Capítulo 51
—¡Es un jodido hijo de puta! —grité muy enojada y fuera de sí. Después de incendiar el televisor comencé a romper todo.
Rapunzel trató de apagar el fuego con un extinguidor pero se tardó demasiado, yo ya había lanzado varias cosas por la ventana. Estaba hecha un animal salvaje.
—¡Elsa, cálmate! —gritó pero yo seguía como loca tirando todo al suelo. No soportaba la verdad, todo mi ser exigía deshacerme de estas emociones explosivas.
—¡¿Cómo quieres que me calme?! —grité a todo pulmón —¡Ese maldito me abandonó para dar entrevistas estúpidas! Arruina mi vida y después se va —rompí el jarrón y pateé los restos —¡Voy a matarlo! ¡Voy a matarlo!
Imaginaba ese momento donde pudiera verlo y romperle sus perfectos dientes y después hacerme un collar con ellos. Lo odio tanto o más que antes. Solo me manipuló para estar con él y luego huyó como una sabandija.
—¡Tranquila, le harás daño a tu hijo! —mi amiga seguía haciendo lo posible para calmarme, pero lo dicho no fue buena idea.
—¡Me importa un comino este bastardo! —estaba dispuesta a lastimar mi vientre, pero después me arrepentí y me eché a llorar de rodillas en la alfombra.
Punzie dudó en acercarse a mí y eso me dolió en el alma. Ella pensaba lo peor de mí, no me creía capaz de controlarme.
—T... Tú me tienes miedo —dije con la voz entrecortada —Soy un asco —golpeó el suelo con frustración y enciendo nuevamente mis puños.
Mi amiga sale corriendo hasta la cocina y después trae consigo un vaso de agua que posteriormente me lanza en el rostro. El agua fría hizo que entrara en razón y pudiera controlarme. Miré a Rapunzel con un gesto de completa sorpresa.
—Fue lo primero que se me ocurrió —se excusó y lanzó el vaso por la ventana —De verdad lo siento y... Tú no me das miedo, eres mi amiga y te quiero, por siempre te aceptaré tal y como eres —me dedicó una tierna sonrisa.
Suspiré y coloqué mis manos en mi cara. Estoy cansada de todo esto. Me estoy derrumbando poco a poco. No queda nada de la mujer que era antes de perder a Tadashi y antes de conocer a Jack. Ese demonio trajo consigo solo desdichas a mi vida y ahora llevo dentro alguien que lleva su sangre.
Abracé mi vientre. No sé cómo podré traer a la vida a este ser, no puedo, al menos no sola. Pensé que era lo suficientemente fuerte para afrontar todo, pero me equivoqué. Necesito ayuda de las personas que de verdad me quieran.
—Jack ahora disfruta del prestigio y de los alagos de las personas de su círculo social. Jamás volverá —dije en un susurró casi inaudible.
Era estúpido pensar que regresaría por mí y que todo sería diferente a su lado, quizás peor no lo sé. Pero pecó de ser alguien ilusa y tonta, que se enamoró de la persona equivocada.
—¿Por qué estás tan segura de que era él si apenas viste su rostro? —preguntó Punzie y se sentó frente a mí. Su solo presencia me ayudaba a estar mejor, sin ella hubiera acabado con el edificio entero.
—Nunca podré olvidar su rostro, él siempre ha estado en mis pesadillas y en mis mejores sueños, además... Se ha instalado en mi corazón —respondí y lágrimas resbalaron por mi rostro —E... El embarazo me está poniendo demasiado sentimental.
Cómo olvidar cada segundo que viví a su lado, cada sensación, cada pelea. No se puede de la noche a la mañana exterminar un sentimiento tan puro y arrollador.
—No, llora, llora todo lo que quieras, libérate Elsa —me abrazó y me rompí por completo en sus brazos. Lo necesitaba la verdad.
Estuvimos allí sentadas por unos minutos hasta que detuve mi llanto y limpié mis lágrimas, luego me coloqué en pie y miré las consecuencias de un ataque de ira por mi parte. Todo estaba deshecho como mi propio corazón.
—Esto quedó hecho trizas —sorbi por la nariz y comencé a levantar todo.
