Capítulo 43
Elsa
Abrazo con fuerza el cuerpo de Hiccup buscando confort con su contacto. Necesito tanto un amigo a mi lado y estoy más que segura que él lo es.
Me siento rota, herida, enojada, todo me está afectando. Mi mente no deja de proyectar la imagen de mi hermana inerte, fría y con los ojos desorbitados. Me cuesta mucho evitar el derrame de mis lágrimas.
Hiccup no para de acariciar mi espalda y susurrarme que todo va estar bien, pero sé que es mentira, que nada lo está y que mi vida está deshecha.
—Elsa, por favor ya para de llorar, sabes muy bien que no me gusta verte débil. Eres una mujer fuerte que puede sobrellevar los problemas. No dejes que un sujeto como ese te haga sentir mal, tú vales mucho —susurró con cariño.
Me separé de su cuerpo y miré sus ojos verdes que parecían dos hermosas esmeraldas.
—No es por él por quien me siento así. Es que... —solloce. Él me envolvió en sus brazos otra vez, pero me alejé de él en un segundo —Acabaron con lo que más amaba, hicieron pedazos mi corazón.
—¿Qué quieres decir con esto? —preguntó confundido.
—Hiccup... Baymax acabó con la vida de mi hermana de la peor forma posible y yo, fui testigo de ello, no pude hacer nada —dije con la voz entrecortada. Abrió los ojos como platos.
—No es posible. Esto está mal —hizo una pausa y luego estalló —¡¿Pero que mierda le sucede a ese puto robot?! Elsa, lo siento mucho, de verdad no sé qué está pasando.
—Yo tampoco sé por qué lo hizo. Todo es mi culpa, si no hubiese salido con él aquella mañana no lo hubieran convertido en eso —coloqué mis manos sobre mis ojos y lloré con fuerza.
—Hey, no es tu culpa, es solo que tenemos un enemigo que nos quiere hacer pedazos, pero está en ti y en mí evitar eso —sujetó mis manos y las alejó de mi rostro —Dime una cosa, ¿cómo sucedió todo? —cambió de tema.
—Y... yo salí un rato de casa a dar una vuelta y cuando regresé encontré a mi hermana siendo estrangulada por Baymax, traté de ayudarla, pero él me golpeó con fuerza. Fue... Horrible, sentí impotencia y rencor al no poder evitar su muerte.
—Sé lo que siente perder a una hermana, te entiendo —dijo con tristeza palpando su rostro. En fin, ¿Qué pasó después?
Guardé silencio porque no sabía qué responderle, no sé cuál sería su reacción al saber quién fue el que me ayudó.
Tomé aire por la nariz, limpié mis lágrimas húmedas y luego dije;
—Recibí ayuda por parte de...
—¡Elsa, gran trabajo! Atrapaste a esa sabandija de mierda que no hacía más que causar problemas. Por fin alguien me trae una buena noticia —me interrumpió Flynn al llegar junto a nosotros —Creí que estaba muerto, pero parece que tiene más vidas que un gato.
Desvié la mirada. Él creía que yo se lo había traído en bandeja de plata; sin embargo, fue el mismo Jack quien vino hasta aquí y decidió entregarse, según él, que lo había hecho por mí, pero yo no le creo nada.
—Sí, será mejor que de una vez por todas pague por todo el mal que ha hecho —dije sin sostenerle la mirada —Ahora si me lo permites, quisiera descansar.
Traté de hacerme la fuerte, que no estaba pasando nada, pero la voz me sonó ahogada gracias a las lágrimas agolpadas en mis ojos.
Flynn iba a responder pero de imprevisto llegó Honey con Angie tomada de la mano.
—Perdón por interrumpir, pero, Elsa está niña dice que es pariente tuyo. La encontré escondida en medio de un arbusto llorando.
Miré a mi sobrina y, en efecto, tenía los ojos rojos por el llanto. La rubia la soltó y ella corrió hacia mí, la tomé en brazos y la abracé con mucho afecto.
—¿Me puedes explicar quién es ella? —preguntó Flynn con un ápice de enojo. Angie se abrazó más a mi cuerpo —Y, ¿por qué está aquí?
—Es mi sobrina. La traje porque... Su madre murió y soy lo único que le queda —murmuré.
—Bien, espero que puedas mantenerla al margen de todo y no me provoque problemas. Es la primera vez que un niño pone un pie en estas instalaciones, así que, no quiero verla por ahí molestando ¿Entiendes?
—Sí, ella se portará muy bien. Te lo prometo.
—Edúcala bien para que más adelante se convierta en la mejor agente —dijo y después se despidió de nosotros.
—Vaya, es muy linda —elogió Honey con una sonrisa en sus labios —Lamento lo de su madre. Si necesitas ayuda con ella no dudes en decirme, es que, amo los niños y siempre quise tener uno, pero el ser agente especial me lo impidió.
—Mmm, gracias. Quiero irme a dormir si no te importa —dije acomodando la cabeza de Angie en mi hombro, su respiración suave me hizo saber que se ha quedado dormida.
