Nueve.
Ahora mismo no podía predecir que tan rojo estaba su rostro. Cuando le escuchó hablar tenía una gran cara de impacto, pues no lo veía venir. Pero toda la sorpresa le abandonó por completo al oír aquel halago por parte del castaño, remplazándolo por un claro sonrojo y soltó un pequeño bufido ante eso.
—Soy Bill, no "lindura" —comentó un tanto desorientado aún con sus manos en los hombros ajenos, realmente quería apartarlo puesto que se estaba mareando ante la cercanía.
—Bill —repitió el tritón, alargando un poco la palabra.
No era del todo desagradable escuchar su nombre proviniendo de la dulce voz del otro. Sólo se limitó a asentir y empezó a arrastrarse disimuladamente para atrás, necesitaba un poco de su espacio y estaba clarísimo que la criatura quería intimidarle o seducirlo ya que no dejaba de hacer círculos con sus dedos en la arena de una manera lenta.
—Mira, no se donde me llevaste pero hay que volver a la isla de Gravity Falls y detener a Gideon, puede que este haciendo un plan para atraer a otros seres mitológicos para raptarlos y no quiero pensar que estaría haciendo después con ellos. Entonces yo sugiero que... ¿Tan siquiera me estas escuchando? —bufó nuevamente al ver como Dipper tenía sus codos sobre la arena y su cabeza ligeramente puesta entre sus manos, mirándolo fijamente con una sonrisa ladina.
—¿Tus ojos siempre han tenido ese color? Son muy lindos. Me recuerdan al Sol; son radiantes, abrazadores, ardientes...
Bill parecía completamente indignado por la actitud que estaba tomando la criatura, esperaba que fuera algo más razonable y que entendiera la gravedad de la situación en la que estaban metidos.
—¡Deja la coquetería y pon atención! ¡¿Qué no recuerdas lo que pasó momentos antes?!
—¿Cuál de todos los momentos? Me encantó ese momento donde me abrazabas, realmente me gustaría repetirlo —admitió sonriendo tontamente. Para Dipper era divertido ver como el pálido rostro de su acompañante se tornaba de rojo al decirle una sola palabra. Un ser admirable a decir verdad.
Pero por otro lado Bill estaba a punto de explotar, no todo se debía tomar a la ligera. Su mirada firme y fría paró en los ojos del otro y escupió lo primero que se le vino a la mente;
—¡Me refiero a tu familiar muerto!
Un silencio incómodo se formó en el lugar, tenía ambas manos a sus costados mientras apretaba la arena bajo estas. Tal vez si se había pasado con sus duras palabras ya que la mirada del tritón se volvió un tanto apagada, después hizo un puchero y se dio media vuelta.
Despegó sus manos de la arena y frotó sus sienes, intentando calmar el dolor de cabeza que cada vez se volvía más fuerte. Cada segundo que pasaba, le hacia sentir culpable.
El castaño murmuro algo tan leve que Bill no pudo escuchar con claridad.
—¿Qué? —empezó a gatear a donde estaba el otro, al llegar a su lado se sentó y esperó a que volviera a repetir lo que dijo. Se arrepintió de verlo en ese momento, porque Dipper no tenía uno de los mejores rostros; la mirada perdida en un punto fijo del mar, la piel blanquecina hasta el punto de hacerle ver enfermo y con su gran puchero. Su corazón se estrujó en su interior, realmente debe disculparse—. Lo siento, no quería decir eso. A veces me comporto como un verdadero idiota, se que la muerte de...
—No esta muerta.
—Claro que no lo esta, ella siempre estará acompañándote... Aquí —dirigió su dedo índice al pecho de Dipper para señalar su corazón, pero recibió un manotazo por su parte después de un siseo.
—Ella no esta muerta, Gideon te mintió —musitó con la mirada fija ahora en los ojos ámbar del humano.
Las manos le empezaron a temblar frecuentemente ante su revelación, ¿Gideon me mintió? Se preguntó mentalmente, no podía ser cierto. Las escamas del frasco decían lo contrario.
—¿Cómo sabes eso? —odiaba eternamente cuando tartamudeaba demasiado, era frustrante.
—Yo lo sé, lo presiento —al ver la cara de confusión de Bill, no hizo más que reír con ternura—. Tenemos esta misma cosa donde nuestras alergias actúan al mismo tiempo.
Movía sus manos al explicarlo.
—¿Entonces sabes que ella esta cerca cuando "estornudas"? —su voz tenía un tono burlesco, saber eso es interesante.
—Se que suena ilógico, ¡pero es verdad!
—Te creo, te creo —para hacerlo ver creíble, alzo ambas manos en señal de rendición—. ¿Entonces por qué fue que lloraste?
—La extraño demasiado, ya llevo demasiado tiempo sin su compañía. Sentía que debía desquitarme con algo, así que mi furia se desataba por medio de las personas de la isla. Todos me odiaron desde entonces, pero juraría que mi odio era más grande que el de ellos. Luego, llegaste tú —el calor invadió sus mejillas y por inercia apartó su rostro, volteándolo a otro lado y así tal vez no notaría su sonrojo.
Una pregunta se formulo en la mente del rubio, siempre la había tenido desde que se encontraron por primera vez.
—¿Por qué no me asesinaste?
Dipper volvió a girar su rostro en su dirección mordiendo de su labio inferior, intentando ocultar su nerviosismo.
—Planeaba ahogarte —las palabras sonaron un tanto apenadas pero lo ignoró y continuó—, pero algo me decía que tú no tenías esas intenciones de dañarme.
Recibió una sonrisa como respuesta, sentía la necesidad de acariciarle el cabello pero algo se lo impidió. Soltó un largo suspiro pensando en alguna estrategia para enfrentar a Gideon.
—Deberíamos volver.
—¡Claro que volveremos! Allá esta mi hermana con ese sujeto que puede lograr sacarme de quicio.
Ahora fue Bill quien rió, por una extraña razón le parecía adorable la manera en que las mejillas del castaño se inflaron al pensar en el otro hombre.
—Nos iremos mañana, ya es de noche y no puedo ver absolutamente nada debajo del mar.
Asintió ante su petición y se recostó en la arena, ignorando el hecho en el que sus zapatos estaban tocando el agua. Ahora esta si era una verdadera plática, sin juegos ni trucos. Cerró ambos de sus ojos esperando que el sueño le golpeara, pero sentía una pequeña desconformidad hasta el punto de hacerlo sentir inseguro.
Para su sorpresa, al abrir los ojos, se encontró con el rostro de Dipper de nuevo muy cerca del suyo. Su rostro se coloró por milésima vez en el día y dificultosamente entabló mirada en los orbes chocolate del tritón.
—Agradecería que no me vieras mientras duermo.
—Lo siento... Es inevitable.
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