—Oye no, yo lo hago. Por favor Elsa, no te esfuerces —tomó mi mano y me hizo detener.
Luego, trajo una escoba y arregló todo mi destrozo, me senté en lo que quedaba del sofá mientras mi amiga recogía los pedazos del jarrón que había tirado.
—¿Qué pensará él cuando vea a su madre lanzar fuego? —mencioné mientras tocaba mi abdomen.
Era una imagen desgarradora la mirada, quizás dorada, quizás azul, de mi hijo al ver que sus padres son unas malditas bestias.
—Diría que su madre es la mujer más fuerte del mundo —ella trató de alentarme como podía.
—Eso es mentira, solo lo dices para animarme pero no lo estás consiguiendo —me abracé a mí misma.
—Vamos Els —se detuvo para mirarme a los ojos —deja esa actitud derrotada y renace de tus cenizas como un ave, hazlo por ese niño, lucha por él y libérate de tus inseguridades, no permitas que el miedo te derrumbe —me sorprende su positivismo.
—No va a ser tan fácil. Punzie, tengo miedo, mucho miedo —confesé. En serio, esto me estaba pasando factura.
Rapunzel dejó la escoba a un lado y sentó junto a mí. Me dio un fuerte abrazo, de aquellos que solo ella sabe dar.
—No tienes de qué preocuparte, amiga. Aquí tienes a tu Punzie para ayudarte —sonrió —No necesitas a ningún hombre porque estoy yo aquí.
Traté de sonreír, pero no pude. Respiré profundo e intenté relarje, era lo menos que podía hacer por el pobre niño que crecía dentro de mí.
—Vaya, qué haría sin ti.
Me recoste en el sofá y poco a poco me quedé dormida. Había explotado de tal manera que había quedado sin energía.
Jack
—¡Maldita sea, Ian! ¡Arruinaste todo, imbécil —gritó mi padre furibundo.
Me saqué la corbata y la tiré al suelo con frustración. Mi madre nos observaba con un gesto contraído. Regresamos a la mansión hace un par de mi minutos. En el auto, Arnold no paraba de regañarme por lo de la entrevista. Ni que fuera un estúpido mocoso.
—¿Yo lo arruiné? —reaccioné de muy mal genio — Te recuerdo que tú fuiste el de la maravillosa idea de presentarme ante el mundo. Querías que todos le aplaudieran a tu perfecto hijo —contesté arrogante.
—Ian... —interrumpió mi pobre madre.
—No, déjalo Amanda —no la dejó hablar mi padre, como siempre —No cabe duda que sigue siendo un mocoso rebelde que nunca podrá controlar su maldito carácter.
—¡Oh! ¡¿De quién lo habré heredado?! —ironicé. Éramos tal para la cual, unos malditos imbéciles impulsivos y arrogantes.
Sentía tanta ira, que quería golpear algo y tratar de soltar todo este resentimiento que llevo por dentro. Si arruino las cosas es porque no soporto seguir siendo manipulado por ese hombre que no me considera como hijo sino como marioneta, en realidad, todos lo somos. Él quiere que todo se haga a su modo porque es él quien tiene el dinero y el poder.
—No sabes por lo que tendré que pasar ahora. Qué explicaciones les daré a la prensa sobre tu explosivo comportamiento —escupió. Se hacía la víctima para quedar bien, eso me enfadaba cada vez más.
—Pues, diles la verdad, que tu hijo no es normal, que posee unos poderes tan maravillosos —ironice —Que no te dé miedo Arnold. Muéstrales la verdadera cara de la moneda —escupí, a punto de perder la cabeza.q
—Claro que no.
Sonreí con malicia.
—Ya veo... —acaricié mi mentón —Te da miedo que arruinen tu reputación, que piensen que no puedes controlar ni a tu propio hijo.
—¡Silencio! —gritó y me tomó por el cuello de la camisa. No me atemorizó en lo absoluto, nada ni nadie me da miedo, yo quien lo provocaba y lo provoco todavía.
—¿Me vas a golpear como cuando era adolescente? —lo tenté. Apretó la tela con más fuerza. Solo basta un golpe para que yo estalle.
