Capítulo 29
18 de Enero 2020
Jimin
—Disculpe, ¿ha visto a esta chica? —le enseño la foto a una anciana, quien la observa con detenimiento para luego negar con pesadez.
—No jovencito, lo siento. —una media sonrisa tranquilizadora se le dibuja en los labios ante la angustia acumulada en mi pecho.
—Gracias por su tiempo. —agradezco con las esperanzas arrastrándome por el suelo. Ya he recorrido todo el parque preguntando por Yeseo y nadie ha sido capaz de reconocerla.
Me marcho cabizbajo, apartándome y siendo capaz de oír solo los pensamientos que abordan mi mente agotada. No soporto el dolor ni la incertidumbre, prácticamente llevo meses con la misma rutina de salir durante horas sin siquiera ingerir un bocado y no obtengo las respuestas que quiero. No puedo tener resultados fructíferos.
Consigo alcanzar con dificultad una de las bancas próximas a la fuente, tomo asiento en ella y expulso un suspiro, pasándome las manos por el rostro mientras intento forzosamente ahuyentar el ardor punzante posicionado en mis talones. Necesito dormir, me encuentro fatigado y las únicas fuerzas que logro recobrar cuando descanso las invierto en dar caminatas extensas por la noche mientras me largo a sollozar.
Soy patético.
Un agujero se forma en la boca de mi estómago, provocando un escalofrío acompañado de unas tremendas ganas de vomitar. Trago las piedras imaginarias que impiden regular la respiración, dedicando los siguientes minutos restantes en hacer trizas el sentimiento de aturdimiento que alborota mi alma.
Cuando encuentro la serenidad que necesito, me levanto a duras penas con la intención de ir casa unas horas y recobrar minutos perdidos de sueño. Camino sumido en mi miseria unipersonal, tan ensimismado y preocupado de ello que sin intención, colisiono contra alguien.
—Ten más cuidado. —oigo la voz del contrario, elevo la mirada y veo a un chico sacando a relucir su flamante sonrisa sincera. No obstante, lo que llama más mi atención es el color fantasía de su cabello alborotado. Me congelo por un instante, debido a que no sé como elaborar una réplica —. Perdona, ¿te ocurre algo? —masculla, eliminando ese gesto radiante de su cara para reemplazarlo por uno de preocupación absoluta.
—No te metas. —exclamo irritado empuñando los párpados, y cuando me dispongo a desaparecer de sus ojos curiosos, él vuelve a hablar.
—Tranquilo... Fuiste tú quién tropezó conmigo, no yo. —sus cejas se disparan al cielo mientras otra sonrisa sugerente surca sus labios. Aprieto los labios en una fina línea recta, sosegado por la vergüenza que me abruma momentáneamente.
—Tienes razón, lo siento... No he dormido correctamente. —me disculpo, sonando más melodramático de lo que pretendo —. No quise ser grosero, en serio.
—Descuida. —hace una mueca desinteresada e intento de brindarle una sonrisa, pero sé que no lo he conseguido del todo —. Oye, perdona la sinceridad, pero en verdad luces terrible. —su respuesta me deja pasmado unos segundos hasta que solo atino a esbozar una risilla nerviosa, ocultando una mezcolanza de sentimientos derivados de la molestia por el comentario.
—Lo sé. —suelto de pronto, con una agresividad que incluso me sorprende.
— ¿Puedo saber el porqué? —cuestiona, ignorando mi tono de voz borde y cruza los brazos.
Frunzo el ceño desconcertado ante su petición. No me parece correcto que una persona quiera saber la vida o problemas en general de un completo desconocido. Nadie es amable porque sí en un lugar como este, y eso lo aprendí muy bien con el paso de los días —: Dudo que sea de tu interés.
—Solo quiero saber si puedo ayudarte en algo, no mencioné lo anterior con malas intenciones. —suelta con simpleza y sus palabras accionan algo en mí. No puedo dejar pasar mi comportamiento erróneo y maleducado. Parte de mí quiere disculparse con este individuo, sin embargo, por otro lado, el impulso de reprocharle su intromisión rasca la parte posterior de mi garganta.
—Es complicado. —argumento, esperando que desista y emprenda su camino otra vez.
El silencio es duradero, largo; lo suficiente como para poder preparar un pretexto perfecto que me ayude a huir de esta incómoda situación. Miro alrededor solo por costumbre, reuniendo fuerzas para replicar con los modales y palabras adecuadas sin sonar soez.
