Dieciséis.


—Terminé.

Palmeó ambas de sus manos entre sí con una sonrisa de satisfacción, reflejada en su rostro exhausto. No podría decir cuanto tiempo tardo en ordenar y hasta tirar en una bolsa negra lo innecesario de la habitación. Pero luego de lo que pareció ser una eternidad logró terminar.

Sus pies se arrastraron por el suelo de mármol con pereza hasta llegar a una gran mesa polvorienta, la cual no dudo en hacer un trazo con sus dedos sobre ella un tanto pensativo.

Tenía la mirada puesta sobre la gran placa de metal en una esquina de la mesa donde venía tallado en perfecta caligrafía: "Gideon Gleeful".

Sin siquiera dudarlo, lo tomó entre sus manos quedándose viendo a cada detalle de este. Sonrió nuevamente y lo dejó caer en el cesto de basura que yacía a un lado del escritorio, para reemplazar el lugar colocando otra placa más reluciente.

Después de terminar de limpiar la leve capa de polvo de la mesa, se dejó caer en la silla de madera y cerró ambos de sus ojos disfrutando del silencio. Su momento de paz se vio interrumpido instantáneamente por el rechinido de la puerta al abrirse. 

Los pasos del desconocido se aproximaron a su mesa. No se inmutó de su presencia, seguía con ambos de sus ojos cerrados aparentando estar dormido.

—Vaya, no llevas ni una semana de estar aquí y ya tienes tu placa. Alcalde Bill Cipher, que orgullo —una voz femenina interrumpió en el claro silencio.

La pudo identificar al instante como Wendy, la chica que le vendió hace un tiempo una venda para esconder su herida del brazo que Dipper le había provocado. Aún se notaban los zarpazos, pues estos solamente cicatrizaron.

Al oír su nuevo título, Bill dejo escapar una suave risa acompañada de una sonrisa de medio lado.

Alcalde Bill Cipher.

—De hecho ya me instalé también, aunque aún le falta algo de decoración a este lugar. Este sitio era tétrico.

—No era de esperarse, Gideon solía tener ideas perversas —contestó, sentándose sobre la silla frente al escritorio y recargándose sobre sus codos—. ¿Crees que siga en el fondo del mar como habías dicho?

—Lo esta, te lo aseguro. Puede que no este del todo físicamente —sus ojos se entreabrieron analizando el aspecto de la chica, tenía grandes ojeras debajo sus ojos, no obstante lucía saludable—. Ya lo entiendes.

En estos últimos días, después de la trágica noticia sobre lo que le sucedió a Gideon la gente enloqueció. Bill tuvo que contarles la verdad a los pobladores para que se tranquilizaran y vieran lo que Gideon era capaz de hacer si no se le detenía antes. La mayoría creyó aquella historia, pero algunos no lo hicieron por miedo o tal vez por rencor.

Fue sencillo convencerlos a todos después de darles pruebas, como acercarse y comunicarse con el tritón que tanto temían, descubriendo que no era nada más ni nada menos que un alma inocente. Aunque los que fueron dañados física o mentalmente por Dipper no hicieron más que marcharse de la isla sin importar nada. La población disminuyó, pero fueron remplazados por turistas y visitantes que deseaban quedarse a vivir en Gravity Falls por lo maravilloso que sería estar cerca de las criaturas mitológicas.

Se podría decir que la isla se hizo tendencia por la gran historia que esta enfrentó desde hace años hasta ahora, revelando el misterio que estaba detrás de todo.

Desde ese día, la isla se quedo sin gobernador y consideraron asignar al rubio al susodicho trabajo de liderar a los pobladores.

—En fin, vine a decirte que Dipper te esta buscando —la pelirroja se cruzó de brazos, asombrada por lo exigente que llega a ser el tritón cuando no obtiene lo que quiere. Mientras tanto, Bill abrió por fin sus ojos con una sonrisa burlona.

—¿Qué querrá? Lo vi hace un par de horas.

—Eso no te lo responderé yo —respondió con simpleza para luego sonreírle de la misma manera—. Y no tienes que disimular, se perfectamente que deseas verle por igual.

Ante dicho eso, se puso de pie he hizo una pequeña reverencia para salir de la ex-cabaña de Gideon, no sin antes giñarle un ojo a Bill asegurándole que su "secreto" estaba a salvo.

[...]

En el camino, la gente le saludaba con cortesía y hasta le llamaban por su título. Algunos estaban al pendiente de sus movimientos y hasta llegaban a preguntar que era lo que haría en un futuro no muy cercano. No le molestaba en lo absoluto aunque si desearía tener un momento a solas, se llegaba a intoxicar por tanta multitud que a veces se preguntaba que por qué había aceptado el trabajo. La simple respuesta era el chico que ahora gobernaba cada rincón de su mente. Dipper.

Al llegar a la orilla del mar, esperó a que Dipper saliera de su escondite ya que aún era algo tímido cuando las personas le veían sin problema aparente. Su relación con el tritón fue mejorando desde el beso que se dieron en aquel momento que ambos compartieron hace unos pocos días atrás, luego de ese día se vieron más seguido. Le visitaba comúnmente por la noche, además de ser de sus momentos favoritos, Dipper se dedicaba a cantarle melodías que sólo él podría disfrutar.

