Monster 5
5
Hyunwoo iba de un lado a otro en su celda con impaciencia, llegando hasta el final y devolviéndose por el mismo camino una y otra vez, como si fuera un animal enjaulado. Nunca había estado tan agitado en lo que recordaba de su vida, y menos por la ausencia de otra persona.
¿Por qué el enano de las grandes gafas no había ido a verlo?. Había pasado todo un día y no habían señales de él.
Le extrañaba, por supuesto que lo admitía.
Más que saber cómo se encontraba, necesitaba verle de nuevo con su tonta sonrisa, tenerle cerca lo más posible, aunque fuera con el cristal en medio.
¿Le habría dejado?
Quería que volviese a hacerle compañía, que hablase de cosas triviales...
Se había acostumbrado a su amable presencia, ¿y cómo no hacerlo?, si al estar de vuelta en la soledad la desesperación carcomía sus sentidos, llenándole al mismo tiempo de zozobra; su fuerte respiración empañaba el vidrio cuando se le acercaba, como si de una bestia angustiada se tratase.
El castaño se crispó cuando escuchó pasos veloces aproximarse, instintivamente, sus ojos pasaron a ser oscuros de nuevo, iluminados por un brillo expectante.
Changkyun llegó corriendo hacia él, traía sus labios labios fruncidos y el ceño contraído hacia arriba, en una expresión capaz de romperle el corazón.
—Hyunwoo — gimoteó cuando sus palabras parecieron ahogarse en su garganta, acto seguido, apoyó sus manos contra el cristal.
—¿Y tus gafas? — preguntó directamente, mirándole de arriba a abajo: era muy inusual su comportamiento y apariencia.
Sin saberle cómo responder, el más bajito agachó la cabeza, cogiendo aire y meditando las palabras que utilizaría primero. Era muy difícil para él saber por dónde empezar, pero nunca se esperó que Hyunwoo, con facilidad, diera cabida a un acto tan sutil como el de sostenerle el mentón para que le viese a la cara, manteniendo al mismo tiempo, un semblante impasible.
—¿Quién te hizo eso? — inquirió haciendo alusión al golpe de su mejilla. Tenía tantas preguntas que hacerle...
—E... eso no importa ahora — titubeó con prisa, ladeando la cabeza para que le soltase — Ya tengo la contraseña. Puedes irte lejos de aquí
Hyunwoo alzó un poco las cejas anonadado, no le creía, pero la seriedad del profesor le decía que no bromeaba. ¿Bajo qué condiciones había soñado su libertad?
—¿... Qué hay de ti? — le interrumpió con una extraña sensación recorriendo su estómago.
No le alegraba la noticia de su liberación, no sabía interpretar sus propias emociones la mayoría de las veces, como para comprender qué significaba aquello que ardía en su pecho. ¿El abrir esa puerta condenaría a Changkyun?
—Creé una excelente oportunidad — declaró con una vaga sonrisa de lado, enorgulleciéndose al final de todo lo que había logrado sin ayuda —. Por eso no debes abrirla todavía, yo...
Dejó de hablar al desviar la mirada, el silencio del mayor agravaba el nudo que crecía en su garganta y, en consecuencia, se mordió el labio para que no tiritara. Era difícil cargar con todo ello sin que alguien le apoyase, pero nunca juzgó su inexpresividad, estaba en su derecho y siempre le gustó eso de él, en su defecto... ¿Por qué creyó que Hyunwoo le llegaría a querer?
Sin embargo, tomándolo desprevenido, su lastimada mejilla tuvo el gusto de ser acariciada por el pulgar de Hyunwoo, quien le miraba con profunda tristeza.
Grandes lágrimas se asomaron en sus ojos, ese simple cariño le había conmovido lo suficiente como para aliviar un poco la carga que aprisionaba su pecho
—No tengo mucho tiempo — declaró tomando la cálida mano del castaño entre las suyas y que se humedeció cuando cayeron gotas saladas sobre ella.
El aroma a flores que siempre disfrutaba volvía a rodearle, calmando sus agitados latidos y reduciendo el tiritar de su cuerpo, sabía que vendrían a buscarle y tal vez era el último momento que tendría con Hyunwoo, por lo que debía aprovecharlo sin lamentarse más.
—Me encargaré de hacerles saber a todos que no eres un monstruo — continuó sin perder la dulzura en su mirar, le hubiera gustado mostrarse más natural desde el principio— Me temo... — completamente mudo, Hyunwoo oyó al elevador acercarse — que al final me he enamorado de ti.
