Capítulo 23
— ¿¡Qué carajos haces!?
Mierda.
Rauda, veloz, y como si de un tipo de plaga peligrosa se tratase, empujo al castaño lejos de mi cuerpo que se enciende con todo tipo de alarmas escalofriantes.
El reciente estruendo en compañía de la profunda voz de Yoongi no pasa desapercibido para ninguno. Mi vista se vuelca a su figura imponente que yace en medio de la habitación, logrando que en mi interior estalle un terror que me recorre la espina dorsal cuando soy capaz de notar su expresión de furia contenida.
¿Cómo dejé que esto pasara?
—Hyung, yo... —empieza a balbucear el chico a mi lado, intentando encontrar las palabras adecuadas para contestar. Paseo la mirada por toda la extensión de su anatomía y no puedo pasar por alto la tranquilidad con la que maneja esta situación. Abro la boca para decir algo, cualquier cosa que se cruce por mi mente, pero la cierro de golpe cuando oigo al pelinegro por segunda vez.
—Ven aquí. —se dirige a Taehyung con un timbre demandante, sonando una séptima más grave de lo usual y tengo el amargo presentimiento de que nada bueno va a salir de aquí. Su mirada luce desencajada por la cólera, lo que me obliga a bajar la cabeza, pues me aterra verlo en ese estado —. Ahora. —espeta con dureza, sobre todo por lo irracional que puede ser.
De reojo noto al susodicho desplazarse de un punto a otro para posicionarse frente al chico intimidante. Puedo sentir la hostilidad emanando por cada poro de su cuerpo, volviendo el ambiente hostil y consiguiendo agravar el nudo en mi garganta mientras escucho los repetitivos latidos de mi corazón detrás de mis oídos como un eco insoportable.
—No lo haga ahora, por favor. —le suplica en tono neutro, y para ser sincera no comprendo a qué se refiere. Sin embargo, me mantengo al margen de la situación al mismo tiempo que escucho todo lo que acontece.
— ¿Por qué la abrazas Tae? —suena repentinamente sereno, pero tan antinatural. Me da la impresión de que ensayó con antelación cada palabra expulsada por su boca, sofocándome como nunca antes — ¿Qué pasa por tu cabeza? —cuestiona.
—Ella... Está tri-triste, por su pe-perrito. —responde, trastabillando. Dejo que la curiosidad tome posesión antes que mi sentido común y levanto la vista despacio, quedándome atónita por unos micro segundos cuando me cruzo con el castaño, quién mantiene una postura similar a la mía segundos atrás.
Se ve tan... sumiso.
—Que lindo eres, mi niño. —puedo distinguir a través de la ropa como la tensión en su cuerpo aumenta. La irritación se arraiga en sus facciones, empero, se fuerza a torcer una sonrisa socarrona, llena de falsedad. Yoongi avanza unos pasos para quedar a centímetros de su contraparte, creando un escaso espacio entre los dos, y posterior a ello acaricia su mejilla con lentitud.
La intensidad con la que admira es aterradora, me hiela la sangre no saber a ciencia cierta su objetivo, y por lo que puedo deducir esto no es nada entrañable para ninguno. De pronto, una punzada me atraviesa el pecho y siento las entrañas revolverse dentro de mí al escucharlo pronunciar un seco —: De rodillas.
¿Qué?
Algo se enciende dentro de mí, y de pronto siento la imperiosa necesidad irracional de salir huyendo por el surrealismo de la escena. No quiero continuar. Mi mandíbula se aprieta con fuerza, el pulso se me acelera y con ello la respiración también.
Taehyung toma una distancia prudente, lo noto expulsar un suspiro tembloroso para seguido de ello, cubrirse el rostro con las manos, encorvándose hacia adelante. Todo él me da la impresión de que busca hacerse pequeño y desaparecer, luce descompuesto por la orden que se le ha dado y yazco expectante —: Pero yo...
—Shhh. —se apresura a callar su intuitiva oposición —. Obedece. —reitera, cruzando los brazos por encima de su pecho. En ningún momento se digna a mirar en mi dirección, y en parte me alivia, pues su sola presencia basta para provocarme náuseas. Estoy haciendo un esfuerzo descomunal por no dejarme llevar por las emociones exorbitantes que golpean como olas furiosas todo mi sistema interno.
Al castaño no le queda más remedio que someterse ante él, después de lo que parece ser una eternidad. Lentamente, dobla sus piernas hasta dejarse caer por completo al frío concreto de la habitación, siempre con la cabeza agachada. El silencio es tenso y tirante, con la suficiente capacidad para rasgarme por dentro.
No sé qué diablos está pasando, y tampoco sé a cabalidad si quiero enterarme.
—Mírame. —musita —. Pídeme perdón.
