Capítulo 21

Elsa

—Hiro se preocupará si no llego contigo al cuartel —Baymax siguió insistiendo.

—¡Oh vamos! ¿Cuántas veces tendré que repetirtelo? ¡No! —me quité los guantes y los lancé al suelo.

—Pero...

No escuché más por unos minutos, después todo fue un caos.

Baymax me atacó. Golpeó mi rostro, terminé comiendo pasto del parque. No sé que le sucede ahora.

—¡¿Pero que rayos estás haciendo?! —le grité, pero él no me dijo nada.

Sus ojos cambiaron de negro a rojos, comenzó a atacar a las personas que por allí pasaban.

Sentí terror puro al ver como mataba a esa gente. Tomé una piedra y se la lancé para llamar su atención, cosa que conseguí.

—¡Baymax vuelve! ¡Tu eres más fuerte que esto!

Soltó su puño de metal. El cual me lastimó. Caí varios metros de donde se encontraba. No conforme con eso, colocó su pie en mi pecho presionándolo con fuerza dejándome sin aire.

—Es hora de irnos —escuché a lo lejos la voz de un hombre. Estoy a punto de desmayarme. Baymax se va tras el hombre de cabello negro, lo sujeta y vuela con él. Otro tipo utiliza pequeñas, no sé que cosas, para escapar.

El sonido de varias patrullas me traen a la realidad, no puedo evitar pensar en Tadashi, en cómo le quedaba tan bien ese uniforme.

También han llegado ambulancias. Veo como levantan todos los cuerpos, siento mucha tristeza al ver que uno de ellos pertenece al de un niño. Heridos hay por montones. No creí que ese robot tan tierno causara tanto daño.

Mi cuerpo deja de tocar el suelo, un par de brazos me levantan. Es un paramédico, pude notarlo por su característico uniforme.

—Tranquila, todo estará bien —susurró.

Me lleva a una ambulancia y ahí curan mis heridas físicas.

—¿Podría decirme qué sucedió aquí señorita? —un hombre se acercó a mi —Soy el detective Robert.

—No sabría cómo explicarle, todo es confuso —toqué mi cabeza con gesto de dolor solo para que crea mi mentira.

—Mucha gente ha muerto, necesitamos de su colaboración —me afecta descubrir la triste verdad.

—Ya le dije, no me encuentro bien. Busque otra persona que le de respuestas.

—Lamento mucho si le causé molestias, solo estoy cumpliendo mi trabajo. Con permiso —se retiró, pero no estaba segura de que no seguiría insistiendo. Fui periodista y sé lo importante que es tener información.

Una camioneta negra llega al parque, algo me dice que estaré en problemas.

La primera persona que salé del vehículo es Flynn, le siguieron Hiro, Gogo, Hiccup, Wasabi, Honey y Fred, un chico que apenas conozco. Hiro corre hacia mí.

—Elsa, ¿qué pasó? ¿Dónde está Baymax? —preguntó impaciente.

—Sabía que dejarte salir con él sería una mala idea —mencionó la arpía de Gogo.

—¿Quiénes son ustedes? —escuché que dijo el detective Robert.

—Somos agentes especiales del gobierno. Venimos ha indagar sobre lo que ha pasado —respondió Flynn —Ella es una de nosotros.

—No sabía de su existencia —frunció el ceño.

—Nadie lo sabe, trabajamos en el anonimato.

—Recibimos una información sobre un robot que estaba aterrorizando a todos. Fue Baymax. ¿Qué le hiciste? —me acusó la que se suponía que era mi amiga. Honey.

—¿Crees qué yo tuve que ver en esto? —dije indignada —Pues déjame decirte que no. No sé qué le sucedió. Yo solo traté de irme, él me quiso detener. En unos minutos volteé y me golpeó drásticamente.

—¿Viste algo diferente en él? —ahora es Hiccup quien pregunta —algo que nos ayude a saber qué le pasó.

—Sus ojos se tornaron rojos —respondí.

—Oh, no de nuevo —Hiro mencionó —Su protocolo de asistente fue alterado. Lo han cambiado a destructor.

—Al igual que en Tokio —Habló por primera vez Fred.

—Callaghan —dijieron Hiro, Gogo, honey, Fred y Wasabi al unísono.

—¿Quién? —cuestioné.

—Un hombre que metimos a la cárcel hace unos años, pero ya está en libertad—contestó Hiro.

—¿Y este hombre qué quiere hacer con Baymax?