—Ya veo. —asiente, rompiendo la bruma espesa de silencio que se había formado —. Antes que nada, soy Jungkook.
—Jungkook. —repito en un susurro, permitiéndome saborear su nombre en mis labios —. Verás, no creo que sea prudente hablar de mis problemas con un desconocido. —rebusco en los bolsillos del pantalón con cautela y cuando mi mano toca aquel papel, lo extraigo de su escondite —. Sin embargo, puedo intentarlo una vez más... —con un nudo en la garganta, se lo extiendo lentamente.
Confundido, acepta la hoja arrugada que le ofrezco con timidez, desplegándola con velocidad. La admira unos segundos sin decir una sola palabra, y le presto especial atención a su expresión. Logro discernir un mar de oscuridad cubrir sus ojos marrones, algo que en un inicio me parece ilógico y pienso que solo es paranoia mía, pero dentro de mí existe una minúscula ilusión de que tal vez la haya podido reconocer. Jungkook mantiene entre sus perfectos dientes su labio inferior, sumido en lo que parece ser un trance.
— ¿Ella es tu amiga o algo? —formula, cambiando su tono de voz a uno menos grave. Asiento despacio —. Ya veo. —musita, devolviéndome el folleto —. Nunca la he visto. —no dejo de pensar que su reacción fue anormal, aún más que su respuesta.
—Descuida. —balbuceo sin apartar la vista.
— ¿Sabes? —sonríe a medias —. Yo perdí a mi hermana, más no en esas condiciones. —admite, bajando la mirada para después posarla en el cielo unos instantes. Al oírlo, suelto el aire que no sabía que tenía retenido y analizo mejor la situación.
Ahora comprendo el porqué de su actuar —: No diré que te entiendo, porque en verdad no puedo comprender el grado de tu dolor, pero espero de todo corazón que la encuentres pronto.
—Gracias. —complemento, ya menos tenso y un poco más relajado. Tal vez mi imaginación está jugándome una mala pasada, interpretado cosas que no son —, soy Jimin por cierto.
—Mucho gusto. —inclina su cabeza —. Espero que cuando nos volvamos a ver, la tengas de vuelta junto a ti. —añade, introduciendo las manos a sus bolsillos —. Adiós.
—Hasta luego.
" Pobre diablo, no sabe con quién se está metiendo ".
Últimamente Yoongi ha tenido la modestia de dejarme libre acceso a los rincones de este hoyo infernal, pero claro, con algunas condiciones extras que si bien no son extremas, afectan incluso mi casi inexistente estabilidad emocional. Para empezar, debo pasar la mayor parte del tiempo cerca del susodicho, escuchándolo soltar groserías y maldiciones despectivas contra cualquier cosa que se mueva o no sea capaz de cumplir sus caprichos absurdos.
Los cortes en mis brazos ya han sanado casi en su mayoría. Debido a la profundidad de los mismos, su cicatrización ha tardado un poco de tiempo, pero ya no me mortifican como al principio y se han vuelto más que nada un simple recuerdo.
Hablando de eso, en estos días he reflexionado mejor sobre la situación en la que me encuentro, y ya no puedo mantener esas absurdas ideas en mi cabeza. Ya no puedo fingir que creo en un ser omnipotente que enviará a alguien para salvarme. Ya no puedo seguir soñanando que alguien vendrá a buscar mis pedazos esparcidos y pisoteados por la habitación, no cuando Yoongi tantas veces me demostró que eso jamás sucederá.
Entre pensamiento y pensamiento, lo distingo ingresar por el marco de madera oscura, cargando encima una cara de pocos amigos a la cuál ya me acostumbré. Él me da una mirada fugaz antes de encaminarse a la mesa y enseguida habla —: Sírveme. —ordena, acomodándose en la silla e inmediato obedezco solo para evitar sus regaños y posibles ataques — ¿Cómo amaneciste?
—Mal. —me muerdo la lengua para no expulsar alguna palabra que me perjudique. Coloco una taza sobre el material frío de la barra de cocina, llenándola de agua caliente y la sola idea de derramar un poco sobre él llama poderosamente mi atención.
Bastardo.