—Arnold, suelta a nuestro hijo —mencionó mi madre y sujetó el brazo de mi padre.
Él giró el rostro y la fulminó con la mirada, luego me soltó y la empujó al suelo. Mi sangre hirvió al ver como la había golpeado, quise tomarlo del cuello, pero lo único que pude hacer fue tragarme mi odio y ayudar a levantarla.
Ella no parecía sorprendida. Noté que estaba triste y que sus ojos se estaban poniendo vidriosos. Miré a mi padre con odio y abracé a mi madre para que no tratara de hacerle daño.
—Que miserable eres, no te mereces a una mujer como esta —dije con acidez —Te quedarás solo, Arnold, solo con tu sucio dinero.
Mi padre solo se nos quedó viendo con el ceño fruncido y con los puños apretados. Después, giró en sus talones y salió corriendo como un cobarde hacia las escaleras, seguramente a encerrarse en su despacho.
—No debiste decirle eso —susurró mi madre, se separó de mí y me miró a los ojos.
—¿Por qué no te separas de él? —dije, pero ella desvió la mirada —Mamá, él no te quiere de verdad, te humilla cuando se le da la gana y fuera de esta casa finge que es el marido perfecto.
—Tú no lo entiendes, yo a tu padre lo amo con todo y ese fuerte carácter. Me quedaré con él quieras o no —respondió decidida.
Ella era demasiado ingenua, pero es mi madre y debo respetar sus decisiones sean adecuadas o no.
—De acuerdo, condenate si quieres —decidí no interferir más en sus asuntos —Sin embargo, no esperes que él cambie algún día, porque así como yo, jamás lo hará. Me dicen monstruo solo por tener estos malditos poderes, pero quien si lo es, es el hombre con el que te casaste.
—No sigas. Estás hablando de tu padre —refutó.
—Desde ahora no lo considero así —negué —Me quedaré en este lugar solo por ti.
—Pero...
—Pero nada. Ahora, quiero que me respondas una última cosa ¿quién demonios es Ángela?
Se me quedó viendo perpleja, pude notar que su rostro palideció. Desvió la mirada y susurró un no sé y salió disparada por las escaleras. Abrí y cerré la boca un par de veces. ¿Pero qué le sucede?
Paso mis manos por mi cabello y lo desordeno un poco. Odio este estilo de empresario adinerado, prefiero mi estilo de antes.
Por otro lado, no me gusta que mi madre me esté ocultando cosas, se supone que ella me iba a ayudar a recordarlo todo, pero le dije el nombre de la mujer que asesiné y sale corriendo. Algo se esconde detrás de todo eso, esa tal Ángela tiene que ver mucho conmigo.
Camino hacia la piscina para tomar un respiro y tratar de ordenar mis ideas y mis recuerdos. Siendo que he retrocedido días atrás, en los cuales no entendía qué demonios me sucedía. Sigo perdido y desconcertado, aún no me han aclarado todo acerca de mi vida, no puedo tener en claro quién es y quién fue Ian Overland.
Miró mi reflejo en el agua. Mi cabello castaño me hace sentir común y corriente como un sujeto más y no como el hombre más buscado por esta ciudad. Extraño los días en los que podía divertirme con el sufrimiento de los demás, pero ahora, parezco un idiota detrás de las faldas de mis padres.
Me quito el saco y lo tiro por ahí, cuanto detesto esta ropa. Cuando lo hago siento algo extraño dentro de mí, otro recuerdo me azotó.
Me sentía tan solo en medio de todos los adultos que discutían sobre marketing internacional o del estado financiero de sus empresas, para mí esos temas eran demasiado aburridos.
Los hijos de los empresarios corrían y reían por mi casa como si fuese de ellos. Odiaba a cada uno de esos mocosos engreídos, siempre he sido de pocos amigos.
Suspire y traté de llamar la atención de mis padres, pero ellos seguían hablando y riendo con sus amigos.
Me crucé de brazos y frunci el ceño. Luego me levanté del sofá y caminé hasta las puertas de cristal que daban a la piscina, pero estas estaban abiertas de par en par.
Cuando salí por las puertas, me topé con una niña mucho menor que yo observando el agua y jugando con ella. Sonreí con malicia y lentamente me acerqué a ella.
