Capítulo 47
Despierto sobresaltado y desorientado, miró con apuro en dónde me encuentro y me topo con paredes claras y con el sonido de un pitido, giro mi rostro y me encuentro con un monitor a mi derecha.
Maldita sea.
Estoy en un puto hospital y yo odio los putos hospitales.
Me levanté sin ningún dolor y me quité todas esas mierdas que me colocaron. Revisé cada parte de mi cuerpo buscando alguna herida, pero no encuentro ninguna, estoy bien. Por una vez en la vida, ser un monstruo me trae privilegios, de lo contrario no podría si quiera moverme.
Me levanté de la cama y busqué mi ropa por todos lados. No quería toparme con algún médico y que me hiciera preguntas de por qué sané tan rápido. No tendría idea de qué decirle, enloquecería si le dijera que soy una anormalidad de la naturaleza y seguro me mandará de nuevo al sanatorio mental, pero allá no vuelvo ni loco.
Una enfermera entró al cuarto, regresándome a la realidad. Ella abrió la boca al verme de pie. No le doy tiempo de hablar y pregunto:
—¿Dónde está mi maldita ropa? —escupí, cabreado. El solo hecho de estar en un lugar como este me pone de muy mal humor, y ella tuvo la mala fortuna de encontrarme en mi peor faceta.
La mujer tartamudeó una estupidez de que estaba destrozada y me provocó golpearla pero me contuve, no era buena llamar la atención tan rápido. No tolero estar un minuto más aquí por lo que necesito huir antes de que alguien me reconozca o me enfurezca aún más.
—S... señor... —balbuceó la enfermera. Pude notar un leve temblor en su cuerpo. Quise aprovecharme de su miedo para manipularla como mejor sé hacer.
—Consigue algo que colocarme —ordené con el tono más rudo y violento con el que pudiera hablar. La mujer se quedó estática —Oye, muévete, necesito salir de aquí rápido —no entiendo por qué siente tanto temor o si ya se dio cuenta de lo que soy, pero parecía que ni respiraba.
—Lo siento, pero usted no puede salir de aquí —una tercera voz se unió a la conversación— la policía está aquí afuera esperando a que usted despierte para hacerle un interrogatorio —mencionó otra mujer.
Vestía un traje de médico y su porte me pareció de lo más arrogante. No se inmutó al verme como la otra mujer que ni podía observarme a la cara. La médico se creía muy imponente parada frente a mí, pero le quitaré su sonrisita tonta de un solo toque, ya lo verá.
Le dediqué una mirada fulminante, pero después medité sus palabras, que se instalaron en mi mente. En unos segundos entendí lo que sucedía.
¿Dijo policía? Mierda, ellos no pueden verme, se supone que estoy muerto. Si me ven me arrestarán de nuevo y de esta no podré salir.
—¿Para qué me van a interrogar? —pregunté esquivo, ocultando mi preocupación. Sin embargo, la mujer pareció notar mi incomodidad.
Dio un paso hacia mí, tentando a la muerte. Su coraje y prepotencia me parecieron de lo más molesto, empecé a detestarla como a cualquiera.
—Usted llegó junto a las demás personas en condiciones precarias, es deber de la ley saber qué les sucedió y por qué estaban en un lugar confiscado por ellos —contestó, luego ladeó la cabeza, tratando de leer mis gestos, pero me mantuve y impertérrito.
Si resulta que me van a interrogar, seguro se darán cuenta quién soy y eso no me conviene. Volveré a la cárcel o al manicomio en tan solo segundos. Eso no puede pasar, no lo permitiré.
—Yo no tengo por qué hablar con un policía porque no recuerdo una mierda de lo que sucedió —mentí para zafarme de su interrogatorio. Mi altanería pareció molestarle, pero no me importaba.
—Eso solo lo podrá asegurar un médico —me dedicó una mirada desaprobatoria. Quise sacarle los ojos a ese arpía molesta.
