Capítulo 7
La semana pasa a una velocidad impresionante. Entre las múltiples tareas que ocupan mi agenda inexistente, a penas y pude recordar lo que este día lunes traía de la mano.
El mediodía cae. Siento el estómago vacío a pesar de que comí lo requerido para mantener el hambre a raya, pero le echo la culpa a los nervios o más bien, a mis ansias de que este condenado día acabe rápido, y para sumarle más inri Jeongyeon insiste en que la acompañe a una reunión con amigos.
—Por nada del mundo. —vuelvo a repetir fastidiada, en la cúspide del cansancio absoluto.
—Pero, ¿por qué? —recita con un puchero. Termino de atender a un cliente, girándome para enfrentar su gesto de incertidumbre.
—Ya te lo mencioné, ¿acaso no recuerdas? —pronuncio en un susurro silencioso, pensando que tal vez no me escucharía, sin embargo, la castaña se muestra dubitativa, reflexionando mis palabras unos segundos antes de contestar sinceramente.
—No.
—Voy a salir con ese maldito acosador, a ver si con eso desaparece de mi vida. —ella luce sorprendida al comienzo, pero borra esa expresión, reemplazándola por una de complicidad absoluta.
—Oh cierto, será algo fantástico. Debes mantenerme al tanto de el resultado. —empuja levemente mi cuerpo, y el matiz travieso en su tono me espanta. Inhalo una gran bocanada de aire, intentando no perder los estribos, aunque es tarea difícil.
—De fantástico nada, es una pesadilla. —afirmo llena de molestia disfrazada de verdad.
—Un sueño, el chico es muy guapo. —niego a duras penas, es difícil hablar con alguien que solo piensa en ese tipo de cosas tan burdas.
— ¿Qué importa eso? El caso es que no puedo acompañarte. Punto. —modulo quejándome. La chica ríe disimulada, y yo la veo con severidad.
Coge la libreta para pedir órdenes ante mis ojos entrecerrados, pero anticipadamente suelta —: Puedes invitarlo, sin problemas. —en este caso, solo me limito a rodar los ojos al cielo —. Ya mujer, no te enojes. Entendí. —suelta otra carcajada.
—Ajá.
Las seis de la tarde llegan por fin. Todos al finalizar la jornada laboral se han propuesto planes en conjunto como ir a un bar, club nocturno, etcétera, en cambio yo pertenezco a ese uno por ciento de la población mundial que cambia todo lo anterior por una disque cita. Soy una desgraciada.
Me pone inquieta tan solo imaginarme las distintas escenas que seguramente viviría junto a esa bomba de emociones radicales llamada Yoongi. Reemplazo el uniforme por mi ramera favorita y enfundo mis piernas en los vaqueros azules que suelo utilizar para ocasiones como la que amerita ya. No pienso ir a casa. Arriesgarme a que mi madre vea a ese chico sería un punto de jamás retorno.
Salgo al exterior, mirando a ambos lados de la avenida para cruzarme con la nada. Sería un milagro que decidiese no llegar, dejándome plantada.
Decido esperarlo unos minutos y si no aparece, retornaría a casa. Además de permitirme hacer unos futuros cálculos mentales en relación al porqué nunca más debería confiar en extraños.
Y efectivamente, no dio señales de vida. Ningún auto parecido al del pelinegro hizo acto de presencia más que solo un par de personas que caminaban solas u acompañadas. Veo el reloj de mi muñeca, negando. Siento a mis pies moverse por si solos, no estoy en condiciones de esperar más, no con este frío infernal.
No sé cuanto me toma llegar a cierto punto hasta que choco a alguien bruscamente.
—Ten cuidado estúpida.
Oigo al chico que utiliza un tono borde. Ruedo los ojos una milésima de vez, siguiendo un camino recto, ni siquiera me atrevo a mirarlo o disculparme con alguien tan irrespetuoso, no vale la pena. Y justo cuando creo estar sola, siento un toque en mi hombro que me obliga a girar pasmada.
—Lo siento, no me había fijado que eras tú dulzura. —se disculpa, pero suena tan falso que me indigesta e indigna.
— ¿Así tratas a todo mundo? —respondo irónica, volviendo a retomar las riendas del movimiento. Él me viene siguiendo, casi pisándome los talones, ¿es que acaso no entiende que lo quiero lejos de mí?
—Ya te pedí disculpas, y si no las quieres da igual. —espeta, mis ojos viajan hasta verlo y le hago creer que me importa, pero en realidad no tengo miramientos en desampararlo, así que lo ignoro. Yoongi huele mis intenciones, impidiéndome continuar utilizando su cuerpo como barrera —. Está bien, tú ganas.