—Nada bueno —balbuceó —Es hora de irnos, tendremos que rastrearlo.

—En cuanto a ti Elsa, te encargarás de traer de vuelta a ese robot —indicó Flynn.

—Perdón que me meta. Pero he escuchado toda su conversación y tal caso le corresponde a la policía local tratarlo —interrumpió el dective.

—Es agente del escuadrón, por ende, nos concierne buscarlo —argumentó Flynn. El policía no le cuestionó al respecto. Ese sujeto no me daba buena espina.

—Bueno. Siendo así nos marcharemos —mencionó Hiccup tratando de restarle incomodidad al momento.

Tomamos camino hacia el cuartel. El paradero de Baymax se nos es incierto.


Jack

—Te lo preguntaré una vez más ¿Quién eres? —la mujer nuevamente me pregunta.

Llevo horas aquí sentado en esta molesta silla, con las manos encadenadas a la mesa y con esta fastidiosa pelinegra jodiéndome la vida.

—Creí que ya lo sabían. Ustedes son lo mejores. No creo que hayan montado un operativo para capturar a un desconocido —me incliné hacia la policía mostrándole que no le iba a ser de mucha ayuda.

—Queremos que usted mismo nos lo diga —mencionó.

—¿Quiénes? ¿Los que están tras ese cristal? —señalé el vidrio que se encontraba a mi lado derecho.

—Solo responda —insistió.

—Creo que mis heridas ya se infectaron —cambié de tema.

—No se preocupe por ello. Sabemos muy bien que usted no es del todo normal —cruzó los brazos alrededor de su pecho.

—Que observadora —le guiñe el ojo.

—Diganos ¿Conoce a estas personas? —me acercó unas fotos de diferentes personas.

—No. En lo absoluto.

—Pues son sus recientes víctimas. Es usted un asesino —acusó.

—¿Cómo puede estar tan segura que fui yo? —le pregunté. Quiero saber hasta donde llega su paciencia.

—Fácil. Cámaras, su rostro está en todas, fue un tanto evidente. Además, su color de cabello no es muy común.

—¿Por qué entonces no han adivinado quién soy? —insinúe.

—Esto no es un juego. Deje de creer que soy estúpida —se alteró.

—Es que lo es.  Aún no se ha dado cuenta, pero hace unos contados minutos me deshice de las cadenas que me sujetaban. ¿No tiene miedo de que le haga lo mismo que ha estás personas? —me puse en pie.

Ella también lo hizo y me apuntó con su arma.

—Criminales como usted abundan en esta ciudad.

—Pero no uno como yo. Digame ¿Usted nunca se ha ensuciado las manos? —rodeé la mesa y me acerqué más a ella.

—No. Yo no soy como usted, capaz de matar a una indefensa niña —apuntó a mi cabeza.

—¡Que yo no la maté! Jamás le haría daño a mi propia her... —no terminé la frase, pero si le quité el arma a la mujer y atrapé su cuello entre mis manos —¿Sabe? No me arrepiento de ninguna de esas muertes —reí sin parar.

Unos sujetos me atraparon e inyectaron algo en mí que me dejó fuera de juego. Lo más probable es que haya sido un sedante.

***

—Robert, este hombre está loco —la voz de la detective resuena en mi cabeza.

—¿Por qué tan segura? —preguntó un sujeto desconocido para mí.

—Solo tienes que escucharlo. Ha perdido toda su humanidad. Es...

—Un monstruo. Lo sé —susurré. Sigo débil y no estoy del todo consciente.

—¿Por qué lo hizo? —me preguntó el otro detective.

Esperé unos segundos y luego le dije:

—No estoy seguro.

—¿Consume usted sustancias psicoactivas?

—Yo no necesito de esa mierda —contesté de mal humor.

—Muchas de estás personas tenían una vida —el detective tomó asiento y la otra mujer también lo hizo, claro que con odio me miró, tiene marcas en su cuello gracias a mis manos.

—Una vida miserable por cierto —aclaré —Investigue usted que puede, la reputación de todas esas personas. En parte, hice su trabajo acabando con ellas.

Intento mover mis manos, pero
me han atado a la silla con cadenas más fuertes.

—¿Y se cree usted Dios para quitárselas? —contraatacó el policía.

—Yo no soy Dios, pero puede considerarme como un demonio, uno muy guapo —miré a la chica.

—Usted no tiene antecedentes, no tiene identidad, no tiene vida ¿Quién es entonces? ¿Y con quién trabaja? —preguntó ella.

—Con nadie.

