Capítulo 42

Jack

Mi puño impactó contra el de la máquina, ocasionando un fuerte ruido; que seguro se escuchó por todo el vecindario. Sentí mi poder latir dentro de mí, la ira y la adrenalina me invadían, por lo que liberé toda mi energía contra el robot. La pobre chatarra chocó contra la pared blanca de la casa, terminando luego en el suelo.

Después de recuperar la compostura, giré mi rostro y observé a Elsa abrazando el cuerpo de una mujer inmóvil. Vi cómo lloraba y gritaba su nombre, estaba destrozada. Pude experimentar su dolor en carne propia sin importar la distancia que nos separaba, ese sentimiento ardía en lo más profundo de mi podrido ser.

Estaba tan distraído siendo testigo de la tristeza ajena, que no pude evitar el fuerte golpe que me atestó el robot en toda la maldita cara. Mi cuerpo se estrelló contra el duro suelo y el escozor en mi rostro empezó a molestarme. He de aceptar que tenía una fuerza impresionante, pero no lograba amedrentarme. Basta una gran cantidad de poder para destruirme.

Sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca, escupí el líquido carmesí y limpié mi boca con mi lengua, luego me incorporé. En segundos me recuperé y le agradecí por, primera vez al destino, tener estas anormales habilidades.

El robot se estaba acercando peligrosamente a Elsa y ella ni por enterada. Mi corazón latio con fuerza, no quería que la tocara  por lo que tuve que atravesarme y empujarlo muy lejos de ella cayendo juntos al suelo. Aproveché la oportunidad y golpeé con todas mis fuerzas su pecho metálico. Pensaba golpearlo tan fuerte hasta que mis huesos se quebraran.

El robot detuvo uno de mis puños y lo apretó con mucha fuerza, creí que iba a lograr partirme la mano; sin embargo, lo único que hizo fue empujarme lejos de él y luego patearme el abdomen. Por un momento me quedé sin oxígeno y vi puntos negros oscurecer mi vista.

La ira se apoderó de mí, ya estaba cansado de terminar caído, ese hijo de perra no me podía ganar. Pensando en ello me levanté de un salto y volví a la lucha, lleno de energía, la cual aproveché para lanzarle un rayo, tan feroz como mi rabia. Mi ataque destruyó parte de su brazo y eso me encantó. Consciente de esto, él no dudó en devolverme el golpe con un disparo de energía de su puño. Para mi desgracia no lo pude esquivar y golpeó mi cuerpo y no solo eso, era tanta la fuerza de esa energía, que terminé traspasando la pared y caí a la calle.

El puto robot se había hecho mucho más fuerte, me estaba quedando sin opciones, además, mi cuerpo estaba lastimado. Tardaré unos minutos en sanar, tirado en medio del asfalto, humillado nuevamente. Mi ropa estaba rota, sangre bañaba mi rostro y mi respiración era dificultosa. De un golpe me había roto uno que otro hueso.

—Vaya, si que eres fuerte. ¿Usas esteroides? —le dije cuanto sentí sus fuertes pisadas tras de mí.  Tenía la mirada puesta en el cielo y contaba los segundos que faltaban para volver a estar bien.

Traté de levantarme, pero el cuerpo todavía no me daba, algo que él aprovechó para patearme lejos de él. Mi cuerpo chocó contra un auto, encendiéndole la alarma. Quedé tendido de nuevo y con más dolorosas heridas en mi piel.

—Tengo órdenes de acabar con tu vida y llevarme a esa niña. Asi que, ¿Cuáles serán tus últimas palabras?  —mencionó con voz profunda. Era un maldito demonio hecho de metal y de verdad empezaba a tenerle fastidio.

El robot se mantuvo de pie, preparado para romperme el coccix y demás huesos. Pero no me iba a dejar por nada del mundo.

Hasta aquí llegaste cabron.

