Capítulo 31
Las voces masculinas acompañadas de risas ostentosas me indican que esto apenas está comenzado. Desconozco si esos supuestos amigos de Yoongi saben de mi existencia, tal parece que no, porque el susodicho me ordenó encarecidamente mantener la boca cerrada.
La posibilidad de salir de aquí es tentadora, me incita a provocar un desastre en estos instantes.
Lanzo un suspiro largo e interminable para dejar mi arranque de locura a un lado, depositando toda la atención en la entrada. Puedo matar el tiempo durmiendo, pero no quiero perderme de nada, ¿quién me asegura que esos idiotas no son iguales o peores que el rubio? A juzgar por las amistades que le conozco, estoy obligada a sentirme insegura y aterrada.
Mi corazón se dispara en latidos desenfrenados a la par que comienzo a hiperventilar cuando veo la puerta abrirse poco a poco, aprieto las sábanas como método para librar tensión hasta que noto quién es, mis músculos se relajan notablemente, más no bajo la guardia.
Ella carga consigo una bolsa con el logotipo de una farmacia conocida, luciendo cansada y abatida. Se aproxima hasta el borde de la cama, dónde toma asiento sin soltar palabra alguna e introduce su mano dentro del plástico, extrayendo un paquete color celeste. Dudo en aceptarlo, pero al final termino haciéndolo con mucho esfuerzo.
— ¿Qué significa esto? —pregunto extrañada, analizando sus movimientos.
—Son toallas higiénicas para cuando llegue tu menstruación. —afirma, girando la cabeza para posar su vista en mi confusa expresión.
Después de tanto tiempo, ¿ahora me trae esto?
—Ah. —contesto sin añadir nada. Es absurdo que le agradezca, no lo merece y no parece percatarse de que no lo hago.
—Hazlas durar porque no pienso comprar más. —advierte, pero no suena amenazante —. Son veinte. —se aparta un mechón de cabello que le impide ver alrededor. Ni siquiera logro entender su actitud, hace días atrás intentó hacerme daño y lo último que quiero es tenerla próxima a mí.
—No te las pedí.
— ¿Ibas a seguir usando papel del baño como sustituto de toallas? —escrutinio su rostro cansado, tragándome cada gesto de desaprobación para al final quedarme callada —. Me lo imaginaba.
Pasan unos segundos donde imagino que se marcha y espero pacientemente a que lo haga. No obstante, aquellos segundos se transforman en minutos confirmando mis sospechas... Moyeon no va a irse, al contrario, se acomoda gustosamente en la colcha.
— ¿Por qué no sales? —murmuro.
—Verlos emborracharse, drogarse, hablar negocios y mujeres me asquea. —admite con una mueca de desagrado mientras encoge los hombros intentando restarle importancia a lo que sucede fuera —. Prefiero estar aquí un rato. —admite, jugando con un hilo desbordado de su camiseta.
El silencio que le sigue a sus palabras es interrumpido por el sonido entremezclado de la música Hip Hop y los diferentes matices de voces masculinas que no paran de reír.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué, qué?
—Creí que ese era tu ambiente, ¿por qué no estas haciéndole compañía a Yoongi?
Mi pregunta parece turbarla, pero no tarda en recuperarse —: Lo único que tenemos en común es que ambos disfrutamos del sexo. Nada más. —su vista está perdida en la nada y arrastra las últimas palabras con desgana. Quiero saber que es lo que pasa por su cabeza. A diferencia de la vez anterior, ahora se nota apagada, como si estuviera actuando de manera automática —. Hay veces que anhelo dejar toda esta mierda atrás y largarme.
No sé si quiero saberlo. Ni siquiera sé porqué sacó a la luz ese tema específico, pero presiento que nada bueno debe ser lo que la aferra: — ¿Qué te lo impide? —me atrevo a cuestionar.
—Sé mucho. —esa simple respuesta tiene la potencialidad de estremecerme, pues dice tanto de la naturaleza inhumana de Yoongi que no necesita de más explicaciones. Pronto su rostro se contrae e intuyo que va a llorar —. Huir de aquí solo me condenaría al infierno, y aunque él repite constantemente que no me matará, sé que es mentira.—se restriega los párpados, sólo para evitar que lágrimas se derramen sin éxito —. No tengo nada. —flaquea con voz entrecortada.
