Capítulo 24
Antes de seguir pido discreción ante este capítulo. Gracias.
Jimin
Mis ojos yacen clavados al móvil, observando una de las tantas fotos que tengo junto a Yeseo, extrañándola y deseando que todo fuese una maldita pesadilla, sin embargo, la realidad es esta y estoy viviéndola ahora, sin ella.
Llevamos más de dos semana sin saber sobre su paradero. La policía y el departamento de seguridad estatal nos han mantenido informados sobre cualquier novedad ante su caso de desaparición o posible fuga, pero lo único que nos han sabido decir es que posiblemente estamos frente a un problema más grave que sólo aquello.
Hace cuatro días atrás en el río Nakdong, encontraron partes de un cuerpo en descomposición que, según informes dictados por la policía de investigación, pertenecían a una joven, más concretamente a Yoo Jeongyeon, amiga y compañera de trabajo de Yeseo, cuyo paradero se tenía pensado era junto a mi amiga.
Mis esperanzas y las de todos estaban por el suelo. Sinceramente aquella noticia no augura nada bueno y ni siquiera me he atrevido a imaginar lo que hicieron o están haciendo con ella. Es desesperante no tener algún indicio de sospechosos o testigos que presenciaran lo que sucedió aquella fatídica noche.
Todavía recuerdo lo impactante, doloroso e increíble que fue enterarme de su desvanecimiento así como así. Durante las siguientes noches me la pasé llorando a mares, como si de una rutina se tratase. La culpabilidad me carcome las entrañas con el pasar de los días y más aún al recordar las cosas terribles que dije a sus espaldas.
No sé si es un castigo divino por mi actuar o una simple jugarreta del cruel destino, pero no voy a rendirme. No estoy dispuesto a dar mi brazo a torcer. En cuanto supe de la situación me dediqué de lleno a compartir por redes sociales fotos de su rostro, publiqué posts en todo foro local que me encontraba e incluso ahora estoy reuniendo dinero que usaré para tener una página del periódico exclusivamente dedicada al caso.
Con su madre el asunto es de cuidado también, pues ella cayó en un estado catatónico que la ha mantenido aislada. Por suerte, su hermana Haneul ha sabido abordar la situación con calma, cuidándola y preocupándose porque todo marche bien con su salud a pesar de la cantidad de problemas que ella tiene.
—Jimin, ¿quieres algo de comer? —bloqueo el móvil tirándolo a mi lado y rodando los ojos al escuchar la voz de quién menos quiero tener cerca.
—No mamá. —apenas puedo responder sin sonar tajante. Seguido de ello, la puerta es abierta con cuidado, dejando ver su silueta y expresión serenamente sospechosa.
—Hijo, me preocupa tu salud. Hace días no comes bien y... —la interrumpo.
— ¿Desde cuándo le interesa lo que hago con mi vida? —interrogo sin ocultar el dolor tras mis palabras —. Escuche madre, no necesito su compasión y aunque la quisiera la última en dármela sería usted. —mi voz es ronca y pastosa, pero hay molestia en ella.
— ¿Por qué eres tan cruel conmigo? —suena dolida, llena de esa tristeza que de alguna u otra manera logra llenarme de satisfacción. Sueno despiadado y egoísta, sin embargo, no dispongo de compasión por aquella mujer plantada frente a mí.
—Curiosamente esa es la misma pregunta que llevo años haciéndome. —trato de mantenerme al margen, aunque el veneno logra apabullarme —. No sé si sea digna de llamarla mamá, la señora Rena lo ha sido más desde que tengo memoria. —sonrío apenas con lágrimas picando mis ojos. Ella baja la mirada enseguida, avergonzada.
—Tú más que nadie sabes lo que tu padre me ha hecho. —se excusa con el argumento más desgastado del mundo. El único en realidad, y supuestamente es el más aceptable dentro de la situación horripilante que la atormentaba tanto.
—Eso no es justificación para haberme abandonado y desplazado durante años. —no pretendo sonar delicado y respetuoso, por supuesto que no. Noto como los músculos de su cuerpo se tensan bajo la ropa al oírme hablar así — ¿O para usted sí? —cruzo los brazos, intentando mantener la compostura, tratando de no caer ante mis frágiles sentimientos.
—Por favor... —suplica en un susurro entrecortado, sonando nerviosa.
