Capítulo 34
Un escalofrío rompe con el profundo sueño en el que estoy sumergida, volviéndome consciente del tacto suave y cálido que descansa sobre la superficie blanda de mi mejilla. Mi piel se eriza con ese familiar toque y me remuevo con pesadez sobre la colcha mientras oigo en la lejanía una voz. Los músculos de mi cuerpo sufren de un agarrotamiento, estoy desecha por lo incómodo que resulta dormir en el maltratado lugar, pero no agotada.
—Mhg. —lanzo un quejido, y aún sin abrir los párpados, estiro mis brazos. Una risa breve resuena por el perímetro cuadrado de donde nos encontramos para luego sentir un par de manos propinar cosquillas sobre mi abdomen, lo que me hace soltar una carcajada. Intento detener al sujeto, sosteniendo sus muñecas.
—Yeseo. —llama divertido —. Abre los ojos, te tengo una sorpresa. —una sonrisa idiota se dibuja en mis labios sin que pueda evitarlo y suelto sus brazos una vez estoy segura de que no volverá a tocarme —. Buenos días. —saluda animado y mi vista se alza para encontrarme con él. Su cabello está desordenado, cayéndole en ligeras ondas por los costados, sus ojos están ligeramente entrecerrados por la sonrisa que adorna su rostro y yace sentado a mi lado.
—Hola. —respondo en un susurro somnoliento, dando un vistazo rápido alrededor, cautivada por la actitud del castaño — ¿Cómo amaneciste? —bostezo, cubriéndome la boca.
—Dormí muy bien. —afirma —. Y al parecer tu también. —insinúa juguetón.
— ¿Por qué lo mencionas?
—Son las doce y media. —señala y termino de abrir los ojos con asombro —. Nunca habías dormido tanto. —añade con una sonrisa, confirmando mis sospechas. Esa es la razón clave que me permite explicar lo magnífica que me siento en estos instantes. Sería la primera vez que duermo en un plazo normal, sin interrupciones e insomnio de por medio, y sobre todo, sin pesadillas —. Yoongi hyung ha salido temprano. —articula, y ni bien escucho ese nombre todo rastro de motivación y tranquilidad desaparecen, trayéndome de golpe a la realidad. Sin embargo, lo único que puedo rescatar de ello es que el imbécil no se encuentra en casa.
Vuelco los ojos hacía él, apartando todo pensamiento negativo y musito —: Ahh, ¿y que sucede?
Tae se aclara la garganta —: Sí, sobre eso... —no paso por alto el cambio brusco de semblante que ha adquirido. Su expresión adopta una severa neutralidad mientras sus dedos intranquilos se mueven por encima de sus piernas, dejando en evidencia su nerviosismo —. Te quiero dar... dar un... —inhala un poco de aire y noto como el calor sube hasta sus mejillas, pues las tiñe de un color carmín —. Agh, aguarda. —quiero reír por lo cómica de la escena y lo tierno que resulta ser. Siento como el aire que había estado reteniendo se libera poco a poco, pero aún así no se digna a pronunciar palabra.
Este chico definitivamente no se parece en nada al de anoche.
—Calma, sea lo que sea puede esperar. —contesto, incorporándome en una posición sentada y le regalo una sonrisa tranquilizadora.
— ¡No! —espeta de golpe, provocando que pegue un salto. Se apresura a introducir su mano izquierda dentro de su abrigo rojo en busca de algo que desconozco y luego noto que extrae un objeto de dentro. Seguido de ello, toma una larga inspiración, dirigiéndome una mirada tímida y avergonzada —. Yo te he traído e-esto. —me extiende lo que sostiene entre sus dedos y no tardo en aceptarlo, percatándome de que es una pequeña caja cuyo envoltorio azul resalta por las motas brillantes que lo rodean. Al abrirla veo en su interior una hoja amarillenta junto a una bolsita con caramelos.
No sé como sentirme respecto al obsequio, no llevo la cuenta de cuantas veces me ha sucedido esto. Son muchas las emociones que embargan mi sistema nervioso y aún no puedo discernirlas.
O me niego a hacerlo.
—Es un hermoso detalle Tae, muchas gracias. —recito, esbozando un intento de sonrisa. Quiero lanzarme a sus brazos y fundirnos en un beso, pero al mismo tiempo quiero alejarlo lo más pronto posible porque tan solo su presencia me confunde y marea a unos niveles estratosféricos. Bajo la vista al contenido de la pequeña caja, lista para sacar de dentro la nota cuando soy sorprendida por el castaño.
—Eso léelo después, cuando estés sola. —no puedo evitar lucir pasmada ante su pedido, pero termino accediendo sin dificultades.
—Bueno. —musito insegura. Entonces debe ser una carta importante porque si no, no me explico su comportamiento.
—Te hice el desayuno, sígueme. —el entusiasmo se filtra en la voz del castaño, saliendo raudo y veloz del cuarto sin darme el tiempo de procesar nada.