— ¿Podrías ser más positiva? —formula entretenido y lo noto por su media sonrisa que ni se molesta en disimular. Aprieto con fuerza el mango del hervidor, tensa por la retorcida fascinación que tiene de joderme con sus cuestionantes cuando sabe lo miserable que soy.
—Claro... —me aclaro la garganta, dejando a su lado el frasco con café soluble. Yoongi eleva sus cejas, atento y sin borrar esa expresión de burla —. Que no. —termino de pronunciar para girar y prepararle su estúpido emparedado. Oigo su risa exageradamente clara y grave detrás, como si acabase de soltar el mejor chiste del universo.
—Me encanta. —señala.
Cuando acabo de terminar mi tarea, vuelvo a girar sobre mi eje y extiendo el plato mediano con el pedazo de pan para dejarlo encima de la barra. Siempre evitando cruzar miradas —: Aquí tienes... Ojalá te atragantes. —murmuro lo último para mi misma, y suerte que solo queda allí.
—Gracias dulzura. —veo por el rabillo del ojo como guía la taza hacia su boca, tomando un sorbo del contenido y salgo de allí lo más pronto posible.
Sin embargo, aquel sujeto pareció ser solo un breve calentamiento, porque al encaminarme a la sala principal puedo vislumbrar la silueta del castaño recostado en el sillón y con sus extremidades inferiores separadas. Sus ojos marrones están enfocados en algo que trasmite la televisión. No se ha dado cuenta de mi presencia, al menos hasta que me coloco en el otro extremo del mullido sofá.
Ni bien transcurren dos segundos desde que me acomodo, siento que me observa intensamente, recorriendo mi anatomía en un gesto que no puedo darme el lujo de interpretar o asociar a nada particular. Decido ignorarlo a toda costa, limitándome a copiar su postura de absoluta concentración en la TV.
Aún tengo instalado en el pecho esa molesta incertidumbre y duda. No sé si tenga el valor de poder continuar con ese jodido plan, ya no tengo ganas ni de respirar y creo que hasta cierto punto es irrisorio pensar que Taehyung desarrolle sentimientos reales por mí.
—Ho-hola Yeseo. —un murmullo tenue, frágil y temeroso me saca de mis cavilaciones.
—Buenas. —respondo, concentrándome a duras penas en la película que trasmite el aparato. Me está costando mantener una actitud fría porque de solo recordar nuestros besos y caricias a escondidas, me ponen los nervios de punta.
—Me gusta esta película, aunque me pone triste. —comenta con la esperanza de sacar tema de conversación y pestañeo algo incómoda. Ni siquiera sé que largometraje es.
—Ajá. —encojo los hombros, dando por terminado el diálogo. Aprieto los labios centrando mi atención solo adelante, no obstante, estoy tan abrumada por mis propios pensamientos que parece que voy a desfallecer.
Con el tiempo, los suspiros del castaño se vuelven más profundos y frecuentes, como si quisiera expresar algo —: ¿Por qué me ignoras? —la voz de Taehyung inunda mis oídos por enésima vez, colocándome tensa. Sin embargo, dejo que continúe —. Llevas días sin dirigirme la palabra, y estás matándome, ¿sabes? —confiesa en tono angustiado. Tiene razón, y aunque pensé que no sé percataría de ello, sabe que lo estoy pasando por alto.
—Ya hablaremos en otra ocasión. —apenas suelto, y por fin soy capaz de mirarlo, cruzándome con su expresión desencajada en pena y tristeza. No supe qué sería lo más adecuado que quisiera oír, no pretendo sonar severa ni mucho menos y creo que pude relajarlo hasta cierto punto.
— ¿Y cuándo? Te extraño mucho en reali... —balbucea claro y conciso hasta que se queda a la mitad, sus intranquilos dedos desatan una guerra sin término sobre sus muslos y desvío los ojos cuando Yoongi aparece de imprevisto, activando una alerta lo suficientemente notoria en mi interior.
—Saldré un momento. Iré por mercadería, ¿quieres ir conmigo Tae? —anuncia desinteresado a solo metros de nosotros. Me limito a agradecer internamente porque no haya escuchado, y de pronto tengo el arrebato de ofrecerme a aceptar esa invitación, implorarle que me deje ir con él para zafar de esta situación.
—No hyung, pero gracias. —el pelinegro parece sorprendido por el desplante. Luego me mira de reojo serio e imparcial, como echándome la culpa de la negación del contrario
—Como quieras. —toma las llaves del coche y antes de esfumarse, le dictamina al castaño —. La cuidas, ¿ok?
