¹| Oscuridad.
Personajes: Bakugo e Izuku.
Shipps: Ninguno.
Anime: BNHA.
Advertencia: Muerte de personaje, algunas posibles escenas fuertes de agonía, algunos cambios en la personalidad de los personajes.
Cantidad de palabras: 2660
Era común que Izuku siempre tuviera miedo de muchas cosas. De las arañas, los payasos, las películas de miedo, de las serpientes, hablar en público y entre otros.
Había muchas otras cosas más que le asustaban, como estar solo, la noche, los lugares estrechos... Siendo lo peor de todo que él no podía controlar sus reacciones y a veces se alteraba de forma innecesaria de cosas que quizás no eran para tanto.
Era por eso que a él ya se lo conocía como un miedoso, mas lastimosamente ese no era el apodo que usaban para referirse a él por ese problema suyo.
Ya quisiera.
"Cagón"
"Marica"
"Miedaza de mierda"
"Bueno para nada"
Y todos esos insultos era en su mayoría dados por su "gran amigo de la infancia"; Bakugo Katsuki. No es que en si los insultos llegaran a herirlo, sino más bien, la persona que lo hacía era la causa de que doliera tanto... Él, mejor que nadie, conocía todas las cosas que a Izuku le asustaban y por su puesto que aprovechaba cada una de ellas para hacerle la vida imposible.
Como ahora.
—Vamos, Deku. No seas un marica de mierda —bufó burlón el rubio a la par que caminaba con confianza en los senderos de aquel bosque, siendo que llevaban al pobre Izuku arrastrado por dos compañeros más que solían ser cómplices del rubio—. Solo es un estúpido bosque.
Supuestamente el rubio lo estaba ayudando para superar uno de sus miedos el cual también era un bosque, pues claro, ¿a quién no le parecía aterrador un bosque tan frondoso y solitario?
Sumándole que también ya estaba atardeciendo... bajando la visibilidad del lugar.
—¡Por favor, Kacchan! —rogó el menor que luchaba para que soltaran sus brazos, con sus ojos rojos por las lágrimas que habían caído por sus mejillas gracias al dolor que le causó el rasparse las rodillas con piedras y vidrios después de haber sido arrastrado hasta ahí— ¡No quiero ir, quiero volver a casa!
—¿¡Ah!? —soltó el rubio con burla— ¿Acaso no entiendes el motivo del que estés aquí, cagón de mierda? ¡Encima me lo dices con esa cara-mierda asustada que tienes! Te estoy ayudando, imbécil.
¡Por supuesto que estaba asustado! ¿Cómo no podría estarlo? Solo tenía once años, ¿¡No tenía derecho a tener miedo acaso?!
Quería decirle todo eso al rubio que seguía caminando con orgullo frente a él, pero bien sabía que eso solo sería perjudicial para su persona conociendo el temperamento del contrario. Quizás si pretendía no tener miedo pase lo que pase... lo dejarían en paz. Apretó sus labios con fuerza queriendo aguantar las ganas de volver a chillar y se prometió una cosa en el trayecto.
Que llegaría a casa sano y salvo, iría con su madre para pedirle que le abrace mientras lloraba en sus brazos diciéndole lo asustado que estaba. Pues finalmente se había cansado de los maltratos que recibía del rubio y quería ponerle fin de una vez por todas.
Solo esperaba que terminara lo antes posible.
Antes de que anocheciera.
Antes de que la oscuridad llegara.
Repetía una y otra vez en su mente que no debía llorar, trataba de controlar sus reacciones pero era inevitable no notar como sus piernas temblaban como gelatina al estar parado en medio de ese tenebroso bosque. Aquellos tres chicos estaban parados frente a él, humillandolo con aquellas sonrisas burlonas. Observando que evidentemente el menor no podía controlar sus nervios, Katsuki fue el primero en dar un paso hacia adelante y mirar fijamente el rostro de su antiguo amigo, riéndose de él.
—Eres patético, Deku —expresó altanero—. Mira que estar a punto de mearte por esta mierda... ¿o ya te hiciste encima acaso?
