Capítulo 27


Pitch

—¿Qué paso con Emma Overland?

—Fue eliminada —respondió el robot.

—¡¿Cómo?! —grité histérico —¡Te ordené traerla viva!

Esa niña era mi oportunidad de progresar en lo que quiero hacer con la ciudad, ahora sin ella el plan no está completo.

—Se interpuso entre mi adversario —comentó la maquina escusándose por su fallida misión.

—¿A quién te enfrentaste? —pregunté con tono neutro.

La máquina me mostró una imagen de su supuesto enemigo.

Al ver la imagen me sorprendí al reconocer a esa persona.

—Ian... —susurré.

La sola mención de su nombre me iluminó la mente.

—Un momento —hice una pequeña pausa —Él es Ian Overland y la niña era Emma...

—Overland. Dilo de una vez —mencionó Callaghan al entrar al nuevo laboratorio.

Me quedé pensando un segundo hasta que deduje una cosa que se me había escapado.

—Ellos dos comparten la misma sangre, por eso mismo el muchacho sobrevivió y además se hizo fuerte —miré a mi compañero, él hizo un gesto de indiferencia.

—¿Crees que aún conserve esa sangre pura? —preguntó.

Callaghan me hizo caer en cuenta: para potenciar el virus se necesita de sangre pura, por ende la de un niño.

—De igual forma necesito a Ian, sus células pueden resistir cualquier cosa —comenté.

—Sigo insistiendo que no necesitamos a nadie más —negó pero lo ignoré. Me acerqué al robot y le ordené:

—Bien, inútil, cambio de misión quiero a Ian Overland ante mí en dos días ¿entendido? —asintió con la cabeza y salió en busca del mocoso.

Observé detenidamente el laboratorio con el que cuento, ya hemos conseguido los materiales necesarios para sintetizar el líquido rojo.

Al conseguir esa sangre de otro niño estará terminado y tendré esta maldita ciudad a mis pies. Claro que la felicidad no es completa, además de la sangre necesito el elemento con el que propagaré el virus y este no es fácil de encontrar, solo cuentan con él las industrias organizadas.


***

—Señor, misión terminada —dice Cedric al entrar a mi despacho con orgullo y prepotencia.

Retiro la mirada de mi operador y lo veo, sonrío porque trae buenas noticias.

—¿Sufrieron? —pronuncié con maldad.

Él me contestó con una sonrisa ladeada.

—Mucho. Usted mismo se hubiera regocijado con sus gritos. Hicimos el mejor de los trabajos —alardeó —No quedó ningún médico de esos vivo.

La felicidad que siento es infinada al escuchar esas dulces palabras. Nada más agradable que saber que te vengaste de aquellos que te humillaron.

—De acuerdo —busqué en mi cajón su recompensa —Aquí está tu paga y la de tus hombres —le entregué los billetes verdes.

Los ojos de Cedric brillaron al ver el fajo de dólares. Los observó con ambición y los tocó como si los apreciara.

—Gracias señor, ya sabe que para lo que necesite ahí estaremos.

—Ahora, largo —le ordené. Lo último que escuché fue el sonido de sus botas pisando el suelo.

Seguí trabajando en mi proyecto analizando las partículas de mi ADN para saber si soy compatible con el virus, me quedaré con la mejor parte.

Así es como las horas pasan y nada que puedo descifrar la formula para unir mi sangre y el virus.

Miro el reloj de mi muñeca, ya es media noche. Tomo un sorbo de café para mantenerme despierto.
Cosa que no logro, porque una hora después me quedo profundamente dormido.

—Pitch, despierta —escucho que me llaman por mi sobrenombre, uno que hace años me colocaron en la universidad.

Abro despacio los ojos y me doy cuenta que estoy recostado en mi escritorio. Giro mi cabeza hacia la ventana y observo que aún es de noche.

Busqué la voz que hace unos minutos me llamo pero la oscuridad de la habitación no me deja ver a nadie. Reacomodo mis anteojos y estiro mis brazos para relajarme.

—¿Por qué no estás trabajando? —de nuevo esa voz.

Me levanto de la silla sobresaltado, no sin antes sacar un arma del cajón de mi escritorio.

Apunté a la oscuridad.

—¡Muéstrate! —le pedí al desconocido.

De las sobras se asomó una persona, que por su constitución pude darme cuenta que era una mujer, esta no se dejaba ver el rostro porque estaba cubierto por la capucha de su capa.