—¿Para quién trabajas? —pregunté dando dos pasos hacia él.

Me resultaba interesante saber quién demonios estaba detrás de toda esta mierda. Saber quién me quiere ver muerto y qué tiene que ver Elsa en esto.

—No estoy autorizado para darte esa información —se negó.

—Ya veo —sonreí al sentirme completamente sano —Descarto que trabajes para el cuartel ya que trataste de matar a una de tus compañeras. Además, ¿Qué tiene de especial una niña? —agregué.

Ahora que lo pienso el hijo del diablo tiene algo con las niñas y por su maldita culpa murió mi supuesta hermana, aún tengo que vengarla por cierto. Ese miserable no volverá a tocar a un ser tan vulnerable como un niño.

—Basta de charlas. No conseguirás información de mi parte —dijo y se colocó en posición de batalla.

Sonreí como el gato de Alicia en el país de las maravillas, cuando vi como mi cuerpo se recargaba de energía, y como todo atisbo de dolor se iba. Estaba preparado para una segunda ronda, en la que no pensaba perder.

Dejé que la electricidad fluyera por mis brazos y después le lancé una poderosa descarga que rodeó su metálico cuerpo. Logré debilitar sus defensas, pero no conseguí herirlo como deseaba. Al parecer mis ataques no tenían el mismo efecto de antes y eso me enfadaba.

De pronto mis ojos se abrieron de par en par cuando me di cuenta que absorbió mi poder y lo usó como suyo, lanzandome una ráfaga de energía impresionante. Crucé los brazos en frente de mí como defensa, la energía impactó conmigo moviéndome tres pasos atrás. Mis brazos desprendían humo cuando la energía se disipó  por completo.

Era increíble como se había adueñado de mi poder y además lo duplicó en mi contra. Ese infeliz no sería tan fácil de vencer ahora que desarrolló una nueva habilidad.

Sin embargo, no me quedé atrás. El siguiente ataque fue de mi parte. Tomé el auto en el que había caído y se lo lancé con toda la fuerza que mis brazos pudieran tener, como alguna vez él lo había hecho.

Conseguí derribarlo con el vehículo, y sin pensarlo dos veces, choqué mi puño contra el suelo y toda la electricidad que poseía corrió por el suelo hasta llegar a la máquina, ésta se apagó por completo. Todas las casas del conjunto quedaron por un momento sin energía, gracias a que la tomé toda.

No perdí la oportunidad y corrí a toda prisa hacia la casa donde estaba Elsa. Cuanto me adentré en la casa sentí un leve mareo que me hizo detener de momento. Parpadee un par de veces para no desfallecer. Mi cuerpo había servido como conducto de tanta energía que me había quedado sin la mía.

Tomé fuerzas y como pude llegué junto a la rubia que estaba sosteniendo a una niña por los hombros.

—¡Tienes que curarla! —gritó desesperada. La niña lloraba sin consuelo.

—N... no puedo —dijo derramando lágrimas por sus mejillas.

Elsa gritó con tanta fuerza, que creí que su garganta se iba a desgarrar. Estaba enloquecida. En lo que llevaba de conocerla jamás la había visto tan fuera de sí.

—¡Tú puedes hacerlo! —insistió, pero la niña negó con su cabeza.

Elsa, derrotada, se acercó de nuevo al cuerpo inerte de esa chica. En ese momento intervine y puse mi mano en su hombro.

—Elsa, tenemos que irnos. Este lugar ya no es seguro —susurré.

Ella volteó su rostro y me observó con detenimiento. Pude notar sus ojos enrojecidos gracias al llanto. Era una persona completamente diferente a la que conocí hace un tiempo.

—¡No! —gritó y empujó mi mano. Fue algo grosera, pero traté de entender por lo que estaba pasando.

—Entiende que solo quiero ayudarte —insistí. Algo molesto.

—¡No necesito tu ayuda! —replicó con un tono de voz más alto.

