Capítulo 29
—Sabe horrible —se quejó Elsa al probar el pescado que habíamos atrapado, giré los ojos.
—Oh vamos chica de ciudad, ¿jamás habías probado un pescado como este? —ella negó con la cabeza —Pues aquí no será tan fácil encontrar una soda con papas fritas.
Le di un mordisco a mi pescado, a mi sí me parecía deliciosio y más asado.
—Ok. En esta isla debe haber algo de fruta —se colocó de pie y caminó hacia los árboles.
—Buena suerte con tu búsqueda —le dije despidiéndome de ella —Cuidado con los animales salvajes. Son peligrosos.
Volteó el rostro y me miró.
—Más peligrosos que tú no lo creo —sonrió con saña.
—ja, ja, ja que graciosa —mencioné con ironía.
—Vamos. Acompáñame.
—Ahora eres amable conmigo ¿eh? —dije cuando estuve a su lado —Además me estás invitando a una cita por el cálido bosque. Como cambian las cosas de un día a otro.
—No te creas importante —contestó.
Reí. Ahora me doy cuenta que lo he hecho varias veces. Cada sonrisa ha sido genuina, no sabía que estar con Elsa me hiciera sentir tan bien.
***
—Llevamos horas caminando y no hemos encontrado tus supuestas frutas —hablé mientras caminábamos por en medio del bosque.
—Ahora eres tú el que se queja —dijo Elsa. Ella encabezaba la caminata, mientras que yo me quejaba tras ella —No seas molesto.
Suspiré derrotado y coloqué mis manos detrás de mi nuca con aburrimiento.
Observé el paisaje, solo árboles y arbustos, nada que pudiera causarme verdadera impresión. Iba tan distraído que no me fijé cuando Elsa movió una rama y rebotó en mi cara, dándome en el pómulo.
—¡Oye! —exclamé. Luego escuché una risita por parte de ella.
Iba a reclamarle pero un sonido extraño llamó mi atención.
—¿Escuchaste eso? —le pregunté.
—¿Escuchar qué? —respondió con otra pregunta.
—Algo anda mal —susurré para que solo ella pudiera escucharme.
Una rama crujió cerca de nosotros alertándome. Elsa se detuvo y empezó a ver cada palmo del bosque, buscando a quien producía esos sonidos.
—Creo que solo fue superstición tuya, no pasa nada —dijo despreocupada.
—Te hablo en serio. Desde que caímos aquí me ha perseguido ese sonido.
—Jack, no hay nada de que... —no terminó la frase porque gritó tan fuerte que mis oídos sangraron literalmente.
—¿Qué pasa? —le pregunté acercándome a ella.
—H... Hay algo ahí —señaló un punto en el bosque.
Me acerqué lentamente a donde ella dijo y me sorprendió lo que me encontré.
—No puede ser —dijo ella al llegar junto a mí —E... Ese es nuestro piloto.
Un cuerpo yacía en medio de la hojarasca, un hombre castaño estaba tendido en el suelo con una profunda herida en su abdomen. Parecía estar muerto.
Elsa trató de tocarlo, pero la detuve de la mano.
—No te le acerques —ella me miró con duda.
De un momento a otro el hombre despertó y tomó a Elsa por el cuello. Pateé su rostro y lo solté de ella. Elsa tosió con fuerza y sostuvo su garganta.
—¿Qué le sucedió? —dijo con la voz cortada.
Miré al hombre y señaló hacia un árbol tras de mí. Giré el rostro. Abrí los ojos como platos al ver a otro hombre colgado del árbol.
—Elsa, hay que irnos ahora mismo —la ayudé a levantar.
Cuando ella vio el cuerpo vi en sus ojos miedo.
Nos alejamos de los dos cadáveres rápidamente. Sin embargo, escuchamos de nuevo ese sonido.
Me detuve y lancé un chispazo de electricidad al arbusto, ya tenía suficiente con este juego.
Un grito hizo que frunciera el ceño.
De entre los árboles comenzaron a salir personas con ropas y armas diferentes a las nuestras. Sus caras estaban pintadas y en su totalidad eran hombres.
—Deben ser alguna tribu indígena —susurró Elsa a mi espalta —Seguro son inofensivos.
—Algo me dice que no lo son —respondí en su mismo tono —Mira las lanzas que tienen.
Todos y cada uno de esos hombres estaban armados con afiladas lanzas que atravesarían tu cuerpo en instantes.