—Moyeon. —musito siendo interrumpida de golpe.
—Estoy embarazada.
Quedo petrificada ante la repentina confesión. No puedo emitir sonido alguno, la respiración se me entrecorta y solo me limito a posar mis ojos en la pelirroja quién yace hecha un mar de pena. Se me estruja el corazón, ocasionándome un dolor insoportable posicionado justo encima de mi tórax mientras rebobino sus palabras repetidamente como una cinta de vídeo.
—Tengo cinco semanas de gestación. —su voz es un susurro tortuoso —. No sé que hacer. Él no va a querer a este bebé porque está demasiado ocupado en sus asuntos y sí mismo. —solo es capaz de expresar rabia y resentimiento mientras seca bruscamente sus húmedas mejillas, sorbiendo la nariz.
Ella nunca se ha mostrado como una chica débil, pero ahora mismo es un manojo incontrolable de nervios. Representa en todo su esplendor la palabra temor y la comprendo hasta cierto punto. El rubio jamás llegará a fungir el rol de padre con pertinencia, alguien como él no tiene siquiera noción de lo que significa la palabra amor, mucho menos sentiría aprecio por alguien, pero sé de antemano que se va enterar de la no muy agradable noticia.
—Tienes que marcharte de su vida. —suelto sin titubeos. Su atención se vuelca en mi dirección para dedicarme una mirada llena de sorpresa e incredulidad con los ojos vidriosos.
—No... No puedo, no hasta que esto termine.
— ¿El qué?
—No lo vas a comprender hasta que sepas tu... —la observo callarse, negando y mordiendo su labio inferior. El familiar nudo en mi estómago se vuelve a presionar porque nuevamente yazco sumergida en una encrucijada. Tanto misterio, tantas idas y vueltas me enloquecen y confunden.
—Dímelo. —exijo viéndola moverse incómoda. Se levanta, tomándose el tiempo para contestar mientras toca suavemente su estómago.
—Olvídalo. —se queja con una mueca disgustada, cerrando los ojos —. Si te atreves a comentarle esto, vas a pagarlo muy caro, ¿me oyes?
Otra vez volvemos a lo mismo...
—Lo que decidas no es de mi incumbencia, pero si te tranquiliza, no diré nada.
—Me voy. —anuncia para después salir por la puerta. No la detengo, pero espero que recuerde mis palabras.
A penas soy consiente de su ausencia. Trato de perderme en los recuerdos de mis momentos felices, pero es difícil. Siento lástima por su situación, debe haber sido como un castigo para ella enterarse de que espera un hijo de semejante monstruo. Y me asusta, aunque yo no sea quién lo tenga, me aterra pensar en como actuará Yoongi cuando lo sepa.
Suspiro, apartando las sábanas que me rodean y estiro mi adolorido cuerpo un poco. Me llevo las manos a la panza y acaricio las burdas líneas cicatrizantes cuyo significado mantiene vivo el hecho de que rendirme fue la mejor decisión. Ya no puedo pelear.
El sonido de un cristal colisionando contra el suelo me provoca un salto, me recompongo y precipito mis pasos hasta la puerta. Dudo unos instantes en abrir, al menos quiero asegurarme de que todo marche "bien" dentro de este contexto tan arbitrario y extraño hasta que me trago la cobardía, asomándome por el pequeño espacio.
No hay nadie.
Ruedo los ojos, sabiendo ya de dónde proviene tanto alboroto. Nuevamente reúno valor y salgo por completo, avanzo hasta la sala, invadida por la curiosidad que encienden en mí las voces y cuchicheos ajenos. Me voy deteniendo lentamente a una distancia considerable dónde no puedan verme, la oscuridad del estrecho pasillo es mi aliado y agradezco infinitamente eso.
—... si ya sabes, con él nunca se puede ir a la segura. —una voz masculina va de la mano con el sonido de frascos chocar entre sí.
—El muy cabrón me cobraba barato, pero después subió a catorce mil el puto gramo jactándose de que la mercancía era de primera. —oigo una segunda diferente, quién es auspiciadora de las risas que retumban la vivienda. Frunzo el ceño, pues no logro comprender el diálogo que parece entretener al resto —. Y un carajo. —escupe y los demás abuchean. No sé cuantos hay, tampoco quiero asomarme y arriesgar el pellejo por culpa de mi intromisión.