Pudo escuchar las sonoras carcajadas que los secuaces de Bakugo estaban haciéndole escuchar, como si no fuera suficiente todo lo que le estaban haciendo pasar, podían agregarle la burla que simplemente hacía que su estima se hiciera pedazos. Izuku presionó la remera que traía puesta con sus manos que se aferraban a el con fuerza y sus dientes rechinaron de la impotencia e indignación.
¿Por qué le estaban haciendo esto a él?
¿Qué había hecho mal para merecer tal desprecio por parte de su antiguo amigo de la infancia?
Todo eso explotó en él de repente cuando escuchó las órdenes de el rubio hacia sus compañeros.
—Saquen las cuerdas y atenlo rápido.
Los ojos verdes de Midoriya se abrieron a más no poder al ver como los chicos habían sacado unas gruesas cuerdas y que se acercaban a él con cierta precaución ya que por acto de reflejo Izuku había comenzado a retroceder.
—Es por tu bien, Deku —sonrío de forma descompuesta aquel chico de carácter explosivo que seguía a un lado del menor y que se atrevió a darle unas cuantas palmadas en su hombro en un fingido gesto amigable.
Izuku, cayendo en cuenta de lo que pretendían, su primera y desesperada reacción había sido empujar al rubio lejos de él que casi había caído al suelo luego de no haberse esperado esa reacción del chico. Pero por supuesto, al reponer el equilibrio, Katsuki sintió un interior arder por la rabia.
—Perdón, Kacchan —expresó temeroso ante la expresión que su amigo había puesto al reponerse.
Katsuki parecía un animal, ese animal que se movía por instinto y que luego de haber sido molestado solo quería despedazar todo a su alrededor sin importarle una mierda las posibles consecuencias.
Porque Bakugo ya conocía a Izuku y sabía que nunca lo delataría por más de que lo hiciera comer excremento.
No tenía nada que temer.
—¡Marica de mierda! —exclamó el rubio dejándose llevar por su enojo, avanzando a pasos amenazadores hacia el contrario que asustado volvió a retroceder, pero sin importar aquello, Bakugo lo había alcanzado devolviéndole el empujón tres veces más fuerte de lo que Midoriya le había hecho.
Como era de esperarse la fuerza ejercida había sido demasiada, por lo que el chico cayó en el suelo de lleno, dándole un tremendo dolor. Dolor que no pudo expresar al soltar un grito de sorpresa cuando sintió que caía hacia atrás hasta que finalmente se había hundido por completo en un tipo de agujero que había estado escondido a unos metros por la maleza.
Un pozo ciego.
Izuku había caído en un pozo ciego que si bien al inicio era amplio, este terminó siendo angosto. Midoriya al caer de espaldas, quedó atascado en forma de "U", causándole una gran incomodidad y dolor a su espalda.
—¡Aaahhh! —exclamó Deku con el dolor mezclado con el miedo— ¡Kacchan, quedé atrapado! ¡Kacchan! ¡Ayúdenme!
Midoriya verdaderamente había quedado atrapado en ese lugar tan terrorífico y con solo permanecer ahí unos segundos, ya sentía que iba a enloquecer por completo. Estaba tan apretado ahí, el pozo ciego parecía ser ya algo antiguo por lo que habían rocas mal puestas que se convirtieron en picos que se clavaron en parte de sus costillas.
Estaba desesperado.
—Oh, eso fue oportuno —soltó el rubio mirando desde arriba del agujero que aunque trataba de poner una sonrisa, más bien se convertía en una mueca de nerviosismo.
No sé había esperado de Izuku cayera en uno de esos pozos, pero al comprobar la profundidad del mismo, supo que no era para tanto. Hasta él podría salir de ahí si quedara atrapado, por lo que dejó su culpabilidad de un lado cuando se le ocurrió una idea.
—Ahora ya no hay necesidad de atarte, ahí es más cómodo, ¿no? —bufó burlón—. Quédate ahí, inútil. Si no eres tan bueno para nada, saldrás antes de que me de la gana venir a sacarte.
Izuku chilló con pánico cuando escuchó que Katsuki y los otros chicos se alejaban del pozo, dejándolo solo. Midoriya había gritado el nombre de su amigo y que este lo ayudara a salir de una vez por todas.
