—No te confundas, recuerda que no puedes sentir nada por mí. —siseo y me vuelvo para mirarlo seriamente. Está muy cerca, tanto que puedo percibir el aroma fresco de su loción y el calor que emana su cuerpo. Él me observa durante una fracción de segundo, donde noto la oscuridad tomar posesión de sus ojos otra vez.
—No puedes mandar sobre mis sentimientos. —suelta, apretando la mandíbula. Arrojo un suspiro arrastrado al aire cuando lo oigo, y es que aún sigo sin creer en sus palabras por muy convincente que suene.
—Yo no intento hacer eso. Sólo... —mascullo haciendo una mueca, bajo la mirada unos momentos sintiendo una opresión en el pecho para luego elevarla y volver a cruzarme con sus ojos vidriosos —. Estuve pensando en todo y creo que hay que dejarlo.
¿Era lo que quería?
Prácticamente ya lo tengo en mis manos, podría realizar una serie de actos poco morales que incluyen la manipulación total de su persona, sin embargo, no me creo capaz de concretar lo anterior, mucho menos después de esta escena horrorosa en la que insinuó asesinarme.
— ¿Qué... Qué quieres decir?
—Olvidar lo sucedido entre nosotros. —me las arreglo para no trabarme y Taehyung guarda silencio —. Fue un error ponernos en peligro, debemos ser realistas. —veo un par de lágrimas deslizarse por sus mejilla.
— ¿Un error?, ¿eso significó para ti? —las preguntas se deslizan por su garganta con desespero.
—Es por nuestro bien. —argumento con serenidad, esforzándome por no caer en el arrepentimiento —. Lo siento mucho por confundirte.
— ¡No! —exclama furtivo, golpeando el piso con su pie. Temo porque él haga algo imprevisto, sé de lo que es capaz cuando sus cambios de humor toman posesión de sí —. No puedes hacerme esto.
—Me lo vas a agradecer. —me obligo a sostenerle la mirada a pesar de que su apariencia destruida revuelve mi estómago —. Déjame sola, por favor. —susurro con un hilo de voz.
— ¿Así de fácil te resulta romperme? —me expulsa a sólo centímetros del rostro. Reclino el cuerpo hacia atrás, solo para huir de esa molesta sensación de incomodidad.
—Intentaste matarme. —al escucharme, se muerde el labio inferior, pestañea reiteradas veces y baja la cabeza mientras se lleva las manos a la misma, tirando de su cabello con frustración.
—Lo lamento. Lo siento, lo siento... —termina por decir —. No te haría daño, yo... Estoy...
—Ya no importa. —lo corto de golpe, pues no requiero de más información ni mucho menos rememorar esa fatídica escena —. Vete. —cierro los párpados girando el rostro hacia otro lado.
—Tú... —calla de pronto —, jugaste conmigo. —afirma dolido poco tiempo después —. Si así lo quieres, entonces se acabó. —esa frase retumba en mis oídos por un buen rato, como un eco incesante. Pensé que se lo tomaría a mal, pero al parecer fallé a mi hipótesis y agradezco que no haya pasado a mayores —. Sin embargo, sigo queriéndote a pesar de que seas mala con mis sentimientos. —algo dentro de mi pecho se estruja. Me limito a ignorar su presencia mientras percibo algo suave caer sobre mis piernas, y para cuando abro los ojos noto que ha sido el trozo de gasa que le he colocado.
No me permite ver su rostro al completo, pues se apresura a recoger el artefacto punzante que descansa en el suelo por mi lanzamiento para después marcar su partida con uno de esos portazos a los que ya me acostumbré. Inspiro un par de veces sobre la vieja colcha, tapándome la cara.
El viento azota mi cabello con violencia. Las lágrimas se agolpan bajo mis párpados pesados y el corazón me late a un ritmo frenético e irregular.
Corro. Corro sintiendo las piernas débiles con cada paso que doy, pero no logro ver nada. La oscuridad me engulle, absorbe todo tipo de luz y temo que jamás termine esta travesía.
Oigo una voz masculina llamarme que no logro distinguir de quién es por más que me esfuerzo. La saliva se desliza dificultosamente por mi seca garganta y entonces es cuando esa horrible voz se hace presente, repitiendo la misma palabra.
Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió. Te mintió.
Entonces, despierto.
Estoy bañada en una pequeña capa de sudor con el corazón latiéndome a una velocidad de vértigo. Respiro entrecortado e intento regular mi respiración con breves inspiraciones y exhalaciones hasta que decido incorporarme para aliviar tensión acumulada.
Las pesadillas son cada vez más recurrentes, a veces me cuesta asumir que solo son sueños y nada tienen que ver con la realidad, pero es tan complicado no creerlo. La tranquilidad de la habitación se entremezcla con el manojo de sensaciones vertiginosas que guardo dentro, me siento mareada y necesito desesperadamente salir de aquí.