—Claro. —el aludido sonríe de lado, y rodo los ojos al cielo. Como si fuera necesario, ni siquiera sé dónde carajos estoy existiendo y piensa que escaparé.
Tomo una bocanada de aire antes de levantarme con suaves pasos, deslizándome hacia la cocina. Cuando llego solo atino a tomar la esponja para lavar trastes, cojo un poco de detergente y lo esparzo por el diámetro cuadrado del material y comienzo a fregar la loza sucia. Taehyung se quedó. Eso me aceleraba el pulso, haciendo eco en mis oídos y no comprendo el porqué.
Casi pego un grito de proporciones bíblicas cuando por asombro soy tomada bruscamente del brazo, apartándome de la ardua tarea que ejerzo. La sombría mirada del castaño se fija en mí y un estremecimiento de horror puro corroe mis entrañas.
¿Qué le pasa?
—Oye, cuidado. —siseo, pero él ni se inmuta.
—Ya no aguanto tu indiferencia. —un sinnúmero de emociones revueltas cruzan su expresión. Luce casi al borde del colapso y sé que sólo hace falta una chispa para hacerlo estallar.
—Sabes que Yoongi...
— ¡Deja de mencionarlo, joder! —grita exaltado, apretando su agarre un poco más. Está haciéndome daño y parece ser que no es consciente de ello — ¡Me tienes harto!
No puedo procesar lo siguiente, solo siento sus labios estamparse contra los míos, besándome desesperado y con cero intenciones de detener sus movimientos bruscos. Trato de apartarlo, pero mis intentos fracasan una y otra vez dado que tiene el control total de la situación.
Él continua su labor forzosa moviendo la boca sin tener piedad, siento como trata de abrirse paso con la lengua dentro de mí e intenta introducirla por sus métodos. Sin embargo, no se lo permito y me mantengo firme. Eso parece enfurecerlo aún más, debido a que siento sus largos dedos incrustarse en una de mis sensibles heridas, gimoteo todavía pegada a él y es entonces cuando por fin tomo distancia.
Jadeo, concentrándome en el dolor punzante de mi brazo y la sangre que ha comenzado a brotar del mismo. Una lágrima se desliza por mi mejilla, el corazón golpea dolorosamente mi caja torácica y el temor que siento es agonizante. Temblando aún, cubro con mi mano contraria la cortada recientemente abierta solo para evitar que siga emanando líquido.
—Sé que lo prometí, pero... —con la vista nublada veo adelante y noto como tiene entre las manos el cuchillo carnicero de gran tamaño. Me paralizo por completo, la sangre se me sube a la cabeza y sólo atino a negar —., me dueles, dueles mucho y quiero que sientas lo mismo. —dibuja un gesto de absoluta falsedad, admirando el objeto punzante unos segundos hasta esbozar una sonrisa amplia. Por acto de reflejo, retrocedo sigilosa, nerviosa y aterrada hasta la médula, pero él nota esto y borra su expresión de inmediato — ¿Por qué te alejas?, ¿acaso me tienes miedo? —pregunta con voz quebrada, sus labios tiemblan y pronto se vuelven una línea recta. Al no obtener respuesta frunce el ceño, apretando la mandíbula — ¿¡Asco!? —chilla, endureciendo aún más su expresión — ¿¡Qué pasa si ahora mismo te mato!?
—No... No lo hagas. —suelto sin aliento y cuando lo veo aproximarse elevando el cuchillo corro en dirección a la habitación.
— ¿¡A dónde vas!? —vocifera iracundo detrás de mí — ¡Quédate aquí! —suelto un sollozo al oír su profunda voz cada vez más cerca. Me precipito a gran velocidad dentro del reducido espacio, cerrando la puerta y permitiéndome durante breves segundos pensar en qué hacer.
Cierro los ojos e inhalo, un nudo de ansiedad y pánico se instala en mi estómago cuando veo el estado de mi brazo. La sangre sigue emanando y antes de que suceda lo peor, me lanzo a la cama y espero atenta, manchando las pocas sábanas que yacen ahí.
Después de todo no tengo escapatoria.
Me abrazo a mí misma mientras pequeñas lágrimas incesantes bajan como cascadas por mis mejillas y durante ese momento oigo un estruendo. El aturdimiento se apodera de mí completamente cuando lo veo avecinarse con el rostro sumido en la locura, pero lo que más me asusta es ese maldito cuchillo.