Me levanto de la cama, escondiendo el regalo debajo de la misma para evitar que sea visto. Seguido de ello, me enfundo las botas que apenas soportan tantos usos, avanzando por la pequeña habitación tenuemente iluminada para después atravesar la puerta de madera desgastada con la intención de ir a la cocina. Cubro mi rostro con una mano, parpadeando hasta acostumbrarme al cambio drástico de luz y simultáneamente noto las baldosas del suelo cambiar su textura, indicándome la llegada a mi destino.
Detengo mis pasos en seco. Él está ordenando todo desperfecto que pueda alterar la estética de la mesa mientras coloca frente a una silla vacía lo que parecen ser panqueques, cuya cubierta llama mi atención.
—Huele bien. —comento observándolo revoletear por el reducido espacio. Sus manos trabajan en los últimos detalles antes de girarse y encararme, regalándome una amplia sonrisa.
No hagas eso.
—Toma asiento. —ordena, moviendo el objeto de madera para que yo me siente. Camino unos centímetros para posicionarme de tal forma que termino acomodándola a mi gusto. El aroma a vainilla y chocolate se cuela por mis pulmones, y siento como todos mis sentidos se agudizan y predisponen a probar la comida — ¿Qué te sirvo? Hay leche, café, jugo o...
—Café suena perfecto. —asiente, tomando la cafetera y sirviendo el líquido oscuro en una taza. Agradezco en voz baja mientras sostengo un tenedor partiendo una porción reducida del dulce, el cuál llevo dentro de mi boca.
— ¿Está rico? —se acomoda frente a mí, observándome expectante. Me permito saborear muy bien aquel bocado blando para darle mi sincera opinión, y como supuse, cumple mis expectativas al máximo.
—Está delicioso. —ríe entre dientes por mi respuesta, recargando los codos sobre la mesa mientras me observa con detenimiento, acción que no tarda en hacer efecto en mí pues ya se ha vuelto una costumbre.
—Me alegra que te gusten. —habla suavemente e intento concentrarme en seguir masticando la masa dentro de mi boca, pero los orbes marrones e indiscretos de Taehyung me ponen nerviosa a cada segundo —. Estaba pensando en que deberíamos salir a recorrer el lugar, si te parece bien.
En el momento en el que pronuncia esas palabras dejo de consumir alimento, invadida por una mezcolanza de emociones inconexas. Mis ojos se abren como platos y dudo de la veracidad de sus palabras, pienso que estoy desvariando o que mi subconsciente me está gastando un broma sin gracia por lo que me concentro en modular un —: ¿Qué has dicho? —incrédulo, tras haber superado por unos milisegundos la alarma dentro de mí. Pongo a un lado los utensilios de servicio para prestarle mayor atención.
¿En verdad me dejará salir?, ¿se va a arriesgar aún teniendo plena conciencia de que el rubio puede llegar en cualquier momento?
—Sé que estar encerrada todo el tiempo debe ser agotador, y quiero aprovechar este día junto a ti. —dice, y mi estómago se revuelve con su declaración. Él, ajeno a lo que yo estoy sintiendo, exuda seguridad por cada poro de su cuerpo. No hay rastro de que sea una vil mentira, sus facciones son trasparentes en el sentido de que no hay maldad. Mantiene colgando de su boca esa peculiar sonrisa que acelera mi pulso por alguna inexplicable razón, pero vacila al verme tan callada — ¿Aceptas?
Mi respuesta es un suspiro entrecortado. Y de repente quiero llorar, porque Taehyung no está enterado de lo que representan esas palabras para mí, del componente liberador y anestésico de su propuesta. No sé como reaccionar, no sé como debo actuar y controlarme, sin embargo, se me escapan unas gotas saladas provenientes de mis ojos, y presas por la gravedad, resbalan por ambas mejillas. Aquello no le pasa desapercibido y antes de que el castaño se exprese, mi cerebro envía señales a toda fibra nerviosa de mi cuerpo, lo que me impulsa a ponerme de pie, rodear el mueble de cocina que impone distancia entre nosotros y llegar hasta colocarme al frente suyo.
Su torso se yergue al notar mi cercanía y alza la cara para mirarme expectante entonces, sin decir nada, me siento entre sus piernas abiertas y lo rodeo con mis brazos —: Tae, muchas gracias por esto. —lo estrujo contra mi cuerpo, y él corresponde mi muestra de aprecio con más fuerza de la que espero. Sus extremidades me aprietan y el corazón se me infla una y otra vez dentro del pecho mientras escondo mi rostro en el hueco entre su hombro y cuello —. Te quiero. —admito por primera vez.
Realmente no es un error, en serio lo hago.
Me aleja un poco de sí mismo para observarme, pudiendo sentir el calor de su cercanía en cada célula de mi cuerpo. No me muevo, tampoco digo nada y me quedo allí admirando su rostro descompuesto. La lucha interna que habita en su cabeza se aprecia en todo su lenguaje corporal, dudoso ante la idea de que yo haya soltado aquello. La intensidad en sus ojos me entorpece e intimida, y apuesto lo que sea que si no me estuviera sosteniendo colisionaría de lleno contra piso.
