Capítulo 49
Jack
—Vas a ver lo hermoso que es el jardín, sé que te va a encantar, era tu lugar favorito —dijo mi madre mientras conducía por las calles de Seattle.
Tomé la decisión de aceptar su propuesta de regresar junto a ella y espero haya sido la mejor idea.
Hace un par de minutos salimos de mi apartamento, bueno la basura de apartamento que dejé. Ella no paraba de hablar mientras nos dirigimos a mi antigua o nueva casa, da igual, yo pretendía ponerle atención pero mi cabeza estaba hecha un lío.
Pensar que podré tener la oportunidad de recordar todo me pone nervioso. Mi mamá parece estar muy entusiasmada con todo esto, pero yo la verdad no estoy seguro que pueda acoplarme a una nueva realidad.
—Si tú lo dices —dije vacilante. Ella soltó un suspiro.
—Cariño, quiero que esto funcione, pon algo de tu parte, todo volverá a ser como antes.
—Eres demasiado entusiasta ¿sabías? —miré por la ventana y me crucé de brazos.
—Y tú aún no has entendido que quiero ayudarte.
Frunzo el ceño, algo dentro de mi cabeza estalla.
—Para el auto —le ordené, mi madre hizo un gesto de confusión y continuó conduciendo —¡Te dije que detengas el maldito auto! —grité y ella pareció palidecer y apagó el automóvil.
Abrí de mala gana la puerta y salí del auto.
—¿Qué sucede? —preguntó desconcertada.
—Quiero regresar a mi departamento
—Pero dijiste que me acompañarías —interrumpió.
—Acabo de darme cuenta que esto no va a funciar y que prefiero estar lejos de ustedes.
Azoté con fuerza la puerta, ella salió del auto y me tomó por el brazo.
—Ay, no otra vez —susurró —Ian, escuchame muy bien, El pequeño cachorro debe volver a casa.
Giré y la observé con el ceño fruncido, esa frase ya la había escuchado antes.
—¿Qué dijiste? —pregunté desconcertado porque con esa sola frase logró atraer mi atención y estabilizar mis emociones desenfrenadas.
Suspiró y soltó mi brazo.
—Mmm, solo es una frase que te gustaba escuchar de niño —sonrió —¿Ya te sientes mejor?
Parpadee un par de veces y pasé mis manos por mi rostro.
—No sé qué me sucede, un momento estoy bien y al otro me siento tan enojado que quiero romperlo todo.
Ella palideció, su actitud cada vez era más extraña.
—Deben ser solo nervios, no te preocupes, lo único que necesitas es distraerte —rió nerviosa.
Hice una mueca. Ella parecía estar muy tensa.
—¿Te pasa algo? —pregunté y ella negó con la cabeza.
—Es que, estoy muy feliz de tenerte a mi lado —me abrazó pero no correspondí a su gesto —Ok, retomemos nuestro camino, mataremos a tu padre con tu visita.
—Claro —dije vacilante.
Mi madre se subió al auto y yo dudé de acompañarla, me dejó más confundido de lo que creía, al final decidí no darle importancia al asunto y sentarme en el asiento del copiloto, ella me sonrió y le respondí con una media sonrisa.
El pequeño cachorro debe volver a casa
Repetí una y otra vez esa frase en mi mente, sonaba tonta, pero me hacía sentir tranquilo.
Jugueteo con mis manos mientras avanzamos por la vía, cierro los ojos y dejo que mi mente divague por recuerdos buenos o malos, hasta que me quedo dormido en mi silla.
—Ian, cariño, despierta —siento que me sacuden con suavidad.
Abro los ojos y me encuentro con los ojos claros de mi madre, ella sonríe y acaricia mi rostro con ternura.
—¿Qué pasa? —dije mientras estiraba mis brazos y piernas. No sé cuanto tiempo pasé dormido pero mis extremidades están entumidas.
—Pues que, ya llegamos —canturreó como una chiquilla emocionada, luego abrió la puerta y salió del auto.
