitch Black? —pregunté en voz baja, Hiccup fruncio el ceño.
—Ninguna novedad. He investigado si ha cometido algún crimen, pero hasta ahora todo está tranquilo; sin embargo, si decide atacar estaremos ahí para detenerlo, te aseguró que le haremos pagar por todo lo que nos hizo —respondió muy serio.
Tanta tranquilidad es muy sospechosa para mí, ese hombre estaba decidido a acabar con todos y con todo, todavía no puedo entender por qué sigo viva, y por qué todos sobrevivimos. Pero ahora que tengo a alguien muy importante que proteger haré lo que sea para que ese hombre no se le acerque. Mi hija es mi única prioridad.
—Tenemos que estar alerta ante cualquier situación, no se sabe en que momento podrá atacar.
—Sí. ¿Sabes? —susurró —Aún conservo mi traje por si las cosas se ponen feas, además todos los agentes del escuadrón nos encontramos en frecuente contacto, menos con Hiro, de él no hemos sabido nada desde que se desmontó nuestro equipo.
De verdad, no me preocupaba, sé que él debe estar bien donde quiera que esté, confío en eso y en que algún día tendrá que perdonarme y pasar página.
Seguimos charlando por unos minutos hasta que se acabó su descanso y tuvo que seguir trabajando, de esa manera podría mantenerse. A diferencia suya, yo tuve que sacar un crédito en el banco para poder pagar mis deudas.
Salí del restaurante y decidí caminar por las calles de la ciudad hasta que me topé con una tienda de juguetes, sin pensarlo mucho me adentré al lugar y comencé a observar muchos juguetes en la estantería, ya me imaginaba a mi niña jugando a las muñecas en la sala, desordenando todo y riendo todo el tiempo.
Ver tantos juguetes me hizo remontarme a muchos años atrás en los que Anna y yo éramos felices con una simple muñeca de trapo. Mis padres no tenían mucho dinero, pero éramos muy unidos hasta que ellos murieron. Ahora solo quedo yo.
Compré un par de juguetes y con eso me conformé, luego seguí caminando por ahí hasta que llegó la noche.
Tomé un taxi y me dirigí a mi apartamento, estaba agotada y necesitaba tirarme a la cama y dormir profundamente. Tuve que subir esas molestas escaleras de mi edificio, fue una tortura para mí, pero después de unos minutos llegué a mi planta y abrí la puerta de mi alojamiento.
—Hemos llegado, mi amor, a casa, tu casa, pero mami ya está cansada y debe dormir —le hablé a mi bebé, igual, estaba sola y solo ella podía escucharme. Dicen que es bueno hablarles; sin embargo, era la primera vez que lo hacía.
Todo estaba oscuro y silencioso. Pero había algo que comenzó a inquietarme, sentía que alguien me observaba desde la penumbra, sentí que no estaba sola en el apartamento. Un escalofrío se deslizó por mi cuerpo y una pesada sensación de familiaridad se instaló en mi pecho. Alguien que conozco me acompaña, pero no puedo evitar sentirme intranquila.
Iba a encender la luz, pero me detuve cuando escuché una voz a mi espalda.
—Que bueno que ya regresaste, ansiaba verte otra vez, Elsa —me quedé congelada en mi lugar cuando lo escuché, estaba aquí, ¡está aquí!
Podría reconocer esa voz a metros. Recordaba ese tono ronco y dominante como si hubiese Sido ayer la última vez que lo escuché. Su voz está aferrada a mis recuerdos, tanto buenos como malos.
Es increíble que haya vuelto, pero las cosas se van a poner feas.
Encendí la luz con mis dedos temblorosos y lentamente me di la vuelta y lo encontré muy cómodo en mi sofá. Lo primero que Vi fueron sus ojos azules y Miles de sensaciones se agolparon en mi pecho. Traía ropa informal y una gorra en su cabeza cubriendo su cabello castaño.
Retrocedí un paso y me pegué a la pared. Mi respiración empezó a ser demasiado acelerada. Quería mantener el control, pero estaba perdiendo hasta el sentido del tiempo con solo verlo de nuevo frente a mí.