—¡Claro que sí! —exploté —¡Así que, vámonos ahora mismo! —la agarré por la cintura, pero ella pataleó e impidió que la levantara.

—¡Ya te dije que no! ¡No pienso abandonarla!

—¡Está muerta maldita sea! —afiancé mi agarre.

Ella no paraba de gritar y lanzarme puñetazos a la cara. Al final opté por golpearla en la nuca y dejarla inconsciente. Su cuerpo cayó en mis brazos. Observé su rostro y retiré los cabellos sueltos que cubrían su rostro. Luego la tomé en brazos y me encaminé hasta la destrozada puerta.

Me detuve cuando escuché un sollozo tras de mí. El llanto era infantil. Giré en mis talones y observé a través de la poca luz, a una niña sentada en una esquina ocultando su rostro con sus manos.

—Oye, tenemos que irnos —dije sabiendo muy bien que esa chiquilla es a quien estaba buscando la máquina. Algo me dice que significa algo para Elsa por lo que decido que lo mejor será llevarla conmigo —Ven.

La niña levantó su rostro y noté que tenía unos hermosos ojos azules y en su cara se pintaban algunas pecas. Tenía cierto parecido con la rubia desesperante que llevaba junto a mí.

—No quiero —susurró con voz ronca.

—¿Piensas entonces morir aquí? —espeté —Mejor ven conmigo a un lugar seguro.

—No. Tú eres malo, solo me harás daño al igual que lo hiciste con mi tía Elsa —puse los ojos en blanco ante su molesto comentario.

—Eso es mentira. Yo no te lastimaré, no soy tan malo. Además lo único que deseo es salvarlas a ti y a Elsa, ella significa mucho para mí —mencioné lo más calmado que pude.

—¿La quieres? —preguntó dejándome bloqueado.

Moví la cabeza quitándole importancia al tema en particular. Meditaré la respuesta en otra oportunidad.

—Eso no importa ahora —fruncí el ceño y luego le dije —Mira niña, si no quieres venir conmigo te mueres. Así que, tú decides.

Retomé mi camino a toda prisa, pero paré al sentir algo rodeando mi pierna.

—¡No me dejes! —sollozó abrazándose más a mí.

—Bien, sújetate de mi cuello —dije y me agache para que pudiera colgarse de mi nuca.

Después de ello, corrí a toda velocidad por las calles oscuras de la ciudad. Elsa seguía inconsciente, mientras que la niña no paraba de llorar en mi hombro. Me importaba poco no tener mucha energía o que podría chocarme con algo o alguien, tenía que llevarlas a un lugar seguro ahora que el bondadoso Jack apareció de entre lo más profundo de mi oscuridad.

Cuando vi a Elsa en ese centro comercial sentí la necesidad de buscarla, de verla, de hablarle, pero ella no quiso siquiera que me le acercara. Pero como soy terco, decido seguirla, y doy gracias al cielo por haberlo hecho ya que pude salvarla de una inminente muerte.

Luego de correr por un par de horas, el cuerpo me pide descanso, el cual no le quiero darle, he gastado tanta energía en el combate con esa máquina, que me he quedado sin aire. Luego sentí como mi cuerpo caía al suelo.

Mis piernas chocaron contra el duro suelo, el cuerpo de Elsa lo dejé caer con mucho cuidado. La niña se soltó de mí y me miró con preocupación.

—¿Estás bien? —susurró.

Pasé desesperadamente mis manos por mi rostro tratando de estabilizar mis sentidos. Estaba exhausto, corrí tan rápido que mis piernas ya no pudieron darme más.

—Sí. Solo estoy cansado —respondí con suavidad.

Aún queda un kilómetro para llegar hasta el cuartel, donde quiero llevar a Elsa, y no estoy seguro de poder con ambas chicas. Además, estoy seguro que cuando llegué allí querrán matarme y encerrarme de por vida, pero no quiero que a ella le ocurra algo.