—¿Podrían darme ropa que ponerme? —pregunté cambiando el tema. La estúpida bata del hospital me incomodaba mucho, me sentía expuesto ante la mirada de esas dos mujeres y llegaba a sentir frío.
La doctora negó con la cabeza. Puedo pensar que la malnacida me está negando las cosas porque así lo quiero no porque no pueda. Es una infeliz.
—Se la podrá dar un familiar...
—No tengo familia —la interrumpí. Y pues, mentira no era. Estoy solo en este maldito mundo, solo me tengo a mí mismo y conmigo es más que suficiente.
—Bien, ¿sabe? No es mi problema, tengo más pacientes que atender —hizo un aspaviento con la mano, restándole importancia — Llamé a algún familiar para que le traiga ropa y después repórtese con un oficial —concluyó y dio media vuelta.
La vida perderse por el pasillo, la otra chica la siguió y me dejaron con la puerta cerrada. Si logro huir de aquí juro que volveré alguna vez y le arrancaré la tráquea por indolente.
Permanecí parado frente a la cama con el ceño fruncido y un mar de maldiciones. Empecé a idearme una forma de escaparme de este lugar, pero no apareció ninguna idea por más exagerada que fuera. Confiaba en mis poderes y fuerza, pero llamaría la atención de escuadrón de idiotas y armaría un lío gigante. No quiero terminar en prisión otra vez.
Di vueltas como animal enjaulado y al final entré al baño y allí encontré una maleta de quién sabe quién, la abrí y casi comienzo a reír de lo suertudo que soy, contenía ropa y he aquí mi pregunta: ¿Quién demonios deja una maleta por ahí tirada? Pero a la mierda, el punto es que ya tengo algo que utilizar. Ya no tenía que salir prácticamente desnudo de aquí. Fantástico.
Me coloqué unos vaqueros; una camiseta un poco ajustada, unos zapatos y una oportuna gorra. De verdad, es mi día de suerte, a excepción de que los zapatos me quedan pequeños, pero es eso o nada.
Entreabri la puerta y noté que habían un par de policías custodiando mi puerta, sin pensarlo mucho, salí del cuarto y rápidamente los noqueé con un puñetazo en la cabeza. Con disimulo los encerré en mi cuarto. Afortunadamente no había nadie cerca por lo que no habían testigos de mi huida. Antes de irme le lancé un rayo a las cámaras de seguridad para que no puedan guardar lo que hice. Luego, caminé como si nada por el hospital. En la planta de abajo me encontré con más policías, pero no pudieron reconocerme.
Me di un paseo por el lugar hasta llegar a la entrada principal; sin embargo, algo me detuvo de salir del edificio y es saber qué fue de Elsa, la chica me importa, lo acepto, además la mayoría de problemas que ha tenido han sido por mi culpa.
Doy la vuelta y me acercó a un par de enfermeras. La curiosidad me domina y solo quisiera saber si por lo menos sigue con vida, me aterra la idea de que muerto y no tuviera la oportunidad de redimirme con ella por todo el daño que le he causado. Recuerdo su mirada vacía antes de que todo se oscureciera y no tolero esa horrenda imagen en mi cabeza.
—Disculpe —llamo su atención y ellas se me quedan viendo como taradas. Pensarán que tengo algo en la cara —Necesito información sobre una paciente, Elsa, Elsa Arendelle —por poco y no recuerdo su apellido.
—¿Es usted algún pariente? —pregunta una de ellas.
Me dejó bloqueado, no sabía qué mentira inventar hasta que una idea pasó por mi mente.
—Soy... Su novio —mentí y sonreí para ser más convincente.
La mujer tecleó en su computador y después de unos segundos me dijo:
—Por el momento se encuentra en la habitación 204. Deberá consultar a su médico si puede verla —notificó.