—¿Q... Qué haces aquí? —pregunté con el ceño fruncido —¿C... Cómo conseguiste mi dirección? —estaba tartamudeando de puro miedo. Después de mucho tiempo volví a temerle, y tener por la vida de mi hija, su hija.
Él no dijo nada, solo se me quedó viendo y por un momento su mirada azul se posó en mi vientre, cubrí con mis manos la zona para protegerla. Un destello de ira surcó su mirada, algo que asustó aún más.
—Pensé que te alegraría verme de nuevo —susurró. Y regresó su mirada a mis ojos.
—Yo no quiero verte — siseo y mis manos comienzan a calentarse por la ira —Lárgate de mi departamento.
Haré lo que sea para que no lastime ni a mí bebé ni a mí. Ahora que tengo este poder por fin podré defenderme de él.
—Necesitamos hablar —pidió y se colocó de pie.
Instintivamente me alejé más de él. De verdad, no escogió peor momento para regresar que este. Estaba tan feliz hasta que regresó a mi vida para joderla.
—¡Yo no tengo nada qué hablar contigo! —grité. Él dio un paso hacia mí —¡No te acerques o te aseguro que esto saldrá muy mal! —coloqué mis manos en frente de mí, no voy a permitir que siquiera se me acerque, ahora estamos en igual de condiciones, ya no podrá lastimarme.
—¡Elsa, sí tenemos algo de que hablar y es de ese monstruo que llevas en tu vientre! —gritó y quise golpearlo con todas mis fuerzas.
Así que lo sabía, y después de tanto tiempo decidió afrontarlo de la peor manera. Al parecer ya ató cabos y se dió cuenta que esto es producto de lo que vivimos juntos en ese maldito bosque.
—¡No le digas así! —cada vez estaba más furiosa y la rabia es mi peor enemiga.
—Entonces, ¿cómo más le llamo? Eso es lo que es esa criatura, una aberración... Un error —continuó con sus ofensas. Infeliz.
Cada vez más aumentaban mis deseos de hacerlo pedazos en este mismo instante. Quería que supiera lo mucho que odio su actitud. Solo vino a destrozarme una vez más, pero no podía ni debía permitirlo.
Tomé aire tratando de no explotar y luego dije:
—Jack... ¡Eres un malnacido hijo de puta que me abandonó en una maldita cabaña después de acostarse conmigo y que luego de cinco meses y medio viene a decirme que lo que hicimos fue un error! —grité lo más fuerte que pude importándome una mierda que los vecinos me escucharan.
Lo que hicimos en ese lugar no se puede olvidar. Quizás nos dejamos llevar por nuestros instintos, pero no tenía derecho de llamarlo error después de que aceptamos que nos había gustado, prácticamente que nos gustabamos el uno al otro, y hasta lo repetimos.
—Elsa...
—¡Aún no he terminado! —lo interrumpí —¡Además, te conseguiste una vida, te convertiste en un puto niño rico y te valió mierda que yo estuviera embarazada de ti! ¡Eres un cobarde infeliz Jack Frost! O ¿mejor te llamo Ian Overland? —mi corazón latía tan rápido que pensé que se escaparía en cualquier momento de mi cuerpo.
—¡Yo no tengo la maldita culpa de haber olvidado mi pasado! Y... —hizo una pausa —¡lo que hicimos esa noche de verdad fue importante para mí, pero yo no quería hacerte más daño por eso me fui y te abandoné! Y, además... ¡Yo no sabía que eras tan fértil!
Esa fue la gota que colmó el vaso.
Tomé uno de los jarrones que tenía cerca y con toda mi fuerza se lo lancé a la cara, estalló en su rostro y lo hizo caer al sofá. Su cara estaba cortada y su nariz sangraba. Me sentí tan bien al ver la sangre manchar su camiseta azul. Lamentablemente me estaba rebajando a su nivel, el de un miserable monstruo.