La pequeña niña se acomodó cerca de Elsa y tocó su frente.

—Ella es todo lo que me queda —susurró con la voz rota —Ella es la única que me puede proteger de las personas malas.

—¿Qué clase de personas? —me dió curiosidad saber.

—Las que no pueden entender que soy diferente —respondió mirando a la rubia.

—¿Sabes? Yo también soy diferente como tú. Solo que yo no tengo quién me proteja. Todo mundo me odia, yo también me odio. No creo que puedas entenderlo, eres demasiado pequeña —dije con pesar.

—En realidad sí lo hago. Te entiendo porque me han tachado de niña rara —se encogió de hombros y suspiró.

—¿Por qué? Yo te veo como una niña normal. Yo, por el contrario soy un monstruo.

—No lo eres —sonrió.

—Vamos a ver si esto te hace cambiar de opinión —cambié mi aspecto y ella abrió los ojos como platos —Ves, te lo dije.

—Tus ojos... —murmuró —Son iguales a los míos.

—No digas tonterías, tus ojos son azules y... —no seguí hablando porque los ojos de esa niña se tiñeron de color dorado. Ahogué un grito de pura sorpresa.

—¡¿Cómo demonios hiciste eso?! —exclamé y ella se encogió de hombros —¡Cielos! Pensé que era el único.

—Pues no. Y eso no es todo lo que puedo hacer —dijo tímida.

—No es cierto —dije aún con asombro.

Ella se acercó a mí y colocó una de sus manos en la parte de mi rostro donde tenía las marcas y de pronto sentí una calidez extraña en esa zona. Cuando retiró su mano de mi rostro y se alejó, toqué mi cara con las yemas de mis dedos y noté que habían desaparecido.

—No es posible... —dije atónito —¡Eso fue increíble! Por eso esa máquina te quería llevar consigo. Es que eres... magnífica. Me siento recuperado, con nuevas energías, todo gracias a ti. Acepto que me dejaste boquiabierto.

Sonrió y sus mejillas se colorearon de rojo.

—Gracias.

Por más que lo intenté no pude evitar ver a Emma en el cuerpo de esa niña, sentí como si estuviese hablando con mi hermana, y es que se parecen en lo tiernas y bondadosas. Por lo que decidí proteger a este ángel que me mira a los ojos y evitar que muera en manos de esa hojalata como sucedió con Emma.

—Debemos retomar nuestro camino. Cuanto antes tienen que estar en el refugio —me puse de pie y alcé el cuerpo de Elsa.

Me acuclille para darle acceso a mi espalda, pero la niña dudó e hizo una mueca.

—¿Estarás bien? ¿Podrás con ambas?

—¡Claro! Oye no me subestimes, soy más fuerte de lo que crees, además, al sanar mi cuerpo, me has hecho aún más fuerte. Te lo agradezco nuevamente —Sonreí y con esto ella se sintió más segura.

—De acuerdo —se trepó a mi espalda y seguimos a nuestro destino.

Avancé mucho más rápido que antes. Estaba al cien. En menos de una hora había llegado al cuartel.

Elsa comenzó a abrir de a poco los ojos, parpadeó un par de veces y luego la resolución llegó a ella, se soltó de mi agarre y empujó mi pecho.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —gritó llamando la atención de los guardias —Angie, aléjate de él —tomó la muñeca de la castaña y la pegó a su cuerpo de manera protectora.

—Elsa, yo solo quería protegerte y traerte a un lugar seguro —dije con voz ronca.

—Ni pienses que te lo voy a agradecer, es mas, te has condenado al venir aquí ¿lo sabías? —espetó con enfado.

—Pero tía, él no es malo, por el contrario, es igual a mí —intervino la chiquilla.

—¡Ya te lavó el cerebro! —exclamó —Tú jamás serás igual a él. ¿Entiendes?