—Oh cierto Yoongi, ¿qué pasó con Joon? —expone otro y de pronto recuerdo lo dicho por él anteriormente, ¿estarán hablando de su supuesto padre?
— ¿Eh? —reconozco su tono grave y masculino.
— ¿Tan rápido te pegó? —ríe burlesco uno.
—Obvio idiota, si se fumado como seis porros. —la bilis se me sube por la tráquea cuando escucho canturrear divertido a su acompañante.
—Por eso los llamé, trozos de mierda. —refuta en tono osco, abriendo camino al incómodo silencio —. Entre estos días quiero empezar. —puedo sentir la frialdad de sus palabras traspasarme el cuerpo.
— ¿A dónde se va con esa perra?
—A Kioto. Está todo planeado para hacerlo cantar como el puto Elvis Presley.
Es aquí cuando comienzo a entender todo.
El plan de Yoongi es matarlo, como venganza por el asesinato de su madre. No me parece nada del otro mundo, ya ha matado antes y solo Dios sabe cuanto lo destesto por acabar con mi mejor amiga.
— ¿Y las armas? —musita.
—RM se encargará de eso, por eso no pudo asistir. —aprieto los ojos, oyendo como aúllan y aplauden a la respuesta del rubio.
—Excelente, me cosquillean las manos. —puedo apostar que ese sujeto desconocido está sonriendo. Son todos unos psicópatas, unos criminales que no tienen resentimiento alguno. Los únicos que merecen morir son ellos, sin excepción.
—Oye Yoongi, tengo una duda.
— ¿Cuál?
Estoy por marcharme, si no fuera porque la pregunta que suelta uno de los hombres llama poderosamente mi atención.
— ¿Cómo supiste al final dónde se escondía? —exclama, y los demás concuerdan con su amigo — ¿Qué no Minho y su noviecito habían matado a ese policía? —la piel se me eriza y un escalofrío recorre toda la extensión de mi columna. No quería sacar conclusiones burdas, precipitadas, pero la coincidencia es fatídica y el hecho de que comentaran el fallecimiento de un policía a manos de inhumanos desalmados no era casualidad. No tratándose de él.
—La cagaron. Fue un desliz sin importancia. —argumenta con normalidad. Ya a este punto, presiento que el corazón me va a estallar dentro del pecho, produciéndome espasmos terroríficos, pero estoy anclada al suelo para oír una reafirmación —. De todas maneras, una carga menos para la sociedad. —esas risas escasas de empatía taladran en lo más recóndito de mi alma.
—Si no estoy errando, lo encontraron en el río Nakdong. —abro los ojos de golpe.
No.
—Ajá, ¿por? —confirma.
Mierda...
¡No, no, esto tiene que ser una pesadilla!
Quedo helada, aferrando mis brazos alrededor de mi cuerpo como buscando refugio. Los labios me tiemblan y tengo ganas de llorar, de pronto soy ajena a todo lo que me rodea mientras escucho el eco que producen mis pulmones mientras buscan oxígeno con desesperación. Las náuseas me atacan, revuelven mis sentidos y hacen de esto la peor experiencia de todas.
¡Maldito . Maldito. Maldito. Maldito hijo de puta!
¿Cómo pude ser tan ciega?
No puedo seguir escuchando, no...
Me encamino de vuelta al cuarto con dificultad, cierro la puerta procurando hacer el menor ruido y ya dentro me quiebro completamente. Apoyo todo mi peso en la pared de concreto mientras me desvanezco en el piso. Estoy llorando en silencio, ahogando los quejidos con mis manos que no paran de temblar.
El nudo en mi garganta se hace cada vez más insoportable, estoy al borde del colapso nervioso, invadida por la impotencia y anhelo con todas mis fuerzas morir ahora mismo. No merezco esto, nunca he cometido una injusticia y sin embargo, cuando logro recobrar algo de fuerzas y esperanzas absurdas llega la realidad para patearme fuerte en el estómago, disfrutando de mi derrota y sufrimiento.
Ese jodido enfermo mató a mi primo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top