Ante la sorprendida mirada del más alto, rió un poco apenado.
—Tal vez sí enloquecí.
Confiando en que sus palabras serían escuchadas, recitó la combinación que abriría la celda de cristal para que, cuando llegase el momento adecuado, éste pudiera usarla por su cuenta y partir, ser libre de una vez por todas. De lo contrario, si se precipitaba, le apresarían de nuevo.
No le necesitaba a él, debía huir de todas las pesadillas que había vivido por tanto tiempo, dejando todo atrás... al igual que su pequeña persona.
El grupo de soldados no tardó en llegar y en apuntarles con sus armas cargadas, en ese mismo segundo, el pelinegro se dio vuelta con las manos en alto, maldiciendo la rapidez inoportuna de los militares.
—Profesor Lim Changkyun, está bajo arresto por cometer traición a la patria — rezó el capitán del escuadrón —. Aléjese del espécimen. Repito, aléjese del espécimen.
Tal como lo ordenado, el pelinegro obedeció sin más opción, todos le apuntaban como si se tratase de la guerra misma.
—Hey — murmuró Hyunwoo a sus espaldas, estirando su mano para intentar detenerle, pero no logró alcanzarle.
No estaba de acuerdo con nada de lo que sucedía, así que optó por golpear el cristal para llamar la atención de los uniformados. Sin embargo, estos no le hicieron caso, ¿si intentaba intimidarles ahora, sería ser demasiado ridículo?
A medida que la delgada figura de Changkyun se alejaba sin mirar atrás, su orbes tomaban un fluorescente color azul. No quería que se fuera, ni tampoco que le dejara de esa forma... no podía estarle pasando.
Perplejo, su mandíbula se tensó al ver como uno de ellos le reñía dándole un zarpazo con el rifle mientras le empujaba, otros tuvieron que sujetarle para evitar que cayera al suelo.
Caminando hacia atrás, la adrenalina volvía a agitarle haciendo que diese vueltas sin más.
Gruñidos y resoplidos llenos de hervor salieron de su boca, pudiendo oírse en toda el área X con claridad y calándose hasta en los huesos de los uniformados, que salieron rápidamente con la piel de gallina.
Golpeó, pateó el cristal hasta el cansancio, más sólo logró abollarle un poco: no podía romperlo. No obstante, incluso si salía en ese momento, estaría derrochando todo lo que el pelinegro había sacrificado pensando siempre en él.
Changkyun miró hacia atrás por última vez, y cuando sus ojos se encontraron, sus labios levemente entreabiertos se movieron para pronunciar en silencio una única palabra:
"Saranghae"
Hyunwoo terminó apoyando su frente contra la superficie transparente, jadeando dolido, no quería que las cosas fuesen así.
—Profesor Lim, creo que no es consciente de la gravedad del asunto en el que se acaba de meter.
El viceministro le miraba imperioso desde arriba, su hablar era rápido y en su frente se podía distinguir una vena sobresaliendo, inútilmente trataba de mantener a raya la cólera que le hervía los circuitos. Changkyun no le hacía mucho caso a lo que saliera de su boca, cabizbajo, no quería verle nunca más, sólo permaneció arrodillado delante a él con las manos atadas detrás de su espalda.
—El que siga vivo es porque le he tomado afecto, profesor Lim — habló secándose el sudor de la cara con un pañuelo —, pero su cometido... el venderle información al enemigo, es inaudito y penado con la muerte. ¿Lo sabia? Eh, ¿por qué lo hizo?
—Lo que aquí ocurría... lo que ustedes le hicieron a esas personas... — habló por fin con voz gruesa, sus ojos cristalizados se mostraban diferentes y llenos de voluntad, ahora estaba luchando por las vidas de otras personas — Alguien debía parar toda esta locura.
El superior desvió la vista por un momento mientras se rascaba la nuca, no daba crédito a las barbaridades que decía este profesor, y bien pudo golpearle, pero el menor siempre mantuvo una asombrosa calma. Algo debía estar mal con él.
—Aquí, el único loco es usted, profesor.
Changkyun sonrió con amargura a la vez que entrecerraba los ojos, consideraba irónicas las palabras del superior puesto que siempre se puso en duda su lucidez, hasta el punto de hacerle creer que realmente le faltaban un par de tornillos; y para empeorar su situación, el efecto del analgésico estaba pasando, era como si le taladrasen la cabeza desde adentro.
