Capítulo 27
Empieza a helar.
El frío tiene el poder de calar hondo en mis huesos y las yemas de mis dedos adquieren un color violeta, ocasionándome un entumecimiento radical en toda la extensión de la palabra.
Me acomodo en posición fetal sobre la rechinante colcha, intentando con toda mi humanidad mantener a raya un calor que es casi inexistente, pero los constantes temblores y escalofríos que recorren mi sistema desestabilizan la concentración que necesito para evitar las corrientes gélidas.
— ¡Hora de comer! —oigo canturrear a alguien que aparentemente entró sin avisar a la habitación, o bueno... ¿Quién de aquí lo hace de todas formas?
Aún bajo el único cobertor que me cubre, ruedo los ojos y exhalo. Pienso que es buena idea fingir que duermo, sin embargo, el hambre que cargo sobre los hombros es tan agravado que sólo actúo bajo mis instintos más básicos, quitándome la manta delgada, preparada para enfrentar al castaño.
Tardo unos momentos en poder acostumbrarme a la luz artificial y cuándo lo consigo con esfuerzo, logro discernir al susodicho cargando en sus brazos una bandeja con comida. Una sonrisa llena de los dientes más perfectos que vi en mi vida le hace compañía también.
—Preparé esta sopa especialmente para ti. Últimamente hace frío y creo que te sentará bien. —indica sutilmente, colocándome el objeto sobre las piernas una vez que me acomodo de tal manera que soy capaz de verlo en plenitud —. Cuidado porque puedes quemarte. —bajo la vista a la comida y frunzo los labios.
Mi indecisión ante la situación es normal. No ha cambiado desde "esa vez", aquella ocasión definitivamente me dejó una especie de trauma. He consumido tan pocas calorías o comida en general que esta oportunidad es imperdible para mí. Sé que he adelgazado. Sé que he perdido peso y lo noto por lo débil que me siento con cada bocanada que doy o cuando tengo que ponerme de pie, por lo que solo me queda suprimir todo tipo de paranoia y saciar mi hambre.
Sacudo la cabeza para despertar del trance, dirijo mis ojos a los de Tae y soy testigo de como su sonrisa se borra poco a poco —: ¿Yeseo, por qué no me contestas?
—Gracias Taehyung. —digo, en un susurro casi arrastrado. Posterior a ello carraspeo e intento brindarle una sonrisa de vuelta.
— ¿Te encuentras bien? —el castaño lo capta, tomándose el atrevimiento de sentarse a mi lado con una mueca preocupada enmarcada en su cara.
En verdad no quiero tenerlo cerca, pues una parte de mí sigue atormentándome con que mi plan no es correcto, que no estoy actuando como una persona racional y objetiva. Sin embargo, la otra y la más resentida en todo aspecto, pide encarecidamente que prosiga. Sin resentimiento ni mucho menos lástima por nadie.
—Sigo cansada, eso es todo. —encojo los hombros para restarle importancia —. Luce delicioso, ¿en serio lo preparaste tú? —quiero cambiar el rumbo de la conversación, así que froto mis palmas para hacer más creíble el intento de hacerlo.
— ¡Sí, sí! —afirma con un atisbo de orgullo en su tono de voz. Percibo en sus ojos la felicidad que lo invade en este momento y no puedo detener el como mi corazón se estruja dentro de mi pecho —. Siendo sincero no sé cocinar muy bien, pe-pero Moyeon me enseñó a hacer esto y lo hice con todo mi cariño. —su respuesta me causa conflicto. Su actuar es fastidioso, ni siquiera sé si es intencional o todo lo contrario. Esa personalidad tan "dulce" que tiene para expresar las cosas me retuerce las entrañas.
Se supone que debe darme un trato como el que me da Yoongi y esa tal Moyeon, al menos esas son las órdenes que recibe. La primera vez que nos conocimos resultó ser un infierno, él me observaba con repudio absoluto e intentó asesinarme por mi atrevimiento. No obstante, ni bien comencé a tratarlo mucho mejor que sus supuestos amigos, cambió todo.
Suspiro por enésima vez sin saber que contestarle, así que prefiero sustituir las palabras por una media sonrisa. Sostengo entre mis dedos la cuchara plateada para después sumergirla en la sopa, soplo unos segundos el líquido que he cargado para no quemarme y cuando estoy segura de que ha sido suficiente, sorbo. Elevo las cejas sorprendida al probarla, su sabor es majestuoso y no pongo reparos en demostrarlo con expresiones gustosas.
El silencio hace acto de presencia y por si eso no fuese lo suficientemente incómodo, tengo que soportar las constantes miradas inconexas de Taehyung sobre mí, analizando todo movimiento mínimo que realizo. Intento ignorarlo, incluso me atrevo comparar su semblante con el del pelinegro, cuyo rostro neutro y carente de alegría es capaz de paralizarme.