Mantuvimos contacto visual hasta que ellos se comenzaron a acercar a nosotros. Luego se descontroló todo.
—¡Elsa, muévete! —la empujé hacia el suelo cuando uno de esos hombres lanzó su arma.
Los supuestos "indígenas" nos rodearon y comenzaron a atacarnos.
Me enfurecí tanto que cambié mi aspecto, y dejé que mis poderes fluyeran con naturalidad. Electrocuté a varios de ellos, pero Elsa no se quedó atrás también hizo pedazos a algunos.
Le lancé una patada a uno de los desconocidos y lo estampé en un árbol, su huesos tronaron.
Cada vez llegaban más y más sujetos de esos. Respiré profundo y a gran velocidad les clavé a cada uno su propia lanza.
—¡Auch! —se quejó Elsa cuando uno de esos sujetos le rozó el hombro con su arma —¡Lo pagarás bastardo! —gritó y golpeó al hombre con fuerza.
En un instante bajé la guardia y me sucedió exactamente lo mismo que a ella. Solo que yo sané rápido.
—Elsa, salta los más alto que puedas — dije en voz alta.
—¿Qué? —mencionó confundida.
—¡Solo hazlo! —le grité.
Como en una película, todo sucedió en cámara lenta, Elsa saltó y en ese pequeño instante sacudí la mitad del bosque con una fuerte descarga eléctrica quemando todo a mi paso y acabando con todos y cada uno de mis oponentes.
Elsa cayó al suelo, al igual que yo. El esfuerzo me dejó agotado.
Sentí unos pasos tras de mí. Luego una mano se colocó en mi hombro.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
Me solté bruscamente de su agarre y la empujé con fuerza haciéndola caer al suelo.
—¡¿Pero qué te pasa?! —gritó colérica.
No sabía qué me pasaba, pero de algo si estaba seguro, que no quería tener a nadie hablándome.
—¡Respóndeme! —insistió. Me reincorporé y la miré desde mi altura con odio.
—¡Por qué no mejor cierras la puta boca! —le grité y apreté los puños.
Ella frunció el ceño y se colocó a mi altura, claro que yo le sacaba unos cuantos centímetros.
—Oyeme muy bien. No tienes ningún derecho de callarme, puedo decir lo que me dé la gana a la hora que se me dé la gana. Así que no vengas a dártela de muy malo. Porque te lo digo otra vez, no me das miedo —enfatizó la última frase.
—Hay algo que tú no logras entender y es que siempre serás débil. Y no me gusta andar con débiles —contesté grosero.
—Entonces veté al infierno.
—Con gusto te llevaría conmigo, pequeña zorra —espeté, luego sentí la parte interna de su mano rozar mi mejilla.
—Pensé que podrías ser una buena persona por dentro, pero puedo darme cuenta que nunca dejarás de ser un monstruo que no hace más que lartimar a las personas sin compasión. El infierno se quedaría pequeño contigo. No eres más que una basura.
Reprimí el impulso de golpearla porque tenía razón. Solo dejé que diera media vuelta y se alejara de mí.
Caminé en dirección contraria a la de ella, hasta que sentí que poco a poco me iba tranquilizando y volviendo a mi forma normal. Un nuevo sentimiento para mí se instaló en mi pecho: arrepentimiento.
Dejé de caminar y golpeé mi frente con mi mano.
Soy un imbécil.
Corrí a toda velocidad hasta alcanzar a la platinada. Tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido, pude notar que estaba hablando entre dientes.
—¿Por qué tiene que ser tan hijo de puta? —dijo sin percatarse de mi presencia.
—Eso es lo que yo mismo quisiera saber —respondí provocándole un respingo.
Ella giró su rostro. Mi podrido corazón se encogió al ver su rostro mojado por las lágrimas, jamás pensé que le causarían tanto daño mis palabras. Ella notó que le estaba viendo el rostro y disimuladamente limpió sus ojos.
—¿A qué has venido? —hizo una prolongada pausa —A seguir insultándome ¿verdad?
Bajé la mirada con vergüenza.
—No es eso.
—¿Ah no? ¿Entonces qué? —pronunció con un nudo en la garganta.