—Lo siento. —su susurro apenas llega a mi oído atento. Suena tan automático y mecánico que da escalofríos.
— ¿Por qué lo sientes?
—Por desobedecer.
— ¿Qué castigo crees que mereces? —la confusión y el miedo vuelve a irrumpir mis pensamientos.
¿Cuál es su plan?
—Lo que usted crea conveniente. —era cierto lo que mencionaba Moyeon. Taehyung ama de forma enfermiza a este sujeto y me da lástima que no se percate de lo inhumano que es, sin embargo, no debo compadecerme en estos momentos críticos.
—Perfecto.
De pronto, Yoongi levanta un poco su camiseta, dejando a la vista un cinturón repleto de artefactos que no puedo distinguir con claridad. Doy un paso hacia atrás, invadida por el terror y me refugio en mis brazos al verlo desenfundar un objeto enajenado para mí. Lo admira unos segundos mientras es sujetado firmemente por sus pálidos dedos, hasta que por fin caigo en cuenta de qué se trata cuando lo enciende.
No, no, no, no, no.
Niego de un lado a otro hasta que un grito ahogado me abandona en el instante en que el elemento colisiona con el brazo de Taehyung, quien por acto de reflejo e imposibilidad de indefensión se retuerce bajo la potente descarga eléctrica que altera sus sentidos y nervios. Me cubro la boca con las manos, sintiendo el familiar escozor viniendo de mis ojos al ser testigo de como es víctima de un brutal y constante dolor físico.
Apenas puedo mantener la vista fija en la escena, lágrimas empapan mis mejillas y parte de mis dedos mientras continuo siendo bombardeada por los quejidos y bramidos del chico tendido en el piso. Quiero detener esto, quiero que toda esta pesadilla acabe cuanto antes, quiero dejar de mirar, pero una fuerza invisible me empuja a no voltear o siquiera atreverme a exclamar un miserable monosílabo.
El nudo en mi garganta se intensifica cuando me doy cuenta de la crueldad que tiñen las facciones de Yoongi y siento como miles de cuchillas me impactan. Luce en extremo terrorífico, carente de emoción cualquiera, despiadado, cegado y tan fuera de sí que temo por mi vida más que antes.
¿Acaso él me hará lo mismo después?
Realmente me impresiona la inexpresividad con la que ejecuta cada movimiento, no parece dejarse vencer por los lamentos de su "compañero", quien de un momento de otro ha dejado de batallar para comenzado a respirar con dificultad.
—Detente. —murmuro como puedo, y presa de la desesperación, me llevo las manos a la cabeza mientras sollozo. El pelinegro se detiene al oírme, contempla al sujeto tendido en el suelo con la expresión en blanco y dirige por primera vez desde que entró a este cuarto, sus oscuros ojos a mi desastrosa persona para formar una pequeña sonrisa que deja aún más en evidencia lo psicópata que es.
—A él le gusta, ¿cierto Tae? —pronuncia pausadamente. Una esfera de angustia se forma en mi estómago a medida que pasan los segundos y no hay indicios de réplica. Siento como todo el calor producido por la adrenalina abandona mi cuerpo para dejar solo rastro de una ráfaga helada, que no augura nada bueno — ¡Contesta! —suelta con impaciencia y me sobresalto, dando un paso hacía atrás cuando posterior a su reacción deja caer un golpe seco sobre el mencionado, quién se encuentra aovillado y tiembla incontrolable.
—Sí. —el pánico se apodera por milésima vez de mi cuerpo al oír la débil y tenue respuesta del castaño, quién se mantiene al borde del colapso.
Yoongi se muestra satisfecho, esbozando una mueca de suficiencia —: ¿Lo ves? —dice calmado. Chasquea la lengua y procede a guardar el arma de electrochoques en su lugar correspondiente, toma una inspiración profunda mientras realiza movimientos circulares sobre sus sienes e internamente grito porque todo haya terminado —. Sal de aquí, ahora.
El chico de cabello castaño expulsa un gemido tortuoso, tratando de incorporarse, invirtiendo todas sus fuerzas en dicho acto, pero parece desorientado hasta la médula. Primero coloca ambas manos sobre el sucio suelo y junto a sus piernas toma un breve impulso, tambaleándose para seguido de ello, volver a caer estrepitosamente con un ruido sordo. Se queda en esa posición incómoda unos segundos hasta que después de lo que parecen ser solo intentos fallidos, consigue ponerse de pie, aproximándose a la salida y saliendo al exterior.
El silencio vuelve a reinar el espacio, volviendo a alertarme ante posibles ataques, como un pequeño animal perdido en la oscuridad ante la espera de a su depredador.
Sigo yo. Sigo yo. Sigo yo.