¿Lo ven? A esto me refiero. Primero aparenta ser la persona más egocéntrica y narcisista que haya pisado el planeta y luego se vuelve un manojo insoportable de amargura, para posteriormente adoptar un estado de pasividad que no logro entender.
—Bueno. Terminemos con esto.
Comenzamos a transitar por la calle hasta toparnos con un parque cercano, la duda del porqué no nos íbamos en auto yacía ahí, pero prefería callarme.
Va junto a mí con las manos escondidas en los bolsillos de su pantalón. Denotando despreocupación, manteniendo esa serenidad sospechosa que tanto lo caracteriza, y de vez en cuando lo miro un par de segundos, vigilando que no haga nada fuera de lugar.
Observo a alrededor, observando como unas chicas pasean por nuestro lado mientras sus ojos juguetones no abandonan a mi acompañante. No son para nada disimuladas y se puede hasta escuchar las obscenidades que murmuran entre ellas. Sin duda, lo que más me sorprende, o tal vez no tanto, es el hecho de que Yoongi sabe lo que suscita en las mujeres y le saca provecho a ello, ya que a ratos les sonríe a una que otra o les guiña el ojo sin descaro.
De acuerdo, es atractivo, pero su actitud es un asco terrible. Si tan solo lo hubiera conocido en otro ámbito que no fuera el creepy, podríamos haber sido hasta amigos.
— ¿Qué piensas? —cuestiona de repente, sacándome de la burbuja ficticia.
—Nada. —me limito a contestar, siguiéndolo u corriendo más bien. Es difícil seguirle a la velocidad que va.
— ¿A dónde quieres ir? —pregunta, y le sostengo la mirada inquisidora.
—Pensé que ya habías planeado algo. —él suelta una corta risa, parándose en medio de la vereda para girarse expectante.
—La verdad es que sí pero, sé que no te gustará así que dímelo tú.
— ¿Otro bar? —bromeo amargamente, Yoongi se acomoda el cabello para después reír sin ganas —. No sé. Llévame donde desees. —enarca una ceja, y me acerca a él rápidamente poniendo sobre mi hombro su brazo derecho. Estoy contrariada por el gesto, puedo sentir su calor acompañado de su aroma varonil peligrosamente cerca. Me siento un tanto incómoda, pero no hago nada por apartarlo.
—Al cine entonces. Todavía hay tiempo. —aclara con su típico tono enronquecido. Asiento en respuesta, comenzando a tomar rumbo. El silencio es ya parte de nuestra sinfonía espectral, así que no veo remedio para sanarlo.
Concluyo que no le agrada hablar demasiado, eso se suma a la larga lista de misterios inconexos.
— ¿Yoongi? —murmuro. Él inmediatamente voltea su cabeza, dedicándome una sus tantas miradas profundas.
— ¿Qué? —responde neutro.
— ¿Podrías soltarme? —pido haciendo alusión a su brazo todavía en mi hombro.
— ¿Te incomodo? A mí no me molesta estar así contigo. —contesta directo, y yo jadeo al sentir que me presiona más contra sí mismo.
— La verdad si me incómodas. Además creo que esto no es correcto, ni nos conocemos muy bien. —manifiesto descontento, quejándome.
—Lo que digas. —dice indiferente. Y por supuesto, nunca desprende su brazo de mí, aunque se lo pido varias veces consecutivas.
En cuanto llegamos a las puertas del centro comercial nos encaminamos al cine, acercándonos rápidamente a comprar los boletos, pero antes tenemos que escoger la película. Yoongi quiere ver una de drama mientras que yo una de terror. Estábamos en medio de un debate interminable porque ninguno da su brazo a torcer.
—Pienso que el drama es mejor opción.
—Sí, pero ya me contaron de esta y créeme, es terrible. —contradigo entretanto observo las pancartas enmarcadas que cuelgan de una pared —. Mejor una de terror, seguro te gustará más que aquella. —Yoongi se rasca la parte posterior de la nuca con una mueca instalada en el rostro, se nota el dilema en el que está. De repente, introduce su mano dentro del bolsillo, sacando algo que no alcanzo a ver de primeras.
— ¿Cara o cruz? —demanda.
— ¿Qué?
—Solo elige.
—Cara.
—Correcto. Entonces yo cruz.
El pelinegro lanza la moneda al aire para que poco después caiga, rodando por el piso. Cuando se detiene, nos acercamos al objeto de cobre para verificar el resultado. Abro los párpados alucinada, deseando haber elegido la otra opción.
