☁️ t h r e e ☁️

Salir de la monotonía de vivir en un castillo, rodeado de servidumbre, objetos costosos o en sí de suma importancia para su cuento era todo lo que quería Doyoung, ya no aguantaba un minuto más estar en su hogar, era sofocante el ambiente que se vivía. Su casa tenía decenas de bellos momentos que pasó en su niñez y que atesoraba en su memoria, pero a la vez había miles de momentos malos para él.

Desde las absurdas reglas que había puesto su madre hasta las enseñanzas que esta le daba para ser un buen príncipe en su futuro. Su cuento lo era todo para aquella mujer pelinegra pero para Doyoung era la peor mierda que le podría haber tocado.

Tal vez él no le tendría tanto rencor si no fuera por la forma de Blancanieves de enseñarle su cuento, donde lo más importante era la belleza que debía poseer, el príncipe que lo debía "salvar", despreciar a aquellos que no son iguales a su familia y demostrar que su cuento era superior a cualquier otro. Estaba harto de todo aquello, ni siquiera en la escuela se liberaba de lo sofocante de la vida de un royal, sus clases eran principalmente de cómo gobernar un reino o el aprender a servirle a tu príncipe encantador que te salvó de ser un sirviente, ser asesinado por una bruja malvada o de un dragón.

También estaba cansado de la desigualdad con la que trataban a los rebels, como seres despreciables y malvados, como si fueran extraños locos y no personajes que lamentablemente debían seguir los caminos de sus padres y las reglas de los líderes de su mundo. Todo su mundo giraba a que si no eras hijo de algún príncipe o princesa, despídete de un buen trato de manera civilizada.

No importaba si eras hijo de Pinocho, del sombrero loco, de Robin Hood o de Caperucita roja, si no eres royal todo aquel que te observe te rebajará con la mirada, chocará tu hombro y y se reirá de ti en tu cara.

Pero era algo que él hubiera preferido mil veces que el tener que ser el personaje principal.

Cuando se enteró de la unión entre la escuela de monstruos y la de personajes de cuentos no dudó ni dos segundos en saltar de la alegría, y aunque su madre lo reprendió diciendo que esa no era una actitud adecuada para un príncipe como lo era él su felicidad no se esfumó para nada, logró mantener una sonrisa encantadora todo el día.

Esa unión significa muchas cosas, entre ellas el conocer gente nueva, aprender de aquellos seres que en secreto admiraba y ansiaba en conocer algún día, poder alejarse y despejarse un poco de su agobiante vida dentro de un castillo en el que sólo se sentía la soledad merodeando por todo el lugar. Era una gran oportunidad y no la desperdiciaría por nada del mundo.

No sintió tristeza cuando se subió a ese carruaje que lo llevaría a su, por así decirlo, nueva etapa. Mucho menos entristeció cuando su madre no se despidió de él y sólo mandó a uno de sus sirvientes para que se despidiera en su nombre, lo único que pudo sentir fue felicidad al ver como su hogar se iba alejando cada vez más y más.

Estaba emocionado por la idea de poder hacer nuevos amigos y salir de la rutina envuelta en tristeza que vivía en aquel castillo, su felicidad sobrepasaba los límites al saber que también estaría ahí junto a Yedam, su querido mejor amigo.

Pero no siempre todo es felicidad, siempre debía de haber una pizca de desencanto en su vida.

Y para su mala suerte su desencanto era Watanabe Haruto, el príncipe azul de su cuento de hadas.

Junghwan salió de la madriguera de un solo salto seguido de su padre el sombrerero loco y su tío el conejo blanco.

El más joven se limpió la tierra de su pantalón, acomodó un poco su camisa y se cercioró de que el pequeño ratón que traía consigo estuviera bien dentro del bolsillo delantero de su camisa. Cuando se dio vuelta vio a su padre y tío sentados en unas sillitas mientras tomaban té.

─ ¿Qué hacen?─ Preguntó suspirando.

─ ¿Qué no ves?─ El sombrero tomó un sorbo de té y le mostró su reloj.─ ¡Es hora del té! Vamos hijo, únete a la última fiesta que tendrás con nosotros.─ Habló nostálgico a lo que su tío asintió con una mueca de pesar en su rostro.

─ Primero, no me gusta el té.─ El mayor escupió su amado té y lo miró estupefacto.─ Segundo, no me voy a la guerra ni moriré luchando contra un dragón, simplemente iré a la escuela ¡Donde ambos son profesores! Y no me lo tomen a mal pero yo no les veo potencial de profesores autoritarios.

El híbrido conejo se limpió el resto de líquido sobre sus labios, sacó una zanahoria y lo apuntó con esta antes de morderla.