Había gritado tanto que su garganta se cansó antes que él y comenzó a quemar incluso cuando trataba de pasar saliva por su seca tráquea. Había intentado moverse para intentar escalar de alguna forma, pero solo sirvió para hundirse aún más haciendo que su espalda se sintiera por romper ante la posición tan incómoda.
Así permaneció por horas, lamentándose y pudiendo ayuda a quien sea que lo pudiera sacar de ahí.
Y ahora que la noche llegó, Izuku no se atrevió a emitir sonido alguno.
Sus ojos estaban abiertos hasta llegar a su límite, queriendo de alguna manera el adaptar sus visión para que esta pudiera tener claridad en la pesada oscuridad de la noche. Podía escuchar de fondo el sonido de los grillos fundiéndose en el silencio del bosque.
El sudor comenzaba a descender por todo su cuerpo, su rostro estaba totalmente mojado dándole una sensación incómoda y pegajosa. Trataba de respirar lo más que podía ya que en la posición en la que estaba le dificultaba tomar el aire que necesitaba, sumándole que también era poco el viento que entraba en aquel agujero.
Por eso, ni hablar del calor y humedad que allí habían.
De repente, Midoriya creyó escuchar que algo se movía afuera. Su mirada desesperada se dirigió hacia arriba donde esperaba que quizás se tratara de Bakugo que finalmente lo venía a buscar, pero a pesar de que esperaba y esperaba... no aparecía nada.
Pero él había jurado que algo se estaba moviendo afuera...
—¡Ayuda! —gritó impulsivo— ¡Quedé atrapado aquí, por favor!
Nada. Solo silencio.
Midoriya pudo sentirse decepcionado al no recibir ningún tipo de respuesta y que quizás lo que había escuchado solo fue un animal pasar por ahí o quien sabe que razones lógicas podía formular en ese entonces. Pero lo que más había llenado su pecho fue el arrepentimiento de haber alzado la voz.
La ansiedad había aumentado a puntos que cegaron su raciocinio por completo, dando cuerda suelta a su imaginación para hacerle ver o incluso oír cosas que quizás no estaban ahí. Pero al mirar hacia arriba ni siquiera tenía el consuelo de ver las estrellas ya que los grandes arboles tapaban ese sector sin dejarle ver el cielo.
Solo oscuridad. Pura oscuridad.
Cerró sus ojos instintivamente queriendo encontrar algún tipo de protección, ya que simplemente no podía aguantar ni un minuto más ahí. El sonido de los grillos parecía hacerse más fuerte, logrando que su mente estuviera a punto de colapsar.
Tenia miedo, tanto miedo que estaba a punto de desfallecer en ese mismo instante.
Porque no había algo que Izuku le tuviera más miedo que a la oscuridad.
Debido al dolor que había estado sintiendo desde hace horas en su zona baja, finalmente se dejó ganar por ello y pronto sintió un gran alivio en la humedad cálida que recorrió su entrepierna y fue bajando incluso hasta tocar su espalda.
De tanto estrés, simplemente él ya no pudo aguantarlo y terminó por orinarse ahí mismo.
El alivio fue inmediato, pero era lamentable. Midoriya volvió a sollozar en silencio a medida que el olor se iba intensificando por el calor, sumado a su aroma corporal que ya no era para nada agradable gracias al sudor.
Quería escapar cuando antes de ahí y sentirse a salvo lejos de ese lugar tan sombrío.
Salir de la oscuridad.
—Mamá...
Ya había perdido la noción del tiempo, pero si sus cálculos no le fallaban, ya trascurrieron exactamente cuatro días desde que quedó atrapado en ese pozo. Y nuevamente la noche iba cayendo para comenzar, en cuando salga el sol, el quinto día.
Midoriya ni siquiera podía creerlo, ¿cómo es posible que siga ahí? ¿Por qué nadie había venido a buscarlo desde que anda desaparecido tantos días?
¿Dónde estaban todos?
Fuera lo que fuera, él ya estaba al límite.
El dolor que sentía en su espalda era indescriptible siendo que cualquier mínimo movimiento le hacia pensar que iba a romperse en dos. El olor de su cuerpo se asemejaba a la carne en estado de descomposición, y ya por su apariencia, Midoriya le dio la razón a ese pensamiento.