Hice lo mismo que ella y me topé de frente con una casa enorme. Abrí la boca con asombro al ver lo hermosa que era, moderna y muy bien cuidada.
—Wow —musito —Es gigante.
—Esta es tu casa hijo, todo esto te pertenece —dijo con orgullo —Es hora de enfrentarte a tu pasado. Ven, tenemos que entrar.
Se acercó a mí y tomó mi mano, luego entramos a la enorme mansión. Toqué con suavidad cada detalle que tenían los cuadros que colgaban de la pared tratando de recordar algo.
Mi mente se trasladó años atrás, un niño de cabello castaño corría por los pasillos de su casa tras su cachorro. Ese niño era yo. Era tan feliz en ese tiempo, ahora estoy más que confundido.
Llegamos al vestíbulo, allí habían un par de sillones en forma de L y en medio de ellos estaba una mesa pequeña con un florero sobre ella.
Otro recuerdo llegó mi mente, en este estoy yo en medio del sillón hablando con una mujer muy bonita, pero luego la estoy echando.
Toothie.
Ese era su nombre, ahora la recuerdo, esa malnacida se deshizo de mí solo por estar enfermo, por ella tuve el accidente.
Cada palmo de esta casa hace que recuerde muchas cosas. Lo tenía todo, una familia, dinero y estabilidad.
Una mucama anciana se acercó a nosotros con unas copas de vino en una bandeja, pero al verme la dejó caer rompiendo las copas de cristal.
Sus ojos se abrieron como platos y colocó sus manos sobre su boca.
—Joven Ian... Está vivo —susurró la aturdida mujer —Pero, ¿cómo?
Miré su rostro, sus ojos marrones y cabello canoso, traté de recordarla pero no funcionó.
Mi madre la trató de calmar pero ella seguía en shock, yo solo las miraba.
—Hey tranquila, date un respiro y ve a tu habitación ¿sí? —le dijo mi mamá.
—¿Quién es ella? —pregunté. Ella se sentó en el sofá y me invitó a acompañarla pero yo me negué, todavía no lograba sentirme cómodo aquí.
—Ella era tu nana —respondió mirando las flores de la mesa —Trata de recordarla.
—No puedo, solo he recordado un par de cosas, pero no es tan fácil recordar toda una vida —suspire derrotado.
—Entiendo, pero mamá está contigo para ayudarte. ¿Quieres ver el álbum familiar?
Iba a responderle pero una tercera voz nos interrumpió.
—Amanda, ¿con quién estás hablando? —un hombre alto de cabello negro y porte elegante se presentó ante nosotros.
Mi madre saltó del sofá y se acercó a él, estaba petrificado y había palidecido el pobre hombre.
Nuestras miradas se cruzaron por un instante, desvié la mirada hacia mi progenitora. Él se alejó de ella y caminó hacia mí con lentitud.
Tanto silencio me estaba carcomiendo, nadie sabía qué decir, rasqué mi nuca con incomodidad.
El hombre pelinegro trató de tocarme pero retrocedí un par de pasos. Miré a mi madre otra vez y ella solo dibujó una sonrisa en sus labios.
—No puede ser cierto... —susurró el desconocido, luego me abrazó con fuerza —Estaba en lo correcto, sigues vivo hijo.
Lo separé de mí y frunci el ceño.
—¿Quién eres? —pregunté molesto. Él hizo una mueca de dolor y empezó a tirar de las hebras de sus cabellos con desespero.
—¿Qué hecho? —mencionó confundiéndome —Ya no recuerdas ni a tu propio padre.
¿Padre?
Lo observé con detenimiento por un par de segundos hasta que lo encontré en mis recuerdos, él es mi papá, él... Trató de salvarme, pero... Me llevó a la boca del demonio.
—¿Qué esperabas? ¿Qué te recordara de un instante a otro? Cuando tú lo único que hiciste fue entregarme a ese estúpido médico loco. No pensaste en qué demonios iba a hacer conmigo. Tuve que pasar por todo un maldito infierno, ¿saben? Me hubieran dejado morir, lo hubiese preferido a conventirme en lo que ustedes ayudaron a que me convirtiera —espete de mala manera.