—Repite eso de nuevo, por favor. —murmura, y algo dentro de mí se enciende. La vergüenza se arraiga en mi sistema, pero procuro mantenerme serena.
—Te quiero. —el castaño reprime una sonrisa, y de pronto, noto sus ojos más brillantes que antes.
—Una vez más.
—Te quiero, te quiero, te quiero. —sentencio las veces que hagan falta. Siento como si de alguna manera me hubiera liberado de la insoportable carga invisible puesta en mis hombros. Como si a través de esas corrientes palabras aquella desapareciera para siempre. Él, contento por recibir mi respuesta, me aparta unos mechones de cabello lejos del rostro y se inclina para besarme la frente.
El tiempo parece correr con más lentitud que nunca. Una vez terminé de engullir los últimos pedazos restantes del exquisito desayuno a una velocidad de vértigo, procedí a poner toda mi concentración al servicio de escoger las prendas ideales para enfrentarme al gélido frío del exterior mientras Taehyung se ocupaba de la loza sucia. En realidad, no poseía mucha variedad de vestimenta, pero pude rescatar un par de jeans, una sudadera con forro térmico, guantes y mis infaltables botines.
Cuando estuve lista, esperé paciente en el sillón de la estancia aunque debo admitir que por dentro soy un huracán de emociones. Desconocía porqué estaba tan ansiosa, incluso mordía mis labios sin cesar. Supongo que se debe a esa molesta voz dentro de mi cabeza que me grita con sorna que no podré salir, que Yoongi o Moyeon entrarán por esa puerta, mandando al abismo esa esperanza que tanto me ha costado mantener y ahora estoy por probar.
Me obligo a apartar los pensamientos negativos de golpe cuando el alto muchacho castaño aparece por el costado, él al notarme levantarme, me da una mirada rápida, borrando todo rastro de su sonrisa torcida mientras que la reemplaza por una de desaprobación —: ¿En serio irás así? —cuestiona, y yo no puedo evitar que una punzada dolorosa se extienda por mi pecho.
— ¿Qué tiene de malo? —formulo en un murmullo, acortando la distancia entre ambos. Taehyung parece haberse percatado de lo que ha dicho, pues rápidamente intenta revocar sus palabras estirando uno de sus brazos para proporcionar suaves caricias sobre mi cabello.
—Está nevando un poco, dudo que puedas abrigarte con eso solamente. —habla —. Puedes enfermar. —acota, y me siento tonta al haber sacado conclusiones tan deprisa.
—Solo tengo esto. —alcanzo a afirmar, encogiéndome de hombros.
El castaño ladea la cabeza, como pensando en algo concreto y no tarda en llegar a un respuesta acertada, debido a que retrocede y proclama —: Espérame un momento. —yo asiento, observando como se marcha hasta desaparecer por el largo pasillo. Luego vuelve a presentarse con algo que carga entre sus brazos, frunzo el ceño tratando de dilucidar el objeto hasta que lo noto.
—Aquí tienes. —me lo extiende, esperando que lo tome. Yo agradezco en voz baja, sintiendo tan pronto como choca con mi tacto, la suavidad y pesadez del abrigo. Me lo coloco e inmediatamente una sensación de calor me recorre entera, el aroma fresco de su loción inunda mis fosas nasales e inspiro el mismo, intentado memorizar ese olor. La prenda es como tres veces mi tamaño, pero no me importa mientras cubra mis necesidades básicas.
Segundos después, estamos afuera y el aire congelado golpea mi rostro con brusquedad, otorgándome una sensación inimaginable que abrazo con plenitud. Volteo a verlo con una sonrisa extensa que hace doler mis mejillas, en este instante quiero compartir mi felicidad inconmensurable con su persona, así que en un arranque de valentía, entrelazo mis dedos con los suyos, aproximándolo a mi anatomía para introducir nuestras manos unidas dentro del bolsillo que decora el abrigo café que me prestó.
Taehyung suelta una carcajada por mi acción mientras me conduce por un camino desdibujado entre algunos árboles desprovistos de sus hojas verdes que ahora yacen en el suelo, convertidas en simples pilas crujientes que se amontonan unas sobre otras. Poco a poco las mismas se esconden debajo de la nieve que cae desde el nublado cielo de medio día.
Con mi acompañante comenzamos a discutir sobre alguna actividad que podamos realizar, bueno, en realidad él tenía la última palabra pues su servidora no ubicaba en absoluto el lugar. Optamos por ir a un pequeño lago que se encuentra en las cercanías y la sola idea de asistir allí me agrada enormemente.
Posterior a ello, labramos una conversación trivial al mismo tiempo que caminamos por el sendero teñido de diversos tonos neutrales. La charla no ha cesado su intensidad ni un segundo y diversos temas salen a flote, entre ellos nuestros pasatiempos, costumbres, cosas favoritas e infaltables anécdotas amenas. No sé cuánto trayecto hemos recorrido, pero de lo único que estoy segura es que no he parado de reír a raíz del humor ligero y juguetón del castaño. Luce refrescante, jovial, desinteresado, cómodo y sobre todo, contento.
Justo como debía ser.
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