Se me quitó un peso de encima al saber que seguía viva y quizás bien, era un milagro, a pesar de que no creyera en eso. Una indescriptible alegría inundó mi corazón, pero tuve que disimularla ante esas personas.
Con ese dado salí de prisa en busca de la dichosa habitación. Pero algo llamó mi atención, en la sala de espera se encontraban todos los compañeros de Elsa sentados esperando algún resultado o algo así. Sabían que esos malditos seguían vivos, heridos, pero vivos. Por un momento creí que habían notado mi presencia, pero solo fue idea mía. Pronto nos volveremos a ver, eso es seguro.
Me despedí de ellos con una sonrisa socarrona y continué mi camino, pero por estar tan distraído casi choco con un hombre de cabello castaño con algunas canas, era un médico. Él me dedicó una mirada molesta y yo solo seguí de largo. Sin embargo, algo me detuvo en seco.
—Doctor, ¿Cómo está Elsa? —preguntó una mujer, volteé disimuladamente y noté que era una chica de cabello largo y ojos claros que jamás había visto —Digame que está bien —parecía preocupada.
Como con quien no es la cosa, me recosteé sobre la pared y presté atención a su conversación. Todo lo que tuviera que ver con Elsa me interesaba, pensaba verla, pero primero necesito estar preparado y saber qué es lo que tiene.
—Está... Bien —respiré profundo al escuchar que su pronóstico —Aún no ha despertado. Llegó muy herida y en un estado crítico, pero, de algún extraño modo está perfecta —un escalofrío bajó por mi espalda, eso no sonaba biem —Debo decirles que la policía necesita hablar con ustedes.
—No hay problema, responderemos a las preguntas que hagan —respondió el pelinegro que me odia, tan metiche como siempre —Lo importante es que ella se encuentra bien y nosotros también —que comentario tan patético.
Decidí que, sabiendo que ella no murió, pues que, ya no tenía nada que hacer aquí, me había arrepentido de verla, lo más probable es que verla le haría mal. Pero el doctor todavía no había terminado.
—Ah, una cosa más —hizo una larga pausa. Eso me provocó atraparlo y hacerlo hablar más rápido —Elsa está embarazada, felicidades al padre.
—¡¿Qué?! —gritaron todos.
¡¿Qué mierda dijo?!
Elsa
Todo está oscuro aquí; me siento pérdida, no sé dónde estoy o qué fue lo que me pasó, lo único que recuerdo es que habíamos llegado a la casa del secuestrador de Angie y... ¡Mierda Angie! Despierto de sopetón, alterada y muerta de nervios. Miré hacia todos lados con desesperación y mi respiración comenzó a acelerarse.
—Tranquila —susurró una enfermera rubia dije ¿enfermera?
¡Oh no! Que no esté en hospital, por favor.
Casi grito al darme cuenta en el lugar en donde estoy, no quería estar de nuevo aquí, no otra vez. La enfermera trató de calmarme pero fue inútil, llamó a un doctor y juntos me sostuvieron porque estaba pataleando como una loca. Estaba entrando en una ataque de pánico horrible.
—Elsa, te daremos un calmante para que te relajes ¿sí? —dijo el hombre. Su voz me molestó y no sabía por qué, quería que me soltara de inmediato, quería salir corriendo.
—¡No quiero ninguna de esas mierdas! —respondí a las patadas. La ira me estaba controlando y un molesto calor se instaló en mi pecho.
De pronto, sentí que mis músculos se relajaron y dejé de luchar, la enfermera me había inyectado con una aguja en el brazo el dichoso medicamento, quise gritarle que era una zorra, pero ya no tenía fuerza ni para hablar, poco a poco me quedé dormida otra vez.
***
En medio del sueño sentí como alguien sujetaba mi mano y la apretaba, luego susurraba cosas que no pude entender. Poco a poco retomé el control de mi cuerpo y abrí los ojos topándome con el cabello rubio de Rapunzel, ella era quien tomaba mi mano con fuerza.