—No hay problema, es mas, en este momento yo también me iré a dormir, así que, descanza y felicidades por atrapar a ese criminal —sonrió y se alejó de mí, no sin antes despedirse con un movimiento de mano.
Giré en mis talones e inicié a caminar hacia las habitaciones.
—Oye, aún sigo aquí ¿sabías? No has terminado tu conversación conmigo —dijo Hiccup a mi espalda.
—Quiero estar sola. Hablamos luego —retomé mi camino dejándolo allí plantado en medio del patio.
Dejé el cuerpo de Angie sobre la pequeña cama de la habitación, pasé las sábanas sobre su cuerpo y besé su frente como despedida.
—Solo quedamos tú y yo contra el mundo —susurré.
Caminé hacia la puerta, no sin antes darle un último vistazo. Tuve que dejarla en otra habitación cercana a la mía por cuestiones de comodidad y porque quería estar sola.
Cerré la puerta de madera y entré a mi cuarto, en donde dejé que mi cuerpo resbalara por la puerta hasta caer sentada en el suelo, para luego liberar las últimas lágrimas que me quedaban. Es que, de solo recordar que el cuerpo de mi joven hermana quedó allá tendido en la alfombra y de que no podré siquiera darle un entierro digno, me hace querer acabar con todo. Si no hubiese sido por ese entrometido peliblanco, yo estaría abrazándola por última vez.
¿Por qué tuvo que hacerlo?
Mejor me hubiese dejado morir con ella. ¿Acaso nunca llegará mi momento? Siempre morirán los que me rodean menos yo. Primero mis padres, luego Tadashi y ahora Anna. No es justo.
Todo iba tan bien, nuestra relación estaba mejorando, pronto iba a obtener su perdón, pero todo se fue a la mierda cuando soltó su último respiro.
Golpeo una vez más el suelo tratando de sacar de mí todo el dolor que tenía, quería que me sangraran los nudillos solo por necesidad de dolor.
Me puse en pie y me lancé a la cama tomando la almohada y abrazándola como si fuese mi madre cuando me consolaba. Ella fue la única testigo de cuánto lloré hasta que mi cuerpo no pudo más y me quedé dormida con el recuerdo de mi adorada pelirroja.
En los días siguientes no dejé a nadie entrar a mi habitación, me aislé de todo y de todas, ni comer quise. Me sentía tan mal que no quería ni ver la luz del sol. Solo una vez dejé entrar a alguien y fue Honey para decirle que cuidara de Angie, ella aceptó e intentó sacarme de la oscuridad de mi cuarto, pero no pudo.
Mi vista se posa en el techo, desde la posición en la que me encuentro se puede observar muy bien, el frío del suelo hace que me sienta más muerta que viva. La depresión me tiene hecha añicos, con el cabello despeinado, con ojeras y bolsas en mis ojos y con la piel aún más pálida de lo normal, y es que me he sentido peor que nunca, mi cuerpo no para de vomitar ni de sentir esos insoportables mareos, parece que hasta aquí llego Elsa Arandelle.
—Vamos Elsa, abre, necesitas algo de comer, has estado mucho tiempo aquí encerrada, Angie no debe ver a su tía derrumbarse, necesita de ti, además, el escuadrón requiere de tu ayuda para atrapar a nuestro desconocido enemigo —insistió Honey desde el otro lado de la puerta.
—Vete, no quiero nada. Déjame sola —pedí con voz ronca.
—Tía, sal, te necesito, no me dejes sola, yo también estoy triste. Quiero verte —escuché la voz dulce de Angie.
Decidí levantarme como pude y abrirles la puerta.
—Te ves muy mal —dijo Honey al ver mi deprorable aspecto.
Angie me abrazó al verme y lloró haciéndome sentir mal.
—No llores, hermosa, que haces que yo también quiera hacerlo —susurré colocándome a su altura.
—Mami no quisiera verte así —sollozó y abracé su pequeño cuerpo con fuerza —Prométeme que comerás y saldrás de aquí. No quiero perderte.
Besé su frente y luego dije:
—Trataré de salir de esta, por ti, porque ahora eres mi pequeña niña y no quiero verte llorar.
—Que bueno escuchar eso porque te he traído algo de comer —mencionó Honey mostrándome una bandeja con comida.
—Gracias —fue lo único que pude decir.
Me separé de Angie y comí de lo que había traído mi compañera. Mi estómago agradeció la acción y pude sentirme un poco mejor.
—Todos se han preguntado por qué estás encerrada, desde luego les he dicho que simplemente no te sientes bien y que pontro serás la misma que esto solo es un bajón de animo, nada más —comentó mientras me observaba comer.
No respondí nada, solo continué comiendo, en algunas ocasiones paraba, pero era Angie quien me paladeaba con la cuchara en un gesto de lo más tierno, que, después de varios días, me hizo sonreír.
—Tienes que comer para estar fuerte —dijo entusiasta.
Por esta niña superaré todo...
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