—¡Vete al maldito infierno! —me acerqué hasta la mesa de centro, la tomé y se la tiré. Como estaba tirado en el suelo el impacto fue más violento.
La madera chocó contra sus duras facciones y lo hizo sangrar aún más, se retorció en el suelo haciéndome sentir aún mejor. Se lo tenía merecido por faltarme al respeto de esa manera tan horrible.
Tomé entre mis manos un jarrón aún más grande que el anterior, estaba dispuesta a romperselo en la cara hasta destrozarle ese atractivo rostro.
—¡Ya para! —gritó desde el suelo, pero no accedí a su petición e igual se lo tiré, pero fue más rápido y lo esquivó.
Se colocó de pie y tomó con fuerza mi mano, pero con la otra golpeé su sangrante rostro.
Me soltó y gritó de ira.
—¡¿Acaso no entiendes que estoy aquí porque me importas?! ¡No quiero que ese bebé te consuma! ¡Él no debe nacer! —quedé perfleja, di un par de pasos hacia atrás.
—Pero, ¿Qué estás diciendo? —dije atónita.
Jack suspiró derrotado y pasó sus dedos por su cabello oscuro.
—Tuve un sueño ¿sí? Y en él ese niño te asesinaba sin compasión, confirmándome que acabará contigo. No quiero que eso suceda —dijo más calmado.
—¿Ahora te importo? —crucé los brazos y frunci el ceño.
—¡Sí! ¡Joder sí! ¡No quiero perderte! ¿Entiendes? —gritó desesperado. Este imbécil está más enfermo de lo que pensaba.
—Tú me perdiste el día en que me abandonaste —espete —Vete de mi casa ahora mismo.
—¡No lo haré hasta que me digas que acabarás con ese bastardo! —repitió con enojo.
—¡Estás loco! ¡No lo haré! ¡Por Dios! Es solo un indefenso bebé —estaba desesperada por su culpa y no quería que eso le afectara a mí bebé, porque por lo menos a mí sí me importaba.
—Que heredará mis putos poderes, ¿acaso no sabes de genética? Mis putos genes están infectados con el maldito virus —apretó sus puños —Asi que, acabas con él de una vez por todas o me encargaré de arrancartelo de tu vientre —amenazó y mi sangre comenzó a calentarse.
No podía creer hasta dónde era capaz de lastimarme. Estaba amenazando a la única cosa importante en mi vida. Eso me dolía tanto.
—¡Eres el demonio! —respondí —¡Yo no mataré a mi propio hijo! No otra vez.
En un segundo tuve a Jack Acorralándome contra la pared.
Tomó mi mentón entre sus dedos y besó mis labios a la fuerza. Eso no me lo esperaba de su parte, pero estaba siendo tan brusco como cuando nos odiabamos.
—Lo vas a hacer o estaré visitándote en un par de días —susurró y luego lo empujé con mucha fuerza.
—¡No me vuelvas a tocar! —limpié mi boca con mis manos. No quería sentir otra vez su boca contra la mía nunca más.
—¿O qué? ¡¿Me golpearás hasta que muera desangrado?! —caminó hacia mí, pero no pude evitarlo y mis puños se encendieron en llamas sorprendiendo al castaño —¿Qué mierda?
Sin pensarlo mucho creé una bola de fuego y se la lancé. Impactó con su cuerpo y lo mandó por la ventana. Miles de fragmentos de vidrio quedaron tirados en la alfombra.
Corrí hasta la ventana y miré hacia abajo. Había caído en un coche y le había destruido la capota. Pensé que lo había matado, pero poco a poco se incorporó, miré su abdomen y estaba completamente quemado.
Tambaleó para ponerse en pie, sostuvo su herida con su mano y miró hacia arriba, nuestras miradas se cruzaron y pude notar dolor en la suya.
—¡Volveré! —gritó para que lo escuchara y salió corriendo calle abajo.
Caí de rodillas y comencé a llorar como una niña pequeña, necesitaba desahogarme y tratar de digerir sus crueles palabras. Jack había acabado con mi tranquilidad y regresó para lastimar a mi hijo, su propio hijo.
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