Tras dar una orden, dos soldados lo tomaron por los brazos y se lo llevaron casi a rastras por el corredor hasta una gran habitación apartada, en donde lo volvieron a arrodillar por un buen rato. Todo el cabello de Changkyun caía sobre su frente, era suficiente como para cubrir sus cejas y alcanzar un poco sus ojos; no se había percatado de lo largo que estaba hasta ese momento, y no sólo eso, había descuidado su bienestar también.
¿Desde cuándo estuvo preparado para morir tan fácilmente?
¿De verdad valía la pena morir en manos de don nadies?
Pero había hecho demasiado, estaba exhausto.
El arma le apuntaba directamente en la frente estando a centímetros de distancia, entonces alzó nuevamente la vista, los soldados intercambiaban palabras de vez en cuando, no parecían tener prisa en hacer su trabajo.
—¿Te arrepientes? — preguntó Hoseok a su lado, también estaba arrodillado y su mirada se encontraba perdida en la nada.
—¿Tu lo hiciste? — inquirió de vuelta, se había terminado acostumbrando a sus efímeras pláticas.
Hoseok rió por la nariz.
—Sólo lamento... no haber podido salvarlos a todos — habló en un hilo de voz, sus ojos se llenaron de inmensas lágrimas y su usual sonrisa se distorsionó al fruncir los labios en un intento por contenerlas.
Esas fueron las palabras que había escrito al final de su agenda, no hubo nada más después de eso.
Changkyun desde un principio se había sentido identificado con él, sus escritos tenían una humanidad muy palpable, y ambos se habían esforzado por tratar al proyecto MX correctamente. Sin embargo, nunca supo qué fue lo que pasó con el científico Shin Hoseok, tampoco tenía que preguntar para tener una idea; pero por lo menos, el saber que ahora podría estar más tranquilo dónde quiera que este, le reconfortaba el alma.
Definitivamente, no se arrepentía de nada de lo que había hecho.
Y cuando todo parecía perdido, de la nada una fuerte explosión seguida de algunos gritos se escuchó a lo lejos, las paredes y el techo temblaron debido al estruendo. Los soldados se mostraron alarmados, mirando a su alrededor sin saber qué ocurría, estaban totalmente confundidos, mientras que Changkyun, tras sacudirse un poco, negó levemente con la cabeza.
—Sí que tiene prisa — pensó al imaginarse a Hyunwoo destruyendo paredes y huyendo lejos.
Le alegraba haber podido ayudarle a escapar, aunque el drama que imaginaba desapareció cuando la puerta a espaldas de los uniformados se vino a bajo, causando que una gran nube de polvo les obstruyera la vista a todos. Changkyun estornudó una vez, pero por más que quiso agudizar la vista, sólo vio una oscura figura que sobresaltó a los militares desde las tinieblas, pestañeó varias veces sin poder asimilarlo... ¿acaso era...?
Unos hermosos ojos azules se distinguieron inmediatamente en medio del alboroto y los soldados, llenos de pavor, le apuntaron velozmente con sus armas y le dispararon sin contemplación. No obstante, Hyunwoo corrió hacia ellos, tomando uno de los rifles y golpeando al soldados en la mandíbula con brutal crudeza, seguidamente y con mucha gracia, pateó en el pecho al que quedaba, lanzándolo contra la pared.
Boquiabierto, Changkyun le miraba con algo de tierra sobre la cabeza, el moreno era tan impresionante fuera de esa burbuja de cristal que creyó era otra de sus alucinaciones, más, cuando este se arrodilló frente a él y acunó su rostro entre sus fuertes manos, supo que era totalmente real. La cálida piel de sus palmas quemaba sus frías mejillas, pero sólo podía fijarse en sus orbes azules, que le atesoraban en silencio.
¿Por qué?
—Creí que...
El pelinegro cayó en el segundo que Hyunwoo posó sus labios en el borde de sus llorosos ojos, un beso que deseaba transmitirle algo que no podía expresar con simples palabras.
"Aquí estoy"
El menor sintió cómo el calor subía hasta sus orejas y su corazón amenazaba con salirse de su pecho, ya no sentía el frío de hace un rato pues, el que Hyunwoo viniera por él, le había devuelto las fuerzas. Ahora podía verlo perfectamente, tanto que no quiso arruinarlo con lágrimas inútiles.