Por fin una cara conocida.
—P... punzie —susurré con voz entrecortada. Me solía la garganta como si hubiese comido clavos.
Ella levantó su rostro y chilló de alegría al verme despierta. Pero luego tapó su boca con sus manos.
—Lo siento, pero estoy muy feliz de verte viva, amiga, no sé que demonios te pasó, pero da igual porque estás bien —dijo sonriente —¿Cómo te sientes? —su efusividad logró hacerme sentir un poco más tranquila.
—Como la mierda. Me duele todo, pero aún así no veo ninguna herida en mi cuerpo, es extraño ¿no? —le eché un vistazo a mi cuerpo y todo parecía estar bien, a pesar de que recuerdo que todo se me vino encima.
—No sabría que decirte, no soy médico; sin embargo hay un tema que nos tiene a todos fuera de balance y no sé si estará bien hablarte de esto pero... —titubeó.
—Dime, ya abriste la boca, así que habla de una buena vez —frunci el ceño un poco irritada con tanto misterio. Si me va a decir las cosas que no se ande con rodeos, ese tipo de cosas me hacen enojar.
—Mmm, creo que no es buena idea, ¿ves? Ya te exaltaste —contestó cruzándose de brazos como una niña —Mejor llamaré al doctor.
Mi amiga se levantó sin darme oportunidad de hablar, luego salió por la puerta dejándome confundida y enojada.
Miré mis manos y noté una irregularidad en ellas y es que, de un momento a otro ya no son tan blancas, mi tono de piel se había oscurecido como si hubiese pasado un buen rato bajo el ardiente sol, también noté que mi cabello había oscurecido a un tono parecido al de Rapunzel.
¿Qué me pasó?
Pasé mis manos por mi cuello hasta llegar a mi pecho, un recuerdo se instaló en mi mente; yo, atada a una silla y un hombre de cabello negro y ropa negra clavándome una aguja en esa zona. Mis ojos se abrieron como platos ante el dolor por el que pasé.
Ahora recuerdo todo, incluyendo al cobarde de Jack viéndome caer al suelo sin hacer nada. De sólo pensarlo empezaba a sentir ese ardor en mi pecho de nuevo, y que poco a poco se movía hasta mis manos. Respiré profundo tratando de recuperar la tranquilidad, aunque la imagen de ese estúpido peliblanco no me dejaba. Preferí pensar en otras cosas.
Necesitaba saber qué le sucedió a los demás, pero por ahora tenía que estar postrada en esta cama. Necesitaba saber de mi sobrina y sobre todo lo que ahora me estaba pasando. Simplemente no me sentía normal, no sentía como yo.
—Hola Elsa, que bueno que estés más calmada —mencionó un médico que entró por la puerta. Me sonrió levemente como si yo fuera una niña asustada— Quiero ver como estás tú y tu bebé.
De pronto el calor volvió a mi cuerpo. Esa última palabra resonó en mi cabeza como fuertes relámpagos. Mi pulso, sin querer, se aceleró y recuerdos del pasado volvieron a mi cabeza con más fuerza que antes.
—¿Qué? ¿Puede repetir lo que dijo? —dije con una risa nerviosa. Seguro el hombre se equivocó o yo estoy tan desorientada que escuché mal.
—¿No lo sabías? Elsa, tienes cinco semanas de embarazo —repitió, pero yo lo escuché como si lo hubiese dicho en cámara lenta.
Quedé pasmada y con la boca abierta. Reí como idiota, la risa era inevitable. Una energía negativa comenzó a envolverme sin que yo pudiera hacer nada. Sentía que iba a perder el control pronto.
—Que buena broma doctor, no creía que fuese tan gracioso —pasé mis manos por mi cabello. No lo podía creer, era mentira. Una maldita mentira.
—No es una broma —contestó serio.