Recordé todo, recordé que ellos también ayudaron a crear el monstruo. Mi padre confió ciegamente y yo tuve que sufrir las consecuencias.
—Tu papá trató de salvarte, tú te negabas a aceptar lo que los médicos querían hacerte. No puedes entender el dolor que pasamos, hubiera dado mi vida para que no te murieras —interfirió mi mamá.
Apreté mis puños con ira, ahora puedo entenderlo todo, pero lo que no puedo entender es por qué lo hicieron.
—Ian, perdóname hijo. Yo sé que hice mal en abandonarte con Aaron, pero lo hice porque no quería perderte. Creí que el tratamiento de ese hombre te haría sentir menos dolor —hizo una pausa —Ni con todo el dinero del mundo podía salvarte.
Enarque una ceja y negué con la cabeza.
—No evitaste que sufriera, por el contrario incrementaste mi sufrimiento, esto —me señalé —ya no tiene remedio. Con un lo lamento hijo no podrás cambiarme.
—Lo sé —sus ojos se cristalizaron junto con los de mi madre —Pero, ¿ya qué puedo hacer? Nuestras vidas se destrozaron con tu supuesta muerte, todo se nos vino encima, mi empresa pasó por una crisis y... Murió tu hermana.
—Si no me hubiesen hecho esto ella no hubiera muerto, yo hubiera estado para ella como siempre lo he estado, yo la hubiera protegido —espete —Pero ustedes la dejaron tirada en esa escuela, por su culpa ella murió.
—¡Ian! —gritó mi mamá con enfado.
—Ni con todo su dinero lograron salvarla, y quieren que ahora los perdone —les reproché, mi padre comenzó a tensarse y mi madre a sollozar.
—Ahora nos recriminas por la muerte de tu hermana, pero ¿Quién estuvo conduciendo por la maldita ciudad como un demente? —mencionó mi papá enojado, echándome en cara mi accidente.
—¡Arnold, no sigas! —dijo mamá en medio del llanto.
—¡Déjalo, que me diga lo que quiera, no me importa. Que me grite que yo tuve la culpa de todo! —grité enfadado.
—¡¿Acaso no la tienes?! —respondió en el mismo tono de voz —¡Tú fuiste el que se condenó! Y ni tu madre ni yo tenemos la culpa de que hayas sido un idiota —gritó furioso.
Lo que se creía que iba a ser un encuentro familiar terminó siendo un enfrentamiento.
—¡Bien! ¡Entonces me largó de aquí! No quiero seguir viéndoles la cara —caminé hacia la salida, pero mi mamá me lo impidió, tomó mi brazo y me hizo girar.
—No te vayas —suplicó.
—Esto no fue buena idea. Porque no simplemente olvidan que tuvieron un hijo y ya —miré a Arnold cruzado de brazos y con el ceño fruncido.
—No... —se arrodilló en frente de mí tomándome por sorpresa —No nos dejes —lloró y me coloqué a su altura.
—No tienes por qué hacer esto
—Entonces quedate con nosotros, aquí en casa —sujetó mis manos y las apretó —Si te vas, me matarás. No aguanto una herida más en mi corazón.
La abracé con fuerza porque me duele verla así, ella no es más que una simple madre desconsolada no tiene la culpa de mis errores.
La ayudé a ponerse en pie y limpié sus lágrimas con mis pulgares.
—Me quedaré solo si me prometes no volver a llorar —susurré y ella asintió.
Luego, escuchamos la puerta cerrarse, mi padre se había ido sin avisar mientras que estábamos abrazados. De verdad no me sorprende que haya reaccionado así, yo estoy aquí es por ella, porque ella siempre está para mí.
—Odio cuando hace eso —susurró decaída.
—Siempre lo ha hecho, sale huyendo de sus problemas —dije mirando la puerta.
—Veo que ya estás recordando todo, aunque no sean los momentos felices —dijo triste.
Suspire y traté de dejar de pensar en todo lo relacionado con ese hombre.
