— ¿QUÉ HACES CON MI NOVIO, MALDITO ZORRO?

Eddie se dio la vuelta rápidamente a ver cómo Freddie estaba detrás sumamente enojado. Notó como la momia tenía un diamante en la mejilla.

— ¡Solo me defendió de Duff! —exclamó Eddie nervioso.

— ¡Yo solo le pedí la tarea! —exclamó Duff aún petrificado.

— Johnny, cielo ¿qué hacías con el suripanto? —preguntó Freddie acomodándose su cintillo de diamantes.

— Solo la defendí de Duff —dijo este.

— Está bien, tú siempre tan caballero —lo besó con el tiempo suficiente para que Eddie hiciera tres maquetas de Terrostitlán, pero solo se quedó en su lugar—. Espérame en el patio, ya voy.

John se encogió de hombros y se fue no sin antes despedirse de Eddie.

— Escúchame, perra —dijo Freddie acercándose amenazante—. No te metas con mi novio, es MÍO, M I O, MÍO.

En ese momento, Eddie sintió el verdadero terror.

— Sí, Freddie, es tuyo, yo no quiero ligármelo —dijo rápidamente.

— Más te vale —dijo el azabache, si no, olvídate del equipo de porristas—. ¡George! ¡Al patio!

— Dinosaurio WROAAAAR.* —respondió George.

*Traducción: tengo hambre.

Y estos dos se dirigieron al patio mientras Freddie caminaba como toda una perra.

Eddie quedó todo compungido por la amenaza, pero no encontró ningún fideo que usara de arma mortal para suicidarse, así que corrió con sus amigos a llorar sangre.

— ¡Oh no! —lloraron Robert y Roger al enterarse y los tres se abrazaron llorando litros de sangre, haciendo que Roger se desmayase porque le tenía miedo a esta, sí, bastante irónico considerando que es vampiro.

— Mejor ni pregunto —soltó Brian pasando por el lado.

— ¡Steve podrá ayudarte! —exclamó Robert.

— ¿Steve?

— Steve Clark, hijo del monstruo del lago —respondió Roger reincorporándose.

(...)

— ¡Steve..! —exclamaron entrando a la piscina.

— ¿Diga?

Los tres gritaron agudamente del susto.

— Oh, lo siento —dijo Steve apenado disponiéndose a salir del agua—. ¿Qué necesitan?

— ¡Freddie amenazó a Eddie a no dejarlo en el equipo de porristas! —exclamó Roger.

— ¿Quién es Eddie?

— Yo —dijo este.

— Ah... —dijo—. Puedo hablar con él.

— ¡Sí...!