Sin que le resultara complicado, el moreno partió las esposas que mantenían sujetas las muñecas de Changkyun; poco después, detonaciones y más disparos también resonaron por todo el lugar, los bombillos de las lámparas titilaban antes de apagarse por completo, otras simplemente se reventaban. Hyunwoo había logrado crear un gran alboroto a propósito, aunque no estaba mal que toda la institución se viniese abajo.
Con más soldados corriendo por el pasillo a sus espaldas sin percatarse de su presencia y con alarmas sonando por doquier, el más alto ayudó al joven profesor a ponerse de pie mientras le rodeaba la espalda, luego tomó una de sus manos sin siquiera preguntarle para correr hacia la salida más cercana.
Era rápido, más de lo que sus pies pudiesen alcanzar, así que Changkyun siempre se mantuvo corriendo mucho más atrás, llegando a observar con claridad su ancha espalda y sus cortos cabellos balancearse un poco: era precioso.
El mayor sí era consciente —de alguna forma— sobre las limitaciones del contrario, pero no pretendía soltarle y, de ser necesario, le cargaría sin pudor.
Algunas paredes a su alrededor se vinieron abajo, y pedazos del cielo raso también cayeron, pero para Hyunwoo ninguno era lo suficientemente grande como para rendirse e ir por otro camino, no tenían más opción que saltar sobre ellos para esquivarlos; ni siquiera cuando un grupo de militares estuvo frente a ellos, sólo fue en el instante que comenzaron a dispararles que se cubrieron en el pasillo de la izquierda.
El moreno le rodeaba con los brazos y, tratando de estar lo más pegado posible a la pared para que ninguna bala perdida le hiriese, ya no existía distancia entre ellos. Changkyun, por su parte, jadeaba en medio del abrazo por la falta de aire y sus piernas temblaban, parecía imposible poder salir, aún así, no podía rendirse.
Ambos se miraron, la salida estaba del otro lado.
—¿Y ahora? — cuestionó el pelinegro casi como un susurro, nunca había estado tan cerca del más alto, ni mucho menos como para sentir su respiración sobre su mejilla.
Sin decir una palabra, Hyunwoo soltó a Changkyun antes de tomar un pedazo de hierro que se hallaba tirado en el suelo y correr hacia el grupo de soldados a combatirles.
El menor casi siente que escupe el corazón al intentar detenerle, pero lo cierto era que más le preocupaba su propia seguridad porque, cuando el rebote de las balas se escuchó más cerca, sólo pudo cubrirse la cabeza con los brazos mientras trataba de mantenerse a salvo.
Un dolor en su estómago le hizo estremecerse.
¿Qué era eso?
La lluvia de disparos cesó poco después y como pudo, se reincorporó para asomarse por el borde de la pared; en medio de una escena poco agradable, observó a Hyunwoo balancearse un poco aturdido y al resto de uniformados tendidos en el suelo.
Era su oportunidad.
Fue directamente hacia él sin detenerse a detallar su alrededor, empujándolo ligeramente para que retomara el ritmo de la huida: no podían perder más tiempo.
Llegaron a la parte exterior que existía dentro de la fortaleza, era un área abierta no asfaltada y protegida con inmensas murallas, ahora sólo debían atravesarla; pero, estarían peligrosamente expuestos.
A Changkyun le dolía correr, su rostro no podía ocultar el agonizante dolor, por más que cerrara los ojos y tensara la mandíbula o que intentara no apoyar mucho su pierna derecha, nada servía.
Cuando Hyunwoo notó la torpeza del contrario, la torre de vigilancia ya había empezado a dispararles, la tierra a su alrededor volaba cuando las balas se impactaban en el suelo, aturdiendo los sentidos de ambos por algunos segundos, por lo que no tuvieron chance para hacer nada más que continuar con la carrera.
Sin embargo, casi milagrosamente escaparon con la ayuda del humo que obstruyó por completo la vista de sus atacantes, entonces llegaron por fin a la entrada del corredor subterráneo y se introdujeron en el; era un lugar un tanto olvidado, con cableados salidos del techo y cámaras de seguridad desactivadas, aparentemente ya nadie lo usaba.
Al ver que no eran perseguidos, aligeraron el paso para recuperar el aire, incluso el mayor tuvo que sacudir la cabeza para aliviar el pitido en sus oídos; Changkyun en cambio, había palidecido considerablemente y transpiraba más de lo normal.