—¿Quién eres? —le pregunté sin bajar el arma.

—No tienes por que hacer eso. Baja el arma —señaló el revolver con sus dedos extremadamente blancos.

—Lo haré cuando me dejes ver tu rostro —contrapuse.

Ella me mostró una sonrisa lobuna.

Dudó unos segundos y luego se quitó la capucha mostrándome su pálido rostro y sus brillantes ojos azules, su cabello es negro como la noche al igual que toda su vestimenta.

—¿Eres feliz ahora? —preguntó la misteriosa mujer —Ya puedes bajar el arma, me molesta que me tengan como objetivo.

—¿Cuál es tu nombre? ¿A qué has venido?

—Muchas preguntas —respondió seca.

En un nanosegungo la perdí de vista, parpadeé un poco para salir de la sorpresa. Temblé  al sentir una baja en la temperatura tras de mi espalda.

—Estos lentes ya no te sirven —Sus manos tomaron mis anteojos, estaban heladas cuando sentí su contacto con mi piel.
Me los arrancó y tiró al suelo.

Traté de sujetarla pero se desvaneció. No me gusta para nada este juego.

Su risa me hizo enojar como nunca.

—¡Ya para! —grité disparando a la pared creyendo que ahí estaba.

—Pitch, no te estreses —mencionó con burla y reapareció a escazos metros de mí.

—Solo me dicen Pitch mis conocidos.

—Yo soy muy cercana a uno de ellos —dijo enrollando uno de sus cortos cabellos en su dedo índice.

—Mientes. Jamás te he visto —contesté.

—Nunca te dije que me habías visto —mencionó —te digo que conocí a alguien muy allegado a ti.

Esta chica me está confundiendo.

—¿Quién?

Tardó unos segundos en responder para hacer más sofocante mi espera.

—Tu amada esposa Gothel —la chica tomó el retrato de mi esposa y lo observó —Muy hermosa por cierto, lastima que se dejó consumir.

—¿Cómo la conociste?

—Digamos que trabajábamos juntas —dejó la foto y se acercó a mí.

—Nunca me habló de ti.

—Te suena el nombre de Mavis —me miró con esos hipnotizantes y particulares ojos.

—No

Ella hizo un gesto de inconformidad.

—Vaya, Gothel si que era una zorra —susurró. Me enojó el hecho de que la haya tratado de esa manera.

—Déjate de juegos y dime de una buena vez a qué has venido. No creo que haya sido para hablar mal de mi difunta esposa.

—¿Qué la mató? —siguió con sus Preguntas.

Fruncí el ceño.

—Cáncer en la sangre —respondí.

—Mentira —siseó.

—¿Qué? —dije con confusión.

—Ella no murió de esa forma.

Me tense con tan delicada conversación.

—Vete —gruñi. Sus mentiras y manipulaciones me sacaron de quicio.

Ella desapareció y por un momento pensé que de verdad se había ido, luego apareció sentada cómodamente en la silla de mi escritorio.

—Ok. Responderé a todas tus preguntas —se rindió —primero, mi nombre es Mavis Dracula hago parte de una comunidad llamada Renacer, somos seres oscuros que disfrutamos y nos alimentamos de la discordia del mundo —hizo una pequeña pausa para dejarme digerir lo que acaba de decir —He venido aquí a traerte un mensaje.

—¿Qué mensaje?

—Uno de tu esposa.

—¿Qué tienes que ver tú con mi esposa? —insistí.

—Gothel, como ya te dije, trabajaba conmigo. Ella era una de nosotros, una renacida que se dejó consumir por su propia magia oscura.

—¡Eso no es cierto! ¡Ella no era una bruja! —me exalté.

—Claro, eso te hizo creer, pero ahora quiere decirte la verdad por ella misma —apreté los ojos con fuerza y no dejé que me rompieran sus palabras.

—Ella está muerta —susurré a media voz.

—Ven conmigo, te demostraré lo contrario —me tendió la mano.

Dudé como nunca. A mis treintainueve años jamás me había sentido tan aterrorizado como ahora.

—Vamos, tómala —insistió agitando su mano.

Algo me decía que no lo hiciera, que no confiara, pero otra parte de mí necesitaba respuestas claras y concretas.

Cerré los ojos y sin pensarlo más sujeté su fría mano.

Sentí como varias sombras se envolvían a nuestro alrededor atrapándonos en un vórtice de oscuridad.