Angie desvió la mirada.

—Sabía de antemano lo que me iba a suceder, pero lo he hecho por ti. Por protegerlas —di un paso y ella retrocedió tres.

—Ahora te crees el héroe, pero no lo eres. No te queda el papel de bueno, tú lo único que haces es daño —sus ojos se cristalizaron —Será mejor que olvides lo que pasó entre nosotros.

—Pero yo... —tartamudee como nunca lo había hecho.

—¡Guardias! —dio la voz de alarma y muchos hombres armados se acercaron a mí. En contados segundos ya tenía a casi cien hombres rodeándome —Ni se te ocurra escapar Jack, lo único que te queda es aceptar tu destino.

Me arrodillé en muestra de rendición y coloqué mis manos detrás de mi nuca.

—Vaya, has regresado, Frost —mencionó el hombre castaño que me había interrogado la última vez que estuve aquí —Te daba por muerto, pero es bueno saber que ahora sí pagarás por todos tus crímenes —dijo orgulloso el muy imbécil —Llévenlo adentro.

Me sujetaron por los brazos y me llevaron al interior del establecimiento. Muchos agentes me veían de refilón, pero solo un pelinegro me miraba directamente a los ojos con mucho odio.

—¡Bastardo! —escupió y se acercó peligrosamente a mí y sin siquiera dudarlo me propinó un certero golpe en el abdomen.

—Hiro ¡basta! —interfiere una mujer rubia.

El pelinegro río a carcajadas y luego me dijo:

—Te espera una larga condena en el calabozo. Me encantará verte encerrado como un animal por lo que te resta de vida. Mi hermano estará muy feliz al saber que su asesino va a pagar por su muerte. Aunque hubiese querido que te hubieras muerto —soltó y yo enarque una de mis cejas.

—Gracias por tus buenos deseos —ironicé.

—Ya lleven a ese pedazo de mierda a su nuevo hospedaje —ordenó el castaño de ojos marrones.

Busqué entre todos esos hombres a la rubia que tanto me odia y la encuentro en brazos del castaño de ojos verdes, llorando como solo ella sabe hacerlo.

Apreté mis mandíbulas con ira, no me gustaba verla con otro sujeto, no me gustaba que la tocara otra persona que no sea yo.

—¡Elsa, no olvides que significas algo para mí! —solté solo para molestarla. Todos se quedaron mudos, ella se apartó del pecho de ese sujeto y me fulminó con la mirada.

Pasados unos minutos llegamos a mi celta, me colocaron esas detestables cadenas aislantes y me encerraron en la celda más fría y protegida de todo el maldito lugar. No era una prisión común y corriente, era especializada para tipos como yo.

Ya no hay escapatoria. Estoy aquí y aquí me quedaré por siempre. Es imposible que pueda volver a ver la luz del sol, es triste saber que tendré que pudrirme en este lugar.

Me dejé caer al suelo y junté mis rodillas contra mi pecho. Será una estadía larga. Pero igual, ya he estado en estas condiciones antes, encerrado y solo.

Cerré los ojos para relajarme y no empezar a golpear los muros de mi cárcel hasta ver mis nudillos sangre. Después de un rato decidí dormir y olvidar este día.

***

He pasado varios días aquí encerrado como una bestia, con los grilletes de las cadenas lastimando mis manos y mi orgullo decayendo. Unos días me traen comida otros no. Esto si que es una mierda, no tengo forma alguna de escapar.

Cerré los ojos tratando de dormir, pero una voz femenina me atrajo a la realidad. Por un nanosegundo creí que era Elsa, pero la realidad me golpeó al ver a una chica de cabello negro y ojos azules frente a mí.

—Hola, Ian —pronunció con una voz que se me hizo bastante familiar.

Pero lo que me sorprendió es que estaba en mi celda y por su atuendo pude saber que no pertenece a este lugar.

—¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi verdadero nombre?...

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