No para de repetir esa voz en mi cabeza, así que reprimo un sollozo. Estoy suplicando y rogando internamente tener la suficiente valentía junto a la fuerza necesaria poder enfrentarme a este desquiciado.
—Dulzura. —una fina capa trasparente cubre mi visión, por lo que solo noto su silueta acercándose. Restriego mis ojos, pudiendo visualizarlo al fin, muy cerca de mí — ¿Por qué lloras?
Me alejo rápidamente, intuyendo sus macabras intenciones —: ¡No me toques! —exclamo presa del miedo. Su expresión se ensombrece, y sus feroces ojos yacen sobre mi yo temblorosa. La piel inmaculada de su rostro vuelve a adquirir ese tono rojizo de antes mientras aprieta los puños y su mandíbula se endurece, dándole un aspecto fuera de este mundo — ¡Déjame en paz!
— ¡Mierda, cállate! —grita furibundo, y yo trago saliva ante el tono tosco y lascivo que enmarca en cada palabra. Un tirón en mi brazo me hace perder el aliento, puedo sentir sus dedos encararse profundamente en mi antebrazo, por lo que chillo sorprendida y en parte, dolorida — ¡Eres mía y hago lo que se me plazca contigo! —agita mi cuerpo de un lado a otro con el ceño fruncido y sus labios transformándose en una línea tensa.
—No me lastimes. —sueno más asustada de lo que puedo pretender.
—Te has portado muy mal. —recrimina, casi en un ronroneo inconexo y desagradable —. Eres la primera en tener tantos privilegios. —vuelve a hacer presión en mi sensible piel —. Pero me tienes tan loco que puedo postergar tu castigo.
¿La primera?
Dios... No puede estar hablando en serio.
¿O sí?
Forcejeo con él un poco hasta zafarme de su determinado agarre, tambaleándome cuando soy liberada —: Eres un monstruo. —mi voz suena tan inestable, baja y destrozada que al principio pienso que no me ha escuchado. Sin embargo, sé que presta especial atención a cada inspiración y exhalación que ejerzo —. Te odio como no tienes idea, jamás debí confiar en ti. No entiendo porqué eres tan cruel, me dijiste que te gustaba y...
Cierro los párpados con fuerza cuando los recuerdos de mis errores llegan a mí como un huracán devastador, haciéndome sentir la mayor basura de este planeta. No me atrevo a mirarlo, lucho con la opresión que se ha colado en mi sistema y continuo —, y me amenazas como si fuese algo normal. Tal vez para ti lo es, pero no para mí. —mojo mis labios, probando sin querer lo salado de mis derrotadas lágrimas —. No quiero estar cerca tuyo. —me obligo a mirarlo, solo para toparme con que ni siquiera he podido remover una fibra sensible de su ser.
Quiero que se sienta culpable de esto. Quiero que se arrepienta de todo lo que me hace. Quiero que sufra como yo lo hago, pero lejos de sucumbir ante mis provocaciones veo una risa carente de humor brota de sus labios, al mismo tiempo que niega con la cabeza agachada, como si hubiera mencionado la mejor anécdota de todas.
Los pulmones me arden, mi pecho también sufre las consecuencias de esta agitación y los latidos desbocados de mi corazón se aceleran al notar la frialdad de su mirada —: ¿Te digo una cosa Yeseo? —comienza cauteloso, con una neutralidad abrumadora —. Puede que tengas razón. Cabe la posibilidad de que sea un monstruo, sin embargo, soy uno sumamente calculador e idealista y eso me ha servido para tener a todos comiendo de mi mierda, besando el suelo que piso y respetándome.
No quiero encararlo. Ya es suficiente la enfermiza sensación que me da el ser observada por el pelinegro. Siento un sudor frío recorrer mi espina dorsal al escuchar su confesión, miles de hipótesis surgen a raíz de cada frase admitida y ninguna es positiva en absoluto.
—Y sí, me gustas, pero yo diría que es más que eso. Es otra clase de sentimiento. No es amor, va mucho más allá. —ni siquiera al sentir uno de sus dedos elevar mi cabeza, obligándome a observarlo es capaz de sacarme de la cabeza lo deleznable que resulta lo que acaba de pronunciar —. Mataría por ti, daría todo por ti, lo dejaría todo por ti y sinceramente me importa un carajo si me odias. —sus ojos son hielo puro, pero similar a una lava recalcitrante que me quema viva. La tranquilidad con la que suelta semejantes barbaridades me pone la carne de gallina y siento que perderé la conciencia en cualquier momento por la magnitud de la situación —. Sin embargo, todo puede cambiar si te atreves a traicionarme o jugar con mi benevolencia, porque así como soy capaz de hacer lo imposible por ti también puedo acabar contigo.
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