—No le creo —siseo.

—No lo haga si no quiere. Problema mio no es —mencioné.

—Usted no pudo asesinar al oficial Hamada sólo. No tiene motivos. El oficial no tenía enemigos libres —dijo el sujeto.

—Quizás sí los tenía, unos muy peligrosos.

—Quiere decir que usted sí trabaja con alguien.

—Sí. Con el diablo —me burlé de ellos. Reí al ver su expresión.

—Es usted un psicópata. No merece si quiera la cárcel, sería el paraíso para usted —escupió la mujer.

—¿Quiere ver lo que pude hacer este psicópata? —los sorprendí al mostrarles mi verdadero aspecto.

—Es más que obvio, este hombre sufre de un desequilibrio mental —habló ella y le sonreí.

—Será trasladado a un centro psiquiatra lo antes posible. No queremos verle de nuevo en las calles.

—Pasará allí dos años, después cumplirá la cadena perpetua que le espera en la cárcel —ambos policías salen.

***

El maldito uniforme blanco me pica. La vida en este sanatorio es una completa mierda. Los pacientes que he observado son callados en algunas ocasiones, en otras pueden causar muchos dolores de trasero si se lo proponen.

Hoy me le he escapado a mi enfermero para dar una vuelta, ya que no ha logrado inyectarme el sedatente con el que me mantienen quieto todo el día. Tampoco crean que seré tan obediente como los demás.

Voy caminando tranquilo por el pasillo, hasta que escucho gritos provenientes de una habitación con puerta roja. La curiosidad me pudo y me acerqué a la puerta, los gritos se hicieron cada vez más fuertes. Abrí con cuidado la puerta y me quedé petrificado al ver lo que sucedía.

—¡Oh santísima mierda! —mis ojos se abrieron como platos al ver como torturaban a una chica de, creería yo, unos quince años. Sus gritos eran audibles, sangre comenzó a brotar de su cuerpo. Tenía unos audífonos puestos, sus oídos sangraban, seguro las hondas sonoras eran muy fuertes.

—¡Ahí estás maldito loco! —es el enfermero quien me habla y no viene sólo, trae consigo a varios hombres.

Trato de luchar pero no logro soltarme, es más, me han colocado una camisa de fuerza inmovilizandome.

—¡Déjenme! ¡Aquí los locos son ustedes! —grité hasta que mi garganta ardió.

Al entrar a la habitación donde he estado estos días, me amarran a la cama para que no me suelte y como es de esperarse me duermen con un potente analgésico. He llegado a creer que incluso con mariguana me han drogado.

Cuando me trajeron hasta aquí no creí que esto pasaría, mi nula experiencia hizo que todo fuera más difícil para mí. Yo no estoy loco... No del todo.

Tengo que salir de aquí. Quién sabe qué podrían hacer conmigo si descubren mi anormalidad, me tomarán como su rata de experimentos. No quiero que vuelva a suceder otra vez. Así que, como sea me largo de este lugar. Sé que será difícil, este edificio es enorme y con muchos enfermeros rondándote a cada rato.

***

Llevo días planeando mi huida, pero no es nada fácil. Podría perderme en un instante en este lugar y nunca encontrar una salida. No puedo hacerlo sólo, pero no conozco a ninguna persona de aquí que sea del todo cuerda, todos son unos desquiciados, incluyéndome.

Es la hora de la cena. Todos nos ubicamos en mesas enormes, la comida de este hospital es un asco, sabe mejor la comida de un perro.

—Hola, Adam —me saluda la misma chica de todos los días.

—¿Cuántas veces tendré que decírtelo? No soy Adam, entiéndelo —esta mujer está convencida que soy su difunto novio. Creo que enloqueceré de verdad si me sigue fastidiando.

—¡No lo niegues, Adam! — Ahí vamos otra vez . La chica me lanza la bandeja de su comida en la cara, como consecuencia tomo su brazo y lo retuerzo, ella chilló de dolor.

—Que te quede bien claro, loquita, yo no soy él, así que no me jodas más —le dije entre dientes.

—¡Hey tú! —me grita un enfermero —No otra vez —dijo al reconocerme.

Me preparo para lo que viene, pero esta vez no seré tan colaborador.

Varios enfermeros me toman por los brazos, lo que no esperaban era que ya tenía pensado que iba a hacer. Pateé la cara de uno de ellos, mientras que a otro lo golpeé con la bandeja.

Llegaron muchos más. Hice tronar mi cuello. Es hora de partirles la cara y después irme...

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