—Huir no sirve de nada. —manifiesta, sonriendo tan amplio que noto el suplicio que requiere ese acto. Trago saliva, acurrucándome —. Yeseo, ¿acaso dejaste de quererme? —tiembla ligeramente, sus orbes brillantes cubiertos de lágrimas.
Quiero gritar por ayuda, es tanta la presión que siento en estos momentos que me muerdo los labios sin delicadeza alguna admirando a Taehyung. Nunca lo había visto tan destrozado, aterrorizado e imponente a la vez.
— ¿Por qué no se detiene? —pregunta, y con zancadas se acerca al borde de la cama, exasperándome —. Eres mala. Yo te... ¡no, no, no! —se queja, flexiona sus rodillas y cae de lleno al piso.
Me congelo por enésima vez ante esa escena, sumida en la confusión mezclada con una vertiginosa sensación de peligro inminente. Mi posición sobre la cama no me deja observar al castaño con claridad, solo oigo con mucho esfuerzo sus jadeos quejumbrosos. No sé que hacer, esto es surrealista y sobrepasa mi límite así que mantengo una distancia prudente.
—Todos me tienen miedo. Yo no soy cruel ¿verdad, bella? —su voz es débil e intimidante al mismo tiempo, hace que me sienta incapaz de reaccionar ante cualquier movimiento involuntario suyo. Abro la boca para decir algo, lo que sea, pero rápidamente quedo en shock al verlo dirigir el artefacto de acero hacia la palma de su mano donde hace un corte limpio y rápido, lo suficientemente profundo como para que sangre manche su ropa y parte de las sábanas que lo alcanzan. La desesperación cunde mis venas, un sudor frío cala en mí, pues preveo que no tiene intenciones de parar.
—Tae, detente. —sueno insegura.
— ¿Por qué? —espeta con su vista en la herida, presionando en puño dónde se localiza esta — ¿Qué sentido tengo? — se encoge de hombros, cerrando los ojos y sonriendo —. Solo soy una estúpida carga, un fracasado de mierda. Da igual si muero o no. —se está haciendo daño y no sé que debo hacer, me encuentro en blanco y tan asustada que ya no logro distinguir si lo estoy por mi seguridad o la del castaño.
—No es cierto. —con sumo cuidado, me arrastro hacia él hasta extenderle la mano. Taehyung mantiene una postura inclinada con los ojos cristalizados —. Dame eso, ¿sí? —señalo donde se encuentra el cuchillo, pero este lo aferra firmemente, sin intenciones de soltarlo.
—Es verdad... ¡Es verdad! —brama y me encojo un poco más.
— ¡Basta! —vocifero en un intento de distracción, cosa que resulta útil debido a que se sobresalta y aprovecho aquello para estirar el brazo y arrebatarle el objeto, lanzándolo lejos.
—Déjame. —articula enrojecido. Nuevamente se muestra indefenso, ha bajado la guardia y solo se limita a lloriquear en silencio. No siento lástima, pena o algo que se le parezca, pero debo ayudarlo porque es la única manera de tranquilizarlo.
—Estás sangrando.
—Tú también.
—Estás más grave. —contradigo, intentando tener calma —. Levántate y déjame ver. —señalo su mano lastimada.
— ¿Para qué?
—Hazlo. —ordeno suavemente, él duda unos instantes antes de ofrecérmela. Analizo la herida, arrugando mi frente pues se me dificulta ver que tan profunda es. Finalmente, arranco un pedazo de mis vendas limpias y se la coloco despacio, nerviosa por notarlo analizarme a profundidad —. Al menos esto lo parará un momento. Procura ser cuidadoso. —se queda callado, aumentando la tensión en el ambiente.
— ¿Por qué no se detiene, Yeseo? —interroga nuevamente.
— ¿De qué hablas? —soy capaz de replicar. Taehyung no cruza miradas conmigo, colocando la vista en otro lado que no soy yo. Una lágrima rebelde se abre camino por su mejilla hasta llegar a su delgado cuello, donde se pierde para siempre.
— ¿Por qué no puedo ser fuerte?, ¿por qué no paro de pensarte? —admite sin moverse un solo centímetro — ¿Por qué mi corazón enloquece cuando te ve?
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