—¿Changkyun? — inquirió Hyunwoo al ver al menor apoyando una mano sobre su rodilla y la otra apretando su abdomen. ¿Le habían herido?
El pelinegro miró la palma de su mano derecha, perturbado, un color rojo intenso la cubría por completo: estaba sangrando. Hyunwoo también había alcanzado a ver, sus inquietos ojos buscaban por todo su cuerpo y en efecto, tenía una herida de bala que no había visto antes.
—Hey — murmuró sin saber cómo reaccionar, no soportaba la idea de verlo herido.
Rápidamente, el pelinegro rompió la manga de su camisa y con el trozo de tela rodeó su torso, intentando desesperadamente cubrir la herida para que no siguiera sangrando, más no era algo que pudiese funcionar mucho tiempo.
—Vamos — habló irguiéndose un poco, pero sin dejar de sostenerse la herida.
Hyunwoo le miró analizando su estado, se veía muy delicado, concluyendo inmediatamente que no podía correr ni un poco más, por lo que le indicó que se subiera a su espalda a la vez que se inclinaba un poco. En ningún momento le permitió negarse y Changkyun tímidamente sólo pudo obedecer adolorido.
La velocidad del mayor no se vio afectada en ningún instante, su pies mantenían un ritmo constante mientras cargaba al contrario, quién se aferraba con dificultad a sus hombros y trataba de evitar que sus piernas resbalaran. El sueño empezaba a apoderarse de su cuerpo, estaba totalmente agotado y sus párpados le pesaban, aún así se preocupó por memorizar el olor a flores del cabello de Hyunwoo; él ya una vez le había olfateado, ahora estaban a mano.
Al llegar al final del oscuro corredor, el menor se bajó de la espalda del contrario sin sentir ni una sola de sus piernas, cayendo de lleno en el suelo y decidiendo quedarse un rato allí mismo y descansar.
Hyunwoo se apresuró en abrir la puerta frente a ellos y, aunque ésta estuviera cerrada, posó ambas manos sobre la misma, haciendo un poco de fuerza hacia arriba y luego a la izquierda, sacándola de sus bisagras correspondientes, moviéndola por completo.
El ambiente de afuera era terrible, una ola de frío les rodeó en un segundo: una gran tormenta de nieve azotaba los restos de una ciudad victima de la guerra, sin que ni un alma quedase en ese lugar.
Él fácilmente podía soportar el gélido estado del exterior a pesar de no tener un atuendo que lo protegiera, pero el menor en cambio no era tan suertudo, así que debían buscar un refugio lo más pronto posible; entonces, Hyunwoo ya planeaba cómo resguardar a Changkyun del frío, cuando al acercarse a él, este permaneció recostado de la pared sin responder a sus llamados.
—¿Changkyun? — le llamó por tercera vez con voz tersa, tomándolo con cuidado para sostenerlo en su regazo — Despierta, hey.
El aludido parecía estar en un profundo sueño, sus ojos estaban cerrados y la expresión de su rostro lucía imperturbable, pero por alguna razón sólo pudo alarmarse al respecto; con una de sus manos acomodó suavemente los cabellos del contrario que caían sobre su frente para mirarle mejor, y al comprobar que su piel estaba fría, le instó con fervor a que abriera los ojos.
Miró con terror la herida causante de su palidez, y sólo pudo hacer presión sobre ella justo como había visto hace un rato.
—Changkyun, por favor — siguió rogándole, su ceño estaba contraído hacia arriba y sus ojos habían cambiado a su natural color oscuro.
Era como volver a ser humano.
Acercó su rostro hacia él hasta que su nariz y labios rozaran la mejilla del contrario, buscando mantenerlo lo más cerca posible. Era la primera vez que recordaba a su corazón latir con tanta fuerza... no podía perderle justo ahora. Entonces se quedó un momento en esa posición, confirmando que todavía respiraba, aunque fuera mínimo, todavía no era demasiado tarde
Ligeramente exaltado, se reincorporó para volver a mirar su dócil rostro; bien pudo abandonarle en varias ocasiones, velar únicamente por sí mismo como había hecho antes de conocerle, pero Changkyun era especial, él valía más que su propia libertad.
De uno de sus bolsillos del pantalón, sacó una pequeña botella que había robado de los laboratorios durante su huida, su contenido era de un vibrante color azul y, sin cuestionarse un segundo más, le dio a beber a Changkyun con sumo cuidado.
Ahora sólo le restaba esperar un milagro en medio de una blanca desolación.
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