Así que, agasajada por el terror que me causa la oscuridad, opto por levantarme, arrastrando los pies hasta la entrada con la intención de salir por un trago considerable de líquido. Me aseguro primero de que no hayan ruidos exteriores y me escabullo silenciosamente fuera.
Hay luces encendidas, pero ninguna señal de vida que indique que alguien esté. Me abro camino hasta la cocina, donde cojo un vaso, lo lleno de agua hasta el borde y bebo poco a poco su contenido, sintiendo la frescura deslizarse por mi tráquea. Observo frente a mí la pequeña ventana que da al exterior, notando solo árboles rodear la morada junto a pequeñas matas verdes expandidas por la tierra húmeda.
— ¿Qué haces despierta? —una voz conocida me toma desprevenida, así que vuelco mi atención hacia él frunciendo el ceño al notar un cambio.
— ¿Yoongi?
—Ese es mi nombre, no lo gastes. —se burla reprimiendo una sonrisa. Avanza hasta la mesa y se sienta en una silla ante mi mirada algo atónita, guardando cualquier tipo de comentario soez que está a punto de salir de mi boca.
— ¿Por qué te has hecho eso? —señalo su actual cabello rubio.
—Supongo que se me ve bien. —se encoje de hombros, pero noto la arrogancia en su gesto — ¿No crees?
Siendo honesta, me da igual.
Cruzo los brazos y abro la boca para decir —: Sí. —contesto por lo bajo, carraspeando. Mis ganas de bajarlo de su nube de egocentrismo son potentes, pero por el momento no deseo aventurarme a un futuro incierto.
—Lo sé, sólo quería comprobar. —noto sus labios curvarse en una media sonrisa llena de suficiencia.
—Ajá. —lo que prosigue a continuación de mi respuesta es un silencio abrumador.
Lo veo introducir su pálida mano en uno de los bolsillos del pantalón negro que trae puesto, sacando una cajetilla de cigarrillos junto a un encendedor plateado.
Extrae un cilindro alargado que rápidamente se coloca entre los dedos, encendiéndolo con el mechero. Yo solo me limito a observar todos sus movimientos que, de alguna extraña manera, logran hipnotizarme y no sé la verdadera razón. Se lo introduce a la boca, calando aquel humo nicótico durante unos segundos hasta expulsar el mismo momentos después.
—Mañana vendrán unos amigos aquí, por lo tanto no saldrás del cuarto hasta que yo lo ordene, ¿entendido? —manifiesta con un tono pausado y lento. Asiento despacio porque no tengo opción.
—Vale.
—Perfecto. —exclama. Gira el rostro y me mira neutral — ¿Tuviste un mal sueño? —desde mi posición parezco temblar, y siento por unos instantes que puede leerme como a un libro.
—No, ¿por? —miento con facilidad. Él le da otra probada al cigarro, llenando el pequeño espacio de ese humo oloroso tan característico.
—Nada en particular, solo quiero entablar una charla. —confiesa, apartándose un mechón de cabello. Sobre pienso en aquella contestación, y más sobre lo que juguetea entre mis pensamientos curiosos cuando se me viene a la mente lo mencionado por Moyeon los primeros días que estuve aprehendida en las cuatro paredes de mi detestable habitación.
— ¿Ah sí? —inquiero, comprendiendo su objetivo. Aunque lo último que quiero es pasar tiempo de "caridad" con él, no pretendo tampoco desperdiciar esta oportunidad de sacarle información relacionada conmigo, o en su defecto, Tae —. Bueno, en ese caso, no creo que te moleste que pregunte.
—Lánzalo.
Uno las palabras revueltas en mi cabeza mientras observo directamente sus profundos ojos negros —: ¿Es cierto que tú y Taehyung son huérfanos? —Yoongi, ante esta sorpresiva, frunce el ceño levemente desconcertado, me aparta la vista y la clava en el cigarrillo a medio fumar para luego apagarlo presionándolo contra la mesa.
Puedo notar como esboza una disimulada sonrisa —: ¿Quién te lo dijo? —pronuncia, volviendo a mirarme y esta vez, siento su voz cambiar a una golpeada y arrastrada. No lo negó, así que debe ser verdad.
—Moyeon.—admito con rapidez, tomando asiento frente a su persona.
—Ya se estaba tardando. —ríe entre dientes, negando —. Lo somos, aunque no es un tema agradable para mí. —responde con la voz enronquecida —. Odio la lástima de los demás cuando se los digo. —acaba por dar un suspiro cansado.
Puedo imaginármelo, para algunos no es fácil decirlo abiertamente, más que nada porque varios se sienten vulnerables y demuestran ante la sociedad que están "solos" y ya por eso los ven con compasión.
—Debes estar consciente de que no siento ni una pizca de lástima por ti. —suelto sin detenerme a pensar, pues nada de lo que le haya sucedido a él supera lo que me está haciendo —. Solo me llamó la atención que ella me lo haya dicho y... No llegué a la conclusión de que podría ser verdad.