—Por favor nada, le pido que me deje solo, no tengo ganas de seguir discutiendo. —seguido de esto, le doy la espalda y aprieto los párpados, dejando que la primera lágrima se deslice por mi mejilla. Una vez más flaqueé ante esa mujer.
—Lo siento mucho amor. Espero que algún día me perdones por el daño que te he hecho. —alcanzo a oír sus discretos sollozos para luego notar por medio de un portazo que se ha largado del cuarto. El silencio es lo único que inunda el área, corroborando así mi soledad inmediata.
20 de Diciembre 2019
Ignoro, entre la más profunda penumbra que aloja este basurero, los gritos y exclamaciones eufóricas del exterior, aquellas que me despertaron de mi sueño ligero que tanto me costó conciliar. Ni siquiera sé que rayos ocurre, nunca lo sé a cabalidad en realidad, pero la situación se ha repetido más de lo que puedo recordar, así que no es novedad.
Me cubro la cabeza con la almohada buscando amortiguar los sonidos estrepitosos con expresión tortuosa, cansina y sobre todo molesta. Ya no aguanto un minuto más esta miseria. Cada maldito segundo que pasa es una razón más que me empuja constantemente a tener en consideración acabar con todo de una vez.
De hecho, hace bastante que no puedo respirar con tranquilad sabiendo que el pelinegro se da el lujo de irrumpir en la habitación cada que se le plazca. En ocasiones se queda a dormir junto a mí, lo cual me tiene sumida bajo un insomnio similar a los que sufría cuando era apenas una niña. Cuando pruebo bocado, allí está él, analizando meticuloso cada movimiento que doy y obligándome a ingerir todo sin protestas. Cuando me toca baño, Yoongi decide mi vestimenta y monitorea los minutos que estoy dentro del tocador. Cuando hablo o contesto en un tono de voz que no le agrada o no le parece lo suficientemente respetuoso, me golpea e insulta de la manera más denigrante posible, quitándome un porcentaje considerable de dignidad y aumentando de forma desbordante mi odio colérico hacia él.
Incluso no logro recordar a ciencia cierta la vez que estuve sola, sin compañía y sin nadie vigilando cada suspiro ligero que doy. Todo lo que viene a mi mente son sólo imágenes inconexas de pesadilla, cada una siendo asediada por el innombrable.
Miro alrededor sin ser capaz de ver más que solo oscuridad absoluta mientras que hago puños las cobijas que mantienen a raya en frío que cala mis huesos. Suena algo en extremo retorcido, en parte debo admitir que lo es, pero he normalizado tanto esta rutina de mierda que ya no me quedan lágrimas que derramar ni lamentos por los cuales reflexionar. He perdido la noción del tiempo, así que solo sé que estoy con vida porque abro los párpados cuando tomo siestas breves y respiro con pesadez.
Sin embargo, he muerto hace bastante tiempo atrás.
O me gustaría estarlo.
El familiar crujir de la puerta despierta en mí todo tipo de alarmas rojas. Pestañeo varias veces para acostumbrarme al repentino foco de luz tenue que proviene desde el exterior del cuarto, sin una idea clara todavía de quién ha ingresado.
—Hoy toca baño. —sisea la voz, llenando el silencio que nos invade.
— ¿Por qué no hay luz? —digo en un susurro entrecortado.
—Supongo que se fundió la ampolleta. —le resta importancia —. Mañana la cambio.
—Bueno, gracias. —arrastro la respuesta.
—Te espero fuera, aquí te daré la ropa que usarás.
Me encojo ante el ruido que provoca el impacto de la puerta.
Es el momento.
Levanto a duras penas mi cuerpo hasta tocar el piso frío con los pies adormecidos, y esforzándome por sacar fuerzas de la nada misma. Posterior a ello me agacho y busco el fragmento de porcelana que he estado guardando con esmero. Cuando mis dedos tocan el trozo de aquel material, lo saco con cuidado de no hacer cualquier ruido que alerte a Yoongi. Siento la textura del material, es filosa y algo pesada, así que con cuidado la coloco dentro de uno de los bolsillos de mi pantalón.
Solo dispongo de diez minutos, pero quiero pedirle más tiempo. Solo espero que acepte aquello. Solo eso anhelo.
