Capítulo 24
Mis pies queman y ni hablar de mi pierna afectada, el dolor es insoportable. Si me dejo alcanzar no sé que será de mí.
Jack me gritó hace un momento, sus ojos siguen llenos de arena, aún así logró ponerse en pie.
Acercándose peligrosamente a mí.
Seguí corriendo como pude hasta que encontré a lo lejos mi salvación. Una preciosa motocicleta negra que estaba aparcada en medio de la playa.
Lo siento por el dueño pero esto es de vida o muerte.
No logro siquiera dar un paso cuando siento su poder, gracias a mis increíbles reflejos salvé mi vida, me moví a toda prisa antes de que me quemara la espalda.
Su segundo ataque no me tomó por sorpresa.
Di un medio giro en el aire, el rayo no me alcanzó porque salté por encima de él. Aún así parte de mi cabello fue cortada abruptamente.
Me cansé de sus ataques así que me giré ante él. No esperó ni un segundo cuando me envió una descarga eléctrica, esta vez no fui estúpida; con una pieza metálica que estaba tirada por ahí, la utilicé de escudo e impedí que me diera.
Claro que todo no es perfecto el rayo impactó la lata pero también quemó mis manos. Lo siguiente me gustó. El rayo no se desintegró, por el contrario fue devuelto a su creador.
Jack cayó a la arena, utilicé su ataque como arma de doble filo.
Tomé la dirección anterior y llegué hasta la motocicleta, para mi buena suerte tenía las llaves puestas. Sé que él no tardará en levantarse por ende tengo poco tiempo para irme.
Escuché el rugido que produjo la moto al encenderla, me coloqué el casco y tomé rumbo hacía la ciudad.
No obstante, la felicidad no es completa. El desgraciado peliblanco me alcanzó.
Desvíe sus ataques y aceleré aún más. El viento soplaba en mi cara.
Dejé atrás al malnacido y me dirigí hasta el cuartel. Sentí un molesto escozor en las manos cada vez que aceleraba. Maldigo el día en que me crucé en su camino.
***
—¿Quién es? —me preguntaron en la puerta de la entrada.
—Soy Elsa Arendelle.
—Identificación —me pidió el guardia de seguridad.
Busqué entre los bolsillos de mi chaqueta, pero no encontré la bendita tarjeta. Ahora que lo recuerdo la dejé en mi muchila.
¡Oh rayos!
Mi muchila se quedó en la casa de la playa, es imposible que me dejen entrar sin mi identificación. No sé que hacer ahora.
—La he perdido —confesé. Él me miró de arriba abajo.
—Sin su tarjeta no la podré dejarla seguir —afirmó el hombre vestido de negro.
Se me han acabado las opciones. Me duelen las manos y piernas necesito una enfermera. Será difícil argumentar por qué he llegado en este estado; con la ropa sucia, el cabello manos y pierna quemada. Hiro no aceptará que balbuce incoherencias.
—Mire Señor, soy Elsa Arendelle, nueva en este cuartel. Reviseme usted y verá mi traje y mi insignia —le señalé mi escudo.
—Señorita entiéndame sin identificación no puede pasar. Así que si es usted es agente busqué su tarjeta.
—¿Sabe? Yo soy la mujer que se escabulló en sus caras. ¡Son unos idiotas! ¡Tendrán serios problemas si no me dejan pasar! —dije con molestia.
El guardia se alejó dejándome con la palabra en la boca.
—¡Llame al agente Hiccup, él le dirá quien soy yo! —le grité.
Puede haber nombrado a Hiro pero no deseo que me vea así, seguro hará muchas preguntas, por tanto decidí llamar a Hiccup, él me enterá y ayudará. He creado una buena relación amistosa con él.
Me reacomodo sobre la moto. Llevo casi una hora aquí, se me ha entumido todo el cuerpo. El guardia se fue y no volvió, no sé si Hiccup ya sabe que estoy aquí. Pero de lo que sí estoy segura es que no me iré hasta que alguien me abra la puerta.
El ruido de otra motocicleta me llama la atención, observo a la lejanía, el conductor es mujer, evidentemente. Ella aparca justo donde yo estoy, se quita el casco y me deja ver su identidad, me llevo una gran sorpresa.
—Elsa. ¿Qué haces aquí afuera como un perro de la calle? —preguntó ella.