El agua comenzó a moverse en un espacio de la superficie revelando una cabellera castaña, que provocó una sonrisa al mayor.

Dipper estaba frente a él, con la mitad del rostro escondido y sus ojos chocolate brillaron al verle. Pocos segundos bastaron para que Bill avanzara hasta el lugar del otro, sin importarle el hecho de que sus pies se hundieran en el agua helada. Puede que Wendy tuviera razón, la necesidad de verle era deseada.

Al estar frente a él, el tritón salió de a poco del agua revelando su hermoso y reluciente rostro con el que tanto fantaseaba. Estaba por hablar de no ser por el firme agarre que estableció en su muñeca, jalándole a un escondite detrás de una gran roca permaneciendo ahora ocultos de cualquier individuo.

—Dipper, ¿qué es lo que pasa? —musitó por fin luego de unos largos segundos de silencio. El castaño desvió su mirada al oír su sobrenombre al mismo tiempo que jugaba con sus manos de una manera nerviosa.

—Y-Yo... —mordía de su labio inferior ahora entablando mirada con Bill—. Lo que pasa es que yo vine a esta isla por mi hermana y ya la recuperé...

—No entiendo lo que quieres decir —automáticamente su ceño se frunció, Dipper estaba a punto de hablar pero le interrumpió—. ¿Vas a irte?

—Bill...

—¿Vas a abandonarme? —susurró débilmente sintiendo sus piernas flaquear, jurando que caería desmayado en cualquier momento.

—Espera...

—¿Por qué? —le volvió a interrumpir sin remordimiento—.  Dipper yo entiendo que decidas irte con tu hermana libremente por el océano pero esto no funciona así.

—Si tan solo...

—Si me haz traído hasta acá para despedirte, ni lo sueñes. ¡Porque no es así de sim... —de un momento a otro tenía unos finos y suaves labios posándose sobre los suyos. Sus muñecas estaban siendo sujetadas por las húmedas y extrañamente cálidas manos de el otro. Bill cerró absolutamente sus ojos ante el sentimiento, dejándose llevar por el momento ya que no recuerda cuando fue la última vez que tuvo a Dipper a una distancia tan nula como la actual. Estaba a punto de corresponderle de no ser porque el tritón se separó unos pocos milímetros con lentitud, dejando pegada su frente con la suya y ambas de sus narices rozándose entre sí.

—Si tan solo me escucharas —terminó la frase seguido de un suspiro.

Bill se quedó en silencio permitiéndole al castaño que terminara su relato.

—Mabel me dijo que no podíamos estar en esta isla para siempre, que necesitábamos explorar y aprovechar de nuestra libertad aunque ya la tengamos. Me iría con ella sin duda alguna, o eso creí —después de tanto mirar un punto perdido del agua, decidió enfocar su mirada en los ojos ambarinos del rubio—. De no ser por algo que me lo impedía.

Bill lucía del todo desconcertado y ansiaba pero a la vez estaba asustado por la respuesta que le daría.

—Ese algo que me lo impide eres tú —en un instante, sus manos se llegaron a posar sobre las mejillas de color carmín de Bill, acariciándolas como si fueran de porcelana.

No podía creer lo que le dijo, un brillo especial adorno los orbes de sus ojos que tuvo que parpadear un par de veces para pensar que esto no era un sueño. —¿Cómo?

—Tomé mi decisión y Mabel la respeto —espetó con un ligero tono de seriedad para asegurarle que lo que salía de sus labios era nada más ni nada menos que la simple verdad—. Me quedaré.

No supo como responderle así que, con el corazón palpitándole a tope, Bill cortó nuevamente la distancia entre ellos y le deposito un beso lleno de dulzura y deseo en los labios ajenos. Sus manos fueron a parar en la cintura del castaño, dejando leves caricias sobre la tan suave piel que contenía. Adoraba ese sentimiento que sólo Dipper podía provocarle, lo hacía sentir completo.

Y ni se diga sobre lo que Dipper piensa de Bill, que no sólo era la atracción física, también estaba enfrentada la emocional. Realmente es difícil conquistar el corazón de una sirena, estas tienden a ser agresivas al igual que feroces contra cualquier ser vivo que se les acercase. Hasta llegan a ser cerradas.

Pero por una extraña razón, Dipper no se comportaba igual cuando conoció a este humano en especial. Le admiraba e intrigaba, dos cosas que no logró experimentar tiempo atrás con otra cosa que no fuera un nuevo descubrimiento. Aunque viera a Bill en todo este periodo, la admiración nunca se esfumó, siempre permanecía ahí.

Una emoción que aparecía de manera repentina con tan sólo estar cerca de él, le ocasionaba un revoltijo en el estómago y vibraciones por su cuerpo.  La admiración se volvió en una pequeña obsesión hasta convertirse en algo que desconocía.










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