—Elsa... No es fácil para mí decirlo, pero... De verdad lo siento —mi voz sonó ahogada —Siento ser un imbécil, hijo de puta como tú dijiste, siento haberte tratado de esa forma desde que nos conocimos, siento haberte golpeado. Sé que no soy más que una basura, que no merezco el aprecio de nadie, que cometo errores siempre, que no pienso antes de hablar, que soy impulsivo, arrogante y sobre todo un patán. Pero lo único que quiero es pedirte perdón, y es la primera vez que lo hago desde que desperté en medio del fuego. No sé si podré controlar al otro yo que no hace más que arruinarlo todo. Comprenderé si no quieres hacerlo.
No sé que acaba de pasar conmigo, pero de verdad quería sincerarme con ella y remediar parte de mis errores.
Ella permaneció en silencio, por su mente se han de haber pasado todas esas escenas en donde yo la trataba mal o simplemente no hacía nada para ayudarla, como aquella vez cuando Cedric la golpeó sin piedad. En este momento quisiera romperle la cara a ese idiota.
Algo me está sucediendo, pero creo que será para bien.
—Jack... Para mí también es difícil digerir lo que acabas de hacer, primero me humillas y luego me pides perdón. Esto es nuevo para mí, no estoy segura de que algún día te pueda perdonar por completo.
Algo dentro de mi se rompió al escucharla hablar.
—Pero, puedes conformarte con que desde hoy trataremos de llevarnos bien el uno con el otro ¿sí? —me mostró una dulce sonrisa.
—De acuerdo. Nos llevaremos mejor que nunca, y de algún modo saldremos de aquí. No volveremos a discutir de esta manera. Prometo controlarme —le sonreí de vuelta.
Nos quedamos un instante viéndonos nada más, hasta que ella rompió el silencio.
—Todo esto que ha pasado y todavía no hemos encontrado mi fruta —dijo haciendo un tierno puchero.
—¿Sabes? Haciendo referencia a ese tema, no el de la fruta —aclaré —¿De dónde saldrían esos sujetos?
—No lo sé, pero de verdad nos causaron problemas —contestó —Espero no encontrarlos de nuevo nunca.
—No hay de qué temer, todos esos hijos de puta están muertos —alardee.
Retomamos el camino hacia la cueva con tranquilidad.
—¿Te fijaste que todos ellos eran hombres? —siguió con el tema.
—Sí, era evidente.
—Quiere decir que ellos no eran los únicos, también deben exister mujeres para que ellos estén vivos. Incluso también niños ¿No lo crees?
—Mira Elsa, ya hay que pasar página. Si esas personas existen será mejor que nos mantengamos lo más alejados posible.
—Sí. Tienes toda la razón —coincidió.
Por primera vez en mi vida sentí lo que es tener una charla amena con alguien, lo digo porque de camino a la cueva hablamos como dos viejos amigos de cosas sin importancia.
—¡Hey mira! —chilló Elsa con emoción —Ahí hay un árbol frutal. Por fin comeré bien —negué con la cabeza. Cuando se lo propone puede llegar a verse como una inocente y tierna niña.
Llegamos junto al mencionado árbol, me ubiqué bajo su sombra mientras Elsa se trepaba a él con agilidad asombrosa.
—¿Quieres una? —gritó desde arriba.
—Sí —respondí. Ella me lanzó una jugosa fruta roja y le di un mordisco disfrutando de su buen sabor —Está buenísima.
Escuché el crujido de una rama y de inmediato miré hacia arriba. Elsa estaba en lo más alto del árbol intentando agarrar la fruta más grande para ella.
—¿Que tal la vista allá arriba? —pregunté.
—Lo único que se ve son árboles y más árboles.
—¿Puedes ver algún puerto? —subí el tono de mi voz para que me escuchara.
—No. Tampoco veo ninguna civilización. Wow sí que estamos perdidos —susurró lo último, me fue difícil entenderle.
Otra rama sonó.
—¿Todo bien? —miré otra vez arriba. Elsa estaba parada en las puntas de sus pies tratando nuevamente de agarrar la dichosa fruta.
—Sí. Solo un poco más —dijo con esfuerzo y se estiró —La tengo.
Ella sonrió pero su sonrisa desapareció cuando la rama en la que estaba parada se rompió por completo.
Recibí su cuerpo en mis brazos para evitar que se lastimara. Ella exhaló profundo cuando se sintió a salvo. No me había dado cuenta lo especial que es ella.
Le sonreí por milésima más, se sonrojó y luego dijo:
—D... Debemos volver. Parece que lloverá y aquí la lluvia no es muy buena que digamos.
—Sí —respondí y la dejé en el suelo...
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