Hasta que dejo de lado los cubiertos utilizados, retomo la compostura y reúno el valor necesario para mirarlo despectiva —: ¿Te pasa algo? —suelto de golpe, dejando a un lado la bandeja con el plato medio vacío. Noto como el castaño se tensa bajo su largo abrigo, aturdido por ser la primera en romper este mutismo.
—No, en ab-absoluto. —declara trastabillando, dejando en evidencia su desazón — ¿Por qué lo preguntas? —se hace el desentendido con el ceño fruncido y arrugo la frente en respuesta. Este chico me está subestimando, piensa que no me di cuenta de que su vista no se apartó de mí ni un segundo.
— ¿Por qué me miras tanto? —rápidamente musito. Él se mantiene impávido, sin una idea clara de qué decir o responder. Poco a poco, veo sus mejillas tornarse de un color rosa que trata de ocultar al voltear la cabeza hacia una dirección contraria a donde me encuentro yo —. No tienes que contestarme si no lo deseas, sólo que es algo incómodo. —termino por declamar, apartando la mirada de su ser y dispuesta a seguir consumiendo la sopa, pero soy detenida a mitad de camino por una de sus manos que toma mi brazo, sin hacer demasiada presión.
—Lo lamento, no me percaté. —trago saliva por ese toque suyo, evitando apartarlo y esperando a que prosiga —. Es que yo... —guarda silencio antes de continuar —. Te ves muy tierna. —admite finalmente, y una vez más las palabras no me fluyen por sus imprevisibles muestras de afecto. He quedado en blanco.
¿Acaso está coqueteándome?
Mierda, si Yoongi lo viera...
Una risa incrédula me asalta mientras el castaño me observa ansioso por una rápida contestación. Debo aprovechar esta oportunidad. Aunque naturalmente soy pésima con los juegos de palabras y cortejos, estoy segura que no se percatará si los pongo en práctica con él.
— ¿Sólo soy tierna? —contrarresto a sabiendas de lo ridícula que puedo sonar y verme. Soy consciente del temblor que lo embarga, haciendo que se remueva en su lugar mientras una sonrisa tímida surca sus labios.
—Eres preciosa también. —admite, aún sosteniéndome el gesto. No sé que demonios estoy haciendo, pero he acortado una distancia prudente entre nosotros.
Su torso se yergue al percatarse de mi cercanía, sus ojos analizan mi rostro a detalle y entonces, me deshago de su agarre en mi brazo con lentitud, siendo escrupulosa al hacerlo, pues mis heridas continúan cicatrizándose bajo las vendas blancas.
Estiro mis extremidades superiores, ahuecando su rostro con ambas manos. Puedo sentir como escalofríos dominan al castaño inmediatamente después de trazar caricias suaves en sus mejillas calientes —: Me gusta oírlo de ti, cariño. —digo, mojando mis labios resecos con la lengua y no paso por alto el como sus orbes marrones se oscurecen cuando lo hago, taladrando en lo más hondo de mi ser. Su piel literalmente arde bajo la mía y parte de mí se encuentra alterada por todo lo que estoy haciendo.
— ¿Estás guardando nuestro secreto, verdad? —Tae no parece confiar en sus palabras, así que solo se dispone a asentir embobado. Creo que mis empobrecidas tácticas han arrojado buenos resultados. Al menos no resultó ser tan desastroso y fiel a ese imbécil neurótico, sino los tres ya habrían acabado conmigo —. Perfecto. —termino por decir, alejando las manos de su anatomía. Sin embargo, y para mi sorpresa, él en un movimiento rápido decide imitarme con descaro. Su agarre es firme, sus dedos están algo fríos y simplemente no puedo escapar porque no tiene intenciones de dejarme libre.
— ¿No vas a besarme? —expresa carente de pudor. Trago saliva y creo desfallecer cuando lo noto acortar mi espacio vital despacio y sin prisas, eliminando cualquier barrera invisible que fuera a impedir su objetivo. Exhalo, con el corazón latiéndome exorbitante por la adrenalina del momento mientras siento su tibia respiración entremezclarse con la mía.
—Pueden vernos. —advierto ante su determinación, ¿a dónde quedó su timidez?, ¿acaso ya no tiene miedo?
—Estamos solos. —su voz es un susurro ronco y profundo.
Dios, estamos tan cerca.
Me aparta un mechón de cabello, colocándolo detrás de mi oreja y parece estar en un debate mental consigo mismo, visualizándome con intensidad. No sé como es que permití que los papeles se intercambiaran, pero estoy eclipsada por una sensación indescriptible y desconocida.