Su estomago ya había dejado se rugir por el hambre posiblemente porque ya se resignó a devorarse a sí mismo en busca de nutrientes; porque se había puesto aún más delgado que antes y sin darse cuenta, se quedaba dormido por horas prolongadas en vista de su escasa energía.
Pujó con dificultad mientras hacía leves muecas que demostraban su dolor al defecar, ni siquiera sabía que estaba soltando puesto que no había comido nada en todo ese tiempo, pero ahí estaba. Juntando sus deshechos en sus pantalones que prácticamente se iban secando en la piel de sus glúteos al no tener un lugar en donde caer, pero lo cierto es que dolía. Dolía tanto que incluso para eso soltaba un par de lagrimas para desahogar lo mucho que se lastimaba haciéndolo.
Ya no tenía fuerzas ni para gritar, porque ya se había cansado de hacerlo de todas formas.
La cuarta noche ahí.
Extrañamente no se sintió igual que las demás, porque ahora la mirada de Izuku estaba apagada mirando hacia arriba. Sin expresión, sin esperanzas.
No estaba muerto, eso era claro. Porque el latir doloroso de su pecho por el miedo que seguía sintiendo viendo la incertidumbre que había detrás de la espesa oscuridad, le decía que todavía no llegaba su hora.
Pero era cuestión de tiempo.
—Si muero aquí, solo espero que tu consciencia nunca esté tranquila hasta el día de tu muerte —expresó mientras poco a poco su rostro inexpresiva se iba descomponiendo a una de ira—. ¡Que no puedas cerrar los ojos ni una noche porque en la oscuridad ves mi maldita figura, Bakugo Katsuki!
Con las pocas fuerzas que le quedaban, dejó escapar un grito doloroso sin importarle que su garganta le quemara en el proceso y que el sonido de sus lamentos quedarán ocultos por el boscoso lugar y la oscuridad que lo abrazaba.
—¿Q-Qué... mierda?..
Katsuki veía con los ojos abiertos par a par lo que había dentro de ese pozo ciego llegado el día cinco.
Este había pensado que el chico ya se había salido de ahí, pero al oír de la movida que se había creado en búsqueda de su paradero, lo hizo volver al mismo lugar para sacarlo de ahí lo antes posible. Pero lo que vio, hizo que su alma tocara el suelo.
Midoriya seguía ahí, en la misma posición en la que había quedado. Su rostro estaba pálido y sucio, sus ojos serenos estaban sin brillo alguno ya que podía notarlo porque el menor los tenía abiertos, siendo como si lo estuviera viendo directamente a él. Pero ya Midoriya, a pesar de ser de día, veía oscuridad... veía la nada. Y así también, corría de su nariz una pequeña línea de sangre que ya se había puesto oscura.
Katsuki rápidamente se desvió y cayó de rodillas en el suelo para vomitar los huevos revueltos que había desayunado en la mañana mientras jadeaba ansioso.
Midoriya había muerto. Él no esperaba que algo así pudiera ocurrir porque su único propósito era el de molestarlo para enseñarle una lección, ¿cómo es que todo había acabado así?
Preso en pánico y pensando en lo que podría ocurrir si descubrían que él era uno de los causantes de su muerte, decidió no decir palabra alguna de lo que había ocurrido. Se embargó él mismo de ocultar el agujero trayendo diferentes tipos de ramas y arbustos que sirvieron para ocultar aún más su paradero.
Así quedó.
Las autoridades siguieron buscando el cuerpo de Midoriya sin éxito y nadie se atrevió a contar lo que pasó verdaderamente con él.
Pero dos cosas eran claras.
Midoriya no pudo cumplir su promesa de volver sano y salvo a su casa, ya que nunca podría volver ahí de nuevo.
Y...
Desde ese día, Katsuki no pudo volver a dormir con tranquilidad por las noches, ya que inevitablemente cuando la oscuridad llegaba, Izuku se hacía presente. Mirándolo, observándolo en silencio con la misma expresión sombría que este tenía el día en que encontró su cuerpo.
"¿Ahora también te da miedo la oscuridad?"
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