Mi rostro se desfiguró en una horrible mueca. Sentí como si me hubieran mojado con agua helada, a pesar de que ahora sentía que mi temperatura subía. Mi corazón latió más rápido que nunca y me cerebro no lo captaba aún.
—¡No! ¡Yo no puedo estar embarazada, no otra vez! ¡Deje de jugar conmigo! —grité y él llamó a un par de enfermeros.
Sentí que nada andaba bien, me quité las sábanas de mi cuerpo y miré mi vientre.
Esto no me puede estar pasando a mí. No, no ,no. ¡Es mentira! No puedo tener un bebé en mi vientre ¡No!
Enterré mis dedos en la carne de mi abdomen con la intensión de eliminar cualquier rastro de vida dentro de mí. Lágrimas de desesperación resbalaron por mi rostro, tan rápido como el calor ascendía y la locura se aferraba a mí con fiereza.
Los enfermeros tomaron mis manos, pero una mueca de horror se dibujó en sus rostro. Se alejaron de mí y observaron sus manos, éstas estaban rojas, quemadas.
¡Quemadas! ¡Dios!
Miré mis manos y estaban encendidas; las flamas acariciaban mi piel sin quemarla, ahogué un grito de sorpresa, abrí la boca y traté de apargalas, pero lo único que lograba era quemar las sábanas, comencé a gritar como loca y el doctor no hacía nada estaba pasmado. Los enfermeros me miraban con miedo y uno de ellos susurró algo horrible.
—Monstruo...
Cerré los ojos creyendo que con eso despertaría de ese mal sueño, pero no era un sueño sino una realidad. Sin embargo, todo se acabó cuando me desmayé sobre la cama...
***
—¡Eplíqueme qué es lo que tiene ella, porque desconozco cómo pudo hacer algo como eso! —decía el doctor horrorizado.
—Mire señor, yo tampoco sé que le ocurrió, pero no debe preocuparse —escuché la inconfundible voz de Flynn. Sonaba tranquilo, pero algo me decía que solo era una fachada.
—¡¿Que no debo preocuparme?! —reclamó el otro, hecho una furia — Quemó a los enfermeros, causó un desastre en esta habitación. Los policías deben saber —amenazó.
—Nadie hablará con ningún policía —abrí los ojos poco a poco y vi como Flynn le apuntaba con un arma al médico —¿Sabe qué va a hacer? Va a decirle a sus enfermeros que nada pasó, y sí alguien les pregunta algo, fue un accidente ¿entendió? Si habla de lo que pasó buscaré a su familia y la mataré —amenazó y luego despachó al asustado doctor.
—No era necesario hacer eso —susurré y él guardó su arma en su pantalón informal.
Tenía un brazo enyesado y varias heridas en el rostro. Además, estaba enojado, muy enojado.
—Elsa, nada está bien contigo. Es que... —respiró profundo y después continuó —Esto no es normal ¿sabes? Ya no eres normal, y no sé que pasará contigo y con lo que tienes, además de que esperas un hijo.
Traté de no llorar, pero fue imposible, me eché a llorar traté de cubrir mi rostro con mis manos, pero temía que se encendieran de nuevo. Temía lastimar a alguien, no me soportaba.
—Tú no sabes como me siento —hablé después de recuperar la voz —me siento como un bicho raro, como una abominación, tengo miedo de mí misma, tengo miedo de lastimarlos si me salgo de control y si, ¿termino siendo como Jack? No quiero ser un monstruo.
—¿Sabes? Yo también me siento como la mierda, mi equipo está hecho mierda, mi cuartel está hecho mierda, mi mundo está una mierda y no sé cómo voy a sacarlos de esta, no sé cómo podré ayudarte, perdón —dijo y por primera vez pude ver dolor en su mirada.
Tomé un respiro y luego dije:
—Mátame, así acabarás con mi dolor, con lo que soy ahora, así no le haré daño a nadie —dije entre lágrimas.