Trastabillando, y agudizando lo más que puedo mis sentidos, logro alcanzar el pomo de la puerta y la abro poco a poco. Al hacerlo, noto la figura algo encorvada de él apoyada en la pared. Mientras sostiene mi ropa con una mano, con la otra se encarga de afirmar su teléfono. En verdad me parece deleznable lo pacífico que está, me hace querer vomitar lo enajenado y poco empático que es. Sé que no puedo hacer nada contra ese hecho irrefutable, pero este sentimiento de impotencia siempre está presente en mi mente y es casi imposible huir del mismo.
El impulso que tengo de clavarle el dichoso objeto que cargo secretamente entre mi vestimenta no pasa desapercibido, sin embargo, sería inútil llegar a pensar que sacaría algo relevante de ello, pues solo desataría un caos desproporcionado.
— ¿Sucede algo dulzura? —espeta, sacándome de mis cavilaciones casi de forma brusca. Inhalo profundamente, intentando ocultar mi nerviosismo, pero resulta tarea difícil.
—Yo... —susurro por lo bajo, siendo estudiada por sus ojos oscuros —. Quisiera que me des más tiempo. —logro contestar recibiendo una mirada lasciva como réplica —. Só-sólo por esta vez, por favor.
— ¿Por qué? —pronuncia, guardando su celular para prestarme toda su atención.
Mierda, estoy comenzado a creer que esto no fue buena idea.
—Es que... Últimamente no he dormido muy bien y como hace tanto frío, tal vez un baño más largo permita relajarme y descansar. —hablo a duras penas y no tengo la más mínima idea de como se me ocurrió tan rápido una mentira. Él se queda procesando mi respuesta, ni siquiera pestañea o musita una simple sílaba, solo yace de pie frente a mí temblorosa anatomía hasta que luego de unos segundos que parecen eternos se acerca.
Me tiende el conjunto de ropa con una media sonrisa colgando de entre sus labios, lo que me da una ligera sensación abrumadora de inseguridad y tensión —: Pequeña idiota. —musita en tono socarrón —. Como te has portado bien esta semana, te daré seis minutos más de regalo, ¿te parece?
—Gracias. —me limito a aceptar las prendas. Y bajo su insistente vista, doy unos cortos pasos hasta lograr ingresar al cubículo. Cierro la puerta tras de mí, dejando la ropa sobre el retrete.
Hoy por fin conseguiré la paz que tanto deseo.
Abro el grifo del agua caliente y espero a que la ducha se llene hasta donde crea conveniente.
Ni siquiera tengo miedo porque sé que cualquier cosa es mejor que lo que estoy pasando. Cualquier cosa es mejor que vivir atrapada en este maldito infierno. Y objetivamente, cualquier cosa es mejor que compartir oxígeno con estos desquiciados.
En silencio, admiro el agua caer hasta llenar la bañera. Enseguida cierro el proveedor del líquido trasparente, deseando y saboreando el adormecimiento de mi cuerpo. No me preocupo demasiado de lo que traigo puesto e ingreso dentro, y antes de recostarme por completo, extraigo la herramienta que usaré para perpetuar el accionar clave. Luego, le permito a mi entumecido cuerpo dejarse abrazar por el calor acogedor que proporciona el elixir, cierro los párpados unos minutos sintiendo mis ojos picar. Al abrirlos y por acto de reflejo, vuelco la mirada al objeto sostenido entre mis dedos, admirando su forma irregular.
Un par de lágrimas se me escapan a raíz de los recuerdos que me embargan. Mi madre. La única persona que aprecio y quiero tanto que duele no merece ver a su hija muerta, mucho menos en manos de alguien como Yoongi, pero lamento tanto que todo haya terminado de esta forma tan horrenda.
Sin racionalizar ni un segundo, paso el largo filo sobre mi antebrazo rápidamente, ahogando un quejido por el dolor causante que me obliga por enésima vez a cerrar los ojos, en un intento vago de no ver la herida de la que ahora emana ese peculiar líquido carmesí. En el transcurso de este punto, recuerdo las tantas veces que fui humillada y golpeada por ese monstruo, dándome la peor de las sensaciones relacionadas con el terror y, sin poder evitarlo, descargo toda emoción retenida.
Con el pasar del tiempo, mis párpados se van haciendo pesados, noto a duras penas el agua teñida de un color rojo mientras hundo mi cuerpo tembloroso lentamente.
Por fin seré libre.
Cierro los ojos y puntos brillantes oscilan mi campo de visión, difuminados con un fondo negro profundo. Todo se vuelve confuso, no sé si es un sueño o mi alborotada imaginación delirante, pero poco a poco se el mundo se vuelve ininteligible para mí.
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