Me duele recordarlo y darme cuenta que no era lo que esperaba.
—Solo dale tiempo, acaba de enterarse que su hijo está vivo, necesita digerirlo —suspiró —Volverá en la noche y podrán hablar tranquilamente como personas civilizadas, sin gritos. Ian, es tu papá y solo quiere lo mejor para ti.
—¿Sabes? Olvidemos todo esto. Todavía no me has mostrado toda la casa, aún no lo recuerdo todo.
—Tienes razón. ¿Por dónde quieres comenzar?
***
Estuvimos unas cuantas horas caminando por la inmensa mansión, ella parecía una niña mostrándome cada lugar de la casa, desde la cocina hasta la piscina. Y creo que esto es demasiado para mí, no sé cómo haré para adaptarme a todos estos innecesarios lujos.
Mamá me presentó a todos los empleados de la casa, como era de esperarse se sorprendieron al verme, hacían un cara de oh, es increíble, el hijo del patrón está vivo, oh. Ya me estaba cansando de todo esto, si no fuera por ella yo ya me habría ido.
Cuando llegamos a la piscina sentí un escalofrío al acercarme al agua, algo tenía esa clara agua, como si algo de me pasado hubiese pasado allí. No le di importancia y seguí observando todo.
Mi lugar favorito, sin lugar a dudas fue el jardín, allí recordé cuando jugaba con Emma a las escondidas, podría ser mayor de edad pero seguía divirtiéndome como un niño con la pequeña Emma de cuatro años.
—Y por este pasillo quedan las habitaciones, la tuya está al fondo, siempre te ha gustado estar solo —dijo mientras yo observaba la tapicería.
Seguimos adelante hasta que me detuve en frente de un puerta pintada de color rosado. Me quedé estático observando el pomo de la puerta, quería ver qué había allí dentro.
—No creo que sea buena idea entrar aquí —susurró mi madre.
No le presté atención porque otro recuerdo vino a mí. Yo corriendo hacia aquí con un caja envuelta en papel regalo, era su cumpleaños y quería sorprenderla con la muñeca más grande que encontré en la tienda.
Giré el pomo y abrí la puerta. Todo estaba oscuro pero cuando encendí la luz todo tomó vida, su cama con sábanas rosa seguía tendida junto con las almohadas. Allí encontré la muñeca que le había obsequiado.
—Raquel —Murmuré cuando la tuve en mis manos, así se llamaba y era su favorita.
Recordé cuando jugábamos a las muñecas y cuando le contaba un cuento para dormir. Esos momentos memorables los guardaré en mi memoria hasta que muera.
—Me hace mucha falta —escuché la voz de mi mamá, estaba nostálgica al igual que yo —Era mi princesa.
—Y mi ratoncita —acaricié el cabello del juguete y la abracé con fuerza, luego la destruí.
—¡¿Qué haces?! —preguntó alarmada cuando comencé a destruir todos los juguetes de Emma. Trató de detenerme pero fue demasiado tarde.
Acabé con cada peluche, con cada muñeca, con todo.
—Esto lo único que hace es hacernos sufrir, apegarnos a estas cosas es tonto. No podemos venir a llorar a esta habitación cada que la recordemos. Madre, ella ya no está con nosotros y debemos aprender a vivir con ello —tiré las sábanas y las rompí a pedazos.
—Ian, detente. No sigas destruyendo el recuerdo de tu hermana —sollozó.
—No debes apegarte a esto, liberate del dolor y dejala ir —miré hacia la ventana, ya había anochecido, la luna brillaba en lo más alto del cielo.
Pensé en Elsa y en lo mal que la debe estar pasando, pero yo ya no puedo hacer nada por ella, solo olvidarla.
Miró hacia el portón de la casa y notó que ha llegado un auto. Mi padre estaba en casa y teníamos una charla pendiente.
No puedo vivir en paz en esta casa si no me reconcilio con él, además de que debe atenerce a lo que me ha convertido. Hoy entenderá por qué me llaman Monstruo...
***
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