Había tomado una decisión precipitada, pero era la mejor. Debía morir antes de acabar con todo y con todos.
—No, no voy a dispararte y acabar con esa nueva vida, no —hizo una mueca y después salió corriendo del cuarto.
Me quedé llorando ahí, desconsolada y apunto de querer lanzarme por la ventana. Mi vida estaba cada vez peor, no habrá nunca un día de felicidad para mí. Este niño no podrá vivir con una madre como yo y con un padre...
Grité con fuerza y mis lágrimas mojaron la almohada blanca. Quise que todo se acabara, pero mi sufrimiento será interminable, siempre vendrá un golpe más fuerte que el anterior.
El día pasó lento y nadie más entró en mi habitación, dejándome con mis lágrimas y sollozos. Dormir fue un martirio, pesadillas me acompañaron toda la noche, en ellas estoy yo en medio de las llamas, pero éstas no me hacen daño alguno. En otra aparecen mis seres queridos muertos con el rostro llenó de decepción y odio.
Creí que nada iba a ser peor, cuando al otro día Hiro entró a mi habitación, cerró la puerta con fuerza y se me quedó viento un par de segundos.
—Hola, Elsa —fingió ser amable —Felicidades por lo de tu embarazo —su tono irónico no me pasó por desapercibido.
—Por favor no quiero hablar de eso —Murmuré, cansada de hablar, de tratar de explicar, de vivir.
—No, hablaremos de eso —negó con la cabeza y me dedicó una mirada fría — ¿Ya le diste la noticia a Jack? —escupió, cual víbora venenosa.
Desvié la mirada hacia la ventana. No quería tocar el tema, quería deshacerme del resultado de un momento fugaz y estúpido. No quería pensar en ese día y mucho menos en quien me ha causado tanto dolor, ya es suficiente con saber que me he convertido en algo como él.
—¿Qué te hace pensar que es de él? ¿Acaso estás loco? Yo odio a ese tipo —volví a mirarlo a los ojos. Tenía que mentir o todos se darían del tremendo error que fue enredarme con ese sujeto, sin siquiera pensarlo.
—Mentirosa, arpía mentirosa —siseo, y me señaló con el dedo —¿Crees que no me di cuenta? ¿Crees que soy imbécil? Y ni se te ocurra decir que es de mi hermano porque eso sería lo peor que podrías hacer —sus palabras empezaron a herirme, quería que cerrara la boca de una vez.
—¿Qué pretendes con esto? —comencé a enojarme ante sus acusaciones y malas palabras — ¿Hacerme quedar como una zorra frente a todos? Ya deja de imaginarte cosas que no son ciertas —lo fulminé con la mirada.
—Lo son —subió el tono de su voz y eso no me agradó — Me di cuenta que te interesaba cuando le salvaste la vida, cuando evitaste que le perforara la cabeza con una bala —recordé aquel día como si fuera ayer — Flynn fue un imbécil al enviarte con él al cuartel general, seguro que aprovecharon ese tiempo a solas para revolcarse juntos —me atacó con más rabia —Eres una perra, Elsa, traicionaste a mi hermano con su asesino.
—¡Cállate! —grité. La ira y el calor me estaban dominando y eso no le convenía.
—Ah, no te gusta que te digan la verdad en la cara ¿verdad? —continuó echándole leña al fuego, a la hoguera que estaba sintiendo por dentro.
—¡Vete! —me agarré la cabeza, tratando de controlar mi enojo y mi nuevo poder, pero era una energía demasiado dominante.
—Oh claro, necesitas descansar para que tu bastardo no muera —me senté en la cama a punto de perder la cordura. Sus palabras estaban calando en mi interior.
—¡Ya detente! —grité e involuntariamente le lancé una bola de fuego al cuerpo.
Su cuerpo impactó contra una silla y su ropa comenzó a quemarse. Gritó y eso hizo que me quebrara una vez más...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top