—Gogo... Gracias por el clumpido cariño —respondí con sarcasmo —he tirado mi identificación y estos imbéciles no me dejan pasar. Llevo en este lugar un buen rato.
—Oh que mal por ti —dijo con lástima hacia mí —yo si traje mi tarjeta —me mostró su identificación.
Los guardias la recibieron cuando se acercó a la puerta. La muy... Suertuda ingresó sin ningún impedimento. Ella pudo serme de ayuda; sin embargo, es una zorra.
En contados minutos la puerta se abre mostrándome a un preocupado Hiccup. Observa mi rostro sin decir nada, le hace un gesto al guardia y me dejan seguir.
Detengo la moto en el estacionamiento, camino un poco pero después las fuerzas no me dieron y caí.
—¡¿Elsa, que te ha pasado?! —gritó mi amigo castaño al verme tirada en el suelo. Me ayudó a ponerme en pie —¿Qué carajos es esto? —señala mis manos y mi cabello.
—Llevame a la enfermería, me queman las manos —supliqué.
Traté de caminar, pero no pude, Hiccup al verme así me tomó en brazos y me llevó al lugar que le nombré.
Una enfermera me recibió. Hiccup me dejó en una camilla y ella evaluó mis heridas, me quejé cuando rozó las llemas de sus dedos con mi herida.
—Quemadura grado dos en manos y pierna —comentó la mujer —Te aplicaré un antinflamente y una pomada hecha con plantas curativas del laboratorio, luego vendare tus heridas.
La muchacha hizo lo que me dijo y tuve que aguantarme el intenso dolor. Me pidieron quitarme el destrozado pantalón para poder curar mi pierna.
***
Miré nuevamente mis vendadas manos, luego de que me curaran regresé a mi cuarto, evité a toda costa encontrarme con Hiccup, no sé donde están los demás ni quien le avisó que yo estaba afuera.
La pijama de seda que me coloqué fue de mucha ayuda, ya que su suavidad no me afectó en absoluto.
Me he encerrado en la habitación, no pienso dar explicaciones, ni nada por el estilo.
Creí que con esa trampa podría herir a Jack, pero no funcionó, es mas, lo hice más fuerte y peligroso. Quien salió lastimada fui yo. Ese hombre de verdad me reduce con facilidad, con ningún entrenamiento lograré vencerle.
Me acerco al baño de mi habitación, tomo unas tijeras y comienzo a cortar mi cabello quemado. Vi como caí cada hebra de cabello rubio platinado sentí tristeza por ello, mi madre adoraba mi cabello largo.
Observé mi reflejo en el espejo, mi cabello ha quedado más abajo de mis hombro. Demasiado corto para mi gusto, lo cepille con cuidado de no lastimar mis manos.
Luego me acosté en mi cama y dejé que el sueño me venciera.
***
—Elsa...
Me despierto al escuchar como golpean con insistencia la puerta.
—¡Ya voy! —le grito a la persona que está tras la puerta.
Retiro la cobija de mi cuerpo y me levanto de la cama. Aún duele mi pierna y manos, seguro no dormí en la posición correcta.
Giré el pomo de la puerta y abrí.
Al otro lado me espera un muy enojado Hiro.
—¡¿Me puedes explicar por qué no habías venido en dos días?! —gritó colérico.
—Hey. Tranquilísate, no puedes venir a mi habitación a hablarme en ese tono —le reclamé.
—No sabes cuán preocupado estuve por ti —manifestó —no te reportabas ni dabas aviso de tu paradero.
—Te preocupas demasiado.
Sé que él es mi amigo y me quiere, pero está llegando al punto de agobiarme.
—No entiendo ¿Por qué tardar tanto? —cuestionó.
Levanté mis manos de modo que él entendiera que no pensaba decirle nada.
—¿Qué te ocurrió en las manos? —preguntó expectante.
—Nada en especial —contesté a media voz.
—Esto no me parece irrelevante —agarró mis manos y las apretó.
—¡Ausch, duele! —le reproché —Ya suéltame.
Tiré de mis manos y me liberé de su agarre, su ceño fruncido me confirmó que no estaba conforme con mi actitud tajante y grosera.
—Elsa, solo te pido que me digas qué te sucedió —dijo abatido —Soy tu amigo, puedes confiar en mí.
Suspiré.
—M... Me asaltaron unos vándalos en un callejón —mentí con fluidez —uno de ellos cortó mis manos con una navaja. Pero no es grave, mejoraré.