─ Mi querido Hwannie ¿Cómo puedes decir que no te gusta el té frente a tu padre? Mira como lo haz dejado al pobre loco.─ Dijo el conejo mirando a su amigo que seguía congelado por las palabras dichas por su hijo.─ Y no, no morirás en una guerra, tú morirás por aburrido. A veces sospecho de que eres adoptado sinceramente.

─ Papá dijo que me encontró en un basurero, que le dí tanta pena y que por eso me terminó llevando con él.─ Junghwan se encogió de brazos.

El menor llevaba puesto un gorro que le había regalado su tío cuando apenas era un pequeño loco, se lo sacó y lo dio vuelta, metió su mano dentro de este y comenzó a sacar cosas; un par de tenazas, un tenedor, un juego de cartas, una mini guillotina y así siguió hasta que sacó una pequeña taza seguido de una tetera que contenía café.

Él odiaba el té, pero amaba el café.

Cuando el olor del café llegó a las fosas nasales del castaño mayor, ahí por fin pudo salir de su congelamiento.

─ ¡¿Estás rechazando mi amado té por esa inmundicia llamada café?! ¡Yo no te crié así jovencito!─ El sombrero de su padre salió volando mientras lo miraba exasperado.

─ El té está sobrevalorado, el café es superior.

─ ¡Retractate, pequeño loquillo de mier-!─ Las palabras quedaron atoradas en su garganta cuando sintió el impacto de algo estrellándose en su boca.

Cuando pudo observar mejor se trataba de Donnut, el pequeño ratón de su hijo le había lanzado un pastelillo a la cara.

─ Muy bien familia de locos, calmense que deben entrar a la escuela. Tú a estudiar.─ Señaló a Junghwan.─ Y tú a dar el ejemplo como profesor.─ Señaló a su padre.

"Esto no se quedará así. Tú, yo, tu ratón y el mio mañana después de clases en una guerra de panecillos"─ Susurró el sombrerero.

Junghwan suspiró y emprendió camino hacia la entrada de la escuela, dejando atrás a su padre.

A veces no lo entendía, pareciera que fuera él quien convivía con un niño de cinco años y no con un adulto apunto de superar los cuarenta.

Junghwan siguió caminando, ignorando a Minhyuk (Su padre) mientras este intentaba sacarle tema de conversación.

─ ¿Sabías que aquí también estará el hijo del gato de Cheshire?─ Dijo llamando por fin la atención del menor.

─ ¿Tiene un hijo? Jamás lo vi en el país de las maravillas o en la escuela.─ Junghwan intentó hacer memoria, tal vez sí lo había visto pero no lo recordaba.

─ Es que su hijo jamás pisó el país de las maravillas o tu antigua escuela, él iba a monster high.─ Mencionó Minhyuk, teniendo la completa atención de Junghwan.

¿El gato de Cheshire tenía un hijo? Eso era raro, él no había visto muchas veces a el gato, solía verlo un par de veces al mes cuando este iba de visita pero jamás imaginó que tuviera un hijo.

El gato de Cheshire era un híbrido al igual que su tío el conejo blanco, ambos tenían la habilidad de convertirse en humanos con pequeños detalles que daban a entender que eran híbridos, como las orejas y la cola, y podían volver a su forma animal cuando quisieran sin problema alguno.

─ Se casó con un monstruo Venus hace varios años, decidió dejar el país de las maravillas y comenzar una nueva vida junto a su esposo. Vuelve a nuestro mundo solo para ver que las cosas marchen bien y la reina de corazones no haya matado a nadie.─ Explicó.─ Y no hace mucho me enteré que tiene dos hijos con ese Venus, el mayor se llama Yuta y el menor si no me equivoco se llama Yoshinori. Dicen que Yuta salió siendo totalmente un monstruo Venus mientras que Yoshinori nació siendo un híbrido Venus-cheshire. Increíble ¿No crees? Yoshi tiene las habilidades de un Venus y un Cheshire, simplemente asombroso.

¿Ser un gato que se vuelve invisible y que puede hacer crecer unas simples florcitas? No le veía lo increíble sinceramente.

─ ¿Por qué no te haces amigo de Yoshi? Así al fin podrás dejar de estar solo todo el tiempo.

Junghwan se encogió de hombros.

─ Las amistades están sobrevaloradas.─ Respondió. Él estaba bien solo, no creía necesitar compañía de alguien más.

Encontraba molesta a la gente, prefería su amada tranquilidad.

─ ¿Hay aunque sea algo que no encuentres sobrevalorado?

─ Las donas. Después de eso, absolutamente todo está sobrevalorado.

Buenas. :D

Perdón la tardanza. 😽

Los capítulos serán un poco cortos pero intentaré detallarlos bien. ♡

🌱; algo que no entiendan.

🌱; opiniones.

🌱; sugerencias.

🌱; algo que les moleste.

Perdonen los errores ortográficos. ♡

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