—Gané, dulzura. —se mofa, recogiendo la moneda. Estoy sorprendida y un tanto enojada. No me gusta perder en absoluto.
—No se vale. —bufo, cruzando los brazos.
—Eres una mala perdedora. Vamos. —afirma con una sonrisa de suficiencia instalada en los labios. Me acerco a su lado sin ganas y luego nos formamos detrás de un padre y su hija pequeña.
—Me iré a sentar un momento. —le aviso a Yoongi, agitando su brazo un poco. Este solo asiente con la mirada perdida.
Avanzo unos cuantos pasos hasta unos asientos cercanos a los ventanales grandes que se extienden por el perímetro, me acomodo en uno de ellos, extrayendo del bolso mi teléfono. Reviso los mensajes, notando que tengo unos cuántos de Jimin.
-¿Dónde éstas? Tu mamá me dijo que saliste con un chico -_-
En efecto, llamé a mi madre a eso de las seis para avisarle que llegaría un poco tarde a casa.
-Si. Estoy con él justo ahora en el cine. No te preocupes, estoy bien.
-Espero que no sea con ese tal Yoongi. Después me tienes que contar todo. Sin omitir nada jovencita :/
-Si papá :'D Nos vemos.
-Adiós, cuídate mucho. Te quiero <3
-Yo igual.
— ¿Tu novio? —musita alguien. No me había dado cuenta de que una persona estaba sentada a un trecho corto de mí todo este tiempo, por lo que me sobresalto unos segundos.
—No. Un amigo. —sonrío apenada de que hubiese visto mis conversaciones.
—Lo siento, soy un mal educado. Me llamo Jungkook. —se presenta junto a una sonrisa radiante.
—Mucho gusto Jungkook. Mi nombre es Yeseo. —imito su acción.
— ¿Estás sola? —cuestiona el chico de voz dulce. Giro un momento mi cuello para ver si Yoongi se encuentra cerca y lo veo hablando con la cajera del puesto. Nuevamente me doy la vuelta, observando al castaño de apariencia inocente.
—No. Estoy con un conocido. —declaro. Él asiente — ¿Y tú?
—Yo estoy solo. Vine a comprarme un par de zapatos y pasé a ver la cartelera. —señala la bolsa a su lado con una amplia sonrisa.
—Ya veo, ¿viste alguna película que llamara tu atención? —pregunto con curiosidad. Jungkook niega, pasando la mano por su cabello despeinado.
—Aún no. Hace mucho que no vengo a este lugar. —suspira nostálgico, y dibujo una media sonrisa.
—Entiendo. Ya somos dos. —respondo. Él ríe otra vez, acomodándose más cerca de mí. Yo noto eso e inmediatamente me sonrojo. No me gusta que los chicos se acerquen mucho.
—Yeseo. —escucho la voz de Yoongi justo frente a mí, levanto la vista y lo primero que veo es que sus ojos no se apartan del chico a mi lado.
—Oh Yoongi, ¿ya acabaste?
—Si pero, veo que ya te estas divirtiendo, ¿no es así? —mi expresión debe ser un poema, su voz refleja molestia, manteniendo la mandíbula apretada junto a sus manos níveas.
— ¿De qué hablas? —no entiendo exactamente porqué se comporta así, cualquiera diría que está celoso, pero no hay razón para estarlo. No somos nada.
—Vaya Min, no esperaba encontrarte por aquí. —me sorprendo al ver que Jungkook interrumpe el suceso. Confundida clavo mi mirada en él y millones de preguntas me abordan. Denota una frialdad que eriza la piel, nada comparado con el chico amable de hace unos momentos.
Yoongi se gira para encarar al castaño, dedicándole una mirada llena de rabia. El mismo se mantiene sonriendo con los brazos cruzados, mirándolo despectivamente desde su posición. Pareciera que hubiera cierta rivalidad entre ambos.
Es obvio, ¿y por qué?
—Nos vamos Yeseo. —me toma del brazo sin tener mucho cuidado. Observo a Yoongi sin decir nada por miedo a cagarla o empeorar la situación.
—Si, no vaya a enterarse y huya de ti. —Jungkook ríe entre dientes, negando con la cabeza. Estoy por decir algo, lo que sea pero, Yoongi me lleva prácticamente arrastras dentro del cine. Lo último que veo es a Jungkook moviendo sus labios. Me está diciendo algo.
Al principio me cuesta descifrarlo, pero luego soy capaz de darme cuenta.
"Ten cuidado."
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