"De alguna forma me tienen que poner atención" —pensé en ese instante.
—Al agua —empujé a la niña de cabeza a la piscina, esta comenzó a asfixiarse.
Yo solo la miraba perdir ayuda.
Pero, de pronto sentí que no estaba bien lo que le hice. Salté al agua y la rescaté, estaba inconsciente. Quise golpearme por ser tan tonto, pero por un momento se había sentido tan bien verla sufrir.
Los padres de la niña llegaron corriendo hasta nosotros porque un niño les había dado la voz de alerta. Respiré profundo cuando la niña reaccionó y abrazó a su madre.
—Él me empujó —me acusó.
"Tonta niña, no debí haberla salvado, mejor se hubiera muerto"
Llegaron mis padres y me miraron con desaprobación. Me encogí de hombros y Sonreí.
—Ops...
Vuelvo en sí respirando demasiado rápido. Paso mis manos por mi rostro repetidamente, siento que mi corazón se me va a salir del pecho. Todo mi mundo se detuvo. Estaba pasmado, no podía creer que había hecho algo como eso. Era... Solo un niño.
Demonios, ¿por qué lo hice?
Traté de recordar algo más, pero mi mente no dio para más. Me dejo caer de rodillas al suelo y sujeto mi cabello con desesperación. Golpeo el suelo, mis nudillos enrojecen, pero ni con eso pude controlarme.
Respiré profundo y traté de relajarme para no cometer una estupidez. No es el momento de estallar. Necesito respuestas cuando antes.
Me levanto del suelo y tomo rumbo hacia la casa. Busco por todos lados a mi madre, pero no se dejó ver. Subí a la segunda planta, pero tampoco estaba allí, seguro había salido.
—Demonios —susurré para mí mismo.
Caminé por el pasillo hasta que me topé con la puerta entre abierta del despacho de Arnold. Miré de reojo, no había nadie, por lo que que opté por buscar allí mis respuestas.
Busqué entre sus libros algo que tuviese que ver conmigo, alguna foto, algún diario, pero nada. Me acerqué a su escritorio, abrí el cajón y rebusque entre sus cosas privadas. Frunzo el ceño cuando encuentro un arma en su interior.
Por qué la querría si tiene a su disposición un grupo completo de seguridad.
Guardo el arma y sigo con mi búsqueda. En el fondo siento algo de cartón, era una carpeta, la sacó y miro su portada que me deja desconcertado.
Expediente Clínico.
Miro hacia la puerta. No viene nadie. Abro la carpeta y leo su contenido, pero no me agrada para nada lo que está escrito.
Nombre: Ian Overland
Edad: quince años
Ocupación: estudiante
Lugar de nacimiento: florida.
—Pero, ¿qué es toda esta mierda? —susurró.
Tomo una bocanada de oxígeno y trato de estabilizar mis emociones. Sea lo que sea que está escrito aquí es de vital importancia para mi vida, quizás me ayude a recordar.
Continuó leyendo.
Antecedentes patológicos: cuatro vistas con el psicólogo y dos hospitalizaciones con el psiquiatra.
Hospitalizaciones: dos hospitalizaciones de urgencia con el psiquiatra.
Diagnóstico: trastorno disociativo o trastorno de personalidad múltiple.
Tratamiento: psicoterapia.
Medicación: Estabilizadores de ánimo para reducir la irritabilidad, agresividad y cambios del estado de ánimo.
Historia de la enfermedad
12/05/2010
Mi nombre es Alan, soy el psiquiatra que asiste al joven Ian. Llevo un par de semanas atendiendo su caso, no ha sido tan fácil, el paciente es uno de los más cerrados y problemáticos.
Su estado de ánimo varia según de lo que se le hable. Ha llegado al extremo de casi golpearme por preguntar por su familia. Este último tema fue el causante de su trastorno. Cuenta que no tiene buena relación con sus padres y que el nacimiento de su hermana ha acaparado su atención, dejándolo a él en un segundo plano.
Considero que su enfermedad puede ser curada a través de terapias como esta. Sin embargo, este paciente no logrará curarse del todo.