No podía escuchar ni ver nada, lo único que oía era el descontrolado latir de mi corazón.

—Abre los ojos —mencionó Mavis.

Cuando lo hice, experimenté un escalofrío bajar por mi cuerpo.
Esa niña me ha traído de un momento a otro, a un salón oscuro con tapizado rojo. En medio de ella estaban varias sombras reunidas.

Temí por mi vida, por lo que me pueda pasar. Siempre fui un hombre de ciencia que no creía ni en Dios ni en el diablo, pero ahora que veo a estos espíritus sé que solo eran conjeturas. Estos entes, que parecen ser malignos no hacen más que atemorizarme.

—¿Qué hacemos aquí? —susurré para no molestar a las sombras.

—Este es el palacio de las sombras. Te he traído para...

—Para que habláramos —escuché una voz conocida para mí.

De en medio de las sombras apareció Gothel con el vestido blanco con el que murió, su piel era blanquicienta de aspecto fantasmal, sus ojos perdieron brillo y ahora son de un azul opaco. Quedé con la boca abierta, quise pechiscarme para saber si esto era un simple sueño.

—E– Estás viva —susurré atónito —Pero ¿cómo?

Ella me sonrió como siempre lo hacía, en sus mejillas se formaron aquellos hoyuelos que tanto me fascinaban, pero me di cuenta de algo, su sonrisa era diferente, tenía un toque malvado.

—En realidad no lo estoy, lo que ves ahora es solo un espectro, no me he podido materializar —no la escuché, corrí hacia ella y traté de abrazarla pero la atravesé —Te lo dije.

—¿Qué te sucedió? —pregunté con dolor.

—Tanto poder me atrapó entre sus garras y destruyó mi cuerpo humano. Me ofrecí yo misma para recibir esta energía —miró sus manos —lo mismo que quiero que hagas tú.

Frunci el ceño confundido.

—Pero... Tú me mentiste, nunca dijiste que eras... Esto.

—No me hubieses aceptado —vi dolor en sus ojos.

Guardé silencio hasta que ella lo rompió.

—Unete a mí, Pitch, a este gran poder. Sé nuestro guía, nuestro señor. El amo de las sombras —dijo con ilusión.

Su tono de voz no hizo más que enredarme.

—¿Por qué yo?

—Porque dentro de ti hay maldad pura —afirmó —recuerda a cuántas personas dejaste morir para conseguir ese... Virus, que ya no necesirás, porque si aceptas, juntos nos haremos dueños de esta tierra.

—Yo maté a esas personas en honor a ti. Quería que las personas no murieran como tú. Pero tu muerte era falsa, mi proyecto no tenía un motivo.

—Con mi ayuda llenaremos este mundo de miedo ¿Acaso no es eso lo que quieres? Que te teman —preguntó y enmudecí —Escucho tus pensamientos y sé que eso es lo que quieres, déjame ayudarte.

Mavis cambió el peso de un pie a otro con aburrimiento, noté como me miraba con altivez.

La oferta de mi esposa era tentadora, seguro me traerá beneficios.

—Acepto. Pero con una condición.

Gothel gruñó.

—¿Cuál?

—Quiero seguir con lo del virus rojo, anhelo terminarlo, luego tendrán su mundo —Ella sonrió.

—Bien, si eso es lo que quieres, te ayudaremos. Mavis será quien esté junto a ti, ella seguirá tus ordenes, mientras que yo seré parte de ti.

Asentí con un movimiento de cabeza. Luego todas las sombras se acercaron a mí, sus rostros no se veían, pero su poder se sentía en el aire.

Gothel dio la señal y todas esas sombras se adentraron en mi cuerpo causándome un dolor indescriptible, sentí como desgarraban mi alma y drenaban toda la bondad que podía quedarme.

Mavis pronunció unas palabras desconocidas para mí.

—Somos los entes más poderosos en la faz de la tierra, el mundo nos teme y lo harán más cuando el señor de las sombras emerja del seno de su madre: la muerte.

Y como culminación, Gothel unió su espíritu a mí creando a un ser oscuro y poderoso. Todo mi ser cambió, desde mi vestimenta hasta mis ojos, los cuales se tornaron de color rojo.

Bienvenido al mundo Señor —susurró ella en mi cabeza. Yo solo sonreí con malicia...

***

Esta historia cada vez se pone más extraña ¿no lo creen?

No se les haga raro que un capítulo aparezca un unicornio rosado, porque aquí todo puede suceder.

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