—Para. —pido y por supuesto, el castaño no se inmuta. Sin temor, ladea la cabeza, cerrando los párpados a medida que se aproxima por segunda vez a mi boca.
—No puedo. —es lo último que murmura antes de plantar sus labios contra los míos. Pasmada y con la vista fija en el asalto, intento apartarlo viendo como lentamente se abre paso con la lengua dentro de mi cavidad bucal. Él se adelanta a mi proceder, ya que prontamente sus manos traviesas se escabullen hasta la parte posterior de mi cabeza, sosteniéndome y besándome con una agresividad que me roba el aliento.
Flaqueo ante su osadía, mandando al carajo todo para cerrar los ojos, centrándome en besarlo de vuelta con vehemencia. Tomo un pequeño impulso desde donde estoy ubicada sin dejar sus húmedos labios y me coloco a horcajadas sobre sus muslos ligeramente separados. En ese preciso instante y casi al mismo tiempo, sus manos pasan a aferrarse a mi cintura, sosteniéndome mientras une nuestros cuerpos y durante ese acercamiento, percibo su intimidad rozar la mía por sobre la ropa.
El castaño suelta un corto, pero audible gruñido entre el beso que viaja desde mis oídos hasta la parte baja de mi vientre. En estos segundos, y por más retorcido y extraño que parezca, estoy literalmente ardiendo en llamas.
—Yeseo. —jadea, separándose entre suspiros pesados y clavando sus dedos en mis caderas para luego simular breves penetraciones que segundo a segundo aumentan en velocidad junto al bombeo de mi corazón. Para este punto respiro entrecortado, y me permito admirar su rostro sumido en la lujuria inequívoca, en los gestos que hace al sentir nuestras partes íntimas frotarse sin cuidado alguno y en como muerde su labio inferior, ahogando sus propios gemidos.
Estoy tan concentrada en la labor que apenas me doy cuenta del ruido que proviene de afuera, encendiendo esa pequeña brecha racional de mis sentidos. A raíz de ello, y como si fuésemos imanes de polos iguales, me incorporo de sus extremidades tan veloz que un mareo efímero me ataca.
— ¿Qué ra... —apenas pudo hilar una frase completa cuando Moyeon entra furtivamente a la habitación, ocasionando que la bilis se me suba a la garganta. Soy testigo de la mirada nerviosa que me lanza el chico ruborizado en extremo, luciendo expectante y tembloroso por la presencia de la muchacha.
— ¿Por qué estaban encerrados? —farfulla con su típica molestia. Cruza los brazos por encima del pecho e intenta discernir a través de nuestro silencio lo acontecido. Tae desvía la mirada, sus ojos buscan los míos y todo mi pecho se contrae al ver su expresión perturbada.
No la cagues ahora.
—Yo... No es lo que... —me aclaro la garganta llamando su atención, adelantándome a responder e interrumpiendo lo que sea que vaya a confesar.
—Taehyung me trajo de comer y le pedí que cerrara la puerta porque entraba frío. —espero que mi disimulado engaño logre persuadirla, rezando para que no haya conseguido ver nada prometedor. Su semblante se relaja considerablemente, pero sé que no está cien por ciento conforme debido a que observa al castaño con incertidumbre.
— ¿Es eso cierto? —los músculos de mi cuerpo entero se ponen rígidos. Volteo para poder estudiar las facciones del susodicho, quién se nota angustiado y se remueve incómodo en la orilla de la cama.
—Claro. —suelta, al cabo de unos segundos que parecen un milenio.
—Ve al auto, Yoongi te necesita. —exclama demandante. A él no le queda otra opción más que asentir y obedecer sin rechistar. Se levanta, da unos cuantos pasos hacia la salida, pero antes de que pueda dejar el cuarto me ofrece una mirada inquieta.
Moyeon alza una de sus cejas mientras aprecia la escena escéptica y ni bien estamos solas, hablo ya harta de su presencia — ¿Qué?
—Eres una maldita mentirosa. —acusa directamente.
—Sigo sin comprender lo que dices, no estábamos haciendo nada. —declaro encogiendo los hombros, escondiéndome detrás de una fina capa de disimulo.
— ¿Me quieres ver la cara?
—No.
—Voy a interrogar a Tae y si acaso consigo sacarle algo, voy a comentárselo a Yoongi. —en sus labios rojizos se dibuja una sonrisa torcida, cargada de mofa. Aprieto los puños, observándola con el mayor de los desprecios, trasmitiéndole todo el odio que puedo contener.
Sin embargo, a pesar de que su amenaza ha conseguido enfadarme, sé con certeza que Taehyung no dirá nada pues ya lo tengo donde quiero.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top