—Sé lo que sientes. —dudo que lo sepa. Él chasquea la lengua y saca otro tubo alargado de su cajetilla, pero no lo enciende, simplemente se limita a juguetear con el —. Ojalá fuese mentira, pero lamentablemente asesinaron a mi madre. Es por eso que acabé en ese maldito lugar.
Mi mandíbula no tarda en apretarse, los músculos de toda la extensión de mi anatomía se contraen y el esófago se me cierra. Es como si un balde de agua fría cayera sobre mí sin previo aviso, la autenticidad de su confesión es desgarradora y no sé que puedo refutar de vuelta. El solo imaginar las secuelas psicológicas que aquella pérdida tan importante ocasionó en Yoongi es espantoso e inconcebible. Un estremecimiento me adormece, y de pronto, siento una oleada de emociones revueltas.
—Ella fue una mujer excepcional y muy dulce con todos en general, lo recuerdo porque siempre la veía ayudar a los demás. —comienza en un susurro —. No quiero ponerla en un pedestal, es obvio que tenía sus defectos, y entre ellos destacaba uno llamado Joon. Siempre me contó esa historia. —se detiene unos segundos, buscando tal vez las palabras exactas para expresarse —. Ambos se conocieron en un fiesta, los presentaron y enseguida surgió una especie de chispa entre los dos. Hablaron toda la noche sobre temas triviales, sentimentales e incluso personales. —se aclara la garganta —. Pasaron los meses y se volvieron inseparables hasta convertirse en una pareja formal, pero la felicidad les iba a durar poco. —me mira por enésima vez —. Joon en un momento clave, le confesó a mamá que estaba metido en negocios ilegales, que era un criminal básicamente. Ella como es de esperar se espantó, temió por su vida y la mía porque sí, en ese instante estaba embarazada, así que decidió ocultárselo.
—Los días transcurrieron y Joon cambió de actitud. Era cada vez más agresivo y sobreprotector con ella, no la dejaba salir ni siquiera a recibir el recibo de luz ni mucho menos conversar con extraños. Todos eran posibles enemigos que en un abrir y cerrar de ojos podrían matarlos a ambos. —sigue relatando y no tengo intenciones de pararlo —. Llegó un punto en que no pudo continuar la privación de ser libre, por lo que se marchó de casa, dejándolo.
— ¿Y qué sucedió después?
—Tendría alrededor de unos nueve años cuando un día ambos decidimos ir a dar una vuelta por el parque hasta que llegamos a casa. Nuestro plan era seguir divirtiéndonos viendo una película. —sus orbes negros trasmiten el gran pesar que le ocasiona rebobinar el pasado —. Entonces golpean la puerta, mi madre la abre y veo a dos sujetos lanzándose sobre ella, le gritan, la golpean y... Yo no reacciono, simplemente me quedo estático llorando. Luego entra un tercero, me lleva a una habitación que fungía como bodega en ese entonces y me encierra mientras yo grito por ayuda. —relame sus labios, inhalando profundo —. Hasta que me la arrebataron. —se quiebra ligeramente con la vista ensombrecida.
Dios... Que terrible.
Trago saliva, siento testigo por primera vez desde que lo conocí de un atisbo de humanidad y culpa en su haber.
—Aún no puedo superarla. Amé tanto a esa mujer que jamás me perdonaré el como terminó todo. —lo volteo a ver con el corazón presionándome con fuerza —. Y sí, sé que solo era un jodido niño miedoso que poco y nada tenía que hacer. —aprieta los puños, llevándolos debajo de su barbilla para mantenerla en alto —. Sin embargo, ahora dejé de serlo y puedo continuar. —dice tajante, su expresión tortuosa cambiando de forma radical al terminar el relato.
— ¿Continuar? —asiente — ¿Te refieres a tu vida?
Yoongi estira su brazo izquierdo hasta posar sus dedos sobre mi mejilla, acariciándola. La reacción de mi cuerpo es casi inmediata y me precipito a alejarme de golpe de su ardiente toque.
—Mi vida, mis planes... —concuerda, sus ojos están atentos y fijos en los míos —. Tú estás en ellos. —agrega con una sonrisa peculiar y no está de más mencionarlo, estremecedora.
—Pero...
— ¿No entiendes, dulzura? —insiste —. Eres lo más malditamente bello que tengo, y ahora que sé quién eres no dejaré que te vayas nunca.
¿Quién soy?, ¿de qué habla?
¿Y cómo es que el rumbo de la conversación tomó un giro tan inesperado?
—No tengo nada que ver con tus problemas. —contradigo, levantándome del pupitre con un sonido sordo y ensordecedor. Ya tuve suficiente.
—Claro que sí. —me quedo sin habla, examinándolo por completo mientras tiemblo de pies a cabeza sumida en mis ya conocidas crisis de ansiedad —. Mamá se fue de mi lado, pero tú no. Y si para conseguirlo tengo que demostrarte quién soy en realidad, lo haré.
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