Ian presenta graves cuadros de ansiedad y de delirio mental. Por cuestiones médicas ha permanecido hospitalizado en el sanatorio.
Diagnóstico del día de hoy, posible esquizofrenia.
Lanzo los papeles al suelo y pateo con todas mis fuerzas el escritorio.
Maldita sea, esto no puede ser cierto, yo no puedo estar loco, yo no...
Quería gritar hasta que se me desgarrara la garganta. Ahora todo tiene sentido. Aaron no me convirtió en un monstruo, yo ya lo era. Era un puto demente sin control.
¿Por qué tuvieron que escondermelo por tanto tiempo?
Apreté mis mandíbulas con fuerza y salí como alma que lleva el diablo por la puerta. Quería encontrar a uno de mis padres y encararlo, pero no lo hice.
Se disipó mi ira de manera abrupta y decidí que no valía la pena discutir por eso, yo... No los necesito.
Abro la puerta de mi habitación y cierro con llave, luego me lanzo en la cama, miro el techo y trato de digerir toda esta mierda.
No puedo creer que haya sido de esa forma, pensé que tenía un pasado formidable, pero resultó ser una mentira, un sueño. Yo era una basura y sigo siendolo. Así cambie mi aspecto, así cambie de casa, así me vista bien, siempre estará presente el monstruo que llevo dentro.
Cierro los ojos y en par de minutos me quedo dormido.
Me levanto del incómodo sofá en el que dormí, estiro mis brazos y miro por la ventana. El sol brilla, no hay ninguna nube cubriéndolo. Observo mi alrededor, estoy en un cuarto vacío de paredes blancas. Sospecho que tanto silencio no puede ser bueno.
Salgo por la puerta y camino por los pasillos del hospital, no hay absolutamente nadie, solo yo. Abro y cierro las puertas de todas las habitaciones pero no encuentro a nadie. Para ser un recinto cerrado hace mucho frío y se siente en el aire un aura de peligro.
El pasillo termina con un muro en frente de mí, no pude derrumbarlo ni seguir adelante, grité de frustración y regresé por el mismo camino.
Un llanto hizo que me detuviera frente a un cuarto de puerta gris. Abrí y me encontré una cuna en medio de ella, camino vacilante y me acerco a la cuna. Un pequeño bebé me mira asustado. Estiro mi mano y toco la suya, parecía tan real.
Él me miraba con esos ojos azules cielo que tenía, luego me sonrió y sujetó mi dedo con su pequeña mano. Sin embargo, su toque comenzó a arder como nunca, sentí un dolor inexplicable.
Me separé del niño y di un par de pasos hacía atrás. Observé mi dedo y casi grito de impresión al ver mi dedo despellejado y sangrante.
El bebé reía sin parar. Salí corriendo hacia la puerta, pero allí mismo apareció una niña y se interpuso en mi camino.
—No te vayas, papi —dijo con voz inocente y tierna.
—¿Qué? —retrocedí tres pasos. Yo no soy el padre de nadie, esa niña está loca.
La niña desapareció y volvió a aparecer tras de mí. Me llevé un susto tremendo al ver esa demostración de poder. Por primera vez me Asusté y fue con una tonta niña.
—Mami no se encuentra bien —sollozó —mirala, sufre.
Elsa apareció en mi campo de visión tirada en el suelo escupiendo sangre.
—¡Elsa! —grité y traté de alcanzarla pero la niña se colocó delante de mí y me empujó lejos de ella.
—¡Ella es mía! —su voz sonó distorsionada, maligna —¡Vete!
—¡No!
Comenzó a reír y abrazó a Elsa, acarició su rostro.
—Eres tan bonita —susurró —¡Pero si no es nuestra no será de nadie! —gritó, luego le clavó una daga en el pecho.
Me quedé pasmado en mi lugar, caí de rodillas y comencé a llorar, pero mis lágrimas eran de sangre. Todo el lugar se manchó de color carmesí.
—No la lastimes...
Despierto sudado y jadeante. Solo fue una pesadilla, pero una que sintió real, puede... Puede suceda.
Elsa, Elsa. No va a morir, no lo permitiré.
—¡Elsa está en peligro!...
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