—No te creo nada —respondió con el ceño fruncido.
—Si quieres, creeme, si no, no lo hagas —dije indiferente —Es mejor que me dejes sola.
—Espero que no me estés ocultando algo, Elsa.
—Tu desconfianza rebasa mis límites. Ya vete —le señalé la puerta.
Se quedó en silencio unos minutos y luego dijo:
—Bien. Espero que te mejores —salió de la habitación dando un portazo.
Me acosté sobre mi cama y dejé que el sueño me venciera.
***
—Tenemos que encontrar cuanto antes a ese maldito robot —mencionó al otro día Flynn —Si el gobierno se entera que perdimos el control de la máquina tendremos grandes problemas, además Aster nos tragará vivos.
Todos estábamos reunidos en el despacho de nuestro jefe al mando. Yo me mantuve en un discreto segundo plano para no llamar la atención.
—Hemos tratado de rastrearlo, pero tiene un bloqueo, han cambiado su contraseña de acceso —agregó Hiccup —Lo único que podemos hacer es buscarlo por vía terrestre.
La conversación no era muy participativa, en esta ocasión todos permanecíamos en silencio, solo Flynn e Hiccup hablaban.
Cuando me informaron que había reunión entre los agentes del escuadrón, creí que el motivo había sido yo.
—Siendo así es lo único que podemos hacer por ahora —concluyó Flynn —¿Alguien tiene algo para agregar? O ¿algún otro problema que sea importante?
Gogo iba a pronunciar algo pero Wasabi la interrumpió.
—E... Esto. Mmm, no sé como decirlo —balbuceó sacando de quisio a nuestro superior.
—Al punto —respondió apresurado.
El moreno suspiró.
—Descubrieron que soy agente especial —Soltó deprisa.
Flynn abrió los ojos como platos.
—¿Qué estás diciendo? —brotó una vena en su cuello por el enfado.
—Es que... Un hombre me atacó sin motivo y me tuve que defender —mencionó —He de aceptar que era bastante fuerte, tenía unas habilidades asombrosas.
—¿Qué hay con él? —insistió.
Me suena a que esto va a salir mal.
—Él, mientras que yo estaba en el suelo sangrando, tomó mi tarjeta de acceso y se dio cuenta a donde es que pertenezco.
—¡¿Qué?! —estalló Flynn y agarró a Wasabi del cuello de su uniforme —¡¿Sabes el riesgo en el que no estás poniendo?! Somos una organización secreta, nadie, absolutamente nadie debe saber que existimos. Ya cometimos el error con Elsa.
Sentí la mirada de todos después de que pronunció eso.
—¡Hey! ¡Tranquilo! Logré arrebatarle mi tarjeta. Él no la tiene. Mira —sacó de su bolsillo la identificación. Luego el castaño lo soltó y se tranquilizó.
—Una cosa deben tener muy en claro —se dirigió a nosotros —Esas malditas tarjetas que se les otorgó desde que se unieron a este cuartel son muy importantes. Si caen en manos equivocadas estamos perdidos. Esa clave da acceso directo al cuartel general, el cual tiene infinidad de armas que quieren los terroristas.
Mis compañeros se miraron los unos a los otros, por un momento conecté mi mirada con la Hiro, luego el giró el rostro. Sé que se siente traicionado de alguna forma y me duele verlo así conmigo.
—Elsa, querida, muéstranos tu identificación —dijo Gogo con saña.
Mucha zorra.
La muy desgraciada se a aprovechado de la información que tenía para hacerme quedar mal frente a todos.
Muchas mirada estaban puestas en mí.
—Elsa ¿Dónde está tu tarjeta? —preguntó Flynn con acidez.
Sentí un escalofrío bajar por mi espalda. Cuanto odio a esa asiática.
—Responde, Elsie —mencionó Gogo con cizaña.
—Cállate —silenció el castaño —Dame una respuesta ahora mismo.
Dudé un momento y luego recordé que la tarjeta está en mi muchila y la muchila está en la playa, quiere decir, que Jack la pudo haber tomado.
Mierda.
—No la tengo yo —respondí al final.
—¿Entonces quién? —blasfemó.
—La tiene Jack...
***
De verdad lo siento por tardarme tanto en actualizar. La razón es porque nuevamente Wattpad me borró parte de este capítulo y no pude recuperarlo con el historial de revisiones.
De nuevo mil disculpas, y sigamos con la historia que se está poniendo buena.
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